lunes, 26 de junio de 2023

511.- ¿Qué significa censurar, limitar, separar? La CENSURA es un CRIMEN porque se necesita de ella para esconder la VERDAD.

Esto que parece algo normal, o quizás, a lo que, aunque muchos no adaptados, nos parece común y nos hemos acostumbrados, es sencillamente en mi modesta opinión, sólo comparado, con un CRIMEN, del cual en no pocas ocasiones se queda el censurado, el limitado, el separado, con problemas para toda la vida.

Y lo del problema para la vida, no es la falta de un brazo o el padecimiento del hígado o sencillamente problemas en la vista, cosas que también pueden ser graves, sino, y aunque no se ven a simple vista porque en la mayor parte de las veces no deja huellas físicas, genera un sentimiento que se vincula, por momentos al no entendimiento, al dolor, al odio, quizás, porque somos humanos y debemos ante todo expresar lo que sentimos, a la necesidad o el deseo de venganza. Eso de poner la cara y poner la otra cara y la otra y la otra, no es tan sencillo de conseguir, al menos por dentro.

¿Qué significa ser productor, no importa si de alguna manifestación artística, de boniatos o de sillones de madera?

Pues es sencillamente alguien que dedica su tiempo, en el plano físico y en el plano mental, o sea, de cerebro, para lograr realizar algo, verlo terminado, poderlo usar o facilitar que otros lo usen y disfruten. Esto puede tener una salida económica, o sea, el productor trabaja e invierte para luego vender y no, o sea, el productor produce para él y para regalar a otros. De cualquiera de las dos formas, se invierte para obtener una satisfacción, porque incluso según los conocedores del ser humano, se siente satisfacción mientras se está produciendo. Se siente placer mientras se está tratando de resolver o crear algo.

Estoy precisamente hablando de una tarea y por eso hablo de creación artística o de boniatos, que implica invertir por adelantado muchas horas de pensamiento y trabajos, probablemente dinero y luego tener la suerte de poder ver un producto, sea una creación artística o el boniato, realizado. Se puede pensar que ser escritor o cineasta es muy difícil, entonces propóngase ir a sembrar boniatos y me dirá.

Es cierto, los artistas sienten orgullo por ver su obra terminada, un cuadro, una canción, una película, un libro, un sencillo y corto poema, pero, ¿es que ese orgullo sólo es dedicado a los “profesionales del cerebro”?, ¿No les pasará lo mismo a los campesinos? He visto a campesinos casi llorar al recoger una enorme calabaza o cuando cargan a un chivito para darle la leche en un biberón.

Estudiemos un caso extremo. Imagine la CENSURA llevada al plano práctico. Una mujer ha sido notificada que va a ser mamá. La simple noticia en un porciento muy alto de mujeres hace que, a partir de ese momento, o sea, milisegundos después de enterarse, comiencen a pensar como madres, comiencen a sentir a su hijo que aún no se mueve, comiencen a cuidarse desde todos los ángulos posibles y conocidos y tratar de comprar todo lo que el futuro hijo necesitará hasta que probablemente cumpla los 15 años. Eso que es ser mamá, a los padres no es que no nos pase, pero lo de sentir pataditas, codazos y cabezazos dentro de nuestra barriga, acidez, vómitos, deseos de comernos una caja de pastelitos a las 2:00 am, no nos es frecuente. Los padres asumimos una solidaridad aprendida, pero verdaderamente nos enteramos de que somos papá cuando alguien nos deposita en los brazos al recién llegado. Ser mamá entonces generalmente se disfruta, algunas mujeres dirán, se padece, desde muchos meses antes de parir.

Esa obra que es un simple tema biológico, o sea, el resultado satisfactorio de la unión de un espermatozoide campeón con un cariñoso óvulo es la mejor creación de cualquier productor, que implica, mucho, muchísimo de sentimientos, ilusiones, esperanzas, deseos positivos, etc. Ser madre y padre está más allá de la planificación socialista, tengo dos hijos ya grandes y ninguno de los dos se logró producto de planes quinquenales, incluso puedo decir que no sé exactamente el día y la hora en que el campeón logró llegar al cariñoso. Lo que sí puedo dar fe es del disfrute de mis dos obras.

Entonces cuando todo eso ha pasado y llega el momento decisivo, peligroso, pero hermoso del parto, el médico que recibe o saca al bebé, lo enseña a la madre e inmediatamente por un edicto o circular, nota, decisión o ley, decide quitárselo para que más nunca esa mamá lo vuelva a ver.

