sábado, 15 de agosto de 2015

San Antonio nuevamente. Julio 2015

Soy un tipo afortunado. Estoy vivo.

Como sabemos lo de la fortuna es un asunto muy relativo en los seres humanos. Hay personas que se sienten realizadas cuando comprueban que el dinero que poseen no cabe en los bancos, otras cuando recogen un tomate de una planta que han sembrado en una maceta o el gato que tienen se les enreda en las piernas todas las mañanas, otros, no pocos, cuando reciben la bendición personalmente de manos del Dalai Lama, y otros, lamentablemente pocos, cuando ayudan a algún semejante.

Yo, después de un análisis exhaustivo, JAJAJA, creo ser una mezcla de todo lo anterior, lo que me hace complicado y fácil a la misma vez, por lo menos para mí mismo.

Recién he realizado un viaje a San Antonio, Texas, para reunirme con la otra parte de mi familia cercana que allí vive y esto me ha hecho pensar mucho y me ha dado motivos para escribir.

Comenzaré entonces ahora por el tema familiar y dejaré los pensamientos y la experiencia del viaje para otro escrito. Tengo que superar a José Martí al menos en la cantidad. JAJAJA

Por razones varias vivo en Lincoln y mi hija Jennifer, mi yerno Yordan y mi pequeña nietecita viven lejos de mí. Entonces aunque la tecnología nos permite hablar todos los días y vernos con frecuencia, a veces mucho más que muchas personas que viven juntas, la realidad de estar frente a frente, tocarnos, sentir la respiración del otro, sonreír, compartir y decirnos verdades, sigue siendo incomparable.

A este viaje se sumó la felicidad de que mi hijo Jonathan, que no veía a su hermana, cuñado y sobrina desde hacía un año y medio, se incorporó acompañado de su “girl friend” Victoria. La posibilidad, fraguada medio de corredera, era linda, pero así y todo, Martica y yo, más viejos, teníamos un pequeño miedo, la incógnita más importante era Mía. Cómo nos recibirá?

Para la mayoría de los niños, es siempre algo difícil ver y dejar de ver a las personas y si me guiaba por los antecedentes de Jennifer y su niñez, la historia nos costaría mucho, mucho más tiempo del que teníamos para estar allí.




Llegamos a San Antonio como a las 9:00 pm y para nuestra sorpresa, Mía, junto a sus papás, salió a recibirnos. Sólo segundos de incertidumbre, pues para nuestro asombro y beneficio, el recibimiento de nuestra nieta, fue tal como si nos hubiera visto ese mismo día por la mañana. Cosa que me dice que a Jenny no se parece en ese aspecto, con mi hija la idea de romper el hielo hubiera costado horas e incluso días. Ellos dicen que Mía salió a Yordan, yo sé que es mentira, pues en realidad salió a mí. JAJAJA.

A partir de ahí, los días se desencadenaron con gran felicidad. No importó que una parte tuviera que dormir en la sala o hacer colas para bañarnos. La idea de estar juntos y sobre todo interactuar fue fabulosa.

Como estábamos de paseo, pues paseamos. Yo, para no perder el contacto con la realidad, pedí, los que me conocen sabrán que casi impuse, ir una vez más a la fortaleza el Álamo, cosa que Yordan y Jennifer acataron con placer. Dicho lugar, quizás lo más importante que tiene la ciudad desde el punto de vista histórico, es hoy un pedacito de lo que fue, pero sigue guardando en sus viejas y erosionadas paredes de piedra, las voces de los que allí vivieron y sobre todo combatieron.

Recorrimos con más tiempo parte del centro de la ciudad, cuya caracteristica de ser cruzada por un río, la hace diferente al resto de las ciudades que he visitado aquí. Pasamos un día distinto en un río acondicionado para turismo, lindo, pero frío. Piscinas. Cocinamos juntos y sobre todo realizamos la acción que tanto nos gusta, conversamos y conversamos mucho, todo el tiempo, todas las noches casi hasta el amanecer. Los que me conocen saben que esto es posible.

Como pueden imaginar, en el centro de todo estuvo Mía. A Martica le dice abuela, mami y a veces “cusi”, palabra que Martica se inventó para hacerla reír a través del teléfono. A mí a veces me dice abuelo, otras veces papi, repitiendo la forma en que mi hija Jenny me llama.

