lunes, 18 de mayo de 2020

Verdades como roca. Se pudiera mejorar, pero ...

Los momentos de crisis son bueno, dicen los teóricos de las crisis, porque de ellos salen luego las mejores ideas, las mejores soluciones. Los seres humanos se imponen, unos a través de las ideas o religiones, otros, a través de la ciencia y los inventos.

Pero también los tiempos de crisis son complicados porque por la urgencia propia del momento, sacan lo peor o las cosas malas de las personas que luchan por la sobrevivencia. Entonces se ve que, por ejemplo, las críticas a los gobiernos y políticos aumentan exponencialmente, nada parece bueno; entre dos amigos viejos, cuando aparece la primera discordia, somos capaces de sacarnos lo que ocurrió hace 10 años, cosas incluso que nada tienen que ver con lo que generó la crisis. Los matrimonios en disolución son otro buen ejemplo, dañados, apelamos a historias que ocultamos durante toda la vida y las ponemos sobre el tapete de la mesa, cosas así como, … cuando nos casamos tú me dijiste que …, aquella vez que me engañaste …, el día aquel que me dejaste sola y te fuiste con tus amigos…, nunca ha soportado la forma en que cocinas, roncas cuando duermes y no me dejas descansar, no jugabas nunca con el niño …,  pero tú lo dejaste llorar por dos horas, etc., etc., etc.

Pasa exactamente igual frente a las crisis económicas, políticas, etc. Muy pocas veces nos dedicamos a ver qué hicimos mal y siempre nos resulta más fácil optar por la posición de victimas y echarles la culpa a otros. La propia convulsión creada por la crisis nos mete en el camino de criticar todo dentro de lo que está ocurriendo, a veces con conocimientos de causas, a veces a puro sentimiento.

Y eso es lo que ha pasado, creo, en estos momentos. Todos, exactamente todos, queremos dar una explicación, queremos encontrar culpables y, sobre todo, queremos que se adopten lo que consideramos nuestras soluciones. Nos fajamos entre nosotros mismos, exponemos nuestras ideas totalitarias, nos cuestionamos todo lo que ocurre y, sobre todo, creo, dejamos escapar nuestras frustraciones, sin decir obviamente, que lo son. Disfrazamos nuestros problemas, incapacidades, por qué no, nuestros miedos, en ideas aparentemente solidarias y de preocupación por esa palabra inmensamente grande que es la humanidad. No le damos un plato de comida a nuestro vecino más cercano, porque consideramos que no es “políticamente correcto” o nos da pena romper las barreras culturales, tradiciones, etc., pero estamos interesados y muy preocupados por resolver el hambre a nivel del planeta, por supuesto, sobre todo para cubanos, sin haber plantado un árbol o criado una gallina.

El Coronavirus, quizás la única verdadera crisis grande que hemos pasado muchos, es ahora nuestro protagonista. Todos somos médicos, todos somos políticos, todos, incluso los que no hemos podido arreglar nuestras vidas y vivimos dentro de un gran desastre familiar e individual, pretendemos resolver el asunto de la pandemia, no sólo en nuestra localidad, sino en todos y cada uno de los lugares donde existe un contaminado.

No somos científicos, pero exigimos una vacuna, no somos políticos, pero nos parece que todos los políticos están actuando mal, no somos economistas, pero pretendemos arreglar la economía de nuestros países. Un día nos levantamos y criticamos la idea de ir abriendo la economía poco a poco, basados en la idea altruista de que las personas son más importantes que el dinero y otro nos quejamos porque no acaban de abrir mi restaurante preferido donde acostumbro a celebrar mi cumpleaños.

Y esto no está mal, para nada, de los malos momentos salen las mejores ideas, dicen los teóricos de los malos momentos, sólo que como nuestro esfuerzo está mal encausado, lo de las buenas ideas demora. Sería mejor, salir a la calle y entregar comida gratis, sería mejor ofrecer nuestra ayuda al viejo que vive al lado o debajo, sería mejor incorporarnos como voluntarios, pero estamos tan metidos en las evaluaciones macro, que no nos da tiempo. Nuestras buenas intenciones están encaminadas a los grandes grupos de personas que están lejos, a las grandes campañas de salvamento, a salvar a las hormigas de la selva amazónica o las flores comedoras de carne en Australia. En realidad, seguimos comprando comida que luego echamos a la basura, cerramos la ventanilla de nuestros carros cuando pasamos por al lado de un homeless, nos disgustan los africanos porque huelen diferente y no nos gustan los chinos porque comen diferente.

