Pues sí, si de vacas, leche y quesos se trata los cubanos deberían irse a vivir a Holanda. Creo que después de varias décadas de experimentos en el territorio nacional, siendo Fidel Castro, el primer investigador-experimentador del tema, no existe ya otra solución.
Con la intensidad de los problemas que enfrenta hoy Cuba, dentro de ellos, el más importante, la escasez de alimentos, el gobierno, responsable absoluto de la carencia, no tiene otra maniobra que ahora, precisamente ahora, acabar con las actividades llamadas ilícitas. Entonces el Noticiero Nacional de la TV, mayor fuente de información para el pueblo, diariamente, haciendo galas de buen trabajo, publica una o dos acciones contra cubanos que, puede ser, con un componente delictivo según las leyes establecidas, (*) dan de comer a una parte del pueblo. Hablo de ese honorable “mercado negro”, el que durante 60 años ha acompañado al cubano, muchas veces como única forma de resolver los problemas.
Ahora la noticia que da la vuelta al mundo y tiene eco entre los cubanos, tanto que ha llegado a mi computadora, es el decomiso a un campesino cubano, de vacas, leche, queso y equipos para producir, con la que veía viviendo, a mi consideración, desde hace muchos años. No hay que ser muy inteligente para saber que lo que ese hombre logró, es el resultado de muchos años de trabajo, muchas horas de pensamiento y algún dinero.
Me prometí hace semanas no desgastarme
en análisis socio-políticos-económicos. Me prometí no dejar una neurona más en
intentar encontrar lógica donde no impera.
La desactivación de una pequeña, ínfima,
fábrica de queso ha sido celebrada a bombo y platillo en el mayor, y único,
espacio estelar de noticias de mi país.
Entonces me pongo en la piel del
campesino y pienso que tener cuarenta y dos vacas en Cuba es un acto heroico,
por si no lo saben los compañeros del Noticiero.
Coño, lograr una producción de leche en
bases regulares es otro acto heroico que comienza cada mañana del año con el
primer ordeño de la madrugada.
Entonces pienso otra vez, y quizás
pensar sea mi error, que fabricar artesanalmente tres variedades de queso habla
de conocimiento, de investigación, de práctica continua, de entrega al trabajo.
Habla también de riesgos asumidos y de
errores cometidos porque el queso, compañeros, el queso lleva su proceso.
Si el producto elaborado es de interés
de tres restaurantes italianos, entonces el queso es bueno, muy bueno. Si el
producto elaborado es además comercializado por la esposa del campesino, pues
estamos hablando de la pequeña empresa familiar tan necesaria en Cuba hace ya
mucho tiempo.
¡Si la actividad económica alrededor de
la elaboración del queso es ilícita, voluntad política! ¡Hay que hacer esta
actividad lícita hoy mismo! ¡Sin análisis! ¡Sin demoras!
Pero no va a suceder.
Entonces este guajiro cubano será
condenado y seguiremos eternamente comprando, como país, el queso a guajiros
holandeses y alemanes que sí pueden de forma lícita tener cuarenta o
cuatrocientas vacas, que sí pueden hacer queso gouda a placer y que sus esposas
amables sí pueden participar de la actividad.
He vuelto a escribir, he incumplido la
promesa que me hice a mí mismo hace semanas. Pero hubo promesas mucho más
grandes, para todo un pueblo, lanzadas al aire hace ya bastantes años. Así que
no soy el único que va por ahí con el lomo lleno de promesas Incumplidas”.
¿Sentir pena, llorar, gritar, cagarse en la madre de alguien, hacer una huelga de hambre frente a Naciones Unidas, escribir un artículo, grabar un video? Lo dejo a su selección.
Tengo un hermano, Iván, que vive desde hace 25 años en un pueblo de la antigua provincia La Habana, lo que reconocemos como “Habana Campo”, que se llama Vereda Nueva. Vereda es un pueblo aún pequeño, que se quedó trabado entre tres pueblos más grandes, San Antonio, Caimito y Bauta. Es un típico pueblecito de campo, de esos de cuatro esquinas, la iglesia, el parque central, la escuelita vieja, que no obstante a ser pequeño, antes del 59, tenía dos gasolineras, cuatro carnicerías, y un buen grupo de pobladores campesinos ricos o acomodados, gracias exclusivamente al trabajo agropecuario sobre la tierra.
