viernes, 1 de mayo de 2020

Partido Único y además Partido Comunista. (Primera Parte)


Siempre es complicado pensar y hablar sobre temas filosóficos y políticos. Se corre el riesgo de, por desconocimiento o maldad, omitir o tergiversar informaciones importantes con el objetivo de defender determinada posición. Las discusiones sobre lo que se debe hacer en el plano de las ideas se tornan inacabables, porque por lo general nunca se está de acuerdo del todo con la tesis que el otro puede exponer o apoyar. Lo de la democracia, la libre expresión, el respeto a la idea del otro, la comprensión y aceptación pacífica del otro, no nos viene muy fácil a los cubanos. Somos menos suecos o noruegos y más curros, por aquello de si muero en …, que me entierren en …, sólo para joder. Entonces soy consciente del riesgo que corro desde mi posición, al intentar definir un pedacito de estos temas. Es como caminar constantemente sobre una cuerda floja con un enorme viento arremolinado alrededor.

No existe un cubano que haya vivido en Cuba después del 59, que no fuera afectado por la política e ideología, porque por encima de todo, una parte de los revolucionarios que triunfaron y luego se convirtieron en gobierno hasta hoy, fueron y son ideólogos o simples máquinas repetidoras. A partir de 1965, el fundado Partido Comunista de Cuba, reuniendo a las llamadas fuerzas progresistas de la sociedad cubana, más que progresistas, las que habían participado de alguna forma en la lucha contra Batista, no sólo se convirtió en único partido, sino que ejecutó muy bien, para los líderes, lo de la guía para la sociedad.

Estuvieras de acuerdo o no, te gustara esa forma de pensamiento o no, el Partido Comunista de Cuba se metió en todas y cada una de las expresiones de la vida cubana. El partido dirigió todas las enseñanzas, desde la primaria, o sea, los niños, hasta los posts universitarios. El partido se metió en toda la esfera económica, o sea, las empresas productoras, compañías de servicios, fincas agropecuarias, agricultura y ganado, exportaciones, banca, etc. El Partido Comunista Cubano lidereó las aventuras de guerras y guerrillas en el exterior en las que Cuba tuvo muchísima participación y para colmo se metió en las familias, los abuelos, padres y los hijos, llevando la batalla ideológica a cada casa, a cada desayuno, a cada fiesta de cumpleaños, a cada muñequito, película, obra de teatro, música, libro, etc., que se podía disfrutar, etc.

Y fue así, aunque hoy, ya muchos no quieran recordar. Nací en 1963 y no recuerdo una parte de mi vida donde el Partido Comunista de Cuba no estuviera presente. Para muchos, incluso para los que no entendían o no estuvieron de acuerdo, el PCC y la ideología marxista leninista, con aderezo fidelista, fue una medicina o veneno diario a tragar. Cuba es un buen ejemplo de la influencia ideológica de un partido político único en el poder, porque además Fidel Castro, sobre su persona, durante décadas, fue el gobierno, el ministro de todos los ministerios, el jefe del ejército, el que tomó todas y cada una de las decisiones importantes y a la misma vez fue el primer secretario del Partido Comunista de Cuba hasta que murió. ¿Cuándo era una cosa y cuándo la otra?, ¿Existió la diferencia entre el interés del Partido Comunista, el gobierno y el propio Fidel como mortal?

La idea de consolidar y monopolizar todo en las mismas manos estuvo siempre diseñada, no seamos ingenuos o nos dejemos engañar. A los que apoyaron desde el comienzo esta variante, se les concedió buena vida eterna. Los máximos exponentes del apoyo al fidelismo-marxismo-leninismo, tuvieron dietas de langostas y whiskies garantizadas. Entonces quiero dejar una idea, no mía, sino de Fidel Castro, cuando fue entrevistado por su excompañero de clases, el luego abogado, profesor, periodista y político cubano, Ignacio Rasco, en 1959, que por casualidad también de la vida, luego de 1960 se mudó a Estados Unidos donde continuó su carrera como profesional y político.


