¿Cuánto puede haber sufrido la familia cubana después de 1959?, ¿Cuánto puede haber sufrido una persona en Cuba en estas últimas seis décadas?
Creo que
por mucho que podamos imaginar, por muchos cuentos que conozcamos, por muchas
experiencias vividas que tengamos, jamás llegaremos a poder establecer un
número, un nivel, una medida total.
Creo que sí,
todos hemos cometido un error, el mismo error por años y es vincular cualquier análisis
a la política. Los a favor, los en contra, los que hablan, los que no. Los que,
con mucha razón e información hacen críticas al modelo impuesto por Fidel y
continuado por su hermano Raúl y ahora Díaz Canel, o los que furiosamente, casi
sin pensar o con argumentos cada día más “light” o vegetarianos, lo han venido
defendiendo.
Y digo error,
porque el pueblo simple, el obrero, incluso el industrial, para no hablar del trabajador
artesano, el campesino, la ama de casa, no suelen ser expertos en políticas, ni
en ideologías, pero más, muchos de los llamados estudiados o estudiosos en
determinadas profesiones, para nada tienen que dominar los aspectos de la vida
política, sus logros y fracasos de un país entero. Se puede ser un buen médico
o ingeniero y no conocer a profundidad la historia, los procesos, las maniobras.
Al menos hoy, es un asunto que descubro en la Cuba a la que hemos llegado, donde
el buen médico, por ejemplo, es un analfabeto en otras áreas, incluyendo las del
simple pensar, donde, un ingeniero, por ejemplo, tal como decimos en Cuba, “si
se cae al suelo, come hierba”.
Los años de
la multicultura, de aquellos que sentían prestigio por conocer, de aquellos que
experimentaban en otras áreas, han ido desapareciendo y hemos llegado, por ejemplo,
al médico tan especializado que sólo puede leer una foto en una computadora y
que sólo sabe de uno de los dedos de la mano izquierda, el resto de los dedos y
el resto de las manos pertenecen a otros especialistas. Es doloroso y hasta
increíble que personas puedan vanagloriarse, ya alfabetizadas, de jamás haberse
leído un libro, un artículo, etc., obvio saco del saco a aquellos, millones
quizás, que la vida no les ha permitido esa posibilidad. Hablo de los que, sin
necesidad, se regocijan, quizás para aparecer diferentes, en la ignorancia. Ser
supinamente ignorante hoy, aparece para muchos, como un gran mérito.
Recuerdo
haber compartido muchas conversaciones con una ingeniera, cuando aquello
soviética, Nadia, y al interrogarla sobre el comunismo soviético, me respondía:
nosotros no sabíamos nada, jamás se nos consultó, las medidas eran tomadas, impulsadas
por vía propaganda y por vía violencia y nosotros obedecíamos. ¿Estábamos totalmente
contentos? No, pero nuestra vida era muy concreta, trabajar, tener hijos, algún
día ir a un cine o a un restaurante, comprar comida, resolver enfermedades, nada
más. Nadia era ingeniera, nunca había salido de su ciudad natal antes de llegar
a Cuba casada con un criollo.
Creo que
nos desgastamos exigiéndole a un pueblo entero determinada radicalidad política
ideológica y recuerdo a mi abuela Tomasa, que, a pesar de vivir dentro del
comunismo feroz, todas las noches se sentaba solita en el portal de mi casa a
rezar su rosario viejito, heredado del capitalismo cubano. Vueltas y vueltas a
las mismas bolas negras de madera, sólo deseando el bien para los suyos. Desear
el bien y desear el bien para todos, debería haber sido la primera estrategia
de cualquier proceso humano, llámese este como se llame, sin embargo, mi abuela
Tomasa y su rosario no tenían cabida en la Cuba de Fidel Castro.
Nos desgastamos
y entonces aspiramos a una oposición organizada, coherente, sólida, en la misma
medida que esa oposición, si existe de verdad y no está minada en su interior,
cada día está más dividida, tirando para lugares diferentes. Cada uno quiere “llevarse
el gato al agua”.
¿Sabes qué
tiempo demora armar una yunta de bueyes para arar la tierra o transportar?
Nunca había reparado yo en esto mientras fui joven, sin embargo, un día conversando
con un campesino, semi analfabeto, pero super profesional en su labor, que es
obviamente lo más valorado para producir comidas y carnes, aprendí que lograr
que dos bueyes que no se conocen y que no se tienen que caer ni medianamente
bien, trabajen juntos, demora como promedio 10 años.
Lograr acciones
muy simples como que dos animales caminen hacia adelante, hacia atrás, se paren,
tomen agua, doblen a la izquierda y a la derecha de forma inequívoca, bajo la
voz de mando de un ser humano, es toda una tarea complicadísima. “Margarito” y “Condena´o”,
lo primero que no quieren es levantarse y trabajar.
¿Qué
tiempo, trabajo y esfuerzo puede tomar para que un león habrá la boca y deje
que un hombre le meta la cabeza adentro sin arrancársela de cuajo o que una
orca, acusada de ballena asesina, juegue con una persona, sin tragársela de un
bocado?, ¿Qué tiempo demora que un perro pueda asumir acciones humanas como la
protección, la selección, la investigación, etc.?
