jueves, 24 de octubre de 2019

Corrupción. (Primera Parte)

Como decía un famoso muñequito de mi infancia, “esta película está al revés, antes yo iba detrás y ahora voy delante". El Terrible, comenzó siendo mi colaborador y ahora es quien preside mis escritos. En cualquier momento dejo de escribir y me dedico sólo a publicar lo que él, magistralmente piensa y me envía, pues claro, para mí son vitales estos pensamientos, porque vienen de un tipo de pueblo, que vive y siente como tal.

"El pueblo dice que Canel puso a los boteros, (nuevos ricos), a comprar el petróleo en los Cupet. Que ninguno de sus dos antecesores pudo tomar esa medida, pero el pueblo no se da cuenta que eso es lo peor que pudiera pasar en Cuba. Todos los precios de todo lo que se vende en el mercado informal han subido y seguirán subiendo. Los boteros han seguido, aunque ganando menos, pero el pueblo es el que paga cuando el actual gobierno toma esas decisiones aparentemente a favor de la mayoría.  Ahora dice el gobierno que la medida de abrir las cuentas en dólares es para ayudar a el pueblo y yo me pregunto, ¿De qué pueblo están hablando? Al gobierno en su desespero por adquirir dólares americanos, no le interesa el origen de esos dólares ni el de quiénes los podrán en esas cuentas. No han pensado que alguien puede aprovechar para lavar dinero sucio o que esos dólares son producto de negocios como el de la mafia de la droga que mata a miles de personas al año en el mundo o son ganancias de negocios sucios como el contrabando de todo tipo empezando por el de armas, órganos, personas, niños, propios de la "sociedad decadente capitalista"?, ¿Cómo vamos a considerar una medida buena para el pueblo, aceptar que ingresen en nuestros bancos esos dólares americanos, símbolo del modelo imperialista e instrumento histórico de dominación utilizado por esa sociedad para someter al resto del mundo?, ¿Dónde están nuestros impolutos principios que no nos dejarían claudicar ante ninguna  dificultad?, ¿Cómo les explicamos a nuestros hijos el sentido de  aquellos versos tan repetidos donde el patriota y poeta dijo "nuestros muertos alzando los brazos la sabrán defender todavía"?, ¿Cómo una doctrina que ha obligado a un país a aguantar y resistir a toda costa antes de claudicar ante el supuesto enemigo en nuestro caso, United States of America, implementa medida de salvación que implica utilizar el dinero manchado de tanta muerte para dar solución a problemas internos y sistémicos de más de 60 años? Este es un gobierno mediocre incapaz de generar en la gente un sentimiento autentico que revolucione de verdad nuestra manera de ver las cosas, que despierte en los cubanos sentimientos de esperanza y confianza en el futuro. ¿Quién puede creer que con decisiones como esas se cambiará algo de la actual dura realidad del pueblo que no sea la de profundizar las diferencias entre la mayoría y un pequeño grupo con suerte que son los mismos de siempre?"

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Hace unos días escuché a uno de los tantos expertos que sobre el tema Cuba existen en las redes sociales, hacer unas reflexiones, sobre un tema que me llamó la atención por la forma en que lo presentó, tratando de dar una de las miles de variantes que existen dentro del actual andar cubano.

El tema en cuestión fue la corrupción. No la mundial, no la corrupción de determinados sectores dentro de los países más ricos y más pobres, sino la corrupción en la historia de nuestro país, y, debo confesar, que su análisis me ha enseñado.

¿Existía corrupción en Cuba antes de 1959?

Si, no es nada oculto. Existió una enorme corrupción dentro de la política, quizás la más llevada y traída, al parecer dentro del ejército, la organizada y dirigida por los grupos o bandas mafiosas y por supuesto, la mayor corrupción generada a partir de los vínculos y relaciones entre estos tres sectores. Esa corrupción, que podía tener apoyo externo desde y por los gobiernos de los Estados Unidos, trataba de, como siempre, acomodar las acciones para lograr beneficios económicos y políticos o beneficios políticos que garantizaran los económicos.

La corrupción como enfoque social y legal es una acción humana que quebranta o incumple las normas legales y los principios éticos. Más conocida en el escenario político y administrativo, puede encontrarse en cualquier contexto de la vida de los humanos. Todo lo que sea incumplir lo establecido con el objetivo de obtener beneficios, no importa la naturaleza de los mismos, puede ser descrito como corrupción, por lo que, al romper el principio de imparcialidad y justicia, tratando de favorecerse o favorecer a terceros, es hasta cierto punto fácil, por lo menos rozar con esta práctica. Hoy la solapada y aparentemente inocente práctica de ella es el llamado tráfico de influencias, puesto muy de moda para favorecer a una persona, grupos políticos o económicos, decisiones entre países y gobiernos, etc. El tráfico de influencia hoy no sólo cobra su máxima expresión, sino que ha devenido en un ejercicio de los más comunes para lograr casi cualquier cosa.



