"El pueblo dice que Canel puso a los boteros, (nuevos ricos), a
comprar el petróleo en los Cupet. Que ninguno de sus dos antecesores pudo tomar esa medida, pero el pueblo no se da cuenta que eso es lo peor que
pudiera pasar en Cuba. Todos los precios de todo lo que se vende en el mercado
informal han subido y seguirán subiendo. Los boteros han seguido, aunque ganando
menos, pero el pueblo es el que paga cuando el actual gobierno toma esas
decisiones aparentemente a favor de la mayoría. Ahora dice el gobierno
que la medida de abrir las cuentas en dólares es para ayudar a el pueblo y yo
me pregunto, ¿De qué pueblo están hablando? Al gobierno en su desespero por
adquirir dólares americanos, no le interesa el origen de esos dólares ni el de
quiénes los podrán en esas cuentas. No han pensado que alguien puede aprovechar
para lavar dinero sucio o que esos dólares son producto de negocios como el de
la mafia de la droga que mata a miles de personas al año en el mundo o son
ganancias de negocios sucios como el contrabando de todo tipo empezando por el
de armas, órganos, personas, niños, propios de la "sociedad decadente capitalista"?, ¿Cómo vamos a considerar una medida buena para el pueblo, aceptar
que ingresen en nuestros bancos esos dólares americanos, símbolo del modelo
imperialista e instrumento histórico de dominación utilizado por esa
sociedad para someter al resto del mundo?, ¿Dónde están nuestros impolutos
principios que no nos dejarían claudicar ante ninguna dificultad?, ¿Cómo
les explicamos a nuestros hijos el sentido de aquellos versos tan
repetidos donde el patriota y poeta dijo "nuestros muertos alzando los
brazos la sabrán defender todavía"?, ¿Cómo una doctrina que ha obligado a
un país a aguantar y resistir a toda costa antes de claudicar ante el
supuesto enemigo en nuestro caso, United States of America, implementa medida de
salvación que implica utilizar el dinero manchado de tanta muerte para dar
solución a problemas internos y sistémicos de más de 60 años? Este es un
gobierno mediocre incapaz de generar en la gente un sentimiento autentico que
revolucione de verdad nuestra manera de ver las cosas, que despierte en los cubanos sentimientos de esperanza y confianza en el futuro. ¿Quién puede creer
que con decisiones como esas se cambiará algo de la actual dura realidad del
pueblo que no sea la de profundizar las diferencias entre la mayoría y un
pequeño grupo con suerte que son los mismos de siempre?"
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Hace unos días escuché
a uno de los tantos expertos que sobre el tema Cuba existen en las redes
sociales, hacer unas reflexiones, sobre un tema que me llamó la atención por la
forma en que lo presentó, tratando de dar una de las miles de variantes que
existen dentro del actual andar cubano.
El tema en cuestión fue
la corrupción. No la mundial, no la corrupción de determinados sectores dentro
de los países más ricos y más pobres, sino la corrupción en la historia de nuestro
país, y, debo confesar, que su análisis me ha enseñado.
¿Existía corrupción en
Cuba antes de 1959?
Si, no es nada oculto. Existió una enorme corrupción dentro
de la política, quizás la más llevada y traída, al parecer dentro del ejército,
la organizada y dirigida por los grupos o bandas mafiosas y por supuesto, la
mayor corrupción generada a partir de los vínculos y relaciones entre estos
tres sectores. Esa corrupción, que podía tener apoyo externo desde y por los
gobiernos de los Estados Unidos, trataba de, como siempre, acomodar las acciones
para lograr beneficios económicos y políticos o beneficios políticos que garantizaran
los económicos.
Es cierto, para no alejarnos mucho e ir a parar a la etapa colonial, todos los años llamados seudo republicanos, estuvieron adobados y luego cocinados, bajo la presencia de funcionarios, militares, diplomáticos, políticos, corruptos. No es que todos lo fueran, pero si es conocido la cantidad de maniobras, políticas y decisiones, tomadas para favorecer a unos y por supuesto perjudicar a otros. Criticar el presente no nos puede llevar a desconocer u ocultar la verdad del pasado. Si, muchos fueron corruptos, muchos se hicieron políticos y militares millonarios, muchos se adueñaron de casi todo lo que servía, gracias al quebranto o el incumplimiento de las normas que existían.
Ahora: ¿Era el pueblo
de Cuba corrupto antes de 1959? No, categóricamente no o al menos no era una
práctica común dentro de la población cubana, lo que no quiere decir que
existieran 10 locos. Por lo que he estudiado y entendido, pudiera definir que el pueblo cubano, el
estudiante, el trabajador, incluso el desempleado, no tenía a la corrupción
como primera acción, o sea, el robo, el tráfico de influencias, la “mordida”,
el soborno, etc., para lograr vivir y avanzar.
