martes, 27 de octubre de 2020

Elecciones presidenciales en USA. ¡Ay, ay, ay por Dios, yo voy a votar, por ...!

Elecciones presidenciales en Estados Unidos, 2020, ¿Cómo funcionan?

Muchos eventos deportivos, culturales, sociales, etc., paralizan al mundo. Millones de personas siguen las olimpiadas y los mundiales de futbol cada cuatro años. Muchos grupos de rock son seguidos por millones de fanáticos durante sus giras. La entrega de los "Premios Oscar". Pero si hay un evento que es seguido, disfrutado y repudiado por otros muchos millones, son las elecciones en Estados Unidos. La elección presidencial aquí, reúne la característica de sumar, como muy pocos otros eventos, no sólo a los ciudadanos norteamericanos para los que se realizan las elecciones, sino que hasta el último ciudadano del mundo tiene sus ideas, apuesta por candidatos, descubre problemas, anuncia consecuencias positivas y negativas, etc.

Estados Unidos debe ser el país más amado y al mismo tiempo más odiado del planeta y eso sale a relucir en momentos como estos, sobre todo, los llamados desde el exterior, por personas que incluso nunca han puesto un pie aquí adentro. Esto le da cierto sazón especial, al de por sí, ya ajiaco norteamericano.

Las elecciones presidenciales cada cuatro años, es un tema importante por lo menos para los que vivimos aquí y que es diferente a lo que pasa en otros muchos países del mundo. ¿Cuándo son las elecciones en el Congo, Pakistán o en Guatemala? No sé, parece que a nadie le interesa mucho. Puede ser que el sistema electoral nos guste o no, lo entendamos o no, pero ese es el que existe, los norteamericanos masivamente no están dispuestos, ni interesados en cambiarlo, por lo que lo mejor que nos puede pasar es entenderlo y asumirlo, para poder cumplir con ese, más que peleado derecho y luego sagrado deber de votar.

En realidad, si lo pensáramos con calma, al votar, no lo hacemos por un determinado presidente, ni tan siquiera por un determinado gobierno, sino, visto de forma más general, estaríamos votando por nosotros mismos, por nuestro futuro o al menos por el período de futuro que tenga determinado gobierno electo para gobernar.

Sería bueno, que no existieran los gobiernos, ni los políticos. Sería bueno que cada uno de nosotros pudiera ser, por un lado, realmente libre y por otro, realmente maduro, para dirigir solos y de forma acertada cada uno de los aspectos de nuestras vidas, incluyendo las relaciones con otras personas que están cerca y que están lejos, pero eso, a donde hemos llegado, es imposible. Queda la posibilidad individual, cosa que de vez en cuando le digo a Ruso, de ir a vivir dentro de una caverna o sobre un pantano, que de hecho hay personas que viven así, pero tendríamos que prescindir de tantas y tantas cosas que se nos han hecho necesarias y acostumbradas, que entonces, es mejor votar.

La elección para votar no es un cáncer terminal, salvo las filiaciones políticas eternas y militantes, por lo que las personas tienen la opción de escoger en cada momento a aquellos que piensan pueden representar mejor sus intereses. No es lo mismo ser un joven estudiante que vive en una familia funcional, acomodada, que tiene su propio carro y cuarto, que su familia le paga todo, incluidas sus necesidades de novias, todo lo que le da más tiempo a luchar porque los chinos no se coman a las pobres ratas, que ese mismo joven ya trabajador, ya casado, con tres hijos, necesitado de pagar escuelas, hospitales, medicinas, casa, automóviles, impuestos, etc. Es casi seguro que, si se es un negro pobre y se considere, real o no, que su pobreza es producto de un racismo sistémico, vote en contra de unos representantes rubio de ojos azules, racistas a ultranza, que ese mismo negro, rico, intelectual, dueño de negocios, que podrá considerar el racismo como un atraso cultural de “algunos”, por lo tanto, un problema menos importante. Las necesidades cambian con la vida, por lo que las expectativas, incluyendo las de gobierno, cambian también. Sólo en los países totalitarios, se lleva a nivel de traición el hecho de tener diferentes perspectivas frente a la política.