Y entonces se repite en mí lo de la fortuna. Lo de abuelo y más allá lo de papi, se convierte en una fuente de satisfacción enorme, incomparable, inmedible, a tal punto que no me hace falta el Dalai Lama. Podría yo pagarle un millón de dólares cada vez que escucho a esa pequeñita criatura llamarme de esa forma. Lástima que no los tenga. JAJAJA, ni para ella, ni para mí.

No estoy falta de cariño, todo lo contrario. Recibo afecto todos los días de los que me rodean, ya saben, soy un tipo fácil de querer. Lo de papi tampoco me ha faltado, tengo dos hijos que se han desgastado en mostrarme su cariño. Sin embargo, el papi de Mía suena y se siente muy diferente. Es el papi de la madurez, es el papi de la dulzura dulce, es el papi que me confirma que he actuado bien, que mis errores han sido subsanados y que comienzo a recoger los frutos en plena capacidad, lo que me permite disfrutarlos.

Mía, como casi todos los niños, es linda, graciosa, ocurrente, inteligente. Pero además es linda, sus ojos azules resaltan escandalosamente de sus finas y muy bien definidas facciones. No sin falta de carácter, es dulce y sobre todo muy, muy sociable. Llegas, la miras y a los muy pocos segundos parece que la conoces de toda la vida. Ella te hace fácil el tránsito.

Su capacidad para interactuar es llamativa. Tiene además un don, como es mi nieta digo yo que especial, pues puede hablar, entender y sobre todo relacionarse al mismo tiempo en dos idiomas. Está hablando conmigo o su mamá en español y de pronto para conectar con Victoria, de forma muy natural cambia el canal para el inglés, tan natural como cuando se respira. Ese don que por desgracia no tenemos nosotros los ya adultos, pues necesitamos un tiempo para acostumbrarnos a lo que tenemos o queremos hacer.

La experiencia siempre resulta inigualable. Mis hijos aunque se parecen no son idénticos, entonces disfruto verlos relacionarse. Por momentos Jennifer, desde su posición de hermana mayor "trata" de “recomendar” lo que Jonathan tiene que hacer, entonces justo en ese momento, Jonathan, desde su posición de hermano menor, escoge exactamente la variante contraria. JAJAJA. Es divertido. No tenemos mucho dinero, pero en el campo de las ideas, no hay quién nos gane. 


Los días se fueron corriendo, lo que significa que la pasamos muy bien, cuando uno se siente torturado, la tortura lo hace todo lento. Es bueno, como dije anteriormente, tocarse, compartir tareas, hablar, no dormir, etc., pero como todo lo que comienza se acaba, así de rápido tuvimos que regresar. Martica y yo somos abuelos, pero todavía tenemos que trabajar para mantenernos. Ya dije que de millones, nada.


Salimos para Lincoln a las 12:30 am. Por supuesto, Mía nos despidió en la acera sin saber exactamente para dónde nos marchábamos. Estaba riendo. Quizás pensó que como en las noches anteriores nos íbamos a dormir, sólo que habíamos escogido el carro como dormitorio. Nosotros, después de ojos medio mojados, nos marchamos contentos. No fue mucho tiempo el que estuvimos, nunca lo es, pero lo importante es que estuvimos.

Al amanecer, nuestra nieta nos buscó y al ver que no estábamos, según nos contó Jennifer, se echó a llorar. Cuando escuchamos la historia, de ojos mojados pasamos a ojos empapados. Uno nunca sabe lo que se puede llegar a querer. Ahora escribo y no puedo dejar de emocionarme. Me estoy poniendo viejo.

Nuevamente esperamos otro encuentro, no sabemos si en San Antonio o en Lincoln, es muy pronto para hacer planes. Lo cierto es que haremos todo lo posible para que se repita.


Para ese entonces, Mía estará más grande, ya nos conocerá mejor. Quizás para ese momento aprenderá que no soy su papi y se mantendrá en lo de abuelo. No importa, estoy seguro, que al menos para mí, lo de abuelo también seguirá sonando diferente.

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