Y esto me ha hecho
pensar en mi familia, la mía propia y la de mi mujer Martica, para entender lo que ocurrió antes de 1959, con lo que sumo
una cifra bastante representativa como muestra de lo que era el pueblo cubano. En todos los que pienso fueron o son cubanos.
He estudiado muy bien
ambas familias, quizás sea yo, lo que puede parecer
pretensioso, uno de los que más conoce los detalles reales de ellas, digamos
que el 99% de esos detalles y he podido establecer todas las conexiones, públicas
y medias ocultas, que vivieron. Puedo decir que conozco bien sobre lo que escribiré
y puedo adelantar que, viviendo antes de 1959, no existió en esas dos
familias un ladrón, un politiquero, una persona que se dedicara a comprar y
vender a otras personas y buscara prebendas para su propio bienestar y mucho menos
un delincuente o asesino, que, para acortar caminos, se dedicara a vivir de
forma ilícita. Quizás leyéndome, muchos de mis lectores puedan, pensando en sus
familiares, coincidir conmigo y entonces podremos estar hablando de más cubanos.
Hablo de dos familias
de origen pobre, personas de poca instrucción académica, como lo era la mayor
parte de la población cubana, que únicamente gracias a su trabajo y a su
inventiva lograron crecer y entonces permitir y garantizar que sus hijos
estudiaran y se desarrollaran.
Cosme, el abuelo paterno
de mi mujer, después de haber trabajado mucho y haber tenido una niñez triste
desde el punto de vista familiar, terminó creando una pequeñita empresa que se
dedicaba a los fertilizantes. ¿Cómo se trabajaba en aquel lugar? Pues, dos o
tres personas, Cosme padre e incluso por momentos Cosme hijo, con palas, mezclaban
y ensacaban fertilizantes, creando muevas mezclas, para venderlas a pequeños
productores, sobre todos chinos, que las grandes compañías no estaban
interesadas en atender. La mayor parte de las veces, año tras año, los chinos
compraban los fertilizantes contra la cosecha futura sobre todo de verduras. En
no pocas ocasiones no se les podía cobrar porque las cosechas se perdían, no obstante,
se les seguía vendiendo y cobrando y no cobrando. Cosme abuelo, logró mantener a su
familia y garantizar que tía Georgina y Cosme hijo, estudiaran en colegios
privados religiosos. Georgina terminó su carrera de Doctora en Farmacia, la que
luego ejerció hasta que se jubiló y Cosme hijo, mi suegro, trabajando como dibujante
técnico, estudió de forma autodidacta y se graduó de Ingeniero Eléctrico. Tío Mingo
trabajaba en los ferrocarriles lo que garantizaba un salario bajo pero estable,
Tío Lucio era mecánico. Tía Angelita cocía y bordaba para la tienda “El Encanto”
y abuela Candelaria se encargaban de la casa.
Eran pobres, humildes,
personas que por años tuvieron un solo par de zapatos, muy pocos vestidos, nada
de lujos. Que comenzaron viviendo en Jacomino, luego en Centro Habana y poco a poco fueron
saliendo de allí y entre todos, con su trabajo, se compraron una casa en el
Reparto Apolo, hoy Víbora Park, recién inaugurado e increíblemente, peso a
peso, además, construyeron y estrenaron una bella, espaciosa y cómoda casa en la
playa Boca Ciega, que hoy sigue siendo el orgullo de toda la familia y la
añoranza de todos los amigos. He averiguado, ellos, todos, recuerdan la pobreza,
las limitaciones, la vida sencilla, sobre todo la vida de familia, donde esa
era la mayor fortaleza. Ellos no tuvieron vínculos con el robo. Se podía ser
pobre, pero había que ser honesto. Se podía pasar necesidades, pero lo que se
tenía servía para resolver a todos y compartir. Se podía ser pobre pero no se
podía mentir y menos hacer daño al otro.
Abuelo Joaquín, el
abuelo materno de mi mujer, antes del triunfo, fue contratista, se dedicaba a
invertir y construir casas. Logró montar, en la casa que construyó en la calle
Mayía Rodríguez casi frente a la Ave Acosta, una cafetería que, según cuentan, fue muy próspera,
donde las personas hacían filas para comer todos los días. El viejo y Chucho, el mayor de sus hijos,
trabajaban, más el primero que el segundo, como dependientes en la cafetería,
Abuela Fina, una mujer pequeñita, ella sola sin ayudantes, preparaba y cocinaba
todo lo que se ofertaba al público diariamente.
