Caminando por Alliance en busca de Carhenge, el monumento hecho con autos del cual escribí no hace mucho, descubrí algo realmente fabuloso. Aunque sé que, en esta parte del país, el midwest, existen algunos, sólo los había visto en revistas o en internet, pero nunca había tenido la posibilidad de visitar uno de estos en persona.
Hablo de la reproducción a tamaño real de un pueblo norteamericano, como diríamos, de antes, típico del oeste. Este, llamado, “Dobby´s Frontier Town”, hasta donde pude conocer, privado, pero en el que para visitarlo no hay que pagar nada. Una familia dispuso de un pedazo de tierra y fue recuperando objetos, comprándolos y recibiendo donaciones y construyó ambientes, casa, iglesias, funerarias, salones, bares, bancos, herrerías, etc., todo como se podría encontrar en cualquier lugar de este país hace 200 años.
Lo primero que hace recordar, al menos a mí, son aquellas películas clásicas del oeste, donde aparece en medio de la nada, muchas veces en un ambiente medio desértico, que es como fue ese oeste, un pueblo. Tierra, polvo, caballos, buenos y malos, alguaciles y bandidos, prostitutas y jugadores de cartas, estafadores, buscadores de oro, inmigrantes dispuestos a trabajar, curas, todos esto a la misma vez tratando de prevalecer y sobrevivir.
Construcciones todas de madera, con calles o caminos sin asfaltar, donde se fueron agrupando personas, que luego se convirtieron en vecinos y aparecen entonces las principales funciones necesitadas, un banco, una barbería, un salón o bar, donde casi siempre en la parte alta aparecían habitaciones para prostitutas y sus clientes, una primitiva cárcel con un guardia aburrido y un sheriff, a veces una oficina para el telégrafo con otro aburrido funcionario de espejuelos y visera, una iglesia protestante generalmente con un cura profesional o improvisado, otros negocios como herrerías y fundiciones, donde se fabricaban objetos de metal y se atendía a los caballos. En algunos, los más grandes e importantes, una estación de ferrocarril, medio de transporte que unía a un pueblo con otro y logró atravesar el país de este a oeste, llevando el desarrollo a los lugares más alejados. Les recuerdo que la empresa “Union Pacific Railroad”, fundada en la ciudad de Washington en 1862, o sea, el ferrocarril, tuvo una de sus sedes centrales y de inicio en la ciudad de Omaha, primera capital del Estado de Nebraska.
Luego, viendo como vivieron los del pasado histórico reciente, me hace pensar en aquello del robo de cerebro y de la conquista o intervención en otros países para explotarlos como aspectos primordiales en el desarrollo de este país y no dudo, existen pruebas quizás, de que algún cerebro fue pagado, no robado y que en los cientos de años que han transcurrido, alguna que otra cosa fue robada o comprada en otro país, pero esa no es la real fuente del desarrollo de este pueblo, al menos a mi modo de ver.
Cuando se visita la reproducción de un pueblo como el que vi y se observa con minuciosidad cada uno de los aspectos y detalles allí expuestos en cada uno de los ambientes, es relativamente fácil descubrir y concluir que el verdadero desarrollo está en el trabajo fuerte de millones de personas. En la innnovación, el experimento, la prueba, la capacidad de diseñar, fundir metales, crear herramientas para luego crear otras herramientas que sirvieron para crear productos.
Sobre todo, esos emigrantes que, huyendo de la miseria europea, fueron llegando en diferentes oleadas, irlandeses, alemanes, italianos, holandeses, etc., con una necesidad enorme de trabajar para sobrevivir, muchos sin oficios definidos, por lo tanto mano de obra para cualquier empresa u objetivo, que invirtieron meses en irse trasladando de este a oeste y se fueron asentando donde mejor les convino, a cambio de tierras para cultivar o trabajos como obreros, jornaleros y otros, más los que en esos años fueron naciendo y creciendo, más la no desconocida manos de obra esclava o de negros libres como jornaleros, acabaron formando una tela de araña que, bajo iniciativas del capital y mucho trabajo fueron creando las bases de la potencia que Estados Unidos es hoy.
