lunes, 2 de marzo de 2020

Los niños nacen para …


“Con aquellos niños, pensó Winston, la desgraciada mujer debía llevar una vida terrorífica. Dentro de uno o dos años sus propios hijos podían descubrir en ella algún indicio de herejía. Casi todos los niños de entonces eran horribles. Lo peor de todo era que esas organizaciones, como la de los Espías, los convertían sistemáticamente en pequeños salvajes ingobernables, y, sin embargo, este salvajismo no les impulsaba a rebelarse contra la disciplina del Partido. Por el contrario, adoraban al Partido y a todo lo que se relacionaba con él. Las canciones, los desfiles, las pancartas, las excursiones colectivas, la instrucción militar infantil con fusiles de juguete, los eslóganes gritados por doquier, la adoración del Gran Hermano… todo era para los niños un estupendo juego. Toda su ferocidad revertía hacia fuera, contra los enemigos del Estado, contra los extranjeros, los traidores, saboteadores y criminales del pensamiento”.

Así, en uno de sus pasajes, describe el gran George Orwell la vida de los niños en su novela 1984, publicada en 1949 recién terminada la II Guerra Mundial, cuando el socialismo mundial aún estaba recién nacido y Cuba, ni imaginaba lo que le ocurriría después del triunfo de su revolución del 59. Orwell, del que soy fanático como he dicho anteriormente en algunos de mis escritos, narra, describe, supone e imagina lo que ocurre y, su gran mérito, ocurrirá en cualquier régimen autoritario o totalitario. El escritor inglés, ya dije, obviamente no escribe sobre Cuba, pero si escribe sobre ella, escribe sobre lo que incluso hoy, a más de medio siglo de que su novela viera la luz, está pasando. ¿No has leído a Orwell aún?, ¿Qué esperas?

La niñez, es una temporada sagrada, que pasa entre aprendizajes difíciles, pruebas, descubrimientos, y, sobre todo, juegos, diversión, alguno que otro castigo, llanto y mucha risa. Recuerdo que siempre le decía eso a Martica, mientras ellos se rían, haciendo referencia a Jennifer y Jonathan, todo está bien. Todavía hoy, con dos hijos zangandongos, disfruto enormemente verlos reír a carcajadas, con esa risa grande que denota felicidad. Mientras ellos ríen, todo está bien.

Ahora he agregado a mi colección, las risas de Mía, nuestra nieta. Más allá de la pasión que ser abuelo genera y aquellas percepciones de que mi nieta es la más linda de todas las lindas y la más inteligente de todos los inteligentes e incluso más, es más madura que yo, Mía es una niña normal. Tiene 7 años, va a la escuela, juega con Legos, tiene dos perros, ayuda a sus papás en algunas labores domésticas aptas para su edad, recoge su cuarto, al que, entre risas, llama su oficina, de vez en cuando choca con un table, al tener padres vinculados a la tecnología se mueve muy bien dentro de pantallas, controles, “Alexa”, etc., practica disciplinadamente taekwondo, le gustan los dulces y salta, llora y sonríe. Al final, es la más linda e inteligente entre todos los lindos e inteligentes. JAJAJA.

No vivo junto a Mía, incluso hoy ni remotamente cerca, pero la tecnología nos permite mantenernos conectados. Ella, a la que llamo “Ojos Bellos”, sabe que tiene un abuelo y yo conozco que tengo una nieta. Disfrutamos hablarnos, sobre todo para mí siempre es inigualable, tan pronto nos vemos o hablamos, el grito de, _ abuelooooooooooooooo.

En estos últimos 7 años, nunca he visto a Mía hablar de capitalismo, de imperialismo, de derechos humanos. Nunca he compartido ideas con ellas sobre el sistema de educación, la atención médica que ella tiene, menos la he escuchado mencionar la palabra guerra. Mía, ya dije con dos perros, es amante de dar amor, de cuidar, de proteger, acciones más vinculadas a largo plazo a la paz.