Pensemos en
la Cuba de la década del 50, a pesar del más que evidente fracaso del gobierno o
dictadura de Batista en esa etapa, ¿Todos los cubanos, masiva y decididamente
se incorporaron a la lucha en las ciudades y las sierras?, ¿Con cuántas
personas hizo el Ejército Rebelde su revolución?, ¿No existieron personas que
jugaron en los dos bandos, el batistiano y el revolucionario?, ¿A cuántas
personas hubo que llevarles una revolución ya hecha?, ¿A cuántas personas le
interesaba lo de “un Fidel que vibra en la montaña” como para paralizar sus
vidas?
Poner de
acuerdo a una población entera, dicen hoy, que quedan en Cuba un poco más de 8
millones, es imposible, como tal resulta con todo en la vida. Lograr una
definición política e ideológica hacia un lado de una totalidad es imposible,
porque para muchos de esa totalidad, ¿qué significa la política y la ideología?
Para esa gran totalidad, no importa si en el feudalismo, capitalismo, comunismo
en su etapa de germinación como frijoles en algodón húmedo, lo importante es
trabajar, comer, criar hijos y a lo mejor un día tomarse una cerveza o ir a un
cine. La familia cubana, la gran familia antes del 1959, no estaba metida en la
política doméstica, por contrario, la rechazaba.
Hoy pensando
en Cuba, me es inevitable acercarme a lo que está pasando en Venezuela, pueblo
cercano. El esquema es el mismo, un gobierno bruto, abusivo, represor, incapaz,
demeritado nacional e internacionalmente, que pretende eternizarse en el poder
a cualquier precio. Un gobierno que, como pasa en la isla caribeña, se ha
robado, a la cara, a un país entero. Un gobierno venezolano que de seguro está
compitiendo con su homólogo cubano, para ver cuál de los dos tiene el presidente
más bruto e incapaz y es mejor en destruirlo todo.
Y lo que
más me ha llamado la atención, de tantas cosas que me llaman la atención es que
el pueblo venezolano, la mujer, la abuela, el jubilado, los jóvenes y muchos
niños, no están enunciando teorías de la liberación, ideas ideológicas, etc.,
esas personas están dando gritos relacionados con un sentimiento puramente
afectivo.
María Corina,
la real opositora, acompañada de Edmundo González, la persona que finalmente pudo
o dejaron inscribirse como candidato, en su más que difícil actuar en todas las
partes de Venezuela, incluso en las más lejanas e intrincadas, para lo cual
tienen que sortear millones de acciones que van desde atentados, detenciones,
prohibiciones, etc., lo que están recibiendo de demanda es: una abuela dice: devuélveme
a mis nietos, una señora declara: trae a mis hijos, un niño aun dulcemente
dice: no quiero vivir sin mi papá, dile que venga, un joven dice: mi hermano se
fue, no sé nada de él, quiero volverlo a ver aquí. Todo esto con un pueblo hoy
tirado a las calles, que llora de verdad, de sufrimiento, de angustias.
El pueblo
venezolano sufre la separación, la prisión, la desaparición y la muerte de uno
de los suyos. Parte el pecho, como diría mi hermano Ruso, ver a una anciana
llorando pidiendo que no quiere morir sin ver a sus nueve nietos o a un hombre
anegado en llanto, enfermo, diciendo que tiene siete hijos fuera, hoy emigrados
ilegales en Estados Unidos. Es muy doloroso ver a un niño, inocente aun para la
política, pidiéndole a la candidata que le devuelva a su papá, o sea, que se lo
haga regresar. Parte el pecho hoy ver a madres que no saben si sus hijos están
vivos o muertos, porque los vieron salir un día y no han vuelto a saber de
ellos. Y todo eso es lo que está en las calles de Venezuela y debería estar en
las calles cubanas.
Pero para mucho,
en mi trabajo choco todos los días con personas que recién han entrado por la
frontera, no tienen papeles legales y no saben cuándo lo podrán obtener, están
trabajando por la izquierda, mal pagados, sin muchos derechos, no hablan inglés
por lo que no entienden y no pueden comunicarse fuera de su grupo, por lo que
puedo asegurar que están pasando más trabajo que un forro de catre, al final,
la necesidad los obliga, pero no quieren estar aquí. Aman a su Venezuela,
incluso cuando la vida no les sea muy cómoda. Todos dicen que han salido huyendo,
unos de la represión y la violencia, otros de la miseria. Todos de la
represión, la violencia y la miseria. Parte el pecho y lo sé porque salí de Cuba
en el 2007, me he adaptado bien, vivo en el país exacto a vivir, no he tenido
grandes problemas y aún extraño sentarme en mi sillón en el portal de mi casa.
Y entonces
pienso en Cuba y en ese sufrimiento en secreto que durante SEIS décadas hemos experimentado,
porque como pueblo nos parecemos a los venezolanos. Tenemos que haberlo experimentado,
aunque no fuimos capaces de demostrarlo públicamente, menos reunirnos para
exigir que todo cambie.
