Mi madre desde Cuba me
pide, en realidad me aconseja, que escriba sobre lo que ella llama “temas
lindos”, o sea, menos Cuba, menos análisis de su realidad y más sobre las
ardillas y la nieve de Lincoln. Ella está en Cuba y a lo mejor, leer la
realidad que vive, le cansa. Entonces la complazco, aunque no hablaré de las
ardillas, pues entre otras cosas, no soy biólogo y si la historia me aprieta,
bien cocinadas por Martica, me las podría comer, escribiré sobre un tema de los
llamados lindo.
No soy especialista en nada, pero si puedo decir que crié, junto a Martica, a nuestros hijos, entonces puedo descubrir y diferenciar. Mia tiene un futuro grande, no sólo por el apoyo que como niña tiene, sino por ella misma. Futuro grande, no significa millonaria, futuro grande significa organizado, estable, sólido, capaz de seguir, de acompañar, de guiar y ayudar a otros.
No fuimos en mi familia
muy dados a los deportes de contacto practicados oficialmente. Nos dio por la
música, por la albañilería, la mecánica, la plomería, la electrónica, la
lectura, los grandes análisis sobre historia, política, etc. Nos fajamos como todos
los cubanos, nos dimos trompadas y revolcones en la tierra. Jugamos y
practicamos deportes a nivel de calle como todos los cubanos, pero no nos dio
por irnos a un local a practicar judo o karate. Mis conocimientos sobre artes
marciales, tengo muchos, se concretan a las películas que veía en la pantalla
de TV o cine. Ya ha dicho anteriormente que fui fanático a Bruce Lee y debo
haber visto la Cámara 36 de Shaolin, como mínimo 36 veces, todavía de viejo,
aquí en USA, me la volví a echar y para burla de mi hijo, podría volverla a ver
de nuevo. Recuerdos de la infancia.
Sin embargo, como papá,
si me incorporé con Jonathan al karate. Durante meses en mi reparto se creó un
grupo de niños que quisieron practicar el deporte japonés con dos profesores
que allí practicaban, entonces varias tardes a la semana, llevaba a mi hijo a un
colchón que quedaba cerca de mí casa.
Jonathan, para orgullo mío,
se tomó aquello muy seriamente y logró transitar por varias cintas, hasta que
un buen día, ahora no recuerdo exactamente la causa, dejó de ir, creo que,
porque la opción del espacio se acabó y no se pudo conseguir otro. Me gustaba
ver a mi hijo practicando karate darse golpes técnicos con otro niño y disfrutaba
yo, sentado o asomado por una ventana, verlo sudar copiosamente, el espacio
tenía techo de fibrocemento y el clima en Cuba es muy caliente, así que a lo
mejor nunca llegaba a ser buen karateca, pero lo de sudar estaba garantizado. Me
gustaba ver los avances y sus logros, me gustaba verlo tirar patadas o parado
en kiba dachi hasta que las piernas y muslos le temblaban y no podían
sostenerlo. Recuerdo que se ponía rojo como un tomate.
Ahora, veo a mi nieta
de 7 años, linda, rubita, cariñosa y dulce, practicando Taekwondo y como abuelo
me siento orgullosísimo, pues me recuerda a cuando Jonathan fue niño y doy
mucho mérito a sus padres, sobre todo a su papá Yordan, por motivar, apoyar,
enseñar y practicar con Mía casi diariamente.
El Taekwondo coreano, como
deporte oficial internacional es bastante nuevo, pero como todo en Asia, tiene
sus orígenes en el año 50 D.C., o sea, hace muchísimos años. Es un deporte que
se caracteriza por el amplio uso de técnicas de piernas y patadas, haciéndolas
especiales por su rapidez y precisión, que parece son mucho más variadas que en
el resto de las artes marciales, además de los golpes con los puños y las manos
abiertas. Según los coreanos, donde existen dos escuelas principales, la
práctica utiliza el uso de la respiración y la conciencia física y emocional, interna
y externa, adquirida por la meditación, de donde lo importante no es el
triunfo, sino el dominio del arte marcial. Todo muy asiático.
Podría parecer fácil,
pero no lo es. Si algún problema tenemos hoy día, al menos aquí, que es lo que
veo, es el olvido de muchos papás sobre sus hijos. Los niños existen, muchos,
porque a sus papás no les queda más remedio, pero más nada. Transitan muchos,
olvidados, frente a pantallas de televisión, tables o celulares la mayor parte
del tiempo. Viven, muchos, trancados en sus cuartos incomunicados de la
realidad que los rodea. Viven en soledad, complaciendo a sus padres en portarse
bien, viviendo, muchas veces, en mundos irreales de esos que se viven a través
de los videos juegos.
Es común escuchar a
padres decir: _el niño está bien, ahí anda trancado en su cuarto jugando con el
table. Para que los niños se porten bien, le entregamos nuestra mejor oferta,
el celular. A los papás se les ha olvidado jugar, enseñar, compartir ideas y
trabajos, compartir maldades, regañar oportunamente y reconocer oportunamente y
sólo nos complace en nombrarlos “especiales” en las redes sociales. La mayor
parte de las veces las acciones se concretan al regaño y al olvido. Los papás
están muy cansados y ocupados en sus propias ideas, lo que termina muchas veces
en una posición egoísta e inmadura, o sea, quiero ser papá, pero no puedo dejar
de quererme a mí mismo. Quiero ser papá, pero no puedo emplear tiempo en los
niños, porque tengo que estudiar, trabajar o dedicar mi tiempo libre a mis
músculos y belleza corporal. Quiero ser papá, pero necesito mi espacio. Los
niños están bien, tienen juguetes, galleticas, cereales y 300 canales de TV,
incluyendo los pornográficos para entretenerse solos. Quiero ser papá, pero
necesito dormir hasta las 2 de la tarde, estoy muy cansado y estresado.
