Cada día resulta más difícil entender qué pasa con el pueblo de Cuba que está en Cuba. Aclaro esto, porque, aunque soy cubano de origen, quizás todavía de cerebro, ya no estoy allí, por lo que siempre resulta muy complicado opinar.
Cuando alguien intenta, sin reales argumentos casi siempre, callarte o cuestionar tu posición, lo primero que aparece es la idea de que te fuiste. Irse es, para muchos dentro de la Cuba de hoy, como morir, como no existir. Tú te fuiste, quiere decir para muchos, tú no tienes tan siquiera el derecho de pensar. Muchos, para burlarse o demeritar argumentos, te mandan a regresar a Cuba y te piden que hagas una nueva revolución.
¿Qué pasa? Es la pregunta que siempre aparece cuando tratamos de entender. ¿Por qué todos los días vemos pueblos que sale a la calle a protestar, a veces por realidades, a veces por inventos y manejos de la sociedad y sobre todo de la política y la ideología? Conocemos que, tal como recoge la historia, existen pueblos que han sacado a gobiernos, incluso por la vía pacífica, o sea, sin guerras, tiros, muertos y heridos. Aunque muertos y heridos siempre existen, sólo que no van a las estadísticas. Entre otras razones, los pueblos desarmados, luchan pacíficamente porque se han cansado de poner los heridos y muertos anónimamente.
Cuba, al menos visto desde aquí, corre hoy el peor momento de su historia presente, o sea, desde que se inauguró un gobierno comunista que dijo trabajaría para mejorar todo hasta el infinito. Si nos pusiéramos a recuperar las promesas hechas sobre el bienestar que se lograría, pasaríamos mucho tiempo estudiando todo lo que se prometió y se alardeó para conseguir un pueblo orgulloso, como primer logro y luego sano y protegido. Promesas y más promesas para engatusar a los llamados “desposeídos”. Promesas y más promesas que no es de ocultar que convencieron a muchos, a millones, pero que se quedaron sólo en eso, promesas no logradas, obviamente por falsas justificaciones.
Sin desconocer que existieron periodos mejores al de hoy, no por la buenísima gestión del gobierno, sino por el super apoyo internacional, el financiamiento externo, la injerencia extranjera, ninguna de esas promesas hoy existe. Todo o casi todo ha sido un fracaso.
Durante décadas los gobernantes cubanos, durante décadas los mismos, se dedicaron a gastar, sin pensar en la posibilidad de que el boniato habría que sembrarlo para luego poder comerlo. Estaba, durante todos aquellos años, tan lejos la posibilidad de que no se contara con ese apoyo internacional, que jamás se pensó en una Cuba que tuviera que vivir de lo que producía. El papel de Cuba, exigido y auto impuesto, estuvo claro, sólo tenía que declararle la guerra a la potencia Estados Unidos, en aquella guerra absurda de “bloques” y los “hermanos” se encargarían de proveer. Cuba, la pequeña isla del Caribe, el David, contra la gran potencia mundial, el Goliat. Linda historia para engordar egos y para meter a un país entero en un pozo ciego, cuyo fondo está muy profundo.
Si nos guiamos por los fríos números con los que se heredó a Cuba en 1959 y los comparamos con los de hoy, es sencillamente para llorar. 60 años de desarrollo para atrás. No hay que ser muy inteligente, hasta los que por décadas apoyaron perrunamente ese sistema y digo perruna porque por momentos el apoyo fue furioso y violento, están abandonando el barco, muchos en silencio, pero abandonándolo. ¿Qué decir de los que no estuvieron de acuerdo?
Y entonces aparece una posible explicación, aportada por la sociología. No es la única, pero puede servirnos, al menos a mí me sirve, para entender cómo se convenció a un pueblo, cómo se manejó años tras años e incluso como todavía hoy se maneja para mantenerlo controlado, bajo el miedo, bajo el chantaje, bajo la promesa de que algún día ocurrirá el plan que ya lleva haciéndose por más de seis décadas.
El pensamiento contrafactual, es lo que la ciencia aporta para estos casos. El término no deja de ser moderno y complicado, pero hasta el más sencillo poeta lo puede entender. Joaquín Sabina, del cual no quiero decir que sea un sencillo poeta y así quedo bien con los sabinistas, en su canción “Con la Frente Marchita”, de 1990, dice: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.
