sábado, 31 de agosto de 2019

Regulados.

Es conocido que el comunismo fue y sigue siendo en aquellos países donde existe, profuso en cambiar los nombres e inventar traquimañas por debajo de las leyes y regulaciones que quedan escritas y aparentemente organizan todos los aspectos de la vida. Cuba, durante estos últimos 60 años, es un buen ejemplo de esto.

No podría afirmar absolutamente, pero creo que no existe un sistema socio económico anterior al socialismo que haya estado tan interesado en controlar el movimiento de las personas, lo que convierte este aspecto humano en una gran batalla entre gobiernos y sus gobernados. Regulaciones para entrar, regulaciones para salir e incluso regulaciones para moverse de un lugar a otro dentro del mismo país.

La idea de moverse ya sea definitiva o simplemente de forma transitoria, se convirtió entonces en una lucha por escapar. Gran contradicción entre la teoría que dice que el hombre en el socialismo es feliz, libre y está totalmente realizado y la realidad de los deseos de huir de esa feliz y realizada vida. Mientras más socialismo, más deseos de escapar, la mayor parte de las veces hacia lugares y realidades desconocidas. Contradictorio, mientras más socialismo “seguro”, más deseo de fugarse a la inseguridad.

Las murallas en las ciudades feudales, uno de los mejores ejemplos de defensa, se inventaron para proteger a los nobles y los vecinos que vivián dentro de ellas de los ataques de los enemigos externos. Las murallas se abrían en las mañanas dejando entrar a campesinos, artesanos, proveedores, visitantes, etc., y se cerraban en las noches para evitar ataques sorpresivos mientras se dormía. Las murallas, las fortalezas, los fosos secos o con agua, etc., eran estructuras públicas, las que, tanto amigos como enemigos, tenían que reconocer y respetar.

En el socialismo existen las mismas murallas, pero invisibles, detrás de las cuales los gobiernos se parapetan en su defensa, no sólo de los enemigos externos, cosa que tendría cierta lógica, sino de sus propios vecinos, a los que engañosa y melosamente llama libres y felices. Los gobiernos no sólo tratan de dirigir cada uno de los aspectos de la vida, sino que, en su misión miedosa, trata de controlar, de forma incoherente e inexplicable quién y cuándo puede salir y quién y cuándo puede entrar. Convirtiendo a los países en cárceles sin cercas, ni muros, pero cárceles y a los ciudadanos en sancionados, muchas veces de forma eterna, sin sanción pública. Mientras más socialismo y más teoría sobre el bienestar del hombre, más limitaciones, tantas que lo del bienestar es la primera idea que se cuestiona.

Los países socialistas, en su misión por sobrevivir, no de los ataques enemigos, sino de los cuestionamientos, disgustos, incomprensiones, desacuerdos de sus propios vecinos, se parecen mucho al concepto feudal, tal como dice Carlos Varela,

En la comarca de su majestad,
todos repiten lo que dice el Rey,
él les da el agua, les da el vino y el pan,
pero más tarde les cobra la ley.

En Cuba, desde el propio 1959 hasta hoy, la idea de emigrar puede compararse sin miedo con la tortura. Los vecinos cubanos, convertidos en enemigos a veces de la noche a la mañana, por sólo tratar de huir o escapar, han tenido que soportar sobre ellos todas las acciones que se han inventado los funcionarios del gobierno, encaminadas, muchas veces, a dejar una huella profunda hasta que la muerte los lleve.

Los vecinos cubanos que han tratado de salir de la ciudad amurallada han sido sancionados a trabajar forzadamente en campos agrícolas, cárceles y calabozos inhumanos y asquerosos inventarios y decomiso de todas sus propiedades, golpizas y laceraciones físicas, humillaciones y guerras psicológicas, desgastes, etc., como muestra de lo que significa desde el poder feudal haberte dado el agua, el vino y el pan y habérseles ocurrido no reconocerlo, renunciar a esto o peor, denunciarlo para el resto del mundo fuera de las paredes de la muralla. Los vecinos cubanos han tenido que soportar la más baja venganza, por momentos de cualquier funcionario de turno del gobierno que muchas veces después, “arrepentidos”, han parado en Miami, escondida detrás de lindos postulados teóricos. Los vecinos cubanos han sido víctimas de un gobierno feudal que dice actuar en nombre de los que no han pedido que se actúe en su nombre.

No dudar, cada paso que se ha dado tiene un respaldo lindamente fundamentado, a pesar de que nosotros los cubanos, al no entenderlos o no gustarnos, nos desgastamos en hablar y hablar, en decir que es ilegal y que el gobierno está violando tal o más cual procedimiento. Mientras esto ocurre, el gobierno se garantiza que, al menos en papeles y sobre todo para una posible interpretación internacional, todo esté en regla, de ahí que, entre otras cositas bien planificadas, la mayoría de las visitas internacionales que el gobierno recibe, terminan felicitándolo.

Sobre el tema de migración, existe el Decreto-Ley No.302. Modificativo de la Ley No. 1312, “Ley de Migración”, a través del cual queda organizado el asunto de entrada y salida del país, obviamente a interés de los señores feudales, que se autodenominan defensores de los intereses de los vecinos.

Lo primero cómico que aparece en este vigente decreto, para mí innecesario e inexplicable ridículo para definir un tema tan interno y propio como migración, es uno de los POR CUANTO.

“El Gobierno de los Estados Unidos de América, que mantiene un genocida e ilegal bloqueo económico, comercial y financiero contra nuestro país; ha utilizado históricamente su política migratoria hacia Cuba con fines de hostilidad, subversión y desestabilización, y contra los intereses legítimos de nuestro pueblo y de la propia emigración cubana; y ha alentado, mediante la Ley de Ajuste Cubano y la Política de Pies Secos-Pies Mojados, la emigración ilegal e insegura que ha provocado pérdidas de vidas humanas; la comisión de actos delictivos violentos, la obstaculización de la cooperación médica internacional y el robo de cerebros con objetivos políticos. Ello obliga a establecer, a la par de las medidas de flexibilización, determinadas regulaciones que limiten los efectos del citado accionar, así como disponer las normas dirigidas a preservar la fuerza de trabajo calificada del país”.

Como siempre, tratando de justificar una determinada actuación o acción interna de conveniencia, se apela al mismo mecanismo, el fantasma enemigo del gobierno de los Estados Unidos y entonces se utilizan palabras rimbombantes como, genocidio, bloqueo, daño a los intereses legítimos del pueblo, pérdida de vidas humanas, robo de cerebros, etc. Estrategias ya viejas, aplicadas en cada momento que el poder necesita organizar y darle respaldo a un asunto, para este caso absolutamente interno. Todavía estoy esperando que alguien me quiera comprar mi cerebro.

El decreto recoge en los artículos 24 y 25 las definiciones y regulaciones para cubanos que pretenden entrar o salir del país. Ambos artículos incorporan incisos que dicen que las autoridades se atribuyen el derecho a negar entrar o salir a personas que organicen y estimulen acciones hostiles contra los fundamentos políticos, económicos y sociales del Estado Cubana, sean consideradas indeseables o por otras razones de interés público.

¿Qué significa acciones hostiles, personas indeseables e intereses públicos? Bueno evidentemente estas definiciones poco definidas, dejan abierto el camino para que la intención de visitar Cuba o salir de ella para viajar a otro lugar puedan ser anuladas. Cualquier cubano no importa dónde esté, dentro o fuera, puede caer en este grupo de “enemigos”. Acciones hostiles pueden ser y de hecho son, criticar con razón al gobierno, escribir un artículo cuestionando o explicando algo de lo mal que se está haciendo, aparecer en una entrevista o programa de TV o radio que habla objetivamente sobre la realidad cubana, obviamente pertenecer a una organización de las llamadas disidentes, etc. Acciones hostiles y personas indeseables, pueden ser sencillamente no estar de acuerdo.

Si estás identificado por no estar de acuerdo, puedes tener que soportar que no te dejen visitar a tu familia o pueblo, que no te permitan ver a tus amigos, porque familia, pueblos y amigos son propiedad del gobierno. Si te identificas por criticar públicamente lo criticable, puede ser que no te dejen salir de Cuba, ese castigo puede ser más fuerte que el meterte preso. La venganza es un plato que se come frío.

