viernes, 1 de noviembre de 2019

Sentimientos encontrados. Sentimientos laberínticos.


Resulta fácil hoy ponerse en contra del gobierno cubano. No por ser comunista, no por ser socialista incluso no por estar integrado por casi los mismos que durante muchos años, viviendo muy bien, han llevado a Cuba al desastre total, sino sencillamente porque ha sido y continúa siendo un mal gobierno.

Los malos gobiernos, sean de la tendencia política que sean y estén en el país que estén, no merecen continuar existiendo. En el caso del gobierno cubano, independientemente de los ciclones y huracanes que han pasado, los millones y millones de pesos invertidos en guerras, en inventos alocados, en proyectos que partiendo de caprichos no han dado el mínimo fruto o sencillamente en ideología, hoy es un gobierno que, teniendo la responsabilidad de mantener a un pueblo entero, porque esa es la estructura que se escogió hace 60 años, ya no puede dar de comer, ni suministrar agua, ni medicamentos, etc., de forma estable.

Es un gobierno malo, porque su pueblo durante el mismo tiempo de su existencia se convirtió en una masa de emigrantes, que se trata de ir, poniendo incluso la vida en peligro, para cualquier lugar del mundo, para cualquier continente, sin reparar en idioma, clima, condiciones sociales, sin conocer a nadie, sin tener idea tan siquiera de dónde queda ese país en un mapa. Es un mal gobierno, no importa el nombre que tenga, porque su juventud, que sería la fuerza motriz más importante, está desanimada, desahuciada, desesperanzada y sólo piensa en huir para vivir en algún lugar del que, paradójicamente, lo único que ha escuchado decir es que es malo. Juventud que se ha quedado sin instinto de conservación y prefiere ir a probar al infierno, que es más o menos cómo la propaganda ideológica marxista leninista ha definido al capitalismo.

Los gobiernos malos históricamente han desaparecido. No sólo los gobiernos, lo que es algo circunstancial de un determinado período, sino las formaciones económico-sociales, que resultan más largas y complicadas por todo el entramado sobre el que se construyen y luego sustentan. La mala administración de fondos, la no explicación de planes claros, la no consecución de los objetivos diseñados, aspectos de violaciones éticas y humanas, son la causa fundamental para que parte de un pueblo, su mayor parte, se canse y luche por cambiar, a los que dirigen y los métodos que utilizan.

El pueblo cubano, diseñado en varios sectores, o sea, no sólo los visualmente oprimidos, en la década del 50 del siglo XX luchó contra la dictadura de Batista porque el crimen, la tortura, la desaparición de hombres y mujeres había llegado a niveles inimaginables, pero también la lucha fue contra la miseria, el hambre, la explotación obrera y campesina, los bajos salarios y la real desigualdad entre muy pobres y muy ricos. El pueblo cubano luchó contra la muerte injustificada y en contra del analfabetismo, la insalubridad, la falta de atención médica, etc. El pueblo cubano, como resumen, se tiró a las calles para lograr que los adelantos y beneficios que existían fueran para todos.

Esto, fácil de decir, costó no sólo sangre y dolor, sino que, para tratar de lograrlo, se tuvo que perjudicar a otra parte del también llamado pueblo. Se intervino fábricas, se expropiaron propiedades, casas y mansiones, se quitó tierras, privilegios, se dejó sin trabajo a muchos, se trató de igualar por debajo, o sea, por la pobreza, porque a la riqueza nunca se pudo llegar para todos por igual y este supuesto equilibrio, entonces también costó más sangre, más dolor e introdujo aspectos nuevos para ese pueblo. De ser un pueblo que recibía inmigrantes, el pueblo cubano se convirtió en un pueblo que emigra sostenidamente y con eso apareció un nuevo dolor, mucho mayor que todos los anteriores, o sea, la separación. Separación de la familia, separación de un pedazo de tierra, de la historia, etc. Hoy es, en sentido general, un pueblo que sufre, como no muchos otros, el tema de la separación familiar, hecho que por sí sólo, justificaría enormemente, el cambiar a cualquier gobierno con todos sus planes y acciones. Un gobierno que deporte u obligue a emigrar, nunca fue un buen gobierno, si se cree lo contrario véase la vida y obra de José Martí.

