sábado, 30 de noviembre de 2019

Día del Pavo. (Thanksgiving Day). 2019.


Thanksgiving Day, Día de Acción de Gracias o el Día del Pavo, como lo llamamos entre nosotros, es una festividad puramente norteamericana. No tiene que ver con ninguna iglesia, ni denominación religiosa y aunque creo que otros países celebran esta fiesta, por ejemplo, México, ella tiene su exclusivo origen en la historia de los Estados Unidos.

Es lindo, pues independientemente de la pertenencia a determinada religión, la participación en determinado partido político y la vida en diferentes estratos de la sociedad norteamericana, las personas se reúnen para festejar y dar gracias. Entonces se convierte en un día para la familia y amigos, donde se trata de comer, beber y pasarla bien. La tradición escoge la comida norteamericana por excelencia, papas, ensaladas, jamón dulce, postres típicos norteamericanos, pero el papel protagónico lo tiene el pavo, a lo que nosotros los cubanos, aunque no lo vemos con frecuencia, conocemos por guanajo.  

Según la tradición, se cuenta que los primeros colonos británicos que llegaron aquí en 1620 a bordo del Mayflower, después de haber pasado un año muy duro por un crudo invierno y durante ese tiempo haber sido ayudados a sembrar y cosechar, o sea, sobrevivir, por los nativos que con ellos se relacionaron, decidieron en 1621, justo al año de haber llegado, hacer como especie de fiesta, cena o ceremonia de agradecimiento. El objetivo, dicen fue claro, agradecer.

Después de pasar por varios días diferentes, fue el presidente Abraham Lincoln, quien en 1863 estableció que el día oficial para esa conmemoración sería el último jueves de noviembre de cada año. Desde ese momento hasta ayer, inviolablemente, cada año, los norteamericanos, más todos los que aquí vivimos hacemos un pare y nos reunimos para pasarla bien. Creo que, entre risas, músicas y comidas, todos agradecemos algo, sin tener que ir a una iglesia o pararnos frente a una imagen.

El famoso pavo, que no es una carne de las más especiales, se vende todo el año en todos los supermercados. Se vende entero, por piezas, en picadillo, etc., sin embargo, no es la carne preferida en este país, los norteamericanos siguen prefiriendo la carne de res, mientras más grande sea el bistec, mejor, pero ese día, todos hacemos una concesión y nos disponemos a meter un pavo, más grande o más chico, en un horno para agradar a nuestros amigos y familiares.

Para una fecha como ésta, más o menos, anualmente se venden de 40 a 50 millones de pavos. Todo el mundo lleva uno. Los que pueden, lo compran a su gusto, ya saben, marcas, tamaños, características, incluyendo los orgánicos y los que no pueden, reciben de regalo, sino un pavo entero, por lo menos una ración ya cocinada. Existen muchas organizaciones sin fines de lucro, muchas entidades de gobiernos estatales, iglesias, etc., que ese día, regalan pavos a todo el que se acerque a la puerta. Es impresionante, para los que no estamos acostumbrados a que esto suceda y para aquellos que siguen pensando en el crudo e inhumano capitalismo, ver que existen instituciones, que durante todo el año, todos los años, ayudan a los que peor están y lo mejor, nunca preguntan, ni exigen nada a cambio, o sea, no te obligan a presentar determinado curriculum, no te exigen pertenecer a determinada religión o causa política, no te piden que hagas algo a cambio. Sólo te paras en una fila, esperas unos minutos y te regalan la comida.

Puedo asegurar, digamos en un día como el de Acción de Gracias, que no existe una persona que no se lleve a la boca un pedazo de pavo. Puedo asegurar que, no sólo un día como este, sino durante todo el año, las personas reciben ayuda gratuita para poder comer y comer bien.

Según cuenta la Federación Nacional del Pavo, anualmente se crían 260 millones de pavos y en un día como este el 88% de los norteamericanos lo comen. Teniendo en cuenta que somos más de 300 millones de habitantes, el por ciento que come esta carne es muy alto. Imaginar lo que significa vender de 40 a 50 millones de esta ave, sólo para la cena de un día. Las cifras son impresionantes.

La fiesta involucra a la mayoría de los norteamericanos, entonces los presidentes de turno tienen su participación como máximos organizadores de la fiesta. Cada año el día comienza con que el presidente, en este año Trump, le perdona la vida a dos pavos, que tendrán la posibilidad a partir de ese momento, de vivir hasta que mueran de muerte natural, como muestra de agradecimiento del pueblo norteamericano. A partir de ese momento, a los pavos no se les puede tocar, ni el mismo presidente, aunque a muchos nos pueda parecer mentira, puede cambiar esa decisión.

