Ahora mismo desconozco la definición científica del frío. Lo
más cercanos que me viene es que es la ausencia notable de calor y con eso es
más que suficiente para entender.
Entonces, ahora, mientras escribo, eso es lo
que tenemos, mucha ausencia de calor.
Cada año es diferente. Aunque la vida se sucede como un
ciclo, por aquello de primavera, verano, otoño e invierno, nunca se conoce con
exactitud lo que pasa dentro de cada uno de estos nombres y esto es lo bueno,
de lo contrario sería muy aburrido.
El 2017 trajo frío desde muy temprano, sin embargo, hasta
hoy poca nieve. Oficialmente el invierno comienza cada 21 de diciembre y dura
hasta el 20 de marzo según el almanaque, por lo que todavía nos queda mucho
tiempo. Lo de poca nieve se refiere a la cantidad de días que ha nevado, pero
la nieve está por dondequiera, porque nevó antes de fin de año y como las
temperaturas son bajas cada día, la nieve no se ha derretido.
Estuve en San Antonio, Texas, los diez últimos días del año,
lo que me permitió escapar y disfrutar de un pequeño verano dentro del
invierno. Aunque para los que viven allí hace frío, no es comparable con lo que
ocurre más al norte. De viaje de regreso, cuando cruzamos la frontera
imaginaria entre Kansas y Nebraska, todo de repente se pintó de blanco, de ese
blanco brilloso que cuando recibe el Sol encandila la vista, de ese blanco que
sólo se ve en las mejores masas de coco y en aquellas camisas “proletarias” que
usaba nuestro comandante Fidel, hoy difunto.
Día récord hasta hoy, - 21 grados F., que son más o menos,
-30 grados C., o sea, frío. Claro, por suerte esto no ocurre todos los días, no
estamos en el Polo Norte. Vivimos ahora entre 0 grados F., y 10 grados F., que
vienen siendo entre -17 grados C. y -12 grados C., o sea, frío.
Como siempre digo, si no padeces de los nervios, el frío, la
nieve, el hielo y la inmensa blancura, es sólo eso, invierno, que, como todo en
la vida, pasa.
Para nosotros es nuestro quinto frío, como hombre que viene
del trópico, amante del short y los tenis, no puedo decir que me encanta. Son
incómodos los abrigos, los guantes, los gorros, pero si puedo asegurar que uno
se va acostumbrando y se termina viviendo.
El cuerpo y, sobre todo, pienso, el cerebro, se adapta a tal
punto que, por momentos, sin mirar el termómetro, sientes que no sientes tanto
frío dentro del frío.
El primer contacto siempre es difícil, como todos los
primeros contactos. No estamos preparados o no sabemos. Nuestra ropa es
inadecuada, nuestra comida es insuficiente, nuestra manera de vivir, de
caminar, de respirar, son diferente, pero poco a poco, con el paso de los
inviernos, se aprende hasta que se llega a manejar del todo.
Siempre en esta época recuerdo a un amigo que tuve hace
muchos años en Cuba. Él viajó a España en invierno e interesado y necesitado de
regresar con algún dinero para su familia, comía muy ligero, panes con cosas.
Un día, caminando por las calles nevadas, se desmayó y fue a
parar a un hospital, donde un médico joven, después de comprobar que su
biología funcionaba bien, le dijo, tiene usted que comer caliente, el frío no
se pasa comiendo panes y perros calientes.
Y es cierto, el verano pega con un pedazo de pan y un vaso
de agua con azúcar. No tendrás una elevada hemoglobina, pero no morirás. El
invierno exige no sólo cambios por fuera, sino y, sobre todo, cambios por
dentro. El esfuerzo para vivir es diferente, entonces en invierno, el hambre,
aunque puede tener el mismo tamaño, se siente mucho más grande, más adentro,
más total. Descubro una inmensa relación entre ambas cosas, el hambre genera en
el cuerpo un frío inmenso y paralelamente el frío crea una sensación de hambre
que no viene del estómago, debe venir de los tobillos.
Al ser este mi quinto año aquí, he escuchado mucho lo de que
estamos locos por estar aquí. Los meses de frío paralizan a muchas personas,
incluso sin conocerlo. El miedo al cambio, entendible en los seres humanos,
hace que muchas personas se paralicen y prefieran vivir mal, pero con calor. Es
una cuestión de elección, no de locura.
Recuerdo a otro amigo que tuve, que ya falleció. Era
portugués y había vivido y trabajado en la mitad del mundo. Cuando trabajamos
juntos en Cuba me dijo, sabes por qué ustedes son desorganizados, espontáneos y
pobres, porque no tienen invierno frío. Eso me dejó pensando, hoy puedo
coincidir.
El invierno ha organizado a las personas desde siempre. Si
no siembras, cosechas y guardas comida en pocos meses, cuando llega el frío,
pasas hambre. Si no planificas meses antes cómo calentarte, pasas frío y puedes
morir. Si no buscas cómo entretenerte dentro de tu casa con algo útil, tu
cerebro sufre, se descompone y deja de trabajar coherentemente.
El invierno ayuda a concentrarte. Si te desorganizas el frío
te las cobra. Cuando no planificas tu vida, el frío te causa dolor. Y lo digo
por experiencia.
Cuando llegué aquí con mi filosofía del trópico, aquella de
que me da lo mismo que crezcan los niños o los accidentes, descubrí que cada
uno de mis compañeros eran meteorólogos expertos. Ellos están pendientes
constantemente del clima, día por día, hora por hora. Saben cuándo va a llover,
que dirección trae el agua, cuándo empieza y termina, de dónde viene el viento,
cuándo, cómo y ´donde va a nevar, qué cantidad de nieve va a caer, etc.
Saben porque tienen que planificar el día. Saben porque
tienen que organizarse. Si te equivocas de abrigo, de zapatos, si se te olvidan
los guantes, el frío te las cobra. Si no reparas el techo en verano, se te
puede caer en los meses siguientes. Si no reparas las calles y cortas los
árboles en el calor, cuando llega la nieve no puedes hacer nada. Si no miras
donde pisas mientras caminas, puedes terminar en un hospital.
No creo que el frío pueda diferenciarnos del todo en ricos y
pobres, organizados y desorganizados, en metódicos o espontáneos. Existen otras
miles de razones. Pero si creo, por la forma en que vivo hoy, que en algo
contribuye al desarrollo humano y social. Ojalá no existiera, pero si existe, entonces
hay que aprovecharlo.
Las personas que no conocen llegan a pensar que la vida se
paraliza, que la gente no sale de la casa, que deja de haber pan en el
supermercado, que no se puede echar gasolina, etc. Nada de eso, no podría ser,
porque entonces la vida dejaría de existir por tres, cuatro, cinco meses cada
año. Se vive aquí igual que todos los días y este no es el peor lugar del mundo
para invierno, se vive incluso en los peores lugares. Si es cierto, cambia un
poquito la forma, pero todo se mantiene. Paso en las mañanas por frente a
escuelitas primarias y a los niños, incluso pre primarios, los sacan, no sé exactamente
qué tiempo, a jugar en los jardines y parques de las escuelas. La nieve no
muerde, por lo que, si naciste y te toca vivir en lugares como este, tienes que
aprender a manejarla.
En realidad, no sé qué ocurrirá este invierno, o no sé
exactamente lo que ocurrirá dentro de él, porque recuerdo que, en nuestro
primer frío, año 2013, nevó hasta los primeros días de mayo. Entonces para qué
preocuparme o peor, sufrir por lo que pasará este año, al final eso, sólo otro
invierno más.
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