Mia será católica o cristiana, republicana o demócrata, vegetariana o carnívora, “músico, poeta o loca” cuando ella sea grande y lo decida, sus papás no la adoctrinan, sus papás no les hablan de Trump y menos de los niños que mueren de hambre en África, tampoco la atormentan con el Coronavirus. Mía es feliz.

Todo este cuento para compararlo conmigo mismo, con mis hijos, con los niños en Cuba. Es sabido que los niños son utilizados siempre. Si quieres ser bien visto, pues acércate y dale la mano a un niño, si éste tiene los mocos afuera y es negrito, la foto muy rápido le dará la vuelta al mundo. Luego han sido y son muy utilizados como fuerza ideológica en aquellos países totalitarios, el ejemplo más ejemplo, puede ser la Alemania de Hitler, pero también las bandas, llamadas guerrilleras, en África y América Latina y por supuesto Cuba que es lo que me interesa. Es difícil, incluso medio hipócrita, defender a los delfines, cuando tu familia no tiene jabón para bañarse o aspirina para aliviar un dolor de cabeza.
Lo de África y algunos países de América Latina no tiene nombre. Niños y adolescentes, muchas veces capturados y mantenidos a la fuerza, que son empleados como militares y entrenado para matar a personas. Son niños de guerra, las imágenes son impresionantes, personas que llegan no sólo a acostumbrarse, sino a disfrutar el asesinar a otros seres humanos en nombre de cualquier causa. Lo de los niños bombas en algunos países árabes, llevaría a odiar eternamente a sus organizadores, más allá de si tienen razón o no en sus defensas.

La idea de Hitler, claro en Alemania, fue más sofisticada, pero igual de malévola, ella y la propia vida soviética, debieron ser inspiradoras, por la experiencia vivida, de una gran parte de las ideas que desarrolla Orwell.

“Tu no piensas como yo, pero tus hijos me pertenecen” es una frase atribuida a Hitler que gustaba decir al referirse a aquellos que no estaban de acuerdo con sus ideas, que luego, más que obvio, fue imitada por Fidel en su revolución. He dicho anteriormente que, si leemos y miramos con cuidado y detalle la historia, hay muchas cosas que el líder revolucionario, el gran creador para muchos, sólo las copió, las imitó y las puso a funcionar a su favor. Gobierno totalitario por gobierno totalitario, tiene, a pesar de diferentes nombres, los mismos mecanismos.

En la Alemania hitleriana, la ideología se llevó a las escuelas, donde las ideas nacional socialistas se desarrollaron en varias etapas, por edades, el objetivo final era convertir a niños y jóvenes en defensores no solo del nazismo, sino del propio Hitler. Los niños se consideraban “héroes inmortales” y a su líder lo concebían como un “ser único e infalible”. Quizás, al decir de muchos expertos, este trabajo con los niños fue “la única generación que el nazismo pudo modelar completamente. Eran más nazis que los propios nazis. Hitler logró crear al verdadero lobo-hombre ario que estaba buscando”.

En la Alemania hitleriana se trató y logró en gran medida crear una familia ideológica por encima y más importante que la familia biológica, por lo que son muy conocidas las historias de jóvenes, incluso niños, esas que luego cuenta Orwell en su novela, donde bajo juramento y las exigencias de sus organizaciones, llegaron a denunciar a sus familias, padres y madres, y a vecinos, por considerarlos enemigos del Tercer Reich y del Führer.
Fue una hábil maniobra del nazismo y su propaganda política, llegar no sólo a adoctrinar, sino a minar a la familia en su interior, padres que no podían hacer nada, padres que sentían miedo, padres que reconocían que sus hijos se les habían ido de las manos, pero prefirieron escoger el silencio. Estos niños y jóvenes no sólo actuaron en el plano ideológico, vigilando y delatando a amigos, familiares, vecinos, delatando muchas veces sin reales hechos, por sola suposición, sino, que formaron batallones fanáticos de combate, que mucha lucha dieron a las tropas soviéticas en acciones armadas dentro de las ciudades, pero eso es otra historia para otro día.

