Creo que sí, el virus
es malo, pero peor ha sido lo de la información desmedida, alarmista,
psiquiátrica, destructiva, etc. Tal como he leído de Julio César Debali Infante, es “Un
virus mediático, que causa una psicosis mundial, llegando al punto de crear
pánico”. Es bueno estar informado, pero cuando la información
se desboca y desborda los límites coherentes y todo el mundo quiere dar su
opinión, desde su posición interesada o aburrida, se convierte en otro
problema. Se crean problemas que en realidad no existen. A decir del mismo
Debali, “la BBC News asegura que, sólo se han registrado 4978 muertos”,
al mismo tiempo que Trump aseguró que en 2019, “una gripe común mató a más de 36
000 personas sin tanta propaganda” y según algunas fuentes confiables de internet
aseguran que las muertes anuales por gripe son de alrededor de 650 000 personas.
Voy entonces a escribir
sobre lo que veo.
Si algo debe llamar la
atención a los cubanos cuando salimos del país, entre otras muchas cosas, son
los supermercados. Los cubanos nacimos y vivimos la mayor parte de nuestras
vidas consiguiendo nuestros alimentos en las tradicionales bodegas de barrio,
donde en determinados momentos llenas de comida y hoy casi al tener que cerrar
por no tener nada que vender, forman parte de nuestras vidas.
Los habaneros y los que
vivieron en las capitales de provincias, tuvimos la oportunidad, luego en
dólares, de visitar algunas tiendas que se escapaban de este esquema y los que
vivieron hasta antes de salir de Cuba en sus pequeños pueblos, caseríos,
comunidades sólo conocían un pequeño quiosco, a veces de construcción
improvisada, donde se resolvían los principales productos, aceite, pasta, galleticas,
frazadas para limpiar, mayonesa y alcohol en sus variantes de ron o cervezas.
Yo, después de haber pasado
por Londres, de vivir después 5 años en República Dominicana, haber visto
muchas películas y haber leído muchísimos libros mientras me dediqué al tema
marketing profesionalmente, no puedo esconder que mis primeras visitas a uno de
estos establecimientos fueron impresionantes. He estado en super en Miami,
luego en Lincoln, Nebraska, donde todos son más grandes que los de la Ciudad
del Sol y en San Antonio, Texas, donde los supermercados y todo lo demás son,
como mínimo, el doble de los de Lincoln.
Llevó aquí 7 años e
invariablemente cada dos semanas, o sea, dos veces al mes, visito como mínimo
dos supermercados, siempre los mismos, por lo que después de casi 200 visitas,
hoy conozco de memoria cada lineal, cada posición de cada producto, el sistema
de distribución y la lógica del merchandisig. He asistido casi todas esas veces
con Martica, por lo que lo de la compra, con frecuencia, se convierte en
investigación, comparación, lectura, descubrimiento y luego largas valoraciones
y conversaciones sobre productos, marcas, etc.
Puedo decir que durante
estos largos 7 años, jamás ha faltado el producto que consumo, siempre ha
estado ahí esperándome, no importa la hora y el día en que yo haya llegado.
Más, para mi asombro y amor a la economía de mercado, además, siempre hay algo
nuevo, algo que necesita ser probado, descubierto, tal como si el supermercado
me dijera, mira Roly, estamos pensando en ti y puedo asegurar que resulta
agradable, incluso para mí, un tipo que odia salir de compras.
No importa donde estés
dentro de la Unión, lo de Texas es sencillamente impresionante, cada producto
tiene infinidad de variantes, o sea, naranjas, 5, 7 versiones, manzanas, 10
colores diferentes, pasta dental 15 cabrones tubos a escoger, carnes, bueno lo
de la carne es indescriptible, y así todo, los quesos, las leches, las
verduras, los jamones, oh, los jamones, etc.
A pesar de toda esta
muestra, que repito, con ganas de pensar, llega a ser impresionante, porque
delata detrás una fuerte economía productora y una enorme capacidad de
importación, como aquí guayaba, mangos, platanitos de fruta y guayabas en
barra, más todas las variantes de la comida mexicana, filipina, africana, etc.,
mucho he escuchado en estos últimos días del desabastecimiento de los
supermercados y del agotamiento y desaparición de algunos productos y no he
querido convertirme en eco de esto sin antes ver. Odio la información
psiquiátrica, entonces me aguanto.
Pues ayer, tal como
estaba planificado, me tocó visitar los dos supermercados para la compra de las
dos próximas semanas. Asistimos para esta ocasión con Naty y Jonathan, cosa que
resulta más agradable y permite pasar de 4 ojos a 8 ojos para mirar y buscar.