Entonces no voy ahora a hacer una apología del capitalismo, porque el capitalismo tiene de sobra teóricos que tratan de metérselo a la gente por los ojos. No voy a tratar de que me crean, por mucho que aclaro que escribo, casi siempre, ajustándome a lo que veo. Trato de no mentir, entonces, sólo voy a contar.

Debo declarar que no conozco exactamente cómo funciona el sistema de seguridad social, ni tan siquiera el de salud de los Estados Unidos. Creo, sinceramente que es tan, pero tan diverso y complicado, que muy pocas personas pueden nombrarse expertos en el tema, pero me llama la atención escuchar que esto no existe, como lo he escuchado, o que es mejor o peor que el de determinado país del mundo.

Viviendo aquí y pensando, no sé cómo existen esos criterios tan categóricos, más allá de que conozco que existen determinados aspectos que pueden ser mejor en determinados países con relación a otros para determinados casos y personas específicas. Ejemplo, mucho escucho del sistema de salud canadiense, gratis, lo que es muy bueno, pero luego me entero de que en ese sistema canadiense una tomografía axial computarizada, (TAC por sus siglas en inglés) puede demorar en hacerse 6 meses. Una operación de corazón puede tener a un paciente esperando la misma cantidad de tiempo. Conozco y lo puedo asegurar entonces, que muchos canadienses, vienen a Estados Unidos y pagan por resolver sus problemas lo antes posible. Todos desde afuera queremos vivir en Canadá, luego cuando llegamos allí descubrimos que los canadienses también se quejan.

Haré dos cuentos cortos de mi experiencia, que nada tienen que ver, por suerte con el Coronavirus, para el cual considero que nadie, ningún científico, ningún gobierno, local y central, ninguna economía, ni los mismos “sabios” políticos estaban preparados.

Crucé la frontera como muchos cubanos, traía una maleta, un pasaporte y como recuerdo un infarto que me había dado en República Dominicana, que realmente fue noble, no me mató y un muellecito dentro de una arteria, para garantizar el flujo de sangre hacia mi corazón. Al cruzar la línea amarilla que separa a México de Estados Unidos, me entregaron, no por lindo, no por especial, no por importante, menos por poseedor de un cerebro privilegiado o dueño de un gran invento, los papeles que me garantizaban mi vida legal dentro de la Unión y, dentro de ellos, un seguro médico total, por un período de 8 meses.

El infarto no me mató, pero, a pesar de que todo parecía bien, continuaba yo con un dolor en la espalda que achacaba a temas musculares. Ya imaginan, cremas, masajes de mi enfermera personal Martica, dormidera en el piso, etc. Un día, yo en busca de pastillas solamente, paré en la consulta de un cardiólogo, estaba bien aparentemente, por aquellos días trabajaba como cargador de jamones en la fábrica donde Ruso era supervisor, mi primer trabajo casi “inhumano” en Estados Unidos. Al conocer mi historia, el cardiólogo me recomendó exámenes. Al día siguiente me vi corriendo sobre una estera lleno de cables en el pecho. Al día siguiente me vi sentado en la consulta del mismo médico, el cual me dijo, en resumen, tienes el muellecito bloqueado, cosa que pasa y entonces, como eres joven, te recomiendo una operación de corazón abierto para insertarte una arteria que garantice irrigar bien tu fuerte corazón.

Minutos que no voy a contar, recuperación psicológica frente a mi familia que esperaba ahora que me portara todo lo bien que yo decía que había que portarse. Pregunta, ¿cuándo sería la operación? Esperando yo, con experiencia cubana, que la respuesta sería, vete a admisión y saca un turno para dentro de 8 meses o déjame ver cómo puedo insertarte en los miles de casos que tengo, etc., lo que me daría tiempo a acostumbrarme. Pues no, la respuesta, que yo no esperaba y para la cual no estaba preparado e incluso la respuesta que cuesta trabajo imaginar por todo lo que uno supone y lo que no supone que existe detrás de una operación de las llamadas a corazón abierto, fue, mañana. ¿Mañanaaaaa? Casi grito yo. 

