Ayer chocamos. En realidad chocó Martica que era la
que estaba manejando.
Desde hace unas semanas hemos retomado la idea de que ella
acabe de sacar su licencia de conducción americana y eso nos ha llevado a organizar
sesiones de prácticas.
Después de algunos años sin manejar, ella maneja bien para adelante,
pero para atrás necesita aún cogerle la vuelta o los truquitos.
Entonces como todos los días, llegué de mi trabajo, dispuesto y además alegre, lo que habla bien de mi como marido y
nos fuimos a manejar con el pretexto de ir a una tienda a comprarme unos tennis
buenos y “caros” para jugar racquetball. Lo de jugar con zapatos inadecuados ya
me ha provocado dolorsitos en la espalda, nalga y muslos, o sea, lo que significa tener el nervio ciático "pinchado" o inflamado.
Llegamos bien, pero Martica se metió mal en el parqueo
de la tienda, ya saben, las dos famosas rayas que están en el piso. Entonces después de
mi dulce orden para arreglar el parqueo, le dio para atrás y no sabemos ciertamente
si:
Soltó el freno demasiado rápido.
Aceleró mucho.
No vio el carro que tenía atrás
El carro bajó de los cielos y se paró detrás de ella
de pronto como por arte de magia.
Lo que sí sabemos es que paró cuando sintió el golpe.
En realidad no fue mucho, casi nada. Nuestra defensa
trasera se abolló un poquito en la esquina izquierda y la defensa del otro
carro se rajó un poquito. Ya saben, defensas plásticas.
Ella, me miró y me preguntó, le dí? Y yo con la
madurez que me caracteriza, primero le dije no ha pasado nada, luego me bajé y
miré. Me asombró mi ecuanimidad. JAJAJA
La primera idea que se me cruzó por la cabeza fue,
vamos echando. Por suerte tuve otra idea y me quedé. Me asombró mi honestidad. Los parqueos aquí están llenos de cámaras. JAJAJA
Decidí buscar un papel y un bolígrafo para dejar mi
número de cel en el carro víctima, pero en ese momento aparecieron las
ocupantes del mismo. Dos mujeres, una de treinta y pico de años y la otra de
más de 60. No sé si eran familia, no les pregunté. Tenían los ojos azules, pero ojos azules aquí tiene casi todo el mundo.
Al vernos parados al lado de su carro se asombraron,
porque a todas luces no nos conocíamos. Cuando le dijimos que las habíamos
chocado, esas personas comenzaron a reír, a decir que esas cosas pasaban, a
darnos ánimos, etc. En realidad yo esperaba una reacción suave, típica de la
mayor parte de las personas de Lincoln, pero no tan suave. Fueron más cariñosas que muchas de las personas que conozco desde hace muchos años.
Esas personas de forma inmensamente agradable, casi nos
agradecen por haberlas chocados. Sólo faltó que nos dijeran, no es nada, denle
más duro. Ambas se desgastaron el darnos explicaciones, en decirnos que eso
pasaba, que la vida era así y para nuestro asombro nunca dejaron de sonreír. Para mí fue una tremenda clase de autocontrol.
Llamamos al seguro, hicimos los trámites de rigor y
nos despedimos tal como si fuéramos viejos amigos que se estaban dejando de ver
después de haber pasado un buen rato en una fiesta.
Mientras regresábamos a la casa, yo con los tennis
nuevos en la mano, y Martica manejando, su problema evidentemente no es para
adelante, le dije:
Estas personas o están locas de remate, o están muy
aburridas y el choque ha incorporado algo de excitación a sus vidas, o son
extremadamente religiosas, me pareció entender que mencionaron a Dios mientras hablábamos,
o sencillamente son muy, pero muy buenas personas.
Yo, que fui parte de la culpa, por no bajarme y
empujar el carro hacia detrás, JAJAJA, me he quedado boquiabierto con la
reacción. Ni el más mínimo disgusto, ni por asomo una cuota de preocupación.
Salimos bien. Tropezamos además con dos personas del otro mundo. No obstante, esto me pone en alerta, pues
en cualquier momento, nos cambian el nombre de familia Torres Tomé a familia de
los Choques. JAJAJA
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