Para comenzar, reproduzco aquí una opinión, ahora de una joven artista cubana que pintó sobre su cuerpo la bandera cubana, Nayvis Alonso, titulada “Cuba, ¡despierta!”
"Después de tantos años bajo miedo y maltrato, la tierra que nos vió nacer está llorando sangre. Una Cuba ciega de su realidad poco a poco está perdiendo el miedo. El día en que el pueblo sepa el poder que tiene, todo será diferente y ese día está llegando. La llave de la libertad la tenemos nosotros mismos.
Yo no me olvido de dónde vengo y las lágrimas se me derraman cuando veo a mi país en pedazos. ¡No puedo quedarme de brazos cruzados!, ¡Juntemos las voces y vamos a pedir un nuevo inicio, comencemos de cero! Abriéndole los ojos a todo el que sea cubano es que podremos asegurar un futuro mejor.
Es que somos uno solo donde quiera que estemos y lo que sufre uno lo sufrimos todos. Los de adentro y los de afuera estamos combatiendo el sufrimiento juntos y de la mano.
Levantemos las voces de una vez por todas, tengo fé y esperanza infinita en una CUBA LIBRE DE VERDAD. Bendito seas emigrante cubano que con fuerza llevas tus esperanzas en cada pupila y a ti cubano de a pie que estas siendo más valiente que nunca. Y aunque estemos en lejanía, mi corazón suspira por ti patria mía”.
También "El Terrible" desde Cuba me escribe:
“El actual gobierno está acorralado por su intento de aparentar cambios y apertura. Empezaron por querer vender una imagen de país moderno y avanzado con el tema de Internet a todos los niveles, pero no calcularon el alcance de esas decisiones. Ahora muchos cubanos han descubierto ese mundo y no hay quién los detenga en ese terreno, las personas prefieren dejar de comer que privarse del Internet a pesar de sus limitaciones en Cuba. En las redes está todo y más, de la misma manera que averiguaron el precio del Rolex del presidente y la marca Puma del pullover con la bandera cubana con el que apareció en el parque Trillo, pues también convocan y publican lo que cada cual quiere sin pedir permiso y sin censura. El gobierno actual empezó desde el principio a coquetear con los artistas porque los hijos del jefe y su mujer actual son de ese ambiente, pero se enredó la pita. Nuestro “líder histórico” siempre mantuvo a los artistas y a los intelectuales en la raya, porque sabía que en esos sectores de la población es donde crecen los más auténticas inquietudes y cuestionamientos. Ahora son los artistas que estuvieron en el Ministerio de Cultura con el viceministro los que ponen condiciones como la presencia del presidente y de prensa independiente en la próxima reunión, pero el gobierno ahora tiene miedo porque ve en este intento un serio problema. Ahora millones de cubanos tienen acceso a esa información todo el tiempo sin que el gobierno pueda hacer nada. Quisieron cambiar lo que nunca deberían haber cambiado y ahora no tienen manera de dar marcha atrás. Ese error les costará caro porque los cubanos que no tienen armas están usando esos medios para empujar y lograr que pase algo que cambie las cosas de una vez”.
Tiene razón “El Terrible”, el gobierno, primero quizo aparentar modernidad con el tema del acceso a internet y los celulares, cosa que llegó como ninguna otra cosa anterior para esa población necesitada y ávida de poderse comparar y comunicar con el mundo, aunque como muchos sabemos, la realidad económica de muchos no les permite acceder por sus medios a dicha tecnología y necesitan de una ayuda desinteresada. El gobierno paralelamente con esto está tratando de adquirir parte de la moneda libremente convertible que necesita, dicen sus representantes, para renovar e impulsar la industria nacional. Moneda Libremente Convertible, que proviene mayormente de los Estados Unidos, de los emigrantes que aquí viven. País, dinero y personas llamados desde hace mucho y con mucha frecuencia todavía hoy, enemigos. Paradójico.
En realidad, yo no puedo definir si el gobierno, como muestra de desarrollo para el mundo, dio internet y tecnología celular y luego como consecuencia apareció la idea de los muchos dólares que esto garantizaría mensualmente o la necesidad de los dólares hizo al gobierno, sabiendo las consecuencias que podría enfrentar, aunque a lo mejor no con cálculos exactos, los hizo ceder en lo de las comunicaciones, para luego, con ese pensamiento que sabemos poseen muchos, poner todo bajo control. Si nos guiamos por la historia, me parece que la idea puede haber sido la segunda.
Cuando fui joven, fue
más fácil para las autoridades y sus repetidores. Inmersa Cuba en la
desinformación, o al menos teniendo como única vía oficial la información del
gobierno, cosa que heredamos de nuestros expertos hermanos soviéticos con
aquello de la “cortina de hierro”, fue siempre más sencillo no creer,
desmentir, desinformar. Salvo que se presenciara un evento determinado, todos
caíamos en repetir y hacer historias que alguien nos había contado, pero era
difícil poner pruebas. Tan pronto decías algo que ocurrió en tal o más cual
lugar, tanto dentro, como fuera de Cuba, siempre recibías la respuesta de
alguien vinculado al gobierno, al menos sentimentalmente, incluyendo a amigos y
familiares, de que eso era un chisme, que era mentira, que eran bolas que hacían
correr los enemigos de la revolución. La idea de que todo lo que estuviera
fuera de la versión del gobierno, fue fácil denominarlo mercenario,
pagados por el enemigo. Las revistas, los periódicos, los libros, las
películas, que por una esquina o en un parrafito, introdujeran algún
cuestionamiento, no sobre Cuba, sino al sistema socialista en determinado país
del mundo, tuve muchas en mis manos, estaban prohibidas, censuradas, y no pocas
veces al ocupártelas eran declaradas materiales subversivos,
contrarrevolucionarios, por los cuales se te podía sancionar por poseer lo que
el gobierno tipifica todavía hoy como “propaganda enemiga”.