Cualquier gobierno tiene que ser cambiado, cuando sólo ha podido ofrecer sacrificios por 60 años. Sacrificio para comer, para bañarse, para estudiar, para hacer y mantener una familia, para curarse de una enfermedad e incluso para morir. El sacrifico es entendible cuando después de él viene años de mejoría, desarrollo y estabilidad, cuando se entra al sacrificio con uno y después del trabajo y el esfuerzo, se sale con cinco; pero, cuando se entra al sacrificio con uno y después de largos y mantenidos sacrificios o peor, después de un enorme sacrificio aumentado, se termina y está en -20, y que hoy solo se hable de un sacrificio eterno que no se sabe a dónde va, ni cuándo termina, menos en qué termina, ese gobierno no debe, ni puede continuar. Los gobiernos, al menos honestos, cuando solo consiguen estar en -20, solitos se suicidan, porque el suicidio, en determinados momentos puede ser una acción honorable.

La esclavitud desapareció, no porque los esclavistas se convirtieran en buenos, sino por ser esclavitud. Llegó un momento en que no sólo era inmoral, sino insostenible desde el punto de vista económico. Los esclavistas ricos se vieron afectados. El feudalismo no desapareció porque los señores feudales tomaron conciencia de que no debían seguir cobrando el diezmo, ni teniendo el derecho de pernada o primera noche, ni construyendo sus castillos y realizando sus guerras. Desapareció porque era inoperante para las fuerzas económicas que se comenzaron a gestar dentro de él. Los señores feudales, perdieron y empobrecieron, algunos conservaron sus castillos en ruinas y sus títulos nobiliarios, pero nada más. El capitalismo debía desaparecer porque al concentrar la riqueza en pocas manos, dejaba sin aliento a la mayor parte del pueblo. El capital, que por momentos fue y ha sido la mayor fuerza de desarrollo de la humanidad, era moralmente indebido y entonces cedería sus pasos a una sociedad más avanzada, más desarrollada, más equitativa, más equilibrada, más justa, que, llamada a instaurarse por la fuerza, prometía, sólo prometía, un futuro más dulce. Esa dulzura hasta hoy nunca logró superar a su antecesor y terminó en frustración, creando la mayor de las contradicciones incluso filosófica, los que no nacieron dentro de él, los que no lo conocieron, los que no tienen la menor referencia de cómo se vive, hoy añoran ese sistema, considerándolo mejor para soñar y como si fuera poco, realizar sus sueños y vidas.

Llámese como se llame, comunismo, fidelismo, ahora canelismo, el gobierno cubano, que se propuso ser un buen padre para un pueblo y no lo logró, no sólo eso, sino que se ha convertido en la peor versión que se pueda conocer de gobierno comunista, exceptuando al de Corea del Norte, debería, tal como un samurái japonés elegir el camino del suicidio honorable, pero sabemos que el poder embriaga más que el alcohol y endroga más que la cocaína. Los que hoy detentan el poder, que sólo son continuidad de la miseria, están, primero que todo y, sobre todo, únicamente defendiéndose a sí mismos, aunque para eso tengan que mentir despiadadamente. Los malos padres, los irresponsables, los que con sus actuaciones deforman y destruyen a su familia, es mejor que desaparezcan, recomendado así incluso por los psicólogos.

Todo gobierno tiene sus mecanismos, el cubano es famoso por vivir siempre del exterior, tanto para bien como para mal. Primero la justificación histórica, hoy increíble, del embargo norteamericano que afecta hasta la producción de boniatos, más los soviéticos y su estratégico campo socialista, los capitalistas buenos, los chinos, etc., y la muy manipulada utilización de la emigración. Si, la misma emigración que echaron de las formas más humillantes conocidas, a la que todavía hoy llaman apátrida, enemiga e hija de malas madres.

La situación de Cuba entonces se convierte en laberíntica y desde hace años, ese laberinto cada día presenta caminos más intrincados difíciles de caminar para encontrar la salida y cada minuto su realidad aparece más confusa, incluso para aquellos que pudieran estar de acuerdo con que tiene que existir un cambio. Laberinto y confusión, que llevan a un estado palpable de “sentimientos encontrados”.

