Recuerdo que en varias ocasiones he escrito que me gustan los argentinos. Sigo siendo fanático a Fito Páez, ahora él más maduro, no puedo escuchar a Mercedes Sosa sin emocionarme y hasta encuentro encanto en aquel canto folclórico de Atahualpa Yupanqui, que dice “Porque no engraso los ejes me llaman abandona´o, Si a mí me gustan que suenen, ¿Pa que los quiero engrasaos?" Creo que el cine argentino es uno de los mejores de América Latina y dicen que la comida, sobre todo la carne, es muy buena. Se habla muy bien de la belleza de las mujeres en Buenos Aires. He descubierto recientemente a un psicólogo que aún a mi edad me enseña de forma muy pragmática sobre la vida y para colmo me he reencontrado con una antigua compañera de estudio que vive muy feliz en Argentina, por lo que supongo que yo también sería feliz viviendo allí. Quizás por eso la pasión y el respeto que siento sobre la historia que voy a contar.
Si hay personas que siempre me han inspirado una inmensa admiración son esas mujeres argentinas agrupadas en lo que se conoce como Madres de la Plaza de Mayo y Abuelas de la Plaza de Mayo. No sé por qué, no tengo idea, no soy argentino, ni tuve ninguna afectación personal con aquellos sucesos, no perdí a nadie, sin embargo, cada vez que me acerco a aquel momento, a aquellas mujeres, muchas nada jóvenes por aquellos años y los sucesos que lo caracterizaron, lo hago con un enorme respeto, tal como si algunas de ellas o todas fueran mi familia.
No voy a hacer aquí la historia completa, les recomiendo a que lean sobre ella. Es interesante, además conmovedora. Sólo hay que decir que, durante la férrea dictadura militar en Argentina 1976–1983, se calcula, algunos dicen que muy conservadoramente, que existieron 30 000 personas desaparecidas. Organizaciones argentinas e internacionales, más las declaraciones de familiares y los propios militares a cargo durante aquellos años, han afirmado que la cifra puede ser mayor, porque en realidad existieron muchos prisioneros y asesinados que nunca fueron reportados como tal y al no tener familia o quién los reclame, no aparecen en las listas, más que muchas familias por miedo no declararon a sus familiares desaparecidos.
En abril de 1977, tratando de pedir una audiencia al presidente de facto Videla y en espera de la atención de su secretario, 14 madres de prisioneros o desparecidos se dieron cita en la Curia Metropolitana, Buenos Aires. Al darse cuenta de que nadie las atendía y estaban perdiendo el tiempo, se movieron a la Palza de Mayo, lugar más céntrico, que está ubicada frente a la Casa Rosada, sede de la presidencia, lugar tradicional para manifestaciones políticas, bajo la siguiente idea muy lógica, individualmente no iban a conseguir nada, pero la presencia del grupo presionaría a que las recibieran.
Las 14 madres caminaron hasta la plaza y se quedaron paradas pacíficamente frente a la entrada de la Casa Rosada. Como existía un estado de sitio, policías se les acercaron para echarlas del lugar bajo el criterio de que estaba prohibido los grupos de más de tres personas. Ellas, haciendo caso omiso, comenzaron a caminar de dos en dos tomadas del brazo, alrededor de la plaza. La policía tuvo que soportarlo.
La próxima semana aparecieron más madres y así en los próximos encuentros. Ellas comenzaron a utilizar el pañuelo blanco que las identifica hasta hoy, hechos con pañales de niños, para representar a sus hijos y nietos desaparecidos. Esto es el comienzo de una lucha larga, con miles de dramas e historias que sobrevive hasta hoy a pesar del cambio democrático en Argentina a partir de 1983 con el gobierno de Alfonsín.
Guarden esta historia. 14 madres, caminando pacíficamente en círculos en una plaza, bajo una dictadura militar férrea y brutal, lograron crear un enorme movimiento, Madres de la Plaza de Mayo, cuando nadie quería hablar y menos reconocer el tema. Movimiento de amplio reconocimiento internacional, hoy con más de 40 premios internacionales.
Las Madre de la Plaza de Mayo pasaron de ser 14 mujeres que pacíficamente reclamaban los cuerpos de sus esposos, hijos y nietos, vivos o muertos, a más de 400 mujeres que se convirtieron en un prestigioso movimiento que lucha por los derechos humanos para el mundo, además de identificar a los militares que participaron durante la dictadura, asesinando, torturando, robándose niños bajo falsas adopciones, etc., para entregarlos a la justicia argentina para que paguen, o sea, sean juzgados y sancionados.