La declaración, que por sí sola da pie y posibilidad a escribir un libro, en el supuesto caso que hubiera sido sincera, lo único que mostró fue una enorme inocencia que estoy convencido que, ya, el por aquel entonces líder triunfante, no tenían. De ser prediseñada como mentira, es entonces una de las más grandes mentiras que se pudo haber dicho en épocas tan recientes al triunfo revolucionario como en el propio 1959. Fidel, nada nuevo, necesitaba convencer más allá de las armas, a las fuerzas cívicas y políticas de Cuba y entonces engarza estas ideas aparentemente nobles sabiendo que llegarían endulzadas a los oídos de los escuchas, tal como ya se había nombrado continuador de las ideas más nobles de José Martí a raíz del asalto al cuartel santiaguero. Todo puro golpe de efectos.

En resumen, existen cuatro ideas, que estoy convencido que no por casualidad fueron dichas y menos por casualidad son reseñadas por mí ahora, el comunismo es la dictadura de una sola clase, yo no voy a caer en la dictadura del proletariado, el comunismo significa odio y el comunismo lucha contra Dios y la iglesia, ideas que, si se observan detenidamente, se convirtieron en el plan de gobierno y las acciones más rápidas tomadas para asegurar el poder inmediatamente después del 1 de enero de 1959. Tal pudiera parecer que Fidel, con una enorme carga de ironía, le estuviera diciendo a su excompañero de estudios, esto que te estoy diciendo que no voy a hacer, es precisamente lo que pienso hacer, pero no se lo cuentes a nadie. Esas ideas, en ese mismo orden se convirtieron no sólo en el plan de trabajo de la Revolución Cubana, sino que, a pesar de las seis décadas que han pasado, continúan siendo los pasos que organizan el camino del actual gobierno hasta hoy mismo en la mañana.

Fidel murió, dicen que sus cenizas descansan dentro de una piedra en Santiago de Cuba, Raúl como estaba diseñado y pienso se esperaba, lo sustituyó por un corto tiempo que fue más estéril que todo el tiempo de su hermano en el poder, luego se inventaron un presidente, que lo mejor que ha dicho en todo este tiempo es que él es “continuidad” de todo lo anterior, por lo que prima el desastre, la incapacidad, la crisis y sobre todo, reforzada hoy para palear todo lo anterior, la intolerancia.

Más que nunca hoy es cuestionada la labor del gobierno cubano, más que nunca el gobierno demuestra su incapacidad para resolver lo mínimo dentro del país, comida y agua por sólo señalar lo mínimo, más que nunca se escuchan voces en contra, voces ya no de la llamada tradicional oposición, sino voces nuevas sobre todo muy jóvenes, lo que hace que los burócratas llamados comunistas, interesados, al parecer, en estar eternamente en el poder, pidiendo al pueblo que les dé un tiempo más y que hay que continuar haciendo un sacrificio ya casi eterno, despliegan la única herramienta que les queda a mano, la represión y utilizan hasta lo inimaginable para emitir mensajes de aparente apoyo de la sociedad cubana.

Acabo de encontrar en este orden un artículo publicado por un joven, Michel E. Torres Corona, recién graduado de Derecho, publicado el 23 de abril en el periódico Granma digital, o sea, la versión que sale sobre todo para el mundo, ya que el pueblo, pienso que cada día menos, sigue leyendo la versión impresa. Recordar que el periódico Granma es el Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, que, aunque una vez escuché al mismísimo Fidel, cuestionado por algo que salió en el periódico que lo ponía en aprietos, decirle a un periodista extranjero que no se podía confiar en todo lo que decía el Granma, es el arma o brazo más directo que tiene el Partido Comunista Cubano, verdadero director, ahora junto a los altos militares, de toda la sociedad cubana.

Reproduzco aquí el artículo completo textualmente, creo que, aunque nos parezca más de lo mismo, es bueno leerlo, para entender qué y cuáles son los pasos hoy en el 2020 que se están dando y luego reflexionaré sobre las ideas.

10 de abril de 2020 01:04:34

“¿Podría ser viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la voluntad hegemonista de los enemigos de la Revolución? El pasado y el presente nos enseñan que la dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy buenas intenciones que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha.
“” Emprenderemos la marcha y perfeccionaremos lo que debemos perfeccionar, con lealtad meridiana y la fuerza unida, como Martí, Maceo y Gómez, en marcha indetenible””, expresó Fidel en la sesión de clausura del 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba. 

