Como casi todos los jóvenes cubanos, mis primeros
contactos con el alcohol, fueron cuando fui muy joven, recuerdo perfectamente
uno de ellos, más o menos tenía yo 14 años cuando decidimos tomarnos una
botella de menta en el parque que está en la esquina de Lourdes y Kessell en
nuestro Víbora Park. En aquella ocasión, amanecimos todos dormidos sobre los
bancos del parque. Puesto y convidado, hasta hoy a mis 57 años, más nunca he
podido tomar esa bebida. Alguien abre una botella de menta frente a mí y
literalmente siento ganas de vomitar.
No fue la única vez que me emborraché, otras
experiencias tuve, pero visto desde hoy, fueron muy pocas. No me gustan los
borrachos, no soporto la sensación que produce el exceso de alcohol, el dolor
de cabeza, el dolor de estómago, los mareos y vómitos, etc., entonces, no
importa la marca y la cantidad de bebida que exista frente a mí, siempre tomo
muy poco. Esto no deja de llamar la atención, porque para muchos, decir cubano
significa decir alcohol.
Sin embargo, he sido y soy un gran consumidor de café.
Procedo de una familia santiaguera, donde podía faltar cualquier cosa menos el
café. El día que no había café en la mañana, era un día atravesado, donde
todos, mi abuela paterna, mi padre y yo, sentíamos el impacto. He tomado todos
los cafés que han existido en Cuba, de producción nacional, de exportación, por
la cuota, por la izquierda, algunos regalos de amigos que sabiendo lo que para
mí significa siempre me garantizaban y todas las mezclas y en todos los
porcientos inventados. He tomado café con chícharo, chícharo con café e
incluso, en momento de grandes crisis, chícharo tostado y molido solo, variante
que no recomiendo a nadie. Todavía hoy, disfruto enormemente de una taza de
café, todavía hoy mientras mis amigos toman cervezas, a veces muchas cervezas, yo
paso el rato agradable con café. Hoy más que nunca, tan pronto alguien llega a
mi casa, después de la bienvenida calurosa, pues valoro y agradezco siempre que
me visiten, lo primero que hago es poner o dar la orden para que se ponga a
hacer un café.
Mucho ha acompañado e inspirado el café cubano a
pintores, músicos, artistas, cubanos en general, creo que la más conocida de
todas es el estribillo popularizado por Bola de Nieve y repetido y repetido por
todos los cubanos que dice: _“Ay, mamá Inés, ay, mamá Inés, todos los negros
tomamos café”. Por supuesto Martí, no pudo dejar de escribir sobre la infusión,
dicen que se motivaba muchísimo viendo todo el proceso de recogida, tueste, molida
a mano con el pilón cubano y que disfrutaba siempre a cualquier hora, no era
gran tomador de alcohol, de un café endulzado con miel, tanto que lo definió con
su típica e inigualable forma, como: “El café es un jugo rico, fuego suave, sin
llama, sin ardor, que aviva y acelera toda la ágil sangre de mis venas”.
El café siempre ha sido un problema para los cubanos, no
ha existido un santo día, donde hayamos podido tomar toda la cantidad de un
buen café que hayamos querido. Siempre, desde muy temprano, estuvo regulado y
los cubanos orgullosos productores de buen café durante muchos siglos,
comenzamos a “disfrutar” de un café malo y para colmo regulado bajo el concepto
de lo que nunca sobró. En medio de la ya regulación, fuimos capaces, secundando
una decisión de ya sabemos quién, de quitarnos una parte de la producción
nuestra para nosotros, para como muestra de solidaridad, enviar a un país de
aquellos, que, por aquellos años, llamábamos hermanos.
Desde que se comenzó a exportar como producto
revolucionario, los cubanos hemos estado sometidos a penar, entre otros muchos
productos, por el café. Durante todos estos años pasados, hemos escuchado que
se cumplen los planes de producción, que se logra exportar y se ingresan
dólares por ese concepto, escuchamos que los extranjeros visitan Cuba en busca
del buen y famoso café cubano, pero, como pasa también con otros tantos
productos, los cubanos tomamos en Cuba un café malo, a veces, muy malo. Lo
único que conocemos es una mezcla de mal café con chicharos, trigo, etc., que
en no pocas ocasiones, además de tupir y reventar las cafeteras, también
escaseaba y siempre supo a cualquier cosa menos a lo que debía saber. Una de
las cosas más lindas que tiene Miami es la “famosa” coladita de café cubanos
que se puede consumir en cualquier esquina de la ciudad.
