Resulta fácil hoy
ponerse en contra del gobierno cubano. No por ser comunista, no por ser
socialista incluso no por estar integrado por casi los mismos que durante
muchos años, viviendo muy bien, han llevado a Cuba al desastre total, sino
sencillamente porque ha sido y continúa siendo un mal gobierno.
Los malos gobiernos,
sean de la tendencia política que sean y estén en el país que estén, no merecen
continuar existiendo. En el caso del gobierno cubano, independientemente de los
ciclones y huracanes que han pasado, los millones y millones de pesos
invertidos en guerras, en inventos alocados, en proyectos que partiendo de
caprichos no han dado el mínimo fruto o sencillamente en ideología, hoy es un
gobierno que, teniendo la responsabilidad de mantener a un pueblo entero,
porque esa es la estructura que se escogió hace 60 años, ya no puede dar de comer,
ni suministrar agua, ni medicamentos, etc., de forma estable.
Es un gobierno malo,
porque su pueblo durante el mismo tiempo de su existencia se convirtió en una
masa de emigrantes, que se trata de ir, poniendo incluso la vida en peligro, para
cualquier lugar del mundo, para cualquier continente, sin reparar en idioma,
clima, condiciones sociales, sin conocer a nadie, sin tener idea tan siquiera
de dónde queda ese país en un mapa. Es un mal gobierno, no importa el nombre
que tenga, porque su juventud, que sería la fuerza motriz más importante, está
desanimada, desahuciada, desesperanzada y sólo piensa en huir para vivir en algún
lugar del que, paradójicamente, lo único que ha escuchado decir es que es malo.
Juventud que se ha quedado sin instinto de conservación y prefiere ir a probar
al infierno, que es más o menos cómo la propaganda ideológica marxista leninista
ha definido al capitalismo.
Los gobiernos malos
históricamente han desaparecido. No sólo los gobiernos, lo que es algo circunstancial
de un determinado período, sino las formaciones económico-sociales, que
resultan más largas y complicadas por todo el entramado sobre el que se construyen
y luego sustentan. La mala administración de fondos, la no explicación de
planes claros, la no consecución de los objetivos diseñados, aspectos de
violaciones éticas y humanas, son la causa fundamental para que parte de un
pueblo, su mayor parte, se canse y luche por cambiar, a los que dirigen y los
métodos que utilizan.
El pueblo cubano,
diseñado en varios sectores, o sea, no sólo los visualmente oprimidos, en la
década del 50 del siglo XX luchó contra la dictadura de Batista porque el
crimen, la tortura, la desaparición de hombres y mujeres había llegado a
niveles inimaginables, pero también la lucha fue contra la miseria, el hambre,
la explotación obrera y campesina, los bajos salarios y la real desigualdad
entre muy pobres y muy ricos. El pueblo cubano luchó contra la muerte injustificada
y en contra del analfabetismo, la insalubridad, la falta de atención médica, etc.
El pueblo cubano, como resumen, se tiró a las calles para lograr que los
adelantos y beneficios que existían fueran para todos.
Esto, fácil de decir, costó
no sólo sangre y dolor, sino que, para tratar de lograrlo, se tuvo que perjudicar
a otra parte del también llamado pueblo. Se intervino fábricas, se expropiaron propiedades,
casas y mansiones, se quitó tierras, privilegios, se dejó sin trabajo a muchos,
se trató de igualar por debajo, o sea, por la pobreza, porque a la riqueza
nunca se pudo llegar para todos por igual y este supuesto equilibrio, entonces
también costó más sangre, más dolor e introdujo aspectos nuevos para ese
pueblo. De ser un pueblo que recibía inmigrantes, el pueblo cubano se convirtió
en un pueblo que emigra sostenidamente y con eso apareció un nuevo dolor, mucho
mayor que todos los anteriores, o sea, la separación. Separación de la familia,
separación de un pedazo de tierra, de la historia, etc. Hoy es, en sentido
general, un pueblo que sufre, como no muchos otros, el tema de la separación
familiar, hecho que por sí sólo, justificaría enormemente, el cambiar a
cualquier gobierno con todos sus planes y acciones. Un gobierno que deporte u
obligue a emigrar, nunca fue un buen gobierno, si se cree lo contrario véase la
vida y obra de José Martí.
Cualquier gobierno tiene
que ser cambiado, cuando sólo ha podido ofrecer sacrificios por 60 años.