El cuento es corto, ya escribí en detalles sobre esto en este blog. Me entregué caminando, me despedí de los míos, por si acaso la bomba no arrancaba, me durmieron, me imagino el trasteo porque he visto algunos videos en YouTube y me desperté en una habitación muy confortable del hospital. Médicos, risas y frases cariñosas. A la mañana siguiente me dijeron párate y camina, no tienes nada en las piernas, a lo que respondí, ¿Caminarrrrrrrr? El grato recuerdo de un norteamericano que, caminando frente a mí junto a su esposa, me paró en el pasillo y me dijo que yo era su inspiración. Salida del hospital caminando, como todo hombre cubano y fuerte, negado a sentarme en una silla de ruedas; a los tres días estaba en mi casa sentado frente a mi televisor. ¿Cuánto pagué? 0 dólares. El seguro que tenía, el que me entregaron en la frontera como parte del plan para ayudar a mi inserción en la sociedad norteamericana, pagó todo. Esa es mi experiencia a los pocos meses de llegar, todavía no conocía la ciudad donde vivo.

Luego me conseguí una clínica gratis, pues necesitaba garantizar las pastillas que tomo todos los días para controlar el mejor funcionamiento de mi cuerpo. Allí, todos, médicos, enfermeras, especialistas, dentistas y oftalmólogos, atienden a decenas de personas todos los días, sin que haya que pagar nada. Asistí a esa clínica mensualmente por muchos años, donde además me regalaban cariñosamente caramelos. Me era tan fácil y conocida que, incluso, teniendo luego seguro médico, seguía asistiendo allí. Si, puedo parecer anormal, pagaba seguro médico, pero seguía asistiendo a aquella clínica. Jamás me preguntaron mi procedencia, menos mi filiación política o religiosa y puedo asegurar que jamás pagué un centavo por ninguna atención, ni por los caramelos.

Al volver a trabajar, tuve que correr por el tema seguro médico. Aquí en Nebraska es obligatorio que las empresas provean de un seguro a sus trabajadores. Fue cómico y frustrante a la vez. Un día fui a la oficina, llené papeles y me entregaron un folleto en inglés que tenía 200 páginas, donde se explicaba en detalles los beneficios del seguro. Miré a mi compañera y le pregunté si tenía que leerme todo aquello, mi condición de extranjero, casi acabado de llegar, me permitía algunos lujos que disfrazaran mis desconocimientos. Ella, como siempre, me miró, me dijo, jamás lo he leído y me sonrió agradablemente, me depositó el folleto en mis manos y cambiamos de tema.

No contento y necesitado de aprender, me dediqué a preguntarle a mis compañeros para que me explicaran sobre el seguro. No logré que me ayudaran. Los temas de seguros médicos son tan diversos y existen tantos seguros, en dependencia de cada caso y cada selección, que ninguno de mis compañeros podía darme una respuesta única que era lo que yo, cubano, quería. Ellos nacidos aquí, no conocen para explicar, más allá de su ejemplo. Ellos, nacidos aquí, no son expertos en sistemas de seguridad social, ni tan siquiera en seguros médicos.

Entonces, sinceramente, por aquello de dónde quiera que fueres has lo que vieres, a partir de ahí, tampoco yo soy, debo reconocer, muy conocedor e interesado en temas laborales, hago lo que muchos, pero muchos, hacen. Pago un seguro médico mensualmente, que viene descontado de mi cheque, voy a un hospital, clínica o farmacia, entrego mi tarjeta de seguro, ellos se encargan de los trámites, ellos me atienden que es para mí lo necesario e importante, me atienden bien, en segundos, cariñosamente, el seguro paga lo que paga y luego yo si necesito pagar algo extra, pago mi parte.

Puede ser muy complicado teóricamente, puede mejorarse hasta el infinito, puede ser que existan miles de experiencias mejores, pero para mí, trabajador, es fácil y sobre todo conveniente, no puedo sufrir por lo que pasa en el Principado de Mónaco. Saco un turno, la atención es exacta, el seguro cubre una parte y yo, si tengo, pago la otra.

