domingo, 2 de febrero de 2020

"No se puede liberar a un pueblo que no quiere ser liberado". (Parte I)

Soy papá, relativamente joven aún, de dos hijos grandes. Esto tiene más de bueno que de malo. Escucho con frecuencia a mi alrededor hablar de las dificultades que existen para parir. Los niños pequeños exigen mucha atención, sacrificios, dinero y creo que es cierto, pero muchas personas piensan que la única misión en la vida es criar a bebitos, darle de comer, llevarlos al médico y esperar a que crezcan, para ya salir de ellos. ¿Podría parirse un hijo con 20 años y así facilitar la gestión?

Niños pequeños problemas pequeños, niños grandes problemas más grandes, dicen los viejos en Cuba y creo que es cierto. Sin demeritar el trabajo del embarazo, parto y criar a un niño durante su infancia, la tarea de continuar para siempre con los hijos es mucho mayor.

Ser papá de hijos grandes y poder compartir con ellos, más allá de tareas, comidas, castigos y hospitales, lleva a ser capaz de transformar esa paternidad en amistad. Lleva a transformar nuestra tarea de vigilantes y suministradores, en comprometidos amigos, compañía, acompañantes, entendedores, cómplices, etc., lo que resulta a veces más difícil que hacer una tarea de la escuela o ir a verlo en un torneo deportivo.

Tener hijos grandes y ser aún una persona activa, nos hace aprender, no sólo como padres, sino como humanos. Nuestros hijos crecen bajo una supuesta correcta educación familiar, la nuestra, pero durante ese crecimiento desarrollan sus propias ideas, sus propios valores, sus propias estrategias, muchas veces parecidas a las nuestras, otras no y entonces estamos obligados a entender y muchas veces a cambiar.

Nuestra vida fue una, nuestro momento histórico fue el nuestro y resulta imposible pretender, más allá de las normas elementales de familiaridad y convivencia, que nuestros hijos ya grandes, vivan momentos históricos que no les tocaron.

Converso todos los días con mis hijos, a veces varias veces al día, no importa que ellos no me llamen, no importa si les repito nuevamente lo que le dije ayer, mi responsabilidad es no cansarme. Entonces puedo decir que he aprendido y aprendo mucho de ellos. Los hijos siempre son el más riguroso tribunal de los padres, son aquellas personas que, encontrando obviamente, un escenario propicio, dicen las cosas tal como son, reclaman lo que creen injusto, critican sin términos medios o paños tibios, tal como, si fuimos buenos padres, les enseñamos a hacer. Hoy no podemos quejarnos de esa actuación, nos están dando nuestras tres tazas de caldo.

Gracias a mis hijos grandes, hoy, conozco de tecnología y computación, herramientas con las que no crecí en abundancia, aprendo y conozco de música, la buena música que hoy también existe, lo que me permite no seguir diciendo que los 70 y 80 son únicos. Gracias a esos hijos grandes, mi inserción en Estados Unidos ha sido menos dramática, porque los jóvenes con cerebros se cuelan más fácil, aprenden más rápido y tienen, jóvenes al fin, menos miedo. Soy criticado, entonces trato de continuar aprendiendo.

Entonces en una de esas conversaciones, por momentos interminables, de esas que se detienen y continúan al día siguiente, mi hija Jennifer, hablando sobre Cuba, nos interesa porque, más allá del sentimiento de patria, tenemos a buena parte de nuestra familia allí, me decía, más o menos algo así.