Que yo recuerde esa fue nuestra realidad, todo o casi todo, fue ilegal y censurado. Fue la “bella época” de las películas soviéticas repetidas y repetidas, la música rusa, los documentales rusos, polacos, rumanos, búlgaros, etc. Fue la época del magazín Sputnik, fue la época de aprender a hablar ruso. Se prohibió, no por ley, pero si por tradición revolucionaria, determinados tipos de pantalones, peinados o no peinados, tatuajes, cualquier colgalejo en cuellos y orejas y por supuesto cualquier cuento o historia que hablara sobre el capitalismo. Los chiclés fueron considerados productos con problemas ideológicos e incluso las barbas, si no eran “revolucionarias”, se veían mal.
Entonces, aunque han pasado muchos años de esto que cuento, la historia sigue parecida, o sea, la necesidad de mantener el poder a cualquier costo mantiene los mismos mecanismos, agravados ahora por la presencia de algo tan común en nuestro mundo como el celular. El celular en mano de cada cubano se ha convertido en un bumerang, porque a falta de otras cosas, más las muy definidas intenciones, cada día está filmado en Cuba cada problema, cada bronca, cada cola, los productos que se venden, los precios, las enfermedades, los hospitales, las edificaciones caídas, las que se van a caer mañana, las que están de pie por obra y gracia del Espíritu Santo. Cada empujón que da la policía, cada manifestación en contra del gobierno por pequeña que ésta sea. Más las miles de grabaciones que cada dueño de un celular hace, dando su interpretación puntual de lo que está viendo o viviendo.
El gobierno lo sabe. Sabe que yo desde mi casa a miles de kilómetros de Cuba, puedo ver diariamente cada hecho, más las caras de los policías, sus placas de identificación, las chapas de los carros. El gobierno sabe que yo a miles de kilómetros puedo ver la comida que dan en los hospitales, en las escuelas, más las enfermedades no atendidas. El gobierno conoce que puedo estar dentro de la casa del proyecto San Isidro y participar de la huelga de hambre de los que allí estuvieron, más conocer sus declaraciones diarias y puedo ver desde aquí en vivo la parada de los jóvenes artistas independientes fuera del Ministerio de Cultura.
Y todo esto y más,
o sea, puedo ver la etiqueta del vestido de la mujer del presidente o la marca
del reloj que él usa, no es mentira, no es un montaje cinematográfico. El gobierno
sabe que no sólo yo, sino el mundo, donde se incluyen las organizaciones que
existen en todos los países que defienden la democracia, los derechos humanos,
los derechos civiles, etc., también lo están viendo, lo que a veces, hará menos
creíble lo que las autoridades dicen en sus discursos oficiales, que para muchos
son todos mentiras desde hace 60 años.
Ahora, el tema está en quitarle el celular a cada cubano. Según recuerdo el propio Raúl Castro dijo que la internet era únicamente para defender a la revolución, algo parecido a aquel discurso donde aseguró que cada cubano tenía que tomarse la leche que quisiera, un vaso, un litro, un galón. Lo que veo es que si internet es para defender a la revolución, parece que son más a los que esto no les interesa y la utilizan para lo contrario del deseo del Primer Secretario del Partido Comunista.
Hoy cuesta más trabajo decir que es mentira, que es un chisme, que son noticias producidas por la CIA, por los mercenarios pagados. Ahora es más difícil quitarle fuerza a cada acción y mostrar a un pueblo que defiende totalmente a esa revolución. Las personas cansadas, con problemas, con penurias, alivian sus padecimientos filmando y subiendo a las redes inmediatamente, tan inmediatamente como permite apretar un botón o una tecla. Cada cubano es un reportero de guerra, porque una guerra es lo que se está viviendo en ese país.
Razón tiene Nayvis cuando dice: “Bendito seas emigrante cubano que con fuerza llevas tus esperanzas en cada pupila y a ti cubano de a pie que estas siendo más valiente que nunca”. Es un pensamiento justo, digno, necesario. Es dialogar y dejar de ver al emigrante como enemigo, como ajeno, como alguien sin derecho por la sencilla razón de que ha cambiado su lugar de residencia. Es un noble reconocimiento a millones de personas que, estando lejos sufren, primero por la lejanía, segundo por los queridos que dejó atrás, madres, padres, hijos, abuelos, hermanos, primos, amigos de lucha diaria que entonces se convierten en familia. Es una buena razón para combatir a aquellos que cuando se refieren a los que no están físicamente en la isla, aunque no los ofendan, los minimizan en importancia. Es una buena razón para recordar que muchos de los que no están, ayudan, mantienen, resuelven problemas, muchas veces sin quejarse, sin reparar en tener dos trabajos, sin renunciar a tener carencias, deudas, etc. Es una buena razón para que se acabe de entender que estando aquí, allá o a cuyá, cubanos somos todos y Cuba no es un gobierno, no es un partido, ni tan siquiera es una bandera y un escudo.
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