El segundo problema que tenemos, a mi consideración, más complicado y difícil de resolver, somos nosotros mismos, los cubanos.
"Un pájaro nacido en una jaula, cree que volar es una enfermedad".
Alejandro Jodorowsky.
Novelista, guionista, poeta, dramaturgo, ensayista,
director de cine y teatro, escritor, psicólogo, chileno.
Del primero sobre del cual ya escribí, es sencillo, al
menos de entender. El gobierno cubano, demostrado, no tiene capacidad para
resolver los problemas hoy, entonces hay que cambiarlo totalmente. Personas,
muchas las mismas, que llevan seis décadas experimentando sobre los mismos
postulados, nuevas medidas que rectifican viejas medidas, que luego tienen que
ser rectificadas, que sólo, como resultado, han logrado meter a un pueblo entero,
revolucionarios y no, en el hueco en que hoy estamos como país. Ya no dan más,
ya no pueden crear, se les agotó la idea.
¿Esto es difícil de entender? Es como pedirle a mi
abuela campesina, nacida en 1906, que se hiciera un tatuaje o que considerara la
pizza como una buena comida o que una mujer que se había casado cuatro veces y
entre divorcio y divorcio, cambió de novio todas las semanas, fuera una buena
mujer o que se convirtiera en fanática de Ozzy Osborne. Mi abuela no podía
cambiar en esas cosas. ¿Esto se entiende? Entonces, ¿Como no se entiende lo del
gobierno?
Cuba tuvo una base muy fuerte española. OJO. Para mis
amigos africanistas o muy sensibles, no estoy desconociendo la influencia
africana, ella existe, pero Cuba no es africana. La estructura de la sociedad, impulsada
por un acelerado desarrollo económico durante la etapa colonial y luego dentro
de la república, es española. Nuestras ciudades y pueblos, la urbanística, la
arquitectura, nuestro idioma, nuestros nombres e incluso nuestras mulatas
tienen que ver con España.
Dentro de esas tradiciones, la familia constituyó el
eje, el horcón, con más fortaleza. Esa familia patriarcal casi a estilo feudal,
donde se respetaba a los viejos, los hermanos tenían que quererse y no se
dejaba qué factores externos, por ejemplo, la política, dividiera.
Los jóvenes siempre existieron, ellos siempre fueron
portadores de las nuevas ideas, pero la casa de los viejos siempre se
respetaba. La familia nunca se ponía en juego.
La revolución de 1959 cambió todo esto de cuajo, a la
fuerza y donde primero se introdujo la división y el cuestionamiento, fue en
nuestras propias familias. Dueño absoluto de todo, el gobierno politizó
nuestras vidas. No era importante ser bueno, ni honesto, buen trabajador, ni
tan siquiera buen familiar, lo importante era ser revolucionario, a al menos
aparentarlo.
Los niños comenzaron a ser adoctrinados desde edades
muy tempranas. En los círculos infantiles se enseñaba a repetir que Fidel era
el padre de todos los niños, cosa nada nueva, el comunismo convierte la imagen
del líder en un dulce padre. Luego la escuela primaria, la secundaria, el
preuniversitario, se encarga de reforzar diariamente estas ideas. Cuando se
llega a la universidad se descubre que ella es para los revolucionarios, los
que no lo son, pueden vivir una agonía o un fuerte Via Crucis.
Todos los cubanos sabemos que estamos vigilados. En cada
centro de trabajo, en cada cuadra, en cada edificio, en cada organización
religiosa de cualquier denominación, en cada empresa extranjera en Cuba, en
cada grupo opositor, en cada embajada en el exterior del país, existen personas
que vigilan e informa. En Cuba nada funciona bien, salvo los órganos de la Seguridad del Estado en todas sus variantes. Todos los medios de información, la
televisión, la radio, los periódicos, las revistas, las vallas, los carteles,
los sueltos, son del gobierno, por tanto, no se admite otras formas de
expresión. Caer en la categoría de contrarrevolucionario o con problemas ideológicos
es tan sencillo como tomarse un vaso de agua, a veces encontrar en Cuba un vaso de agua
fría es más complicado.
Fidel, “el mago”, fue genial en instaurar
personalmente el terror y demostrarnos muchas veces que todos éramos vigilados
y, peor, logró que todos nos sintiéramos vigilados incluso cuando nadie nos vigilaba.
