Siempre es complicado pensar
y hablar sobre temas filosóficos y políticos. Se corre el riesgo de, por
desconocimiento o maldad, omitir o tergiversar informaciones importantes con el
objetivo de defender determinada posición. Las discusiones sobre lo que se debe
hacer en el plano de las ideas se tornan inacabables, porque por lo general
nunca se está de acuerdo del todo con la tesis que el otro puede exponer o
apoyar. Lo de la democracia, la libre expresión, el respeto a la idea del otro,
la comprensión y aceptación pacífica del otro, no nos viene muy fácil a los
cubanos. Somos menos suecos o noruegos y más curros, por aquello de si muero en
…, que me entierren en …, sólo para joder. Entonces soy consciente del riesgo que
corro desde mi posición, al intentar definir un pedacito de estos temas. Es
como caminar constantemente sobre una cuerda floja con un enorme viento
arremolinado alrededor.
No existe un cubano que
haya vivido en Cuba después del 59, que no fuera afectado por la política e
ideología, porque por encima de todo, una parte de los revolucionarios que triunfaron
y luego se convirtieron en gobierno hasta hoy, fueron y son ideólogos o simples
máquinas repetidoras. A partir de 1965, el fundado Partido Comunista de Cuba, reuniendo
a las llamadas fuerzas progresistas de la sociedad cubana, más que
progresistas, las que habían participado de alguna forma en la lucha contra
Batista, no sólo se convirtió en único partido, sino que ejecutó muy bien, para
los líderes, lo de la guía para la sociedad.
Estuvieras de acuerdo o
no, te gustara esa forma de pensamiento o no, el Partido Comunista de Cuba se
metió en todas y cada una de las expresiones de la vida cubana. El partido dirigió
todas las enseñanzas, desde la primaria, o sea, los niños, hasta los posts
universitarios. El partido se metió en toda la esfera económica, o sea, las
empresas productoras, compañías de servicios, fincas agropecuarias, agricultura
y ganado, exportaciones, banca, etc. El Partido Comunista Cubano lidereó las
aventuras de guerras y guerrillas en el exterior en las que Cuba tuvo muchísima
participación y para colmo se metió en las familias, los abuelos, padres y los
hijos, llevando la batalla ideológica a cada casa, a cada desayuno, a cada
fiesta de cumpleaños, a cada muñequito, película, obra de teatro, música,
libro, etc., que se podía disfrutar, etc.
Y fue así, aunque hoy,
ya muchos no quieran recordar. Nací en 1963 y no recuerdo una parte de mi vida
donde el Partido Comunista de Cuba no estuviera presente. Para muchos, incluso
para los que no entendían o no estuvieron de acuerdo, el PCC y la ideología
marxista leninista, con aderezo fidelista, fue una medicina o veneno diario a
tragar. Cuba es un buen ejemplo de la influencia ideológica de un partido
político único en el poder, porque además Fidel Castro, sobre su persona,
durante décadas, fue el gobierno, el ministro de todos los ministerios, el jefe
del ejército, el que tomó todas y cada una de las decisiones importantes y a la
misma vez fue el primer secretario del Partido Comunista de Cuba hasta que murió.
¿Cuándo era una cosa y cuándo la otra?, ¿Existió la diferencia entre el interés
del Partido Comunista, el gobierno y el propio Fidel como mortal?
La idea de consolidar y
monopolizar todo en las mismas manos estuvo siempre diseñada, no seamos ingenuos
o nos dejemos engañar. A los que apoyaron desde el comienzo esta variante, se
les concedió buena vida eterna. Los máximos exponentes del apoyo al fidelismo-marxismo-leninismo,
tuvieron dietas de langostas y whiskies garantizadas. Entonces quiero dejar una
idea, no mía, sino de Fidel Castro, cuando fue entrevistado por su excompañero
de clases, el luego abogado, profesor, periodista y político cubano, Ignacio Rasco,
en 1959, que por casualidad también de la vida, luego de 1960 se mudó a Estados
Unidos donde continuó su carrera como profesional y político.
La declaración, que por
sí sola da pie y posibilidad a escribir un libro, en el supuesto caso que
hubiera sido sincera, lo único que mostró fue una enorme inocencia que estoy
convencido que, ya, el por aquel entonces líder triunfante, no tenían. De ser prediseñada
como mentira, es entonces una de las más grandes mentiras que se pudo haber
dicho en épocas tan recientes al triunfo revolucionario como en el propio 1959.