La historia demuestra esa famosa afirmación que dice que, cuando una madre pierde a un hijo, ya no tiene nada más importante que perder. Cuando una madre se siente despojada a la fuerza de eso que más quiere, esposo, hijo, nieto, es capaz de echarse el mundo a las espaldas y remover lo que tenga que remover. La historia que aún existe en Argentina es una muestra de que no existe el terror que paraliza cuando una madre tiene que defender a sus hijos y que el miedo humano y necesario, se supera constantemente.
Luego pasaron los años y en 1988, Sting, el casi genio, el casi único, el casi inigualable, estuvo en Buenos Aires por segunda vez. En aquella ocasión dio un concierto acompañado de otro inglés, Peter Gabriel. He visto ese video más de cien veces y les recomiendo verlo. Creo que no se puede ser visto sin uno emocionarse.
https://www.youtube.com/watch?v=-P9m-3mrflo
Como todo concierto de Sting, ahora acompañado de Gabriel, la expectativa fue enorme, la mitad del mundo siguió el evento y por supuesto miles de periodistas de las agencias más prestigiosas trataron de clasificar sus noticias. Miles y miles de personas en el lugar. Entonces Sting, ya marcadamente interesado por los problemas de los habitantes del mundo y ya con experiencia en campañas por la defensa de los humanos, en español, dijo:
“Cuando vine a Buenos Aires al año pasado, yo he visto miles de fotografías de desaparecidos. Hermosas jóvenes, jóvenes hermosos, niños hermosísimos. Yo me pregunto por qué la Junta Militar pensó que Argentina podría crecer sin estas bellezas. Yo me pregunto por qué la Junta Militar pensó que América Latina podría crecer sin este espíritu. Yo me pregunto por qué la Junta Militar pensó que el mundo podría crecer sin este talento. Esta canción está dedicada a los familiares de los desaparecidos”.
Luego, también es español comenzó a cantar su emotiva canción, “They dance alone”, (Ellas danzan o bailan solas), escrita precisamente para contar los sucesos de los desaparecidos, que mucho trabajo costó que fueran reconocidos.
“¿Por qué estas mujeres aquí bailan por su cuenta?
¿Por qué hay esta tristeza en
sus ojos?
¿Por qué los soldados están
aquí?
¿Sus caras fijadas como piedra?
No puedo ver qué es lo que
desprecian
Están bailando con los
desaparecidos
Están bailando con los muertos
Bailan con los invisibles
Su angustia no es dicha
Están bailando con sus padres
Están bailando con sus hijos
Están bailando con sus maridos
Bailan solas Bailan solas”
Grande Sting, en determinado momento de su canción, donde Peter Gabriel le acompañó en el coro, subió a un grupo de esas Madres de la Plaza de Mayo al escenario, con sus característicos pañuelos blancos y sus banderas blancas con sólo una silueta de un cuerpo humano sin rostro y una flor roja en las manos y les cantó la canción. Como si fuera poco, el Grande Sting dejó de cantar y acompañado sólo de la música, bailó con cada una de aquellas mujeres, con un respeto enorme, pero sobre todo con un contagioso cariño que desborda la pantalla del equipo donde se está viendo. Bailó con esas mismas mujeres sobre las que él había contado en su canción que bailaban solas. Bailó como muestra de reconocimiento y apoyo. Bailó para dar un mensaje al mundo. Bailó para que aquellas mujeres tuvieran con quien bailar.
“Es la única forma de protesta que tienen permitido
He visto sus caras silenciosas
gritar tan fuerte
Si ellos dijeran estas palabras
También desaparecerían
Otra mujer en la mesa de
tortura
¿Qué más pueden hacer? Están
bailando con los desaparecidos
Están bailando con los muertos
Bailan con los invisibles
Su angustia no es dicha
Están bailando con sus padres
Están bailando con sus hijos
Están bailando con sus maridos
Bailan solas Bailan solas”
Todo esto para llegar a lo que quiero contar sobre Cuba y quiero decir desde ahora que considero que los cubanos, ni somos menos, ni somos anormales, ni tenemos ningún problema que nos diferencia con el resto de las actuaciones de otros seres humanos de otras latitudes. No somos mongos y si es cierto que muchos no reaccionamos como la lógica indica que deberíamos reaccionar, en tiempo y forma, también es cierto que, como cualquier pueblo, deberemos tener nuestros propios límites. Creo que, como pueblo, o sea, conjunto, hemos mejorado mucho en el camino hasta nuestra libertad del comunismo, aunque no pueda demostrar ahora mismo cuándo conseguiremos la mejoría total.