Los de Vereda todos se conocen, muchos son primos, los hijos de fulano, los hijos de mengano, etc. Muchos se casan entre ellos mismos, por lo que cuando caminas por las calles, sin decir yo que no existe alguien pesado o delincuente, lo que observas es una gran familia.
Mi hermano, contradiciendo el ritmo de las personas en Cuba, o sea, ese del campo a las ciudades, voluntariamente, después de ser nacido y criado en Víbora Park, decidió irse a vivir a aquel lugar rodeado de cítrico y vaquerías, donde la tierra roja mancha las ropas mejor que cualquier tinte. Vereda, lugar donde nosotros, después de pasar el primer momento de incomprensión y asombro por la decisión tomada, más la complejidad de no verlo a él, a mi cuñada y mi sobrino aún bebito, todos los días como estábamos acostumbrados, nos integramos, visitamos, pasamos fines de semanas, etc., con una enorme e inigualable satisfacción. He viajado a Cuba dos veces, las personas generalmente se van a Varadero, a un hotel con piscina, a un punto turístico de esos que no conocieron cuando vivían allí y ahora con su condición de residentes en el exterior poseedores de dólares pueden visitar, yo me voy para Vereda Nueva.
He visitado ese lugar miles de veces, unas para pasear y comer rico, otras para ayudar a mi hermano y mi cuñada con alguno de sus trabajos de mejoría, otros para llevar agua potable y algo de comida desde la ciudad. He pasado horas de mi vida hablando con personas nacidas y crecidas allí, que saben de tierra, vacas, puercos, siembras, etc. He caminado algunos campos, he visitado algunas casas.
Gracias a esas visitas conocí a la familia de Baby, mi especial cuñada y, con ello, conocí la historia de Vereda, del campesino cubano de esa región. A Mima, mamá de Baby, esa guajira gordita, casi analfabeta, de voz chillona, que hablaba casi gritando, que había criado sola a cuatro hijos, en su casita de madera, muy modesta, donde he visto criar los puercos más grandes de mi vida y que no sólo cocinaba muy rico, sino que sentía un enorme placer con servirnos cuando la visitábamos. Mima se convirtió en nuestra mamá cada vez que allí estábamos. A Emiliano Sánchez, “El Chino”, papá de Baby, guajiro que fue muy pobre de joven, pero que con su trabajo llegó a ser rico, que después de la revolución, lo entregó todo a cambio de nada, que aún con cerca de 90 años trabajaba él solo la tierra y producía comida, que sabía de todo lo relacionado con la agricultura, que tenía unas manos que cuando te las daba te abrazaban, que murió fumando varias cajas de cigarros al día, más tabaco, que comía con un jarrito de manteca de puerco al lado de su plato y que siempre sintió placer cuando nos veía llegar, nos entregaba su casa, daba órdenes de que se matara, de que se cocinara. “El Chino” con el que siempre era agradable conversar sobre la tierra y sobre la historia de Vereda. Hombre agradable, de ojitos verdes pequeñitos y muy rasgados, pero que inspiraba respeto. Hombre que a las 6:00 am estaba ya sentado en el portal tomando café y fumando y al que todo el que pasaba por la calle lo saludaba con admiración y respeto.
Gracias a eso conocí a los tres hermanos de Baby, de ellos, los dos jimaguas, Leonel y Leonardo. El primero maestro de primaria de más de 40 años de experiencia, de esa escuelita de Vereda, por lo que más de la mitad de sus pobladores han pasado por sus manos, Leonel, maestro de antes, de esos que si te tiene que dar con cocotazo, no anda pensando en traumas psicológicos, Leonardo, la bestia, el inigualable, el insustituible, el que no tenía nada de él, el que durante todo el tiempo que vivió, murió cuando no le tocaba aun, ayudó a su hermana, luego a mi hermano y la locura de su vida, mi sobrino Ian. Leonardo el que viajaba de Vereda a Víbora Park en bicicleta para ver a su sobrino, para llevarles leche de vaca fresca y comida. Leonardo, el trabajador de las vaquerías. Podría escribir entonces mucho sobre esas experiencias, sobre esa familia, sobre Vereda Nueva, que no es más nada que el campo cubano, a lo mejor algún día lo haga, pero ahora me concentraré en las vacas.