Fidel, nada nuevo, necesitaba convencer más allá de las armas, a las fuerzas
cívicas y políticas de Cuba y entonces engarza estas ideas aparentemente nobles
sabiendo que llegarían endulzadas a los oídos de los escuchas, tal como ya se había
nombrado continuador de las ideas más nobles de José Martí a raíz del asalto al
cuartel santiaguero. Todo puro golpe de efectos.
En resumen, existen cuatro
ideas, que estoy convencido que no por casualidad fueron dichas y menos por
casualidad son reseñadas por mí ahora, el comunismo es la dictadura de una sola
clase, yo no voy a caer en la dictadura del proletariado, el comunismo
significa odio y el comunismo lucha contra Dios y la iglesia, ideas que, si se observan
detenidamente, se convirtieron en el plan de gobierno y las acciones más rápidas
tomadas para asegurar el poder inmediatamente después del 1 de enero de 1959.
Tal pudiera parecer que Fidel, con una enorme carga de ironía, le estuviera
diciendo a su excompañero de estudios, esto que te estoy diciendo que no voy a
hacer, es precisamente lo que pienso hacer, pero no se lo cuentes a nadie. Esas
ideas, en ese mismo orden se convirtieron no sólo en el plan de trabajo de la
Revolución Cubana, sino que, a pesar de las seis décadas que han pasado, continúan
siendo los pasos que organizan el camino del actual gobierno hasta hoy mismo en
la mañana.
Fidel murió, dicen que
sus cenizas descansan dentro de una piedra en Santiago de Cuba, Raúl como
estaba diseñado y pienso se esperaba, lo sustituyó por un corto tiempo que fue
más estéril que todo el tiempo de su hermano en el poder, luego se inventaron
un presidente, que lo mejor que ha dicho en todo este tiempo es que él es “continuidad”
de todo lo anterior, por lo que prima el desastre, la incapacidad, la crisis y
sobre todo, reforzada hoy para palear todo lo anterior, la intolerancia.
Más que nunca hoy es
cuestionada la labor del gobierno cubano, más que nunca el gobierno demuestra
su incapacidad para resolver lo mínimo dentro del país, comida y agua por sólo
señalar lo mínimo, más que nunca se escuchan voces en contra, voces ya no de la
llamada tradicional oposición, sino voces nuevas sobre todo muy jóvenes, lo que
hace que los burócratas llamados comunistas, interesados, al parecer, en estar
eternamente en el poder, pidiendo al pueblo que les dé un tiempo más y que hay
que continuar haciendo un sacrificio ya casi eterno, despliegan la única herramienta
que les queda a mano, la represión y utilizan hasta lo inimaginable para emitir
mensajes de aparente apoyo de la sociedad cubana.
Acabo de encontrar en
este orden un artículo publicado por un joven, Michel E. Torres Corona, recién
graduado de Derecho, publicado el 23 de abril en el periódico Granma digital, o
sea, la versión que sale sobre todo para el mundo, ya que el pueblo, pienso que
cada día menos, sigue leyendo la versión impresa. Recordar que el periódico Granma
es el Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, que,
aunque una vez escuché al mismísimo Fidel, cuestionado por algo que salió en el
periódico que lo ponía en aprietos, decirle a un periodista extranjero que no
se podía confiar en todo lo que decía el Granma, es el arma o brazo más directo
que tiene el Partido Comunista Cubano, verdadero director, ahora junto a los altos
militares, de toda la sociedad cubana.
Reproduzco aquí el
artículo completo textualmente, creo que, aunque nos parezca más de lo mismo,
es bueno leerlo, para entender qué y cuáles son los pasos hoy en el 2020 que se
están dando y luego reflexionaré sobre las ideas.
10
de abril de 2020 01:04:34
“¿Podría
ser viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la
voluntad hegemonista de los enemigos de la Revolución? El pasado y el presente
nos enseñan que la dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy
buenas intenciones que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia
el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha.