Yo no sé qué pasa, porque veo a los venezolanos, a los bolivianos, a los puertorriqueños, sin tantos partidos ideológicos, sin tantas muelas, en las calles luchando con piedras frente a la policía y el ejército de sus respectivos países, por la televisión se ven a multitudes de personas cargando sus cadáveres hacia los cementerios, cuando consideran que sus ciudadanos han muerto por causas injustificadas, víctimas de atropello policial o militar, victimas de los gobiernos de turno y para culminar se hacía una pregunta, la misma pregunta que se repite y se repite siempre: ¿Qué nos pasa?. Ella misma reflexionaba y me decía que cuando desde aquí miraba hacia el pueblo de Cuba, al que ella conoce porque creció allí, lo que ve hoy es a un grupo de zombies, de esos que se ven en las series y las películas de moda, que caminan y caminan con pasos perdidos, de un lado a otro, sin rumbo y objetivos definidos, más allá de morder a alguien no zombie para alimentarse.
Tratando de explicarle a Jenny, sin poder explicar categóricamente nada, le dije que pensaría y escribiría sobre este tema, más de lo que he podido escribir en algunos de mis artículos anteriores y entonces aquí estoy.

¿Qué nos pasa?, se parece a aquella obra de Lenin a la que tituló ¿Qué hacer? donde pensaba tratar tres temas y luego él mismo tuvo que cambiar porque descubrió que era imposible lograr los objetivos que se había propuesto tratar en su obra. Es esa pregunta que nos hacemos y nos hacen y que se hacen incluso muchos no nacionales cubanos, frente a la que todos tenemos respuestas varias, después de rascarnos la cabeza o poner cara de carneros degollados, por la imposibilidad de definir algo exactamente. Lo que nos pasa, en dependencia de la capacidad y conocimiento de cada uno de nosotros, termina en la enumeración gigantesca, a veces fría y aburrida, sin pasión, de causas, orígenes, culpas, que repetimos y repetimos, tratando, muchas veces, de adivinar, otras de echar la culpa a determinado personaje pasado y presente. Es como una suerte de lotería o un juego de azar, donde tiramos los dados, contamos los huequitos negros que sacamos, buscamos en las instrucciones y decimos, lo que nos pasa es tal o más cual cosa.

Sin embargo, responder a qué nos pasa, es algo más complicado, podría dar pie, debido a cómo están las cosas ahora en Cuba, no sólo a escritos, publicaciones, entrevistas, libros, etc., sino a una carrera universitaria de esas de 5 años, continuada con maestría y doctorado.

Hace unas horas he escuchado a una persona decir: “no se puede liberar a un pueblo que no quiere ser liberado” y esto puede ser cierto. Puede ser verdad, ningún zombie en las películas camina con un cartel que dice: no quiero ser zombie, ayúdenme a cambiar, búsquenme una medicina o un tratamiento médico que me libere de esta condición. El zombie es zombie para toda la vida y sólo dejará de existir producto de que alguien le corte la cabeza.

En medio de idas y venidas de ideas conversando con Jenny, ella me dijo que creía que lo único que había hecho la llamada revolución cubana que ha perdurado, que ha durado, a lo cual había dedicado y aún dedica todos los recursos y todas las fuerzas, es a dividir a los cubanos, empezando por la propia familia y esta puede ser la mayor de las explicaciones. Todo lo demás depende de ella.

Es una pena porque Cuba sabe de manifestaciones populares. Durante todos los años de la llamada seudo república se sucedieron marchas, protestas, huelgas, pequeñas y grandes, donde el pueblo cubano, sin tantos periquitos, se lanzó a la calle a exigir sus derechos. Cuba sabe de manifestaciones en contra de gobiernos, incluso en momentos tan difíciles como la dictadura de Batista, dónde no es mentira, la represión llegó a niveles muy altos.

Gústenos o no la historia, una de las manifestaciones populares más grandes y espontáneas ocurridas en Cuba fue el sepelio de Frank País, un mes exacto después del asesinato de su hermano Josué. El día 30 de julio de 1957 Frank fue masacrado brutalmente en el Callejón del Muro en Santiago de Cuba junto a Raúl Pujol, hecho que conmocionó a toda la población santiaguera y una buena parte de Cuba.


