sábado, 18 de enero de 2020

Culturales 2020. De librerías y libretas de abastecimiento.

Coñoooooooooooo, cada vez que abro mi computadora, me llegan noticias “culturales” que me hacen pensar y luego escribir. Estoy en busca de un nuevo trabajo y hace frío afuera, ahora -14 grados C., por lo que paso horas sentado frente a la pantalla de mi computadora y entre mensajes y mensajes de trabajos, leo y escucho sobre Cuba.

¿Habrá algo agradable para leer? Bueno, no sé, creo que sí, mi familia allí está bien, dentro de lo bien que se puede estar, luchando día a día para llegar a la noche, cosa que no es nueva, a todos nos ha tocado vivir de esa forma, o por lo menos, a todos los que no fuimos “escogidos” por los escogidos.

A veces me digo, trata de leer y escribir sobre algo que anime y que no sea tan complicado de digerir, pero no logro mucho mirar o encontrar estas informaciones, que no sean obviamente las emitidas por el gobierno y uno que otro concierto de reguetón. Si mientras estuve allí no las creía y no las escuchaba, imaginarán que ahora, viviendo dónde y cómo vivo, menos las voy a creer. Trato de ser coherente conmigo mismo y entonces me parece brutal, respetando a todo el que lo hace, irme a atender a un hospital cubano de gratis o para pagar menos y hablar del magnífico sistema de salud o pasarme unos lindos días en uno de los nuevos hoteles, bañándome en la piscina y tomando “Cubanito” y hablar de los logros del ministerio de turismo cubano. Sería ofensivo para mí mismo.

Ahora veo dos noticias “nuevas”, ambas me dan pena. La primera es sobre un lugar, que, durante muchísimos años, tantos hasta mi juventud, fue símbolo de la cultura, ahora sí de verdad, la cultura cubana. Lugar famoso, increíblemente no por la música, ni la comida y los tragos, sino por los libros. La segunda, trata sobre algo también famoso, triste y humillantemente famoso, que nos ha torturado durante años, que ha ocultado las limitaciones del pueblo cubano y la incapacidad de su gobierno, que se inventó para los de a pie, porque los escogidos no la necesitan y estoy seguro de que no la utilizan, que es la libreta de abastecimiento.

Digamos Moderna Poesía y estoy seguro de que la mayor parte de los cubanos, al menos los que vivimos en la Ciudad de la Habana, conocemos de qué se trata.
Pues sí, la famosa librería, que desde la esquina donde se ubica, casi presidiendo el inicio de la calle Obispo, una de las calles más famosas y transitas de la Habana Vieja, está no sólo cerrada definitivamente, sino en vías de destrucción total. Da pena.

Claro, sé que alguien o algunos podría decir que con las tantas cosas que se destruyen todos los días en ese país, con las miles de cosas que complican la vida diaria del cubano postergadas por años, hoy en franco crecimiento, con tanta falta de agua, alimentos, ropas, casas, etc., todo obviamente más importante que la misma democracia, libertad de expresión o de reunión, etc., sólo a un loco se le puede ocurrir hablar de una librería y confieso que puede ser verdad, lo que pasa es que me gustan los libros y tengo, especialmente con ese lugar, muchos recuerdos.

Un poquito de historia. Un emigrante gallego, llamado José López, la fundó como librería, taller de grabado e imprenta en 1890, en la misma esquina donde todavía hoy se encuentra. Su arquitectura fue transformada a un bello edificio Art Decó por su hijo en 1935, transformación que abarcó no sólo la parte arquitectónica, sino la ampliación del negocio a todo lo que estuviera relacionado con papelería, materiales de escritorios, etc. Luego del triunfo revolucionario pasó a ser parte del Patrimonio Estatal, manteniéndole su función vinculada a la cultura, venta de libros, discos, mapas y plegables informativos culturales y materiales de oficina.

Recuerdo bien ese lugar. Trabajé algunos años en La Habana Vieja y mi visita a la Moderna Poesía era obligatoria todos los jueves. Tengo dos hijos, Jennifer nació antes del Periodo Especial y Jonathan después, entonces viví junto a mi familia cronológicamente el impacto de aquellos años también a través de los libros. Cosa que se evidenció en la cantidad muy diferente de libros y fotografías que tienen mis dos descendientes.