Casi tanto como la decisión de construir el socialismo y transformar las relaciones de producción de corte burgués-liberal, a la Revolución se le ataca por la estructuración del poder estatal y por los elementos ideológicos, funcionales y normativos que acompañan su desempeño.
En los últimos años, nuestro modelo social y económico ha venido siendo objeto de una actualización, para atemperarlo a los requerimientos de la época y del contexto geopolítico. Se hace impensable repetir fórmulas de antaño, cuando hoy impera un orden mundial signado por la unipolaridad.
Sin embargo, esta actualización no ha socavado uno de los principios fundamentales del socialismo cubano en materia sociopolítica: el sistema de Partido único, como guía y rector de la sociedad y el Estado. De ello es muestra fehaciente la Constitución, aprobada en referendo en febrero de 2019, y proclamada un día como hoy.
Sin duda, existen fundamentos históricos que respaldan este sistema. Ya en el siglo xix, aun cuando los independentistas coincidieran en la imperiosa necesidad de separar a Cuba de España por medio de la insurrección armada, no existía un proyecto político uniforme que diera solución a las ya clásicas problemáticas en torno a la conducción de la guerra y la implantación futura del Estado cubano soberano.
La falta de unidad en las fuerzas revolucionarias fue un factor decisivo en la firma del Pacto del Zanjón, en el rotundo fracaso de la Guerra Chiquita y en el fallido Plan Gómez-Maceo, por solo citar algunos ejemplos. Por ello, José Martí pensó en la necesidad de fundar un Partido, que aglutinara y coordinara los esfuerzos de los patriotas independentistas y guiara una Revolución que no se limitaría al éxito militar, sino que implantaría un nuevo orden, una república «con todos y para el bien de todos». Una Revolución que no sucumbiera ni ante los esfuerzos colonialistas por preservar el status quo, ni ante la vocación antinacionalista y plañidera de reformistas y anexionistas.
Un Partido que desafiara poderosas fuerzas dentro y fuera del ámbito nacional y social, pudiera decirse.
Son conocidas las desavenencias entre Martí y Maceo con respecto a cómo se debería conducir la guerra, la pérdida de autoridad que sufriera el Partido luego de la muerte del Apóstol, y las actitudes traicioneras y medrosas de Tomás Estrada Palma; pero es indiscutible que el Partido Revolucionario Cubano (PRC) –fundado el 10 de abril de 1892– fue vital para el inicio de la guerra del 95 y la concreción de un proyecto político que, aunque frustrado por la intervención estadounidense y la insuficiente asimilación por parte del mambisado del pensamiento martiano en toda su extensión y en todo su peso, daría sus frutos años después.
La historia del prc de Martí fue una poderosa influencia en el proceso revolucionario, que renaciera con el asalto al cuartel Moncada y que tuviera su coronación el Primero de enero de 1959. Es, sin embargo, luego del triunfo revolucionario cuando se evidencia aún más la necesidad de unir todas las fuerzas en función del mismo fin. Primero, con las Organizaciones Revolucionaras Integradas, luego, con el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba y, finalmente, el Partido Comunista de Cuba (en cuya denominación siempre es válido declarar la marcada influencia del campo socialista y del pensamiento soviético), la Revolución buscó la unidad de acción política en un país asediado por las fuerzas reaccionarias del hemisferio occidental.
En la actualidad, persiste la necesidad de esa unidad de acción política, en un escenario complejo donde no faltan falsos profetas que propugnan un retroceso a modelos de clientelismo político y cacicazgos locales.
¿Podría ser viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la voluntad hegemonista de los enemigos de la Revolución? El pasado y el presente nos enseñan que la dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy buenas intenciones que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha.
En el mundo de la política, los actos son exteriorizaciones de intereses. Y el sistema de partido único es el que defiende la idea de someter la ideología de un sistema político a un solo orden de intereses: los intereses del pueblo. Y el Partido, como vanguardia organizada de ese pueblo, no solo debe interpretar y dilucidar esos intereses (en clave democrática, de acuerdo a la ley de mayorías), sino que debe proyectar estrategias que coadyuven al aparato estatal a tomar decisiones acordes con esos intereses.