Ser papá entonces,
desde que se inventó la categoría, es otra cosa. En las tribus antiguas, los
papás llevaban a sus hijos y los enseñaban a cazar osos, mamut, leones o
ballenas, para graduarlos de hombres, todavía hoy en algunas tribus africanas y
los esquimales practican esa tradición. Ser papá significa, nada más y nada
menos que no tener espacio, ni tiempo, ni vida privada, ni ocupaciones y atenciones
por encima de los hijos. Los papás no tienen libertad una vez que paren. Para
mantener la libertad, el no compromiso, el tiempo libre, para poder dormir hasta
el mediodía, para tener todas las noches libres, hay sencillamente que usar
muchos condones y evitar a todo costo que un espermatozoide fecunde a un óvulo.
Es mejor, más sencillo, aunque también tiene sus complejidades, tener un
pececito dentro de una pecera.
Entonces valoro a
Jennifer y a Yordan, no como mi familia, sino como padres. Mía, mi nieta,
también conoce de pantallas, es imposible nacida aquí sustraerla 100% de la
modernidad y tecnología, porque nadie ha dicho que ver muñequitos o una
película hace daño. Mía juega por momentos sola, los psicólogos dicen que es
una de las mejores formas de desarrollar en el niño el intelecto, la
imaginación, la solución al aburrimiento, la búsqueda de soluciones, etc., pero
paralelamente tiene a dos personas que la han declarado VIP, o sea, todo lo
demás que existe, viene después de ella.
Entonces, entre otras
cosas, Yordan que, si es de esas personas que necesita hacer deporte todos los
días, es el máximo encargado de, en ese llamado tiempo libre, llevar, apoyar,
esperar, etc., a Mia a sus clases de deporte coreano. Es más, es el entrenador personal
que Mia tiene en la casa para practicar.
El deporte, sobre todo
en equipo, es muy bueno, sobre todo aquí donde una gran parte de los niños
viven como ya describí, en soledad.
Los entretiene
sanamente y aparta de la bobería y de las grandes cantidades de comidas
llamadas “chatarras”, porque grandes problema tienen los países como Estados
Unidos, donde los niños son grandes consumidores de comidas rápidas, veneno,
donde muchísimos están muy pasados de peso y donde incluso existen miles de
casos, lo que antes era poco frecuente, de niños diabéticos y con altos niveles
de colesterol, además de otras enfermedades ocasionadas por el excesivo consumo
y la poca actividad física.
Luego los disciplina,
en la misma medida que tienen un entrenador que no es su familia que les exige,
les crea horarios, les pide esfuerzos, cumplimiento de planes y técnicas, etc.,
o sea, los hace fuertes y organizados.
El asistir al deporte oficialmente,
los sociabiliza, aspecto de vital importancia para la vida solitaria que muchos
llevan frente a pantallas electrónicas. Los hace compartir con otros niños, de
diferentes edades, tamaños, orígenes, etc., lo que hace que crezcan sin
considerarse reyes o princesas especiales. Por momentos hay que vencer, en
otros hay que ceder. La sociabilización enseña a negociar.
Si es de contacto el
deporte, pues aprenderán, no a atacar según dice la teoría, pero si a
defenderse, en la misma medida que el deporte crea seguridad, independencia, y
sobre todo enseña a que nadie, mañana, te pueda, como decimos en buen cubano, “meter
el pie”. Hay que ser noble, calmado, pero en un momento agresivo como muchos
vivimos, es bueno poder sacar las manos y los pies, para, por lo menos,
paralizar al agresor. Creo que lo de la seguridad en uno mismo es fundamental,
veo a mi alrededor a una enorme cantidad de inseguros que mete miedo, que a
veces me pregunto, cómo han llegado hasta aquí.
El deporte, en medio
del sacrificio, divierte y hermana. Dicen que Martí dijo: “Subir montañas
hermana hombres”. Es cierto. Está probado que, si existe algo que une a las personas,
si existe algo que crea uniones irrompibles son las acciones de compartir
labores manuales, visiones, pasar trabajos y necesidades, compartir soluciones,
incluso las que pueden resultar inimaginables en momentos normales. Pensar en
equipo, pensar en nosotros y luchar para lograr el objetivo, hace a las
personas más sensibles y más comprometidas.
Claro, puede haber
riesgos, sobre todo cuando se trata del físico, siempre los hay. Puede existir
un mal golpe no intencional. Recuerdo cuando niño, regresando de la escuela
primaria, jugando con mi hermano Iván 4 años menor que yo, de una patada le
saqué un diente de arriba, que por suerte era aún de leche y gracias a eso no
me mataron cuando llegué a mi casa. Puede haber una lesión, pero, al final de
la vida, existen muchísimos otros riesgos que corremos todos los días, muchos
riesgos no del físico, sino del alma. Dejemos de proteger excesivamente a
nuestros príncipes y princesas y los haremos más fuertes para mañana.
Mia hoy está contenta y
se toma, apoyada siempre por sus papás, lo del Taekwondo en serio. A lo mejor
mañana cambia, es más que posible, seguro, porque otros intereses aparecerán en
su vida, aunque no se puede desconocer que los campeones que vemos ganar
medallas comenzaron desde muy chicos, pero lo que está haciendo hoy, no sólo le
mejorará el cuerpo, haciéndola incluso inmune al dolor, sino que le fortalecerá
el cerebro y es ese precisamente el mayor beneficio para el futuro.
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