Creo, según mi experiencia, que de cada diez madres en este ejemplo, nueve y medio se volverían locas y sufrirían de por vida. De cada diez niños en ese ejemplo, nueve y medio, aunque hayan crecido en otro lugar con todas las condiciones incluyendo el amor, vivirían locos por saber quién fue su madre realmente.

Resulta fácil entonces clasificar de criminales a los médicos y a los inventores de los edictos, circulares, notas, decisiones o leyes que permitan y favorezcan esa actuación, que sigo diciendo es CRIMINAL, pero, y ¿por qué no se ve igual a los que censuran, si es que la censura crea el mismo efecto para un creador, que el efecto de quitarle un hijo a su madre?

Estudiemos otro caso extremo. Imagínense la CENSURA. Has pasado meses de tu vida cuidando una vaca, la has alimentado, en las noches la has entrado a tu casa cubana para que no te la roben o maten y la has puesto a dormir cerca de tu cama, la has inyectado, la has bañado, le has buscado un médico veterinario para cuando ha estado enfermita, le has conseguido el mejor toro semental para preñarla, pero permitiéndole que disfrute, la has cuidado en el embarazo y le has hecho un parto para lograr una saludable descendencia, pero llegado el momento, tú con hambre o ganas de comerte un bistec, no la puedes sacrificar, porque por un edicto o circular, nota, decisión o ley, que inventó un no sé quién, que no sabe nada de vacas, menos de tu vaca, la res no es tuya, no la puedes comer, no la puedes vender, no la puedes regalar, incluso para enterrarla, siempre que muera de muerte natural, tienes que buscar a un burócrata que certifique que la vaca ha sido enterrada entera.

Les cuento mi historia, que es la mejor forma de saber lo que significa haber sido censurado, al menos una vez y es lo que justifica tanta identificación con eso que pasa aún, que viene pasando en Cuba desde el mismísimo 1959 y que volverá a pasar y volverá a pasar bajo el esquema que hoy existe. Lo otro, las reuniones para planificar otras reuniones, las promesas de que se elevará y de que los de arriba van a mirar y entender a los de abajo, es mentira. Los de arriba, al menos los que yo conozco, por lo general, han estado siempre, defendiendo su silla, su auto con gasolina, sus viajes al extranjero, sus comidas autorizadas con extranjeros fuera y dentro de Cuba y los de abajo sólo han servido para discursos populistas.

En mi caso puedo decir que, aunque no con vacas, me ha ocurrido varias veces, no obstante, sólo me referiré a la más antigua e importante, quizás la más dolorosa, por mi juventud y, sobre todo, pienso yo, mi poca experiencia en estos temas en el plano personal por aquellos años. Muchos cuentos había yo escuchado, muchas historias conocía, ya dije por algún lugar que desde muy joven tuve serios problemas ideológicos, pero aunque siempre las creí, como se puede entender, una cosa es hablar del Diablo, otra es verlo venir, como dice el viejo refrán, a lo que puedo agregar que es bien diferente a tener el Diablo frente a ti.

Puedo asegurar que fui un estudiante no muy disciplinado con muchos “problemas ideológicos”, pero con buen rendimiento académico, no porque fui genio, sino porque mucho me gustó lo que estudié.

Para graduarme hice una tesis de grado sobre un tema antes no tratado a profundidad por la historiografía cubana, a pesar de que estaba inmerso en la Guerra de Independencia de 1895. Sin alargar la historia, lo que posibilita no hablar muy bien de mí mismo, el trabajo de muchos meses junto a uno de los mejores tutores que un estudiante puede tener, tutor no para que me hiciera el trabajo, sino para discutir y discutir mucho sobre historia, para aprender e incluso enseñar, mi trabajo fue evaluado de 5 puntos, máxima calificación, por un tribunal altamente calificado de profesores e historiadores cubanos. El trabajo, o sea, yo, ganó un premio en la jornada científica de mi facultad, lo que da orgullo a cualquier estudiante y fue recomendado para publicarse en cualquier revista o compendio nacional e internacional que tratara sobre historia.