“” Emprenderemos la marcha y
perfeccionaremos lo que debemos perfeccionar, con lealtad meridiana y la fuerza
unida, como Martí, Maceo y Gómez, en marcha indetenible””, expresó Fidel en la
sesión de clausura del 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Casi tanto como la decisión de construir
el socialismo y transformar las relaciones de producción de corte
burgués-liberal, a la Revolución se le ataca por la estructuración del poder
estatal y por los elementos ideológicos, funcionales y normativos que acompañan
su desempeño.
En los últimos años, nuestro modelo
social y económico ha venido siendo objeto de una actualización, para
atemperarlo a los requerimientos de la época y del contexto geopolítico. Se
hace impensable repetir fórmulas de antaño, cuando hoy impera un orden mundial
signado por la unipolaridad.
Sin embargo, esta actualización no ha
socavado uno de los principios fundamentales del socialismo cubano en materia
sociopolítica: el sistema de Partido único, como guía y rector de la sociedad y
el Estado. De ello es muestra fehaciente la Constitución, aprobada en referendo
en febrero de 2019, y proclamada un día como hoy.
Sin duda, existen fundamentos históricos
que respaldan este sistema. Ya en el siglo xix, aun cuando los independentistas
coincidieran en la imperiosa necesidad de separar a Cuba de España por medio de
la insurrección armada, no existía un proyecto político uniforme que diera
solución a las ya clásicas problemáticas en torno a la conducción de la guerra
y la implantación futura del Estado cubano soberano.
La falta de unidad en las fuerzas
revolucionarias fue un factor decisivo en la firma del Pacto del Zanjón, en el
rotundo fracaso de la Guerra Chiquita y en el fallido Plan Gómez-Maceo, por
solo citar algunos ejemplos. Por ello, José Martí pensó en la necesidad de
fundar un Partido, que aglutinara y coordinara los esfuerzos de los patriotas
independentistas y guiara una Revolución que no se limitaría al éxito militar,
sino que implantaría un nuevo orden, una república «con todos y para el bien de
todos». Una Revolución que no sucumbiera ni ante los esfuerzos colonialistas
por preservar el status quo, ni ante la vocación antinacionalista y plañidera
de reformistas y anexionistas.
Un Partido que desafiara poderosas fuerzas
dentro y fuera del ámbito nacional y social, pudiera decirse.
Son conocidas las desavenencias entre
Martí y Maceo con respecto a cómo se debería conducir la guerra, la pérdida de
autoridad que sufriera el Partido luego de la muerte del Apóstol, y las
actitudes traicioneras y medrosas de Tomás Estrada Palma; pero es indiscutible
que el Partido Revolucionario Cubano (PRC) –fundado el 10 de abril de 1892– fue
vital para el inicio de la guerra del 95 y la concreción de un proyecto
político que, aunque frustrado por la intervención estadounidense y la
insuficiente asimilación por parte del mambisado del pensamiento martiano en
toda su extensión y en todo su peso, daría sus frutos años después.
La historia del prc de Martí fue una
poderosa influencia en el proceso revolucionario, que renaciera con el asalto
al cuartel Moncada y que tuviera su coronación el Primero de enero de 1959. Es,
sin embargo, luego del triunfo revolucionario cuando se evidencia aún más la
necesidad de unir todas las fuerzas en función del mismo fin. Primero, con las
Organizaciones Revolucionaras Integradas, luego, con el Partido Unido de la
Revolución Socialista de Cuba y, finalmente, el Partido Comunista de Cuba (en
cuya denominación siempre es válido declarar la marcada influencia del campo
socialista y del pensamiento soviético), la Revolución buscó la unidad de
acción política en un país asediado por las fuerzas reaccionarias del
hemisferio occidental.
En la actualidad, persiste la necesidad
de esa unidad de acción política, en un escenario complejo donde no faltan
falsos profetas que propugnan un retroceso a modelos de clientelismo político y
cacicazgos locales.
¿Podría ser viable un modelo
pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la voluntad hegemonista de los
enemigos de la Revolución? El pasado y el presente nos enseñan que la
dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy buenas intenciones
que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia el ejercicio del
poder político público por parte de coaliciones de derecha.