Sacrificio para comer, para bañarse, para estudiar, para hacer y mantener una familia,
para curarse de una enfermedad e incluso para morir. El sacrifico es entendible
cuando después de él viene años de mejoría, desarrollo y estabilidad, cuando se
entra al sacrificio con uno y después del trabajo y el esfuerzo, se sale con cinco;
pero, cuando se entra al sacrificio con uno y después de largos y mantenidos
sacrificios o peor, después de un enorme sacrificio aumentado, se termina y está
en -20, y que hoy solo se hable de un sacrificio eterno que no se sabe a dónde
va, ni cuándo termina, menos en qué termina, ese gobierno no debe, ni puede continuar.
Los gobiernos, al menos honestos, cuando solo consiguen estar en -20, solitos
se suicidan, porque el suicidio, en determinados momentos puede ser una acción
honorable.
La esclavitud desapareció,
no porque los esclavistas se convirtieran en buenos, sino por ser esclavitud.
Llegó un momento en que no sólo era inmoral, sino insostenible desde el punto
de vista económico. Los esclavistas ricos se vieron afectados. El feudalismo no
desapareció porque los señores feudales tomaron conciencia de que no debían
seguir cobrando el diezmo, ni teniendo el derecho de pernada o primera noche,
ni construyendo sus castillos y realizando sus guerras. Desapareció porque era
inoperante para las fuerzas económicas que se comenzaron a gestar dentro de él.
Los señores feudales, perdieron y empobrecieron, algunos conservaron sus
castillos en ruinas y sus títulos nobiliarios, pero nada más. El capitalismo debía
desaparecer porque al concentrar la riqueza en pocas manos, dejaba sin aliento
a la mayor parte del pueblo. El capital, que por momentos fue y ha sido la
mayor fuerza de desarrollo de la humanidad, era moralmente indebido y entonces cedería
sus pasos a una sociedad más avanzada, más desarrollada, más equitativa, más
equilibrada, más justa, que, llamada a instaurarse por la fuerza, prometía,
sólo prometía, un futuro más dulce. Esa dulzura hasta hoy nunca logró superar a
su antecesor y terminó en frustración, creando la mayor de las contradicciones
incluso filosófica, los que no nacieron dentro de él, los que no lo conocieron,
los que no tienen la menor referencia de cómo se vive, hoy añoran ese sistema,
considerándolo mejor para soñar y como si fuera poco, realizar sus sueños y
vidas.
Llámese como se llame,
comunismo, fidelismo, ahora canelismo, el gobierno cubano, que se propuso ser
un buen padre para un pueblo y no lo logró, no sólo eso, sino que se ha convertido
en la peor versión que se pueda conocer de gobierno comunista, exceptuando al
de Corea del Norte, debería, tal como un samurái japonés elegir el camino del
suicidio honorable, pero sabemos que el poder embriaga más que el alcohol y
endroga más que la cocaína. Los que hoy detentan el poder, que sólo son
continuidad de la miseria, están, primero que todo y, sobre todo, únicamente defendiéndose
a sí mismos, aunque para eso tengan que mentir despiadadamente. Los malos
padres, los irresponsables, los que con sus actuaciones deforman y destruyen a
su familia, es mejor que desaparezcan, recomendado así incluso por los psicólogos.
Todo gobierno tiene sus
mecanismos, el cubano es famoso por vivir siempre del exterior, tanto para bien
como para mal. Primero la justificación histórica, hoy increíble, del embargo
norteamericano que afecta hasta la producción de boniatos, más los soviéticos y
su estratégico campo socialista, los capitalistas buenos, los chinos, etc., y la
muy manipulada utilización de la emigración. Si, la misma emigración que
echaron de las formas más humillantes conocidas, a la que todavía hoy llaman apátrida,
enemiga e hija de malas madres.
La situación de Cuba
entonces se convierte en laberíntica y desde hace años, ese laberinto cada día
presenta caminos más intrincados difíciles de caminar para encontrar la salida
y cada minuto su realidad aparece más confusa, incluso para aquellos que
pudieran estar de acuerdo con que tiene que existir un cambio. Laberinto y
confusión, que llevan a un estado palpable de “sentimientos encontrados”.
Ahora mismo hay un
llamado en las redes sociales a realizar una huelga, un alzamiento, un paro
internacional, que significa no envío de remesas y ayudas a Cuba, porque como
es conocido de ellas, además de que sobreviven nuestros familiares y amigos,
vive, se revive y alarga la vida el gobierno. Puede ser hoy, la entrada de
dinero a Cuba proveniente del exterior sin que el gobierno haya invertido nada
en ella, una de las mayores fuentes de ingresos estables para el gobierno, para
el mismo gobierno que luego utiliza ese dinero en, ya ni se sabe dónde y en
qué, pero si queda claro que para mejorar las condiciones de vida de eso que
llaman pueblo, no es.
