miércoles, 1 de septiembre de 2021

La gran mentira.

“La mentira impuesta por el partido y todos los archivos, contaban la misma mentira. La mentira pasaba a la historia y se convertía en verdad. Quien controla el pasado, decía la consigna del partido, controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado y aun así el pasado, a pesar de ser alterable por naturaleza, nunca había sido alterado, lo que era cierto hoy, lo había sido siempre y lo sería hasta el fin de la eternidad. Era muy sencillo, lo único que necesitaba era una interminable serie de victorias sobre tu propia memoria, lo llamaban Control de la Realidad, que en nueva lengua era “Doble Pensar”.

El laberíntico mundo del “Doble Pensar”, saber y no saber, tener plena conciencia de algo que sabes que es verdad y al mismo tiempo contar mentiras cuidadosamente elaboradas.  Mantener a las opiniones, sabiendo que son contradictorias y creer en ambas. Utilizar la lógica en contra de la lógica. Repudiar la moralidad en nombre de la moralidad misma. Creer que la democracia era imposible y que el partido era el garante de la democracia. Olvidar lo que hacía falta, olvidarlo cuando hacía falta otra vez.

La mayor sutileza era inducir conscientemente a la inconsciencia y luego una vez más volverse inconsciente del acto de hipnosis que acababas de realizar, incluso la comprensión del término “Doble Pensar” implicaba el uso del doble pensar”.

 George Orwell. “1984”

 No es bueno hacer comparaciones dicen muchas personas, sobre todo aquellas a las que no les conviene, sin embargo, de forma pública o en silencio, vivimos comparando.

Nos comparamos con nuestro pasado, para descubrir si en el presente estamos mejor o peor, dejó por sentado que sólo los locos luchan por lograr resultados más malos. Comparamos dentro de nuestro presente, miramos a la izquierda y derecha, para vernos y corregir nuestras acciones. Muchas veces he leído que es el ser humano, como animal desarrollado, el único que tiene la capacidad de vivir proyectándose a futuro tomando como base un buen presente. 

Comparamos para comprar, para seleccionar trabajos, diversiones, para seleccionar pareja e incluso para criar a nuestros hijos. Es cierto algunos comparamos más que otros, algunos somos más estudiosos del otro o los otros, pero la gran mayoría comparamos. Muchísimas veces la crítica, la evaluación, la sanción, la defensa y los méritos tienen en la comparación su basamento.

A veces las comparaciones son buenas, queridas, lógicas y productivas, otras son malas, no deseadas, estériles y, no pocas veces, lo suficientemente irreales y absurdas como para ni escucharlas, como, por ejemplo, la histórica, tradicional, conveniente para algunos y repetida comparación entre Estados Unidos o una parte de él y nuestra isla Cuba. Idea - guerra vieja psicológica, muy bien estructurada por los del gobierno cubano, para crear esa gran ficción y mentira con la que muchos crecimos y hoy muchos crecen todavía.

Esto, como es sabido, lo comenzó Fidel Castro, que además de ser un hijo de puta, escondía detrás de su uniforme y esquema de gran líder una personalidad enferma. Recuerdo haberlo visto y escuchado decir que Cuba en muy pocos años produciría tanta carne de res y de tal calidad que todos los norteamericanos viajarían a Cuba interesados en comprarla. ¿Los norteamericanos viajando a Cuba para comprar carne de res? Díganme por favor, ¿Cómo conceptuarlo, hijo de puta consciente, loco con certificado médico o mentiroso profesional? ¿Oh, las tres cosas a la misma vez? Ya me parecía.

Cuba, los cubanos, hemos vivido durante estas últimas seis décadas comparándonos con Estados Unidos, de ahí parte de nuestros daños como pueblo. Daño que lleva a comparar el sistema de educación, el sistema de salud, el deporte, la construcción, la telefonía, la ciencia, la economía, etc., nada más y nada menos que entre una isla del Caribe, contra una de las potencias más ricas y fuertes del mundo, pero además, daño que lleva a creer y repetir que esa pequeña isla tiene algo con lo que pueda competir, como, por ejemplo, la locura de la carne de res.

La idea, no lo digo yo, lo dice Orwell, es una estrategia bien definida de convertir una mentira, muchas veces repetida, en verdad. Es lograr que personas repitan como papagayos esas mentiras, sin pensar en ellas y más, que convirtieran esas mentiras en sus propias verdades.

Comparar a Cuba con Estados Unidos sólo es posible en el cerebro de locos. Es como comparar un elefante con una hormiga, un enorme rascacielos con un bohío, un trapichito para producir un poquito de guarapo, con la producción de la empresa Coca Cola. Es querer comparar físicamente a una anciana de 70 años, con una linda joven nebrasqueña de 24 años, rubia de ojos azules y de las piernas más lindas que puede poseer una mujer. Es como pretender comparar desde el punto de vista tecnológico una nave espacial con un arado tirado por bueyes. Es pretender comparar al Tiburón Blanco o a la bella Orca, con un gusarapo, sólo porque todos viven en el agua. Es querer ponerme a mí a correr con el jamaicano Usain Bolt, propietario de los récords mundiales en 100 metros, 200 metros y 4 por 100 metros por relevo y pretender que éste humilde servidor llegue primero a la meta.