Como gran consumidor que soy, tengo muchos recuerdos
vinculados al café durante toda mi vida. Recuerdos que, a pesar de la mala
calidad y la carencia del producto, llegan a ser simbólicos. Recuerdos que, a
pesar de todo lo malo, llegan a ser lindos.
Recuerdo que, durante mis escuelas al campo, mientras
recogíamos café me robaba diariamente un poco de los granos y los guardaba para
entregar a mi familia cuando venían a verme los domingos. Acción “gloriosa” a
través de la cual quería que mi familia tomara un poquito de buen o mejor café
que el de todos los días. Recuerdo las horas y horas de conversación con
Normita donde lo único que teníamos para amenizar era ese mal café, acompañado
de malos cigarros y nos parecía la gloria. Poder hablar 10 o 12 horas seguidas,
acompañados de tazas de café, era algo como de película. Recuerdo salir de mi
casa e ir a la funeraria Mauline a tomar café. Recuerdo cuando nació la hija de
mi amigo Marcial, él y yo, para celebrar, caminamos desde el hospital Hijas de
Galicia, en Luyanó, hasta mi casa en busca de un café diferente. No celebramos
con alcohol, cosa que hubiera sido entendible, escogimos para un día como
aquel, una simbólica taza de café.
Recuerdo que en uno de mis viajes a Santiago de Cuba
por trabajo, provincia por excelencia gran productora y consumidora de café, momentos en que aprovechaba para visitar a mi
familia, llegué a la casa de una de mis tías abuelas, Fela, y aquella viejita,
gran consumidora del “néctar negro de los dioses blancos” me dijo con dolor y
pena, _ “sobrino, te voy a colar la borra”, o sea, el polvo que ya se había
usado una primera vez, _”porque no hay café”. Crisis total, si no había café en
Santiago de Cuba y más, no había café en casa de mi tía Fela, algo grande
estaba pasando con el polvo.
Recuerdo en uno de esos viajes profesionales, donde
yo, además de profesor, trabajaba como asesor de la empresa que monopolizaba la
exportación de café de Cuba, un funcionario muy serio y al parecer bien
fundamentado en el tema, aseguró que más del 45% de la cosecha de café se
perdía en el camino de la loma al llano y por eso era imposible cumplir con las
cuotas y planes. La cifra me alarmó y averigüé. “No podemos asegurar que la
cifra sea la exacta”, fue la respuesta que recibí, “pero si sabemos que una gran
parte de la producción se desvía al mercado negro”.
El productor, a veces sin zapatos apropiados, sin
herramientas para trabajar y por momentos, sin haber cobrado en pesos cubanos
la cosecha del año anterior, luego de leer o escuchar que su café se había
exportado en dólares, se vengaba. Era cierto, en La Habana tomábamos el café
oriental comprado en el mercado negro, que bajaba de las maneras más inimaginables
desde las montañas. Recuerdo un gran escándalo donde de la Sierra Maestra
bajaron un día una caja de muerto en hombros, para enterrar el cadáver en la
ciudad. La caja no llevaba un cuerpo inerte, el operativo policial descubrió
que venía llena de granos de café. Nada nuevo, en un pueblecito de Cuba que
conozco bien, las vacas muertas que ingresaban en el mercado negro eran
trasladadas dentro de la ambulancia del policlínico
del pueblo. ¿No lo creen? Vayan y averigüen. Nunca duden de la creatividad del
cubano. Cajas de muertos y ambulancias nos han ayudado a sobrevivir.
Recuerdo y me río de que, en las dos ocasiones que he
viajado a Cuba hemos, aprovechando que viajamos tres personas, comprado 15
paquetes de café, para llevar cinco en cada uno de nuestros equipajes. Me río
recordando las caras de los cajeros del super cuando han tenido que pasar 15
paquetes del mismo producto, cosa que aquí, deben suponer es poco frecuente.