Es cierto, para no alejarnos mucho e ir a parar a la etapa colonial, todos los años llamados seudo republicanos, estuvieron adobados y luego cocinados, bajo la presencia de funcionarios, militares, diplomáticos, políticos, corruptos. No es que todos lo fueran, pero si es conocido la cantidad de maniobras, políticas y decisiones, tomadas para favorecer a unos y por supuesto perjudicar a otros. Criticar el presente no nos puede llevar a desconocer u ocultar la verdad del pasado. Si, muchos fueron corruptos, muchos se hicieron políticos y militares millonarios, muchos se adueñaron de casi todo lo que servía, gracias al quebranto o el incumplimiento de las normas que existían.

Ahora: ¿Era el pueblo de Cuba corrupto antes de 1959? No, categóricamente no o al menos no era una práctica común dentro de la población cubana, lo que no quiere decir que existieran 10 locos. Por lo que he estudiado y entendido, pudiera definir que el pueblo cubano, el estudiante, el trabajador, incluso el desempleado, no tenía a la corrupción como primera acción, o sea, el robo, el tráfico de influencias, la “mordida”, el soborno, etc., para lograr vivir y avanzar.

Y esto me ha hecho pensar en mi familia, la mía propia y la de mi mujer Martica, para entender lo que ocurrió antes de 1959, con lo que sumo una cifra bastante representativa como muestra de lo que era el pueblo cubano. En todos los que pienso fueron o son cubanos.

He estudiado muy bien ambas familias, quizás sea yo, lo que puede parecer pretensioso, uno de los que más conoce los detalles reales de ellas, digamos que el 99% de esos detalles y he podido establecer todas las conexiones, públicas y medias ocultas, que vivieron. Puedo decir que conozco bien sobre lo que escribiré y puedo adelantar que, viviendo antes de 1959, no existió en esas dos familias un ladrón, un politiquero, una persona que se dedicara a comprar y vender a otras personas y buscara prebendas para su propio bienestar y mucho menos un delincuente o asesino, que, para acortar caminos, se dedicara a vivir de forma ilícita. Quizás leyéndome, muchos de mis lectores puedan, pensando en sus familiares, coincidir conmigo y entonces podremos estar hablando de más cubanos.

Hablo de dos familias de origen pobre, personas de poca instrucción académica, como lo era la mayor parte de la población cubana, que únicamente gracias a su trabajo y a su inventiva lograron crecer y entonces permitir y garantizar que sus hijos estudiaran y se desarrollaran.

Cosme, el abuelo paterno de mi mujer, después de haber trabajado mucho y haber tenido una niñez triste desde el punto de vista familiar, terminó creando una pequeñita empresa que se dedicaba a los fertilizantes. ¿Cómo se trabajaba en aquel lugar? Pues, dos o tres personas, Cosme padre e incluso por momentos Cosme hijo, con palas, mezclaban y ensacaban fertilizantes, creando muevas mezclas, para venderlas a pequeños productores, sobre todos chinos, que las grandes compañías no estaban interesadas en atender. La mayor parte de las veces, año tras año, los chinos compraban los fertilizantes contra la cosecha futura sobre todo de verduras. En no pocas ocasiones no se les podía cobrar porque las cosechas se perdían, no obstante, se les seguía vendiendo y cobrando y no cobrando. Cosme abuelo, logró mantener a su familia y garantizar que tía Georgina y Cosme hijo, estudiaran en colegios privados religiosos. Georgina terminó su carrera de Doctora en Farmacia, la que luego ejerció hasta que se jubiló y Cosme hijo, mi suegro, trabajando como dibujante técnico, estudió de forma autodidacta y se graduó de Ingeniero Eléctrico. Tío Mingo trabajaba en los ferrocarriles lo que garantizaba un salario bajo pero estable, Tío Lucio era mecánico. Tía Angelita cocía y bordaba para la tienda “El Encanto” y abuela Candelaria se encargaban de la casa.

Eran pobres, humildes, personas que por años tuvieron un solo par de zapatos, muy pocos vestidos, nada de lujos. Que comenzaron viviendo en Jacomino, luego en Centro Habana y poco a poco fueron saliendo de allí y entre todos, con su trabajo, se compraron una casa en el Reparto Apolo, hoy Víbora Park, recién inaugurado e increíblemente, peso a peso, además, construyeron y estrenaron una bella, espaciosa y cómoda casa en la playa Boca Ciega, que hoy sigue siendo el orgullo de toda la familia y la añoranza de todos los amigos. He averiguado, ellos, todos, recuerdan la pobreza, las limitaciones, la vida sencilla, sobre todo la vida de familia, donde esa era la mayor fortaleza. Ellos no tuvieron vínculos con el robo. Se podía ser pobre, pero había que ser honesto. Se podía pasar necesidades, pero lo que se tenía servía para resolver a todos y compartir. Se podía ser pobre pero no se podía mentir y menos hacer daño al otro.

