No vivo en Cuba desde hace muchos años ya y no vivo en un
lugar donde las noticias sobre ese país invadan constantemente mi cerebro, por
lo que he decidido ser muy cuidadoso cuando se trata de analizar un tema
relacionado con el presente de ese lugar.
No tengo la solución, no sé qué va a pasar, no puedo
imaginar quién vendrá después a gobernar, ni cuál será el camino de ese
gobierno. Me auto limito, hoy más que cuando viví allí, porque el despertar en
Cuba cada mañana, me daba el derecho a gritar, maldecir y cuestionarme todo lo
que pasaba a mí alrededor. La solución inteligente y “fácil” que escogí para mí
vida, ha terminado por enfriar mis calores. Cuba no forma parte de mi vida
diaria, no quiero resolver nada de verdad, no estuve ni estoy dispuesto a poner
el muerto. No extraño Varadero, ni los hoteles, ni tan siquiera las calles
restauradas de la Habana Vieja, porque en realidad nunca las tuve.
No obstante, por momentos, me llegan o busco alguna idea,
pues tampoco puedo asegurar que he logrado borrar 100% a ese país de mi vida.
Me miro, veo las heridas que tengo, las mías, y entonces recuerdo.
Ahora mismo he conocido dos noticias que me llaman la
atención y entonces escribo sobre ellas desde mi cálido apartamento en el crudo
invierno que comenzamos a vivir ya este año.
1.- He leído en internet
que el gobierno cubano, como consecuencia de la muerte “física” de Fidel va a
prolongar la suspensión de las actividades festivas y celebraciones por fin de
año. En los lugares públicos sólo se podrá escuchar “canciones patrióticas” y
que sólo se mantendrán algunas actividades internacionales como, por ejemplo, el
Festival de Cine.
No puedo asegurar que esto sea cierto o falso, pues parece
que no se ha comunicado al pueblo de forma oficial y conozco que en internet se
puede publicar cualquier cosa. Sin embargo, conociendo el funcionamiento del
gobierno cubano, no lo dudo.
Ya fue llamativo lo de los 9 días de duelo oficial y el
traslado de los restos “físicos” por carretera desde la capital a Santiago de Cuba,
que si somos sinceros es mucho, pero menos de lo que siempre se pensó. De haber
ocurrido esto cuando existía el desaparecido campo socialista, pues la historia
hubiera parado en un enorme mausoleo con guardia de honor, el cuerpo
embalsamado para ser mostrado al mundo y la pira con la llama de la libertad
encendida las 24 horas del día, tal como hicieron los soviéticos con nuestro
querido Tío Lenin.
Es hasta entendible que, si el gobierno del país determina
un duelo oficial por algo considerado importante, pues en los lugares públicos
que pertenecen a ese gobierno no exista la fiesta durante ese período, que para
nada tiene que ver con que las personas escuchen música y bailen en sus casas y
quieran celebrar un cumple, una boda, la llegada de un niño nuevo a la familia,
o sencillamente que ganó el Barcelona al Madrid, o que fue encontrado un nuevo
micro organismo que vive a mil metros de profundidad en el mar.
Lo que me parece ya un extremo es que ahora, a fin de año, que
quizás es la fecha más importante para un pueblo trabajador como el cubano, se
suspendan todas las celebraciones donde exista música, baile, risas, bebidas y
comidas, porque alguien, donde incluyo a Fidel, murió “físicamente” hace horita
más de un mes. Me resulta absurdo y una muestra más del abuso del poder, cuando
recuerdo que los psicólogos modernos en Cuba recomendaban frente a la muerte de
un familiar o amigo querido, llegar a la casa y seguir viviendo normalmente,
ver televisión, poner música, pasear, porque aquel luto eterno, vestidos todos de
negro y aquellas casas cerradas a cal y canto en total silencio no eran buenos
para los que quedaban vivos.
Recuerdo que, a principios del año 1986, Martica y yo
comenzamos a pensar en nuestra boda. Ella ya trabajaba y yo me debía graduar a
mediados de ese año en la universidad por lo que podíamos pensar en unirnos “hasta
que la muerte nos separara”, llevábamos ya varios años noviando, varios casi
muchos.
Mi abuelo, Papa Felo, enfermó de ingreso y el día 19 de
febrero murió. Al ser mi abuelo una persona importante en nuestra familia, al
que, visto desde hoy, tuve la suerte de cuidar en el hospital, Martica y yo
decidimos que debíamos aplazar nuestra boda y así se lo comunicamos a mi madre,
hija del difunto.