¿Qué sabemos los simples mortales, los citadinos, los intelectuales, de las vacas? Nada. Quizás nuestra imagen más cercana sea la de Jack y la vaca que cuando niño paseaba cantando antes de encontrarse con los frijoles mágicos o las fotos de “nuestro” comandante en jefe Fidel Castro posando al lado de su “amor” la vaca Ubre Blanca.
Mi hermano Iván, el que ya dije que emigró desde Víbora Park a Vereda Nueva, acabado de llegar, trabajó como sereno en una vaquería del gobierno, entonces tengo los detalles, dolorosos para mí en aquellos años, hoy, como todo, ya pasó y entonces me río.
¿Cómo funciona el tema? Bueno, el asunto comienza a las 3:00 am o las 4:00 am diariamente cuando el vaquero, se levanta en su casa y se traslada a la vaquería. Vestido de una ropa vieja, con botas de agua “resueltas” en el mercado negro, a pie o en bicicleta, por calles y terraplenes sin iluminación, donde si no hay Luna llena no se ve a un metro hacia delante. Caminando o en bicicleta con calor o frio, lloviendo, con neblina, con tormenta o ciclón, con mosquitos, todas las madrugadas de la vida, no importa si tiene enfermos en la casa, no importa si hay o no electricidad, no importa que sea sábado o domingo, no existen las vacaciones o días feriados, todos los días a la misma hora, 4:00 am, el vaquero comienza su jornada laboral.
La llegada a la vaquería es difícil, las vacas no están hospedadas en cómodas habitaciones. Las vacas están regadas en los cuartones, unas durmiendo, otras pastando, imagino algunas desveladas conversando entre amigas y entonces esas vacas hay que traerlas a la zona de ordeño. ¿Cómo se logra de madrugada, sin luz, donde no se ve nada, levantar a una vaca que duerme profundamente, que ha tomado pastillas para los nervios, que no quiere que se le ordeñe porque le duelen las tetas o porque no es revolucionaria? Bueno, con patadas, pedradas, palazos, gritos y malas palabras. ¿Cómo se logra ver a una vaca negra en medio de lo negro? Es difícil recuerda mi hermano, a veces llegas arriba con las vacas y el vaquero dice faltan dos y tienes que salir a buscarlas en medio de la oscuridad oscura donde no se ve nada, pero además tienes que caminar por terrenos con huecos, piedras, llenos de hierbas y si llueve, bajo la lluvia y dentro del fango. Primero tienes que hablarle, luego cagarte en su madre y luego caerle a palazos para que se levante y camine. Son las 4:30 am. ¿Qué pasa cuando una vaca no quiere caminar o coge para la derecha en vez de la izquierda?, ¿Se cree que es tan fácil como mover con una cadenita a un perrito chiguagua?
Luego hay que echarle pasto, pienso, miel de pulga a los comederos, si las vacas no comen no dan leche. La parte más interesante de todo es la mierda. ¿Han visto a una vaca cagar? Si se mete el pie dentro de una plasta de mierda de vaca, la mierda te embarra casi hasta la mitad de la pierna, entonces imaginemos a 50, 60 vacas cagando todas a la misma vez, mientras caminan, mientras se les está ordeñando. Es interesante y sobre todo un trabajo inspirador. Eso hecho por dos o tres personas, todos los días, con frío, con lluvia, con mosquitos, no importa si se casó tu hija o si tu hijo pequeño tiene fiebre, no importa si el día es feriado o estás en una fiesta de los CDR. Ese proceso se repite como mínimo 2 veces al día.
Lo más increíble de todo esto, es que el gobierno, los burócratas han determinado que los vaqueros, tienen que esperar a que les llegue el litro de leche a la bodega para sus hijos o viejos, o que tengan que comprar la leche en polvo en el mercado negro y que no pueden, bajo ningún concepto, comer carne de res. ¿Imaginan? 24 horas del día, todos los días de la vida, todas las madrugadas, luchando con vacas, leche, mierda y no poder comer un pedazo de carne de res?
Ahora, hay campesinos que tiene sus propias vacas, que en realidad no son propias, sino, a mi concepto, rentadas. El problema es tan grave, que hoy muy pocos quieren dedicarse a esto, porque pasas los mismos trabajos, pero tienes que pagar por las vacas, tienes que hacerte responsables de ellas, si te las roban o matan, eres tú el primer responsable y vas detenido hasta que se aclare el asunto y para colmo no puedes tomar leche, ni comer carne. Los campesinos que tienen vacas hoy no duermen bien nunca, porque se las roban, para poder mantener el mercado negro, entonces declaran que casi tienen que meter a las vacas dentro de las salas de la casa. ¿Cómo se supone que críes vacas y no puedas comer carne de res?, ¿Cómo se supone que un burócrata que jamás ha visto una vaca de cerca sea el que diga cuántos litros de leche tienes que entregar diariamente, cuando nadie se preocupa por el pienso, las inyecciones, las garrapatas, el estado de los establos, etc.?, ¿Qué dijo Carlos Marx o José Martí al respecto?, ¿Cómo entender que un tipo que crie vacas en Cuba, que no es igual que en Holanda, pase hambreeeeeeeeeeeeee?
Esto ha desarrollado una especialidad, que no se estudia en las universidades, pero que son verdaderos profesionales, los “matarifes”, aquellos hombres que se dedican a vivir en las madrugadas recorriendo las vaquerías del gobierno y las casas de los campesinos en busca de vacas para matar. Generalmente operan desnudos, para evitar las huellas de la sangre, con cuchillos muy bien afilados y que son capaces de en la mayor oscuridad oscura de matar y descuartizar en minutos una vaca. Son capaces de quitarle las dos patas de atrás a una vaca viva y dejarla desangrando hasta que muere muchas horas después. Coincidí con uno de ellos en un calabozo, “El Cuanta”, no era gusano, no era político, no se cuestionaba tan siquiera al gobierno, era un simple matador de vacas.
La necesidad y el gusto de comer carne de res, ha desarrollado toda una estrategia para violentar lo absurdo, vacas que no están preñadas y terneros que no nacen, vacas que se pierden y jamás son encontradas, vacas que se suicidad, vacas a las que se les diagnostican enfermedades que no tienen, que hay que sacrificar e incinerar, pero que sólo se lleva a la candela la cabeza, los tarros, quizás los cascos y uno que otros huesos encontrados en el campo, vacas que se venden y que el vendedor al otro día declara que se le perdió o robaron y está dispuesto a pagar la multa y las horas de calabozo, vacas que de seguro, se fueron del país en una lancha una madrugada cualquiera.
Bueno, lo ilógico de todo. Ahora se le acaba de decomisar leche, vacas, equipos, quesos a un campesino que con su esfuerzo y el de su familia había logrado mejorar, con justificaciones absurdas de que las vacas no coincidían con los registros, que la producción no estaba avalada por las normas XXX de calidad, que no entregaba la cantidad de leche señalada en los manuales escritos a lo mejor hace más de 20 años, que vendía queso por la izquierda, que se estaba enriqueciendo “ilícitamente”.
En medio del desastre económico y, sobre todo, la enorme y manifiesta falta de comida, se atenta contra un productor de comida, que todo el mundo conocía que existía, que quizás llevaba muchos años en esa actividad, que quizás vendía queso a la esposa del policía y del agente de la seguridad para que sus hijos pudieran merendar un pan con queso a mantequilla, que a lo mejor donaba queso al partido municipal para que celebraran alguna de sus actividades políticas.