Los cubanos desde hace mucho vivimos dentro del Doble Pensar y una parte de nosotros ha perdido la capacidad de evaluar. La mentira no existe, porque la mentira es la verdad.

Miremos hacia dentro de Cuba olvidando por un momento las comparaciones. ¿Qué pasa?, ¿Qué ha cambiado? Que yo sepa nada, a no ser la elaboración de mentiras.

El pueblo cubano sigue sin medicamentos. Sigue penando para ser atendido en un hospital o los llamados “Centro de Aislamiento” por el COVID. Sigue contagiándose aceleradamente y muriendo. Veo imágenes de una señora acostada debajo de un árbol, en lo que supongo sea el jardín de un hospital y el suero que tiene puesto está colgado de una de las ramas de ese árbol. Veo un cadáver de un cubano trasladado por sus familiares sobre el maletero cerrado de un automóvil Lada. Veo fallecidos en sus casas o en hospitales que pasan 6, 7, 8 o más horas sobre una cama, sin ser recogidos

Veo personas fajándose en hospitales, dando gritos, por falta de medicinas y comida. Veo, por primera vez en mi vida, cementerios colapsados y entierros fuera de los límites de los “campos santos”, en fosas comunes o huecos abiertos a la carrera por retroexcavadoras tal como los que se hacen para los cimientos de las construcciones. Ve visto una caja fúnebre dejada sobre el banco de un cementerio y ni autoridades, ni familiares acompañarla. Veo personas con el virus que, luego de esperar por el resultado de las pruebas 5, 7 días, han recibido la información de que son o están negativos. Veo personas que la información les ha llegado después de fallecidas. Veo personas tomando té de hojas de guayaba, de hojas de naranja, indicados por los médicos como único método o recurso para resistir el virus.

Veo personas contagiarse de COVID a pesar de estar vacunadas tres veces con las súper vacunas que el gobierno se ha cansado de pregonar a los cuatro vientos que tiene. No una o dos, sino cinco vacunas que, como todo y siempre, rompen el récord de posesión de vacunas por países en todo el planeta Tierra. Veo ahora, en silencio como siempre, que parte del pueblo de la gran potencia en salud, comenzará a ser vacunados con una vacuna china, sin que se haya explicado de dónde salió y qué resuelve. ¿Tiene el gobierno las vacunas efectivísimas o no?

Como nunca el pueblo de Cuba pasa hambre, como resultado de un desordenamiento económico que ha jugado con las monedas y las personas, tal como se juega al Parchís, tirando los dados a la suerte y moviendo las fichas en un tablero a lo que digan los dados en cada ocasión. Ordenamiento desordenado que ha tenido que ser reordenado y que espera ser reordenado nuevamente, tal como el cuento de la buena pipa. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?

Hambre, si hambre. Las personas hacen colas 8 y 10 horas para poder comprar una botella de aceite, un pomo de pasta de tomate, un paquete de spaghetti. Las personas están pagando en el siempre oportuno y por qué no, revolucionario, mercado negro, tres y cuatro veces el precio real de cualquier alimento. He visto personas sacando, no pescando, ni cazando, sino sacando clarias de un alcantarillado para comérselas, una abuela, muy deteriorada, con una cazuelita con cuatro o cinco mangos como único alimento y otra abuelita con su nieto, lavando tripas de cerdo en un río, con el objetivo de comer tripas con tripas.

Sólo las zonas reconocidas como altamente peligrosas o explosivas, hoy se salvan de los apagones prolongados. Se ha perpetuado la falta de agua potable y aumentan los que se buscan la vida vendiendo agua por la izquierda.

¿Qué pasa?, ¿Qué ha cambiado? Que yo sepa o vea nada, o si, ha cambiado y crecido una cosa: la elaboración de mentiras.

El gobierno cubano, personalmente encabezado como protagónico por su presidente y secretario del partido comunista, a todas luces ha dado la orden de mentir y crear desesperadamente una imagen para el mundo, porque el pueblo cubano no importa, de que todo está bien, de que no pasa nada, de que todo está controlado.

A pesar de los discursos aparentemente amorosos, el gobierno y sus funcionarios de ocasión, defendiendo sus privilegios, odian al pueblo. Entonces cada funcionario se para frente a un micrófono y una cámara a repetir la mentira que le dicen tiene que decir. No importa la realidad, no importa las experiencias que tienen los cubanos dentro de Cuba, porque para ellos, todo está controlado y lo que asusta es que es tan efectivo lo del Control de la Realidad o el Doble Pensar, que una parte del pueblo, viviendo como vive, repite que no pasa nada, que todo está controlado.

