jueves, 19 de diciembre de 2019

Mia Campeona.


Mi madre desde Cuba me pide, en realidad me aconseja, que escriba sobre lo que ella llama “temas lindos”, o sea, menos Cuba, menos análisis de su realidad y más sobre las ardillas y la nieve de Lincoln. Ella está en Cuba y a lo mejor, leer la realidad que vive, le cansa. Entonces la complazco, aunque no hablaré de las ardillas, pues entre otras cosas, no soy biólogo y si la historia me aprieta, bien cocinadas por Martica, me las podría comer, escribiré sobre un tema de los llamados lindo.

No soy especialista en nada, pero si puedo decir que crié, junto a Martica, a nuestros hijos, entonces puedo descubrir y diferenciar. Mia tiene un futuro grande, no sólo por el apoyo que como niña tiene, sino por ella misma. Futuro grande, no significa millonaria, futuro grande significa organizado, estable, sólido, capaz de seguir, de acompañar, de guiar y ayudar a otros.

No fuimos en mi familia muy dados a los deportes de contacto practicados oficialmente. Nos dio por la música, por la albañilería, la mecánica, la plomería, la electrónica, la lectura, los grandes análisis sobre historia, política, etc. Nos fajamos como todos los cubanos, nos dimos trompadas y revolcones en la tierra. Jugamos y practicamos deportes a nivel de calle como todos los cubanos, pero no nos dio por irnos a un local a practicar judo o karate. Mis conocimientos sobre artes marciales, tengo muchos, se concretan a las películas que veía en la pantalla de TV o cine. Ya ha dicho anteriormente que fui fanático a Bruce Lee y debo haber visto la Cámara 36 de Shaolin, como mínimo 36 veces, todavía de viejo, aquí en USA, me la volví a echar y para burla de mi hijo, podría volverla a ver de nuevo. Recuerdos de la infancia.

Sin embargo, como papá, si me incorporé con Jonathan al karate. Durante meses en mi reparto se creó un grupo de niños que quisieron practicar el deporte japonés con dos profesores que allí practicaban, entonces varias tardes a la semana, llevaba a mi hijo a un colchón que quedaba cerca de mí casa.

Jonathan, para orgullo mío, se tomó aquello muy seriamente y logró transitar por varias cintas, hasta que un buen día, ahora no recuerdo exactamente la causa, dejó de ir, creo que, porque la opción del espacio se acabó y no se pudo conseguir otro. Me gustaba ver a mi hijo practicando karate darse golpes técnicos con otro niño y disfrutaba yo, sentado o asomado por una ventana, verlo sudar copiosamente, el espacio tenía techo de fibrocemento y el clima en Cuba es muy caliente, así que a lo mejor nunca llegaba a ser buen karateca, pero lo de sudar estaba garantizado. Me gustaba ver los avances y sus logros, me gustaba verlo tirar patadas o parado en kiba dachi hasta que las piernas y muslos le temblaban y no podían sostenerlo. Recuerdo que se ponía rojo como un tomate.



Ahora, veo a mi nieta de 7 años, linda, rubita, cariñosa y dulce, practicando Taekwondo y como abuelo me siento orgullosísimo, pues me recuerda a cuando Jonathan fue niño y doy mucho mérito a sus padres, sobre todo a su papá Yordan, por motivar, apoyar, enseñar y practicar con Mía casi diariamente.

El Taekwondo coreano, como deporte oficial internacional es bastante nuevo, pero como todo en Asia, tiene sus orígenes en el año 50 D.C., o sea, hace muchísimos años. Es un deporte que se caracteriza por el amplio uso de técnicas de piernas y patadas, haciéndolas especiales por su rapidez y precisión, que parece son mucho más variadas que en el resto de las artes marciales, además de los golpes con los puños y las manos abiertas. Según los coreanos, donde existen dos escuelas principales, la práctica utiliza el uso de la respiración y la conciencia física y emocional, interna y externa, adquirida por la meditación, de donde lo importante no es el triunfo, sino el dominio del arte marcial. Todo muy asiático.

Podría parecer fácil, pero no lo es. Si algún problema tenemos hoy día, al menos aquí, que es lo que veo, es el olvido de muchos papás sobre sus hijos. Los niños existen, muchos, porque a sus papás no les queda más remedio, pero más nada. Transitan muchos, olvidados, frente a pantallas de televisión, tables o celulares la mayor parte del tiempo. Viven, muchos, trancados en sus cuartos incomunicados de la realidad que los rodea. Viven en soledad, complaciendo a sus padres en portarse bien, viviendo, muchas veces, en mundos irreales de esos que se viven a través de los videos juegos.

Es común escuchar a padres decir: _el niño está bien, ahí anda trancado en su cuarto jugando con el table. Para que los niños se porten bien, le entregamos nuestra mejor oferta, el celular. A los papás se les ha olvidado jugar, enseñar, compartir ideas y trabajos, compartir maldades, regañar oportunamente y reconocer oportunamente y sólo nos complace en nombrarlos “especiales” en las redes sociales. La mayor parte de las veces las acciones se concretan al regaño y al olvido. Los papás están muy cansados y ocupados en sus propias ideas, lo que termina muchas veces en una posición egoísta e inmadura, o sea, quiero ser papá, pero no puedo dejar de quererme a mí mismo. Quiero ser papá, pero no puedo emplear tiempo en los niños, porque tengo que estudiar, trabajar o dedicar mi tiempo libre a mis músculos y belleza corporal. Quiero ser papá, pero necesito mi espacio. Los niños están bien, tienen juguetes, galleticas, cereales y 300 canales de TV, incluyendo los pornográficos para entretenerse solos. Quiero ser papá, pero necesito dormir hasta las 2 de la tarde, estoy muy cansado y estresado.