Orgullosamente puedo decir que al llegar a Cuba siempre pido que me cuelen un
cafecito de los que allí tienen y toman, por pura solidaridad y locura y puedo
decir, menos orgullosamente, que después de esa colada me niego a volver a
tomarlo. Todo el que pasa por Villoldo 112 a vernos, se toma su cafecito de
“afuera”, lo que el cubano de a pie valora tanto como a los dólares.
Hace unos pocos días, El Terrible me contó:
“Busca Mesa Redonda de
ayer y de hoy donde hablan de la producción de café, coco y cacao en Cuba para
que te rías un rato.
Alta demanda del Habano
Cubano en el mundo, pero la producción es menor por año. Cuando no llueve, pues
llueve mucho, pero no hay manera de que se recuperen los volúmenes de
producción. Exportamos uno de los mejores cafés del mundo, (el Arábico), e
importamos toneladas para el consumo interno. ¿Cuándo los cubanos fumaran
Habano y tomaran buen café? Los vietnamitas producen el 20 % del café a nivel
mundial, ahora de regreso en Cuba no para aprender si no para enseñarnos sobre
cómo lograron en pocos años semejantes resultados. ¿Por qué en Cuba el
socialismo, forma de organización y de "producción superior" no ha
funcionado?, ¿Qué pasó que aquí no funciona esa manera de hacer las cosas?,
¿Por qué otros países avanzan con resultados tangibles a nivel mundial?, ¿Si
pasaron 60 años y no hemos podido arrancar cuántos años necesitamos para
salir del atraso y la mala administración? El gobierno se acomodó a echarle la
culpa al bloqueo por comodidad y conveniencia de mantener su estatus”.
Muchos podrían pensar
que todo es un invento de mi colaborador, pero recuerdo y les aseguro que hace
exactamente 48 horas hablé con Cuba y mi familia allí, vale aclarar que nunca
pide nada, que no esperan vivir exclusivamente de las ayudas que enviamos, que
siempre declara que están bien y que ven las Mesas Redondas para mantenerse
“informados” de las cosas que en Cuba ocurren o se planifican, me confiesan que
no hay café ni en los centros espirituales, ni en el histórico y estable
mercado negro. Lo que me hace pensar que, aunque son nobles y buenos en el
espacio informativo de la televisión cubana, están algo desinformados y
entonces para que no me engañen y no ser injusto en mis análisis, me encaminé a
seguir la recomendación de El Terrible, o sea, “divertirme” un poco mirando la
Mesa Redonda.
Entonces vi la Mesa Redonda
y no sólo me divertí, sino que me divertí muchísimo. El espacio “informativo”
de la TV cubana, tiene siempre un esquema muy fácil, independientemente del
tema que se esté tratando.
El moderador Randy, que
sólo le falta un sombrero negro alto para ser un perfecto presentador de circo,
pregunta:
_ ¿Especialista X, de
qué color es el caballo blanco de Maceo?
El especialista que más
que eso es un burócrata o “cuadro” de dirección, que en realidad sabe poco de
lo que le manda a hablar y no quiere mirar a la cámara, me imagino que, por
pena, responde siempre:
_ Bueno Randy, como
dices, ratificando las palabras de nuestro Comandante en Jefe, que desarrolló
este tema con gran virtud, el caballo de Maceo fue blanco. También como lo
aclaró nuestro máximo líder, el blanco era blanco coco.
Entonces Randy,
satisfecho, sonriendo, concluye:
_ Claro, no sólo las palabras
de nuestro Comandante, sino el mismo Apóstol José Martí, en esa forma
inigualable que tenía para definir los asuntos patrios, dejó claro que el
caballo de Maceo fue blanco y no sólo, sino que era blanco coco.
Así se desarrollan los
temas, ahora el café, ayer las elecciones, antes de ayer la constitución, los
apagones, etc. Es una forma fácil, porque frente a cualquier problema, siempre
hay soluciones a mano, los huracanes, la indisciplina laboral o social de una parte
de los cubanos y por supuesto, el bloqueoooooooooooo.
