domingo, 4 de julio de 2021

I'm on the wrong side of Heaven and the righteous side of Hell

El Cielo y el Infierno, dos lugares, uno ya sabemos que es real, el otro ficticio, que, desde hace muchos siglos, los seres humanos hemos manejado a nuestra conveniencia, sobre todo, para explicar algunos fenómenos que incluso hoy no están muy explicados y para poner a aquellos que quisimos en vida y fueron buenos o para enviar a aquellos que, para nuestra cultura e intereses, se portaron mal.

Históricamente, al principio por desconocimiento, se miraba al cielo como el lugar de donde venían muchos de los problemas que padecimos, partiendo de la idea de que fuimos creados por un tal o más cual dios, pero, además, como el lugar donde el alma, una vez que abandona el cuerpo, continua su feliz vida. El cielo es aquel lugar, donde prevalece la calma, lugar desde donde, para muchos, vinieron y todavía pueden venir seres superiores que podrán entrar en contacto con nosotros y quizás aclararnos parte de nuestras dudas pasadas sobre determinados eventos y resolvernos algunos que otros problemitas que aún tenemos.

Cada cultura enfrente este tema de la muerte y el cielo de forma diferente, pero casi todas, envían allí a los buenos, los héroes, los trabajadores, los buenos familiares, etc. Es el lugar donde nuestro querido vive, con el que nos podemos comunicar con frecuencia, a partir de que es el lugar donde Dios, el todo creador, vive también.

Por otra parte, como contrapuesto, está el Infierno, que se menciona varias veces o el que existe como tres lugares diferentes en la Biblia. Siempre que mencionamos al infierno, pues hacemos referencia, sobre todo, a la creación del poeta italiano Dante Alighieri, el cual en su gran obra “La divina comedia” define tres lugares subterráneos, uno de ellos el infierno, donde van a parar los que mueren en pecado sin haberse arrepentido de sus errores o faltas, porque allí tienen que sufrir y pagarlas, o sea, allí van los más malos de todos los malos.

Esto, que hasta cierto punto fuera fácil de entender, o sea, los buenos por la puerta A, escaleras arriba y los malos por la puerta B, escaleras para abajo, con el tiempo se ha ido mejorando y entonces si eres malo, pero te arrepientes, rezas un poquito y le entregas por ejemplo algunas donaciones al representante de tu creencia o religión en vida, puedes logar que te cambien la categoría y el ticket y te manden por la puerta A e incluso, he logrado entender, que siempre existe una puerta C, por donde escapan a mejor vida los amigos cercanos, los familiares, las celebridades, etc., aunque hayan hecho lo que hayan hecho y aunque hayan acabado en la vida terrenal. A veces veo a enviados al cielo que me pregunto: _ Coño, ¿cómo resolvió el pasaje?

Los egipcios enterraban a sus figuras importantes, faraones, sacerdotes, funcionarios, los otros no importaban mucho, con sus pertenencias, joyas, comidas, etc. e incluso con sus ayudantes más cercanos, a los que sacrificaban, para que tuvieran buena vida luego de la muerte física y no extrañaran nada de lo que tuvieron y usaron en vida. Cuentan que los vikingos, sobre todos los guerreros, eran, luego de morir con una espada en la mano enviados al Valhalla, para el descanso de héroes, mientras que los comunes, los menos importantes, los brutos imagino yo, los ladrones, los borrachos, etc., eran enviados después de la muerte a un lugar llamado Helheim, una especie de infierno, pero más antiguo.

Dicen que los chinos lloran cuando nace un niño, porque para ellos viene a pasar trabajo en la vida y hacen fiestas grandes, con comidas y bebidas, cuando muere alguien, porque ese alguien ya descansó y se irá a vivir cómodamente, sin problemas a su otra vida. He leído, no recuerdo el nombre del lugar, que existe un pueblo que cuando muere una persona, su cuerpo es llevado y dejado en el bosque para que sirva de alimento a los animales y abone la tierra, el cuerpo para ellos es sólo el contenedor, la caja, que guarda algo más importante. He visto videos y he leído, ahora no recuerdo el nombre del lugar, sólo recuerdo que es una de las islas del Pacífico, donde cuando una persona fallece, no se entierra por muchos meses, sino que se les deja en las casas, después de ser disecados, no momificados, y la familia sigue compartiendo con ellos. Lo mismo se les deja acostado o pueden permanecer sentados, se les brinda comida diariamente, se les habla, se le cambian las ropas e incluso cada cierto tiempo se les saca a coger Sol. Los niños por la mañana les dan los buenos días, se le ofrece el cafecito o el té que el ya muerto tomaba, se le piden consejos y se le mantiene al tanto de lo que pasa en la familia y el pueblo.