Como dije, cada jueves visitaba aquel lugar, tanto que llegué a conocer a los libreros que allí trabajaban. El lugar era lindo, la atmósfera en su interior era elegante y a la vez muy de cultura. Los muebles, imagino muchos originales de antes de la revolución eran de cedro y caoba, que bien colocados daban al lugar un mágico ambiente en el que podías estar horas. Algo así parecido encuentro aquí en Lincoln dentro de las librerías Barnes & Nobles, donde para mi gusto han incluido una pequeña cafetería que vende, entre otras cosas, un muy buen café Espresso.

Cada jueves surtían con nuevos libros, entonces siempre compraba algo para mi hija y algo para mí. Los libros por aquellos años eran extremadamente baratos, centavos, los más importantes jamás pasaban de 5 pesos cubanos, lo que permitía que yo, con mi salario de recién graduado universitario, pudiera comprarlos. Así entonces semana tras semana, se convirtió aquello de visitar la Moderna Poesía más que un hábito en un vicio. Gracias a eso leí mucho, mi hija creció con libros de cuentos para su edad, que por suerte luego, su hermano heredó porque ya no era tan fácil lo de comprar y luego mi sobrino Ian heredó también, con esa solidaridad obligada que los cubanos tuvimos que desarrollar.

Aunque no era el único lugar, porque existían muchas otras librerías en La Habana, la otra que me gustaba hacia esquina en las calles L y 27, Vedado, muy cerca de la Universidad, la Moderna Poesía fue famosa, porque, durante toda su vida se dedicó a lo mismo, jamás cambió su objeto social. Creo que debió convertirse, al menos para los intelectuales y estudiantes, en un lugar de visita obligatoria, allí se encontraban desde libros de cuentos para niños, novelas de escritores nacionales e internacionales, hasta libros de medicina, ingeniería, arquitectura, historia, etc.

Recuerdo que aun trabajando yo en el Museo de la Ciudad y visitando con frecuencia la librería, a un compañero mío y luego amigo, se le dio la tarea de representar a la parte cubana frente a un inversionista español al que le dieron el lugar para remozarlo sin cambiarle el objetivo. El amigo tratando de hacer bien su trabajo, muy rápido tuvo problemas con el inversionista, que además de español y no saber nada de libros, se dedicó a agredir y burlarse verbalmente de los cubanos. Un día la cosa se puso mala, mi amigo, frente a los maltratos insultantes y denigrantes, casi cogió al español, investido de persona importante en Cuba, por el cuello y aunque la administración del museo le agradeció la muestra de honestidad y cubania, fue removido y enviado a otras tareas. El español empresario, no lo quería más allí y lo de la defensa de la cubania era bueno, pero frente a la inversión extranjera, pasaba a una segunda posición.

El presente de Cuba ha cambiado y lo de los libros se ha puesto difícil, ahora la mayor parte de ellos se venden caros en dólares, entonces leo, con algo de tristeza, primero, que la Moderna Poesía está cerrada totalmente y segundo, que el edificio se está destruyendo aceleradamente, lo que significa en buen cubano que se debe estar cayendo adentro con peligro para la vida. No me extraña, el deterioro, la caída y desaparición de los inmuebles de todos tipos en Cuba es ahora mismo, uno de los problemas más graves que el gobierno enfrenta o debería enfrentar. Hay dinero para construir nuevos hoteles en cualquier esquina de La Habana, de dudosa justificación porque los hoteles que Cuba tiene sobrarían para albergar el poco turismo que visita la isla, existe dinero para construir o reparar tiendas para vender en divisas, hay dinero para realizar eventos musicales o de comida cubana de alta cocina haciendo referencia a langostas y quesos, pero no hay dinero para reparar lugares como una librería.

Claro, la consigna propagandística de que la educación es gratuita, el acceso a la cultura y sus manifestaciones también, entonces para qué hace falta comprar libros. Los que quieran tener libros que los importen, los manden a pedir a Miami o esperan a la anual feria del libro donde se venden en dólares. Librerías y libros, para qué. Aquello del Apóstol de “ser culto para ser libres” tampoco hay que llevarlo al pie de la letra, dirán los gobernantes.

Dios los coja confesados, ojalá, que el edificio que dentro de poco cumplirá siglo y medio de bien hecho, no se derrumbe totalmente y desaparezca y tengan entonces que convertir la esquina en un parque al cual tendrán que ponerle una estatua del boliviano Evo Morales o del iraquí Qasem Soleimani, que no conozco que ya tengan sus parques en Cuba. Ojalá que no aparezca un sesudo que, cumpliendo con la medida de ingresar divisas al país, le entregue el lugar a otro gallego para que, cambiando ahora el objetivo, construya allí un restaurante en homenaje al emigrante José que lo construyó en 1890. Ojalá que llueva café.