Abuelo Joaquín, el abuelo materno de mi mujer, antes del triunfo, fue contratista, se dedicaba a invertir y construir casas. Logró montar, en la casa que construyó en la calle Mayía Rodríguez casi frente a la Ave Acosta, una cafetería que, según cuentan, fue muy próspera, donde las personas hacían filas para comer todos los días. El viejo y Chucho, el mayor de sus hijos, trabajaban, más el primero que el segundo, como dependientes en la cafetería, Abuela Fina, una mujer pequeñita, ella sola sin ayudantes, preparaba y cocinaba todo lo que se ofertaba al público diariamente.

Sus hijos, tres, estudiaron. Marta, la única hembra de la familia, no sólo avanzó a bachiller, sino que se graduó de Doctora en Farmacia en la Universidad de la Habana. Eran pobres, antes de Mayía vivieron en la Calzada de 10 de Octubre frente a Jesús del Monte, en una vieja casona con cocina de carbón en el fondo y comprando un pedazo de hielo diariamente para enfriar el agua.

Marta hija y Cosme hijo, se casaron. El casamiento consolidó a esas familias. Mi suegra parió 4 hijos, Martica la última, por lo que su título de Doctora en Farmacia fue colgado como adorno por varios años y mi suegro, después de graduado, ser obrero de línea y luego capataz, o sea, los que instalan los postes y los cables de alta tensión, trabajó hasta el triunfo del 59 en la Compañía Cubana de Electricidad como ingeniero jefe, con los norteamericanos. Marta llegó a ser tanta mamá porque era la candela, según jocosamente le dicen sus hijos, JAJAJAJA, mi suegro compró casa en el mismo Reparto Apolo, antes incluso que sus padres. Casa amueblada y acondicionada con lo último de la década del 50, aires acondicionados en cada cuarto, calentador central de agua, cocina con hormo, radios, tocadiscos, automóvil, etc., etc., etc., e increíblemente, como una gran visión, un enorme tanque de agua en el techo, en un momento donde jamás faltaba el agua, por el contrario, la presión que ella traía rompía las zapatillas.

He averiguado y averiguado, he metido el dedo hasta las campanillas de estas personas y no he logrado encontrar una acción fuera de la ley, una acción de corrupción para comprar, estudiar, obtener algo. No he logrado enterarme de que obtuvieron beneficios adicionales que no fueran los que se reciben por el trabajo. No existió para estas familias una entrada extra, no recibían remesas, no tenían familias en el exterior que los mantenía. No vendieron sus votos, no jugaron a políticos. Vivieron todo lo que la honestidad y únicamente el trabajo les proveyó. Fueron pobres y gracias al trabajo mejoraron, fueron humildes y llegaron a salir adelante con la posesión de casas en reparto recién estrenado, automóviles, casas de descanso, hijos bien criados, etc., sólo y únicamente como resultado del trabajo mantenido y por supuesto buenos cerebros.

En mi familia de sangre pasa más o menos lo mismo. Desciendo de una abuela paterna santiaguera, pobre, crecida en una finca con otros 8 hermanos. Mi abuela, según la historia, mientras sus hermanas trabajaban en la casa, ella apegada a su padre gustaba de las actividades del campo, chapear, cortar, llevar meriendas, asistir a su viejo, etc. Creció con una instrucción muy elemental que le permitía leer y escribir, pero nada más y cuando fue grande tuvo un solo hijo, luego mi padre, con otro santiaguero del cual muy rápido se separó porque lo cogió engañándola con otra mujer. Dedicó su vida entonces a trabajar como nana en la ciudad de Santiago de Cuba, o sea, esas mujeres que crían a los hijos de otros que pueden pagar, viviendo muchas veces en la casa de los niños que cuidaba. Así crío a su único hijo, según cuentan, como un rey. Además, peso sobre peso, se compró una modesta casa en la calle A y Carretera del Morro, modesta pero propia. Mi abuelo paterno, creó otra familia, donde tuvo otros hijos y apareció muy pocas veces en la vida de su primogénito. Mi abuela Tomasita, era criada, de niños, pero criada, y sin volver a echarse marido, sobrevivió ella y echó para adelante a su hijo. Aunque no desarrapada, porque creció en una finca con animales y siembra, su origen es muy sencillo, sencillez bien asumida que le permitió vivir sin delinquir, menos prostituirse o echarse un nuevo marido para escapar. No se podía robar, eran tiempos que, como dice el refrán popular, “a los perros se les amaraba con longanizas y no se la comían”, sólo había que trabajar y el trabajo como fuente de riqueza te amparaba.