Mi mamá, con esa madurez y claridad que ha tenido siempre, y
que hasta hoy la acompañan, nos dijo; están equivocados, para nada una cosa
tiene que ver con la otra, si tu hubieras muerto, tu abuelo no hubiera dejado
de vivir, no hubiera faltado a dar clases en su Facultad de Derecho. Ustedes se
van a casar. Como en efecto, un mes después, casualmente el día de mi
cumpleaños, Martica y yo nos casamos y no fuimos a ponerle las flores de la
boda a la tumba de mi abuelo. Gracias a la objetividad “marxista” de mi madre,
hicimos una linda fiesta, bailamos, comimos y, sobre todo, a diferencia de
muchas otras bodas donde he estado, nos divertimos.
Esa fue mi historia con la muerte de alguien que estuvo muy
cerca de mí como abuelo, que además fue una persona admirable desde el punto de
vista profesional y que supo mantenerse, a pesar de los pesares, como el centro
de toda una familia. Entonces cómo entender el luto eterno, que contradice a
las más modernas de las técnicas psicológicas y a la más sólida objetividad
marxista.
Creo que, como muestras del mejor totalitarismo, es otro
exceso. Claro que:
a.- Se permitirán las actividades internacionales, donde
inevitablemente participan un grupo pequeño de cubanos, digamos el Festival de
Cine, donde siempre asistían los medio selectos o los medio socios. Noches de
cine en La Habana que terminan siempre en secreto, con fiestas, tragos, sexo,
etc. Manteniendo de esta forma la más sólida tradición discriminatoria hacia el
interior, o sea, hacia la gente de a pie, que puede llevar esperando 365 días
para celebrar éste 31 diciembre y desearse un feliz y próspero año nuevo.
b.- Habría que ver si la prohibición de fiestas llega a
todos los niveles y si en las casas de los “jefes” donde siempre se han reunido
en secreto los amigos de los amigos, se guardará luto el último día del año a
las 12 de la noche, mientras se comen las 12 uvas rojas.
Para completar la ridiculez, leí que sólo se permitiría la música
patriótica, imagino algo así como La Bayamesa o los Versos Sencillo de José Martí
musicalizados por Moncho “El Gitano del Bolero” y es que a lo mejor, como
muestra de respeto al desaparecido, a alguno de los destacados guatacones, se
le ha ocurrido pedirle a los cubanos de a pie que hagan sus ruedas de casino al
compás del Himno Nacional.
2.- La represión siempre ha
existido. Visto desde el punto de vista social, creo yo que, desde el momento
en que se desarrolló el hombre pensante apareció como forma para conquistar,
tener y mantener el poder. Desde siempre y hasta hoy los más fuertes joden a
los más débiles. El sentimiento represivo poseído por algunos para controlar a
los otros, puede ser clasificado como algo natural en los seres humanos, aunque
natural no signifique bueno. Siempre que una parte es fuerte y necesita tener
tranquila a la otra parte, pues reprime.
A
eso no escapó el nuevo y mejor sistema socialista mundial, que, como nos decían
en nuestras clases en la universidad, para fortalecerse, el gobierno del
pueblo, tuvo que encarcelar, matar, y sobre todo crear el control y el auto
control efectivo, en aquellos que se mostraban no a favor o por lo menos
dudaban.
La
Cuba revolucionaria agrega a esta estrategia socialista un sentimiento muy fuerte
latino, caribeño, enormemente caudillista que nos viene desde el mismísimo Hatuey
y entonces, también en nombre del pueblo, se trata de mantener a raya o del
lado de allá de ella, a los que incluso sin manifestarse podrían estar en
contra.
Así
sufrieron algunos intelectuales, algunos religiosos, algunos que se querían
dejar el pelo largo y ponerse los pantalones apretados y hablaban de amor y por
supuesto aquellos que de una forma más directa hicieron algunas critiquitas o
simplemente algunas muequitas. El poder, aparentemente fuerte, pero con miedo,
reprime por anticipado como mejor forma para evitar.