¿Cómo funciona en realidad todo esto?

1.- Para los vecinos cubanos que viven en el exterior y pretenden viajar a Cuba, a su país de origen, a la patria o pedazo de tierra que los vio nacer.

Primero te exigen sacar un pasaporte cubano, aunque tengas una o mil ciudadanías de otros países. Te hacen renovar el pasaporte o habilitarlo para poder montarte en un   avión. Todo lo que significa muchos dólares. Te exigen comprar un pasaje de ida y regreso. Permiten toda la presión que significa viajar a Cuba, con la que muchas personas viven semanas y semanas antes y todos sabemos por qué. Ir de viaje a Cuba no es como hacer turismo a Europa. Permiten que tu familia y amigos se reúnan a recibirte. Permiten que se hagan planes y que las personas sueñen con el reencuentro. Entonces cuando llegas a Cuba, un funcionario de inmigración que te recibe, con cara de carnero degollado y sin la más mínima intención de explicar, ni la más mínima consideración, te comunica oficialmente que no puedes entrar a la ciudad amurallada porque estás “regulado”. Regulado es la definición que encuentra su vida dentro de los artículos del decreto, aunque por ningún lugar se habla de ella.

2.- Para los vecinos cubanos que viven en Cuba y pretenden viajar temporalmente para pasear, trabajar, escapar.

Primero te hacen pagar un pasaporte, lo que significa muchos dólares. Luego tienes que correr el trámite de la embajada del país en cuestión donde pretender viajar. Pasajes de ida y regreso. Planes. Familiares que se reúnen para despedidas, ya que el hecho de viajar en Cuba, aunque sea a Haití es siempre una ocasión para celebrar. Te dejan que te traslades al aeropuerto, hagas colas infernales para despachar y entonces cuando vas a entrar para oficializar tu salida, un funcionario de inmigración que te recibe, con cara de carnero degollado y sin la más mínima intención de explicar, ni la más mínima consideración, te comunica oficialmente que no puedes salir de la ciudad amurallada porque estás “regulado”. Regulado es la definición actual de odio y venganza.

¿Qué significa estar regulado?

Nadie puede explicar exactamente qué significa esto, más allá de denominarlo como otra maniobra que, todavía en el 2019, desde cómodas oficinas, algunos se inventan. Maniobras que ni los propios funcionarios de inmigración, que representan al gobierno, pueden develar. Nadie puede entender cómo aun al tratar de regresar a tu patria o al tratar de salir de viaje teniendo todo en regla desde el país que te va a recibir, se puede regular a alguien para que no entre o salga por causas muchas veces cuestionables.

Soy ciudadano norteamericano. Las autoridades, o sea, el gobierno sabe que no nací aquí y que adquirí la ciudadanía por puro trámite administrativo. He salido de este país con destino a Cuba, lo que podría ser un destino peligroso o al menos dudoso. Al salir, el oficial, miró mi cara, la comparó con la foto de mi pasaporte y me despidió agradablemente. Al regresar, comprobación de las caras y el estimulante y gratificante, bienvenido a casa. Nadie me preguntó mi partido político, nadie me preguntó si quería a nuestro presidente, nadie me interrogó para saber mi filiación religiosa o si me gustaba o no la carne hecha en BBQ al estilo norteamericano.

Pocos pueden explicar lo de “regulado”, pero estar bajo esa condición es algo así como estar identificado de por vida con una letra A de color rojo escarlata que tienes que llevar en tu pecho, tal como en la novela donde en la Nueva Inglaterra a principios del siglo XVII, Hester Prynne, mujer acusada de adulterio es condenada a vivir. Nadie puede explicar, pero estar regulado es algo así como la estrella amarilla de seis puntas que la Alemania Nazi obligó a usar a los judíos a partir de 1939 para identificarlos y prohibirles trabajar, estudiar, visitar cines y teatros e incluso usar el transporte público, antes de exterminarlos.

¿Se conoce al funcionario o la entidad que inventó lo de “regulados”? No.
¿Alguna instancia del gobierno ha aclarado públicamente, el presidente del país ha explicado, algún periodista o medio de comunicación ha definido qué significa “regulados”? No
¿Se puede leer en algún lugar o se puede llamar a alguna entidad de gobierno para saber quién está “regulado”? No.
¿Se puede conocer qué se tiene que hacer, o mejor no hacer, para evitar caer en la condición de “regulado”? No
¿Se conoce, una vez caído en la condición de “regulado”, hasta cuándo dura o es efectiva? No.
¿Se puede conocer qué se puede hacer para ser sacado de la condición de “regulado”? No

Puede resultar complicado de entender para los que aún no conocen la sociedad comunista, sin embargo, los cubanos sabemos que funciona así y que, sin tantos procedimientos, reuniones, asambleas democráticas, etc., estas cosas funcionan bien desde y para el señor feudal. No es necesario definir, explicar, menos aclarar, mucho menos preguntar por acuerdos o no. Como siempre, se señalan enemigos de afuera y de adentro, se estigmatizan nombrándolos enemigos de la patria, cuando en realidad los cubanos no somos enemigos de Cuba, se crean nombres especiales que a la vista de desconocedores no significan mucho, tal como el término “regulado” y se da órdenes de ejecución a personas que no pueden explicar por falta de argumentos o porque el mejor de los argumentos es no tener que explicar.

Regulados, ese término que esconde su verdadera función, entonces se convierte en una orientación de palabra y herramienta de odio y venganza vestida de honorable defensa. Regulados, la definición más que todo irrespetuosa, es entregada a los funcionarios de inmigración que, como Can Cerbero, aquel monstruo de la mitología griega que tenía cuerpo de perro, tres cabezas y una serpiente en lugar de cola, se dedican fielmente a guardar las puertas del inframundo para que los muertos no salgan y los vivos no entren.


 Los cubanos sabemos cómo funciona y entendemos el mensaje. Ningún gobierno gobierna inocentemente. No importa dónde estés, dentro e incluso fuera, si no quieres caer en “regulados”, pórtate bien.


Cuando estás regulado, entonces es bien sencillo, NO puedes.

jueves, 22 de agosto de 2019

Cosas que puedo entender y cosas que no puedo entender.

Hoy, en el 2019, puedo entender parte de las actuaciones de mis padres y junto a ellos, la de miles o en realidad más, millones de cubanos que muy rápido apoyaron un proyecto nuevo, joven, apasionado y apasionante, que triunfó en enero de 1959 y que durante toda la década del 60 se anunció abiertamente ya desde el poder, prometiendo cambios en la sociedad que beneficiarían a todos los cubanos. Se habló de toda Cuba, de democracia, de pueblo y del color verde de las palmas.

Yo. Agosto 2019.
Puedo entender, porque si revisamos la historia fríamente, sin pertenecer a un bando u otro, los finales de la década del 50, independientemente del glamour, el lindo modo de vida de la élite cubana, la solidez de una clase media, la buena vida de los intelectuales y profesionales, el incuestionable desarrollo económico de ciudades y algunos puntos de la geografía cubana, la influencia palpable del modo de vida norteamericano en la sociedad cubana, etc., fueron también agresivos, torturantes, dictatoriales, criminales, etc., lo que garantizó el descontento en parte de la sociedad, descontento que no sólo tocó a los sectores más pobres, sino a todos aquellos que, de una forma u otra, vieron sus ideas democráticas pisoteadas por los militares en el poder.

Batista fue la figura protagónica, aunque no se conoce que él saliera a la calle a matar a nadie. Lo que, si es cierto, es que, bajo la última etapa de su gobierno, con tal de controlar y mantener el poder, muchos, con órdenes directas o no, torturaron y asesinaron, abusaron, utilizaron el soborno y la corrupción para vivir bien. Se hicieron ricos y más ricos. Sembraron el terror en una sociedad que hasta esos años había vivido, con todos los males de la Cuba republicana, una vida tranquila y hasta cierto punto próspera.

