domingo, 30 de enero de 2022

432.- ¿Por dónde empezar, Cuba? (Segunda Parte)

 “No soy partidario del olvido. Cuando un pueblo pierde la memoria pierde la llave de su futuro”.

Joan Manuel Serrat

Mirar al gobierno de Cuba, significa acercarse al problema de la emigración. Si, Cuba es un país que emigra desesperadamente para cualquier parte del mundo, incluyendo lugares tan lejanos y diferente como Australia, Alaska, Egipto y lugares tan pobres y complicados como Haití.

La emigración que se ha hecho estable a partir de 1959 hasta hoy es, por más que no lo entendamos y nos consideremos protagónicos, una herramienta de ese desgobierno. Es una válvula siempre a manos para descompresiones del interior y garantizar un exterior que, a favor o en contra, apoya, como menos económicamente. 

Un día nos levantamos patriotas, amigos, soporte y otro, los mismos, somo reconocidos como enemigos y mercenarios. Somos un pueblo que huimos del comunismo e inmediatamente que podemos nos vamos al comunismo a vacilar y gastar el dinero ganado con tanto sudor y trabajo. Somos un pueblo que seguimos añorando las palmas y diciendo que la carne de cerdo y el pollo no son iguales a los de Cuba, sin pensar que palmas reales existen en muchísimos lugares del planeta, incluso en los jardines de nuestras nuevas casas y que la carne de cerdo y de pollo que hoy se come en Cuba viene de países como Canadá y los propios Estados Unidos. La nostalgia nos mata.

A pasar del gobierno y al margen de él, somos, los cubanos, un pueblo enfermo y enfermante, que no ha logrado ponerse de acuerdo nunca en nada, ni en lo más mínimo. Al mismo tiempo, personas sin comida, sin calles, sin electricidad, con pisos de tierra defienden el comunismo, en el mismo momento que otros cubanos, muchas veces familiares y amigos, huyen de él.

Claro no somos el abnegado y glorioso pueblo vietnamita, ni los rígidos pueblos europeos. Somos caribeños y entonces dentro de nuestra enfermedad, lo más importante de todo lo importante, es una buena música, un buen ron y un apasionado sexo. Luego viene otro nivel de importancia, el cual se puede manejar, manipular, cambiar, posponer, etc.

Somos tan locos que aún gritamos “viva Fidel”, sin darnos cuenta de que el amigo murió hace años y viva Díaz Canel, el más gris de todos los grises que ha pasado por la historia de Cuba, en el mismo momento que otros, que incluso antes gritaban que vivan, ahora dicen mueran, muchas veces somos capaces de cambiar fuertemente nuestra ideología con el aterrizaje de un avión en un país desconocido. Somos tan locos que nos vamos de Cuba y comenzamos a defender a su revolución y gobierno desde Francia, Alemania y dentro de los propios Estados Unidos. Somos tan locos que algunos parecemos agentes del gobierno en los lugares donde vivimos y nos es fácil definir que nos fuimos de Cuba, pero no por problemas políticos, sino por amor, economía, ganas de conocer el mundo. Somos capaces de decir que en Cuba vivíamos mejor, que teníamos dinero y por supuesto vivíamos en Miramar o el Vedado.

Somos tan locos como pueblo que, divididos en dos bandos a ambos lados de una calle, gritamos para defender nuestros puntos, las mismas consignas aprendidas, como, por ejemplo, aquella de “un pueblo unido jamás será vencido”.

Somos tan jodidos que, a pesar de aquello de las condiciones objetivas y subjetivas, tan definidas por Carlitos Marx, soportamos 8 y 10 horas de apagón, 4, 5, 6 días sin agua potable, 3 horas o más de espera por un ómnibus para ir a trabajar, ser ingresado en el jardín de un hospital con un árbol como techo y una camilla de madera rustica, que se caiga un edificio y mate a 3 niñas o que sancionen a 15, 20 años a hijos, hermanos, padres y madres, sin explotar masivamente. Reconocemos valor en las “Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo”, en un país como Argentina del cual sabemos nada, pero no nos inmutamos cuando nuestras mujeres, “Las Damas de Blanco” salen a caminar con una flor en las manos y son brutalmente apaleadas, golpeadas, arrastradas, encarceladas, desaparecidas sin argumento alguno.

Somos capaces de estar de acuerdo con el Movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos, mientras nuestros negros son la mayoría de la población carcelaria en Cuba y permitir que aquellos policías que salieron a reprimir, a dar golpes, a arrastrar, siempre en mayoría contra una población indefensa, incluso que mataron e hirieron a civiles, sigan sueltos sin pasar nada, a los que ni tan siquiera se les ha tirado un jarro de agua arriba. Evidentemente nuestra solidaridad es grande, tan grande que preferimos defender a un negro delincuente norteamericano, que no debió morir, pero no fue un héroe. Evidentemente para los cubanos, los negros norteamericanos tienen más swing

Somos un pueblo enfermo y el gobierno, no sólo lo sabe, si no que nos utiliza. Estamos tan enfermos y tenemos tanto miedo, que, habiendo ganado la libertad como para dar un escándalo en un aeropuerto internacional, nos ponemos nosotros mismos los grilletes y nos damos nosotros mismos con un látigo cuando del tema Cuba y su gobierno se trata. Somos dos cubanos, rebeldes fuera de Cuba, muchos carneros dentro de ella.

Todos hemos regresado a Martí, "El Apóstol", a ese Martí que no conocemos, a ese Martí del cual copiamos a conveniencia una frase y la pegamos en un escrito, da igual que estemos hablando de pelota o de cultivar un bonsai. A ese Martí dueño de “con todos y para el bien de todos” y no nos hemos preguntado, más allá de la frase, cómo pensaba Martí desarrollar e implementar su maravillosa idea entre cubanos regionalistas, racistas, caudillistas, machistas, guerreros, analfabetos y por qué no aventureros. 

A veces cada frase de Martí, el Apóstol desconocido, parece como si estuviéramos hablando de un acto de magia tan sencillo como sacar un conejo de un sombrero. Con todos y para el bien de todos que hoy ambos bandos, los a favor y los en contra, repetimos de carretilla, si le pudiéramos preguntar al mismísimo Pepe, escucharíamos de seguro de su boca que ni idea tenía de cómo, que fue algo que se le ocurrió de pronto, le sonó bonito, que podía quedar para la historia, pero que de seguro la propuesta debería ser algo parecido a sacar del mismo sombrero del mago a un elefante adulto.

Somos un pueblo enfermo, lo que están dentro, por incapacidad, por conveniencia y comodidad, por miedo. Los que estamos fuera con costumbre, conveniencia y más miedo que los que viven dentro. El gobierno cubano lo sabe, nos chantajea a todos. 

Dice, imagino que para los suecos o noruegos, quizás para los inuit o los yupik, esquimales, que los cubanos apoyamos eso que ellos patéticamente llaman aun revolución, mientras los suecos, noruegos y los esquimales en sus iglús más informados, tienen que estar viendo a los cubanos fabricarse una balsa con muchas menos condiciones que la Kontiki de Thor Heyerdahl en 1947 y lanzarse al mar furioso o caminar miles y miles de kilómetros a través de selvas, ríos, pantanos, para llegar a cualquier lugar que no sea Cuba. ¿Qué pensaran los suecos, los noruegos y los cazadores de osos polares? 

¿Por dónde empezar, Cuba?

 

 

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