¿Qué
significa democracia? No sé, porque a pesar de las definiciones que existen y
ser uno de los términos más utilizados en la actualidad en el entorno político
de los países, lo cierto es que cada cual hace con ella lo que le da la gana y
más, luego tratan de darle a las actuaciones “democráticas” caprichosas cierto
respaldo legal.
Según las
definiciones más modernas, democracia es una forma de gobierno del Estado donde
el poder es ejercido por el pueblo, mediante mecanismos legítimos de
participación en la toma de decisiones políticas, por lo que la democracia
vista, ante todo, significa gobierno del pueblo. Eso sería fácil, pero en
realidad para que el pueblo gobierne, como no cabe todo en el palacio
presidencial, tiene que buscarse quién lo represente y entonces ahí puede
aparecer el problema a largo plazo.
La
democracia, sabia, señala que el pueblo elige a sus representantes por un
período de tiempo determinado, porque la democracia sabe que el poder
emborracha, endroga y cuando se hace ilimitado, tal como en las sociedades
falta de democracia, no importa el nombre que tengan, el poder comienza a hacer
más daños que beneficios. Los poderosos se creen imprescindibles, comienzan a
dar y quitar sin consultar, comienzan a recibir prebendas, se convierten en
corruptos, etc., apartándose del camino correcto, apartándose de los intereses
de ese pueblo que dicen representar y defender. Los poderosos, sin el más
mínimo pudor, comienzan a responder únicamente a sus intereses y los de
aquellos que los apoyan y entonces aparecen los mecanismos para permanecer en
el poder, por las buenas o por las malas.
Los
políticos casi todos son iguales, salvo raras excepciones, todos, quizás por el
sentimiento de grandeza que crea el poder, al final del camino, juegan con todo
aquello y aquellos que lo convirtieron en poderosos, traicionando incluso los
más elementales principios del buen proceder y vivir.
¿Por qué
perpetuarse en el poder? Evo Morales, de origen activista indígena, según él
mismo, solamente defensor de los humildes, llevaba ya cerca de 14 años en el
poder y parece que, digo parece dándole cabida a la duda razonable, ahora para
continuar en el poder, siempre apoyado por los que viven debajo de él, se le
ocurre protagonizar una violación a las urnas y falsificar las votaciones, para
darse una vez más por elegido. A ese nivel, o sea, presidente de un país, no
importa si rico o pobre, no es el dinero lo que está decidiendo. A ese nivel,
todos sabemos, y es además entendible, que las personas tengan para ellas y
para sus descendientes de varias generaciones, todo resuelto para vivir. Lo que
decide, lo que corrompe, lo que lleva al fraude vulgar, a las alianzas
políticas repugnantes, es el embriagador poder, es la posibilidad de mover los
hilos de un país, o de varios, es la posibilidad de hacer u apoyar guerras, es
la opción de manejar miles de millones de dólares en cualquier antojo, es la
dulzura de saber que, con poquitos engaños, podrás hacer lo que se te venga en
ganas.
La dulzura
del poder puede más que todos los millones de dólares del mundo. La idea de
tener a millones de personas gritando tu nombre, aplaudiéndote, llevando tu
foto a las salas de su casa, poniéndole tu nombre a sus hijos, debe ser de los
estímulos más grandes que cualquier ser humano pueda obtener, sobre todo para
aquellas personas necesitadas de ese reconocimiento, por problemas de estima,
egocentrismo, avaricia, egolatría, vanidad, etc. Dos ejemplos claros, salvando
las épocas y los detalles, de dos que, enfermos desde siempre de personalidad,
disfrutaron enormemente no del dinero, sino de la dulzura del poder fueron
Adolfo Hitler y Fidel Castro.
Es una
tendencia, la cual no puedo explicar, que los gobiernos de izquierda o
francamente comunistas, una vez que llegan al poder, trata de eternizarse, tal
como si su presencia fuera imprescindible, tal como si con su ausencia nada continuaría.
De eso los cubanos sabemos mucho. Durante todos los años de su existencia, el
socialismo sembró a sus dirigentes hasta horas antes de morirse, los
presidentes de los partidos eran llevados casi cargados o a rastras para sentarlos
en las sillas presidenciales o en las tribunas políticas, los dirigentes se
volvieron incuestionables e intocables, adquiriendo categorías de dioses, que
sólo ellos podían dirigir, sólo ellos podían poner y quitar, sólo ellos o su
aprobación “divina” podían generar ideas y a los que solo la muerte los
apartaría de sus heroicos caminos. Los cargos de primeros secretarios de los
partidos y de presidentes de gobierno se convirtieron en vitalicios. Todos eran
culpables menos el dios, todos eran prescindibles menos el dios, todos podían
estar equivocados menos el dios. Si había que quemar a alguien o algunos, en la
hoguera roja para salvar al dios, pues bien fueron quemados.