Su hijo, que ya dije, luego sería mi padre, santiaguero, trabajó desde joven, era un tipo inteligente de naturaleza, pero fue obrero siempre antes del triunfo de la revolución del 59. Trabajaba y vacilaba, era famoso en su ciudad dentro de sus amigos, por el disfrute: bares, rones y cubilete, prostíbulos, novias. Joven, ropas de marcas y trabajo. Siempre me decía, por lo que vio y vivió que al capitalista se le podía robar sólo una vez, que a la larga el tipo te cogía, por lo que la gente cuidaba su trabajo. Si echabas arriba de ti la imagen de ladrón, no conseguías trabajo con facilidad más nunca. Se podía ser un vacilador, tomar ron y hacer el amor, pero de lunes a viernes había sólo una cosa que hacer, trabajar y trabajar bien. Si tenías trabajo y eras bueno, progresabas. Si progresabas, no te hacía falta robar, por el contrario, los comunes, pues siempre hay locos, cuidaban su trabajo, cuidaban al dueño y trataban de ser mejores cada día. No hacía falta robar a nivel de pueblo, el trabajo te garantizaba todo lo que necesitabas. Lo que hacía falta, por lo que las personas luchaban era por un trabajo.  

Mi abuelo materno fue hijo de una española que, emigrada en Cuba, después de parir dos hijos, su marido un santiaguero, la dejó embarcada y los desatendió totalmente. Ayudada por su exsuegro, que parece fue un buen tipo y responsable, peso a peso cociendo para la calle, garantizó que sus dos hijos fueran a La Habana a estudiar en la universidad. Mi abuelo cuenta que estudiaba comprando los libros con los premios por sus notas y que utilizaba los tranvías de ida y vuelta como salas de estudio, o sea, estudiaba dentro de un transporte público en pleno desplazamiento. Se graduó y antes de volverse a su ciudad natal, conoció a una joven cienfueguera, descendiente de españoles, que vivía en La Habana, cerca del parque Maceo, que se había graduado de contabilidad. Se casaron y se fueron a vivir a Santiago. Allí, junto a su madre española, piedra a piedra, cuenta la que luego sería mi abuela, Mamá Yuya, reconstruyeron y mejoraron con sus manos, la casa donde vivían. Mi abuelo comenzó su trabajo como abogado y llegó a tener su bufete privado detrás del Hotel Casa Granda, en la calle Heredia, a pocos metros del Parque Céspedes, en el justo medio de la ciudad. 

¿Qué hizo mi abuelo? Estudiar y trabajar. Con su trabajo se convirtió en uno de los abogados más prestigiosos de la ciudad y creo que de toda la zona oriental del país, mantuvo mejorada la casa de su origen, pero se hizo de una enorme y linda casa de tejas coloniales con un enorme terreno en las afueras de Santiago, en la que yo viví de chico, la que también rehicieron con sus manos, en el por aquel entonces exclusivo lugar llamado Ciudad Mar, muy cerca del Morro de Santiago. Luego, caseta en la bahía, bote para remar, autos, comidas, paseos, etc. 

Esa pareja tuvo dos hijos, debidamente bautizados, y enviados a estudiar en los mejores colegios de la época. La esposa, que ya dije fue luego mi abuela, no trabajó nunca, se dedicó a criar a sus hijos, mantener la casa, y cocinar ricas comidas para mi abuelo que le gustaba comer y comer bien. Sólo el trabajo los salvó, soló el trabajo los hizo fuerte. Mi abuelo, que se metió en la lucha clandestina apoyando a Fidel, y que luego, muy rápido después del triunfo, fuera el presidente de los tribunales revolucionarios donde se enjuiciaron a los batistianos y fundador de la Universidad de Oriente, más otras miles de responsabilidades en su vida dentro del gobierno comunista, fue famoso hasta que murió por su trasparencia, su honestidad, su verticalidad y además su sencillez a la hora de vivir. 

Reconocidísimo abogado, por sus logros en salas, sus muchos años como docente, los libros que escribió, etc., fue hasta días antes de su muerte, un gran trabajador. Existen historias de personas que trataron de comprarlo, de comprometerlo, de lograr que el tipo cediera a su posición “loca”, de que variara su rectitud y lo único que consiguieron fue su no claudicación como respuesta respaldada por los valores que traía incorporado de su vida en el capitalismo "brutal" y que ni la más “triunfante” revolución con todas sus artimañas pudo cambiar. Ese hombre, que apostó al estudio y al trabajo fue un hueso duro que roer.


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