sábado, 11 de enero de 2020

Culturales 2020. Primera Dama de Cuba.


Debo ser sincero y decir que nunca me ha quedado claro este término o función que se utiliza para nombrar a las esposas de los presidentes de turno, Primera Dama.
Durante muchos años me pareció una definición honorífica que sólo servía para que las esposas posaran en fotos, salieran a pasear, decoraran salones, etc. Me pareció siempre una denominación formal, aburrida, sosa, que trataba de endulzar a las esposas y darle cierto reconocimiento, mientras sus maridos trabajaban ejerciendo el poder rodeados de otros hombres y una que otra secretaria. Las primeras damas aparecían siempre frente a mí como damas de compañías, amas de casa, amantes madres y llena huecos en las fotos oficiales.
He terminado de ver la cuarta temporada de una serie de televisión que, recomiendo, Greenleaf, que dibuja la vida dentro de una familia negra de pastores religiosos y la iglesia bautista creada por ellos. La trama enseña o deja ver adentro, más allá de lo que se puede ver en las misas y reuniones públicas, más allá de las fotos, con lo cual se aprende que todo lo que brilla no es oro. En ese tipo de iglesias, la máxima figura es llamada obispo y su esposa es nombrada primera dama, tal como se nombra a la esposa del presidente de un país. Si es mujer la que ocupa el máximo cargo dentro de la iglesia, cosa no frecuente pero posible, entonces su esposo se reconocería como “primer caballero”. Esto, que debo reconocer no conocía, se aplicaría igual a la relación entre esposa y esposo, si ella fuera, cosa que aún no ha ocurrido aquí, la presidenta del país y él fuera su acompañante. Primera Dama y Primer Caballero, definiciones todas, para mi gusto, demasiado pomposas y aparatosas. Demasiada tradición formal.
El reconocimiento formal a las esposas de los presidentes, que pasó por varias etapas de aceptación o no e incluso después de utilizarse otras formas para reconocerlas, parece que se hizo más visible en 1877. Siendo Estados Unidos el primer país del mundo en usar ese término, se comenzó a poner de moda, aceptar y luego utilizar hasta nuestros días, aplicado a Lucy Webb Hayes, quien al decir de los historiadores fue una “primera dama de la Tierra” muy popular. Su popularidad como persona, hizo que su título fuera reconocido y acordado a continuar utilizándolo hasta hoy y a partir de esos años fuera adoptado por otros países del planeta. Creo que la primera dama de Estados Unidos más famosa fue Jacqueline Kennedy, no porque hizo algo extraordinario como persona, sino por ser la esposa de John F. Kennedy y toda su historia junto a él y creo que la única persona que ostenta esa denominación fuera de la política es Aretha Franklin, la merecidísima reconocida por todos como “The First Lady or Queen of Soul”.
Aunque el nombramiento de primera dama, que no es electivo, no tiene salario, ni contenido de trabajo específico, está designado para las esposas de los presidentes, cuando estos han sido solteros o viudos, otras mujeres, familias e incluso amigas, han podido ocupar esa posición. Eso nos ocurrió a los cubanos y aunque debo decir que siempre me pareció extraño, ahora reconozco posible, cuando Fidel, no sabemos si viudo, soltero o “ocultador” de sus parejas y amores, utilizaba a su cuñada Vilma Espín, que prestada por Raúl su hermano, durante muchos años apareció como acompañante del “amigo” sobre todo en sus actuaciones internacionales. Vilma, casi la mujer orquesta, fue la presidenta de la Federación de Mujeres, miembro del Buró Político, esposa de Raúl, madre de sus hijos, más la compañera de viajes, la figura que fungía como primera dama, del presidente cubano.
Siempre me ha parecido tonto eso de primera dama, hasta que leí la biografía de Michelle Obama, libro que también recomiendo, con el que aprendí todo lo que se puede hacer desde esa denominación, más allá de decorar la Casa Blanca, asistir a banquetes y tirarse fotos. Las primeras damas en la actualidad, claro si ellas lo quieren, se han convertido en fuerzas y herramientas para desarrollar campañas, apoyar acciones, trabajar en determinados frentes, crearse un propio espectro de trabajo e intereses. La Obama, ya era una personalidad antes de llegar a la Casa Blanca, es una persona con intereses, trabajos y, sobre todo, resultados. Para nada fue únicamente la amorosa y dulce esposa de un político convertido en presidente de turno. Ella, quizás como muy pocas otras, tenía objetivos claros y parece que dejó sus huellas dentro de la Casa Blanca, el gobierno, dentro de los negros, las mujeres y los jóvenes norteamericanos. La Obama, a pesar de negra, poco agraciada para no decirle fea, de origen pobre, tuvo que ser tragada por muchos, no por imposición de su marido, sino porque ella aprovechó su estatus para trabajar y trabajó bien.
La primera dama tiene una oficina con empleados que se subordinan a ella, paralela e independiente a la presidencia del país, oficina que se debe aprovechar para algo más que actividades sociales y ceremoniales. Cada primera dama escoge las causas que va a apoyar, las campañas que va a impulsar, se supone que para el bien del país. No conozco exactamente lo que está haciendo Melania Trump como primera dama, a lo mejor está haciendo mucho, sólo que yo no la veo.
A la que si veo es a Liz Cuesta Peraza, esposa del señor presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel, en sus funciones de primera dama. Primera vez en la historia de la revolución y su gobierno comunista, que una esposa cumple con ese rol públicamente, cosa que no me deja de extrañar, conociendo la histórica tradición de Fidel y Vilma, esa denominación fue eliminada por considerarla rezagos del pasado burgués y me parece que ahora la “first” gordita, está desenfocada como persona o, por el contrario, bien dirigida por su “patrocinador” Canel, a acciones que no representen muchos problemas para el gobierno.
¿Cuantas acciones, líneas de trabajo, objetivos y trabajos concretos podría tener Liz como primera dama del gobierno cubano? Para mí, billones. Creo que la primera dama cubana debería tener muchísimas más responsabilidades y muchísimas más tareas o trabajos que la primera dama de los Estados Unidos. Liz tiene un contenido de trabajo para las 24 horas del día, los 365 días del año, sin parar, sin dormir, sin descansar. Si Liz quisiera, o a lo mejor para ser justos se lo permitieran, tiene una enorme y gigantesca posibilidad de escoger por lo que quiere pasar a la historia de ese país. Cada cubano, cada cuadra, cada reparto, cada casa, cada edificio, cada escuela, cada hospital, cada centro de recreación, cada funeraria, cada cementerio, cada niñooooooooooooooo, necesita de Liz y su “supuesta” influencia para resolver problemas. Liz podría escoger un asunto, un tema y dedicarle la pasión que se le dedica a la teoría del comunismo invencible, pero en la práctica. Liz podría recorrer los campos y comprobar cómo vive el campesino, más allá de las fronteras de la Ciudad de la Habana. La primera dama cubana podría dedicar sus días a las mamás embarazadas y tratar de garantizarles lo que ella misma tiene como madre.
Cuba y su etapa revolucionaria recuerdan a grandes mujeres, de ellas, la más grande de todas, ahora no vale la pena recordar el por qué, fue Celia Sánchez Manduley. Podrás tu estar de acuerdo o no con el comunismo, pero en realidad honor a quien honor merece. Celia, conocida por sus cercanos como “Máma”, apodo que según se dice le puso el amigo, que según también dicen fue por años más que su amigo, fue una de esas mujeres fuera de serie, de esas que no existen, no como mujeres, sino como personas. Reconocen los cubanos que, si algo estaba trabado, si algo no se resolvía, si alguien tenía un problema, la solución era escribirle a Celia. Ella, que no ocupó nunca una posición política de primera línea, como ministro o dirigente partidista, etc., brincaba todos los obstáculos y todas las barreras y si tenía que hablar directamente con Fidel, pues lo hacía, pero jamás dejaba de responder y en muy pocas ocasiones dejó de resolver.