Para apoyar a Sabina, leamos este pensamiento de Holman Guevara, puede parecer un trabalenguas, pero cuando se lee varias veces, nos puede resultar familiar.
“La izquierda, como su proyecto va contra la realidad, va a chocar, va a fracasar y como va a fracasar, va a tener que dar una explicación de por qué fracasó. Y para que perdure ese proyecto que va contra la realidad, pero no contra su bolsillo, tendrá que buscar una excusa, esa excusa es el chivo expiatorio.
El chivo expiatorio es la razón que el socialista da para explicar porque no ocurrió aquello que tendría que haber ocurrido, pero que nunca podrá ocurrir porque es enemigo de la realidad, lo que en las ciencias sociales se llama contrafactual.
Nunca te podré decir lo que hubiera ocurrido en el caso de que ocurriese lo que nunca ocurrió”.
Lo de contrafactual viene de hablar de un fenómeno que
podía haber ocurrido si se hubieran dado determinadas premisas, circunstancias
o hechos, pero que, en realidad, de hecho, nunca ocurrió.
Es una posición justificativa pues una persona, un grupo o incluso un gobierno, puede describir a exactitud, puede diseñar inclusive con colores, un futuro diferente y lograr que otros lo vean, pero que para haber existido algunas cosas debían haber pasado, entonces dicho evento, o sea, el futuro, nunca pasó, nunca llegó, pero a esa persona, grupo o incluso gobierno, le queda la posibilidad de justificar el porqué del presente y lograr que se apoye la idea de lo que hubiera existido, pero no existe y por supuesto no existe porque la culpa la tiene otro, otros, o determinadas acciones del entorno, que casi siempre resulta enemigo.
Algo así como, tuvimos el futuro diseñado, lo tenemos planificado, es posible, pero no lo hemos logrado porque nos lo han impedido. Nosotros no somos malos, los malos son los otros.
Esto ha sido la base del trabajo de la llamada revolución cubana, su partido comunista y su gobierno. Fidel Castro fue el maestro de dibujar en sus discursos el futuro de Cuba y los cubanos que lo escuchaban, una inmensa mayoría por años, vieron ese futuro en el aire. Los cubanos fueron capaces no de creer ciegamente, sino de imaginarse y de defender algo que jamás pasó.
Pensemos en un ejemplo que me viene a cada rato a la cabeza, sobre todo cuando como o visito un supermercado. Fidel Castro, en un discurso, aseguró que Cuba, su gobierno, estaba diseñando una vaca que produciría más leche y mejor carne. Sería tan buena la carne que el mundo entero, incluyendo los norteamericanos, irían a Cuba a comprarla. El amigo fue capaz de lograr, sin tener la real vaca, que el pueblo de Cuba creyera y repitiera que la carne de res cubana, o sea, el llamado “oro rojo” se convertiría en un fenómeno mundial, que todos comeríamos y viviríamos muy bien de la exportación de esa carne.
Fidel Castro logró que ese pueblo se acostumbrara a
sus imágenes inventadas en discursos, que luego de no lograrse, como por
ejemplo el no logro de del tema de la carne de res y la leche, pues aparecía un
chivo expiatorio, para este caso, sobre todo los enemigos externos de la
revolución, aquellos que habían impedido que ese futuro que nunca existió
hubiese podido existir.
Fidel Castro no sólo logró esto, sino que logró una dependencia de un pueblo, que todavía hoy, en una parte espera que ese sueño se logre y fácilmente culpa a otro de las desgracias.
No existe un plan económico hasta hoy, mayo de 2023, que se haya realizado con estabilidad, obviamente los planes sociales como consecuencia, consecuencias de lo económico, tampoco han avanzado, por el contrario, lo poco que teníamos, hoy casi no existe.
La historia, si fuera bien contada en Cuba, recoge miles de estos ejemplos: la azúcar, el café, los frutos tropicales, la carne de cualquier animal viviente, la leche de cualquier animal que puede producirla, el arroz, las viandas, los cítricos, los huevos, pero, además, los productos de la industria nacional, las conservas, la industria de panes y dulces, los helados, pero además los servicios, los carpinteros, los albañiles, los plomeros, los zapateros, los costureros y modistas, los herreros, etc. Existen miles de ejemplos de ese buen manejo de lo contrafactual. Lo que puede ocurrir, pero que en realidad no ocurrió, pero que se extraña sin que hubiese ocurrido, tal como si lo hubiésemos tenido y disfrutado.