Sus hijos, tres,
estudiaron. Marta, la única hembra de la familia, no sólo avanzó a bachiller,
sino que se graduó de Doctora en Farmacia en la Universidad de la Habana. Eran
pobres, antes de Mayía vivieron en la Calzada de 10 de Octubre frente a Jesús
del Monte, en una vieja casona con cocina de carbón en el fondo y comprando un
pedazo de hielo diariamente para enfriar el agua.
Marta hija y Cosme hijo,
se casaron. El casamiento consolidó a esas familias. Mi suegra parió 4 hijos, Martica la última, por lo que su título de Doctora en Farmacia fue colgado como adorno por varios
años y mi suegro, después de graduado, ser obrero de línea y luego capataz, o
sea, los que instalan los postes y los cables de alta tensión, trabajó hasta el
triunfo del 59 en la Compañía Cubana de Electricidad como ingeniero jefe, con los norteamericanos. Marta
llegó a ser tanta mamá porque era la candela, según jocosamente le dicen sus
hijos, JAJAJAJA, mi suegro compró casa en el mismo Reparto Apolo, antes incluso
que sus padres. Casa amueblada y acondicionada con lo último de la década del
50, aires acondicionados en cada cuarto, calentador central de agua, cocina con
hormo, radios, tocadiscos, automóvil, etc., etc., etc., e increíblemente, como
una gran visión, un enorme tanque de agua en el techo, en un momento donde jamás
faltaba el agua, por el contrario, la presión que ella traía rompía las
zapatillas.
He averiguado y
averiguado, he metido el dedo hasta las campanillas de estas personas y no he
logrado encontrar una acción fuera de la ley, una acción de corrupción para
comprar, estudiar, obtener algo. No he logrado enterarme de que obtuvieron
beneficios adicionales que no fueran los que se reciben por el trabajo. No existió
para estas familias una entrada extra, no recibían remesas, no tenían familias
en el exterior que los mantenía. No vendieron sus votos, no jugaron a políticos.
Vivieron todo lo que la honestidad y únicamente el trabajo les proveyó. Fueron
pobres y gracias al trabajo mejoraron, fueron humildes y llegaron a salir adelante con la posesión de casas en reparto recién estrenado, automóviles,
casas de descanso, hijos bien criados, etc., sólo y únicamente como resultado
del trabajo mantenido y por supuesto buenos cerebros.
En mi familia de sangre
pasa más o menos lo mismo. Desciendo de una abuela paterna santiaguera, pobre, crecida
en una finca con otros 8 hermanos. Mi abuela, según la historia, mientras sus
hermanas trabajaban en la casa, ella apegada a su padre gustaba de las
actividades del campo, chapear, cortar, llevar meriendas, asistir a su viejo,
etc. Creció con una instrucción muy elemental que le permitía leer y escribir,
pero nada más y cuando fue grande tuvo un solo hijo, luego mi padre, con otro
santiaguero del cual muy rápido se separó porque lo cogió engañándola con otra
mujer. Dedicó su vida entonces a trabajar como nana en la ciudad de Santiago de
Cuba, o sea, esas mujeres que crían a los hijos de otros que pueden pagar,
viviendo muchas veces en la casa de los niños que cuidaba. Así crío a su único
hijo, según cuentan, como un rey. Además, peso sobre peso, se compró una
modesta casa en la calle A y Carretera del Morro, modesta pero propia. Mi
abuelo paterno, creó otra familia, donde tuvo otros hijos y apareció muy pocas
veces en la vida de su primogénito. Mi abuela Tomasita, era criada, de niños,
pero criada, y sin volver a echarse marido, sobrevivió ella y echó para
adelante a su hijo. Aunque no desarrapada, porque creció en una finca con
animales y siembra, su origen es muy sencillo, sencillez bien asumida que le
permitió vivir sin delinquir, menos prostituirse o echarse un nuevo marido para
escapar. No se podía robar, eran tiempos que, como dice el refrán popular, “a
los perros se les amaraba con longanizas y no se la comían”, sólo había que trabajar
y el trabajo como fuente de riqueza te amparaba.
Su hijo, que ya dije, luego
sería mi padre, santiaguero, trabajó desde joven, era un tipo inteligente de
naturaleza, pero fue obrero siempre antes del triunfo de la revolución del 59.