Soy un
desconocedor de la realidad profunda de Bolivia, no es de los países que más me
atraen, luego no se conoce la historia de un pueblo al detalle sólo con escuchar
o leer dos o tres noticias, pero sí sé que Evo y muchos otros, han padecido del
mismo mal. Llegan, muchas veces con real apoyo popular por su trayectoria o
propuesta, realizan cambios que, algunos llamaríamos positivos, benefician a
algunos, incluso a muchos, pero a la hora de irse, se niegan, patalean, lloran
y más que nunca apelan a la tan mencionada “democracia” que tenían metida en un
bolsillo.
Cambian las
constituciones vulgarmente y violan las urnas electorales con enormes fraudes o
implementan mecanismos, aparentemente legales con rocambolezcas legislaciones
para permanecer. Se enamoran a tal punto, que el amor los ciega y entonces ese
es el primer golpe a la democracia que tanto dicen amar y respetar. En la
mayoría de los países “demócratas” modernos, los períodos presidenciales están
definidos para 4 o 6 años y se supone que después de ellos, la mejor forma de
respetar es recoger las maletas y dejar el camino abierto a otro, que puede ser
continuador, que puede ser mejor o todo lo contrario, ya los votantes y la propia
democracia, se encargaran y lo arreglaran. El mejor respeto al poder es dejar
el poder. Todo lo demás, o sea, perpetuarse en el poder, pretender permanecer
lo que no tienen que permanecer, significa un totalitarismo abnegado, público y
abierto, independientemente del nombre que se le dé.
Parece que
Evo padeció de este mal. El hombre, aparentemente noble, muy favorecida y
explotada su imagen por su origen indígena, pretendió a todas luces perpetuarse
en el poder y estirar su período de gobierno, en nombre de la democracia, a
casi 14 años. Dicen ahora, o al menos ahora salen con fuerzas las imágenes y
noticias de que si, es cierto, era indígena, pero de noble, humilde, desinteresado
y sobre todo pobre, tenía poco.
Ahora se le
acusa de favorecer el cultivo de la hoja de coca y por supuesto, la fabricación
y comercio de la cocaína, en el área, donde era más que presidente, dentro de
su presidencia de Bolivia. Se menciona su relación con Pablo Escobar, del que
muchos fueron amigos en el pasado y para colmo de males, se habla de su
relación con Chapo Guzmán y el Cártel de Sinaloa, cosas que, de ser
comprobadas, bastarían para que se pudriera en una cárcel. Se menciona, en esos,
sus años de gobierno, donde es cierto que algunos cambios hubo en Bolivia,
sobre todo en los sectores más pobres y algunos avances económicos, sobre su
facilidad para gastar dinero en proyectos inicuos y estériles, comprar y vender
funcionarios y, sobre todo, enriquecerse por detrás de esa cara de indio que
tiene.
Evo, a
pesar de la negativa de gran parte del pueblo boliviano, cambió la constitución
para mantenerse, tal como se puede cambiar una receta de cocina, luego apeló a
su derecho como ser humano para reelegirse y a pesar de la enorme oposición,
sus amigos que lo acompañaban en el poder se lo otorgaron y por último, todo
indica, que cometió un enorme fraude este pasado 20 de octubre con tal de
quedarse, al parecer indefinidamente. Tanto se enamoró Evo del poder, que no
quería irse, tal como un niño cuando se aferra a un oso de peluche que alguien
le quiere quitar. Evo no quería ser presidente, Evo, quizás en su pensamiento
tradicional indígena, llegó a pensar que Bolivia era de él y que más nadie la
tendría.
Entonces
Bolivia se tiró a las calles. No sé si Bolivia estaba pagada, si la compraron,
si la motivaron con dulces como se hace con los animales que se portan bien
después de un acto circense o si Bolivia enamorada del imperialismo, siguió los
designios de su amor, lo cierto es que Bolivia estaba en la calle y no estaba
triste, todo lo contrario, las personas cantaban, coreaban consignas y lloraban
de alegría inmensa por haber sacado al que ellos, no yo, llamaban dictador.
¿Golpe de
Estado? No lo creo, porque si creo que los dañados, además de llorar por los
rincones, son famosos por cambiar todo de nombre para darle a un hecho mayor
impacto, mayor relevancia y así aumentar el papel y los daños de las víctimas.
Un golpe de
Estado, no en Bolivia, pues no existe para ella una especial definición, sino
para cualquier lugar del mundo, es una acción violenta llevada a cabo por
fuerzas militares o rebeldes que pretenden quedarse con el gobierno de un Estado.
El golpe supone que las autoridades vigentes y legales dejen de existir por la
fuerza y estas pasen a manos de los golpistas, generalmente militares. Un golpe
de Estado es un asesinato a la legitimidad constitucional, o sea, no sólo que se
burla de ella, sino que la destruye para beneficiar a un grupo, a veces
reducido, que comenzará a gobernar por vías de la fuerza.
Entonces,
nada de esto fue lo que ocurrió en Bolivia, a no ser que lo de golpe de Estado,
que asegura nada más que dramatismo, sea un término utilizado metafóricamente
por no tener otra cosa que decir. Cosa que, a estas alturas del juego, o sea,
lo de metafórico y no tener nada que decir, nadie lo cree.
Evo pidió reprimir
a los que estaban en la calle. Evo, humilde, indígena, representante absoluto
de los más pobres, pidió matar a la gente que estaba en la calle protestando
por el fragrante fraude. Evo, presidente de izquierda, cuando se vio perjudicado
apeló a la masacre. Y entonces la policía y el ejército bolivianos se vistieron
de gala, se la jugaron para la historia, se inmortalizaron y le dijeron que no
saldrían a la calle a matar bolivianos y, respetuosa e incluso cálidamente, un
representante del ejército, le recomendó que renunciara. Parece que nadie le puso
una pistola en la cabeza a Evo, no lo torturaron, parece que no lo tocaron ni
con el “pétalo de una rosa”, sólo le pidieron que renunciara y Evo, a buen
entendedor con pocas palabras bastan, renunció.
Me llama la
atención, primero que todo, la orden de sacar a la policía y al ejército a la
calle para reprimir, masacrar y asesinar a los que, con razón o no, protestan.
Ya nada más por eso, el señor Evo Morales, merece ser enjuiciado y sancionado a
morir en prisión. No existe ya, nunca ha existido, pero menos ahora, la
justificación que ampare a nadie, ni incluso un presidente de un país, a pedir
que se masacre a una población. Luego, me llama la atención con la facilidad
que Evo renunció, pues un presidente honesto, constitucional, seguro de su
legitimidad, desconocedor del fraude del que se le acusa, hubiera hecho, al
menos como paripé, un poquito de resistencia y sobre todo me llama la atención
de que no sólo renunció, sino que salió corriendo, salió echando, salió huyendo,
contradiciendo todo aquello, típico en los líderes de izquierda, de que
prefieren morir, hasta que la muerte los separe, patria o muerte, etc. Evo, el
que momentos antes de la renuncia, como todos sus padrinos, hablaba de que
estaba dispuesto a morir por los pobres, se dijo a sí mismo: “_ los fósforos, huye
pan que te coge el diente” y al parecer tal como aquel muñequito de mi
infancia, pensó “es mejor que digan aquí corrió, que aquí murió”
Y eso me
hace pensar en Salvador Allende. Puede que te guste o no, puede que estés de
acuerdo o no con su gobierno, con lo que hizo bien o mal. Puede que no fuera absolutamente
necesario el sacrificio, etc., pero lo cierto es que Allende dio clases y dará
clases al mundo político del significado de la dignidad.
El
presidente constitucional chileno, frente a un si enorme y público golpe de Estado,
pidió una tregua para sacar del palacio presidencial La Moneda, a las mujeres y
aquellos colaboradores que quisieran irse, le pidió a sus más cercanos que se
retiraran y entonces escogió defender la constitucionalidad, fusil en mano, soportó
mientras pudo el ataque incluso de aviones que salvajemente bombardearon el
palacio. ¿Qué ejemplo madre mía?