Oh misterio divino,
como diría uno de los youtuber de moda. Desastre. Los supermercados que
normalmente están abarrotados de productos, que a veces tienen que variar el
diseño de los espacios para poder exhibir más, estaban vacíos, pero de ese
vacío que aparece como resultado de una enorme y masiva compra ilimitada, con
furia, con furor, con nerviosismo y ataque. De ese vacío que aparece en las
crisis, que además desorganiza, riega, deja cajas vacías por todos los lugares
y que da la imagen de que dentro del establecimiento ha pasado una guerra o un
tornado. De ese vacío que declara que, incluso esas entidades tan profesionales
y preparadas, tiene sus cuellos de botella, tienen sus incapacidades y sus
crisis a la hora de manejar sus stocks frente a grandes y desorganizadas
demandas, que para nada se parecen al movimiento de los productos en momentos
normales.
Vi trabajadores
agotados, tratando de organizar, reponer, etc., frente a una enorme cantidad de
personas que compraba, creo yo que cualquier cosa, con tal de comprar. Trump
hizo sus declaraciones al respecto y entonces las personas se lanzaron a la
calle, tal como aparece en las películas donde cientos de guerreros se paran
unos frente a otro, formando dos bandos y luego del grito de los líderes se
lanzan a pelear y de pronto se forma una masa compacta, donde a veces uno se
pregunta y cómo podían detectar y seleccionar al enemigo. Algo así como que
Trump, maquillado con símbolos de guerra, escudo y espada, levantó la mano,
grito dos frases y los guerreros eufóricos salieron a combatir contra los
supermercados.
Lineales y estantes
totalmente vacíos, tan vacíos que uno siente miedo. Personas con carros y más
carros de comida y otros productos, como por ejemplo los de higiene en todas
sus variantes. El protagónico lo tiene el papel sanitario, el cual se ha
agotado totalmente en todos los lugares, lo que me hace pensar y sonreír recordando
al famoso dicho popular cubano, aquel de “que tiene que ver el culo con la
natilla”. Paralelamente he visto videos, que apoyan lo que he observado con mis
ojos, donde dos mujeres norteamericanas, “big mamas” se entran a golpe dentro
de un supermercado por causa del papel sanitario. Una tenía 4 paquetes en su
carro y la otra aspiraba a tener uno, delante de un lineal carente del tan
necesitado producto cuando uno “da de cuerpo” como decían los viejos en Cuba,
pero que nada, absolutamente nada, tiene que ver con el COVI 19. He visto a
otra señora declarar, medio sonriendo, que se había equivocado y había comprado
el papel sanitario para todo el año, les recuerdo que estamos en marzo.
Cada pueblo tiene sus
características. Aunque me niego a pensar que todos los japoneses sean
laboriosos, los españoles mal hablados y los cubanos seamos todos gritones y
buenos bailarines, es cierto que cuando se analiza el conjunto existen cosas
comunes que a cada grupo los identifica.
Los americanos, los de
hoy, han tenido la suerte de nacer y crecer en una economía, que no desprovista
de bajos y altos, se han mantenido fuerte, estable, lo que ha creado, a mi
forma de ver, un sobre consumo desprovisto de toda lógica. Los norteamericanos
de hoy no conocen ni de guerras internas, ni de períodos de hambruna, ni de
escasez, por el contrario, lo que han visto es el crecimiento desmesurado desde
la parte de la oferta, tal crecimiento junto con una economía familiar, a lo
mejor no justa pero aceptable, y miles de mecanismos que permiten acceder, han
creado en muchos de los ciudadanos de este país la necesidad de consumir, por
sólo consumir.
Los norteamericanos
compran, pero para mí gusto, compran excesivamente. Compran cosas que luego no
van a comer, ni a usar. Compran por el placer de comprar y esa acción se
convierte en una medicina para al espíritu, compran por imitación y por
impulso, muchos compran porque necesitan demostrar su poder económico y otras
miles de variantes, pero lo cierto es que compran y consumen. Si los
norteamericanos regularan sus compras todos fueran millonarios, pero la
psicología es otra, se trabaja mucho de lunes a viernes, pero los fines de semana
son para vacilar y gastar. No importa nada más.
La mitad de esas
compras, cosa que digamos a muchos da miedo, son bajo o sobre tarjetas de
crédito, que ellos utilizan y ríen, que ellos pasan y duermen bien toda la
noche, porque, para lo que a otros asustaría, a los norteamericanos le da risa.
Ellos consumen y se divierten. El tema, para la psiquis norteamericana, es
disfrutar la vida porque nada más tenemos una. Llega a ser complicado, digamos
para mí, ver a una persona que tiene más de 50 pares de zapatos o 200 pomos para
pintar uñas. Puede ser incoherente que se compre algo en una tienda y luego al
llegar a la casa no usarlo porque no gusta y tirarlo a un sótano y así acumular
cosas, objetos, prendas, que luego echan a la basura. Puede ser complicado de
entender para qué se necesita un cuchillo eléctrico para picar el pan o la
mantequilla o un aparatico azul para rascarse el oído izquierdo, más un
aparatico rojo para rascarse el oído derecho. He leído estudios de la cantidad
“enorme” de comida que se compra, traducido en dólares miles y que nunca se
llega a comer. Eso son los norteamericanos.