No
obstante, siendo sincero, puedo decir que crecí en un país donde era difícil
ver un arma de fuego en la calle. Éstas quedaban segmentadas para los militares
en maniobras en el campo y para la policía vestida de uniforme y en servicio. Durante
muchos años los policías se quejaron por la enorme cantidad de medidas de
protocolo que tenían que realizar antes de sacar un arma en medio de la calle,
lo que resultaba que a veces los verdaderos delincuentes salían ganando, por
aquello de tener que decir tres veces alto, párate, luego de no sé cuánto, había
que tirar al aire con un intervalo determinado entre disparo y disparo y luego
la casi ley de tener que tirar a las piernas del perseguido. Sacar un arma y
matar a alguien en medio de una calle cubana era una acción que necesitaba de
toda una enorme justificación. Inteligente por aquellos años el gobierno. Reprimía,
pero era bueno. Recuerdo
que sentir un tiro era todo un evento, por muchos años reservado sólo para los
31 de diciembre a las 12 de la noche, mientras no prohibieron esa parte de la
fiesta.
Recién
ahora veo en internet también, manifestaciones del pueblo malo contra el
gobierno cubano y la represión que se lleva a cabo por fuerzas represoras
buenas. En esta información sí creo, porque los videos que veo no son producidos
por las tradicionales “agencias noticiosas enemigas”, sino de cualquier cubano de
a pie que lo graba con su celular y en menos de lo que canta un gallo, lo
cuelga en internet.
Y
lo que me llama la atención es la cantidad de hombres y mujeres vestidos de
civil que participan con armas de fuego y radios de comunicación colgados en la
cintura, o sea, la secuencia es repetida, aparecen dos carros de cualquier color,
se bajan de ellos 6, 7, 8 tipos, siempre de civil y le caen a piñazos a los que
están ejerciendo su “deseado” derecho a la libre expresión, que por lo que he
visto, muchos de ellos para nada reciben pagos del enemigo imperialista. Son cubanos,
cansados, jodidos, que quieren vivir mejor, cosa lícita que acompaña al ser
humano desde que éste se hizo pensante.
Conozco
que esto se hace, claro, pero todavía no se puede acusar de la existencia de un
ejército uniformado tirado a la calle como represor. Quizás los suecos o los
daneses al no ver uniformes puedan dormir tranquilos, entendiendo esto como reyertas
aisladas entre dos bandos, aunque nosotros sabemos que en realidad es el
mismísimo ejercito sólo que para este tipo de actividad lo visten de ropitas
civiles. Es como aquella ropita de cumpleaños que todos tuvimos guardadas en
nuestras casas en espera de tal ocasión.
No
lo puedo negar, los videos que he visto y en los que creo, terminan por ponerme
cabrón, porque veo a ese ejercito disfrazado de civil, con odio, con roña, con saña
y alevosía y sobre todo mayor en número, dándole golpes a un hombre joven esposado.
Es
cierto hubo muchos batistianos asesinos, que mataron sólo por matar, que
torturaron por diversión, que, desde la comodidad del poder ilimitado, reprimieron
y asesinaron a jóvenes por la sola condición de ser jóvenes. Pero al ver estos
videos, donde hombres en grupos les caen a golpes odiosos, innecesarios, a un
hombre esposado, que ya tienen inmovilizado, me pregunto, cuánto de batistiano
tendrá todo esto, cuánto estarán disfrutando el golpear y reprimir de esta
forma.
Peor,
se ven a mujeres, madres, hermanas, hijas, caerle a golpe a otras mujeres
madres, hermanas e hijas. Más desagradable, la imagen de hombres represores es
más común. No resulta agradable, ver bajarse de una guagua a 20 o 30 mujeres
cuya misión es caerles a golpes, partirle los brazos, arrancarle los pelos, arrastrar
por la calle, romperles las ropas, etc. a otras simples mujeres que
pacíficamente caminan o quieren ser escuchadas, más allá de que lo que están
pidiendo sea bueno o malo.
He
visto una reciente entrevista a un cubano que está varado en Ecuador que dice
ser uno de los organizadores de la represión a las llamadas “Damas de Blanco”.
Dice no haber participado en las golpizas, pero se auto reconoce como
organizador de las estrategias en papel y oficinas y ahora arrepentido está
tratando de llegar a los Estados Unidos para acogerse a la “asesina ley de
ajuste cubano”. ¿Cuántos de los que ahora dan golpes con roña a personas
desarmadas y muchas veces solas, están esperando para acogerse a la misma ley
en busca del perdón divino? ¿Cuántos habrán visto a sus represores y
torturadores caminando por las calles de Miami tal como si nunca hubiera pasado
nada? ¿Cuánto de verdad y mentira en todo esto?
Como
ya dije, no vivo en Cuba, me siento auto imposibilitado a cuestionar. JAJAJA.
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