Los militares y algunos políticos de Batista no sólo afectaron a la juventud “revolucionaria”, a aquellos intelectuales y pequeños propietarios con ansias de reconquistar la democracia, sino que, al arreciar con terror, afectaron la estabilidad de casi todos los estratos cubanos. La inseguridad se hizo parte de la vida. La gente tuvo miedo porque las balas, las cárceles, las torturas, los crímenes, en realidad, no llevaban nombres. El propio gobierno norteamericano comenzó a mirar con recelo a aquel grupo que enlutaba a casi toda Cuba.

Mis padres, ambos santiagueros, muy jóvenes, aunque provenientes de diferentes posiciones económicas y sociales, aun sin conocerse, presenciaron en el Parque Céspedes el primer discurso del joven Fidel Castro desde uno de los balcones del Ayuntamiento de la gran ciudad.  Fidel, joven intelectual, dueño de la palabra, había consolidado su fama en esa misma ciudad por el asalto al Cuartel Moncada, por haber regresado en un yate y luchado en la Sierra Maestra, cordillera montañosa de propiedad exclusiva de los orientales y al final, por las miles de razones que conocemos, más las que no conocemos, las que son verdad y las que están infladas, logró que el dictador, el militar golpista, el presidente, el general, recogiera sus cheles y se escapara de Cuba, dejando el poder acéfalo. Fidel pasó de joven intelectual, de guerrillero, para algunos de loco y egocéntrico a héroe.

Mis padres, santiagueros, se enamoraron, quedaron boquiabiertos, se apasionaron, se entusiasmaron, se excitaron, se quedaron obnubilados con aquella figura, con aquellos hombres, con aquellos héroes parecidos a los de las novelas y películas, con aquellas ideas de libertad, igualdad, fraternidad, ayuda y casi inmediatamente, aún sin conocerse, se entregaron. Se entregaron como se entrega la joven inocente y super enamorada a su primer idílico amor, incluyendo lo de los ojos cerrados.

Entonces no se convirtieron en revolucionarios consientes y sólidos de forma académica, sino que se enamoraron de su momento histórico y como sabemos el amor y la pasión son ciegos. Mis padres, en la ciudad más revolucionaria de Cuba, por méritos propios y un poco de chovinismo, se conocieron. Él, obrero, con una instrucción básica, pero inteligente y muchas millas recorridas en la vida; ella estudiante, inocente, proveniente de una familia de reconocidos intelectuales y profesionales de la abogacía, lo que le había garantizado una buena vida. Entonces la unión, el noviazgo y finalmente el feliz matrimonio “proletario”, se desarrolló muy fuerte. Los unía el gusto, los sentimientos de pareja, el sexo, pero además el amor a la patria, a su revolución, a los cambios prometidos, a Fidel y sus combatientes y todo esto se mezcló en una sola y misma cosa.

¿Estuvieron equivocados? Creo que no, ellos, como otros millones, reaccionaron a los resortes de su momento histórico. Se necesitaba cambiar un poco, se necesitaba retomar las garantías constitucionales, organizar a Cuba, dar soluciones a los problemas más grandes de pobreza y miseria que existía y los jóvenes que habían logrado expulsar a Batista se postulaban como la solución ideal a seguir. No eran corruptos, aún, no pertenecían a los partidos políticos tradicionales, no tenían compromisos con la historia de maltratos, crímenes, etc., por el contrario, se presentaban como pueblo, o sea, campesinos, obreros, jóvenes religiosos, estudiantes, de buenas familias, etc.

En medio de ese fervor revolucionario santiaguero o santiaguero revolucionario, nací yo. Estoy convencido de que soy producto de la unión biológica de un espermatozoide y un ovulo revolucionarios, y aunque nadie me lo contó, puedo casi asegurar que, en los orgasmos de mis jóvenes padres, en vez de gritar, gemir y/o llorar de alegría, se entonaban las notas del Himno Nacional o de la gloriosa Marcha del 26 de julio. Esa forma de hacer el amor significaba también hacer patria y revolución. En una de las paredes del comedor de mi casa, ya en La Habana a donde se movió mi familia, mi padre, reprodujo en madera un mapa de la Isla, lo pintó de verde y recreó en él a relieve con óleo carmelita la Sierra Maestra, donde colocó una banderita roja y negra del 26 de julio. Éramos cubanos, éramos patriotas, éramos revolucionarios y no equivocarse, sobre todo, éramos santiagueros.

Entonces crecí junto a otros dos hermanos. Crecimos con Martí, Maceo, Máximo Gómez sentados a nuestra mesa. Crecimos, por qué no con Fidel ocupando parte de los libreros de nuestra casa o muchas horas en los dos únicos canales de TV que teníamos. Crecimos viendo a nuestros padres amando aquel proceso que había comenzado para ellos un día en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba, por lo que abundaban en mi familia, los trabajos voluntarios, las guardias, las grandes jornadas de trabajo ideológico, la incorporación al trabajo en el campo, las zafras, el internacionalismo, el estudio, etc., pero crecimos también pensando y lo que nos tocó vivir poco se parecía a aquellos discursos que cautivaban y engatusaban a todos. Crecimos pensando y sintiendo que todo aquello era mentira, que todo lo prometido se había olvidado y lo que se estaba jugando era la permanencia en el poder, los soviéticos, el enemigo imperialista que nos atacaría en cualquier momento, las familias divididas, la emigración, etc.

Aunque me convertí desde muy joven en el tribunal de mis padres y viví como el más riguroso fiscal, librando con ellos batallas diarias, porque cualquier cosa se llevaba por aquellos años a un campo de batalla, hoy quizás los pueda entender. Me gustaría decir para la historia que ellos, ambos, fueron famosos por revolucionarios, por trabajar todo el día todos los días, por entregar esa cuota adicional que se les pidió durante todos aquellos años, por esforzarse a ser cada día mejor, pero no los conozco por torturadores, violentos represores, ni chivatos. ¿Visto hoy, llegaron a actuar de forma extremista? 
Creo que sí, muchas veces el centralismo democrático al que pertenecían y habían jurado defender, lo exigió. Pero no recuerdo cuentos de apoyo a represiones físicas, de golpizas en las calles, de preferir torturar en vez de hablar. Recuerdo conflictos ideológicos, pero pacíficos. Recuerdo el respeto que sentían mis vecinos por mis padres, por su ejemplo de entrega a la Revolución, pero no recuerdo el miedo hacia ellos, o peor, el odio. Mis padres, profesores siempre, fueron queridos y respetados.

Mi padre, ya dije, santiaguero, con muchas millas recorridas y el estudio que le permitió la revolución y él aprovechó, poco a poco se fue bajando del carro. Se dio cuenta, fue descubriendo que todo se volvió polvo y ceniza y que primó el engaño. Terminó en Cuba manifestando públicamente su desacuerdo con todo por lo que tanto había mostrado su apoyo muchos años antes. Ya murió, para mí orgullo, reconociendo que había estado equivocado, que sus hijos habían tenido la razón. Mi madre, santiaguera, aún está viva, cansada se ha retirado voluntariamente de su vida política e ideológica. Quiere hablar poco del hoy cubano, aunque aún trabaja porque le gusta lo que hace. Ella, bueno, ella sigue en Cuba.

Entonces un poco los entiendo y con esto a millones de cubanos. Se enamoraron y el amor es ciego. Se incorporaron a un proyecto que teóricamente era lindo, dejaron de ver los defectos para pensar, añorar, defender, prometer las virtudes, pensaron que dejarían a sus hijos y nietos un mundo mejor llamado Cuba. Se ilusionaron con que estaban haciendo cambios positivos y pasarían a la historia como parte de los que edificaron un paraíso en la Tierra. Vivieron el embarazo y luego el parto de una criatura que, aunque pudieron ver que venía sin manos, con los ojos bizcos, con una enorme cabeza cuadrada, sin dientes, que no podía hablar ni caminar, era su criatura, esa su creación, era como su hijo y entonces en medio de todo, con todo en contra, lo amaron.

Sin embargo, de eso que cuento ha pasado mucho tiempo y han existido muchos descalabros. No existe un proyecto que hoy sea o tenga éxito. El mundo mejor, el paraíso en la Tierra, poco a poco se fue transformando en un infierno, donde cuesta trabajo llegar al final de cada día. Por aquello que nuestros padres lucharon, y repito entiendo que defendieran, hoy no queda nada, ni el más mínimo detalle.