Estados Unidos tiene un modelo de gobierno federal, con personas a nivel nacional, (gobierno federal), más a nivel estatal, (gobierno de cada estado) y local. El presidente del país, por tanto, del gobierno federal, es elegido una vez cada cuatro años de forma indirecta por los ciudadanos que puedan votar a través de los llamados Colegios Electorales.

A nivel federal, (país), en el Congreso de los Estados Unidos, los cargos son elegidos directamente y cada estado, (50), tiene como mínimo un gobernador y un legislador, además esto llega a los cargos a nivel local, o sea, en condados y ciudades. Estados Unidos tiene, número estimado, un millón de cargos que se eligen en cada ciclo electoral. Son muchas personas aparentemente, sin embargo, si tomamos el número cerrado de 320 millones de habitantes, esos electos del gobierno representan sólo el 0,31% de la población general. Si lo comparamos con Cuba, por ejemplo, una pequeña isla y tomamos de forma cerrada los números que se conocen, con una población de 12 millones de habitantes, el gobierno cubano tiene, según dicen, 500 000 personas oficialmente inscritas en el gobierno, lo que significa el 4,16%. La desproporción matemática no deja dudas de hacia dónde se inclina la burocracia, grupo social formado por funcionarios o empleados públicos que consumen y gastan mucho y, además de papeles, directivas y reuniones, no producen nada.

Como en todos los países, aquí también, en varios artículos e enmiendas, la constitución regula cómo deben desarrollarse las elecciones federales y el asunto de las financiaciones tanto públicas como privadas, dejando en manos de la Comisión de Elecciones Federales la responsabilidad de publicar la información de financiación de campañas, hacer cumplir las provisiones de la ley tal como los límites y prohibiciones en las contribuciones y vigilar la financiación pública de las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

Lo de votar no es una responsabilidad del gobierno, no es obligado, menos sancionado, sino de cada ciudadano mayor de 18 años, que, a través de los centros de registro de licencias para conducir, colegios, bibliotecas y registro a través del correo, debe registrarse antes de las votaciones, con excepción del estado Dakota del Norte, donde no es obligatorio registrarse de antemano, la ley permite el registro el mismo día de las elecciones. Como en muchos lugares, están impedidos de votar los criminales que estén cumpliendo condenas por algún periodo de tiempo o por tiempo indefinido, los que suman alrededor de 5 millones de personas en cada período de elecciones.

Elecciones federales

Estados Unidos tiene un sistema presidencial de gobierno, lo que significa en sentido general que el poder ejecutivo y el legislativo son elegidos por separado. El Primer Artículo de la Constitución de Estados Unidos establece que cualquier elección presidencial debe tener lugar un solo día en todo el país; sin embargo, las elecciones para cargos al Congreso pueden ser en distintos momentos. La reelección presidencial inmediata es permitida, pero no indefinidamente, ya que ella está limitada a dos períodos consecutivos. Ahora, lo de votar un solo día ha cambiado, pues existen estados que han aprobado una llamada “votación temprana”, que puede ser hasta el día 2 de noviembre, día antes de las elecciones nacionales presenciales, a través de correo y correo electrónico.

Elecciones presidenciales

En las elecciones presidenciales, se elige al presidente y vicepresidente. La elección es por sufragio indirecto y es esto lo realmente diferente y que tiende a confundir. Los votantes no eligen directamente a través de su voto al presidente y al vice, sino que emiten sus votos a favor y cada estado tiene un número de votos según la densidad de su población, que luego determinan los ganadores en el Colegio Electoral de Estados Unidos.

Votos por estados: 

En líneas generales, quizás la tradición dice que los electores afiliados a los partidos hacen la promesa de votar por el candidato que lleva su partido, de ahí que existen estudios del mapa norteamericano donde se puede conocer o pronosticar una parte de las votaciones, de ahí que se puede hablar de estados republicanos y estados demócratas tradicionales, como los dos partidos, no los únicos, pero si los más fuertes en cada elección, pero hasta eso no es 100% absoluto, porque como a la hora del voto secreto cada persona puede elegir por quién va a votar, es posible, de hecho ocurre, que existan votantes tradicionales por un partido, que se mueven y votan por el representante del otro partido, todo dependerá de la mejor promoción de ideas, programas, planes, etc., para cada período de elecciones específico. Los votos sumados de todos los estados dan la cantidad de 538 votos, por lo que los candidatos que obtengan 270 votos, (la mitad + 1), resultaran los ganadores.