Ahora mismo hay un llamado en las redes sociales a realizar una huelga, un alzamiento, un paro internacional, que significa no envío de remesas y ayudas a Cuba, porque como es conocido de ellas, además de que sobreviven nuestros familiares y amigos, vive, se revive y alarga la vida el gobierno. Puede ser hoy, la entrada de dinero a Cuba proveniente del exterior sin que el gobierno haya invertido nada en ella, una de las mayores fuentes de ingresos estables para el gobierno, para el mismo gobierno que luego utiliza ese dinero en, ya ni se sabe dónde y en qué, pero si queda claro que para mejorar las condiciones de vida de eso que llaman pueblo, no es.

Situación laberíntica que por un lado dice, es justo, es lo que hay que hacer. Dar un golpe de no dinero y de esa forma contribuir a la penuria de un gobierno que a todas luces no tiene de dónde sacar. Es una buena medida, porque, además, el gobierno, en franca necesidad y petición de esas remesas, no ha tenido a bien, como mínimo, hacer un llamado digno, claro, honesto a esa parte del pueblo cubano que vive fuera de Cuba, sin tan siquiera reconocer que se cometieron errores y por tanto sin emitir una disculpa, para aquellos que sin haber atentado directamente contra el gobierno, me refiero a bombas, sabotajes, atentados, etc., sólo por tratar de mejorar y vivir la única vida que tienen, en un momento decidieron irse por las buenas o por las malas.

Sería una buena medida y creo una justa opción como acción directa, suspender todas las ayudas, hasta las más mínimas, para de esa forma apretar el collar de estrangulamiento que lleva hoy el gobierno en su cuello. Junto a las actuales restricciones de gobiernos como el norteamericano, lo que lleva a la imposibilidad de obtener una buena suma de dinero, obtenida hasta ahora, junto a la imposibilidad de alquilar a los médicos cubanos y cobrar por ellos a cambio de entregarles una pequeña parte, no porque no aparezcan los mercados destinos, sino porque los médicos se llenaran de valor y se negaran a ser alquilados, pudiera ser, previo que la emigración cubana se pusiera de acuerdo, la suspensión de envío de dinero a Cuba, una buena patada por el culo al gobierno. Cuando se estrangula incluso a un animal furioso, su ataque se detiene, en la misma medida que se detiene su vida.

El gobierno cubano, no como algo excepcional, sino como todo oportunista mayor, vive, si descaradamente vive, del dinero que produce la emigración. Vive y cada día pretende vivir más, increíblemente, todavía hoy llamando a la emigración hija de mala madre, prohibiéndole la entrada a Cuba, obligándole a pagar sumas inmensamente grandes por pasaportes, permisos de entradas, maltratando a esa emigración que regresa y lleva a su familia jabones y pasta de dientes porque en Cuba no existen, robándole, decomisándole y recibiéndola de mala gana.

Contraste. He contado que cuando llegué a República Dominicana en diciembre del 2007, país que tiene muchos emigrados sobre todo en Estados Unidos, lo primero que me tropecé fue con un gran cartel a todo lo largo del salón de llegada que decía “Bienvenido Hermano Dominicano” y hasta mí, que no soy dominicano, me sonaron un vaso con un trago de ron. La llegada de dominicanos a República Dominicana es todo un acontecimiento para celebrar, con grupo musical y de baile incluidos. Es lindo llegar así, es lindo encontrar una sonrisa, es lindo que te agradezcan, es lindo que te reconozcan y más allá de si viajaste en primera clase, en clase económica o en el baño del avión, al llegar a tu patria se te valore.

Entonces yo, cuando entro a caminar en el laberinto me digo, si, es justo, no vamos a enviar más dinero, ni ayuda a Cuba siguiendo el llamado de las redes sociales, pero inmediatamente en el mismo caminar laberíntico me pregunto: ¿Cómo dejar de recargarle el teléfono a mi hermano sabiendo que es la única forma de comunicación que tiene con mi madre de la cual vive a 50 kilómetros?, ¿Cómo no enviar ayuda a mi madre que tiene 76 años y a mi suegra que tiene 92 años, sabiendo que para conseguir determinadas cosas necesitan de algunos dólares?, ¿Cómo no recordar lo que siente una familia cubana cuando le llega un paquetico de café, unos jabones o 10 dólares?, ¿Cómo no enviar unas galleticas dulces a mis viejos, sabiendo lo que ellas significan para endulzar el alma?

