Vivo en Estados Unidos, donde no sólo tengo acceso a
una inmensidad de comida incontable e inimaginable, sino, también, a una enorme
variedad de ella. Además de los supermercados clásicos conocidos, existen en mi
ciudad pequeños mercados regionales, árabes, mexicanos, africanos, chinos, vietnamitas,
etc., lo que permite a cualquiera poder acceder a comidas típicas, dulces,
frutas, especies especiales, tal como si se viviera en muchos de los países aquí
representados.
Tengo la suerte y la inteligencia de vivir con una
mujer que cocina bien. Ella ha heredado de su familia, madre y abuela, el amor
por la cocina. Tiene la ventaja de poder cocinar rico para 2 personas y cocinar
para 25 o 30 personas con la misma calidad, entonces, siento orgullo con decir
que no necesito ir a un restaurante para comer rico, como comida de restaurante
todos los días de mi vida.
Martica fue famosa en Cuba cuando ocupó el lugar de su
mamá, cocinando todos los días y aquellos días de fiestas para 30 personas, incluso
dentro de cada día del llamado “Período Especial”, cuando con un poco de sal,
ajo y tomate, podía convertir una piedra en algo rico para comer y desear más.
Famosa por los cubos de ensalada fría, las cazuelas de espaguetis, las decenas
de torrejas o tamales, el congrí, llamado de los Dioses por el Chino, los
postres, etc. Luego se hizo famosa en República Dominicana, incluso cocinando
comida dominicana. Los cubanos amigos puntos fijos, los dominicanos vecinos,
parecidos a nuestros orientales, no podían resistir y preguntaban por las
ventanas, “vecina que estás cocinando” y por supuesto, llevaban su plato de
comida, a veces cubana, pero a veces dominicana frente a la que morían. Ahora
desde hace 8 años se ha hecho famosa en Estados Unidos. Cada vez que se habla
de reunión, a Martica, que ha envejecido y se cansa más rápido, le toca cocinar,
los jóvenes generalmente compran los dulces y las bebidas, lo que resulta
obviamente más fácil. Ella la tiene fácil, si quiere sentirse querida, pues
lleva a su trabajo un flan cubano, una panetela forrada con chocolate o un
pastel de carne e inmediatamente pasa el primer lugar del pódium como trabajadora
destacada del mes. Es muy sencilla y modesta, si hubiera querido escalar en la
sociedad norteamericana, incluso en la política, adiós demócratas y
republicanos, enamoraría a los votantes con comida.
A los norteamericanos, que no son muy duchos en platos
especiales, porque su cultura culinaria va más a carne de res, papas, hamburguesas,
jamón, etc., mueren y no pueden imaginar que eso que comen lo ha hecho una
persona con sus manos. Están tan acostumbrados a la comida preelaborada, que
dudan que algo no salga de una fábrica o venga de China. Siempre la misma pregunta,
¿Y eso lo hiciste tu?
Ahora estamos pasando por un momento ideal, casi a
nivel de chef. Comida sana, keto, paleo y otros nombres extraños, por lo que
abundan en nuestros días los estudios teórico – prácticos sobre comida que no
hace daño, orgánica, libre de gluten, de químicos, de antibióticos, etc.
Somos pioneros y además promotores del cambio de
grasa, ahora usamos aceite de coco o de aguacate, junto al de oliva que no se
debe coger para freír pues cambia su “estructura molecular” convirtiéndose en
malo. Toda una ciencia. Ya no usamos azúcar de caña, hemos introducido la de
coco o una cosa llamada monk, que los chinos utilizan desde hace 9000 años, muchísima
más dulce que cualquier azúcar y muchísimo menos dañina. Además, el coco para
todos los dulces, pues lo fabrican con sabor a la fruta o sin sabor alguno. El
coco también sirve para todo en la piel, por lo que Martica con el mismo que cocina
se lo echa en las noches, tal como para jugar al “palo encebado”. No sé si será
bueno o no, pero sale más barato que comprar cremas con nombres cómicos.
Lo de las especies ha llegado a planos insospechados,
porque para nosotros los cubanos, ellas son limitadas en número por nuestra
tradición. Entonces hemos incorporado a gran escala el curri, en todas sus
variantes, porque según los indios no existe el curri como tal, sino una mezcla
puntual de especies que se hace en cada región, el jengibre, el turmeric, la
paprika, el yogourt. Abundan los postres con cualquier cosa menos con la harina
de trigo, entonces un día comemos panetela hecha de harina de boniato, de yuca,
de malanga con un nombre extraño, pero además panetelas de zanahorias, plátanos,
adornadas con semillas que son puestas en agua el día antes para quitarles no
sé qué. Hemos incorporado un polvo blanco, que viene de los huesos de las
vacas, que es bueno para no sé cuántas cosas, a lo que yo llamo polvo de huesos
de tigre para darle más emoción singapureña o tailandesa, eso me recuerda a
Sandokan, el “Tigre de la Malasia”.
Lo de las cremas es inigualable. Entonces, se levanta,
se pone el delantal y empieza a mezclar cosas que antes no comíamos, como coliflor,
brócoli, hongos, espinacas y muchos polvos que vienen en pomitos capitalistas.
Las cremas ricas, a veces traen un color poco acostumbrado para nuestra
cultura, digamos verde. Le pregunto y por qué no hacemos una cremita de queso.