Es increíble cómo se puede ver el color negro y decir que es blanco. Es imposible de entender, cómo no sólo creen que sea blanco, sino que tratan de convencer a otros de que ese, el blanco, es el color que se ve, incluso a aquellos que les están demostrando que es negro o que los están manteniendo para que vean el color real. Daño, pienso que irreparable, que sólo tendrá solución con la muerte de cada una de esas personas doble pensadoras.

La gran mentira. He visto a funcionaria del turismo promocionando a Cuba como un lugar seguro para, incluso, pasar el COVID. He visto a alto funcionarios del gobierno, nada más y nada menos que el Primer Ministro, decir que la culpa de que el pueblo esté disgustado la tienen los médicos cubanos. He visto a autoridades de salud pública decir que la población cubana es la responsable del incremento de los contagiados. He leído y escuchado que las cifras de enfermos y muertos no coinciden con la realidad, la idea de informarlas tiene como único objetivo disminuirlas.

He visto al presidente Canel después de los sucesos del 11 de julio, en varias ocasiones, crear y recrear su propia versión de los hechos ocurridos. Según él, lo que salió a la calle fue solo un grupúsculo de personas, todas ellas pagadas y alentadas desde el exterior. Vuelve a repetirse una y mil veces las ideas de los gusanos, los mercenarios, los terroristas y lo que en Cuba se le dice “bloqueo”. Asegura qué no habido exceso de violencia, que no hubo heridos, ni nadie fue detenido injustamente.

Según Díaz Canel lo detenidos están bien y sus familiares conocen sus paraderos, poco le faltó para decir que todos estaban felices, por lo que no existe en Cuba desaparecidos. Reconoce que pudo haber existido algún caso de violencia que aún se está investigando, pero que la violencia de la policía y los militares fue como respuesta a los marchistas qué no fueron tan pacíficos como se dice. Ellos tiraban piedras, los del gobierno respondieron con tiros. Por supuesto, Canel no menciona la recogida de personas y los juicios sumarios con causas inventadas. Eso nunca existió, o sea, nunca estuvo en el pasado. Aseguró también que estaría en las calles luchando, pero nadie lo ha visto. Sus salidas de sus oficinas han sido muy pocas, escogidas y programadas, como, por ejemplo, su visita a una niña uruguaya ingresada en un hospital con COVID, mientras que niños, las mamás embarazadas, viejos, todos cubanos, sin que el presidente o al menos alguien del gobierno, los visite.

Los del gobierno ve los problemas desde sus carros, detrás de los cristales de sus oficinas, en los videos que les proyectan y los informes que les entregan. Los del gobierno tienen miedo de aparecer, a no ser en actos públicos preparados de antemano. Acabo de ver a un funcionario cubanos, en momentos como éste, visitar la inauguración de una heladería.

Y para colmo, como para ponerle la tapa al pomo, recientemente he visto una reunión del mismísimo Presidente con un grupo de periodistas, todos los cubanos sabemos que escogidos, donde una periodista relativamente joven, de esas que de pronto se ponen de moda, dar toda una disertación del papel del periodismo “revolucionario” en Cuba y aseguro sin pudor, categóricamente, que los periodistas estaban obligados a ocultar la mentira dicha por algún funcionario.

La misión, según ella, no es descubrir la verdad, investigarla, sacarla a la luz, aunque le cueste la cabeza a quién le cueste, sino que la misión “sagrada” del periodismo era cortar la entrevista a la hora de editarla, para esconder la mentira. De esa forma se cuidaba la imagen del funcionario en cuestión y del gobierno.

Esto, que no es nada nuevo y pasa en Cuba desde hace décadas, ahora es una estrategia bien definida. La información que van a la televisión, a la radio y los periódicos, es la información que al partido comunista y al gobierno le conviene. La misión de los periodistas, según está periodista, es ocultar la realidad, ocultar los problemas, salvar a los dirigentes escondiendo la realidad. Es crear una realidad de mentira confiada en que se convertirá en verdad en cerebros y bocas de los dobles pensadores. Esa es la imagen que además hay que exportar.

Si antes consideraba que la carrera de periodismo en Cuba era frustrante, a no ser que hablaras de las hormigas rojas de Brasil, hoy a partir de esas declaraciones de una profesional del periodismo, con incluso estudios en Gran Bretaña, me parece totalmente asqueroso. La idea no es sacar al dirigente por su mal trabajo, sino premiarlo ocultando sus mentiras, es la mejor forma de tratar de perpetuar al gobierno, porque desde el presente se construye un pasado y desde el presente se construye al mismo presente.

Díaz Canel, en su actuación protagónica, ha dicho que no sólo dio la orden de reprimir, sino que no se arrepiente de haberla dado. Comprobado que no hay dialogo, que no existe otra salida porque ellos no van a ceder, que la única solución es la fuerza como respuesta a la fuerza que ellos están aplicando a la población civil, entonces no alcanzaran los abogados, fiscales y tribunales para sancionar y los pedazos de pared y pelotones de fusilamiento para los que hay que eliminar. Todo es una cuestión de tiempo.

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