Nebraska,
dentro de las cosas que orgullecen a sus pobladores, tiene dos equipos deportivos
famosos, uno de voleibol femenino y otro de fútbol americano universitario que
ha sido ganador, o sea, campeón, cinco veces durante su existencia. Si estás en
Nebraska y no amas al equipo de fútbol, puedes buscarte un pequeñito problema con
tus amigos, al cual yo escapaba siempre por mi condición de extranjero recién
llegado.
De
más está decir que el fútbol paraliza totalmente a Nebraska cuando se celebran
juegos dentro del territorio. No existe nada más importante, no existe nada más
urgente para una población que se moviliza y viaja desde todos los rincones a
apoyar a su equipo.
El
color escogido para los uniformes históricamente es el rojo, llamado chino, o sea, muy rojo y de verdad todos, incluyendo a los bebitos, lo visten con enorme orgullo,
creo que más que el de la misma bandera del Estado.
El
estadio del equipo de fútbol, recién remozado y ampliado, tiene capacidad para
93 000 personas, por lo que durante mi vida allí, tuve muchas posibilidades de
comprobar lo que ese deporte y equipo significan. Con sólo ver el tráfico y las
personas caminando, no puedes dejar de conocer que habrá un juego. Si vas al
estadio y no tienes como vestirte de rojo, alguien te presta un pullover,
alguien te da una gorra, alguien te regala una banderita.
Les
dejo una foto cualesquiera de un día cualquiera donde en Lincoln, jugó el
equipo de Nebraska, contra cualquier otro opositor.
¿Es
difícil definir a quién apoya el público presente?, ¿Sería necesario sacar
estadísticas, fotofinish, imágenes satelitales o especialistas en colores para
entender cómo estuvo el público?
No,
verdad. Está claro, clarísimo, ese día y todos los otros en que jugó su equipo,
como mínimo el 99% apoyó al equipo de Nebraska.
Miremos
otras fotos del mismo estadio, la política por momentos se parece mucho y se
conduce como un deporte y ahora les diré imaginemos que puedo asegurar que las personas
que apoyaban al candidato Edmundo González, representante oficial de la real
líder María Corina para las pasadas elecciones todas estaban vestidas de rojo. ¿Sería
muy difícil concluir a cuál candidato apoyó mayoritariamente el pueblo venezolano? Decir que los venezolanos votaron convencidos y alegremente por
González-Machado es toda una Verdad de Perogrullo.
Más
allá de las exigencias y propuestas de la modernidad, no hace falta
computadora, conteos, boletas, observadores internacionales especializados, con
sólo ver las calles de TODA Venezuela, más muchas calles de muchas ciudades del
planeta, lo que se vivió, lo que se celebró, lo que los venezolanos se
abrazaron y lloraron de alegría, es más que suficiente para conocer cuál de los
dos oponentes principales resultó ganador. Pero además es fácil definir con
seguridad, cual fue el ganador por mayoría arrasadora y aplastante.
Si
nos arriesgamos a quitar los muertos que de seguro votaron, más los errores,
más el entretenimiento, como en toda elección de cualquier tipo, todavía el
ganador ganaría por mucha diferencia. Jamás quedaron empatados, ni tan
cercanamente como para la duda.
Ni
permitiendo votar dos veces a los maduristas, hubieran alcanzado los votos de
los gonzalistas. Entonces Maduro no sólo perdió, sino que perdió
bochornosamente, partiendo de que es el presidente actual, partiendo de que es
el dueño de todo, partiendo de que lo único que tenía muy bien planificado era
el ROBO.
Es
más, si de los ocho millones de venezolanos que hoy viven fuera de su país, los
cinco millones con capacidad de voto que fueron delincuentemente inhabilitados
por el gobierno a ejercer su derecho a votar, todos de acuerdo con sacar al
gobierno, con ellos sólo, Maduro hubiera perdido las elecciones.
Estoy convencido, cosa con la que NO estoy de acuerdo si se me
preguntara, que, de volverse a celebrar unas nuevas elecciones, sin que Maduro
pueda matar o apresar antes a más de la mitad de los posibles votantes
opositores, Edmundo González volvería a ganar. No por bueno, no por exclusivo,
no por más conocido, cosas que pueden ser aceptables además, sino, sencillamente porque el pueblo venezolano, en un porciento muy alto, viejos,
jóvenes, negros, blancos, ricos y pobres, estudiantes y trabajadores, los de
adentro y los de afuera, junto a los vagos que existen en cualquier sociedad,
están totalmente cansados, o mejor, agotados del Chávez-Madurismo. Esa corriente
de pensamiento y acción, que no sé de dónde sacaron el nombre de “Socialismo
del Siglo XXI”, se ha tragado a Venezuela. La ha ido descuartizando y
engullendo cruda.
Visto desde hoy, no hubo fraude en las elecciones venezolanas, fue peor, hubo un PLAN muy bien conformado desde mucho tiempo antes para TRAGARSE LAS ELECCIONES, que diera paso a otro PLAN mejor conformado para ROBARSE Y QUEDARSE, por supuesto, con el país entero. Que no quepan dudas. No seamos inocentes, a pesar de las acciones diplomáticas correctas, los llamados a la paz, la presión que se pueda hacer por las organizaciones internacionales, los mensajes de amor o censura, Maduro es un ladrón.
Es
ingenuo pensar que por las buenas Maduro llegó a pensar que ganaría. Nada más
ver la reacción de los venezolanos dentro y fuera del país, era muy predecible
que perdería. Venezuela se movilizó contra un gobierno, dicen que, como nunca.