¿Qué pasa con mi parte a pagar? Pues, al recibir la factura, el famoso bill, pago lo que tengo que pagar, puedo pagarlo por internet, por celular o enviando un cheque, todo esto sin salir de mi casa. Si no puedo pagar el monto completo o sencillamente no quiero hacerlo porque tengo otros gastos, pues llamo al lugar, hago un acuerdo de pago con la clínica u hospital, ellos me preguntan cuánto puedo o quiero pagar, yo respondo una cantidad exacta, que puede ser que me permita pagar en dos plazos o en seis, o en veinte, cerramos el trato y cada mes yo recibo en mi casa el bill por la cantidad acordada. Así de exacto, lo pueden creer.

Existen diferentes seguros, imagino, no los conozco a profundidad, los que garantizan todo y pagan todo, claro son más caros. Existen seguros de atención de salud generales, más seguros para la visión y para la atención dental, cuyas combinaciones en cada caso, o sea, individuo, esposa, hijos, más servicios asegurados, etc., hacen una oferta a estudiar gigantesca y es por eso por lo que no entiendo cómo se puede asegurar que existe o no, que es bueno o no, viviendo además en Copenhague.

Sería negocio que todo fuera gratis, claro, eso lo sumaríamos a la luz del Sol, a la belleza de La Luna, a la necesaria y a veces romántica lluvia, al movimiento de las aguas en ríos y mares, pero … ¿Se podría? Si, estoy convencido. Los países ricos, como Estados Unidos, ¿podrían destinar un presupuesto mayor a esto? Si estoy convencido, sólo tendríamos que dejar de producir algunos submarinos o portaaviones, algunas ametralladoras, solo tendríamos que dedicar un poquito menos a la politiquería, ajustar algunas plantillas en los gobiernos locales, estatales, federales, cuadrar con las farmacéuticas para que no ganen tanto, rebajar el salario de cada persona y cobrar más impuestos, lograr que cada individuo piense en el bien colectivo en momentos de paz y no crisis, pero …

Podríamos hacer una revolución democrático popular, antimonopólica, antimperialista, socialista con vías al comunismo, monopolizar todo, estatalizar toda la economía y los servicios, quitar a los ricos para repartir a los pobres, creando entonces más pobres, etc., pero entonces … Se podría hacer gratis para todos, entonces los pobres y los trabajadores pagaríamos nada y también los multimillonarios pagarían nada. El proletariado mundial se beneficiaría, pero pudieran comenzar los abusos, porque vengo de un país donde parece que las personas, que no tienen nada que hacer, van a pasear a los hospitales y gustan de conocer y hablar todos los días con los médicos o personas que son expertas en certificados médicos por depresión con internamiento de medio día en hospitales de día, pero entonces, quizás, sólo digo quizás, para hacerse un TAC se tenga que esperar 8 meses o el médico tenga que robarle a su compañero el estetoscopio para chequearle a su paciente los latidos del corazón.

Esa es mi experiencia y declaro que me siento incapaz de proponer una idea abarcadora para arreglar este problema. Creo que habrá que estudiar mucho, es más que una idea para campaña política o para criticar a los políticos. Obama, mi querido mulato presidente y aclaro, lo de mulato es de cariño, el hombre de la risa amplia, el que, como tantos otros norteamericanos se fue a pasear a Cuba, él de gratis, o sea, con el presupuesto de la Casa Blanca, nos dejó a Martica y a mí, de recuerdo un bill de 1200.00 dólares a pagar obligatoriamente cuando hice el reporte de mis taxes, por meses que estuve sin seguro médico. Digamos que una especie de multa retroactiva demócrata. Duro.

Ahora vamos a lo que veo y que también se relaciona con el sistema de seguridad social y el de salud que, hoy, en momentos de crisis, muchos dicen que no existe o no funciona. Primero debo aclarar que he pedido permiso a los protagonistas de esta historia para hacer público el cuento. Segundo, lo que voy a contar es exactamente la verdad, de un caso particular, pero que puede considerarse como general, porque este caso no tiene nada de condiciones o tratos especiales, o sea, aunque no conozco qué pasa exactamente en Colorado, Wisconsin, Utha, California, New York y en el resto de los estados, pero al formar parte de la Unión, en todos y cada uno de esos lugares, adaptado a las características y leyes de cada uno de ellos, puede pasar más o menos lo mismo. Como dice el influencer cubano, KarlitosMadrid, datos no ideas.

Como antecedente diré que hablaré de Gladys Escalona. Para los que vivieron o viven en Víbora Park, es una persona muy conocida, mamá, por orden de aparición, de Miriam, Ruso y Richard. Mujer líder por muchos años de la casa y familia de Roma 376, exactamente frente a la casa donde crecí y viví, entonces conozco bien su historia.