El socialismo o lo que existió, llámese cómo se llame, es una máquina contrafactual de promesas. Promesas que se sabe no se van a cumplir, pero también se conoce, como todo manejo psicológico, que, de repetirlo y repetirlo, se puede llegar a extrañar. Así son los pueblos cuando se les maneja bien. El pueblo de Cuba, todos, de más está decir, hemos sido bien manejados y tenemos todos, nuestras huellas de eso.
Jamás se habló tanto del embargo como hoy. Mientras fuimos mantenidos, a nadie le importaba mucho el tema porque entraba el dinero, incluso para derrochar en ideas personales, batallas locas, proyectos megalómanos, etc. Pero hoy, al borde, digo al borde porque deben estar por firmar los documentos que convierten a Cuba en un país entero en bancarrota, se trata de vender la idea de todo lo que Cuba pudiera avanzar si no existiera lo que ellos, el gobierno y parte del pueblo llaman “bloqueo”. Un ¡bloqueo” interesante, al parecer de nuevo tipo, porque en realidad presenta un bloqueador que envía medicinas y comidas, tecnologías, que dona dinero para apalear desastres naturales, que permite que sus ciudadanos viajen de visita al supuesto país bloqueado, que permite que sus ciudadanos envíen dinero, comidas, medicinas. Un país bloqueador que permite que los ciudadanos del país bloqueado hagan viajes de turismo, un país bloqueador que conversa y se pone de acuerdo en determinados temas con el país bloqueado, supuestamente enemigo.
Los discursos son hoy, en medio del desastre, cada día más triunfalistas. Dice Cuba avanza. Los discursos, apartados de la realidad, son cada día más desconocedores de lo objetivo y sobre todo del pensamiento de una gran parte del pueblo. Los discursos, que todavía hablan de avance, tratan de lograr que se llegue a pensar que ahora, después de seis décadas de experimentos fallidos, podríamos llegar a convertirnos en un pueblo desarrollado, que nadaría en la abundancia, a no ser por la existencia de los enemigos.
Los discursos describen un mañana mejor, a sabiendas de que cuando llegue ese mañana y no se halla podido conseguir, quedará la imagen de lo que pudo haber sido y eso es lo que se recalca. Lo que pudo ser y se extraña sin que haya ocurrido. ¿Son mentirosos los del gobierno? Pues no, es más complejo que ser mentirosos, son unos hijos de sus buenas madres, que están jugando con la psicología y sobre todo con el desconocimiento de un pueblo. ¿Es el cubano un pueblo culto, maduro, consolidado, sobre todo políticamente? No, para nada. Somos todos, o casi todos, una apariencia.
Cuba puede ser el mejor ejemplo. El diplomático y político sudafricano Abba Eban, asegura que “el pensamiento contrafactual inadecuado hace proliferar vidas llenas de tragedias”. Eso es lo que le ocurre al pueblo cubano hoy, vivir la tragedia de la diferencia entre lo que es y lo que pudo haber sido, que nunca fue. Cada cubano es una tragedia que camina. ¿Habrá mayor tragedia que la separación familiar?, Habrá mayor tragedia que la de perder a un familiar en el mar o en una selva?, ¿Habrá mayor tragedia que no saber qué se podrá conseguir para la vida de mañana, en el ámbito de comida, medicina, electricidad, agua, vivienda, transporte, trabajo?, Habrá mayor tragedia que la de estar preso o tener un familiar preso por pensar y manifestarse diferente a lo que el gobierno determina?
El pensamiento contrafactual, del cual el gobierno de Cuba es un gran exponente, no sólo resulta un inconveniente, sino que resulta un mecanismo eficaz de tortura psicológica, en la misma medida que muchas veces los dueños fabricantes de esos pensamientos e imágenes, terminan culpando a los protagonistas que actúan en el presente de no haber alcanzado los sueños del futuro, aunque los dueños de los pensamientos sabían que ese futuro nunca podría existir.
La tragedia y la tortura está entre lo que es y lo que pudo haber sido, a tal punto que entonces todos nos sentimos culpables de que los sueños de un grupo no se lograran. No nos damos cuenta por el gran manejo psicológico, que esos sueños jamás se hubieran alcanzado, porque sus diseñadores lo programaron sólo como sueños. La habilidad estuvo en hacérnoslo creer y sobre todo en hacérnoslo disfrutar sin que existieran.
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