Para mí fue extremadamente emocionante. Como muchos saben me gusta la historia y los objetos viejos. Disfruto las construcciones antiguas de piedra y madera. Quizás por ese gusto, puedo trasladarme y ver a las personas vivas, caminando, trabajando, hablando. Puedo imaginarme las historias, las anécdotas y los chismes de muchas épocas históricas.
Recuerdo cuando joven y luego no tan joven, porque hay libros que uno tiene que leerse varias veces, disfruté una joya de la literatura mundial, “Decadencia y caída de casi todo el mundo”, cuyo autor el inglés Will Cuppy, después de muchos años de una seria investigación y con una inigualable satírica forma de contar la historia, cuenta los momentos más importantes de la humanidad y describe a las principales figuras, algunos héroes, otros guerreros, reyes y reinas, que vivieron en ella. Descripción, al final historia, nunca vista en los libros clásicos de esa especialidad. Libro enormemente disfrutable, que se acerca mucho más a la verdad, tal como debió haber sido, que lo que nos enseñan en las aburridas clases.
La historia es de pasión, lo otro es repetir fríamente hechos y fechas. En mis estudios tuve la suerte de tener profesores que, en la década del 80 del siglo XX dentro de un aula universitaria, te hacían retroceder varios siglos y te lograban transmitir el ambiente. A través de sus explicaciones podías ver las batallas, la sangre, los caballos, el polvo, etc. Podías sentir, con sus relatos, el olor de la pólvora y lograr entender cómo se tomaba un castillo o se ganaba una batalla. Si cerrabas los ojos y escuchabas, podías verte caminando por una de las calles de La Habana en el siglo XVII, lo mismo asistiendo a una de las grandes fiestas en el Palacio de los Capitales Generales, que defendiendo el Morro de la invasión británica o tomando un castillo feudal en medio de un amanecer lluvioso o en medio de una pelea de gladiadores en el Coliseo Romano.
Tuve la suerte de tener profesores que, al enseñarte el David o La Mona Lisa, te permitían escuchar los golpes del martillo sobre el cincel que trabajó el mármol o los trazos del pincel sobre el lienzo. Esos profesores describían un sentimiento, no una técnica. A través de ellos, te llegaba a parecer que Miguel Ángel o Da Vinci eran tus contemporáneos y más, eran tus amigos.
Eso tiene la historia y al parecer las personas que gustan de estudiarla. Esa ventaja tiene, más allá de ser un turista típico, la posibilidad de pasear por uno de estos lugares antiguos. Con esa óptica puedes convertirte en un actor y disfrutar el doble o el triple de lo que estás presenciando. Sólo la pasión te permite disfrutar donde otros se aburren.
No todas las profesiones permiten esto. Por ejemplo, el cardiólogo no se puede convertir en corazón, el mecánico no puede sentirse como un motor, el matemático no puede convertirse en números, ángulos o en figuras geométricas, el albañil no puede vivir como si fuera un ladrillo y pegarse a otro con cemento, sin embargo, con algún conocimiento, en realidad no hace falta mucho y un poco de pasión o amor, puedes verte en el pasado, puedes reconstruir una época, puedes incluso con un poco de imaginación, verte dentro de ella.
Con esa óptica, visité y disfruté Dobby´s Frontier Town, el pueblo del pasado. El lugar es un museo, vivo dentro del cual se puede caminar, tocar las muestras, fotografiarse. Es la reunión de miles y miles de piezas, objetos y herramientas originales utilizadas por los norteamericanos, es la creación de ambientes diferentes a escala normal tal como debió haber sido en el pasado que trata de recrear.
Lo disfruté a tal punto que me hubiera quedado unos días a vivir en él. Lo llegué a entender tanto, viendo a las personas con sus ropas, botas, trajes, pistolas, caballos, etc., caminar e interactuar dentro de él, que volvería a visitarlo.
Conozco que existen otros pueblos como este en esta zona del país, Nebraska, Dakota del Sur, Dakota del Norte, Iowa, donde incluso, para hacer la visita más agradable y divertida, te alquilan los trajes y ropas de época, para que el visitante pueda disfrazarse y sentirse mejor adaptado al ambiente. En Dobby´s Frontier Town este servicio adicional no existe, hubiera sido, de seguro más divertido. No obstante, la visita, a pesar de las horas de manejo, el calor, etc., valió mucho la pena.
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