Cuento corto, Gladys, con sus tres hijos en Estados Unidos, decidió un día emigrar. La idea para muchos en Cuba y aquí, pareció una locura; cómo se le ocurría a una vieja venir a vivir al “monstruo”. Por suerte muchos apoyaron la idea y entonces Gladys a sus 82 años llegó a Lincoln, Nebraska. Ruso, el autor intelectual de los trámites, papeles, documentos, etc., Richard el verdadero héroe de esta historia, pues es él quien, a nivel de princesa, cuida de su madre diariamente, responsabilizado con todos y cada uno de los aspectos de la vida de Gladys, su “paquete” como cariñosamente le llama.



Gladys llegó y según la tradición aquí, todo el mundo tiene que pagar, entonces nos dispusimos a buscarle trabajo de chofer de camión, en la construcción, en la fábrica de Ruso colgando jamones, en Walmart, limpiando carros, etc., pero nada apareció, a los empleadores podía parecerles un poquito “mayorcita”. Entonces Gladys, que llegó por su estatus migratorio con la tan aspirada residencia norteamericana, tuvo que depender de sus hijos, pizzas, helados, frutas, pastillas, etc. Y eso me recordó una película que vi en la universidad, que mi amigo Briñis me recueda el nombre, Cielo Despejado. El film era una obra soviética, de las prohibidas para exhibir en la TV nacional, La imagen de un cielo oscuro, todo el tiempo nublado, fue la escogida por el director para reflejar el período y todos los problemas del gobierno de Stalin. Para muchos, sin saber bien, Gladys viviría en un cielo nublado. Para muchos, que no sé por qué funciona así, esa sería la venganza, con el tradicional, _ “se los dije”.

Pero corrió el tiempo y corrió, pasaron 5 años, o sea, ahora Gladys con 87 años, se hizo o la hicieron ciudadana americana y como en la película soviética, donde el cielo nublado como símbolo de problemas se abre y convierte en un cielo azul claro, iluminado, sin nubes, cuando muere Stalin y lo sucede Nikita Krushov, el cielo de Gladys también se despejó. Ahora la mamá de nuestros amigos está, porque le toca, en manos de la seguridad social del estado de Nebraska, en representación del gobierno central de los Estados Unidos. Nadie preguntó el por qué, nadie a valorado cómo vino, nadie se ha cuestionado si trabajó aquí o no, menos si ella puede pagar o no puede pagar. Sencillamente le toca.

Ahora sin hablar de política, sin que yo pretenda como dije, hacer una apología, sin que pretenda ahora comparar con algún otro lugar, sólo la idea es dar información para que cada cual piense y, sobre todo, quizás sirva para ayudar a aquellos que dicen que la seguridad social en todos los Estados Unidos no existe o no funciona. ¿Qué es lo que le toca a esta anciana de 87 años?

Todo ciudadano norteamericano de más de 65 años, que no tenga un retiro decoroso, como resultado de sus muchos años de trabajo, tiene estas posibilidades que describo. Ya sé que los inconformes podrán decir: _ “si claro, los ciudadanos, pero y el resto” y entonces ahora les digo, hablo sobre los ciudadanos y sobre lo que veo, las otras variantes, sobre las que si quieren luego puedo escribir, tienen otras salidas.

Gladys sencillamente por su edad, necesita ser acompañada y cuidada, por lo que tiene el derecho, previa aceptación de su familia, de ir a un lugar, especie de lo que conocemos en Cuba como asilo de ancianos, donde existe atención médica, alimentos especiales según edad, padecimiento, gustos, etc., cuidados, higiene, las 24 horas del día, a la más alta calidad imaginable. Lugares encargados de llevarla a hospitales, dentistas, etc., en el supuesto caso que requiera de una atención o servicio especializado. Más calidad que en cualquier otro centro de salud, donde los familiares y amigos, pueden ir a visitarla todos los días, a cualquier hora del día. Todo esto de gratis.