Es complicado, hay familias enteras que dependen de los dólares americanos, no de una ayuda extra, sino de una entrada total. Hay personas, más allá de que sea justo o no, entendible o no, que mantienen totalmente a sus esposas, sus hijos, sus padres en Cuba. Hay personas con familiares enfermos de enfermedades graves que tienen la responsabilidad de enviar no sólo dinero, sino medicamentos, algodón, esparadrapos, agujas y jeringuillas, culeros, colchones o mantas anti escaras, etc. Hay muchas personas que saben que para que sus hijos o viejos tomen leche y coman alguna que otra proteína, tienen que enviar dinero constantemente. Hay muchos que envían los tenis que se ponen sus hijos porque de lo contrario andarían descalzos. ¿El liberar a Cuba hoy, justifica el precio de saber que tus hijos andas descalzos y no tienen para comer?

Creo que sí, se debería suspender toda la ayuda, sobre todo porque de esa ayuda, que suma millones de dólares vive el gobierno, vive bien sin resolver nada para el pueblo. Al final para dar paso al feudalismo, los esclavistas perdieron y sufrieron y para que el capitalismo se impusiera los señores feudales tuvieron que desaparecer, entonces sería hasta cierto punto justificable que el pueblo cubano, que lleva 60 años viviendo bajo el nombre de comunismo para regresar al capitalismo como única opción, para conseguir un futuro mejor en esta vida, la única que tenemos, tenga que sufrir las penurias más grandes, tenga que pasar hambre, miseria y morir. Pero al mismo tiempo me resisto a ver morir a los míos, me resisto a que mi familia, tengo en Cuba a una buena parte de ella, madre, suegra, hermanos, cuñados, sobrinos, tenga que sufrir lo que incluso yo sufrí y por lo que me fui. Me resisto a, teniendo las posibilidades, vengarme del gobierno cubano, haciendo pasar a los míos por lo que nadie tiene que pasar.

No hablo de cadenas de oro, no hablo de hospedajes en hoteles, no hablo tan siquiera de comidas ricas en proteínas como langostas y mariscos. Menos hablo de aires acondicionados, de televisores plasmas de 70 pulgadas, de autos de lujo. Hablo sencillamente de esa ayuda que yo mientras viví allí agradecí enormemente cuando algún amigo me priorizaba. Hablo de esa tasita de café o esa galletica de dulce, que muchas veces es más necesitada que la mismísima carne de res. Mi suegra con sus más de 90 años, le importa poco ya comer carne, pero muere por un vaso de helado. ¿Podría yo entonces, esperar a que muera para llevarle el helado y echárselo a la tumba? Mi madre necesita una linterna para caminar de noche en las malas aceras de Víbora Park. ¿Tendría yo que esperar a que se fracturara la cadera después de meter el pie en un hueco para llevarle el cabrón aparato para iluminar sus pasos?

Es laberintico, porque es cierto que el gobierno dejaría de obtener la fácil cantidad de dinero que por concepto remesas maneja, también es cierto que, para evitarlo, tendríamos que ser conscientes los que estamos fuera y los amigos y familiares que están dentro de que es más que necesario un período de super escasez, super necesidades, super miserias y incluso super muertes. Es cierto que podría ser una buena acción, pero los que están adentro tendrían no sólo que aceptar nuestra decisión, sino pedirla y ser capaces de aguantar. ¿Qué más tendrían que aguantar mi madre y mi suegra en sus ya viejas vidas?

El pueblo de Cuba, esa definición que no sabemos exactamente a qué parte se refiere, no todo vive o recibe remesas. Los que la reciben escapan, los que no, es más que evidente que se los está llevando el Diablo. El gobierno cubano, como todo gobierno, vive bien. Los últimos afectados serán aquellos come vacas que apoyan y representan hoy al poder. Podrá morirse la mitad de la población cubana y los integrantes del gobierno no perderán sus carros, sus casas, sus beneficios, porque para dirigir a la otra mitad que queda viva, justificarán que los necesitan. El último pan que quede en Cuba se utilizará para alimentar a Raúl Castro, primer secretario del Partido Comunista, que es, al final de la historia, el que decide todo.

Entonces: ¿Estaría dispuesto a suspender el envío de ayuda a mi familia y amigos en Cuba? No sé, por momentos pienso que sí, sobre todo si todos nos ponemos de acuerdo y la acción puede ser definitiva para acabar con el sufrimiento de todo y todos, pero por momentos pienso que no, que ningún gobierno, ni ninguna estrategia para eliminarlo, puede impedir la responsabilidad de ayudar a los que más necesitan.