Celia era ella sola un gobierno, destinado a ayudar a aquellos que lo necesitaban. Mujer fea desde joven, no casada, no madre, jamás estuvo para las fotografías, jamás se disputó el protagónico con nadie, no le importaban las cámaras. Celia, que bien podría haber sido primera dama del gobierno cubano, parece que vivió para servir, primero a la idea revolucionaria que tenía antes de Fidel, luego a Fidel y su revolución y meritoriamente a todo aquel que le pidiera. Hay historias de todas las casas que resolvió, todas las personas a las que ayudó a conseguir trabajo, todas las sanciones de privación de libertad que ayudó a disminuir o ayudó a quitar. Hay historias de todas las veces que intervino sin miedo, frente al “invicto” para ayudar justamente a alguien, salvarlo, sabiendo todos los cubanos que al “invicto” no se le podía contradecir mucho.
Entonces Liz podría inspirarse en Celia, qué mejor ejemplo a seguir y podría poner un cartel en su puerta que diga, todo el cubano que necesite algo, por favor, véngame a ver. Sólo con el cartel pasaría dignamente a nuestra historia. Pero no, no ha hecho eso, creo que no lo hará. ¿Entonces, a qué se dedica Liz?
Bueno la primera vez que le vi haciendo algo, más allá de caminar de manos acompañando a “su” presidente, estaba auspiciando, coordinando y apoyando un evento de alta cocina y comida. Frente a aquel evento, me dije, está desenfocada, pero es nueva, es su primera gestión, ella va a cambiar.
Error, la primera dama cubana, parece que no encuentra nada más importante que participar en eventos de comidas. Esto no sería malo, pienso yo, en un país donde tanta comida, en cantidad y diversidad, se necesita, pero lo que veo es que los eventos no tienen nada que ver con la comida para el pueblo, sino comidas para, pienso, extranjeros y escogidos. Liz se ha convertido en la anfitriona e impulsora de la alta cocina cubana, esa cocina que para nada es, ni se hace para el pueblo, sino para hoteles, festivales, competencias internacionales, extranjeros y pienso, siguiendo una tradición muy enraizada, para los amigos del aparataje de gobierno. Véanla a ella y a su esposo y descubrirán que han engordado y no es con soya específicamente.
Liz ha participado en varios eventos de estos de alta cocina y famosos chef, el último Cuba Sabe 2020. No sé si en la televisión cubana aparecen las imágenes, porque sabemos que la televisión cubana es maga, pero yo si las he visto. Los eventos de alta cocina son a puertas cerradas, imagino para chef e importantes gastronómicos, más los dirigentes, más cubanos que aparecen en las listas de aceptados y los amigos, donde se exhiben mesas llenas de comidas que no come el mayor por ciento de la población cubana. Bandejas llenas de quesos de varios tipos, de carnes, de mariscos y embutidos también de varios tipos, más aceitunas, ensaladas, panes, salsas, etc. Mesas que aquí pueden ser muy comunes, pero que, en Cuba, un pueblo donde se habla de jutias y avestruz, de soya y hamburguesas conformadas Dios sabe de qué, un pueblo que sigue con un solo pan malo al día y que recibe cada mes una mala ración reglamentada, que no alcanza para satisfacer de verdad los primeros 10 días del mes, son difícil no sólo de tener, sino de tan siquiera soñar.
Liz, como primera dama, no ha encontrado otra cosa de importancia que apoyar, o quizás crear, que eventos para la imagen Cuba, nada más y nada menos que con la comida. A Liz no se le ha ocurrido otra cosa como primera dama, que traicionar y por qué no, agredir, sobre todo a las abuelas y madres cubanas, encargadas de poner a la mesa un plato de comida para sus familias. Los que vivimos en Cuba muchos años sabemos que, desde hace mucho, esa, la tarea de poner un plato diariamente en la mesa de cada familia puede ser considerada la tarea revolucionaria más grande de cualquier ser humano. Liz, como primera dama, deberían repartir medallas a aquellas abuelas y madres que llevan esta actividad diariamente.
Quizás la primera dama cubana, se leyó también la biografía de Michelle Obama y ha tratado de imitarla con el tema de la comida, sólo que las diferencias son abismales. La Obama, preocupada por la mala alimentación de una parte de la población norteamericana y los grandes problemas que este país tiene con la obesidad, enfermedades cardíacas, colesterol alto, etc., incluso en niños, propuso cambiar los hábitos de consumo. Ella personalmente, salió regularmente a comprar a los pequeños agricultores sus producciones, tratando de estimular el consumo de comida más sana y fresca, acciones a la que arrastró a sus más cercanos.