Peor, igual que los últimos años de la dictadura de Batista, con tal de mantener el poder político, aparece en Cuba, sin tapujos, sin esconderse, sin sutileza, la represión en las calles. Aparecen los mismos batistianos con otros uniformes, dando golpe, arrastrando, torturando, si torturando física y por supuesto, psicológicamente a eso que se llama PUEBLO. No sé si autorizados, orientados, o por pura voluntad e iniciativa, es común ver a grupos de policías, agentes del Ministerio del Interior e incluso personas vestidos de paisanos, reprimir bajo el mismo uso de la fuerza que la policía de Batista a todos aquellos que no quieran continuar.

Se han acabado los límites, se han acabado las garantías de aquella policía que trataba de imponer el orden bajo algunas normas de no violencia, se han quitado el disfraz y les importa poco lo que se diga o piense. Se está reprimiendo bajo la permisión de actuar impunemente. Nadie los controla, por lo que creo que alguien los manda. Aparecen los batistianos nuevamente que disfrutan de dar golpes y doblegar por la fuerza. Aparecen aquellos que inyectados enfermizamente están defendiendo algo que muchos no ven y no quieren y eso no lo entiendo.

Acabo de ver un video que les adjunto aquí la dirección para los que puedan acceder lo puedan ver, que ilustra muy bien lo que trato de decir. Lo describo además para aquellos que no tienen acceso. Dicen que el hecho ocurrió en Pinar del Río y como podrán ver no está filmado, ni editado, ni manipulado por una agencia extranjera enemiga, es un video tomado con un celular cualquiera, por un cubano cualquiera, por lo que resultaría muy difícil decir que no pasó exactamente así.

https://www.facebook.com/felix.llerena.54/videos/363936377831191/

Unos policías están tratando de llamar al orden a un joven que para nada está violento, no se está fajando con nadie y menos está respondiendo agresivamente. Su actuación está muy lejos de parecerse a la de un delincuente común, menos a la de un terrorista al que hay que someter al control. La policía de uniforme está tratando de llamar al orden y recomendarle que estuviera tranquilo. El joven no ha levantado ni las manos para hablar. No gesticula.

Entonces otro joven igual que él, pero en este caso vestido de uniforme del Ministerio del Interior, de esos que usan una boina negra, viene y lo agrede, lo empuja. Sabemos cómo funciona, el joven del MININT tiene que hacer mérito, tiene que destacarse, tiene que demostrar frente a sus compañeros que está actuando con solidez. El joven del MININT lleva muchos días en un aula y luego en un gimnasio siendo entrenado para ese momento. Lo han inyectado con aquello de la defensa de la revolución y entonces su misión es salir y darle golpes a el primero que se encuentre. La adrenalina también funciona para los represores.

Los policías de uniforme tratan de aconsejarle al joven reprimido que se esté tranquilo, no lo tocan, no lo empujan. El joven del MININT es llevado hacia atrás donde estaban sus compañeros, a pesar de que su mirada de odio, de histeria seguía sobre el joven y su boca casi expulsaba una espuma blanca como resultado de no haber podido acabar con su víctima.

Entonces de la nada, porque no estaba en el plano donde transcurría hasta esos momentos la acción, sale una joven cubana, de piel negra, un poquito gordita y bastante poco femenina, vestida también del MININT, pasa por delante de los dos policías que están frente al caso y sin aviso, ni previo contacto, le cae a golpes al joven. Golpes brutales, garnatones no sólo violentos, sino con una gran carga de odio. La joven cubana, pienso también entrenada durante semanas en un aula y gimnasio, sin hablar salió del fondo de la escena y en medio de la calle, delante de un pueblo congregado mirando la escena, no duda en caerle a golpes a un joven que no estaba alterado, no estaba violento, no estaba tan siquiera dando gritos. Golpes de odio reprimidos, golpes de enorme inyección chovinista, golpes de miedo transformado en violencia. Golpes de alguien que ha orientado dar golpes, aunque no aparezca en la escena dándolos.

Lo llamativo de esta historia no es el golpe, el golpe siempre ha existido desde que el hombre es hombre. Lo llamativo de esta historia es el odio.

Esto no lo entiendo y creo que mis padres tampoco lo entenderían y apoyarían. ¿Llegarán estos jóvenes de uniforme a torturar dentro de un calabozo o a matar al pueblo que pertenecen en las calles? Creo que sí, la persona que sale a dar golpes sin mucho pudor está dispuesta a sacar un arma y matar, al final siempre existirá la idea de la defensa de la revolución o la defensa propia. ¿Cuál es la diferencia entre caerle a golpes violentamente a una persona y sacar un arma para tirar? A veces ninguna.

Es asombroso, porque parece que estas escenas se repiten y se repiten a lo largo de Cuba, frente a un pueblo que sólo filma para poner en la red. Es asombroso porque cada día son mayores los actos de violencia, golpizas, represiones físicas, etc., frente a personas que no se conmueven, que no protestan, frente a personas que ni al menos tratan de interceder. ¿Compromiso, miedo, desinterés?

¿Cómo explicarle a los batistianos, muchos acusados y condenados de asesinos y brutales represores, de que ahora, la policía y fuerzas especiales del poder de la revolución que los sancionó, están haciendo lo mismo que ellos, quizás siguiendo los mismos manuales de estudios que ellos utilizaron? Que irónica suele ser la vida, para defender los intereses del pueblo, hay que salir y caerle a golpes a ese mismo pueblo. Irónica la vida pues son los mismos cubanos, sobre todo jóvenes, no fuerzas traídas desde el exterior, quienes están en la calle cayendo a golpes a sus propios jóvenes.  
¿En nombre de quién se está dando golpes en las calles? En nombre del pueblo, pero de cuál pueblo, si es a ese pueblo o al menos a parte de él al que se está reprimiendo. ¿Hasta dónde se puede seguir flexibilizando el término pueblo a conveniencia? Sólo una ideología venenosa inyectada directamente en vena sobre cuerpos sin cerebro o sobre cuerpos comprados y/o chantajeados puede lograr que pueblo salga a reprimir a pueblo.

Hace meses hablaba aquí con nuestra amiga Lissy sobre el perdón que necesita Cuba, perdón que debe ir y venir de todas y hacia todas las direcciones y quizás, sobre todos los aspectos de la vida. Creo que sí, hoy estoy en condiciones de perdonar a mis padres y a muchos padres que se enamoraron y, sobre todo, trabajaron incansablemente por echar para adelante un proyecto que parecía ser lindo a cambio de nada, sin pedir ni recibir prebendas. Mi padre, un obrero de la mano cuando joven, me confesó que cuando estuvo escuchando a Fidel, aquel día glorioso de la entrada de los rebeldes a Santiago de Cuba, tenía 7 pares de zapatos, crédito en tres buenas tiendas de ropa y en varios bares de su ciudad natal, el mismo padre que al final de sus días llegó a tener para caminar solo unas chancletas mete dedo que odiaba usar y que pude ver un día en medio del llamado Periodo Especial comiendo arroz blanco con azúcar. Hay cosas que entiendo y cosas que no entiendo.

¿Cómo perdonar hoy en el 2019, con todo lo que ha pasado y todo lo que hemos perdido, a un joven, muy joven incluso, que sale a la calle a golpear violentamente a otro joven igual a él? ¿Qué perdón puede tener defender la violencia que defiende un absurdo ya histórico? ¿Podrá mañana esta violencia ser perdonada? ¿Podrán mañana los represores pedir perdón diciendo que no sabían lo que estaban haciendo? Es difícil de predecir. Hay cosas que puedo entender, pero también hay muchas cosas que no puedo entender.

jueves, 15 de agosto de 2019

Grandes GRITOS MUDOS


Si hay algo que puede sacar muy rápido a los padres de sus casillas, ponerlos nerviosos hasta el punto de la desesperación, momentos de un intenso y rápido sufrimiento, son esos segundos donde el hijo, mientras más pequeño peor, se da un golpe o se cae, se echa para atrás, abre la boca y cierra los ojos en muestra de dolor y no emite ningún sonido.