Además, están, los que, como yo, no están afiliados de forma histórica a ningún partido y deseando votar, van y ponen la cruz sobre el candidato escogido para esta votación, más los llamados “indecisos”, o sea, aquellos que hasta el último momento no pertenecen a ninguna corriente política y no tienen decidido a quién premiarán con su voto. A estos dos grupos, van dirigidos muchos de los mensajes de los candidatos, porque como es lógico, a los ya convencidos, no hay que convencerlos.

Este panorama, por un lado, hace el tema elecciones muy entretenido y tenso hasta el último minuto, por otro lado, el sistema indirecto, puede tender a confundir a muchos, porque un candidato puede obtener la mayoría del voto popular, o sea, mayor cantidad de votos a su nombre, sin embargo, su contendiente puede sumar más votos en el Colegio Electoral por la suma de los estados y el elegido no es el primero, sino el segundo. La fórmula no muy generalizada en el planeta, según explican, se establece para encontrar un balance que permita al elegido dirigir en todo este país inmenso y diverso.

En las últimas elecciones, 2016, Trump vs Clinton. Ella, la segunda, obtuvo mayor voto popular superando a su oponente en 2.9 millones de votos individuales, sin embargo, Trump obtuvo 306 votos electorales de un mínimo de 270 que tenía que haber sacado. La diferencia de 306 votos electorales de Trump, contra 232 votos electorales de Hillary, llevó al primero a la presidencia y no a la segunda.

Así quedó el mapa político de las elecciones del 2016 entre Donald
Trump, republicano, color rojo e Hillary Clinton, demócrata,
 color azul. Clinton, a la que muchos daban como ganadora,
se llevó el voto popular por mucho, pero Trump ganó
el voto en el Colegio Electoral, el que había que ganar.

Entonces la verdadera lucha está en el voto electoral, o sea, los estados. Es fantástico ser popular, que la gente te quiera y te salude y quiera tirarse una foto contigo en la calle, pero eso no es exactamente lo que resuelve el tema para cada candidato. Ya dije que los estados tienen un peso por los votos que tiene asignados, entonces hay que luchar por vencer al oponente en cada estado. En realidad, a mí me parece que lo que ocurre no es una sola elección presidencial nacional, aunque así sea anunciada, sino que en la práctica ocurren cincuenta elecciones, porque dentro de cada estado hay un escenario diferente donde competir y ganar.

Veamos las complejidades observando el cuadro de los estados y los votos electorales. California tiene 55 votos electorales, lo que la convierte en un estado super importante, rico y más poblado, entonces ese solo territorio, puede sumar la cantidad de votos de otros 15 estados más pequeños y con menos población. Se puede ganar en muchos estados, pero si no suman más votos electorales que California, no se ha hecho mucho. Por otro lado, se puede ver que 7 de los estados más ricos y poblados del país, pueden corresponder a 34 estados más pequeños, si se gana en los 7 primeros, se hizo el pan.

Esto trae una complejidad mayor en el sistema electoral norteamericano, muy criticado por expertos estudioso de las democracias, que tratan de cuestionar el sistema que existe y es que un candidato en cuestión, no se desgaste en convencer a todo el país, sino que trabaje para ganar los votos de los estados más importantes, digamos, California, 55, Texas, 38, New York, 29, Florida, 29, con los que cualquier candidato tendría la “guerra” bastante avanzada.

Además, la disparidad de la concentración de la población en zonas rurales y urbanas presenta que la mayor concentración poblacional sea en zonas y condados urbanos, por lo que, si se gana los votos en ellos, se arrasará con los votos electorales que luego esos estados garantizan. La idea de ganar en los estados más grandes y representativos con relación a los votos electorales puede traer, no se puede descontar, que los estados más pequeños y representativos se vean luego afectados por las decisiones presidenciales, que obviamente, pueden tratar de defender a los que primero le dieron los votos y la silla presidencial en el Salón Oval de la Casa Blanca.

El estado de Nebraska, donde vivo, mantiene una tradición republicana. Es un estado grande pero poco poblado, que aporta sólo 5 votos electorales. Una buena parte de la población es rural, o sea, campesinos que son dueños de tierras, muchos ricos, conservadores, protestantes, que, desde hace muchos años, abuelos, padres, crearon una riqueza, llamada aquí “vieja”, o sea, la riqueza que produce la tierra y desde muchos años apoyan siempre la opción republicana, sea la figura que sea para cada elección. Sin embargo, desde hace algunos años, Lincoln, la capital, exhibe una tendencia demócrata, debido entre otras cosas a la presencia de miles de jóvenes que estudian en la Universidad Central de Nebraska y otras universidades que existen en la capital. Jóvenes, demócratas, interesados quizás en que los chinos no se sigan comiendo a las pobres ratas, pero que como fuerza electoral no representan mucho, porque el mayor objetivo no es votar, sino las tertulias de café. Entonces la tradición republicana hace que el estado sea una garantía para el candidato republicano frente a las elecciones.

Estado importante, querido y siempre no definido hasta última hora es Florida, de ahí que una y otra vez se repita que es uno de los lugares que deciden al final. Florida aporta 29 votos electorales, por lo que es un territorio nada despreciable, con casi 22 millones de personas, dentro de ellas, un porciento muy representativo de latinos de varias nacionalidades y dentro de ellos según el censo del 2010, casi un millón y medio de cubanos, hoy pueden ser un poco más. Florida es ese voto indeciso, dividido entre el interés de un ciudadano norteamericano, a veces por nacimiento, otras por naturalización y los intereses que pueden tener cada una de las nacionalidades representadas para sus países en cuestión. Ejemplo para los cubanos, imagino igual para otras nacionalidades, además de votar por “America”, se tienen mucho en cuenta las diferentes promesas que puede hacer un candidato específico con relación a los temas claves con Cuba, acercamiento o alejamiento con el gobierno cubano, medidas para endurecer las relaciones, tema de las familias, etc. El voto cubano entonces se suma a ese “famoso” llamado voto latino que tanto pesa en cualquier elección. Aquí somos cerca de 60 millones de latinos, de ellos alrededor de 32 millones están habilitados para votar en estas elecciones 2020, que además de norteamericanos convencidos, nacidos o naturalizados, somos paralelamente convencidos cubanos, venezolanos, colombianos, dominicanos, puertorriqueños, mexicanosssssssssss, etc.

Según expertos, el voto latino ha sido tradicionalmente poco, la tendencia ha sido a la abstención, en la última elección, 2016, apenas fue del 47,6%, menos que en las elecciones del 2012, (48%) y las del 2008, (49,9%) y generalmente el voto latino se ha inclinado hacia los demócratas.

Hoy la contienda es entre Trump, actual presidente que va por su reelección y Biden, vicepresidente de los 8 años del gobierno de Obama. Republicano el primero, demócrata el segundo. No sé exactamente qué dicen las encuestas, porque me parece que la mayor parte de ellas, no desconozco que existen algunas muy serias, son poco confiables, están condicionadas o vendidas, etc., a favor de determinado candidato, lo cierto es que, por lógica, ambos candidatos deberán ir a buscar el llamado voto latino dónde quiera que éste se encuentre. Entonces Trump y Biden vienen por mí, soy yo el que decide por cuál votar. , quizás soy yo el que decide cuál ganará.

Estamos a una semana del día de la votación nacional, 3 de noviembre, día importante, primero porque es el cumpleaños de mi hija Jennifer, tampoco hay que exagerar, de momento les dejo aquí un pedacito de la letra de una pegajosa canción del grupo cubano, “Los tres de La Habana”, que se ha hecho más que popular, precisamente entre los latinos potenciales votantes y que pudiera estar señalando un cambio de posición frente a las actuales elecciones:

¡Ay, ay, ay, ay por Dios, 

yo voy a votar, 

por …!

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