Es pertinente, por ende, dilucidar fundamentos jurídicos que respalden esas funciones del Partido, ese papel que debe tener en la política nacional y en la compleja dinámica del sistema político cubano.
El modelo de Partido único en Cuba se define en la Constitución, que instituye al pcc como guía del Estado y de la sociedad. Pero el pcc no tiene funciones electorales, no tiene potestad para nominar o designar un candidato, para remover un cargo administrativo o para suplantar atribuciones estatales, como la impartición de justicia o la administración pública.
El modelo de Partido único no puede emularse al de «unipartidismo» o «monopartidismo», pues esto implicaría que el pcc acudiera a las elecciones como única opción posible. En cambio, la ley cubana no establece como requisito para ser candidato (en ningún nivel de la magistratura pública) el ser militante. Es decir, el Partido único forma parte de un modelo político en el que lo que importa no es la filiación a una organización sino la sujeción a intereses y voluntades populares.
Hoy, el modelo de Partido único es blanco de ataques por parte de la plataforma de restauración capitalista que se urde para Cuba, y que para ello se vale de medios impresos y digitales, propaganda en redes sociales, creación y difusión de contenidos academicistas, tergiversación de la historia y del ordenamiento jurídico, etc.
La defensa que debemos hacer del rol del pcc ha de basarse en la profundización del conocimiento sobre la distinción entre Partido y Estado, como elementos del sistema político cubano, la diferenciación de las funciones partidistas (en todos sus diversos niveles) y la promoción de investigaciones que brinden sustento científico a la defensa de esta faceta tan distintiva de nuestra realidad política y social.
Cuando celebramos un año de la promulgación de la Constitución vigente y otro aniversario más de la primera Carta Magna que tuviera la República mambisa en armas, Cuba se halla inmersa en una contingencia epidemiológica que casi parece abarcar cualquier ámbito de discusión o reflexión. Sin embargo, más allá de este presente lleno de retos, está el futuro y la tremenda responsabilidad que tenemos de pensar a Cuba y su sistema político. El Partido y el Estado socialista de Derecho son, en ese sentido, cuestiones medulares a defender y perfeccionar siempre.
Precisiones
Cerca de nueve millones de personas participaron en las más de 133 000 reuniones. Podemos afirmar que no se trató de una mera asistencia, sino que consciente, responsablemente y con absoluta libertad, todos pudieron exponer sus criterios, lo que también contribuyó a elevar la cultura jurídica de los ciudadanos. Hubo más de 1 700 000 intervenciones, de las que se derivaron unas 783 000 propuestas.
El pueblo, con su participación, se convirtió en el verdadero constituyente. Bastaría reiterar que, como resultado del aporte popular, el proyecto tuvo variaciones en casi el 60 % de su articulado.
Es significativo que la mayoría de los cubanos que ejercieron el voto pertenecen a las generaciones nacidas con posterioridad al triunfo revolucionario, lo que refleja la fortaleza y continuidad de nuestros principios.
Los resultados del Referendo son una prueba inequívoca de esta afirmación.  El 90 % de los ciudadanos con derecho electoral concurrieron a las urnas, y de estos, el 86,85 % votaron a favor, cifra que a la vez representa el 78,3 % del total de compatriotas con derecho al voto, con la cual quedó refrendada la nueva Constitución de la República.
Relevante resultó también el 95,85 % de las boletas válidas, y que solo el 9 % votó en contra. Con relación a este último dato, en no todos los casos ello significó un rechazo al contenido general de la nueva Constitución, sino que obedeció a criterios contrarios sobre temas específicos. 
Cuba demostró, una vez más, que desde mecanismos democráticos y basados en el derecho a la libre determinación es posible afianzar su sistema socialista como una alternativa viable en momentos de una escalada en la agresividad del imperialismo, que intenta desacreditar opciones progresistas de desarrollo social”.








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