Lo vemos buscar aire con grandes bocanadas, a veces ponerse medio morado y no decir nada. Esos pocos segundos se convierten en una eternidad, en la cual los padres apenas podemos hacer nada coherente, la frustración e impotencia es tanta que paraliza. Sólo cuando el pequeño vuelve a gritar y llorar con sonidos, los padres volvemos a pensar y actuar. Segundos de una enorme presión, dramatismo y angustia.

Muchos son los recursos que se han utilizado y pueden utilizar para trasmitir frustración, desespero, dolor, no importa si es a nivel del arte, de las personas o de los pueblos enteros. Dentro de ellos lo más común es gritar. Se grita, como parte del dolor, para llamar la atención y sacar de adentro con fuerza lo que estamos padeciendo. Gritar puede ser la mayor muestra de desesperación, limítrofe incluso con la violencia, que tenemos los seres humanos.

Sin embargo, con mucha más fuerza y mayor carga de dramatismo, aparece el llamado “grito mudo”. Es aquel donde todos los músculos se tensan y se marcan todas las venas del cuerpo, donde se abre la boca hasta su máxima capacidad, donde se puede llorar, pero no se emite ningún sonido.

El grito mudo tiene mucha fuerza, sólo que ella, en vez de venir con ese gran y alto sonido, conocido por todos, aparece con silencio. Silencio que se escucha muy alto, silencio que llega a ensordecer a aquellos que lo miran. El grito mudo, es tan fuerte que puede llegar a desesperar a aquellos que lo presencian. Es precisamente un muy buen recurso para transmitir dolor y desesperación, más que el propio llanto.

Existen muchas muestras de esto que describo, se me ocurren dos.

Quizás una de las más importante en las artes plásticas, es la mejor obra del pintor noruego Edvard Münch, según se dice antecedente del movimiento expresionista en la pintura mundial, titulada precisamente “El Grito”.



Es impresionante la combinación y contraste de colores que se sobreponen deformando la definición del entorno, del paisaje e incluso de las personas que aparecen en segundo plano y la imagen que llamaríamos el objetivo central del cuadro, una figura humana, medio desformada, sin rasgos sexuales ni físicos bien definidos, que por la forma en que muestra su cara y sus manos, está gritando. Entonces el grito, que, obviamente no se escucha, se convierte en el centro de todo lo que se quiere mostrar. Mirando la pintura se puede llegar a sentir el grito, incluso escucharlo, aunque de hecho no tiene sonido.

En el cine, como reflejo de la vida real, después que pasamos los años del cine silente, se nos ha acostumbrados a los sonidos. Los gritos se utilizan mucho, tanto para demostrar alegría, alerta o dolor, sobre todo con muchos decibeles. Al grito se le acerca tanto que, a veces, el cineasta nos deja ver hasta la campanilla del artista.

Sin embargo, el grito mudo, aunque sabiendo que es sólo parte de un guion, nos llega a conmover e identificar a la máxima expresión. Uno de los mejores gritos, sino el mejor, es precisamente la escena de la película El Padrino III, donde el protagónico, encarnado por el grandísimo Al Pacino, saliendo de un teatro, es testigo del asesinato de su hija. El antecedente a este momento se desarrolla bajo una enorme armonía y luego del disparo que le quita la vida a la hija de Michael Corleone, aparece el enorme, gigantesco, formidable, abrumador, imponente, doloroso, angustioso, triste, grito mudo.

La escena se paraliza unos segundos nada más, sin embargo, el dramatismo parece que demora horas. Cuando uno ve esta escena, si no la han visto aun la recomiendo, no sólo está mirando, sino que está participando de la vida del tipo, está compartiendo su dolor, está escuchando el grito con sonido que durante segundos no existe. Uno se descubre también sufriendo. El grito mudo, silencioso, ahogado, es la forma más expresiva de trasmitir el gran dolor.




Carlos Varela, el gran canta autor cubano, quien tituló su último y según él mismo, su mejor disco, El grito mudo, dijo, “el grito mudo puede estar muy cerca de ti, a tu lado, pero no lo sabes porque no lo ves, no lo escuchas”.

Ninguna idea mejor para definir lo que nos está pasando. Cada pueblo tiene sus características y tradiciones. Nosotros, los cubanos, aunque nos cuesta trabajo reconocerlo, somos identificados por hablar alto y por gesticular mucho. Cuando estamos en grupo, es fácil identificarnos por hablar más alto, a veces muy alto, casi por gritar, a tal punto que, cuando se nos mira desde afuera, damos la impresión de que nos estamos fajando. Mientras más nos queremos y más nos estemos divirtiendo, más nos gritamos.

Los cubanos somos reconocidos y nos gusta reconocernos como personas alegres, contentas, sin embargo, a mi entender, paralela e independientemente a nuestra sonrisa, cada uno de nosotros, durante muchos años ya, sin importar edad, lugar de residencia, economía, etc., somos portadores, de un grito mudo, un gran grito silencioso.

Las revoluciones comunistas, no solo la cubana, sino todas, son como las antiguas guerras de conquistas. En su necesidad por tomar el poder, oprimen, sancionan, matan. Quitan las pertenencias a los conquistados, destruyen sus instituciones y tradiciones y al principio reparten el botín conquistado entre los que apoyan. Luego para mantenerse en el poder, porque es diferente la conquista a la colonización, tratando de cambiar hasta los aspectos más pequeños de la vida, reprimen, encarcelan, destierran, desaparecen a los que se manifiestan en contra.

El comunismo como toda guerra de conquista, al final es únicamente eso. Crea la división entre malos y buenos, entre los que apoyan y los que disienten y establecen una barrera entre aquellos para los cuales se hizo la conquista y los que la hicieron, tratando de perpetuarse los segundos, independientemente de actuaciones, logros, etc., en el poder. 
Son conquistadores a la vieja usanza revestidos de modernidad. Los colonizadores pocas veces ceden a los colonizados, porque sólo los primeros son dueños del saber lo que se tiene que hacer. Precisamente a partir de ahí comienzan en Cuba los gritos silenciosos.

Los primeros colonizados, por no estar de acuerdo y sentirse afectados, porque alguien en nombre de una revolución les quitó lo que, a veces, por el trabajo de generaciones habían logrado, lo dejaron todo atrás y emigraron. Salieron como todo emigrante, tratando de salvar posesiones económicas, pero sobre todo seguros de que el adiós sería por poco tiempo. Regresarían y recuperarían sus vidas, que como todo sabemos, significa y va más allá del dinero y los negocios. Vida significa familia, historia, imágenes, arboles, animales, música, comidas, recuerdos, etc.

Comenzaron a vivir y como muchos eran ricos, vivir bien en otras tierras. Metieron su dinero, alguno robado, pero otro trabajado mucho, en las economías donde fueron a parar. Crearon sus nuevas condiciones, aprendieron nuevos idiomas, escucharon nueva música y se adaptaron a nuevos climas con nuevas imágenes. Siguieron siendo ricos y se hacían fotos donde aparecían sonriendo, pero paralelamente comenzaron a vivir con un grito mudo. Silencio que se genera cuando todo aparenta estar bien, pero en el interior, en la profundidad, en la parte de los sentimientos, nada lo está. Se vive mejor, puede ser, pero nadie es feliz cuando tiene que abandonar, por la fuerza o a voluntad defensiva, digamos una flor, un pajarito, un poema, una casa donde se nació y creció, una novia, unos amigos, el aire de los amaneceres, etc.

A partir de ahí, si algo se ha hecho estable en Cuba es la emigración hasta hoy, pero emigración siempre con dolor, emigración que garantiza o al menos promete mejor vida económica, pero con tristeza, Emigración como huida desesperada, como escape. Alegría con gritos mudos, silenciosos, de profunda inconformidad.

Cada cubano que ha emigrado y los que aún tratan de emigrar sin lograrlo, tiene sus propias causas, muchas reales y otras fabricadas. Es difícil a veces o no conveniente otras, reconocer la verdad. Entonces emigramos por amor, emigramos para reunirnos con los nuestros o salvar a los que dejamos, emigramos por el sueño de vivir mejor, emigramos porque tuvimos problemas con una persona que nos tenía el dedo puesto arriba, emigramos porque no entendemos, ni reconocemos los logros del comunismo y vivíamos en un exilio interno, sin participación, sin intereses ni motivación, etc. Fuimos mal vistos y mal evaluados incluso por personas peores a lo que nosotros éramos.