¿Alguna diferencia tiene esto con lo que ha ocurrido dentro de Cuba desde 1959 y que aún hoy ocurre? No. Hitler, debe haber inspirado a Fidel y sus seguidores, pensantes o no, para el trabajo con los niños. Los niños y jóvenes convertidos en fuerzas ideológicas para luchar, incluso primero que todo, dentro de la propia familia biológica. La ideología es más importante que los papás, que los hermanos, a los que, si fuera necesario, hay que acabar y hacer desaparecer. La ideología estimuló a llamar gusanos a los amigos y familia que se fueron, repudiar a otros niños o jóvenes por ser católicos o protestantes y “chivatear” a todos a su alrededor por no seguir la única línea trazada por la política y gobierno.

Veamos mis recuerdos.

Como todos los niños cubanos fui iniciado como pionero en día cuando tenía 6 años, en una ceremonia patriótica en la Loma Verde de mi reparto, debajo del Sol de una mañana calurosa cubana, bajo los gritos de “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”, “¡¡¡Viva Fidellllll!!!!!!!” Viva la Revolución”, etc., a partir de ese momento, era importante saber de matemática y español, pero también era importantísimo participar en las batallas ideológicas diseñadas.

Mi abuela Mamá Yuya tenía guardada con cierto orgullo una notica que le envié, con mi letra de segundo grado, donde le pedía que me trajera un sombrero y una camisa, porque íbamos a dar clases a la misma Loma Verde, tal como lo hacían los vietnamitas en sus refugios. Ahora pienso que no sabía dónde quedaba Viet Nam, pero si conocíamos lo de la guerra de exterminio que el imperialismo norteamericano desarrollaba contra esa parte de ese heroico pueblo. Yo estaba en segundo grado y me sentía orgulloso con imitar a los hijos del Tío Ho.

Recuerdo que mi amiga Diana, por aquellos años perdidamente enamorada de un pelotero holandés que estuvo en Cuba, y yo, ambos en sexto grado, estuvimos “planeando” irnos a Chile para luchar junto al pueblo chileno contra el dictador Augusto Pinochet. Sexto grado y ya conocíamos de Víctor Jara y sus manos cortadas, sus canciones, ya conocíamos de los desaparecidos, torturados, asesinados, etc., y más, no sólo estábamos identificados, sino que nos queríamos ir a luchar. Que locura.

Yo, recuerdo que el hermano de Mamá Yuya, tío Ramón, se fue de Cuba con su familia, después de haber estado cortando caña como castigo en una de las unidades de la UMAP. A despedirlo en el aeropuerto fuimos, Mamá Yuya, mi abuelo Rafael, para nosotros Papá Felo y yo. En una familia grande que éramos, nadie más se animó, nadie más podía quemarse. Hoy sé que el sólo hecho de ir a despedir con abrazos, besos y llantos a un hermano que se iba, podría haber sido catalogado como un acto suicida, como un atentado contra la revolución. Luego crecí acompañando a mi abuela a la casa de sus padres, o sea, mis bisabuelos, a leer y escribir a escondidas cartas a su hermano. Desde mi casa no podía ser porque mis padres estaban en lo que estaban y la salida o llegada de una carta de la “Yuma” hubiera sido más que suficiente para que ellos tuvieran que explicar y probablemente fueran regañados, requeridos e incluso sancionados. Yo niño, que hasta ese momento jugaba con mis primos Ramoncito y Lourdes, que los visitaba en su casa de Lawton, tuve que prescindir de ellos, era peor que los muertos, porque por lo menos a los muertos se les podía mencionar y recordar.