Situación laberíntica
que por un lado dice, es justo, es lo que hay que hacer. Dar un golpe de no
dinero y de esa forma contribuir a la penuria de un gobierno que a todas luces
no tiene de dónde sacar. Es una buena medida, porque, además, el gobierno, en
franca necesidad y petición de esas remesas, no ha tenido a bien, como mínimo,
hacer un llamado digno, claro, honesto a esa parte del pueblo cubano que vive
fuera de Cuba, sin tan siquiera reconocer que se cometieron errores y por tanto
sin emitir una disculpa, para aquellos que sin haber atentado directamente
contra el gobierno, me refiero a bombas, sabotajes, atentados, etc., sólo por tratar
de mejorar y vivir la única vida que tienen, en un momento decidieron irse por
las buenas o por las malas.
Sería una buena medida
y creo una justa opción como acción directa, suspender todas las ayudas, hasta
las más mínimas, para de esa forma apretar el collar de estrangulamiento que
lleva hoy el gobierno en su cuello. Junto a las actuales restricciones de
gobiernos como el norteamericano, lo que lleva a la imposibilidad de obtener
una buena suma de dinero, obtenida hasta ahora, junto a la imposibilidad de
alquilar a los médicos cubanos y cobrar por ellos a cambio de entregarles una
pequeña parte, no porque no aparezcan los mercados destinos, sino porque los médicos
se llenaran de valor y se negaran a ser alquilados, pudiera ser, previo que la
emigración cubana se pusiera de acuerdo, la suspensión de envío de dinero a
Cuba, una buena patada por el culo al gobierno. Cuando se estrangula incluso a
un animal furioso, su ataque se detiene, en la misma medida que se detiene su
vida.
El gobierno cubano, no
como algo excepcional, sino como todo oportunista mayor, vive, si
descaradamente vive, del dinero que produce la emigración. Vive y cada día pretende
vivir más, increíblemente, todavía hoy llamando a la emigración hija de mala
madre, prohibiéndole la entrada a Cuba, obligándole a pagar sumas inmensamente
grandes por pasaportes, permisos de entradas, maltratando a esa emigración que
regresa y lleva a su familia jabones y pasta de dientes porque en Cuba no existen,
robándole, decomisándole y recibiéndola de mala gana.
Contraste. He contado
que cuando llegué a República Dominicana en diciembre del 2007, país que tiene
muchos emigrados sobre todo en Estados Unidos, lo primero que me tropecé fue
con un gran cartel a todo lo largo del salón de llegada que decía “Bienvenido
Hermano Dominicano” y hasta mí, que no soy dominicano, me sonaron un vaso con
un trago de ron. La llegada de dominicanos a República Dominicana es todo un
acontecimiento para celebrar, con grupo musical y de baile incluidos. Es lindo
llegar así, es lindo encontrar una sonrisa, es lindo que te agradezcan, es
lindo que te reconozcan y más allá de si viajaste en primera clase, en clase
económica o en el baño del avión, al llegar a tu patria se te valore.
Entonces yo, cuando entro
a caminar en el laberinto me digo, si, es justo, no vamos a enviar más dinero,
ni ayuda a Cuba siguiendo el llamado de las redes sociales, pero inmediatamente
en el mismo caminar laberíntico me pregunto: ¿Cómo dejar de recargarle el teléfono
a mi hermano sabiendo que es la única forma de comunicación que tiene con mi
madre de la cual vive a 50 kilómetros?, ¿Cómo no enviar ayuda a mi madre que
tiene 76 años y a mi suegra que tiene 92 años, sabiendo que para conseguir
determinadas cosas necesitan de algunos dólares?, ¿Cómo no recordar lo que
siente una familia cubana cuando le llega un paquetico de café, unos jabones o
10 dólares?, ¿Cómo no enviar unas galleticas dulces a mis viejos, sabiendo lo
que ellas significan para endulzar el alma?
Es complicado, hay familias
enteras que dependen de los dólares americanos, no de una ayuda extra, sino de
una entrada total. Hay personas, más allá de que sea justo o no, entendible o
no, que mantienen totalmente a sus esposas, sus hijos, sus padres en Cuba. Hay
personas con familiares enfermos de enfermedades graves que tienen la responsabilidad
de enviar no sólo dinero, sino medicamentos, algodón, esparadrapos, agujas y
jeringuillas, culeros, colchones o mantas anti escaras, etc. Hay muchas
personas que saben que para que sus hijos o viejos tomen leche y coman alguna
que otra proteína, tienen que enviar dinero constantemente. Hay muchos que
envían los tenis que se ponen sus hijos porque de lo contrario andarían descalzos.
¿El liberar a Cuba hoy, justifica el precio de saber que tus hijos andas
descalzos y no tienen para comer?
Creo que sí, se debería
suspender toda la ayuda, sobre todo porque de esa ayuda, que suma millones de
dólares vive el gobierno, vive bien sin resolver nada para el pueblo. Al final
para dar paso al feudalismo, los esclavistas perdieron y sufrieron y para que
el capitalismo se impusiera los señores feudales tuvieron que desaparecer,
entonces sería hasta cierto punto justificable que el pueblo cubano, que lleva
60 años viviendo bajo el nombre de comunismo para regresar al capitalismo como
única opción, para conseguir un futuro mejor en esta vida, la única que
tenemos, tenga que sufrir las penurias más grandes, tenga que pasar hambre,
miseria y morir. Pero al mismo tiempo me resisto a ver morir a los míos, me resisto
a que mi familia, tengo en Cuba a una buena parte de ella, madre, suegra, hermanos,
cuñados, sobrinos, tenga que sufrir lo que incluso yo sufrí y por lo que me
fui. Me resisto a, teniendo las posibilidades, vengarme del gobierno cubano, haciendo
pasar a los míos por lo que nadie tiene que pasar.
No hablo de cadenas de
oro, no hablo de hospedajes en hoteles, no hablo tan siquiera de comidas ricas
en proteínas como langostas y mariscos. Menos hablo de aires acondicionados, de
televisores plasmas de 70 pulgadas, de autos de lujo. Hablo sencillamente de
esa ayuda que yo mientras viví allí agradecí enormemente cuando algún amigo me
priorizaba. Hablo de esa tasita de café o esa galletica de dulce, que muchas
veces es más necesitada que la mismísima carne de res. Mi suegra con sus más de
90 años, le importa poco ya comer carne, pero muere por un vaso de helado. ¿Podría
yo entonces, esperar a que muera para llevarle el helado y echárselo a la tumba?
Mi madre necesita una linterna para caminar de noche en las malas aceras de
Víbora Park. ¿Tendría yo que esperar a que se fracturara la cadera después de
meter el pie en un hueco para llevarle el cabrón aparato para iluminar sus
pasos?
Es laberintico, porque
es cierto que el gobierno dejaría de obtener la fácil cantidad de dinero que
por concepto remesas maneja, también es cierto que, para evitarlo, tendríamos
que ser conscientes los que estamos fuera y los amigos y familiares que están
dentro de que es más que necesario un período de super escasez, super
necesidades, super miserias y incluso super muertes. Es cierto que podría ser
una buena acción, pero los que están adentro tendrían no sólo que aceptar
nuestra decisión, sino pedirla y ser capaces de aguantar. ¿Qué más tendrían que
aguantar mi madre y mi suegra en sus ya viejas vidas?
El pueblo de Cuba, esa definición
que no sabemos exactamente a qué parte se refiere, no todo vive o recibe
remesas. Los que la reciben escapan, los que no, es más que evidente que se los
está llevando el Diablo. El gobierno cubano, como todo gobierno, vive bien. Los
últimos afectados serán aquellos come vacas que apoyan y representan hoy al
poder. Podrá morirse la mitad de la población cubana y los integrantes del
gobierno no perderán sus carros, sus casas, sus beneficios, porque para dirigir
a la otra mitad que queda viva, justificarán que los necesitan. El último pan
que quede en Cuba se utilizará para alimentar a Raúl Castro, primer secretario
del Partido Comunista, que es, al final de la historia, el que decide todo.
Entonces: ¿Estaría
dispuesto a suspender el envío de ayuda a mi familia y amigos en Cuba? No sé, por
momentos pienso que sí, sobre todo si todos nos ponemos de acuerdo y la acción
puede ser definitiva para acabar con el sufrimiento de todo y todos, pero por
momentos pienso que no, que ningún gobierno, ni ninguna estrategia para eliminarlo,
puede impedir la responsabilidad de ayudar a los que más necesitan.