Salimos, respiramos, muy rápidos nos parece que hemos mejorado y sonreímos frente a las cámaras fotográficas, pero por dentro llevamos el mismo grito mudo o silencioso.

Durante todos estos años, los que se incorporaron y apoyaron a los “nuevos colonizadores internos” aparentaron alegría. Se mostraban sólidos y convencidos. Mentiras. No se puede ser alegre, o al menos no resulta muy coherente, viendo a tu familia dividida, viendo que las promesas, muchas, casi todas, se quedaron en papeles, viendo o peor participando en la destrucción, donde cada día hay y queda menos. No se puede estar alegre teniendo prohibido relacionarte con tu familia que emigró o que se quedó en Cuba sin estar de acuerdo. No se puede ser feliz teniendo que combatir todos los días contra tus hijos y tus nietos, por algo que sabes que ellos tienen la razón, pero te es prohibido reconocérselos. 

No se puede ser coherentemente feliz con ninguna ideología, viendo a tus hijos en la cárcel sólo por querer vivir mejor o tirándose al mar encaramados en una puerta de cuarto sobre dos cámaras de automóvil o coger un avión para irse a vivir a Guinea Ecuatorial, en un lugar que nos es tan poco familiar y lejano en África. Esas personas, sonrientes para las fotos, desde siempre vivieron y, pero, aún viven, sus propios gritos mudos y silenciosos.

Peor hoy, esa alegría de colonialistas internos convertida en tristeza ha tenido que ver regresar a los llamados enemigos, a los que se fueron o echaron violentamente. Han visto como, para mal vivir o a penas sobrevivir, tienen que caerle atrás a los dólares norteamericanos, no para eliminarlos sino para poseerlos, lo que significa tener que darle de comer al “águila imperial” que cada dólar lleva implícito. Esas personas que, cada día más en silencio, comen comidas y toman medicamentos enviados desde Estados Unidos. Esos alegres que se han hecho viejos esperando una llamada telefónica desde el exterior, extrañando y añorando ver crecer a sus nietos, compartir las alegrías y triunfos de sus hijos. Enterarse de la muerte de los suyos sin poder estar presente. Esos aparentes alegres que ya no saben dónde está el enemigo, porque donde antes estaba el enemigo, ahora está la mitad de su familia y la mitad de sus vecinos y conocidos.

La mitad de los que vivimos fuera, lo hacemos con una cuota de grito silencioso con relación a nuestro país. Vivimos fuera, somos “libres” donde vivimos, pero seguimos teniendo miedo sobre Cuba. Nos es muy fácil criticar a cualquier gobierno del mundo, incluso al propio gobierno norteamericano, muchos llegando a morder la mano del que nos ha permitido y dado la comida. Todo para esconder el dolor.

Todavía viviendo en el exterior, encontramos cosas buenas en la Cuba comunista, que nos vio salir y se puso contenta, porque cada cubano que se va es una dosis de alegría para el gobierno, quien prefiere echarnos o dejarnos salir como liberación de la presión dentro de la olla y como segura fuente de divisas para, salvando a nuestra familia, colaborar y permitir la sobrevivencia del propio gobierno.

Vivimos en silencio por miedo a no poder regresar a ver a los nuestros, sabemos que la entrada a Cuba sigue estando en las manos de un funcionario del gobierno y no en las nuestras. Somos cubanos, defendemos a Cuba, sentimos a Cuba, pero su posesión y disfrute tiene que ser autorizada por un cualquiera vestido de colonizador interno y de turno. Sentimos miedo al no poder gastar nuestro dinero en el excluyente sistema turístico del gobierno cubano para hipócritamente demostrarnos y demostrar que sobrevivimos. Nos da miedo que nuestra familia aún allí deba de tener miedo. Parecemos valientes, cualquiera que nos ve nos compara con las fieras, todavía eso puede ser un poquito verdad, pero también vivimos dentro de grandes gritos silenciosos que nos llevan a la parálisis, tal como dice Varela en una de sus últimas canciones,

Solo somos peces ciegos
Escondidos detrás del miedo
Sumergidos en un mundo oscuro
Nadie escucha los gritos mudos.

lunes, 12 de agosto de 2019

Conquistas Cubanas. 2019. (Quinta Parte y última por ahora)


Me sigo negando a pensar que los cubanos somos un pueblo de mierda, muy diferentes al resto de los pueblos del mundo y que somos incapaces de luchar y defender nuestras ideas. Me sigo negando a pensar que nunca llegará el día en que, más allá de gobiernos y partidos, tengamos una vida digna conseguida con nuestro trabajo. No quiero aceptar que las condiciones que hoy imperan en Cuba, a pesar de los muchos años que ya llevan de existencia y pudieran parecer normales, serán eternas.

Las preguntas siempre son las mismas, hasta cuándo y por qué. Y para esas preguntas puede haber miles y miles de respuestas.

Yo, como un por ciento muy alto de los emigrantes mundiales, sigo conectado con mi origen. Soy feliz en Estados Unidos lugar donde siempre quise vivir, a pesar de los problemas que existen, muchos de ellos innegables, agradezco diaria e infinitamente a este país por haberme permitido… Vivo aquí con nieve, con frío, teniendo que hablar inglés y me siento super satisfecho. Soy feliz. Sin desdorar a otros países y respetando la opinión de todo el mundo, pienso que éste es el mejor país para vivir de todo el mundo. No existe otro igual. No obstante, no puedo desprenderme de Cuba totalmente.

Soy cubano, me gusta discutir, hablo alto, soy apasionado y muy expresivo, me gusta el café fuerte, a pesar del rock, los tambores, las claves, la rumba, la conga me hacen mover el cuerpo, soy fanático a meter el pan en una cazuela y enchumbarlo de grasa y disfruto, violando todos los protocolos culinarios, robándome las papas que se están friendo en un sartén. Amo la arquitectura cubana, sobre todo la colonial y me mata la entrada de la Bahía de la Habana con sus cuatro fortalezas, estructura única en el mundo colonial español. 

Podría vivir encantadamente en cualquiera de ellas, frente al mar, controlando los barcos que entran y salen de la bahía, aunque hoy tuviera poco trabajo. Soy cubano y tengo a la mitad de mi familia en Cuba. Familia de verdad, buena, de esas que todo el mundo quisiera tener. Soy cubano y dejé allí a mis amigos, buenos, de esos que viven sobre el estrecho límite fronterizo de ser familia también.

Entonces pienso en Cuba y lo que en ella está pasando. Tengo mis ideas, que, como me gusta compartir, las dejaré escritas aquí, a lo mejor un día mis nietos las lean y digan, Coñooooo, nuestro abuelo estaba escapaooo y se reirán, sería esa la mejor recompensa. Sé que lo dirán en español, a lo mejor medio cómico, porque sé que sus padres harán el esfuerzo para que no olviden el idioma de sus orígenes.

Tengo dos ideas para terminar esta larga serie de escritos a la cual le he puesto no casualmente Conquistas Cubana. Ideas que un poco pueden explicar, junto a otras miles, la realidad que existe. ¿Qué nos ha pasado como pueblo entero?, ¿Por qué hemos resistido tanto?, ¿Por qué no salimos de una vez a cambiar, para bien o para mal siempre es un riesgo, pero cambiar, nuestra realidad?  Si algunos de ustedes se animan a enviarme las suyas, las puedo publicar en mi blog y podremos hacer, quizás, un manual de procedimientos. Nadie sabe.

Existen dos macro ideas que pudieran explicar y que para mí están muy relacionadas. Una es la democracia y libertad individual y el juego entre estas dos categorías. La otra, ya lo dijo Lincoln y retomo hoy, “… No se puede formar el carácter y el valor mediante la eliminación de la iniciativa e independencia de las personas. No se puede ayudar a las personas de forma permanente haciendo por ellos lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos”.