Él sabía y entonces se dejó de concentrarse en su campaña y se dedicó a
estructurar el plan para quedarse en el poder, porque como se sabe, el gobierno
de Maduro se supone dueño de la constitución, de todas las instituciones,
incluyendo al ejército, y, por supuesto, de las personas. Maduro ha estado todo
este tiempo, tratando de, por un lado, demostrar seguridad y valentía, mientras
seguro toma medicamentos para la diarrea, y por otro, tratando de ganar tiempo,
cada minuto para él, experto ganador de tiempo, cuenta.
No
le importa enseñar nada, no le importa convencer a nadie, no le importa que le
crean dentro y fuera. No le importa aquello de la ética, la moral, la dignidad,
lo correcto. Le importa permanecer en el poder, aunque para ello tenga que
matar a la mitad de los venezolanos y no es que esté tan borracho con el cargo
de presidente, las cámaras, las entrevistas y el paso a los libros de historia
que, como sabemos, los gobiernos totalitarios no sólo escriben, sino imponen
como únicos, los dólares, el oro, etc., lo que sabe es que la debe y lo van a
ir a buscar; sabe que no va a tener dónde meterse. Aunque nos pueda parecer
un tipo fuerte, alegre y convencido, realmente es un pobre hombre, indigno, pero pobre
hombre que está cautivo dentro de una jaula de la cual se niega él mismo a
salir. Prefiere seguir enrejado, porque es ahí donde único encuentra seguridad.
Días
antes en diferentes momentos, en sus discursos vomitivos, declaró: “Vamos a
ganar por las buenas o por las malas”, “Si me tengo que convertir en dictador, lo
haré”, “Si tengo que convertir a Venezuela en un baño de sangre, la convertiré”.
¿Alguien puede decir que estaba interesado en unas elecciones libres y
transparentes y además aceptaría de buena gana el resultado de ellas? Con sólo
estás tres ideas, basta y es más que suficiente para irlo a buscar y sacarlo a
la fuerza, a él y a, como “daño colateral”, todo el que se ponga en el camino.
Es cierto, en Venezuela, hoy Maduro está matando a la vaca, pero hay otros
muchos que les están aguantando las patas.
Las fuerzas democráticas del mundo, los venezolanos de afuera y adentro, los pacifistas como yo, incluso los vegetarianos y los defensores de los animales y las 44 categorías humanas que se han creado en dependencia de la orientación sexual, estamos desesperado por cogerlo por el cuello y arrastrarlo. Los no adictos a la violencia, como yo, queremos crucificarlo al mejor estilo bíblico o como hacían los romanos también, empalarlo y dejarlo al Sol, el empalamiento a la sombra es para los no tan malos. Maduro no merece menos, todo esto sin que cante, si sale cantando al mejor estilo de imitación de su “padre ideológico” Chávez, entonces antes me gustaría sacarle las cuerdas vocales.
Maduro
es una falta de respeto a la humanidad. Cree que es posible, contando con los
militares cara de perros que le sirven de telón, burlarse de todo y de todos y sigo
pensando que, en esta ocasión, más temprano que tarde, se tendrá que ir por las
buenas, si le dan el chance, o por las malas si se demora mucho en coger las
buenas.
Ahora,
pensemos más allá, porque Maduro y Venezuela es un caso muy específico. Pensemos
en lo que significa la opción, sea dónde sea, que pretende con falsos
discursos, poemas y canciones, eternizarse en el poder y auto entregarse un
país entero. Ni el gran Orwell hubiera sido capaz de ver estas jugadas y de
seguro hubiera escrito otra novela, llamada ahora, 2024.
Así empezó Cuba, con un Fidel Castro que no cantaba, de seguro era muy malo cantando, pero que, desde una posición muy humilde, hablaba de democracia y pueblo, hablaba de restituir las garantías destruidas por Batista y aseguraba que sus intenciones no eran políticas para nada. Muchos lo vieron como un mesías enviado sólo como salvador. Fin del cuento, más de 60 años de un gobierno comunista en el poder absoluto y la destrucción total de un país que no exento de problemas, era lindo.
No
existe un cubano, que por sí solo sea capaz de listar todos y cada uno de los
cambios, maniobras, promesas, idas y vuelta, limpiezas de todos tipos, que se
hicieron y aun se hacen para mantener el poder, cada uno de nosotros sólo
tenemos pedazos de la historia.
Fidel
cansado y enfermo, levantó la mano de su hermano Raúl y al mejor estilo
faraónico lo clavó en el poder, Raúl cansado y medio alcohólico, señaló con el
dedo y clavó a Díaz Canel. Los tres sólo tiene una dirección para el amor,
igual que Maduro, el pueblo. A veces pienso que pueblo debe ser el nombre que
le han puesto a un perro o un gato que tienen, a veces pienso que pueblo es el
nombre que le han dado a un cerdo que como mascota crían.
Muchos
internacionales, que no son ciegos y que tienen muchas experiencias, siguen
hablando de las actas y el conteo, quizás porque siguen un protocolo o porque,
como en otras ocasiones anteriores, su misión sólo llega a eso. A
muchos internacionales les cuesta trabajo aun llamar dictador, asesino,
corrupto y ladrón públicamente a Maduro, quizás unos por asesinos, otros por
dictadores, otros por corruptos y ladrones, pero al final, la verdad se va a
imponer.
Yo,
que soy partidario de la opción civilizada y pacífica, democrática y
mayoritaria, propongo irlo a buscar y vestirlo de naranja, no le debe quedar
mal el color.
Mientras más tiempo pase, mayor destrucción.
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