No, mucha harina mala, es su respuesta. JAJAJA.
A veces comemos comida con sabor a india, otras árabes,
otras chinas antiguas y otras con sabor a Mediterráneo. A veces comemos comidas
con sabor a cualquier parte del planeta no muy bien definida. Sigo siendo a pesar
de mi edad, el mejor probador de comida que existe porque me gusta conocer,
entonces Martica la tiene fácil, porque soy el mejor ratón blanco de
laboratorio que se puede conseguir para las pruebas y experimentos. Ella viene
con una cuchara en la mano, me la mete en la boca, a veces hirviendo y me mira
fijamente, a los pocos segundos, si no me puse verde o azul, es que está bueno.
Entonces ayer, yo que ya dije que soy un buen y disciplinado
ratón de laboratorio, pero tampoco soy tan manso, dándome cuenta, a raíz de los
acontecimientos, que un poco de violencia de vez en cuando no viene mal, dije,
nada de comida sana, nada de comida india, aunque los indios duren 115 años,
volvamos a la comida insana, llena de grasa, con toda la cantidad de gluten que
sea posible.
Me levanté y me compré la barra de pan blanco, o sea,
con gluten, más grande que había en el supermercado y me dispuse a fabricarme
un sándwich especial, o como diría mi madre santiaguera, un emparedado.
Según un día me enseñaron mis hijos, sándwich, es de
esas definiciones como taxi, que se entienden en cualquier idioma en cualquier
parte del mundo. Sus orígenes se remontan al siglo XVIII, donde el inglés John
Montagu, IV Conde de Sándwich, que, aunque no fue su inventor, lo popularizó
porque gustaba de comer sin ensuciarse los dedos mientras jugaba cartas. Cuentan
que en 1762 el conde estuvo veinticuatro horas seguidas en una mesa de juego y
ordenó durante todo ese tiempo que le dieran un poco de carne, metida en dos
rebanadas de pan de molde cuadradas, forma debida al molde de las latas que se
utilizaban para fabricar el pan por aquellos años, para poder comer con una
mano y seguir jugando con la otra. De ahí, en honor a este personaje, esas dos
rebanadas de pan con, primero carne, luego con muchas más cosas, adquirió el
nombre del conde. El emparedado se hizo muy famoso muy rápido en toda Inglaterra
y pasó después al resto del mundo, después de haber brincado a los Estados
Unidos.
He visto, en este tema de compartir con Martica sus
estudios y experimentos, muchos programas de TV de cocina. Competencias,
historias de los chefs, programas didácticos, etc., y me ha llamado mucho la atención,
lo del “Sándwich Cubano”, famoso en muchas ciudades importantes en los Estados
Unidos, como New York, San Francisco, Los Ángeles, Miami y el resto de Florida.
Me llama la atención, sobre todo, porque nosotros, los cubanos, por muchas
generaciones ya, no lo conocemos y no lo tenemos dentro de nuestras
experiencias culinarias dentro de la isla. Si se piensa en un “Cubano” como se
le llama, podría pensarse en que nosotros lo comemos todos los días, tal como
los ingleses con sus sándwich. Error.
Pero como existe y es cubano, el “Cubano” me vino bien
para demostrar mi violencia y sublevación culinaria. Ya dije me compré un pan
muy grande con enorme cantidad de gluten, lo calenté y le eché la inigualable mantequilla,
por dentro y por fuera y la venenosa mayonesa hecha con aceite de soya, palma y
canola, según Martica veneno. En mi intento por sublevarme me busqué la mayonesa
más mala. Entonces aprovechando que habíamos asado una piernita de puerco que
había quedado inmejorable, le saqué unos bistecs, nada finitos y los calenté en
un sartén. Si tiene un pedazo de carne de puerco que le ha sobrado del día
anterior, no la eche a la basura, ella de por sí sola, al día siguiente está
mejor, si la logra meter en un pan, se acordará de mí y de hasta el Conde Sándwich.
Entonces como buen planificador, me compré un queso y
jamón para la ocasión, que no tenían nada que ver con esos productos que
compramos para comer planificadamente durante la semana. Nada de comer
planificadamente. Metí todo aquello por capas dentro del pan de flauta ya caliente,
lo volví a poner unos minutos en la plancha para que el queso cogiera su camino
y se hizo la magia. ¿Qué sabrán los indios, los griegos, los árabes, lo que es
comer?
Para complemento, como el limón es importante y según el
presidente cubano Díaz Canel, la limonada es la base de todo, me preparé un
jarro de limonada con azúcar blanca, si con aquella azúcar que desde el siglo XV
Cuba produce y consume, sin matar inmediatamente a sus pobladores. La azúcar
blanca que no es de coco, ni monk de China, es de caña. Y me senté a comer,
casi primero dedico una oración o rezo en honor a la ocasión. Era algo así como
para llorar.
Martica a mi lado con su porción, que es justo
reconocer que fue menor que la mía en cuanto a cantidad de pan, lo de adentro
reforzado. Entonces yo la miré y le pregunté: _ ¿Dime? Ella, zampándose el pan a
niveles no ingleses, sino vikingos, con dedos chupados incluidos, me mira, sonríe
a carcajadas y me dice: _ Bueno, un día
es un día. JAJAJAJA.
Los paleos, keto y todos aquellos que llevan
restricciones con la comida diaria, se parecen a los comunistas, cada vez que
les da la gana, cambian la historia.
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