El segundo de las “culturales” es sobre la más que histórica, con 57 años de existencia, libreta de abastecimiento y entonces si lo de la librería me ha puesto triste, la noticia sobre la reconocida popularmente como libreta, dan ganas de picarse las venas. El propio Fidel, no sé por qué siempre Fidel, JAJAJAJA, en marzo de 1962 anunció el nacimiento de la libreta de abastecimiento como medida justa y humana, o sea, ese documento de control, entre otras cosas de alimentos, pero en realidad de otras muchas cosas, nació exactamente un año antes que yo, entonces lleva muchos años existiendo.

Primero he visto a un joven cubano de espejuelitos feos y cheos, de esos que se delata a gritos sin pareja, de esos que defienden lo indefendibles incluso furiosamente, hasta que por supuesto llegan a Miami y se quedan, de esos que salen en el noticiero de la televisión como periodista, de esos que la muy reconocida Facultad de Periodismo de la Universidad de la Habana hoy está graduando enlatados o producidos en racimos como se dan los plátanos, hacer un reportaje sobre la libreta de abastecimiento cubana, tema que más que evidente le han ordenado hacer, porque creo que a nadie en su sano juicio, siendo graduado de periodismo, se le ocurriría llevar ese tema a su currículo profesional.

El joven de espejuelitos cheos, que se llama Abdiel Bermúdez, tal como si estuviera promocionando un viaje en un crucero, la visita a un acuario o la última comedia que se está mostrando en las salas de cines o teatros, dice textualmente sonriendo que: “la libreta de abastecimiento es muy querida por los cubanos” y yo, que reconozco haberme librado de ella hace ya algunos años, no sé qué pensar de esta afirmación. Pudiera ser que el joven tenga alma de comediante y al no poder escribir un guion cómico se agarre de cualquier cosa para tratar de hacer reír o, por el contrario, esté tratando de ganar méritos dentro de su sindicato de periodistas, tratando de justificar lo que cada cubano sabe que es injustificable.

El racionamiento, como medida para repartir lo poco que existe, no es un invento cubano, muchos países lo han puesto en práctica, para asignar recursos limitados y bienes de consumo. Los gobiernos modernos han adoptado las llamadas cartillas de racionamiento, lo que para los cubanos es la libreta de abastecimiento, en periodos de guerras, hambrunas o alguna emergencia o desastre nacional, que afectan a una gran parte de la población.

Visto así, el invento de la cartilla para racionar y repartir a todos por igual fue no sólo necesario, sino entendible y hasta cierto punto humano. Visto así demuestra la intención de un gobierno por garantizar que, consumiendo lo mínimo de forma organizada y planificada, las personas a su cargo puedan sobrevivir. Pero, lo cierto es que, inmediatamente que han pasado los orígenes que llevaron a implantar un momento de restricción, los mismos gobiernos han hecho un esfuerzo por priorizar que dichas cuartillas desaparezcan, por lo que las más famosas, sólo han durado pocos años. Dentro de las medidas económicas que han implementado, primero que otras, ha estado la de aumentar la producción y la oferta y con ello, eliminar la para nadie normal “deseada y querida” cartilla de racionamiento.

Por poner ejemplos de países hoy ricos, España tuvo varios períodos de su historia más reciente, donde se vio obligada a racionar algunos productos, períodos de los cuales los españoles no quieren recordar. Gran Bretaña, si, la “pérfida Albión”, término popularizado por Napoleón para referirse al Reino Unido, tuvo su período de racionamiento en la modernidad y hasta a el propio Palacio de Buckingham con reina y familia real incluida, se le aplicaron cortes de electricidad, o sea, apagones planificados durante algunos meses, para apalear un problema interno con el carbón y la generación de electricidad. Los ingleses tampoco quieren recordar aquellos años, los consideran no meritorios del Imperio Británico.

En la historia de Cuba, siendo el mismo gobierno encargado desde hace seis décadas, la libreta de abastecimiento tiene 58 años y a decir del periodista que mencioné anteriormente, casi se está de celebraciones de cumpleaños, queriendo dar la imagen de que todos están contentos con que exista y casi están haciendo fiestas de homenaje por la gran idea de racionar eternamente, casi todo.