Ahora el café. Vuelvo a
repetir que, según información que tengo de hace 48 horas de fuentes fidedignas,
en este justo momento existe un desabastecimiento de este producto en todas las
vías de su comercialización. Demora en la entrega de las cuotas en las bodegas,
casi desaparición total en las cadenas de tiendas en divisas e increíblemente gran
dificultad para conseguirlo en el mercado negro. Frente a esto, cada
especialista que participa, que sabe que no va a ser cuestionado por lo que
diga, por lo que puede decir lo que le venga en ganas o lo que está pactado de
ante mano, comienza por dictar un enorme rosario descriptivo de la cantidad de
empresas, CPA, CAC, PUD, BHD, cooperativas, centros de acopios, laboratorios,
direcciones municipales, provinciales, unidades empresariales de base,
directores, subdirectores, especialistas, etc., cosa que no resuelve nada, pero
ayuda a que el tiempo de la programación pase. Hay poco serio que decir, porque
la realidad es aplastante, no hay café, entonces el tiempo se consume con descripciones
absurdas que el pueblo interesado en informarse no le interesa, no entiende, no
puede grabar y además jamás aclara el pollo del arroz con pollo del problema.
La idea es primero que todo consumir el tiempo, con aparente importante
información que no sirve para nada.
Luego vienen los
números y ahí es donde se complica la cosa, para aquellos que quieran pensar,
pues todos sabemos que, para ellos, son exactamente eso números, que podrían
ser colores o flores. De ellos, en esta ocasión, el más impactante para mí,
capaz de provocar un desmayo, es que, en boca de uno de los especialistas
aparentemente serio, se está trabajando en un plan para el 2030. ¿Será esto
posible? Pues sí, el Especialista X, un tipo que parece jamás haber entrado en
un campo de café, dejó claro que se estaba trabajando fuertemente, con todos
los elementos de la cadena haciendo un gran esfuerzo, todos los planes hechos
sobre la consideración de todos los factores, para el año 2030.
Esto me parece,
no sólo poco serio, sino loco. ¿Cómo es posible que los directivos de ese
gobierno, que están asistiendo a un programa que pretende informar al pueblo sobre
el desabastecimiento de un producto tan importante como el café, que el pueblo
cubano está sufriendo su ausencia, tratando de pedir comprensión, tiempo y dar
alguna esperanza, sean capaces de decir tal cosa, teniendo en cuenta que
estamos sólo al comenzar el 2020? Los planes que se está haciendo son para el
2030000000000000.
Luego las producciones.
Resulta ser que, según ellos mismo, por lo que la información no me la suministró
la CIA, ni los enemigos del gobierno, en la década del 60, Cuba producía 60 000
toneladas de café y hoy en el 2019 se está tratando de llegar a las 9 000
toneladas, o sea, brutalmente casi 7 veces menos. Han pasado 60 años de
producción planificada, de ciencia incorporada a la agricultura, de
colaboraciones internacionales y en el 2019 sólo se logra producir, si es que
la cifra es real, pues podría incluso ser menor, la honorable séptima parte de
lo que se producía a principio de la revolución.
Claro es entendible, se
desprende, aunque ellos tratan de soslayarlo, en la década del 60, el gobierno
heredó todo lo que venía funcionando de los años 50. Campos bien cuidados,
campesinos independientes motivados, precio bien pagado, personas menos
graduadas en universidades, pero absolutos conocedores del arte del tratamiento
del cafeto, que, sin tantos laboratorios, ni científicos, sin tantos masters, sin
tanta inversión y colaboración extranjera, mantenían la tradición de varios
siglos de producción cafetalera, quizás la tradición de sus padres, abuelos,
tatarabuelos, etc. El café, además de producto comercial, era el orgullo del
cubano.
Según el Especialista
Y, repito no lo dijo la CIA, fue Fidel quien “incentivó”, todos sabemos que se
encaprichó e impuso, la siembra del café Arábico, de más precio en el mercado
internacional, pero más complicado para lograrlo, en detrimento del
acostumbrado café Robusto, que tanto se sembraba en Cuba. Claro el primero iría
dirigido al mercado exterior y el segundo, sabemos a dónde iría a parar.