En el mundo de la política, los actos
son exteriorizaciones de intereses. Y el sistema de partido único es el que
defiende la idea de someter la ideología de un sistema político a un solo orden
de intereses: los intereses del pueblo. Y el Partido, como vanguardia
organizada de ese pueblo, no solo debe interpretar y dilucidar esos intereses
(en clave democrática, de acuerdo a la ley de mayorías), sino que debe
proyectar estrategias que coadyuven al aparato estatal a tomar decisiones
acordes con esos intereses.
Es pertinente, por ende, dilucidar
fundamentos jurídicos que respalden esas funciones del Partido, ese papel que
debe tener en la política nacional y en la compleja dinámica del sistema
político cubano.
El modelo de Partido único en Cuba se
define en la Constitución, que instituye al pcc como guía del Estado y de la
sociedad. Pero el pcc no tiene funciones electorales, no tiene potestad para
nominar o designar un candidato, para remover un cargo administrativo o para
suplantar atribuciones estatales, como la impartición de justicia o la
administración pública.
El modelo de Partido único no puede
emularse al de «unipartidismo» o «monopartidismo», pues esto implicaría que el
pcc acudiera a las elecciones como única opción posible. En cambio, la ley
cubana no establece como requisito para ser candidato (en ningún nivel de la
magistratura pública) el ser militante. Es decir, el Partido único forma parte
de un modelo político en el que lo que importa no es la filiación a una
organización sino la sujeción a intereses y voluntades populares.
Hoy, el modelo de Partido único es
blanco de ataques por parte de la plataforma de restauración capitalista que se
urde para Cuba, y que para ello se vale de medios impresos y digitales,
propaganda en redes sociales, creación y difusión de contenidos academicistas,
tergiversación de la historia y del ordenamiento jurídico, etc.
La defensa que debemos hacer del rol del
pcc ha de basarse en la profundización del conocimiento sobre la distinción
entre Partido y Estado, como elementos del sistema político cubano, la
diferenciación de las funciones partidistas (en todos sus diversos niveles) y
la promoción de investigaciones que brinden sustento científico a la defensa de
esta faceta tan distintiva de nuestra realidad política y social.
Cuando celebramos un año de la
promulgación de la Constitución vigente y otro aniversario más de la primera
Carta Magna que tuviera la República mambisa en armas, Cuba se halla inmersa en
una contingencia epidemiológica que casi parece abarcar cualquier ámbito de
discusión o reflexión. Sin embargo, más allá de este presente lleno de retos,
está el futuro y la tremenda responsabilidad que tenemos de pensar a Cuba y su
sistema político. El Partido y el Estado socialista de Derecho son, en ese
sentido, cuestiones medulares a defender y perfeccionar siempre.
Precisiones
Cerca de nueve millones de personas
participaron en las más de 133 000 reuniones. Podemos afirmar que no se trató
de una mera asistencia, sino que consciente, responsablemente y con absoluta
libertad, todos pudieron exponer sus criterios, lo que también contribuyó a
elevar la cultura jurídica de los ciudadanos. Hubo más de 1 700 000
intervenciones, de las que se derivaron unas 783 000 propuestas.
El pueblo, con su participación, se
convirtió en el verdadero constituyente. Bastaría reiterar que, como resultado
del aporte popular, el proyecto tuvo variaciones en casi el 60 % de su
articulado.
Es significativo que la mayoría de los
cubanos que ejercieron el voto pertenecen a las generaciones nacidas con
posterioridad al triunfo revolucionario, lo que refleja la fortaleza y
continuidad de nuestros principios.
Los resultados del Referendo son una prueba
inequívoca de esta afirmación. El 90 % de los ciudadanos con derecho
electoral concurrieron a las urnas, y de estos, el 86,85 % votaron a favor,
cifra que a la vez representa el 78,3 % del total de compatriotas con derecho
al voto, con la cual quedó refrendada la nueva Constitución de la República.
Relevante resultó también el 95,85 %
de las boletas válidas, y que solo el 9 % votó en contra. Con relación a este
último dato, en no todos los casos ello significó un rechazo al contenido
general de la nueva Constitución, sino que obedeció a criterios contrarios
sobre temas específicos.
Cuba demostró, una vez más, que desde
mecanismos democráticos y basados en el derecho a la libre determinación es
posible afianzar su sistema socialista como una alternativa viable en momentos
de una escalada en la agresividad del imperialismo, que intenta desacreditar
opciones progresistas de desarrollo social”.
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