Incluyo aquí una foto suministrada por un amigo fotógrafo colaborador, donde aparece una pequeña caja de fósforos, de esas que todos los cubanos tenemos que recordar, que por cierto también están perdidas, junto a un pan, del que cada cubano tiene asignado para el día. La imagen habla sola y es mejor que cualquier explicación que pueda dar. Soy un tipo gran comedor de pan. El pan me mata. Puedo comer cualquier tipo sin nada adentro, desde los suaves y esponjosos hasta los que tiene varios días de fabricados y el llevarlos a la boca, puede poner en riesgo de fractura o pérdida a los dientes. ¿Alguien puede decirme, cuántos panes como ese puedo yo comerme “alegremente” en un día?


Hoy hablamos de la libreta de abastecimiento que se utiliza para los alimentos, pero hay que recordar que tuvimos en Cuba otra libreta para racionar las ropas, los zapatos y otros productos de uso cotidiano. Si cogías medias no podías comprar calzoncillos, si comprabas sábanas para las camas, no te tocaban toallas para secarte, etc. Años de racionamiento para el combustible a través de cupones que el gobierno entregaba por automóviles. También hemos vivido racionamiento en medicamentos, almohadillas sanitarias, “balitas de gas” para cocinar, alcohol y keroseno, medidas que parece que llegaron para ser eternas. Racionamiento del agua, que hoy llega en muchos lugares cada 5 días y racionamiento de electricidad con aquellos apagones de 12 horas y más diarias, debajo de los que los cubanos, según puede pensar el gobierno, vivimos felices. Y recientemente esa política de racionamiento llega y se aplica en las tiendas en divisa convertible, en la misma medida que sólo se permite comprar determinado producto en cantidades fijas por cada persona, o sea, que lo de la libreta de abastecimiento y la variante de racionalizar, va más allá de los productos de la llamada “canasta básica”, otra definición que en Cuba, no queda nunca muy clara, porque el contenido y la cantidad de dicha canasta puede variar, y muchas veces varia, cada mes del año. Digamos que a la par que el gobierno racionaliza, nos entretiene adivinando qué, cuándo y cuánto, llegará cada mes.

Es hasta cierto punto entendible que cualquier gobierno, trate de justificar frente a sus gobernados determinadas medidas, más que entendible es obligatorio en la misma medida que cualquier gobierno se debe a sus gobernados, pero llegar a decir para los gobernados y para el mundo, que los que reciben el racionamiento por más de 50 años ya, están alegres y contentos, no es sólo una mentira y burla, sino pudiera ser considerado como un crimen de lesa humanidad. Hasta para decir mentiras habría que tener cierto decoro.

La libreta de abastecimiento por décadas, envuelta con toda la orla humanitaria que se le quiere dar, lo único que demuestra es la incapacidad de un determinado gobierno para solucionar los problemas. Ella existe para enmascarar la poca o ninguna producción, el verdadero desinterés y sobre todo la mala administración. Ella, prolongada en el tiempo, no sólo limita el consumo desde el gobierno, sino que lo disfraza de medida necesaria para la salvación de los seres humanos. El racionamiento obligatorio, ese envestido de justicia social, no es más nada que una muestra de lo poco efectivo de los métodos centralizados de un gobierno y un estado. El racionamiento prolongado, en cualquier parte, por tanto, en Cuba, lo único que ha favorecido desde siempre es la existencia del gran y estable mercado negro, que por una parte ha ayudado a los gobernados a sobrevivir y por la otra ha creado una “casta” de negociantes e intermediarios imposibles de erradicar.

Claro, existen personas que hoy declaran que no les quiten la libreta de abastecimiento, generalmente personas viejas que viven de una miserable Seguridad Social o de sus retiros, personas que no reciben ayuda desde el exterior y no tiene una fuente interna, legal o ilegal, para vivir. Esas personas están diciendo que dependen de esa libreta, por lo menos a través de ellas reciben lo mínimo para vivir, lo que no quiere decir que estén alegres con ella. Nadie puede estar alegre con un pan diario y cinco huevos al mes.
Luego, como Cuba ha estado hecha a pedazos, con medidas poco pensadas que tratan de resolver un momento “coyuntural” o crisis, de las que se pueden sumar miles, los propios inventores del racionamiento, se ven metidos todos los días en problemas. La incoherencia es la madre de las medidas en Cuba.