Recuerdo que,
en el año 1973 cuando el golpe de estado en Chile, yo era un niño que estaba en
primaria, el impacto de las noticias, la violencia, el golpe brutal, las imágenes
de los militares, aviones y bombas y lo que después vino, o sea, los desaparecidos,
los asesinados, Víctor Jara, la represión de sobre todo los jóvenes, etc., me
conmovió enormemente. Recuerdo que, con Diana Valdés, mi amiguita de reparto y
escuela, a lo mejor si ella pudiera leer esto se acordaría, estuvimos
interesados, niños ingenuos al fin, en irnos a Chile a luchar. Puede parecer
increíble, pero eso fue lo que pasó. Chile y, sobre todo, el enorme ejemplo de
dignidad, entrega, patriotismo, respeto a las leyes y a la constitución de un país,
la figura de Allende con un casco militar y un fusil en la mano, impactaron
realmente al mundo interesado. Yo era niño y aún recuerdo el impacto, más allá
de mi ingenuidad, todavía hoy me sigue impactando. Y es de mencionar que
Allende, para nada fue comunista, de esos de consignas de socialismo o muerte.
Evo, no
sólo renunció, sino que sin reparos se metió en una embajada y a las pocas
horas abandonó el país huyendo como un fugitivo, huyendo como un ladrón o asesino,
se fugó a escondidas, apareciendo luego dando un discursito llorón en México, país
libre. El país azteca lo recibió, dándole garantías para su vida, en el mismo
momento que la vida de Evo no corría peligro, nadie propuso asesinarlo, nadie
propuso acabar con su vida.
¿Entonces
por qué huye? Primero, en sus clases de historia en su pueblo indígena natal,
nadie jamás le habló de Allende, Evo sólo conoció a Chávez que murió de cáncer y
a Fidel que hoy está en la piedra. Segundo, Evo es culpable, no sólo de
elegirse durante años con argumentos indecentes y cometer fraude electoral para
tratar de continuar ahora en 2019, lo que seamos sinceros, entre políticos no
es nada muy complicado, sino que Evo es culpable de robo, de droga, de corrupción,
de relaciones con carteles, etc., y para colmo, de pedir la represión de parte
de su pueblo y eso si le va a costar cárcel.
Evo huye,
no porque respete nada, no porque quiera evitar un derramamiento de sangre boliviana,
porque el que no quiere sangre no da la orden para reprimir, no porque quizo
dar muestra de desinterés y honestidad, todo lo contrario. Evo, a mi entender,
con mi poca información, renuncia porque se sabe culpable y con su escape está
tratando de evadir a la justicia boliviana, como tantos otros, sobre todo en Latinoamérica,
han hecho.
Evo, el mismo
presidente con cara de indio noble, algo parecido al muñequito cubano que ponían
en la TV cuando yo era niño, de un indiecito que se llamaba Ollantay, de hablar
musical y lento, que andaba para arriba y para abajo con su mascota, una llama,
parece que es un ladrón y negociante, nada más y nada menos, que con un
producto tan “bendecido” como la cocaína. Evo, y no sólo él, sino su vicepresidente
y otros funcionarios de primera categoría, salieron huyendo, sin que nadie los
dañara, sin que nadie los amenazara, porque repito, parece ser que la petición
de renuncia hecha por el ejército boliviano fue dentro del más estricto marco
de la decencia y el respeto.
¿Por qué si
Evo estuvo y está apoyado totalmente por Cuba y Venezuela, o sea, Canel-Raúl y
Maduro, no va a parar a alguno de esos dos países hermanos, más que hermanos,
padres, donde tendría absoluta garantía de vida y más, donde podría parapetarse
para preparar de nuevo su lucha por los pobres de Bolivia? Es incomprensible,
que después de tanta y tanta hermandad y discursos amorosos, más acciones de
apoyo total, Evo, el pobre Evo, no fuera a parar a Cuba o a Venezuela y tenga
que pedir asilo en México, país que se compromete a respaldar a un expresidente
que de momento viene con fama de ladrón, corrupto, narco, fraudulento, y para
colmo, represor de su pueblo. Puede ser que Evo escogiera a México porque le
gustan mucho los tacos al pastor y como todo ben revolucionario, cuando se
trata de asuntos personales, decida por el gusto culinario.
¿Los
hermanos políticos cubanos y venezolanos le huyeron a la mierda? Si, puede ser.
Cuba y más Venezuela, están en candela. Canel no sabe qué puede hacer, más allá
de seguir comiendo y Maduro, como un elefante, se balancea sobre la cuerda de
una araña. La presencia de Evo, creo que no tanto en Cuba, existe mucha
experiencia sobre esto de esconder y Evo podría haber sido recluido en “El Laguito”
donde el pueblo cubano no tiene acceso, pero si en Caracas, donde ahora mismo muchas
personas están en las calles deseando que Maduro acabe de desaparecer, puede
convertirse en un detonador explosivo y eso, ellos que se presentan seguros,
decididos, sólidos, respaldados, pero que realmente tienen miedo, lo saben.
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