El gobierno de Cuba separó a la familia cubana que se dejó separar, nos distanció, nos humilló, nos puso a fajarnos, para conseguir sus objetivos, entonces no me queda claro que, para sacarnos de arriba a ese gobierno, tengamos que volver a dividir, distanciarnos y olvidarnos. Tampoco estoy muy convencido de que, al no recibir las remesas, los cubanos de adentro, únicos responsables hoy de lo que está pasando y llamados a ser protagonistas en el cambio, se lanzarían a la calle a quitar al gobierno, que ya yo por razones obvias no puedo quitar.

Sentimientos encontrados que por el momento paralizan. El pueblo cubano, al menos una parte de él, quiere que el cambio sea ya, lo quiere para mañana por la mañana, quiere despertar y que todo sea diferente y que la luz y el desarrollo los ilumine, tal como si eso se consiguiera soplando las velitas y pidiendo un deseo frente a un cake de cumpleaños, pero paralelamente está ya haciendo filas para entrar a las tiendas en dólares que el gobierno como estrategia super inmoral ha inventado para una vez más atraer los dólares norteamericanos producidos fuera de Cuba, por aquellos emigrantes que, no siendo ricos, como somos la mayor parte de los emigrantes, tengamos la responsabilidad, el compromiso, el deseo y el placer de por lo menos ayudar a los nuestros.

¿En cuál de los dos cubanos de adentro creer? En aquellos que apagan las velas y piden un deseo o en aquellos que apagando las velas van a hacerle el juego al gobierno frente a las nuevas tiendas abiertas y pretenden seguir viviendo del dinero de afuera, sin importarle los posibles beneficios que, como consecuencias, el gobierno, que no les da alimentos, ni agua, que apenas tiene medicinas y servicios de salud buenos, que no repara las calles y casas, pueda recibir para seguir viviendo bien.

Si algo hemos mantenido los cubanos en este último período en el que llevamos más de 60 años, es lo que el gran George Orwell, en su magistral novela 1984, sin conocer a Cuba, define como el doblepensar. Ninguna otra definición, me parece más auténtica, más clara, más objetiva y aclaratoria. Leamos directamente a Orwell, para entender lo que aquí aseguro.

Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias albergadas a la vez en la mente. El intelectual del Partido sabe en qué dirección han de ser alterados sus recuerdos; por tanto, sabe qué está trucando la realidad; pero al mismo tiempo se satisface a sí mismo por medio del ejercicio del doblepensar en el sentido de que la realidad no queda violada. Este proceso ha de ser consciente, pues, si no, no se verificaría con la suficiente precisión, pero también tiene que ser inconsciente para que no deje un sentimiento de falsedad y, por tanto, de culpabilidad.
El doblepensar está arraigado en el corazón mismo del Ingsoc, ya que el acto esencial del Partido es el engaño consciente, conservando a la vez la firmeza de propósito que caracteriza a la auténtica honradez. Decir mentiras a la vez que se cree sinceramente en ellas, olvidar todo hecho que no convenga recordar, y luego, cuando vuelva a ser necesario, sacarlo del olvido sólo por el tiempo que convenga, negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar ni por un momento de saber que existe esa realidad que se niega…, todo esto es indispensable".

El “doblepensar” sembrado en las cabezas de las personas, es el peligro más serio que tiene un país, porque es el veneno que permite a los gobernantes adormecer al pueblo mientras ellos van trabajando en la instalación de la dictadura y el poder absoluto. Para gobernar y seguir gobernando por encima de los intereses de las personas, el gobernante debe tener la habilidad de torcer el sentido de la realidad, en lo que acepto Fidelito fue un genio. Sólo así es que puede el pueblo aceptar una dictadura pensando que es la libertad, que puede aceptar las miserias como si fueran plenitud, que puede aceptar la lucha de clases como si fuera la última manifestación del amor. El “doblepensar” es un concepto más complejo que la mentira o la hipocresía.

Los cubanos, algunos por necesidad y otros, no nos dejemos engañar, por puro disfrute, sin conocer a Orwell, hemos aceptado y peor, escogido este doblepensar para vivir. Pensemos.