Más allá de la definición de democracia que todos repetimos como papagayos, en realidad a veces sin conocerla a fondo o entenderla, el asunto está en entender cómo se ejecuta y funciona y para qué sirve. La democracia no es un concepto abstracto, por el contrario, es una cultura que llega e influye en cada uno de los ciudadanos de un país, no importa si eres un médico, un senador o el tipo que recoge la basura en un barrio. No sólo la democracia, sino el conocimiento y ejercicio de la libertad individual, o sea, de cada libertad individual.

Revisemos un ejemplo de nuestra historia ampliamente conocido, al menos por los cubanos.

10 de marzo de 1953. Batista encabezó golpe de estado contra el presidente constitucional Prío Socarras. Victoria. Batista de sargento a general y presidente. Conmoción en la sociedad cubana acostumbrada a la vida dentro de una república. Golpe de estado, acto más violento contra la democracia desde que se fundó la República en 1902. Descontento en la sociedad civil. 26 de julio del mismo año, grupo de jóvenes, sin preparación militar y mal armados atacan dos cuarteles militares en la provincia Oriente. Muertos de ambos lados. Acción militar gran fracaso. Presos, torturados, asesinados. Fidel Castro, líder del movimiento y un grupo de jóvenes sobrevivientes, días después, fueron capturados vivos.

Juicio. Fidel, de acuerdo a las leyes exigió defenderse él mismo, se le concedió, era abogado, los otros detenidos tuvieron abogados defensores independientes. Presión popular, periodistas, fotógrafos. Defensa de Fidel. Comenzaba a hacerse conocido. Larguísimo discurso como defensa. Se declaraba no culpable porque se reconocía con derecho a hacer lo que hizo.  Frente a los representantes del poder, políticos, militares, jueces, criticó condiciones de vida en Cuba, la corrupción, el hambre, la miseria, las torturas y asesinatos y para colmo se dio el lujo de anunciar sus planes para el futuro. Final del juicio. Condena en prisión.

Prisión. No cadenas ni trabajo forzado. Buenas camas, buena comida, tabacos, libros, grandes sesiones de lectura y clases políticas e ideológicas a los integrantes del grupo y otros presos que se sumaron. Presión de parte de la sociedad civil. 15 de mayo de 1955, Batista, ya dictador declarado, acepta una amnistía y los presos fueron puestos en libertad. Salieron sanos, gordos y alegres. Para los sobrevivientes, esto fue su primera victoria, se abría el camino a la fama.

¿Hubiera sido más fácil meterle un tiro a Fidel y salir del asunto? Si, a lo mejor Batista tuvo esos deseos, pero fueron cogidos vivos, la opinión pública presionó, la prensa, etc., entonces tuvieron que hacer un juicio. Todavía existían garantías. Hubo un tribunal, defensa, periodistas, fotos, hubo una sanción de acuerdo a las leyes porque Batista no era el dueño de todos los poderes en Cuba y en 1953 todavía funcionaba la Constitución y leyes. El poder judicial, defectuoso, era independiente del poder ejecutivo y del poder legislativo.

Increíblemente después de haber formado la desagradable, haber atacado dos cuarteles, de haber matado soldados, etc., los jóvenes sobrevivientes fueron sancionados a vivir, los delitos no alcanzaban para la pena de muerte y más increíblemente fueron puestos en libertad en menos de dos años. Viva la democracia.

Los cubanos que pueden explicarnos estas cosas, o sea, no si había comida o no, cuánto costaba una cerveza o la maravillosa vida nocturna en los cabarets y bares, sino cómo funcionaba la democracia y la libertad cubanas antes de 1959 han muerto o están hoy muy viejos, ya no pueden o quieren recordar. El resto, la gran mayoría, nacimos después del triunfo revolucionario y encontramos un panorama bien distinto, leímos en libros una historia que está por reescribir y vivimos el resultado de diseños y ajustes a conveniencias.

¿Tiene Cuba una estructura de gobierno democrática? Si, no nos quede dudas y no nos equivoquemos. Todas las funciones responden a la estructura de un país moderno, pero también tenemos un Partido Comunista, único partido, donde militan los que forman parte de esa estructura democrática. En Cuba, primero se tiene que ser buen militante ideológico y entonces después, sólo después, cumplir con una función administrativa, profesional o sencillamente laboral. De esta relación entre partido comunista y administración de gobierno y de la subordinación de la segunda al primero, existen millones de historias que alargarían innecesariamente este escrito, pero lo cierto es que poco a poco, primero en silencio, luego en franca declaración, así se actuaba y actúa.

Para colmo durante muchos años, tantos como para crear una sólida tradición, Fidel Castro fue durante toda su vida el máximo líder de todas las estructuras. Fue el presidente del gobierno, el jefe del Consejo de Estado y de Ministros y al mismo tiempo el primer secretario inamovible del Partido Comunista, acompañado por su hermano Raúl que, además de ser siempre su segundo en todo, no se cansó de decir que nunca contradeciría una decisión de su hermano mayor fuera ésta la que fuera.

Sabiendo que en los países socialistas las decisiones primero son políticas e ideológicas y que a ellas se subordinan todas las demás, buenas o malas, entonces el cuadro está hecho. La democracia al estilo tradicional comienza a temblar y se sustituye por algo llamado centralismo democrático, donde pienses lo que pienses, estés de acuerdo o no, te guste o no, tienes que acatar el mandamiento de la mayoría, en la mayoría de los casos comprada, convencida incluso chantajeada por el poder o corres el peligro de caer inmediatamente en la posición de oposición.

El estado socialista, sin que nadie se lo pida se nombra padre de todos los ciudadanos, es el máximo responsable de todos y cada uno de los aspectos de la vida. El hombre, ridícula mentira, recibirá todo lo que necesita y aún más, para vivir, a cambio si quiere de trabajar bien, incluso sin tener que trabajar o hacer nada.

El gobierno en el socialismo se compromete en garantizar todo, incluso, como en el caso de Cuba, sin tener realmente cómo, por lo que por ese camino se llega muy rápido a la insatisfacción, pobreza y en los casos más extremos, miseria. La justicia se convierte muy rápido en injusticia en la misma media que somos igualados en nuestros derechos, independientemente de nuestros deberes, actuaciones, funciones y logros. Da lo mismo trabajes bien, sobre cumplas, te esfuerces, tu salario es igual al que hace la mitad y a ambos le toca un pan diario y un paquetico de café cada 15 días. No importa que seas cirujano, científico, tienes que ir a la construcción porque es allí donde se forjan los verdaderos revolucionarios, aunque después tus manos jamás puedan operar un ojo o un corazón.

En el socialismo internacional, donde Cuba no es una excepción, el gobierno maneja sus asuntos y al pueblo como una granja de cerdos. 

Yo, el propietario, sé qué pueden comer mis cerdos, me las arreglo para darles una mezcla que los engorde, sé cuándo tengo que suministrarles medicamentos y qué tipos de medicinas les convienen. Soy yo el que conozco cuándo tengo que echarle agua y bañarlos y decido cuál cerdo está más gordo, por lo que tiene que comer menos y cuál más flaco, por lo que tengo que reforzarle la dieta momentáneamente. Soy yo quien decide a qué puerca tengo que preñar para convertirla en mamá y cuál cerdo tengo que reservar como berraco. Al final soy yo el que escoge para vender o para matar. A cambio de qué, bueno, que los puercos se porten bien, no griten mucho, engorden, me dejen dormir tranquilo y que se dejen matar con facilidad.

Los puercos se acostumbran. Son felices, engordan equilibrados mentalmente y no se preocupan por más nada, al principio, pero con el tiempo, ya gordos y sanos, quieren más, quieren salir a caminar libremente, quieren conocer a otros animales, quieren poder cantar o patinar y ahí empieza el conflicto, donde yo, el dueño, termino por reprimir, recortar el agua y la comida, esconder los patines, etc. El puerco que me moleste mucho, lo convierto en jamón rápidamente.

Eso ha pasado en Cuba. Crecimos escuchando que el gobierno se encargará, algo así como lo que los religiosos dicen, no te preocupes Dios proveerá y entonces dejamos a un Dios que no vemos la responsabilidad de conseguir todo. Nuestra función es esperar pacientemente.