Toda mi infancia estuvo matizada, entre juegos y juegos, en trabajos voluntarios en los centros de trabajo de mis abnegados padres, más en mi reparto. Chapear parques, arreglar calles, pintar contenes, hacer guardias pioneriles, defender todas las causas llamadas “revolucionarias” del mundo y sobre todo amar a la figura de Fidel, al que la educación tanto en las escuelas como en las casas nos hizo ver como patria, como estado, como nación. Amar a Fidel era ser buen cubano, amar a Fidel era lo único que se esperaba que hiciéramos bien. Era más premiado el revolucionario que el buen estudiante, o, ser buen estudiante incluía obligatoriamente lo de amar apasionadamente al líder.

Muy pronto comenzaron en mi vida los choques ideológicos con mis padres, tan joven como en la propia adolescencia. Ellos, aspiraban a que yo fuera uno más, uno que seguía a la manada y quizás con miedo, por lo menos que fuera uno de los que no protestaba constantemente. Era sencillo, frente a la enorme y fuerte propaganda de los años 70, yo adolescente comenzaba a ver que la realidad no se parecía al discurso, que lo que se vivía, más todos los cuentos que a mí llegaban o me buscaba, reflejaban las oscuras maniobras del poder por hacerse eterno, que no me gustaban los rusos. Ellos, mis padres, sólo pedían comprensión, tiempo y sobre todo calma. Ellos, siendo personas de pensamiento, no podían convencerme y sólo hablaban de discursos. No me pedían que mirara, sólo pedían que cerrara los ojos y me portara bien. Ellos, creo yo, que, por esa necesidad de defender mis ideas, me convirtieron en una bomba, que comenzó a vivir exiliado dentro de mi país, siendo yo aún muy joven. No había leído a Marx aún, no conocía el profundísimo pensamiento martiano, no era un profesional ideológico, sólo me gustaba el pelo largo, la música rock, las conversaciones con amigos, las fiestas, pero sí, ya conocía, ya sea por imitación, rebeldía, olfato, instinto, o qué se yo que otra cosa, que el comunismo no era la solución.

Luego, ya papá, recuerdo que un día mi hija Jennifer, estando en círculo infantil, llegó a mi casa con la idea sólida de que Fidel era su papá, porque era el papá de todos los niños, cosa que, ya yo con un pensamiento radicalizado, me ganó al día siguiente una gran discusión con la directora y “seño”, o sea, la maestra, de dicha entidad. Jenny tenía menos de 5 años y ya repetía lo que de seguro le decían todos los días. Fidel era no sólo todo lo que era, sino que también se llevó a categoría de papá de todos los niños, el más interesado, el que velaba por la seguridad, el que permitía y proveía la comida, la ropa, los paseos, etc. Era a decir de los profes, lo mejor que nos podía haber pasado.

Recuerdo a mi Jonathan, en otra calurosa mañana cubana, parado debajo del mismo Sol, sudando como un caballo, escuchando en un matutino escolar, a tres viejos de mi reparto, en la misma escuela primaria donde yo estudié, que, ocupando las primeras horas de la mañana, describían a los niños, minuto a minuto, lo que significó la invasión por Playa Girón, la primera derrota del imperialismo yanqui en América, y por supuesto, la inigualable dirección de Fidel que llevó a la victoria. Todo esto con las balas, los tiros, los muertos de ambos lados, etc. ¿Imperialismo y Playa Girón? No me queda muy claro si el Jonathan sabe exactamente hoy dónde queda ese lugar. JAJAJA

Y así, pienso que cada uno de ustedes podrán tener sus propios cuentos si nacieron en Cuba después de 1959. ¿Se parece esto a la Alemania nazista y lo que Hitler y sus allegados lograron, desde el punto de vista ideológico, con los niños y jóvenes? Si, es duro reconocerlo, pero la respuesta es, absolutamente sí. Pero más, me arriesgaría a decir que no es pura casualidad, conociendo como conozco que Fidel fue estudioso de la ideología alemana y sus logros, fue una línea de trabajo perfectamente diseñada para utilizar a niños y jóvenes, no sólo por ellos, sino a ellos contra su familia. “Tu no piensas como yo, pero tus hijos me pertenecen”.