Las producciones
comenzaron a decaer paulatina y sistemáticamente, empezaron las regulaciones para
el consumo nacional, donde cada día se dio menos café y de más mala calidad
bajo la falsa explicación socialista de que era para garantizar que a cada
cubano le llegara la misma cantidad en el mismo momento. Luego las producciones
de Arábico también sufrieron, no llegaron a estabilizarse y Cuba desde hace
muchísimos años no puede tan siquiera cumplir con sus compromisos
internacionales que ya tiene firmado, por lo que resulta imposible entonces
abrir nuevos mercados, así que aquello de exportar mucho café y por esa vía
ingresar muchos dólares a la economía del país, fue otro de los más sonados
fracasos hasta hoy. La demanda existe, los clientes con dinero para comprar van
todos los días a Cuba, los interesados en negocios cafetaleros llenan los
hoteles en espera de sus turnos para reunirse con los ejecutivos y directivos
de las empresas productoras y exportadoras cubanas, el mundo grita por el café
cubano, pero, Cuba, en realidad no tiene café y por lo que vemos demorará mucho
en tenerlo.
Recuerdo que en
aquellos años que dije, trabajé como asesor de una empresa exportadora de café,
nos dimos a la tarea de crear toda una campaña de marketing internacional para
la exportación del producto cubano, como materia prima, o sea, al Cuba no poder
competir con el café envasado, tiene que exportarlo a granel, o sea verde, para
que otros países lo tuesten, lo envasen y los venda en sus mercados, por lo que
el precio es siempre menor. Aquello significó muchas horas de trabajo de buró,
muchas reuniones y discusiones con un equipo extremadamente incapaz. Muchos
especialistas viajando por las ferias comerciales del mundo para conocer
tendencias, marcas, empaques, etc. Discusiones y más discusiones y cuando
logramos terminar la parte comercial y de marketing con pronósticos de ventas, recomendaciones
para diseños de empaques donde apareciera algo de nuestra imagen, logotipos,
etc., apareció el encargado de las mezclas y conocedor exacto de las producciones
y declaró que no había café ni para empezar. La idea revolucionaria para salvar
todo aquel trabajo fue pedirle al cliente francés que montara todo aquello para
su mercado, sin haberle pagado, o sea, enviado el café que se le debía del
contrato anterior y sin tener café para enviarle para un nuevo contrato. Obvio
el querido cliente francés, respondió en español, nooooooooooooooo. Fin del
cuento.
Es claro, Fidel tenía
razón, no lo descubrió él, el café ha sido y es un producto muy demandando, se
pagan muy buenos precios por una buena calidad. Existen países como Italia y
Francia, el más importante mercado Japón, que pagan muy bien la tonelada del
producto, pero para eso, querido Fidel, lo primero que hay que tener es café,
mucho café. La idea y los números en papeles son lindos, as estrategias de
marketing son fantásticas, los proyectos en el aire mejor, lo de aparecerse en
un programa de TV y hablar de planes y proyectos, incluso lo de planificar para
el 2030 es entendible en la Cuba de hoy, pero la realidad ha sido y es
totalmente otra.
Según la International
Coffee Organization, los mayores productores de café del mundo son Brasil, seguido
por Viet Nam y Colombia y sorprendentemente aparecen dentro de los primeros productores
mundiales varios países africanos y de Centroamérica, países pobres, sin tantos
universitarios, sin tantos laboratorios, sin tantos científicos, sin tanta
teoría del proletariado. El café cubano, introducido en la parte oriental de la
isla por los franceses en el siglo XVIII, que luego se extendió a muchos otros
territorios del país y que durante siglos fue una de las primeras fuentes de
ganancias para la economía, primero colonial y luego republicana, orgullo de
los cubanos, hoy prácticamente no existe. Se está tratando, una vez más dentro
de estos últimos 60 años, de recuperar una producción, que jamás aspira a
llegar a las cifras históricas. Se vuelve a tratar, se aspira a llegar, se está
planificando, se está desarrollando, años tras años, décadas tras décadas,
viejos y nuevos directivos, viejos y nuevos científicos y al final, nada, sólo se
ha logrado menos café.
Es precisamente ahí donde
aparece el gran conflicto y tomemos de ejemplo, no al monstruo de la economía suramericana
Brasil, sino a Viet Nam, segundo productor de café del mundo, productor el sólo
de la quinta parte del café que se vende y consume en el planeta. Además, Viet
Nam nos viene mejor porque su estructura política administrativa es muy parecida
a la cubana, al menos en su planteamiento socialista general.