Es mentira aquello de la democracia y libertad individual cubana, no las conocemos. Nuestros dos primeros presidentes, Fidel y luego Raúl, porque del actual presidente es mejor no hablar mucho, siempre fueron jueces y parte. ¿Cuándo Fidel pensaba y actuaba como presidente del partido y cuándo actuaba como presidente del gobierno? ¿Puede una persona desdoblarse constantemente para lograr pensamientos y actuaciones de intereses que pudieran ser tan diferentes?, ¿Cuándo Raúl pudo decirle a su hermano, ojo, estás apretando, no te apoyo en eso?

Súmesele que, en el caso cubano, la revolución inicial y luego durante muchos años de gobierno el proceso fue marcadamente fidelista, o sea, las personas comenzaron a seguir fanáticamente a un líder, comenzaron a adorar a una imagen, comenzaron a confiar ciegamente, apenas sin pensar, menos cuestionando algo hasta la idea más loca o el chiste más pesado de esa figura. A Raúl, si somos sinceros, no se lo tragaba nadie, Raúl siempre fue la más cercana absurda consecuencia de Fidel.

El líder y al mismo tiempo vedette y celebridad adquirió categoría de Dios, por lo que, a partir de ahí mismo, ya no valía el gobierno, ni la estructura, menos la constitución, las leyes, los objetivos económicos, sociales, políticos, etc. Todo tuvo un nombre, todo tuvo una dirección, todo tuvo un fin, Fidel y lo que él decía que era bueno para nosotros.
Pudiera parecer no cierto, pero lo de la libertad individual como todo fin humano, es cuestionable en el caso cubano. Hemos cambiado la libertad, digamos por cosas como la seguridad, aunque a la vista hoy esa seguridad sea incierta.

Existen personas que, por costumbre, por miedo, por acomodamiento, prefieren digamos una prometida seguridad económica, antes de que la libertad individual. En la libertad tu vida depende de ti, tus logros no se los puedes exigir a nadie, la libertad garantiza sólo un mínimo de cosas, lo otro va por cada uno de los individuos. La seguridad, incluso cuando solo es una imagen inexistente, te acostumbra a esperar, solo tienes que tener paciencia, un día llegará lo que necesitas y si no es exacto lo que llega, pues otra cosa llegará para resolver. En la seguridad la responsabilidad es del gobierno, de la estructura y a ella se le exige.

Es cierto que la revolución en sus primeros años beneficio a muchos y en busca de compromiso y apoyo, les creó la imagen de que ese beneficio sería eterno. Luego poco a poco fue escondiendo los patines y todavía hoy muchas personas allí están esperando por la seguridad que se prometió en la década del 60. Para muchos es mejor no hacer nada. Tal como el gobierno nacionalizó hasta el más pequeño negocito, ahora él es el responsable de darnos hasta el último grano de sal.

La historia siempre provee buenos ejemplos.

Carlos Manuel de Céspedes, abogado, hacendado, hombre de letras, el 10 de octubre de 1968 en Cuba, liberó a los pocos esclavos que tenía. Los reunió en el patio de su casa y les dijo:
_ Bueno queridos negros, ya son libres, pueden irse.
Los recién esclavos liberados se preguntaron: ¿Libresssss?, ¿Qué significa ser libres?, ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Quién nos va a dar de comer? ¿Quién nos va a dar la ropa para vestirnos? ¿Dónde vamos a dormir esta noche? ¿Quién nos sacará las muelas cuando nos duelan?
Entonces Francisco, el esclavo más destacado, le preguntó a Carlos:
_ ¿Y usted mí su amo qué va a hacer?
Carlos ruborizado, primero le dijo:
_ No me digas amo.
A lo que Pancho respondió
_ Si mi su amo.
Luego explicó que se iría a la Revolución, que lucharía por la independencia, que acabaría con el yugo del gobierno colonial español, que era la hora de conquistar las libertades, etc., etc., etc.
Pancho lo miró, se arrascó la cabeza y miró a sus compañeros. Los esclavos se miraron entre sí y sin entender ni una palabra de las que Carlos había dicho, preguntaron:
_ ¿Hay comida allí?
Carlos que tampoco era tan bobo y necesitaba apoyo, respondió:
_ Bueno algo se resolverá, Dios proveerá.

Sólo bastó eso para que los esclavos, que no podían entender la palabra libertad y menos podían imaginar qué harían con ella, como se responsabilizarían con sus vidas a partir de ese momento, pues siguieron a Carlos y entonces los libros de historia recogen aquel acto como la definición patriótica e ideológica de los esclavos interesados en desarrollar la lucha contra la dominación colonial. Acto de extremo valor, dicen los libros, donde los esclavos recién liberados radicalizaron su pensamiento ideológico.

Aunque el cuento pueda parecer inexacto, a lo mejor el esclavo no se llamaba Francisco, sin José, es eso mismo lo que está pasando en la Cuba de hoy. No sabemos los cubanos qué vamos a hacer con nuestra libertad individual, no sabemos o peor tenemos miedo a que eso nos llegue y preferimos, a pesar de que cada día, cada minuto se está peor, depender más del papá gobierno. Es preferible tener un mal pan que llega lo mismo a las 9 am, que, a las 9 pm, que pensar en que tengo que levantarme a trabajar para comprar mi pan, aunque la promesa de que tendré muchos panes sea tentadora.

Hay personas que prefieren la seguridad, aunque no puedan demostrar exactamente esto qué significa. La promesa de seguridad gana adeptos solo por la promesa, porque convence a una gran parte del pueblo que prefiere esperar a que a lo mejor mañana las cosas mejoraran.

El brinco al vacío o sencillamente el querer cambiar lo que está sucediendo, inmoviliza y deja salir la parte más noble de los dirigidos que comienzan a pensar a partir de que todo puede cambiar mañana sin que hagamos nada, los de arriba, o sea, el gobierno está trabajando, solo tenemos que darle, una vez más, quizás la vez número 15 456 789, un nuevo voto de confianza. No te desesperes recomiendan nuestras abuelas, todo llegará, mientras tanto, miremos la telenovela.

En mí artículo anterior dije que pensaba que no se habían leído a Lincoln, pero después de releerme hoy pienso lo contrario. Se lo leyeron y aprendieron bien y entonces decidieron hacer lo contrario.

Se preguntaron qué dijo Lincoln que no se puede formar carácter y valor mediante la eliminación de la iniciativa e independencia de las personas, entonces eliminemos la iniciativa e independencia, formemos ciudadanos dependientes que esperen pacientemente por lo que podamos darle y pidámosle que se muestren contentos. Formemos ciudadanos que mantengan viva la promesa de que vivirán mejor, aunque todavía después de 60 años no les haya llegado. Formemos ciudadanos que incluso estando en desacuerdo, prefieran no decirlo y que levanten su mano para votar por nuestra propuesta, sin pensar mucho por lo que están votando.

Qué dijo Lincoln que no se puede ayudar permanentemente a las personas haciendo por ellos lo que ellos pueden y deben hacer por ellos mismos, pues digámosles a nuestros ciudadanos que no tienen que hacer nada, que ellos han nacido sólo para recibir. El papá gobierno, como todo buen papá está interesado en resolver todo, sólo que está pasando por un mal momento. La propuesta hoy es resistir, cada cubano tiene asignada una cuota de resistencia. La consigna es esperar, aunque no se tenga definido qué tiempo. La consigna es solo no vas a poder, necesitas del papá gobierno hasta para respirar, porque no tienes fuerzas en los pulmones para inhalar y exhalar.

La estrategia es meter miedo, crear imágenes irreales de lo que pasa en el exterior y lo que podrá pasar en Cuba si a los cubanos se les ocurre intentar cambiar lo mínimo. El poder del individuo no está en la democracia y la libertad, sino en el centralismo democrático y el partico comunista único, que te dirá exactamente lo que tienes que apoyar y hacer, para que no te desgastes mucho en pensar y evaluar. La solución no está de abajo para arriba, o sea, cada individuo tiene su cuota de responsabilidad, sino de arriba hacia abajo, donde los de abajo no tienen participación dinámica, verdaderamente revolucionaria, solo tienen que tener PACIENCIA.