Triunfo del gobierno. Es tan fácil perder el trabajo o la escuela, es tan fácil
que te decomisen lo que tienes, que te lleven detenido, etc., que nosotros
mismos somos nuestro primer freno. Todo esto, nos desformó, primero nos enseñó
a callar y luego a mentir. Tanto se ha mentido que muchas veces no se sabe
dónde está la verdad, dónde la mentira.
Nosotros somos nuestro principal cabrón problema. No existe
nada, absolutamente nada, en lo que todos, a la misma vez, nos pongamos de
acuerdo, incluso ni en las llamadas “Verdades de Perogrullo”
Claro, mientras la cerveza está fría, parecemos buenos,
amigables, solidarios, pero cuando la cerveza se calienta, entonces aparecen
las 10 000 variantes de nosotros mismos. El mejor ejemplo es hoy, cuando la
cerveza no sólo está caliente, sino que está hirviendo y no somos capaces de
apoyar una idea todos juntos.
Lo primero que tenemos y aparece es el fatídico y nefasto
criterio de los cubanos “de aquí”, refiriéndose a los que están en Cuba
y los cubanos “de allá”, o sea, los que están fuera. Criterio que apoya
consciente o inconscientemente los manejos a conveniencia del gobierno. División
creada y alimentada desde el gobierno a partir de la fractura de la familia
cubana, o sea, el pueblo.
No se dan cuenta que los cubanos “de allá”
somos los mismos que tenemos en Cuba madres, padres, hermanos, hijos y amigos.
No se dan cuenta que los cubanos “de allá”, dispersos por el mundo, en
Egipto junto a los camellos, en Australia con los canguros, en Miami con
huracanes y en Nebraska con nieve, seguimos muriendo por los frijoles negros,
la carne de puerco, los tamales y los pastelitos de guayaba.
No se dan cuenta los cubanos “de allá” no
queremos invadir la isla para matar a los nuestros, no queremos dejar sin
escuelas a los niños y sin hospitales a los enfermeros. No queremos derribar El
Morro para construir un hotel seis estrellas o un parque de diversiones.
No se dan cuenta que los cubanos “de allá”
llevamos a 62 años trabajando como mulos, rompiéndonos los culos con dos y tres
trabajos incluso, en trabajos que nadie quiere, olvidándonos de nuestras
profesiones, para luego de mantenernos, porque por ser cubanos no nos dan las
cosas gratis, enviar ropas, comidas, medicinas, muebles, equipos, dinero, etc.,
a los cubanos “de aquí”.
Hay que ser muy hijo de puta para todavía hoy gritar “abajo
la gusanera” a esa misma gusanera que llena los hoteles, renta automóviles,
compra comida y literalmente, muchos, mantienen a sus familias enteras. La dignidad
no comienza por la soberanía, la dignidad es ser honesto y defender al igual. La
dignidad comienza por decir y reclamar: eso no son gusanos, no son traidores,
ellos son cubanos. Sin embargo, no ocurre esto de forma absoluta. Esa división fue la que nos enseñó el gobierno y todavía
hoy utiliza para manejarnos.
No se dan cuenta que los cubanos “de allá”
trabajamos, tenemos casas modernas, autos modernos, toda la comida y ropa del
mundo, tenemos libertad para casi todo, podemos pasear, invertir, ser dueños de
negocios e incluso hacernos millonarios. No se dan cuenta los cubanos “de
aquí”, que nadie quiere quitarles nada. Nadie quiere esclavizarlos, nadie
quiere pararse nuevamente como conquistador sobre sus cenizas.
No se dan cuenta que los “de allá” estamos
dando gritos por ustedes, por aquellos a los que deseamos un mejor futuro. Los
“de allá” no queremos quedarnos con Cuba, a lo mejor, muchos no queremos
regresar definitivamente, sólo es que queremos descansar de toda esta mierda,
queremos visitar a nuestra familia con regalos, no con jabones, cepillos de
dientes cuchillas de afeitar, galletas y café. Queremos los “de allá”
que los “de aquí” vengan a visitarnos sin tener que tirarse al mar y que
a los 15, 20, 30 días, nos digan: _ tenemos que regresar a Cuba, porque tenemos
que trabajar, nuestro trabajo es importante. El año que viene vuelvo o tú vas o
a lo mejor nos encontramos en la isla de Pascua. Queremos entrar y salir de
nuestro país sin tener que pedir permiso, sin que nos miren con malas caras,
sin que nos maltraten. Queremos entrar sin temor a ser detenidos o peor,
imposibilitados de salir.