Conducidos por nuestro máximo líder aprendimos a odiar visceralmente al capitalismo, nos comprometimos con acabar con algo que apenas conocíamos, sin embargo, durante todo este tiempo nuestro máximo líder miraba la hora en un Rolex que llevaba puesto en la muñeca, exquisito exponente del capitalismo suizo y disfrutaba tomando una Coca Cola, símbolo del “imperio”, porque aquella reflexión de Martí de que había que tomarse el vino agrio sólo porque fuera nuestro, nada tenía que ver con él.

Aprobamos y vitoreamos planes cuyos resultados nunca vimos, creímos ciegamente en que estábamos mejor, estando peor. Confiamos en que teníamos de todo, cuando en realidad cada día que pasaba perdíamos algo. Llegamos a asegurar que veíamos, cuando en realidad no había nada que ver. Lo decía nuestro líder, entonces todos sin ver nada, decíamos que estaba ahí. El doblepensar del gobierno, que muy rápido abrazo el pueblo, fue capaz de crear una ilusión de algo, que nunca existió, pero que todos vimos.

Nuestros dirigentes históricos nos comprometieron a odiar el modo de vida del capitalismo y nos hicieron amar la pobreza y limitación que trae el socialismo aparejado a su intención de multiplicar la miseria, nos hicieron creer que ese era el camino, mientras que ellos, se quedaban con las mansiones, los yates, los autos, los viajes, los adornos, de aquellos a los que habían declarado enemigos. Se les echó la culpa a algunos y con esto se les puso en la mirilla, para quedar libres de hacer lo que les dio la gana sin censura y control. Mientras que el pueblo se entretenía con destruir al enemigo, ellos para dirigir a ese pueblo, vivían y disfrutaban autorizadamente como el enemigo.

Los cubanos hemos aprendido a creer en la teoría de Dios y de Jesús, su hijo en la Tierra y al mismo tiempo hemos abrazado como guía la teoría marxista leninista como filosofía de vida, sin entender que ambas son diametralmente opuestas de principio a fin. La primera habla de la concepción que como un rayo de luz cruza un cristal y la segunda, nada más y nada menos, habla de la evolución del mono hasta su conversión en hombre. La eterna contradicción entre fe y materia.

Hemos visto a nuestros hijos jurar diciendo, “pioneros por el comunismo, seremos como el Che” e inmediatamente hemos dicho, bueno, serán asmáticos, porque comunistas no va a ser. Hemos marchado en la Plaza de la Revolución en defensa de las conquistas del socialismo, vestidos con unos tenis Adidas, un pullover Nike, unos jeans Levis, teniendo en el bolsillo dólares americanos para cuando terminemos de marchar sentarnos a tomar unas cervecitas, si son de las importadas mejor. Hemos gritado hasta el desmayo para que devuelvan al niño Elian y a los pocos días siguientes, hemos firmado los papeles autorizando a nuestros hijos a viajar definitivamente con sus madres a Estados Unidos. Hemos aceptado que nuestro gobierno done parte de nuestros alimentos para ayudar a un “país hermano”, no sólo lo hemos aprobado, sino lo hemos aplaudido fanáticamente y de inmediato hemos ido al mercado negro a comprar el producto que nos falta, porque no vamos a dejar de tomar café porque el gobierno que tampoco dejó de tomar café, se le ocurrió enviarlo para remangalatuerca, o sea, nos comprometimos a decir que aceptábamos, pero nadie dijo que nos comprometimos a no tomar café.

Hemos amado apasionadamente al socialismo y a la revolución, hasta que el avión que nos sacó de Cuba despegó sus ruedas del aeropuerto, momento a partir del cual, conocemos, entendemos y amamos con la misma pasión al capitalismo. Hemos abordado como comunistas y hemos aterrizados como capitalistas, sin que esto nos haya costado el mínimo sacrificio y el proceso de cambiar de coraza o cascaron, nos ha sido menos sufrido que el de las langostas. Hemos llorado por abandonar Cuba y a los pocos minutos, hemos besado la tierra y por supuesto, llorado, al aterrizar en Miami. Hemos llamado gusanos a los que se fueron y luego los hemos recibido valorando lo lindo que lucen como mariposas. Muchos no queremos recordar, sobre todo los culpables. Todos, víctimas y victimarios, se sientan juntos frente al televisor a compartir una buena película tal como si nada hubiera pasado.

Y así, historia por historia, cuento por cuento, durante estos años, el doblepensar, nos ha acompañado, pretendiendo siempre estar en el lado frío de la tortilla.

Laberínticos sentimientos.

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