Claro, algunos aún podrán decir que son cosas del pasado, que era una necesidad de la revolución naciente, que Fidel no era tan malo, sino que quería mucho a los niños y jóvenes y que deseaba lo mejor para ellos. Eso fue mentira y es una mentira, porque, entre otras cosas, Fidel descansa dentro de una piedra y la estrategia sigue siendo la misma.

Estoy viendo como hoy, en el 2020, lo que se hizo conmigo y luego con mis hijos, sigue siendo una fina estrategia de trabajo del gobierno cubano. Estoy viendo a niños, en edades primarias, preparados obviamente, sin sus padres al lado, dar disertaciones a un periodista sobre el imperialismo norteamericano, el “genocida bloqueo”, el respeto a los derechos humanos en Cuba, etc. Estoy viendo a niños, parados debajo del mismo Sol caliente recibiendo una muela sobre lo que significan las acciones enemigas de Clandestinos a los bustos de Martí, que los niños no miran o utilizan sus bases para poner sus maletas y mochilas, escucho las explicaciones de que alguien quiere entregar el país a los enemigos y que quieren quitarles la leche a los niños cubanos.

He visto a niños cubanos en edades de niños, hablar hoy de defensa de la revolución, la guerra de todo el pueblo y la defensa de los logros alcanzados, que a pesar de que tienen tennis y medias, mochilas, maletas, adornos en sus uniformes, etc., comprados en dólares por sus padres probablemente en los mercados negros, repiten estar dispuestos a derramar su sangre para defender algo que ni ellos pueden entender. He visto a jóvenes dar gritos fanáticos tal como lo hicieron los jóvenes hace tres o cuatro décadas en el pasado y hablar de que la educación es sólo para los revolucionarios. Y creo que nada ha cambiado. He visto a niñas morir debajo de un balcón y ninguno de sus amiguitos decir que las extrañan o querían, he visto a niños viviendo en casi la miseria, como debo reconocer nunca antes los vi dentro de Cuba y no he visto a ningún amiguito pionero llevarle un pedazo de pan o una ropita vieja, porque el momento es tan difícil, que el decir que se extraña a una amiguita o aparecer en un video junto a ella en su pobreza, puede convertirse en un detonador ideológico.


Los niños, siguen siendo parados frente a las cámaras de televisión, para, al ser entrevistados por un periodista de turno para mi inescrupuloso, dar una explicación filosófica de enemigos, aliados, imperialismo, guerra, sangre, derechos humanos, etc. Todo esto que, durante muchos años, se utilizó para decir que éramos los niños más y mejor formados ideológica y patrióticamente del mundo. Todo ese montaje que utiliza sin consideración, incluso a los más jóvenes de una sociedad.

Pudiera parecer sencillo, pero aquellos niños que fueron adoctrinados por la ideología nazista en Alemania cometieron muchos crímenes que están registrados y documentados en la historia. Ellos incluso, constituyeron una fuerza agresiva de combate contra el ejército soviético, que llegaba a las ciudades alemanas y se encontraba en la disyuntiva ética de tener que pelear y vencer a jóvenes, muchos niños aún, por la vía de las armas. Niños convertidos por la propaganda en máquinas, niños que, incluso cuando sus padres descubrieron que todo estaba perdido, siguieron defendiendo a su Führer.

Entonces pienso en “Ojos Bellos” y no puedo dejar de recordar el título del bellísimo poema de Alberto Cortez, “Qué suerte he tenido de nacer” y parafraseándolo me digo, qué suerte ha tenido de nacer, pero, sobre todo, de nacer aquí. Los niños nacen para ser felices, decimos en Cuba, pero en realidad, algunos si, otros no.
















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