No puedo mentir, disfruté mucho mi tesis mientras la hacía, más disfruté la amistad con mi tutor, que me llevó a pasarme horas y más horas, noches y más noches de visitas incluso familiares donde discutíamos sobre historia de Cuba y por supuesto que disfruté enormemente mi calificación, el premio y la recomendación para publicación, fue un buen cierre a el esfuerzo de 5 años de estudio. Mi tutor terminó reconociendo en público y por escrito lo mucho que yo lo había hecho estudiar para los intercambios. Documento que aún tengo guardado como una joya, porque de eso se trata la satisfacción.

Comencé a trabajar en un lugar importante por aquellos años dentro de la cultura e historia cubanas, donde se estimulaba la creación, entonces, yo, dinámico, enamorado, inteligente y quizás un poco, lo que otros llamarán autosuficiente para demeritar la suficiencia, me dispuse a publicar como primer paso, mi tesis. Cambié en los capítulos el formato académico, los convertí en ensayos y por recomendación, me dirigí a la Biblioteca Nacional “José Martí”, que por aquellos años tenía una revista muy prestigiosa. Llevaba buenos avales, primero, como estudiante, segundo, el conocer que mi tesis era consultada por otros especialistas e investigadores, quizás medio en secreto porque en Cuba muchos “altos profesionales”, al menos en ese giro, gustan de copiar, plagiar, pero no mencionar, menos a un recién graduado, pero mi obra era consultada y tercero, el lugar donde trabajaba en aquel momento que servía en Cuba como un pasaporte que autorizaba a viajar sin mucha oposición por los campos de la historia.

Entregué mi primer artículo a un especialista muy interesado en publicarlo y me fui a mi casa feliz. Colocaría mi primer artículo en una revista de primera línea. Me haría famoso a los 24 años. Eso pensé yo, mientras sentía la satisfacción en mi interior, incluso sólo con haber entregado los papeles.

A los pocos días, el mismísimo director de la revista me citó a su oficina, no menciono el nombre porque no lo recuerdo, sino lo haría en letras mayúsculas. Después de la bienvenida hipócrita, de esas que quieren aparentar que no pasa nada y nada es personal, el señor abrió mi artículo y yo comencé a ver párrafos marcados en amarillo, lo que me dijo, siendo yo conocedor de cómo se mueve el tema, que había problemas.

En efecto, el señor me dijo que no podía publicar mi artículo de la forma en que estaba, los párrafos señalados eran interpretaciones e historias sobre Maceo y su actuación en la guerra del 95, que no coincidían con la versión oficial que se conocía.

Ya pueden imaginar, palabras, pequeñas discusiones donde yo defendía mis ideas, pues estaban avaladas por documentos reales. Entonces el señor cedió y me propuso hacerme un favor, podría publicarme el artículo si yo omitía o cambiaba los párrafos, porque entre otras cosas había sido el año donde Fidel Castro había definido, a su capricho, que el futuro de Cuba sería un “eterno Baraguá”. Entonces, bajo su muy cuidadosa acción para mantener su silla de director, él no podía permitir que se publicara algo que pretendiera cuestionar a la figura de Antonio Maceo. En Cuba que es un país donde la historia es sólo un arma de la política, o sea, no es una ciencia, todo esto es posible.

Más discusiones infértiles, pero yo era muy joven, tratando de explicarle al señor, de que si omitía o cambiaba los párrafos estaba cambiando la historia de Cuba, lo que me parecía muy complicado y peligroso. El señor me miró, quizás por dentro se dijo que yo tenía razón, pero su silla era más importante. Como venganza, le dije que él no era un profesional, que no era un historiador y que la verdadera historia de nuestro país le importaba un carajo, que no era más que un funcionario político dedicado a censurar. Me levanté y me fui con mi artículo debajo del brazo. El señor sonrió, lo que al final me puso más furioso. Era el poder por el poder. Era aplastarte porque tú no significas nada. Yo, como venganza, publiqué el artículo fuera de Cuba, lo que no sirvió de mucho, porque mi objetivo era darlo a conocer en mi país, dentro de mi especialidad, para que otros lo utilizaran, lo profundizaran, lo criticaran, para que sirviera para empezar a organizar nuestra historia mal contada. Era muy joven en aquel momento.

Esa frustración aun a mis 60 años la recuerdo. Trabajé mucho en aquel proyecto, sentí mucho orgullo sólo con la idea de poder publicar un artículo de gratis, porque por aquellos años no se recibía dinero por las publicaciones, había soñado con ver mi nombre en una revista, había soñado con enseñarla a amigos y familiares, había, como bien dice la teoría, comenzado a disfrutar mientras trabajaba, antes incluso del resultado.