Ahora en 2020, la señora Marpessa Portal, directora de ventas minoristas del Ministerio de Comercio Interior, descubre que existen violaciones, cuyos culpables son las familias cubanas y, sobre todo, los que aparecen como jefes de núcleos, porque violando lo establecido por las disposiciones vigentes y desde posiciones mentirosas y oportunistas, no informan y accionan como tienen que hacerlo. Se repite el mismo esquema, o sea, el gobierno no es el responsable de los desastres, sino que los desastrosos son los gobernados.

Veamos los ejemplos que dio la directora Portal y otros que conozco:
1.- Los muertos siguen en las libretas y los familiares siguen cogiendo sus “mandados”.
2.- Las personas que se mudan de provincias siguen cogiendo los mandados en sus orígenes y “resuelven” nuevas inscripciones para coger los mandados en sus lugares de destinos.
3.- Las personas con dietas alimentarias provisionales siguen cogiendo las dietas a pesar de que ya no están enfermas. Muchas personas con tal de resolver se han agenciado, con médicos amigos o médicos negociantes, dietas alimentarias sin estar enfermos realmente.
4.- Las familias cubanas mantienen en las libretas a personas que se han ido de Cuba y viven radicados en otros países.

Estas, como ejemplos, son algunas de las justificaciones que hacen culpables a los cubanos, porque, según la misma funcionaria aseguró, “Estamos hablando de un programa que el gobierno cubano prioriza y subsidia, y que reporta grandes gastos a la economía. Es por esto que no debemos permitir que este tipo de actividad siga sucediendo”. El mismo esquema, el buen gobierno, el dulce gobierno y los malos gobernados que no colaboran o, por el contrario, actúan en contra, entorpeciendo el buen funcionamiento de los “amorosos gobernantes”. Es una receta fácil, muy repetida, muy utilizada, puesta en práctica, copiada, por el mismísimo “invicto” y que hoy, con lo de la continuidad, los que están, sobre todo, defendiendo sus puestos y privilegios de vida, repiten sin consideración.

Ahora, en frente a la escasez, cómo entender que aquellos cubanos que se repatrían para no vivir en Cuba, sino que, acogidos a la medida loca del gobierno, se inscriben para los beneficios, incluyendo la libreta de abastecimiento y las dietas alimentarias, pero que inmediatamente se regresan a los países donde viven felizmente, obtengan lo mismo que los cubanos que viven en Cuba sin poderse ir a ningún lugar. Contradicción enorme, pero que en esta ocasión es utilizada como gancho para la repatriación.

Entonces la señora Portal está preocupada porque al abuelo muerto no se la ha dado de baja de la libreta y sus familiares siguen cogiendo sus mandados, haciendo válida aquella frase revolucionaria de que “hasta después de muertos, seremos útiles” y no se preocupa o  manifiesta de probablemente su vecina o familia que se ha repatriado, le han dado los “derechos” de esa acción, pero que vive en Miami o en Burundi y está feliz con que su familia en Cuba tenga un pan o unos huevos de más para pasar el mes. ¿Cómo entender a la señora Portal como funcionaria representante del gobierno?

Ahora Betsy Díaz, ministra de comercio interior, declara que las personas que estén más de 90 días fuera del país, si justificación de gobierno, o sea, empleados, funcionarios, diplomáticos, etc., perderán los beneficios de la libreta de abastecimiento, pero a la misma vez, la ley migratoria recientemente aprobada dice que los cubanos pueden estar 24 meses, o sea, 2 años, fuera de Cuba sin ningún problema. ¿A quién creer o hacer caso, a la ministra de comercio interior o a las autoridades de emigración, ambas funciones del mismo gobierno en franca contradicción?

¿No será mejor, de  una vez y para todas, facilitar que se produzca toda la comida que se necesita, que se fabriquen todos los productos demandados, por vías obviamente que no sean las ya probadas durante estos últimos  60 años sin resultados, para evitar el mercado negro, que los abuelos mueran y no sean reportados para seguir cogiendo sus mandados, que las personas no se aparenten estar enfermas de enfermedades que no tiene con tal de conseguir un pedacito extra de pollo o algo de leche en polvo, que las personas puedan entrar y salir sin tener que dar cuentas de lo que les toca o no y, por supuesto, que las personas como yo puedan comerse todos los panes que deseen?

Chúpate esa, como dice El Terrible, aquí se los dejo en espera de las próximas noticias culturales.







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