Se destruye a esa pequeña economía
familiar, que, por otras vías, la oficialidad publica que se está tratando de
incentivar. ¿En quién creer? Se jode a un “emprendedor” que había logrado
empezar y mantener una producción nacional, en realidad, cuando se debería llevar
a la TV como ejemplo de prosperidad, de imitación, cuando en realidad se
debería elevar a la categoría de experto y pedirle agradecidamente que ayude a
otros a hacer lo que el gobierno, hoy, después de 60 años no ha logrado.
Se acaba con la génesis de esa industria nacional por vías privadas, cuando la gran producción por vías del gobierno no existe. Se atenta contra la única forma de restaurar una economía destruida. Se prefiere que otros sigan pasando necesidades, que un pedazo de queso sea oro, que un pedazo de mantequilla sea un producto de “alta gama”, en vez de liberar y apoyar a los que saben. Si un tipo ha podido construir él solo todo y producir un queso de calidad, entonces es más que evidente, sobran la mitad de todos los dirigentes del ministerio de la agricultura.
Se le decomisan equipos, cuando se deberían
comprar los mismos, se habla de consumo excesivo de electricidad, lo que puede
ser cierto, entonces lo que se debería hacer es un arreglo para que pueda producir
más y pagar menos. Se trata de acabar con acaparadores y productores clandestinos
en nombre del pueblo, pero ese pueblo que lo quiere y necesita es que existan
miles de productores de los llamados clandestinos, porque gracias a ellos come
queso y mantequilla, por ejemplo.
Cuba es contradictoria, porque se está publicando la noticia de que se ha acabado con un productor de queso clandestino y se está llamando al rechazo y repudio del pueblo a esas actividades, en el mismo momentos que muchos televidentes están mirando la televisión comiéndose un pan con ese queso o que muchos están disfrutando de una pizza en un restaurante hecha con ese queso, o muchos tiene un pedazo de ese queso para al día siguiente enviar a sus hijos a la escuela con una merienda. El gobierno sabe que los cubanos levantamos la mano y estamos en contra e inmediatamente, tal como pasa con muchas de las publicidades a productos alimenticios, nos levantamos a comernos un pedazo de queso con una mermelada de guayaba.
Ahora se está peor, la medida, que trata de demostrar que se está trabajando, que se está acabando con los “enemigos” del pueblo, que se está enfrentando a los que ocasionan los problemas económicos, o sea, el tipo que con 20 vacas producía queso, lo único que se logra es que no exista más ese tipo de queso, ahora se multiplica a los dolientes y los que están en contra. Si el campesino tiene una esposa, dos o tres hijos, cada hijo tiene una novia, que además tienen papá, mamá y hermanos, más los dos restaurantes italianos que compraban el queso, más todas las cafeterías que vendían el queso dentro de los panes, más todos los que pasaban y se comían un pan con queso, suman 357 personas que se joden, que no entienden, que jamás volverán a estar a favor. ?Marx dijo algo de una revolución popular y democrática sin queso?
No hablemos de Fidel Castro, el mago de la doble vida, porque ya no está. Hoy, el presidente Díaz Canel, que no para de pedir un esfuerzo al pueblo cubano, se pasea frente a él con un Levi´s 501, símbolo histórico de los jeans fabricados en Estados Unidos, su esposa tiene sus propios costureros que le diseñan y cosen modelitos con telas que no produce la textilera “Celia Sanchez Manduley” de Santiago de Cuba, los hijos del primero, son músicos y mantienen guitarras, teclados, bafles en un país donde desde hace muchos años no existen tiendas de equipos musicales. ¿De dónde sacan todo esto?, ¿De dónde proviene el queso que se comen, porque estoy seguro de que lo comen?
Nada, tal como aseguró Luis Alberto, los cubanos en Cuba, están condenados a seguir adorando y consumiendo el queso holandés, probablemente en el mercado negro. Están condenados, por la voluntad política, que es de las peores voluntades demostradas en Cuba, a padecer, a ser condenados, a perder sus posesiones y peor, sus ideas. Están condenados, una parte a no comer queso jamás y la otra seguir comiéndolo en secreto, mientras miran en silencio el noticiero nacional de la televisión cubana sancionando a un productor cubano. Los cubanos en Cuba padecen y padecerán, porque 4 o 400 comedores de queso, sólo quieren comer ellos.
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