El gobierno de Cuba
separó a la familia cubana que se dejó separar, nos distanció, nos humilló, nos
puso a fajarnos, para conseguir sus objetivos, entonces no me queda claro que,
para sacarnos de arriba a ese gobierno, tengamos que volver a dividir,
distanciarnos y olvidarnos. Tampoco estoy muy convencido de que, al no recibir
las remesas, los cubanos de adentro, únicos responsables hoy de lo que está
pasando y llamados a ser protagonistas en el cambio, se lanzarían a la calle a
quitar al gobierno, que ya yo por razones obvias no puedo quitar.
Sentimientos encontrados
que por el momento paralizan. El pueblo cubano, al menos una parte de él,
quiere que el cambio sea ya, lo quiere para mañana por la mañana, quiere
despertar y que todo sea diferente y que la luz y el desarrollo los ilumine, tal
como si eso se consiguiera soplando las velitas y pidiendo un deseo frente a un
cake de cumpleaños, pero paralelamente está ya haciendo filas para entrar a las
tiendas en dólares que el gobierno como estrategia super inmoral ha inventado
para una vez más atraer los dólares norteamericanos producidos fuera de Cuba,
por aquellos emigrantes que, no siendo ricos, como somos la mayor parte de los
emigrantes, tengamos la responsabilidad, el compromiso, el deseo y el placer de
por lo menos ayudar a los nuestros.
¿En cuál de los dos
cubanos de adentro creer? En aquellos que apagan las velas y piden un deseo o
en aquellos que apagando las velas van a hacerle el juego al gobierno frente a
las nuevas tiendas abiertas y pretenden seguir viviendo del dinero de afuera,
sin importarle los posibles beneficios que, como consecuencias, el gobierno,
que no les da alimentos, ni agua, que apenas tiene medicinas y servicios de
salud buenos, que no repara las calles y casas, pueda recibir para seguir
viviendo bien.
Si algo hemos mantenido los cubanos en este
último período en el que llevamos más de 60 años, es lo que el gran George
Orwell, en su magistral novela 1984, sin conocer a Cuba, define como el doblepensar.
Ninguna otra definición, me parece más auténtica, más clara, más objetiva y
aclaratoria. Leamos directamente a Orwell, para entender lo que aquí aseguro.
“Doblepensar significa el poder, la
facultad de sostener dos opiniones contradictorias albergadas a la vez en la
mente. El intelectual del Partido sabe en qué dirección han de ser
alterados sus recuerdos; por tanto, sabe qué está trucando la realidad; pero al
mismo tiempo se satisface a sí mismo por medio del ejercicio del doblepensar en
el sentido de que la realidad no queda violada. Este proceso ha de ser
consciente, pues, si no, no se verificaría con la suficiente precisión, pero
también tiene que ser inconsciente para que no deje un sentimiento de falsedad
y, por tanto, de culpabilidad.
El doblepensar está arraigado en
el corazón mismo del Ingsoc, ya que el acto esencial del Partido es el engaño
consciente, conservando a la vez la firmeza de propósito que caracteriza a la
auténtica honradez. Decir mentiras a la vez que se cree sinceramente en
ellas, olvidar todo hecho que no convenga recordar, y luego, cuando vuelva a
ser necesario, sacarlo del olvido sólo por el tiempo que convenga, negar la
existencia de la realidad objetiva sin dejar ni por un momento de saber que
existe esa realidad que se niega…, todo esto es indispensable".
El “doblepensar” sembrado
en las cabezas de las personas, es el peligro más serio que tiene un país, porque
es el veneno que permite a los gobernantes adormecer al pueblo mientras ellos
van trabajando en la instalación de la dictadura y el poder absoluto. Para gobernar
y seguir gobernando por encima de los intereses de las personas, el gobernante
debe tener la habilidad de torcer el sentido de la realidad, en lo que acepto
Fidelito fue un genio. Sólo así es que puede el pueblo aceptar una dictadura
pensando que es la libertad, que puede aceptar las miserias como si fueran
plenitud, que puede aceptar la lucha de clases como si fuera la última
manifestación del amor. El “doblepensar” es un concepto más complejo que la
mentira o la hipocresía.
Los cubanos, algunos
por necesidad y otros, no nos dejemos engañar, por puro disfrute, sin conocer a
Orwell, hemos aceptado y peor, escogido este doblepensar para vivir. Pensemos.