Seguir en esta mierda de los “de aquí y los de allá”
sólo favorece a un gobierno totalitario que creó esa división para explotarnos.
Gritar “abajo la gusanera” es tan violento como la represión que hoy
está sufriendo el pueblo de Cuba, pero, además, gritar “abajo la gusanera”
es tan deshonesto, tan hipócrita como los que dicen que las calles sólo hay un
grupo de vándalos y mercenarios, los primeros confundidos y los segundos pagados.
Frente a los problemas de Cuba, entonces, aparecen los
que dicen desde Cuba que no pasa nada, que todo está tranquilo, que dan
consejos de, no te metas en problemas, no hables, no grites, no escribas, no
protestes en un parque o esquina, porque los que están en la calle gritando “libertad”,
“abajo el comunismo”, “Patria y Vida”, son un pequeño grupo de confundidos y
pagados.
Muchas personas que hoy son mantenidas desde el exterior,
que viven cómodamente sin trabajar al recibir dólares, al recibir comida,
ropas, medicinas, por lo que viven muy por encima del nivel del pueblo cubano,
están tratando de confundir a sus familiares, a los mismos que les envían el
dinero.
Están los ilusionistas que ahora hablan de paz, de
amor, del diálogo franco “con todos y para el bien de todos” mientras la
policía le cae a tiros y golpes a los cubanos, provocando muertes, heridos,
lesionados.
Existe un grupo más intelectual que ahora regresa al pasado y exponen poemas, canciones, etc., sobre la paz, el amor. Muchos nos envían a escuchar, por ejemplo, a John Lennon. Patético. A mí en lo personal me confunden. ¿Me están hablando del joven rebelde, que grabó, dicho por él mismo, más de la mitad de sus canciones bajo los efectos del alcohol y la droga? Si en realidad quieren parecerse al cantante británico, deberían entonces estar desnudos juntos a sus parejas también desnudas sobre una cama con un cartel que diga, "NO a la represión", "Abajo el gobierno represor de su pueblo", "NO queremos más patria con muertes, queremos patria con vida". En efecto, John Lennon fue un tipo valiente.
Están los artesanos, aquellos costureros que pretenden,
una vez más, resolver los problemas poniendo parches sobre parches a la ropa
muy vieja y los poncheros, definición que he leído hace poco, que pretenden
arreglar una goma podrida cogiéndole ponches y más ponches. Versión mediocre, conformista,
cómoda e hipócrita al proponer construir un país nuevo con lo que están en el
poder, con los mismos postulados.
Están los enérgicos críticos de cualquier cosa, sobre
todo de Estados Unidos, que hoy han desaparecido, no quieren saber, no quieren
hablar, ejemplo típico del miedo. Ese grupo está acostumbrado a jugar con las
dos variantes y siempre piensan: Y si mañana todo sigue igual.
Están los revolucionarios y comunistas te mentira.
Esos dan asco. Pero también están los revolucionarios convencidos, los de verdad, los que aún quedan, porque siempre han existido, pero a ellos los imagino viviendo del mísero
salario que paga el gobierno, comiendo únicamente la comida que llega a través
de la libreta abastecimiento, vestidos con las últimas ropas que el gobierno les
vendió allá por el año 1991. Si ellos reciben beneficios extra por parte del
gobierno, si ellos tienen dólares y compran en las tiendas habilitadas
exclusivamente para esa moneda, si viajan al exterior y regresan con maletas y
maletas llenas de pacotilla y roban, aceptan a corruptos o se corrompen,
entonces ellos también dan asco.
Por último, me perdonan mis amigos si parezco grosero
o extremista, están los qué viviendo fuera de Cuba, incluso aquí, en los
Estados Unidos, se auto nombran revolucionarios y defiende al gobierno cubano.
Ese grupo de locos, hipócritas, demagogos, egoístas, mentirosos y porque no,
algunos hijos de putas, que, disfrutando de las grandes ventajas del
capitalismo, comiendo, tomando, paseando, todavía hoy apoyan al represor, piden
para él tiempo y confianza y acusan al reprimido de vándalo, mercenario y
confundido.