Entonces ese llamado
consumismo excesivo, en tiempos de crisis, se exacerba. Recuerdo una historia
real que casualmente hace nos días comentaba con mi amigo Félix en España. Hace
muchos años ya, se anunció la posibilidad que un fragmento de roca cósmica
impactara a la Tierra. Los cálculos sobre el tamaño de la roca y la velocidad
con que se movía declaraban que de chocar con nuestro planeta el hueco que
abriría podía ser enorme, más el resto de las consecuencias conocidas, polvo,
cambios de clima, etc. Entonces los norteamericanos para protegerse salieron a
comprar cascos plásticos y hubo empresas, que, aprovechando la posible crisis,
se hicieron multi millonarias vendiendo plástico conformados con forma de
cabeza, claro, de diferentes colores, diseños, tamaños, dibujitos, para poder
sobrevivir si el pedazo de piedra les daba en las cabezas. ¿Son anormales? No,
sencillamente son un pueblo que se mueve en una dirección y a un ritmo
diferente. Gústenos o no, a su propio ritmo.
Ahora el virus ha
tocado la tecla de la compra y los americanos, con sus salarios o sus tarjetas
de crédito, se han amontonado dentro de los supermercados a comprar sobre todo
comida y producto de higiene. Ayer visité dos super, uno por membresía, Sam
Club, repleto, atiborrado de personas y Walmart, el super de todos. Para mi
asombro, no había pan, no había huevos, no había café. Martica y yo, nos llevamos
las últimas 3 cajas de leche que acostumbramos a tomar, esa que no tiene
lactosa. Los lineales de agua, donde hay decenas de marcas y formatos
diferentes del preciado líquido, no exhibían ni una botellita por casualidad.
No había botellas de agua. Qué decir de los productos de higiene, todos los que
se utilizan para limpiar algo, incluyendo los desengrasantes habían
desaparecido. Los jabones se agotaban y tenías que coger el que quedaba.
Realmente la imagen asustaba,
porque delata que el acaparamiento es capaz de acabar con la organización y la
oferta incluso del inmenso mercado que es Estados Unidos, que se ve imposibilitado
de reponer y reponer frente a una demanda loca y alterada, capaz de multiplicar
su consumo de forma tan rápida, o sea, las personas que generalmente compran 5
jabones, hoy están comprando 20, las familias que compran 2 cajas de botellitas
de agua, hoy compran 5 cajas, la señora que se limpia con papel sanitario
regularmente, hoy ha comprado los rollos para todo un año y lo más cómico es
que frente a una pregunta de por qué, se sonríe y dice que se había equivocado.
¿Qué decir de las mascarillas y los guantes? Cero coma cero, cero.
Es entendible que las personas
se preparen. Los norteamericanos lo hacen con frecuencia, frente a tornados,
huracanes, etc. Muchos tienen refugios en sus casas habilitados para pasar
varios días, con iluminación, comunicación, filtros de aire incluidos. Eso me parece
bien. Muchos tienen almacenes de comidas, que rotan todos los años, para tener
cómo sobrevivir frente a un desastre de la naturaleza y mantienen sobre eso una
estrategia bien pensada.
Pero lo que está pasando
ahora es algo más. Las personas están comprando cualquier cosa que se les ponga
delante, menos obviamente mesas de ping pong y pelotas de playa. Lo de las
latas es algo parecido, casi han desaparecido todos los productos que vienen
metidos dentro de una lata o paquete, tal como si alguien hubiera dicho que el
virus acabaría con los seres humanos del planeta y sólo sobrevivirían aquellos
que más comida tuvieran guardada y más papel higiénico lograran acumular. El
virus parece que alguien ha entendido que crea más hambre y por supuesto, que
da muchas más ganas de defecar. Las deposiciones parece que serán más grandes y
más veces al día. JAJAJA.
El Terrible me dice:
"De madre lo del Coronavirus. Si eso llega a Cuba, como parece inevitable, no sé qué pudiera pasar por aquí. El gobierno está preocupado y dice está tomando medidas. El momento es difícil para hacerle frente a semejante enfermedad. Dice por TV, especialista del IPK , que hay que estar a un metro de distancia de otros, que se debe hablar poco o mejor no hablar. Bueno seria lo último que nos faltaba, ¿tendremos que andar como mudos?".
¿Podrá ser el virus una
estrategia para vender más? Aquí se los dejo.
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