Hola Cuba, es difícil
olvidarme de ti.
Creo que una de las
cosas que permiten el medianamente buen funcionamiento de un gobierno, más allá
de la teórica democracia, o por lo menos limita o condiciona su actuar, es la
opinión. Sabemos que esto es bien relativo, porque los gobernantes conocen que
tienen siempre un margen que les permite hacer y luego poder justificar o arreglar
lo que hacen.
Creo que es muy difícil
pretender en la actualidad, que cada vez que un gobierno piense o decida hacer
algo, se vea obligado a consultar a todos los interesados, hoy los interesados suman
millones en cualquier país del mundo. Eso puede hacerse en una tribu donde el
número de integrantes es muy bajo y es fácil a los ancianos reunirse en
círculos con todos y decidir si se sale a cazar o se siembra la tierra o se
permite la alianza con la tribu vecina. Fue fácil en Roma, a la que todos
nombramos como ejemplo de democracia, donde los que contaban eran unos pocos y
el resto, esclavos, gladiadores, muy pobres, etc., no importaban para nada. Pero,
no obstante, las complicaciones de la modernidad, me parece cierto que al saber
que la opinión pública puede funcionar e influir, hace que, por lo menos, se
conozcan a nivel estadístico, qué piensan y dicen los que votaron o piensan
votar. Para eso, los medios de comunicación, que para nada son santos, ni
imparciales, juegan su papel.
En un país donde,
primero no importa lo que se piense desde el exterior, porque sólo se utiliza
al exterior a conveniencia y tampoco se tiene en cuenta lo que se pueda decir
en el interior, más, en un país donde todos los medios, propiedad del gobierno,
se dediquen a repetir, sin mucho vínculo con la realidad, lo que el gobierno
dispone, los gobernantes la tienen fácil.
La propaganda,
herramienta de comunicación política ideológica, tiene su máxima expresión en
esos tipos de gobierno, a los que no llamo comunistas, sino totalitarios, donde
existe primero que todo un divorcio entre la realidad que se vive y el discurso
de la realidad que se quiere hacer ver. En esos lugares donde las realidades se
tratan de crear desde oficinas y luego se hacen repetir a los que la viven,
tratando de que crean en lo que no ven, tratando de que confíen incluso en un
futuro que nadie sabe dónde está, ni cómo se llega y menos cuándo se llega.
Veamos entonces el
significado, a groso modo, de totalitarismo, tratando de resumir los aspectos
más importantes aportador por los teóricos, sin hablar de ningún país en
específico. Si quieren de forma más fácil sin tanta teoría, saber de qué se
habla cuando se describe el totalitarismo, no dejen de leer la magistral obra “1984”,
del escritor inglés George Orwell. Sus libros, éste y otros, entre otros muchos,
fueron prohibidos en los países comunistas, por supuesto Cuba, a pesar de que
el escritor no menciona el comunismo en ningún lugar, menos a la isla caribeña,
la cual se encontraba construyendo las bases de su período dorado de la década
del 50 en el mismo momento que las páginas escritas por Orwell aparecieron en
las librerías del mundo.
El totalitarismo es un
concepto ideológico y político, donde las libertades individuales están
seriamente restringidas y el Estado ejerce todo el poder sin restricciones. Son
típicos por ser dirigidos por un solo partido político, cuya opción de partido
único se funde con las instituciones del Estado, llegándose a fusionar a tal
modo que partido único y Estado aparecen como la misma cosa.
En estos Estados es típica
la existencia y exaltación de una persona con poder ilimitado, que alcanza
todos los ámbitos del gobierno y sólo utiliza a otras personas como ejecutores
de sus ideas y objetivos. En estos escenarios, los gobiernos totalitarios
utilizan el movimiento de las masas para respaldar también sus ideas y sueñan,
al menos propagandísticamente con construir un hombre nuevo y una sociedad
perfecta, creando y ejerciendo paralelamente un mecanismo de control social y represión,
bajo formulaciones secretas o enmascaradas. Los gobiernos totalitarios crean
instituciones, más allá de las públicas, para mantener bajo control a las masas
que dice defender y bajo una enorme propaganda ideológica y política crea y alimenta
el miedo y la división ciudadana e incluso familiar, como herramientas de
autocontrol.
El totalitarismo
maximiza al Estado, considerándolo un fin en si mismo. Según se dice fue
Mussolini en Italia quien utilizó por primera vez el término con su slogan, “todo
en el estado, todo para el estado, nada fuera del estado, nada contra el estado”.
Creo que el socialismo marxista mundial no aparece como totalitarismo, por el
contrario, a pesar de las diversas formas en que llegó al poder, por revoluciones
e imposiciones, las primeras acciones tratan de mantener al menos un discurso democrático,
de liberación y dignificación de todo un pueblo, sin embargo, al crear tantos
problemas en su ejecución y afectar a una buena parte de la sociedad donde se
estableció, va trocando su discurso democrático, convirtiéndolo sólo en una
imagen irreal, por un discurso y una actuación totalitarista obligatoria, como
única forma de sobrevivencia.
El totalitarismo, en su
práctica real, suspende la existencia de la persona como elemento individual
con intereses propios y actuaciones individuales, considerándolas únicamente como
masa en función de la sociedad, donde los intereses personales tienen que subordinarse
a los sociales, casi siempre definidos por el partido único y la figura del
gran líder. Las posturas se cambian, la bondad desaparece, la democracia se
limita y entonces se crea la figura de un enemigo, externo e interno, que lleva
a la necesitada de defensa, como aparente consecuencia, pero en realidad
estrategia sin opción definida fríamente en oficinas, de “o estás conmigo o
estás contra mí”. Aparecen esos enemigos, a veces sólo por pensar, a los que la
enorme propaganda partido-estado, logra el apoyo para reprimir o desaparecer. Aparece
entonces la categoría de enemigo de la patria, porque patria-partido único-estado,
son propiedad de un líder y de sus más subordinados seguidores.
Si pensamos en Cuba y
en su última historia, puede ser perfectamente el mejor ejemplo, caribeño
claro, pero mejor ejemplo, de la transformación de la democracia en
totalitarismo, quizás por propia inspiración cubana combinada con las recomendaciones
o líneas de trabajo diseñadas por los “padres” soviéticos.
El comunismo, no el
teórico y lindo, sino el práctico entonces se convierte en una gran licuadora,
donde todo se muele y se mezcla a favor de una sola idea. Creo que, a estas alturas
del juego, a nadie se le puede ocurrir cuestionar esto, a pesar de que el
discurso público del gobierno siga tratando de hablar de sistema democrático.
Hoy, como una línea estratégica definida como “continuidad” para darle cierta
seriedad patriótica y tratando de garantizarse el apoyo de quienes amaron el
proceso desde sus comienzos, la propaganda tiene los mismos objetivos que la
inaugurada por el gran líder en años tan tempranos como inicios de la década
del 60, confundir y gracias a eso, sobrevivir, cuando la realidad labrada años
tras año y a la que se ha llegado hoy, es totalmente diferente a lo que se dice
por los medios de comunicación, propiedad absoluta del partido-estado.
Recién he leído una
publicación de Bruno Rodríguez, Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba,
publicadas el día 7 de enero de 2020, declaraciones propias de un gobierno
totalitario, al que no le importa, porque no le tiene que importar la opinión y
menos a los que opinan. Declaraciones que tratan, una vez más, de confundir a
todas las opiniones, a sabiendas que ninguna de ellas pueden cuestionar, menos
cambiar, una realidad. Información elaborada desde la más hipócrita posición,
que maneja los conceptos a favor de contradecir lo que pasa internamente y
crear un ambiente de clima favorable para seguir sobreviviendo.
Rodríguez, que es
famoso por lo menos para mí, por sus declaraciones mentirosas, respondiendo a
la estrategia de partido único-estado-gran líder-patria, hace pública la
cantidad de cubanos que viajó a Cuba en el año 2019, 623 831 y de ellos a 552
816 los señala como procedente de los Estados Unidos, detrás de estas cifras dice,
y cito textualmente: “evidencia, (haciendo referencia a las cifras), el
fortalecimiento de los vínculos de Cuba con sus nacionales en el exterior”. Los
que vivimos allí años, sabemos que ésta inofensiva nota, además de tratar de
resolver las acusaciones sobre los derechos humanos en la isla, la ilegitimidad
del gobierno y su incapacidad actual está tratando de preparar el camino a la próxima
reunión entre el gobierno cubano y los escogidos emigrantes a celebrarse dentro
de unos meses. El gobierno cubano, nada creativo e innovador, siempre ha
actuado igual.
Esto debería dar ganas
de llorar, si pensamos en la escena real de un canciller comprometido con su
pueblo, hablando de las relaciones de su gobierno con sus emigrantes. Esto,
casi debería llevar a la emoción, sobre todo para aquellos que hoy integran ese
ejército, obligatorio o voluntario, de cubanos radicados fuera de Cuba. La idea
de fortalecimiento de los vínculos entre emigrados y patria suena super
amorosa. Habla de los intereses honestos de un gobierno por reconocer, respaldar,
maximizar los derechos e intereses de toda la comunidad que está fuera de su
país, sin pensar en causas y acciones, interesada en que su país mejore,
avance, se desarrolle, etc. Habla del reconocimiento respetuoso de ambas
partes, emigración y patria y de la necesidad de ambos para ambos.
¿Sin embargo, es esto
verdad? La propia y conocida capacidad de mentir de Rodríguez y su parcialidad
absoluta, primero, lo pone en dudas. Luego la idea por sí sola es un engendro
del manejo de las palabras para reafirmar una determinada idea o posición, que,
si no fuera porque es mentira, fuera linda, ya dije que incluso conmovedora.
Pensemos por qué vamos
los cubanos a Cuba y podremos entender lo del vínculo y reconocimiento al
gobierno. La lista es de mi propia inspiración, así que es posible que se me
olvida incorporar alguna de las razones.
1.- Tenemos allí a parte
de nuestra familia, a veces parte importante, hijos, esposas, padres, etc., por
lo que la visita tiene carácter obligatorio.
2.- Tenemos allí amigos
a los cuales consideramos tanto como familia, la misma obligación.
3.- Muchos vivimos con
el complejo de emigrados, muchas veces no adaptándonos o insertándonos en la
realidad de los países donde vivimos, entonces la depresión nos mata y nos hace
regresar a aquello que conocemos, donde obviamente nos sentimos mejor.
4.- Muchos, al haber
sido obligados a emigrar o al haber emigrado voluntariamente a un lugar del que
nos dijeron era punto menos que el infierno, regresamos a demostrar que, aunque
vivimos en el Congo, Chile, Australia, Francia, Estados Unidos, no nos morimos,
peor, vivimos y estamos mejor de cuando salimos. Entonces muchos queremos
demostrar que el infierno no nos tragó, que no nos quemó, que no hemos muerto y
además de vivir, nos permitimos la oportunidad de viajar, hacer turismo, ayudar
a los nuestros, y por qué no, burlarnos de aquellas instituciones y personas
que nos maltrataron, oprimieron, reprimieron, nos echaron pa´lante, etc., en
resumen, nos hicieron la vida imposible y ahora nos reciben como héroes, nos
saludan, nos reconocen, nos felicitan y viene a tomarse nuestro café “enemigo”.
Nos sentamos a tomarnos la misma cerveza que antes tomábamos a escondidas,
ahora en los portales de las casas, viendo pasar “derrotados y sedientos” a
aquellos que antes nos decían borrachos, alcohólicos, antisociales, etc. Nos gusta
regalarle 5 dólares a aquellos que nos persiguieron por “tenencia ilegal de
divisas” y casi le firmamos el billete como recuerdo.
5.- Cuba es un lindo
país. Playas, ciudades, bares, restaurantes, música, calles, plazas, parques, donde
la nostalgia nos hace creer que la carne de puerco y la yuca con mojo, nos
sigue pareciendo que saben diferente.
6.- Cuba es el lugar
para gastar nuestro dinero porque tampoco tenemos iniciativa para ir a otro
lugar, entonces como lugar seguro, pretendemos conocer a la Cuba que no pudimos
conocer mientras fuimos obreros, o médicos, ingenieros, etc. Pretendemos ir a
esos lugares geográficos que muchos sólo veíamos en los libros o plegables para
turistas e incluso a aquellos lugares donde nacieron nuestros padres y abuelos,
perdidos en un mapa de la isla. Sentimos placer con que alguien nos desee la
bienvenida en la puerta de un hotel, el mismo CVP o portero que antes nos negaba
la entrada por ser cubanos. Nos place enseñar nuestros pasaportes o residencias
extranjeras, condiciones a las que ponemos a competir contra el carnet de
identidad. Nos encanta enseñar nuestras cadenas y tatuajes, los mismos que
antes teníamos que usar a escondidas y por supuesto nos encanta sentarnos a hablar
de nuestros nuevos lugares de residencia, cines, supermercados, gasolineras,
celulares, carros, etc., etc., etc., frente a amigos que se alegran, sueñan y
añoran.
7.- Muchos vamos a Cuba
para encontrar amores, transitorios, momentáneos e incluso eternos. Algunos
porque nos gustan las cubanas, las suecas son muy frías y otros porque no podemos
cazar a una italiana, una suiza, etc., por mucho que vivimos en Italia o Suiza.
8.- Vamos a Cuba a
atendernos con un médico cubano, en su casa o en el hospital donde trabaja,
porque confiamos en la medicina cubana, porque tenemos amigos o familiares en
el sector de la atención a la salud o porque, aunque tengamos que pagar por la
derecha o la izquierda, casi siempre por esta última vía, siempre nos va a
resultar más barato que pagar en los países donde vivimos y trabajamos o donde
recibimos ayuda del gobierno.
9.- Muchos de nuestros
hijos y nietos nacidos en otros lugares del mundo, llega el momento que sienten
interés por conocer la patria de sus padres y abuelos y eso genera un viaje
sentimental a los orígenes, en busca de ver los cuentos que tantos le hemos
hecho, o sea, la arena de Varadero, la palma real, la Bodeguita del Medio, etc.
10.- Cubanos, creo yo
que no en grandes cantidades, estamos todavía a favor del gobierno-partido único-estado
y aunque vivimos en el exterior añoramos un sistema socialista marxista y
extrañamos los discursos nacionalistas y chovinistas y las grandes decisiones
tomadas por el partido comunista y su gran líder y entonces participamos en
conferencias, reuniones, quizás pequeñas inversiones o donaciones y aceptamos directrices
para apoyar desde nuestros países al gobierno cubano actual.
Todas estas acciones, de la 1 a la 10 de mi lista, generan un vínculo mayor, más importante y es el estrecho
vínculo del dinero.
Como la mayor parte de los emigrantes de países pobres, los
cubanos enviamos dinero sistemáticamente a los nuestros. A veces 10, 50 o 100
dólares es la acción amorosa con la que tratamos de apalear nuestra ausencia
física. Dólares no para hacer ricas a nuestras familias, no para construirles
palacios y montarlas en modernos autos, sino, salvo excepciones, una muestra
cariñosa para lograr que los nuestros accedan a jabones, papel sanitario,
medicamentos, ropas y comidas, etc.
Más el dinero que
dedicamos en nuestros viajes a garantizar el consumo, no porque nuestra familia
sea mala o egoísta, sino porque más allá de la comida de bienvenida, a veces es
difícil garantizar lo que los visitantes necesitamos para la estancia. Nuestras
familias están dispuestas a quitarse lo que tiene con tal de que la pasemos
bien, pero a veces no pueden quitarse lo que no tienen.
Más el dinero que
aprovechamos para dar gustos, galleticas de dulce, helados, pizzas, cervecitas
frías, paseos y visitas a lugares “cómicos”.
Más el dinero que
dedicamos a “resolver” parte de la lista de problemas acumulados, equipos
rotos, muebles y colchones viejos, platos, vasos, bombillos inexistentes, etc.
Entonces no sé, o me
cuesta trabajo reconocer cuáles son los vínculos que se fortalecen. El canciller
habla de vínculos con Cuba, tratando de enmascarar lo que pasa con el gobierno,
o sea, no hay ningún problema entre cubanos y gobierno, no sabemos de qué se nos
acusa, fíjense a los cubanos como viajan a su país. Si sacamos una simple
cuenta, difícil porque en realidad la información clara y precisa no existe, o
sea, la cantidad de cubanos que viven fuera de Cuba, pero asumiendo que podemos
ser más menos 2 millones de personas, los que viajamos a Cuba en 2019 sólo
representamos el 30% de los que estamos fuera.
No sé de qué vínculos fortalecidos
se habla cuando los cubanos tenemos que, independientemente de las ciudadanías
que tengamos, para viajar a Cuba poseer un pasaporte cubano por el que tenemos
que pagar casi 400 dólares para su confección que sólo dura 6 años, más 200
dólares para su habilitación cada dos años, lo que lo debe convertir en uno de
los pasaportes más caros de la historia, téngase en cuenta que el pasaporte
norteamericano, el más deseado de los pasaportes, cuesta ahora alrededor de 100
dólares y sirve por 10 años, además de que, menos muy exclusivos países en todo
el planeta Tierra, te sirve para llegar a cualquier punto y ser bienvenido, sin
mayores trámites y costos.
No me queda claro el vínculo
cuando ahora, más que nunca, los cubanos podemos ser “regulados” o sea,
prohibidos a entrar a Cuba por intereses supremos del gobierno, lista de la
cual los cubanos no sabemos si estamos o no, no sabemos cuándo hemos entrado o
peor, no sabemos cómo vamos a salir. El caso más reciente que conozco de
prohibición a cruzar inmigración cubana es el de un deportista que se quedó en
Canadá hace 8 años y no pudo ver a su madre, muchacho humilde y decente que
emitió un comunicado al mundo, donde sólo le pidió a su viejita que tuviera
fuerza, mucha fuerza.
¿Cuáles son los
vínculos si los cubanos que viajamos estamos sometidos a la “mafia de los
aeropuertos cubanos”, o sea, personas vestidas de autoridad, policías, miembros
del ministerio del interior, oficiales de inmigración, funcionarios de aduana, enfermeras
y médicos, trabajadores simples del aeropuerto, que todos, exactamente todos,
tratan de joderte con tus equipajes, tus paquetes, y tu dinero y desconociendo
que los que viajamos no llevamos armas, ni venenos, sino comida, ropa, regalos
y medicamentos para nuestra familia, nos
aplican unas regulaciones, por demás difíciles de conocer, donde casi parece
una venganza por haberte ido y ahora tratar de regresar.
¿Cómo un gobierno se
toma el derecho de prohibir la entrada a diestra y siniestra a sus ciudadanos,
por cualquier razón o por pensar diferente, o por dar una entrevista a un canal
de televisión o sencillamente escribir tus ideas en un blog?, ¿De qué
fortalecimiento se habla cuando ahora los cubanos, o al menos una parte de
nosotros, puede tener miedo a ir y que te prohíban categóricamente y sin
posibilidades de amparo, la entrada a Cuba?
No sé cómo, bueno sí lo
sé, el canciller puede hablar de vínculos con Cuba para tratar de crear la
imagen de que los vínculos son con el gobierno que está en el poder. Y lo sé, porque
desde hace muchos años, lo que se dice para nada respeta, ni tiene que ver con
la realidad. Lo que se dice, se declara desde una posición de dueño al que poco
le interesa la opinión de los que escuchan. Lo que se dice, no tiene miedo de
que se declare como mentira, porque todo, desde hace muchísimo ya, es una
mentira.
En el totalitarismo la
opinión de la “masa” no importa, porque la masa, se trata como la práctica de
los panaderos. Es algo que se mezcla, luego se empuja y hala, se enrolla, se
tira contra la mesa, se le dan algunos estratégicos golpes y se pone al horno para
hornear y luego comer. La masa es aquello a lo cual se le va a dar una idea, que
probablemente no vea o no esté de acuerdo, pero se le va a pedir que apoye y repita
ciegamente. Los que terminan apoyando en el totalitarismo, por acuerdo o defensa,
escapan, los que no, pues se anulan, se reprimen, se esconden o desarticulan
logrando la autocensura como sobrevivencia.
En el totalitarismo
existe una sola voz, ahora la del canciller Rodríguez, que se levanta y escribe
algo aparentemente de su propia inspiración, siempre respaldando a la fusión único
partido-estado, sin tener que explicar o argumentar nada. Es sencillamente la
idea que se conoce que repetirá por todos los ecos del gobierno en sus campañas
propagandísticas. Mienten y saben que lo hacen, pero no les importa, ellos
están ahí para mentir.
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