Trabajaba y vacilaba, era famoso en su ciudad dentro de sus amigos, por el
disfrute: bares, rones y cubilete, prostíbulos, novias. Joven, ropas de marcas
y trabajo. Siempre me decía, por lo que vio y vivió que al capitalista se le
podía robar sólo una vez, que a la larga el tipo te cogía, por lo que la gente
cuidaba su trabajo. Si echabas arriba de ti la imagen de ladrón, no conseguías
trabajo con facilidad más nunca. Se podía ser un vacilador, tomar ron y hacer
el amor, pero de lunes a viernes había sólo una cosa que hacer, trabajar y
trabajar bien. Si tenías trabajo y eras bueno, progresabas. Si progresabas, no
te hacía falta robar, por el contrario, los comunes, pues siempre hay locos,
cuidaban su trabajo, cuidaban al dueño y trataban de ser mejores cada día. No hacía
falta robar a nivel de pueblo, el trabajo te garantizaba todo lo que
necesitabas. Lo que hacía falta, por lo que las personas luchaban era por un
trabajo.
Mi abuelo materno fue
hijo de una española que, emigrada en Cuba, después de parir dos hijos, su marido
un santiaguero, la dejó embarcada y los desatendió totalmente. Ayudada por su
exsuegro, que parece fue un buen tipo y responsable, peso a peso cociendo para
la calle, garantizó que sus dos hijos fueran a La Habana a estudiar en la
universidad. Mi abuelo cuenta que estudiaba comprando los libros con los
premios por sus notas y que utilizaba los tranvías de ida y vuelta como salas
de estudio, o sea, estudiaba dentro de un transporte público en pleno desplazamiento.
Se graduó y antes de volverse a su ciudad natal, conoció a una joven cienfueguera,
descendiente de españoles, que vivía en La Habana, cerca del parque Maceo, que
se había graduado de contabilidad. Se casaron y se fueron a vivir a Santiago.
Allí, junto a su madre española, piedra a piedra, cuenta la que luego sería mi
abuela, Mamá Yuya, reconstruyeron y mejoraron con sus manos, la casa donde vivían. Mi abuelo
comenzó su trabajo como abogado y llegó a tener su bufete privado detrás del
Hotel Casa Granda, en la calle Heredia, a pocos metros del Parque Céspedes, en
el justo medio de la ciudad.
¿Qué hizo mi abuelo? Estudiar y trabajar. Con su
trabajo se convirtió en uno de los abogados más prestigiosos de la ciudad y
creo que de toda la zona oriental del país, mantuvo mejorada la casa de su
origen, pero se hizo de una enorme y linda casa de tejas coloniales con un enorme terreno en las
afueras de Santiago, en la que yo viví de chico, la que también rehicieron con sus manos, en el por aquel
entonces exclusivo lugar llamado Ciudad Mar, muy cerca del Morro de Santiago.
Luego, caseta en la bahía, bote para remar, autos, comidas, paseos, etc.
Esa pareja
tuvo dos hijos, debidamente bautizados, y enviados a estudiar en los mejores
colegios de la época. La esposa, que ya dije fue luego mi abuela, no trabajó nunca,
se dedicó a criar a sus hijos, mantener la casa, y cocinar ricas comidas para
mi abuelo que le gustaba comer y comer bien. Sólo el trabajo los salvó, soló el
trabajo los hizo fuerte. Mi abuelo, que se metió en la lucha
clandestina apoyando a Fidel, y que luego, muy rápido después del triunfo, fuera
el presidente de los tribunales revolucionarios donde se enjuiciaron a los
batistianos y fundador de la Universidad de Oriente, más otras miles de
responsabilidades en su vida dentro del gobierno comunista, fue famoso hasta que
murió por su trasparencia, su honestidad, su verticalidad y además su sencillez
a la hora de vivir.
Reconocidísimo abogado, por sus logros en salas, sus muchos años como docente, los libros que escribió, etc., fue hasta días antes de su muerte, un gran trabajador. Existen historias de personas que trataron de comprarlo, de comprometerlo, de lograr que el tipo cediera a su posición “loca”, de que variara su rectitud y lo único que consiguieron fue su no claudicación como respuesta respaldada por los valores que traía incorporado de su vida en el capitalismo "brutal" y que ni la más “triunfante” revolución con todas sus artimañas pudo cambiar. Ese hombre, que apostó al estudio y al trabajo fue un hueso duro que roer.
Reconocidísimo abogado, por sus logros en salas, sus muchos años como docente, los libros que escribió, etc., fue hasta días antes de su muerte, un gran trabajador. Existen historias de personas que trataron de comprarlo, de comprometerlo, de lograr que el tipo cediera a su posición “loca”, de que variara su rectitud y lo único que consiguieron fue su no claudicación como respuesta respaldada por los valores que traía incorporado de su vida en el capitalismo "brutal" y que ni la más “triunfante” revolución con todas sus artimañas pudo cambiar. Ese hombre, que apostó al estudio y al trabajo fue un hueso duro que roer.
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