Hoy se sabe que, a partir de los sucesos del 11 de julio del 2021, el gobierno y sus fuerzas militares y para militares, autorizado explícitamente por su presidente, ha desatado una brutal represión contra parte del pueblo cubano, represión que hoy se mantiene.
A pesar de que el gobierno y sus lacayos internos, más sus repetidores, que, increíblemente viviendo fuera de Cuba, defienden al gobierno y a lo que aún llaman socialismo cubano, han tratado y están tratando de enmascarar, disfrazar, esconder, justificar, con sus siempre campañas de descrédito llamando delincuentes, vándalos, mercenarios, a los que participaron en las pacificas manifestaciones, las fotos, las entrevistas, las declaraciones y videos dicen lo contrario.
Existen millones de pruebas que permitirían hoy sancionar en cualquier tribunal serio a los autores represores por atentar contra los más elementales derechos humanos de un pueblo. Han existido miles de encarcelados y luego hoy, otro enorme número de sancionados a privación de libertad con sanciones aleccionadoras de más de 10 y 15 años. Juicios amañados, con testimonios falsos, con tribunales comprados y advertidos, con abogados defensores maniatados, con familiares reprimidos, apartados, imposibilitados de contacto con sus esposos, hermanos, hijos, etc.
Apareciendo por primera vez al público la detención y sanción a menores de edad por haber participado en las manifestaciones, lo que puede generar cierta confusión e incluso cierta defensa de los que todavía están emborrachados. ¿Menores de edad participando en marchas pacíficas que piden acabar con el comunismo? Si, menores de edad. Jóvenes, adolescentes, que están en contra de su situación, pero que, a la hora de ser evaluados, no reúnen los años para ser sancionados como adultos. Jóvenes, adolescentes que, por convencimiento o embullo, salieron a gritar “Patria y Vida”, “Abajo el Comunismo”, porque su realidad los lanzó a la calle, pero que frente a las leyes siguen siendo niños. Jóvenes que no mataron a nadie, que no robaron en ningún banco, que no pudieron ninguna bomba, sólo salieron a reclamar, lo que muy teóricamente para el caso cubano, es un derecho.
Adolescentes que fueron cazados como animales, sacados de sus casas a la fuerza, conducidos esposados, nadie puede desconocer que fueron maltratados físicamente y por supuesto más que maltratados psicológicamente. Adolescentes en calabozos, muchos, sin que sus padres supieran en los primeros momentos dónde se encontraban, o sea, durante esas primeras horas, quizás días, desaparecidos. Creo no exagerar, para los incrédulos o los que aún tratan de embarrar todo con vaselina, están por miles las fotos y los videos en internet.
Cada día me levanto y veo declaraciones de madres cubanas, que cuentan lo que están pasando con sus hijos detenidos en espera de juicios y ya sancionados. Madres que lloran frente a las cámaras de sus teléfonos pidiendo ayuda. Madres enfermas, desequilibradas, cansadas, que son, junto a sus hijos, chantajeadas, abusadas, reprimidas, presionadas por el gobierno. Madres que tiene preso no sólo a un hijo, sino a dos y a tres al mismo tiempo, en diferentes lugares, a las que se utiliza para contra sus propios hijos. Niños que están sin padres en sus casas porque sus mamás, único sustento hasta esos momentos, hay están dentro de calabozos, por sólo haber salido a reclamar precisamente la mejoría para los niños que tenían en sus casas.
Es triste ver a madres llorar frente a una cámara. Mujeres de pueblo, a veces de escaso nivel cultural que les permita explicarse bien y es triste precisamente porque todo el que estuvo detenido en Cuba, no importa un día, un mes, un año, sabe lo que los represores hacen con los familiares, saben las huellas que esto deja en los más cercanos, tanto para arriba, padres, abuelos, como para abajo, hijos, nietos, como para los lados, amigos, conocidos, etc. Entonces los sancionados son muchos, los que están dentro de los calabozos, más toda su familia que está aparentemente fuera de ellos, aunque todos sabemos que se tiene a la isla como cárcel mayor.