La censura, es un CRIMEN, no es sólo un evento aislado, no es algo que pasa sin consecuencias, no es algo que tenga que ver con lo administrativo, o sencillamente nada personal, significa arruinarle la vida a alguien que ha soñado, que se ha esforzado, que ha invertido tiempo, recursos, que ha dejado de dormir, al menos por un momento determinado. Es destruir un orgullo.

Es un CRIMEN que no tiene justificación y no la tendrá, porque incluso en muchos casos la censura sólo responde, sin análisis, a cuidar sillas, puestos mal ganados u ocupados a sabiendas que no pertenecen. La CENSURA muchas veces incluye el odio, la envidia, la ignorancia, la revancha vestidas o disfrazadas de “revolución”.

Sería mejor, más honesto, más ético, que se prohibiera producir, que se dijera, no se puede escribir, no se puede filmar, no se puede crear, ABSOLUTAMENTE NADA y entonces las personas sabrían a qué abstenerse. Sería mejor dejar definido que se vive bajo un TOTALITARISMO BRUTAL, al gobierno norcoreano no le importa lo que otros piensen y entonces la creación de cualquier tipo está prohibida. Sería mejor decir que sólo se puede escribir, filmar, hablar, mover, cultivar, acumular, sobre las piedras, las nubes, etc., sin que esto lleve implícito alguna valoración, sólo pura descripción tonta e ingenua. Aunque pueda parecer mentira, en Cuba muchos han llegado así a la fama, a la buena vida, al poder.

Pero entonces aparecería o mejor se haría evidente la gran contradicción, porque el gobierno necesita mostrar, sobre todo al exterior, que es moderno, que es democrático, que está a favor de la creación individual, que respeta. El gobierno necesita reconocimiento, necesita de premios, necesita mostrar, aunque sea mentira, sus valores y competir. Necesita mostrar a pura conveniencia que algunos lo apoyan.

Pero inmediatamente que esta creación sucede y simplemente roza con los intereses de algunos, sobre todo para el interior, es más fácil reprimir, denigrar, limitar, esconder, censurar, que analizar y encontrar un espacio para todos los criterios. Es más fácil agredir, tratar de desmoralizar con historias sin basamento e incluso inventos, formar un espectáculo de esos que se dicen que son la respuesta popular no programada y espontánea. A sabiendas de que el poder siempre cuenta con un grupo preparado para formar el espectáculo, entre otras cosas, por el mero entretenimiento. Todavía hoy hay planteamientos de, “compañeros, tenemos que dar un voto de confianza”.

Sobre esto, existen millones de ejemplos en Cuba, por donde han pasado empresarios, políticos, deportistas, intelectuales, investigadores, bodegueros, albañiles, cederistas todos. Hay muchos casos famosos de censura a los que no me voy a referir. Hay miles de historias inventadas para tratar de demeritar a alguien, lo que ha dividido a los cubanos entre los que son oficialistas y aceptados mientras son utilizables y los prohibidos y censurados.

Recuerdo un caso hasta cómico, por no decir muy triste. Hace muchos años un deportista cubano, campeón en levantamiento de pesas, no sé ahora en que división, si mal no recuerdo de apellido Urrutia, quizás los que siguen este deporte conozcan más sobre él. El campeón reconocido, homenajeado, multi premiado, poseedor de varios récords y paseado por toda Cuba, un día, cansado, decidió “abandonar el barco”. Inmediatamente se desplegó una batalla unidireccional para demeritarlo, burlarse, quitarle los méritos e incluso borrar los récords que tenía en los libros de historia del deporte revolucionario. Programas de televisión con funcionarios ofendidos que pedían sangre. Hasta ahí nada nuevo. Pero lo más tragicómico, ridículo, fue que se dijo que el deportista tenía influencias burguesas porque su abuela, lean bien, su abuela, había sido propietaria de un cine en Pinar del Río antes del triunfo de la revolución. Los premios obtenidos desaparecieron, jamás ese deportista existió y la culpa la tuvo su abuela. Esto no es serio, pero eso ha permitido a muchos vivir gracias a sus posiciones de funcionarios “confiables”. ¿Se podría hacer una lista de estos casos? Creo que no, sería extremadamente larga. Creo que nunca tendríamos la satisfacción de verla terminada.

La CENSURA siempre ha existido porque se necesita de ella para ESCONDER la VERDAD.

 

 

 

 

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