¿Cómo es posible que
Viet Nam, después de pasar cinco guerras, de donde la última, donde participó
activamente Estados Unidos, que probó todas las armas químicas que tenía
inventada, más las que sometía a pruebas, de donde la mitad de la población fue
afectada, de donde más de la mitad de la tierra existente fue no sólo afectada,
sino arrasada, para el presente y el futuro por muchos años, de donde la
economía después de varios años de guerra quedó totalmente destruida, de donde
la agricultura, principal fuente de riquezas del pueblo vietnamita quedó
imposibilitada de crecer por muchos años, de donde los vietnamitas suelen
generalmente ser un pueblo de baja estatura y poco peso corporal, que si los
comparamos nada más conmigo yo puedo representar, como mínimo, a dos de ellos y
si traigo a mi hijo Jonathan y mi yerno Yordan, podemos sumar casi lo mismo que
un pueblo entero, hoy, entre otros renglones económicos de alta producción, productividad
y calidad, Viet Nam puede producir la quinta parte del café que se produce en
el planeta Tierra?, ¿Serán especiales, estarán ayudados por fuerzas de trabajo
extraterrestres, el socialismo y el partido comunista vietnamitas estarán compuestos
por super héroes?
Pues sí, los
vietnamitas, sin tanto bombo y platillo como nos damos los cubanos, han demostrado
ser especiales y más, demuestran sin quererlo, el fracaso del proyecto cubano. Ahora
no sólo porque son los segundos productores de café en el mundo y su producción
inunda los mercados ingleses, franceses y alemanes, sino porque les sobra
tiempo, recursos y deseos para, nada más y nada menos, que enseñar a Cuba a
cultivar café. Son especiales porque los franceses lo introdujeron en suelo
vietnamita en el siglo XIX, o sea, mucho después de que lo llevaron a Cuba,
pero no fue hasta la 1950 que los vietnamitas tomaron conciencia del producto,
en el mismo momento en que Cuba producía muchas decenas de miles de toneladas anualmente
y para colmo, luego de la destrucción total por la guerra, cosa que Cuba no
conoce, se han colado, por orden y estrategia de un partido comunista parecido
al que dirige Cuba, en uno de los principales productores del mundo.
El café, por aquello de
que “todos los negros tomamos café” es un producto especial para el cubano y a
la misma vez, como se puede ver, un ejemplo más del fracaso del proyecto de
gobierno, que cogió una producción en más de 60 000 toneladas y luego de 6
décadas de trabajo, está luchando “fuertemente” por producir 9 000 toneladas.
Las plantas han sufrido, las semillas buenas han escaseado, las plantas producen
menos frutos, los bichos y plagas atacan como las naves en Star Wars, el
campesino, explotado antes del 59 para el cual se hizo una revolución
socialista, ahora está desestimulado, sin herramientas, sin ropas para
trabajar, sin tierras para sembrar, tierras que según los propios especialistas
frente a las cámaras de TV, han sido abandonadas para irse a la ciudad a
dedicarse a otras actividades económicas más productoras de dinero, porque los
precios a los que se les ha pagado su café durante todos estos años, lejos de incrementarse
han ido disminuyendo, trabajadores a los que se les debe incluso su dinero en
moneda nacional, luego de haber exportado en dólares su café. Fracaso porque se
impuso e implementó la producción de un café desconocido sólo para la
exportación, sólo para extranjeros, que nunca llegó a desarrollarse, en detrimento
del café que los cubanos conocíamos y producíamos para nosotros mismos. Fracaso
porque los “cuadros de dirección” jamás entran a un campo de café y pocos a lo
mejor saben de su cultivo y sólo se reúne para diseñar estrategias frente a
proyectores de imágenes y resúmenes en papel. Fracaso, no porque lo diga yo, no
porque lo diga la CIA, ni la gusanera de Miami, sencillamente fracaso porque en
la realidad, a pesar de todos los inconvenientes que la dirección cubana maneja
como exclusivos para Cuba, ejemplo, la sequía o la mucha lluvia, el bloqueo que
fabrica y envía los bichos especialmente para las montañas cubanas, la realidad
ha sido y es una, irrefutable, inocultable, injustificable, no hay café.
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