En la India se siguen realizando cremaciones sagradas en piras lo más rápido posible, para así liberar cuanto antes el alma del fallecido y facilitar el tema de la reencarnación en la que ellos creen y las cenizas son muchas veces lanzadas al río Ganges, considerado sagrado, el mismo río donde luego se bañan, pescan, toman agua, etc. En Estados Unidos, en dependencia del muerto y el dinero claro, se vela con cuerpo presente, se creman a las personas y se hacen ceremonias frente a las cenizas, se canta, se come, se reúne familias y amigos a conversar. Un velorio tradicional común, cuenta alrededor de 8, 10 000 dólares y una cremación, variante más barata sale en 1 500 dólares. Los velorios aumentan exponencialmente su precio en dependencia del muerto y los familiares que quedan vivos.

Nosotros los cubanos, nos seguimos agarrando a la “horrible” tradición de velar a nuestros muertos 24 horas, donde para mi entender, el sufrimiento se prolonga y muchos se ven obligados a pasar por las capillas por solo compromiso. Hay quienes llevan las listas de los que asistieron o no. Hay quienes van y como generalmente los velorios suelen ser aburridos, pues se entretienen hablando de pelota o cortando levas a los asistentes. Los norteamericanos entierran directamente cuerpos o cenizas en la tierra, por lo que hay que pagar la parcela y a veces un familiar está enterrado a muchos metros del otro. Nosotros apelamos a las bóvedas, a veces nuestras, a veces prestadas, a veces vacías para nuestro muerto, otras veces ocupadas por otros cadáveres a los que hay que sacar si se puede para abrir un hueco al recién llegado.

Yo, que ya tengo 58 años, sigo sin interesarme por dioses, religiones y la vida después de la muerte física, aunque tengo una amiga que me dice que es porque aún no me ha llegado la hora. Sigo pensando que tengo a dios por dentro, porque trato de ser en líneas generales una buena persona. Sigue dándome igual lo que pasa con el cuerpo del fallecido, puede ser cremado, enterrado, dejado para que la ciencia lo estudie, etc. Me gusta caminar por los cementerios, son para mí como museos, pero jamás me da por visitar la tumba de alguien para hablarle, sobre todo cuando la conversación se da con un pedazo de piedra, mármol, etc. No le celebro los cumpleaños a los muertos, ni pongo flores a fotos de fallecidos. Me gusta hablar con los vivos y me interesa siempre obtener respuestas. No creo que se viva luego que de que ciencia certifique la muerte. No imagino, ni creo en las almas moviéndose en el cielo, esperando para posarse en otro cuerpo humano o en una flor o un ratón. No creo que las cenizas de Fidel Castro estén metidas dentro de esa fea piedra en que dicen las pusieron. Son muy malditos los Castros como para arriesgarse a que dentro de un tiempo las cenizas sean sacadas, la piedra sea destruida o devuelta a la naturaleza de donde fua arrancada. En realidad, no me interesa lo que pasó con Fidel, sólo sé que se fue y no pagó.

Entonces hace ya algunos años, gracias a mi hijo Jonathan, descubrí un grupo de rock, Five Finger Death Pounch y una canción que en una parte de su letra dice:


Right or wrong

I can hardly tell

I'm on the wrong side of Heaven

And the righteous side of Hell

Algo así como:

Bien o mal

A penas puedo decir

Estoy en el lado equivocado del Cielo

Y el lado justo del Infierno.

Y entonces esa canción, no sólo me ha hecho pensar en el tema cielo e infierno, sino que me ha dado exactamente una explicación para la vida, al menos para la mía.

Creo que, justamente, los seres humanos, en la vida terrenal, la única probada, estamos en el lado equivocado del cielo y por qué no, en el lado justo y correcto del infierno. Venimos a la vida, quizás no a sufrir como dicen los chinos, pero si a luchar por nosotros, por los nuestros y esa lucha generalmente no resulta fácil. La sobrevivencia, la salud, el lograr objetivos, el alcanzar metas, siempre es agotador.

Encontramos en la Tierra esa parte complicada del Cielo que no mencionan los religiosos, donde, a veces, el permanecer es difícil. Somos todos, siguiendo determinada forma de pensamiento, pecadores en menor o mayor escala, de ahí que lanzar la primera piedra sea imposible. Por esto siempre la puerta de embarque que nos tocaría sería la B, aquello de “escaleras al cielo” es casi imposible de poder conseguir.

Vivimos todos en esa parte del Infierno que debe ser divertida. Estamos los Papas, los curas, militares, políticos, prostitutas, santas y santurronas como dijera mi madre. Estamos todos, los buenos, los malos y los que compraron la salida por la puerta C. Estamos todos, incluso Dios por haber creado una tierra tan linda como Cuba, pero haberle enviado un tan mal gobierno o Jesús, el que dicen que fue su hijo por haber multiplicado los panes y los peces y no los bistecs de carne de res y las papas fritas.

Entonces como cuando me convenzo, soy un tipo convencido, me he tatuado la idea para que no se me olvide, cuando todo corra el riesgo de podérseme olvidar.



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