La ceremonia presidencial reviste tanta importancia, que el presidente de turno perdona la vida de dos pavos, sin embargo, no puede cambiar la historia del presidente que lo ha antecedido, o sea, Trump no puede eliminar la designación de salvar la vida a los que Obama perdonó. Es una tradición linda y de respeto, es una acción que demuestra que el presidente, al que le corresponde una infinidad de capacidades, no las tiene ilimitadas, o sea, el presidente actual tiene la posibilidad de suspender, cambiar, eliminar, etc., determinadas decisiones del presidente que lo antecedió, pero no puede en algo tan aparentemente sencillo y sin importancia, o sea, el caso de los pavos, quitarle la condición otorgada por el presidente anterior. El presidente no es un dios, por lo que no las tiene ilimitadas.

En el plano personal, a mi no me interesa mucho el tema de los animales, o sea, soy partidario de que hay que seguirlos matando para comer, hago algunas excepciones con animales que están a punto de extinguirse por el maltrato o su matanza indiscriminada, pero si de ellos depende mi vida, la de los míos y la de los seres humanos, pues prefiero quedarme sin ballenas azules. Me gustan los perros, he comido gato.
Soy incapaz de maltratar a un animal, cualquiera que sea, pero no me cuesta darle un palazo a un ratón, aplastar una cucaracha, sacrificar a un perro con rabia, cazar a un oso que está agrediendo a una comunidad o cazar a un perro salvaje que se está comiendo las gallinas de un campesino. Me gustan las corridas de toros, a pesar de no haber podido verlas en vivo.

No abusaré jamás de un animal, pero disfrutaba enormemente cazando lagartijas o utilizándolas como carnada o cebo para sacar a las arañas de sus cuevas y recuerdo con agrado que no había acción más heroica que coger una rana que se había metido dentro de la casa y tirarla algo violentamente para el medio de la calle. Me gusta la carne y además conozco los beneficios que su consumo trae para el desarrollo del cuerpo humano, así que, si tienen que morir los animales, pues que mueran.

Me parece bien salvar a dos pavos como símbolo de agradecimiento, pero también me parece bien que se sacrifiquen a 40 millones de ellos para llevar un pedazo a mi mesa y disfrutar de una buena cocina. Tengo la suerte de ser humano, entonces los animales, a los que repito, no haría daño por gusto, existen para que yo los coma mientras pueda. De encontrarme solo con un león hambriento, de seguro no podría pedirle clemencia. Nadie piensa en lo que sufre un manzano cuando le arrancamos una manzana o un olivo cuando le sacamos a palos todas las aceitunas. Nadie piensa en el sufrimiento de la mata de maíz o aguacate cuando, todos los años, le sacamos para nuestro disfrute, a sus hijos.

Sin embargo, hay cosas que se me escapan. Los dos pavos seleccionados para ser indultados, a los cuales se les asigna un nombre, los de este año se llaman “Peas” y “Carrots” (Guisantes y Zanahorias en español), fueron criados en el estado de Minnesota. Fueron trasladados dos días antes y hospedados en el Hotel Willard Intercontinental, muy cerca de la Casa Blanca, residencia presidencial, donde el precio de las habitaciones cuesta entre $200 y $3,500 la noche.


Esto de hospedar pavos en hoteles para humanos y por demás caros, además de incoherente, me parece un exceso, una payasada y una gran ridiculez. Está bueno escoger a dos e impedir que sean sacrificados, mejor lo de perdonarles la vida como agradecimiento de toda una Nación orgullosa, pero lo de hospedarlos en habitaciones para humanos y tener que pagar por ello, quien sea el que pague por el hospedaje, me parece loco. Hay que agradecer, pero no apretar.




Entonces masticando mi pedazo de pavo, pienso en Cuba. Las cifras de 260 millones de aves criadas cada año, la matanza de 40 millones de ellas para las celebraciones de Acción de Gracias, el que casi el 90% de la población total de los Estados Unidos coma pavo en esa celebración, etc., me sigue impresionando.

No sé exactamente si esta celebración llegó a Cuba, sé que es difícil porque se trata exactamente de fiesta y comida, pero de celebrarse, me parece un buen momento para que cada cubano pudiera llevar ese día, quizás no un pavo, a lo mejor un avestruz, a la mesa de su casa para pasarla bien entre familia y amigos. Me parece un buen comienzo para agradecernos y agradecer.

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