Ese grupo que no ha escuchado que los cubanos quieren
libertad, que los cubanos quieren que se acabe el comunismo, que los cubanos
quieren que el gobierno deje de estar, que los cubanos quieren que Díaz Canel
desaparezca, que los cubanos quieren que el partido comunista no exista más.
Ese grupo que ahora retoma ideas cariñosas, de amor,
unidad y solidaridad, que es capaz de criticar a los cubanos que, frente a las
embajadas del mundo, que en cada esquina de la ciudad donde viven, que
directamente frente al mismísimo presidente norteamericano, están brindando su
apoyo a los cubanos de Cuba.
Ese grupo de acomodados, que ahora critican y acusan a
los propios cubanos de generar odio. ¿Odio? Llaman odio a dejar de trabajar
para ir a marchar o pararse en una esquina horas para, pacíficamente, con
carteles, banderas, dar gritos para que los cubanos que están en las
calles en Cuba se sientan que no están solos.
Ser coherente a veces es peligroso, entonces los
cubanos que estamos a favor de que el gobierno cubano desaparezca, los que
queremos una Cuba libre de comunismo, los que deseamos una Cuba próspera que
hoy no es, entonces somos mercenarios, somos los que hemos causado o “pagado”
los disturbios, somos los que con nuestros gritos estamos pidiendo una ayuda,
intervención, presencia, llámesele como se quiera, en nuestro país para evitar
que se sigan masacrando y apresando al pueblo de Cuba y entonces les parece que eso está en contra de la soberanía. ¿De qué sirve la soberanía bajo un gobierno totalitario?
¿Que están esperando estos cubanos?, ¿Que sean 5
000, 10 000 los detenidos, que sean 5 000 los muertos y otros 5 000 desaparecidos?, ¿Qué
están esperando, a que le maten a un hijo, un padre, una hermana, para entonces
salir a llorar y gritar?
¿Cómo es que estos cubanos, repito, como mínimo locos
y descarados, pueden ahora acusar a otros cubanos que están tratando de llamar
la atención sobre lo que está ocurriendo en Cuba y sobre todo tratar de no
identificarse con ellos?
Si los cubanos fuéramos, al menos, un poquito
realmente cubanos, revolucionarios y no, católicos o santeros, demócratas o
republicanos, hijos, nietos, hombres y mujeres, profesionales, obreros,
campesinos, en Estados Unidos, en Europa, en América Latina, en la tierra, en
el mar o el cielo, deberíamos estar dando gritos de “abajo la represión”, “alto
a la violencia”, “no más muertos y heridos en las calles”, “no a un gobierno asesino”,
luego podremos escoger constituciones, cantidad de parlamentarios, lugar de
reuniones, salario de los alcaldes, etc. Vergüenza es lo que hace falta.
Si los cubanos fuéramos, al menos, un poquito cubanos,
diríamos NO a un presidente que ha dado una orden de combate contra un pueblo
desarmado, orden de combate donde no había guerra, ni bandos armados, ni nadie
estaba atacando desde el exterior. Orden de combate que es, una vez más, el
camuflaje de una orden para reprimir sin límites. Orden de combate, represión
que convierte a ese presidente en, no sólo en violador de los derechos más elementales
humanos, sino también en un asesino que llevará sobre sus hombros la masacre de
su pueblo en defensa teóricamente de un sistema político. Allá los que quieran compartir ese peso para la historia.
Ahora es el momento de, aunque sea por una vez,
ponernos todos de acuerdo, sobre un más que visible y real tema. Cuba merece
ser libre, los cubanos merecemos vivir en paz, pero vivir bien. Todos, estemos dónde
estemos, hablemos el idioma que hablemos, seamos de una clase o grupo social u
otro, deberíamos gritar “Abajo Díaz Canel”, “Abajo el comunismo del cual él se
nombra continuidad”, “Libertad para los cubanos”. Luego, bueno, luego tendremos
tiempo para valorar si es necesario o no cambiar la bandera o declarar ilegal o
no al partido comunista.
Mi abuela Tomasa no podía mirar a Ozzy. ¿Cómo poder mirar al singa´o Díaz Canel?