Conducidos por nuestro
máximo líder aprendimos a odiar visceralmente al capitalismo, nos comprometimos
con acabar con algo que apenas conocíamos, sin embargo, durante todo este
tiempo nuestro máximo líder miraba la hora en un Rolex que llevaba puesto en la
muñeca, exquisito exponente del capitalismo suizo y disfrutaba tomando una Coca
Cola, símbolo del “imperio”, porque aquella reflexión de Martí de que había que
tomarse el vino agrio sólo porque fuera nuestro, nada tenía que ver con él.
Aprobamos y vitoreamos
planes cuyos resultados nunca vimos, creímos ciegamente en que estábamos mejor,
estando peor. Confiamos en que teníamos de todo, cuando en realidad cada día
que pasaba perdíamos algo. Llegamos a asegurar que veíamos, cuando en realidad
no había nada que ver. Lo decía nuestro líder, entonces todos sin ver nada, decíamos
que estaba ahí. El doblepensar del gobierno, que muy rápido abrazo el pueblo, fue
capaz de crear una ilusión de algo, que nunca existió, pero que todos vimos.
Nuestros dirigentes
históricos nos comprometieron a odiar el modo de vida del capitalismo y nos
hicieron amar la pobreza y limitación que trae el socialismo aparejado a su
intención de multiplicar la miseria, nos hicieron creer que ese era el camino, mientras
que ellos, se quedaban con las mansiones, los yates, los autos, los viajes, los
adornos, de aquellos a los que habían declarado enemigos. Se les echó la culpa
a algunos y con esto se les puso en la mirilla, para quedar libres de hacer lo
que les dio la gana sin censura y control. Mientras que el pueblo se entretenía
con destruir al enemigo, ellos para dirigir a ese pueblo, vivían y disfrutaban
autorizadamente como el enemigo.
Los cubanos hemos
aprendido a creer en la teoría de Dios y de Jesús, su hijo en la Tierra y al
mismo tiempo hemos abrazado como guía la teoría marxista leninista como filosofía
de vida, sin entender que ambas son diametralmente opuestas de principio a fin.
La primera habla de la concepción que como un rayo de luz cruza un cristal y la
segunda, nada más y nada menos, habla de la evolución del mono hasta su
conversión en hombre. La eterna contradicción entre fe y materia.
Hemos visto a nuestros
hijos jurar diciendo, “pioneros por el comunismo, seremos como el Che” e
inmediatamente hemos dicho, bueno, serán asmáticos, porque comunistas no va a
ser. Hemos marchado en la Plaza de la Revolución en defensa de las conquistas
del socialismo, vestidos con unos tenis Adidas, un pullover Nike, unos jeans Levis,
teniendo en el bolsillo dólares americanos para cuando terminemos de marchar
sentarnos a tomar unas cervecitas, si son de las importadas mejor. Hemos
gritado hasta el desmayo para que devuelvan al niño Elian y a los pocos días
siguientes, hemos firmado los papeles autorizando a nuestros hijos a viajar definitivamente
con sus madres a Estados Unidos. Hemos aceptado que nuestro gobierno done parte
de nuestros alimentos para ayudar a un “país hermano”, no sólo lo hemos
aprobado, sino lo hemos aplaudido fanáticamente y de inmediato hemos ido al
mercado negro a comprar el producto que nos falta, porque no vamos a dejar de
tomar café porque el gobierno que tampoco dejó de tomar café, se le ocurrió enviarlo
para remangalatuerca, o sea, nos comprometimos a decir que aceptábamos, pero
nadie dijo que nos comprometimos a no tomar café.
Hemos amado apasionadamente
al socialismo y a la revolución, hasta que el avión que nos sacó de Cuba
despegó sus ruedas del aeropuerto, momento a partir del cual, conocemos,
entendemos y amamos con la misma pasión al capitalismo. Hemos abordado como
comunistas y hemos aterrizados como capitalistas, sin que esto nos haya costado
el mínimo sacrificio y el proceso de cambiar de coraza o cascaron, nos ha sido
menos sufrido que el de las langostas. Hemos llorado por abandonar Cuba y a los
pocos minutos, hemos besado la tierra y por supuesto, llorado, al aterrizar en
Miami. Hemos llamado gusanos a los que se fueron y luego los hemos recibido
valorando lo lindo que lucen como mariposas. Muchos no queremos recordar, sobre
todo los culpables. Todos, víctimas y victimarios, se sientan juntos frente al
televisor a compartir una buena película tal como si nada hubiera pasado.
Y así, historia por
historia, cuento por cuento, durante estos años, el doblepensar, nos ha
acompañado, pretendiendo siempre estar en el lado frío de la tortilla.
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