Hasta ahora, las madres lloran frente a celulares pidiendo ayuda. Otras,
las más bravas, nos hacen los cuentos de los que les pasa diariamente. Algunas
han tratado de salir a las calles para ver a sus hijos en los tribunales,
cuando los bajan de los camiones donde los trasladan de un lugar a otro. Pero,
de ahí no ha pasado, por lo menos hasta el momento y entonces me pregunto: ¿Cómo
14 mujeres pudieron pacíficamente crear un movimiento que, a pesar de que también
trató de ser desconocido y escondido, movió al mundo, llamó la atención sobre
Argentina y puso el tema de los desaparecidos y asesinados de una dictadura en
el candelero mundial?, ¿Cómo esas madres sumaron a otras madres y a otras
madres, donde como era sabido los militares en el poder, las agredían, reprimían,
etc.?, ¿Dónde está aquello de defender a los hijos como furiosas leonas?
Es sencillo, claro desde mi cómoda silla, Hay que conocer la historia de las Madres de la Plaza de Mayo, quizás pedirles ayuda, quizás, ahora que está de moda la red, pasar un curso online con un solo tema: ¿cómo lo lograron?
Una madre cubana, llorando, desequilibrada de los nervios, filmándose frente a un celular, sola, no va a lograr mucho, pero 14 madres cubanas, citando oficialmente a la prensa internacional y a todas las organizaciones nacionales e internacionales que existen en Cuba, sentadas frente al Comité Central pueden empezar a cambiar las cosas. El gobierno las acusará de madres delincuentes y serán reprimidas, pero al día siguiente 37 madres se sentarán en la calle a conversar, el gobierno nuevamente las acusará, ahora de madres mercenarias y la policía las volverá a reprimir. Al día siguiente 57 madres, más padres, más hermanos, más los tíos, más los amigos que son familia, se volverán a sentar en la calle a conversar y así llegará el momento que no exista policía, ni calabozos, para reprimirlas.
Mucho he escuchado y personalmente repetido sobre la defensa de los hijos. Muchos, entre los que me encuentro, alardeamos de lo que somos capaces de hacer si alguien toca a uno de nuestros retoños. ¿Dónde está ese sentimiento ahora?
Y en realidad no hay que ir mucho a Argentina, Cuba tiene en su historia ejemplos de súper madres. La de Martí, la inigualable, según cuentan, de los Maceos, fábrica de producir hijos para la guerra, la madraza de Frank, Josué y Agustín País, la madre de Elian, que dio su vida y dejó a su hijo dentro de un salvavidas, pero además millones de madres y abuelas anónimas que han luchado a brazos partidos para echar a sus hijos adelante, lucha a veces no calculada, pero enorme. Madres que han visto partir a sus hijos para una guerra y los han recibido dentro de un ataúd cerrado, donde a veces ni cuerpo había, sólo una foto y una bandera. Madres que han despedido a sus hijos y los han visto partir por el mar sobre una balsa de construcción casera y nunca recibieron noticias de sus llegadas a tierra firme.
¿Dónde están las madres cubanas, que, en defensa, como leonas, de sus hijos están dispuestas a derrocar a una dictadura, sin armas, sin combates, sólo con la persistencia de sentarse en el medio de la calle a conversar? No hay gobierno que pueda con esa imagen, no hay fuerzas represivas para reprimir a un pueblo entero. La imagen de una madre o abuela, arrastrada por la calle, que puede ser tu madre o mi madre, tiene que conmover a muchas otras personas. Una madre y otra y otra se convierte en una bola de nieve, capaz de movilizar, por ejemplo, al inglés Sting y llevarlo a Cuba a dar un concierto en favor de los “desaparecidos cubanos”.
“Están bailando con los desaparecidos
Están bailando con los muertos
Bailan con los invisibles
Su angustia no es dicha
Están bailando con sus padres
Están bailando con sus hijos
Están bailando con sus maridos
Bailan solas Bailan solas”
“Un día bailaremos en sus tumbas
Un día cantaremos nuestra libertad
Un día nos reiremos de nuestra alegría
Y bailaremos
Un día bailaremos en sus tumbas
Un día cantaremos nuestra libertad
Un día nos reiremos de nuestra alegría
Y bailaremos”
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