Ser papá entonces, desde que se inventó la categoría, es otra cosa. En las tribus antiguas, los papás llevaban a sus hijos y los enseñaban a cazar osos, mamut, leones o ballenas, para graduarlos de hombres, todavía hoy en algunas tribus africanas y los esquimales practican esa tradición. Ser papá significa, nada más y nada menos que no tener espacio, ni tiempo, ni vida privada, ni ocupaciones y atenciones por encima de los hijos. Los papás no tienen libertad una vez que paren. Para mantener la libertad, el no compromiso, el tiempo libre, para poder dormir hasta el mediodía, para tener todas las noches libres, hay sencillamente que usar muchos condones y evitar a todo costo que un espermatozoide fecunde a un óvulo. Es mejor, más sencillo, aunque también tiene sus complejidades, tener un pececito dentro de una pecera.

Entonces valoro a Jennifer y a Yordan, no como mi familia, sino como padres. Mía, mi nieta, también conoce de pantallas, es imposible nacida aquí sustraerla 100% de la modernidad y tecnología, porque nadie ha dicho que ver muñequitos o una película hace daño. Mía juega por momentos sola, los psicólogos dicen que es una de las mejores formas de desarrollar en el niño el intelecto, la imaginación, la solución al aburrimiento, la búsqueda de soluciones, etc., pero paralelamente tiene a dos personas que la han declarado VIP, o sea, todo lo demás que existe, viene después de ella.


Entonces, entre otras cosas, Yordan que, si es de esas personas que necesita hacer deporte todos los días, es el máximo encargado de, en ese llamado tiempo libre, llevar, apoyar, esperar, etc., a Mia a sus clases de deporte coreano. Es más, es el entrenador personal que Mia tiene en la casa para practicar.

El deporte, sobre todo en equipo, es muy bueno, sobre todo aquí donde una gran parte de los niños viven como ya describí, en soledad.

Los entretiene sanamente y aparta de la bobería y de las grandes cantidades de comidas llamadas “chatarras”, porque grandes problema tienen los países como Estados Unidos, donde los niños son grandes consumidores de comidas rápidas, veneno, donde muchísimos están muy pasados de peso y donde incluso existen miles de casos, lo que antes era poco frecuente, de niños diabéticos y con altos niveles de colesterol, además de otras enfermedades ocasionadas por el excesivo consumo y la poca actividad física.

Luego los disciplina, en la misma medida que tienen un entrenador que no es su familia que les exige, les crea horarios, les pide esfuerzos, cumplimiento de planes y técnicas, etc., o sea, los hace fuertes y organizados.

El asistir al deporte oficialmente, los sociabiliza, aspecto de vital importancia para la vida solitaria que muchos llevan frente a pantallas electrónicas. Los hace compartir con otros niños, de diferentes edades, tamaños, orígenes, etc., lo que hace que crezcan sin considerarse reyes o princesas especiales. Por momentos hay que vencer, en otros hay que ceder. La sociabilización enseña a negociar.

Si es de contacto el deporte, pues aprenderán, no a atacar según dice la teoría, pero si a defenderse, en la misma medida que el deporte crea seguridad, independencia, y sobre todo enseña a que nadie, mañana, te pueda, como decimos en buen cubano, “meter el pie”. Hay que ser noble, calmado, pero en un momento agresivo como muchos vivimos, es bueno poder sacar las manos y los pies, para, por lo menos, paralizar al agresor. Creo que lo de la seguridad en uno mismo es fundamental, veo a mi alrededor a una enorme cantidad de inseguros que mete miedo, que a veces me pregunto, cómo han llegado hasta aquí.

El deporte, en medio del sacrificio, divierte y hermana. Dicen que Martí dijo: “Subir montañas hermana hombres”. Es cierto. Está probado que, si existe algo que une a las personas, si existe algo que crea uniones irrompibles son las acciones de compartir labores manuales, visiones, pasar trabajos y necesidades, compartir soluciones, incluso las que pueden resultar inimaginables en momentos normales. Pensar en equipo, pensar en nosotros y luchar para lograr el objetivo, hace a las personas más sensibles y más comprometidas.

Claro, puede haber riesgos, sobre todo cuando se trata del físico, siempre los hay. Puede existir un mal golpe no intencional. Recuerdo cuando niño, regresando de la escuela primaria, jugando con mi hermano Iván 4 años menor que yo, de una patada le saqué un diente de arriba, que por suerte era aún de leche y gracias a eso no me mataron cuando llegué a mi casa. Puede haber una lesión, pero, al final de la vida, existen muchísimos otros riesgos que corremos todos los días, muchos riesgos no del físico, sino del alma. Dejemos de proteger excesivamente a nuestros príncipes y princesas y los haremos más fuertes para mañana.

Mia hoy está contenta y se toma, apoyada siempre por sus papás, lo del Taekwondo en serio. A lo mejor mañana cambia, es más que posible, seguro, porque otros intereses aparecerán en su vida, aunque no se puede desconocer que los campeones que vemos ganar medallas comenzaron desde muy chicos, pero lo que está haciendo hoy, no sólo le mejorará el cuerpo, haciéndola incluso inmune al dolor, sino que le fortalecerá el cerebro y es ese precisamente el mayor beneficio para el futuro.

Aquí les dejo las fotos para que vean que lo que cuento no es mentira.






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