Luego trató de cambiar lo que las escuelas, sobre todo las escuelas, ofrecen a sus estudiantes como comidas. Menos chatarra, más vegetales y frutas, más carnes frescas y con menos químicos. Esto que parecía una buena acción, no para sus hijas, sino para todos los niños y jóvenes de este país, le garantizó una enorme resistencia, porque las grandes compañías productoras de alimentos se opusieron. Cambiar hábitos, tradiciones y sobre todo intereses económicos no resulta fácil, ni tan siquiera para la primera dama de los Estados Unidos. La idea de comer sano no tuvo mucho éxito a nivel nacional.
Entonces la Obama, que por cierto acaba de ganar según la encuestadora Gallup, el premio a la mujer más admirada de los Estados Unidos en el 2019, no se quedó con las manos cruzadas y lanzó la idea bomba de transformar, nada más y nada menos, que el jardín de la Casa Blanca para convertirlo en un huerto. La idea de “joder” uno de los jardines más importantes de todo el país, le ganó miles de enemigos. Al principio nadie estuvo de acuerdo. Ni su propio esposo, el presidente Barack, estuvo al principio muy convencido de que la idea era buena.
Creo que Barack en la intimidad debe haberle dicho: mi negra, ya bastante con que nos acepten aquí y no nos hayan echado a la calle, para que ahora tú quieras desgraciar el lindo jardín. Entonces ella no cedió, habló con hasta las 11 mil vírgenes, con funcionarios, senadores y personas de influencia, escribió cartas, celebró reuniones y al final, increíblemente, logró que la autorizaran a levantar un buen pedazo del jardín más famoso de la Unión, para hacer un huerto.
A ese huerto entonces invitó, no a sus amigas millonarias, sino a las madres y los hijos de las escuelas más cercanas, para trabajar, sembrar, mantener, cosechar y por supuesto comer, lo que allí se cultivaba. La acción fue un éxito, todos querían venir a trabajar y comer en la Casa Blanca, momentos en los que la primera dama y sus asesores del agro y la ciencia, daban información y hacían demostraciones de lo que significa comer sano. No pudo irle de frente a los monopolios fabricantes de comida, era la primera dama, no la faraona, pero de seguro les dio un golpe en la misma medida que logró convencer a muchos de que debían cambiar la forma de consumir. No sé si Melania habrá continuado la idea, imagino que no.
La acción puede parecer algo loca, obviamente inusual, de poca repercusión, teniendo en cuenta que somos más de 300 millones aquí adentro, pero algo bueno hizo. Algo no sólo para su amoroso esposo, sus dos hijas y sus amigos millonarios de las empresas y el gobierno, sino para los comunes, para aquellos de donde ella había salido y no había olvidado.
Entonces Liz, máxima expresión de la mujer cubana, en cuanto primera dama es, se dedica a auspiciar y apoyar eventos de alta cocina, con mariscos y quesos, en un país donde las personas pasan trabajo para mal comer todos los días. ¿Se podrá ir a dormir profundamente en las noches sin sentir la menor pena?, ¿Cómo entender que una mujer cubana, holguinera, madre de dos hijos antes de Canel, profesora, pueda hoy tener la gandinga de posar para fotos detrás de langostas y quesos, en un país que no come?, ¿Es que están locos o todos, incluyéndola a ella, son unos hijos de puta?



Ojalá, Liz haga caso, si alguno de ustedes la conoce, recomiéndenle mi escrito y mejor, el libro de Michelle Obama, que además tiene una edición en español. Ojalá, se tome a pecho lo de primera dama y deje de jugar a las comiditas ricas celestiales para escogidos y se dedique a las tantas cosas que el pueblo y, sobre todo, las mujeres cubanas, necesitan. Ojalá, ese pueblo pueda hablar de la primera, primera dama de la revolución, con orgullo por lo que hizo para él. Ojalá, sea reconocida, no sólo por comer rico y engordar, sino por aprovechar su cercanía con el poder, para poder influir sobre lo que realmente se necesita. Liz, por pura solidaridad y respeto, debería cuidar su peso corporal, cosa que le facilitará pararse a hablar frente a la abnegada y sufrida mujer cubana.

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