Los reclamos
no son políticos, ni ideológicos. La gente quiere comer, la gente quiere
vestirse, la gente quiere pasear, trabajar y que el resultado no sólo se vea,
sino que se sienta, la gente quiere enamorarse, hacer familias y pensar que
todo estará bien con ellos. El pueblo simple, cuyas aspiraciones no son un
Ferrari, ni un super yate, menos ir a pasear por el Cosmo o ver de cerca al
Titanic, quiere vivir en paz, sin miedo, quiere poder moverse y aspirar a un bienestar.
Nadie está pidiendo al gobierno que los mantengan eternamente sin ellos hacer
nada, la gente quiere un trabajo digno que traiga una vida digna.
¿Cómo se
puede calcular lo que ha sufrido el cubano?
Madres con
hijos presos, hijos con padres presos, hermanos con hermanos presos, esposas
con esposos presos. Décadas de una emigración silenciosa o con bulla, familias
que acumulan miles de muertos en el mar y ahora en el camino por tierra hacia
Estados Unidos, años y años sin poder ver a los seres queridos, sin poder
reunirse, personas que no pueden entrar a Cuba, otros que no puede salir, ambos
grupos por decisiones unilaterales del gobierno, enfermos que no se han podido
cuidar, muertos a ambos lados de las fronteras que no han podido ser
acompañados al cementerio, familias enteras durante años, también a ambos lados
del Estrecho de La Florida, dedicadas a “luchar” para poder sobrevivir, difícil
sobre todo en Cuba, donde todos sabemos que luchar es igual a robar, delinquir,
corromper, resolver, hacerse el loco, mentir. Jóvenes, cada día más jóvenes, de
ambos sexos, prostituidos y no precisamente con Brad Pitt. Jóvenes, sobre todo
jóvenes, que se levantan a robar, atracar, e incluso matar, los más tranquilos
a inventar y sobrevivir el día. Niños, jóvenes, adultos, viejos, blancos y
negros, hombres y mujeres sin ilusión, ni esperanza en el “futuro mejor”,
cercano y alcanzable.
¿Cómo entender
que, en el pasado en Argentina, con muchísimos riesgos, las madres y las
abuelas salieran a buscar a sus hijos y nietos emplazando al gobierno y que hoy
las madres y las abuelas en Venezuela con los mismos riesgos, apoyando el
cambio, estén tiradas masivamente en las calles, defendiendo, exigiendo por sus
hijos y nietos y esto no ocurra en Cuba hoy? Está bien, Argentina y Venezuela
no son Cuba, lo puedo entender.
Pero, ¿Cómo
entender que las madres y mujeres cubanas, por citar sólo un ejemplo que en
realidad ocurrió muchas veces, salieran a las calles a protestar y exigir por
sus hijos, novios, esposos frente a una de la dictadura más sangrientas de nuestra
historia y en la Cuba de hoy no?, ¿Se quería antes más a los esposos, padres e
hijos?
¿Dónde han
estado nuestras madres, abuelas, no para reclamar una ideología, sino para defender,
tal como dicen hacen las hembras en la especie animal, a sus crías?, ¿Dónde han
estado nuestros padres, jefes de la manada, para morir primero?, ¿Cómo es
posible que jóvenes y niños murieran asesinados por el gobierno dentro de una
embarcación y que no haya madres en las calles?, ¿Cómo es posible que hayan
personas que no dejan bajar de los aviones, incluso para ver a sus muertos y
que no hayan madres en las calles?, ¿Cómo es que dos médicos llevaran cinco
años prisioneros de locos y asesinos, que
el gobierno no los haya buscado después de haberlos enviado, que luego murieran
bajo un ataque con bombas y que no existan madres en las calles?, ¿Cómo es posible
que existan jóvenes que se enrolaron bajo promesas falsas en la guerra de Rusia
contra Ucrania, a conocimientos del gobierno y estén allí muriendo y no haya
madres en las calles?, ¿Cómo es que una madre cubana no tenga comida para
alimentar a sus hijos o medicinas para curarlos de enfermedades que incluso
ponen sus vidas en riesgos y no hayan madres en las calles?
Evidentemente
hemos demostrado la capacidad de sufrir en silencio, porque hemos sufrido,
aunque riamos, hemos demostrado que nuestros límites para explotar son muy
altos. Hemos demostrado nuestra enorme capacidad para no vernos, nos hemos
conformado con que otros definan nuestros destinos en nombre de un poder
supremo que no se ve. Nos hemos desgastado en sacar a los nuestros de la isla,
en vez de meternos de cabeza en ella.
¿Qué nos ha
faltado? La integridad y solidez política e ideológica, quizás, pero más me
parece que nos ha faltado esa madre, esa abuela, que nos defienda, nos reclame,
que luche por el derecho que sus hijos y nietos tiene a vivir en el lugar donde
nacieron del cual no tuvieran que haber huido o escapado sólo para soñar con
vivir mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario