domingo, 5 de marzo de 2023

485.- Mi playa y mi nylon de muslos de pollos. (Rock & Brews Restaurant).

Recuerdo que, por aquellos años que estudiaba en la universidad, un día, una compañera del grupo, Cary, apareció con una foto de su hermano.

La fotografía era simple, nada de diseños, ni poses y lugares espectaculares. En ella se veía a un joven sentado de frente en una playa, con una cerveza en la mano y a su lado una gran bolsa de nylon. El joven, cubano, se había mudado para Miami.

En el reverso de la foto, el muchacho decía que en la bolsa había muslos de pollos y que le había costado 2.50 dólares. Además, contaba que su trabajo era durante el día limpiar la arena de la playa y que luego, como todo un señor, se sentaba en esa misma arena a disfrutar, sin que nadie pudiera reprimirlo, apartarlo, censurarlo o discriminarlo.

Primero, por aquellos años, comienzo de la década de los 80, aquella bolsa llena de muslos de pollos por sólo 2.50 dólares, nos llamó la atención. Con aquella bolsa de muslos de pollos podía comer una familia cubana en Cuba un mes. Segundo, la idea de que el joven trabajaba en algo digamos bien pedestre, de la mano, limpiando la playa y que luego se pudiera sentar a disfrutar de su trabajo, no sólo, a muchos nos llamó la atención, sino que nos estimuló.

Aquella simple fotografía, dedicada por un hermano desde Miami, a su hermana en Cuba, sin pretensiones filosóficas, era el mejor argumento para desmentir lo que vivíamos y, sobre todo, lo que se nos decía que sería nuestro futuro. ¿Pollo y cerveza?

Muchas veces después retomé aquella imagen de la fotografía para mis argumentos. Sí, hay que trabajar, es cierto, a veces trabajar mucho, pero luego, resultado de ese trabajo, se vive y muchas veces se vive muy bien y honestamente.

Todo está cómo se quiera ver para argumentar determinados puntos. Es cierto que limpiar una playa no es un trabajo deseado por, digamos, un graduado universitario, pero … Si se visita cualquier sociedad y se sacan o escogen con pinzas los casos y se elevan a categoría máxima, es cierto que existen los problemas. Para nada entonces quiero decir que donde vivo no los hay, pero, me gustaría afirmar, una vez más que Estados Unidos es un país rico y poderoso, porque sus ciudadanos, la media, es rica y poderosa. 

Estados Unidos no depende del turismo internacional, menos de la ayuda externa o de donaciones, muchísimo menos de que los chinos le vendan algo barato. El pueblo norteamericano se levanta todos los días a trabajar muy fuerte y gracias a eso, puede mover el dinero, consumir, disfrutar y pagar impuestos para mantener un país funcionando. Según he leído el estado de California es la quinta economía del mundo, se podrán imaginar entonces lo que significa la Unión completa.

Viví casi 10 años en Lincoln, Nebraska y con -20 grados Fahrenheit, que son más o menos -28 grados Celsius, se salía a trabajar. Pero no yo, sino todo el mundo salía a trabajar y estudiar. Los pueblos, las ciudades, los trabajos, no se paran porque haya frío. A los niños de edades prescolar, o sea, lo que llamaríamos círculos infantiles, los sacan a los patios a jugar con la nieve. Nacieron en Nebraska, tienen que adaptarse. Entonces, también con esas temperaturas salíamos de compras y paseos, luego de haber cumplido con el deber.

Pensaba yo al principio que seríamos nosotros los únicos locos en la calle, y para nada, llegábamos a cualquier lugar y todo estaba lleno. Más frío, más nieve y hielo, pues más abrigos, botas, gorros, guantes, pero nadie se queda en casa a esperar que desaparezca la nieve y que vuelva la primavera, el proceso puede durar varios meses. Podría escribir un libro de las veces que yo, caribeño, salí de mi apartamento, no después de haber nevado, sino mientras nevaba y nevaba muchísimo, tanto que a veces pensé que no llegaría a donde me dirigía. Puedo escribir un libro de mi experiencia, invierno tras invierno, de palear nieve, de limpiar carros, de limpiar aceras, de resbalones y caídas. Las personas que viven en lugares como ese inevitablemente son más fuertes.

Volviendo entonces a la foto del hermano de mi compañera Cary, no sólo siempre supe que era cierta, sino que hoy puedo ser testigo de eso.

Me he mudado recientemente a San Antonio, Texas, y como para vivir y vivir bien, hay que trabajar, muy rápido comencé a laborar en una empresa dedicada al tema incendios, o sea, a la detección y comunicación del posible fuego, no a la extinción. Eso fue lo que apareció y eso fue lo que tuve que coger.

De más está decir que del tema, hace un año, no sabía absolutamente nada, sólo pude ofrecer mi necesidad y entonces deseo de trabajar, unas manos hábiles para el trabajo y un cerebro aún en funcionamiento que me permite aprender muy rápido. Entonces me contrataron como instalador, que viene siendo la última posición de los que trabajan en ese lugar, es algo así como una especie de ayudante de todo y para todo lo que necesite una ayuda. Como podrán imaginar, tengo un trabajo fuerte con el cuerpo y siempre estoy ocupadito, porque lo de ayudante o instalador es una categoría que tiene que ver con todo durante las 8 horas de trabajo. Me descubro haciendo mi trabajo y además el mismo trabajo que hacen mis compañeros con más categoría y por supuesto salario, que transita o se traduce como dulce ayuda.

Nada, esa es la vida y si del cielo te caen limones, pues, jódete y has limonada gústete o no. 

Entonces, nada de oficinas, papelitos amarillos, computadoras, chicas lindas que traen café, etc. Me paso el día dándome golpes, moviendo escaleras de un lugar a otro, encaramado en esas escaleras de 6, 8, 10 y 12 pies tratando de no caerme, pasando cables y más cables, instalando detectores de incendio, encaramado en los techos y sobre todo, metido en obras en construcción, donde prima el polvo, el churre, los ruidos y, sobre todo la música mexicana, al ser una gran parte de los constructores que trabajan, donde yo voy a trabajar, provenientes legales e ilegales de ese cercano país.

Quisiera decir que el polvo, el cemento, las escaleras, los cables, ya me son familiares y aguantables, lo más difícil para mí, amante del rock, es trabajar 8 horas al lado de un bafle con inagotables canciones mexicanas, una detrás de la otra sin pausa, rancheras, mariachis, boleritos, etc., aquellas canciones de: no importa que te hayas ido con otro, yo te amo, vuelve; no puedo vivir sin ti, no me hables del pasado; ahora tengo mucho dinero; amor prohibido, etc., etc., etc. Es horrible. JAJAJA.

Pero no todo es malo, entre otras cositas buenas, ese trabajo me ha dado la posibilidad de caminar mucho por San Antonio, porque todos los días el trabajo, o sea, el proyecto donde tenemos que instalar nuestros sistemas de detección de incendio, está en un lugar diferente en cualquier parte de la ciudad. Eso me ha ayudado a conocer y moverme.

Caminando y caminando, un día paré trabajando en un bar que se estaba construyendo, cuyo tema central, además del dinero obvio, es el rock y eso, sin dejar de estar yo encaramado en escaleras tirando cables, me gustó. Para mi cerebro era diferente a trabajar en una clínica, hospital, almacén, etc. La música que se probaba, las fotos que se comenzaban a colgar en las paredes tenían que ver más conmigo.

Según se comentaba allí, cosa que comprobé y es cierta, el bar pertenece nada más y nada menos que a Gene Simmons, uno de los líderes fundadores y bajista del afamado grupo KISS. Entonces me sentí como en familia, teniendo en cuenta mi cercanía al personaje, aunque él aún no me conoce. Luego con calma averigüé y él no es el dueño absoluto, parece tener otros colaboradores, entre ellos a Paul Stanley, cantante de la misma banda, pero lo cierto, no podía ser menos, el bar es dedicado al rock y a los rockeros.

Y como el mejor, después de haber trabajado mucho, con el orgullo frente a los míos por el trabajo hecho, el pasado viernes, me senté, tal como el hermano de Cary, como todo un señor a disfrutar del bar “Rock & Brews. Restaurant”. Nadie me preguntó de dónde venía, nadie me paró en la puerta para saber a qué clase social pertenecía, menos si tenía dinero o no. Fuimos recibidos con honores. Al ser yo, sobre todo, identificado como rockero gracias a mi pullover de Led Zeppelin y mi hijo Jonathan con sus tatuajes y pelo por la mitad de la espalda, nos sentamos y fuimos atendidos como lo que éramos, importantes clientes.  Eso es Estados Unidos, eso también significa el éxito.

Y sé que muchos puedan pensar, bueno Roly, tampoco es para tanto, es sólo un bar. Es verdad, ese es el asunto, es un bar como millones de bares que este país tiene, pero además los restaurantes, las tiendas, los cines, los parques, los supermercados, las clínicas, los talleres, los teatros, las gasolineras y hasta el último timbiriche que existe en el medio de la nada, todos funcionan bajo la misma filosofía.

Primero, esto no es para extranjeros, esto no es para turistas, los americanos primero. Segundo, si te sabes comportar eres entonces bienvenido, bien tratado, bien beneficiado a nivel incluso de pequeñas malacrianzas y especificidades, más todas las preguntas como las que se me pueden ocurrir a mí, siempre con una sonrisa. Tercero, a nadie le importa tu verdadera explicación de la vida, religión, partido político, raza, color de los ojos, tu masa corporal, etc., eso puede funcionar en lugares muy privados y exclusivos, por lo que llegas, porque tú consideras que puedes llegar y pagar, porque tampoco te preguntan si tienes dinero o no antes de atenderte, entras y se hace la MAGIA. Eres un cliente o más, eres una persona a la que atender al mayor nivel, a la mejor exquisitez. Ese también es el éxito.

Se descubre, tal como lo descubrió el joven sentando en la arena con su cerveza y muslos de pollos, que vale la pena trabajar, que no importa cuál sea el trabajo, siempre y cuando te permita acceder según tus intereses y necesidades. Y entonces amas el por qué Estados Unidos.

La pasamos bien, rodeados de personas parecidas y sobre todo nada de música mexicana. Tuvimos que pagar, no es regalado, pero lo pagado, que significa un pequeño por ciento de un salario mensual, es recompensado con el momento. Pudimos pagar, no porque somos exclusivos, no porque somos millonarios y no porque nos dedicamos al narcotráfico, pudimos pagar porque trabajamos.


Estábamos en un bar para rockeros, por tanto, el rock y el alcohol fue lo que primó. Lo otro, los detalles, se pueden ver en las fotos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario