jueves, 16 de enero de 2020

Culturales 2020. Intocables.

Intocables, es el nombre de dos muy buenas películas que quizás todos hemos visto.

La primera de 1987 trata sobre la creación y actuación de un equipo de policías y funcionarios que se unen para acabar con Al Capone y el tráfico de bebidas alcohólicas. Magistral elenco compuesto por nada más y nada menos que Robert De Niro, Sean Connery, Kevin Costner y en aquel momento joven de origen cubano Andy García. La segunda, de 2011, es una bellísima obra de arte de factura francesa, para muchos expertos una de las mejores películas del cine francés que es inmenso, que narra, partiendo de una historia real, la vida y relación de dos personas diametralmente opuestas, el conde Philippe Pozzo, escritor, tetrapléjico, y Abdel Yesmin, inmigrante de origen senegalés, con antecedentes penales, quien lo sirvió como asistente a domicilio.

Intocable es entonces un término que se identifica para señalar la importancia de personas, objetos, símbolos, que el resto de los mortales debemos o tenemos que respetar y conservar. Intocable no habla de democracia, ni de interpretación, es una condición que por tradición se entiende y funciona.

Los regímenes totalitarios, no escribo sobre Cuba, son famosos por la lista de intocables que crean para vivir. Los listados caprichosos y resultados de la propaganda partidista son a veces tan grandes, que dejan casi sin consuelo o poder de actuación, a los que no son elegidos con esa categoría.

Ahora hay gran revuelo entre la oficialidad cubana y aquella parte de la población que repite y repite, por la existencia de hechos a los que no estamos acostumbrados y que en realidad no han abundado, por razones varias, en Cuba después de 1959. Hablo en este caso de los autollamados Clandestinos y sus derramamientos de pintura, tinta o sangre sobre algunos bustos de Martí y algunas imágenes de Fidel, más pinturas sobre las paredes con consignas revolucionarias para algunos y contra revolucionarias para otros.

Declaro que las imágenes a primera vista impactan, porque no estamos acostumbrados a ellas, pero la idea de manchar a Martí con pintura roja puede tener y tiene diferentes interpretaciones. Para muchos Martí, o en realidad sus bustos de yeso y cemento, es ultrajado, pero para otros, Martí, el Apóstol, llora sangre horrorizado, primero por el uso que le han dado a su figura e ideas y segundo por la realidad que ve en Cuba.

Me arriesgaría a decir que por muy inculto e irreverente que sea un cubano, Martí como hombre, como revolucionario de su tiempo, como político, como líder, como escritor tiene un enorme reconocimiento. Me arriesgaría a decir que el pueblo de Cuba fue martiano antes del 59. Crecí en una casa martiana, recuerdo que mi madre, quizás ya ni ella lo recuerde, atesoraba un álbum hecho a mano en su época de estudiante de nivel medio en Santiago de Cuba, que tenía una cubierta de tela azul como satinada y una foto de Martí afuera, que en su interior contaba cariñosa y respetuosamente la historia del Apóstol. Crecí en una casa donde en un librero grande horizontal hecho por mi padre con playwood, que tenía en la parte superior un pequeño busto dorado de Fidel Castro, se alojaba la colección entera de las Obras Completas de José Martí, libros que comencé a manejar desde joven. 

Después de 1959, Martí se convirtió en una herramienta a utilizar y el pueblo de Cuba dejó de ser martiano para convertirse en fidelista. El pueblo cubano dejó de leer a Martí para beber los discursos de “el caballo”. Martí se nombró como autor intelectual, se utilizó su imagen en la antigua Plaza Cívica, convertida en Plaza de la Revolución, la casita donde vivió muy poco se convirtió en visita obligatoria para los niños con sus escuelas, se escondió parte de sus escritos, los que no convenían, los que no servían y Moncho “El Gitano del Bolero” en un concierto en Cuba le hizo un bolerito utilizando sus poemas, después de eso, no mucho más. Los cubanos no leemos a Martí, menos imitamos su vida.


Hubiera sido menos impactante pintar unas lindas lágrimas, hubiera sido más estético, pero esas acciones suelen hacerse a escondidas, en contra del tiempo y de los vigilantes, por lo que ponerse a pintar delicadamente es imposible. Los clandestinos no tienen el mismo tiempo que el amigo de Mariela Castro, la hija más famosa de uno de los intocables, lo que la convierte a ella misma en otra intocable, que pintó de rojo los labios al Apóstol en una acción progay, sobre la cual el gobierno y el pueblo cubano hizo mutis total. Es como si le pidiéramos a los que pintaron las paredes con “Abajo Batista” en medio de una dictadura que te freía en medio de la calle, tuvieran cuidado con la estética y la caligrafía, para lograr carteles bellos que no afearan a la ciudad. Es como si le pidiéramos a los atacantes del Cuartel Moncada que tuvieran cuidado con los tiros y no rompieran los cristales para no hacer daño a la edificación o que se cuidaran los uniformes que llevaban puestos para que no los mancharan y pudieran ser utilizados por otros. Sería lo mismo que una madre cubana, que envía a su hijo a un cumpleaños de un amiguito, siendo los objetivos del niño, correr, tirarse, recoger caramelos de la piñata, comer cake, embarrarse, etc., cuando le dice u ordena, producto de la necesidad y carencia, "cuídate los zapatossssssssssssssss".

Lo de los bustos de Martí en un país que se está cayendo a pedazos, muchos de ellos olvidados dentro de hierbazales, basureros o deteriorados por el poco interés real diario, ha polarizado, no sólo a la población dentro de Cuba, sino a los cubanos fuera de la isla. Dividiéndonos una vez más en otra parte más, de los que están a favor y no lo están, incluso destacando aquella parte de cubanos que, sin estar de acuerdo con el gobierno insular, se niegan a aceptar que se dañe una figura de yeso con la imagen de nuestro Apóstol, que en realidad el Apóstol no es. Se ha dañado al cubano, se ha dañado a la familia, se han destruido instituciones, se ha dado golpes, se sigue dando golpes y reprimiendo, pero ahora no queremos que se dañen los bustos, a veces deteriorados, a veces feos e incluso a veces no parecidos a Martí. ¿Quién nos entiende?

Pero ¿qué y quiénes son los intocables en Cuba?

Bueno, por mi lista, que no tiene por qué ser exacta, en Cuba es intocable, la bandera, el himno y el escudo, los llamados símbolos patrios, tal como en otro país cualquiera. Es intocable aquellos otros símbolos de nuestra historia, como la bandera del 10 de octubre, la rueda vieja del ingenio Demajagua, el yate Granma que está dentro de una caja de cristal como pieza de museo. Son intocables todos los hombres y mujeres de nuestra historia que hoy la revolución reconoce como símbolos de lucha, desde el indio Guama, pasando por Maceo, Gómez, Mella el que nadó hasta el barco ruso, Echeverría, “Manzanitas” el que dio la falsa noticia por Radio Reloj de que se había ajusticiado al tirano Batista en su propia madriguera, hasta Camilo con su sombrero de ala y Che con su brazo enyesado y entre ellos los miles de nombres en todos los municipios y provincias del país de aquellos reconocidos como buenos, incluido a mi tatarabuelo Ambrosio Grillo, cuyo nombre es utilizado para un hospital en Santiago de Cuba, provincia donde él fue alcalde, parece que bueno, sino no tuviera un hospital.

Son intocables la Constitución y por supuesto el Partido Comunista y sus estatutos, más las figuras históricas aún vivas como Raúl, Ramiro, Machado Ventura, etc. Son intocables los ministros, viceministros, los militares de altos grados y más, sus familiares, esposas y esposos, hijos, nietos, novias, amantes, etc. Resultan intocables los dirigentes del partido en cada provincia y los delegados del Poder Popular, más familias. Resultan intocables los agentes de la Seguridad del Estado, la inteligencia, la contrainteligencia, la policía, más sus familiares. El más intocable de los intocables, con categoría de Dios, fue vivo y continua de muerto, Fidel Castro y la piedra donde dicen que descansan o al menos están sus cenizas. Intocables son los bustos de Martí y otros mártires, las fotos en vallas y todas las frases que el gobierno tiene regadas por todos los lugares de Cuba.

Son intocables todos los miembros actuales del gobierno, que por tradición adquieren esa categoría de importancia, aunque sean unos descarados o anormales. Son intocables los que el pueblo de Cuba reconoce como “hijos de papá”, categoría obtenida por pura consanguineidad, que les garantiza inmunidad total y que ellos, los hijos de papás alargan a sus amigos, parejas, socios de negocios, etc. Son intocables los extranjeros, que aparecen en Cuba como empresarios, aunque estos sean corruptos, ineptos, explotadores, etc. Resultan intocables los pensamientos y las frases que en un momento determinado algún líder o figura histórica tuvo a bien decir. Por supuesto son más que intocables cada palabra y cada frase y cada escrito, más cada pensamiento que dijo e incluso no dijo, pero pensó, el invicto. Resultan intocables los presidentes de los CDR, los jefes de los núcleos del PCC y determinados intelectuales, escritores, músicos, cantantes, poetas, etc., que están por convencimiento o por pura casualidad a favor de la revolución.

Intocable ahora debe ser Díaz Canel, su vice, el primer ministro, más sus esposas e hijos. Intocable es cada idea que emana de esas personas, aunque muchas de ellas no quieran decir, ni resuelvan nada. Intocables son las ideas, no importa que sean viejas, inadaptadas a la realidad, siempre que sean o fueran dichas por un “revolucionario” importante, hay que tragárselas, entenderlas, repetirlas, no cuestionarlas, etc. De ahí la frase, que trata de ser mágica y conseguir apoyo, de “somos continuidad”.

Como todo, exactamente todo en Cuba tiene que ver con el gobierno y por tanto con la ideología, pues es intocable el pan, el transporte público, el servicio de salud, la educación, la libreta de abastecimiento. Intocable es el servicio de agua potable y el de gas. Estar a favor o no de esto, ser capaz de formular una crítica, de las que, en Cuba para justificar y suavizar a la propia crítica, se llama constructiva, es caer en el plano complicado de estar equivocado, confundido, o peor tener problemas ideológicos o mucho peor estar en contra de la revolución. Aspirar a un pan mejor o a dos panes diarios, puede ser elevado a estar a favor del enemigo.

¿Entonces para los cubanos del 2020, que es lo tocable? Bueno, por mi lista, casi nada. Creo que lo único tocable somos nosotros mismos, nuestras familias y amigos, siempre y cuando no se encuentren en algunas de las categorías que he mencionado anteriormente.  El hecho de podernos tocar o tenernos únicamente para tocar a nosotros mismos, es uno de los triunfos de ese gobierno, que por casualidad coincide con los de los gobiernos totalitarios. Los de a pie, hemos escogido el camino de sacarnos un ojo, con tal de ver ciego a uno de los nuestros, ya que nunca hemos podido desear, al menos públicamente, ver ciego a uno de los intocables y lo absurdo de todo esto, pero entendible como deformación, es que estando fuera de Cuba, seguimos arrastrando este mal de sacarnos un ojo. Queremos que Cuba cambie, queremos salvar a los nuestros, pero nos preocupa que se manchen los bustos de Martí.

Si todos los parques, plazas, paradas de guaguas, bustos, vallas, mercados, paredes, etc., son del gobierno cubano, qué les queda a los cubanos para manifestar sus desacuerdos. Obviamente nada. Si se pone un cartel que diga, “quiero dos panes”, se puede perfectamente, sin reconocer el contenido ideológico de la acción, sancionar por el delito común de maltrato a la propiedad del Estado y privar de la libertad al autor.

Cuba, los revolucionarios saben de eso. Todas las manifestaciones de inconformidad estuvieron acompañadas de carteles, paredes pintadas, boletines y sueltos, pasquines, etc.
Cuba sabe de eso, cuando cayó la dictadura de Machado, las personas salieron a romper las imágenes del dictador que estaban por la ciudad.

En 1953 un grupo de jóvenes para llamar la atención y ver si de paso tumbaban a la dictadura de Batista asaltaron varios cuarteles e instalaciones civiles en la antigua provincia de Oriente. Las acciones armadas fracasaron, los tiroteos generaron bajas humanas en ambos bandos, más, como era de esperar, el recrudecimiento de la represión, entonces los que sobrevivieron hablaron de su derecho a la acción armada y al cambio e identificaron al Apóstol como el “autor intelectual” de dichos actos. Trataron de llamar la atención utilizando una figura cubana, democrática, independentista, querida por el pueblo cubano, para justificar sus acciones. A partir de ese momento, el movimiento creado por los sobrevivientes tuvo a Martí, o a la parte de él que convenía como faro y guía. En ese momento Martí era un cubano revolucionario, independentista y democrático, era una figura a utilizar, ahora Martí es del gobierno y pasa a la lista de los intocables que ningún otro aspirante a revolucionario puede utilizar.


Durante toda la época de lucha en la Sierra Maestra, los grupos clandestinos que la apoyaban se dedicaron a embarrar todas las paredes posibles con carteles de “Abajo Batista”, “Batista Asesino”, Viva el M-26-7”, etc., además de acciones de sabotajes más complicadas como atentados, secuestros, bombas y petardos, fuego a los campos de caña, destrucción de líneas férreas y líneas de electricidad, etc. Claro que por aquellos años las paredes, los cines, las paradas de guaguas no eran del gobierno y entonces se podían utilizar para mostrar inconformidad y los equipos de clandestinos eran, no sólo bien vistos, sino valorados. Muchos de esos clandestinos luego del triunfo fueron reconocidos como héroes y vivieron muy bien sin haber hecho mucho más. Lo de poner bombas y pintar las paredes, les vino de maravillas y les sirvió para toda la vida.

Cuba sabe de eso. Tan pronto triunfaron los “martianos”, se dedicaron a desmontar los lugares, parques, bustos y esculturas, algunas verdaderas obras de arte, que simbolizaban, a interpretación de ellos mismos, el pasado burgués. Las imágenes de los presidentes cubanos en la Avenida de los Presidentes, (Calle G), fueron quitadas y desbaratadas, como “respuesta y odio popular”. Ese camino lo corrió incluso la escultura de Don Tomás Estrada Palma, primer presidente de la tan ansiada república cubana en 1902, independentista, amigo y sustituto de Martí en su Partido Revolucionario Cubano, que mal quitada de su lugar, se le dejó a la base un zapato de la escultura, no sé si por descuido o porque el zapato estaba bien pegado a la base y no se dejó quitar como resistencia simbólica o como una señal de desprecio. El otro monumento que se destruyó en el año 1961 fue el Monumento a las Victimas del Maine, cuando el águila que se posaba en la parte de arriba como mirando a La Habana fue tirada y hecha añicos, pienso que el águila como animal no gustaba mucho a los revolucionarios de por aquellos años y que el gusto por ese animal se descubrió con la necesidad de los dólares.




Muchas iglesias fueron cerradas y más, saqueadas por las hordas salvajes cubiertas del manto revolucionario. Las imágenes y los vitrales fueron robados y destrozados por el simple hecho de romper y los claustros de las iglesias fueron convertidos en vulgares almacenes del gobierno. Muchas mansiones fueron igualmente saqueadas, no sólo por los “incultos” revolucionarios, sino por los intelectuales “autorizados”, quienes se apropiaron de muebles de lujo, bibliotecas, obras de arte, etc., antes e incluso después de los inventarios “revolucionarios” que se hicieron. Si quieren verificar esto, que creo que es más que conocido, vean el camino que siguieron los muebles y los libros de la Oficina de Emilio Roig, el primer Historiador de La Habana y a las casas de quiénes fueron a parar.

Entonces, si ahora se quiere mostrar una inconformidad, lo bueno sería ir al Parlamento, levantar una denuncia, escribir un artículo, dar una entrevista a la televisión, hacer una manifestación pacífica, pero resulta que el parlamento, los periódicos y revistas, la televisión y las calles para manifestarse, también son intocables.

¿Entonces para los cubanos del 2020, interesados en cambios, interesados en mejorar, en que se pueda avanzar, interesados en que se permita decir y escuchar la verdad, o al menos que existan muchas verdades dónde escoger, interesados en no irse de Cuba como única solución o en regresar a Cuba como única solución, que es lo tocable? Bueno, creo que casi nada, a no ser que nos toquemos a nosotros mismos.

Los gobiernos totalitarios y no hablo de Cuba, son expertos en sembrar la vigilancia, el terror y el miedo. Muchas veces sin verdaderas posibilidades, cada ciudadano se siente vigilado. Los que están a favor, amenazan brabucones, sabiendo que serán apoyados incluso si tienen que llegar a acciones violentas, los que están en contra se esconden, hablan bajito, comienzan a desconfiar hasta de sus sombras, comienzan a hablar en señas y con metáforas. No hay nada peor que vivir bajo un gobierno totalitario, porque uno siente, pero tiene que decir que no siente. Uno sufre, pero no puede decir que sufre. Uno lo ve azul y tiene que repetir que lo está viendo rojo y decirlo de tal forma que las personas que lo rodean no desconfíen de la sinceridad sobre el color. Las personas para salvarse, para quitarse la presión de arriba llegan a traicionar, a delatar o en buen cubano a echar pa´lante incluso a sus propios amigos y familiares.

He visto a algunos mudos ponerse rojos tratando de explicar algo que el resto no entiende. Los he visto hacer señas casi violentas a la hora de tratar de comunicar o defender una idea frente a un grupo de jóvenes que pueden escuchar y hablar y no los entienden o hacen que no los entienden. Entonces los gobiernos totalitarios les piden a sus subordinados ciudadanos que sean sordo mudos, pero que incluso dejen de hacer señas. Se les pide a los ciudadanos, que se poseen casi como propiedad, que siempre entiendan, que tengan paciencia, que den tiempo y más tiempo a la incapacidad, pero que no hablen, ni tan siquiera por el lenguaje de los mudos.

Si no se puede hablar, ni con palabras, ni con señas y por desgracia no se puede escapar saliendo de ese país, si la cantidad de cosas, imágenes, ideas, fotos, construcciones, personas, son intocables, si los intocables son los mismos que han demostrado durante 60 años la incapacidad para desarrollar un país y todavía piden más tiempo para probar recetas que ya han sido probadas hasta la saciedad sin resultados, sin ninguna respuesta, qué espacio deja el gobierno. ¿Clandestinos o intocables?










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