Esta opción no fue la escogida por mis amigos, entonces Gladys permanece en su casa, pero tiene una persona, de lunes a viernes, de 8 am a 5 pm, que la atiende, por la cual el gobierno, no los familiares, paga un salario decoroso. Esta persona acompañante puede ser un familiar, una persona que la familia busque y recomiende o una persona que el propio gobierno pone. Incluso, uno de los familiares podría ganar dinero, por 8 horas diarias y por los fines de semana que se dedica a cuidar a su madre. Mis amigos no pagan por esto, el servicio lo paga el gobierno. El salario promedio para una persona que se dedique a cuidar ancianos ronda alrededor de los 14.00 dólares la hora, más que decoroso para nuestra realidad, con todos los beneficios de otro cualquier trabajador, que le permite a la persona vivir decentemente.

Gladys puede recibir, previa solicitud de los familiares, su comida diaria, o sea, una persona que diariamente, todos los días, trae la comida que ella necesita ingerir, cocinada del día y que, por supuesto, controlada por médicos y especialistas en alimentación, reúne las condiciones que ella, no cualquier viejo, sino ella, necesita para su alimentación, o sea, tipo de carnes, sal, carbohidratos, azúcares, etc. Día por día comida balanceada y variada de gratis. No como aquel cuento, sobre el que también me parece haber escrito, donde en una de mis visitas obligadas casi semanalmente al zoológico de 26, todos los animales, desde los monos que estaban a la entrada por la derecha, los leones, que ya para aquellos años parecían alfombras y el elefante, el mismo mío que el de mis hijos, comían lechuga y berenjenas.

Una vez a la semana, Gladys recibe la visita de una enfermera especializada en geriatría, que la chequea totalmente, además una visita al mes de una trabajadora social, encargada de verificar la limpieza, de que existan las condiciones de higiene, que tenga su comida y ropas adecuadas, más comodidades que se necesitan para pasar la vejez. Estas visitas son regulares, sistemáticas, seguras y más todas las demás visitas necesitadas, resultan gratis para la familia.

Gladys recibe una ayuda económica. Una cantidad de dinero en efectivo, que está alrededor de los 500.00 dólares y otros 150.00 dólares en cupones para comida, todos los meses. No tiene que ir a ningún lugar, no tiene que hacer colas, no tiene que recordarle a nadie. Todos los meses, su tarjeta de cupones para comida, aquí food stamps, le es recargada, igual que la del dinero en efectivo, que pueden servir para pagar una revista que ella quiera leer o unas cervecitas para sus amorosos hijos.

Todas las medicinas que Gladys necesite, para lo que sea, da igual, son gratis, o sea, en realidad ella no tiene que pagarla, la paga su seguro médico. No importa el tipo, la cantidad, el monto. Todo para la mamá de mis amigos sale “free”.

Entonces, además, todos los meses, Gladys recibe, como ayuda, aquellos materiales de higiene, más, complementos dietéticos, que ella necesita y que me remito a exponer en fotos para aquellos que puedan decir: _ “na´ eso no puede ser tan verdad”. Todos los meses, gratis, los familiares de Gladys, mis amigos, reciben, por ejemplo, materiales de higiene, toallas húmedas, pañales desechables, sábanas impermeables para cama, guantes, botellitas de un líquido saborizado que se utiliza para que los viejos estén protegidos, alimentados, puedan ir fácilmente al baño, etc., que incluso uno puede escoger el sabor o la combinación de varios.

Gladys algún día necesitará ir a un hospital para servicios más especializados, entonces hay que llamar a un teléfono y viene una ambulancia, que aquí son como naves espaciales, a recogerla y llevarla al lugar donde ella tiene que ir. Gratis. Todo lo que ocurre dentro del hospital, todo, exactamente todo mientras viva, lo pagará su seguro médico, o sea, para los familiares sale en 0 dólares.

En fin, que para haber hecho poco o nada, para haber llegado hace muy pocos años, sólo por ser mayor de determinada edad y tener la condición de ciudadano, una persona como Gladys, ahora con 87 años, tiene bastante garantizado y sus familiares también. Eso se llama o forma parte de la Seguridad Social de Estados Unidos. Eso se llama sistema de salud y atención.

No voy a hablar de Cuba ahora, sólo diré que conozco la historia. Vi envejecer a mis familiares y morir a varios de ellos mientras estuve allí. Conozco los asilos de ancianos por dentro. Tengo allí a mi madre con 76 años y a mi suegra con 92 años, heroínas de la resistencia. En ellas, sobre todo en ellas, pienso mientras escribo.

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