Frank fue velado en su casa materna por dos horas y luego fue trasladado a la casa de su novia, para, frente a los ojos de la policía y el ejército batistianos, ser vestido de verde olivo con sus grados de coronel del ejército rebelde, una boina, el brazalete del movimiento 26 de julio y una rosa blanca en el pecho. Se realizó una huelga nacional y el pueblo santiaguero, de forma masiva y de nuevo, espontáneamente, o sea, sin que nadie le tomara asistencia, pasó por allí a rendirle tributo, frente a todo un inmenso despliegue de batistianos, preparados y dispuestos a intervenir. La idea fue super valiente, vestir a un muerto con un uniforme verde olivo y con el brazalete del Movimiento 26 de Julio, ya era una justificación para que los batistianos actuaran violentamente.

El cadáver fue sacado en un carro fúnebre y se unió en el Parque Céspedes, puro centro de la ciudad santiaguera, frente a la catedral y el ayuntamiento, a los acompañantes del cadáver de Pujol, para desde allí emprender el camino al cementerio Santa Efigenia. Cuentan que el cortejo fúnebre de pueblo tenía más de 20 cuadras repletas de personas. Al pasar por la esquina donde un mes antes habían sido asesinado Josué, el pueblo decidió sacar las cajas fúnebres de los carros y llevarlas en hombros el ultimo trayecto, donde, frente a las caras de los policías y militares apostados, se entonaron las notas del Himno Nacional y se gritaron consignas de Abajo Batista, Viva la Revolución, incluso, Viva Fidel, figura por aquellos años más que conocida por el gobierno. Soy santiaguero, aún hoy en el 2020, no dejo de emocionarme con estas historias. Lindo pueblo de aquellos años, que viviendo bajo un régimen que te podía matar y no pasaba mucho, se lanzaba a la calle a despedir a uno de sus mejores hijos.

He visto el entierro de una de las niñas que recién murió por el derrumbe de un balcón en Cuba. Diferente. Nadie del gobierno, ningún periodista, ninguna autoridad de educación, ni el propio canciller Bruno Rodríguez que días antes había estado tan compungido por la muerte del basquetbolista Kobe y había enviado condolencias al pueblo norteamericano por su pérdida. Solo una pequeña caja blanca, una familia destruida y unos pocos amigos. He visto las declaraciones de no de los padres de las víctimas, donde trataba de explicar lo inexplicable. El sólo frente a una pantalla de celular, nadie lo acompañaba. Evidentemente diferente. ¿Qué nos pasa? pregunta Jennifer.

Cuba, esas cuatro letras que deberían corresponder a una ubicación geográfica, a un pedazo de tierra, tiene hoy, más que nunca, dos escenarios diferentes. La Cuba de adentro y la Cuba de afuera. Los millones de cubanos que viven allí, en la isla grande del Caribe y los millones de cubanos, que, dispersados por todo el mundo, viven lejos de la tierra que los vio nacer. La Cuba que tiene como capital interna a la Ciudad de la Habana y como capital externa a Miami, casi con la misma cantidad de pobladores.

La revolución cubana, muy al principio, no es mentira, trajo cambios. Si usted vivía en el medio de la Sierra Maestra, andaba descalzo, analfabeto y estaba destinado a trabajar recogiendo café por centavos y el gobierno, lo sacó de allí, lo llevó a La Habana, lo puso a vivir en Miramar como becado, le facilitó estudiar y lo convirtió en maestro ganando un salario más menos decoroso, usted fue beneficiado. Si usted vivía en medio de una montaña y había perdido a varios de sus hijos por enfermedades resolvibles y el gobierno le construyó en su pueblo un policlínico o un hospital y además todos los servicios se los dio gratis, usted fue beneficiado. Si era negro de familia negra, de esas que habían existido por siglos sin mucho y, de pronto, fue a la escuela gratis, se hizo un profesional, se hizo deportista, bailarín, poeta, pintor, pudo viajar por toda Cuba e incluso al exterior, le dieron medallas, más carro, más apartamento o casa, lo sacaron de su pueblecito pobre, de su batey y lo llevaron a vivir en una confortable casa en medio del Vedado, usted fue beneficiado.

Si de pronto se vio abrazando a “su Comandante en Jefe”, se vio sentado al lado de él, el amigo visitó su casa, le paso la mano a su hija por la cabeza, que era más o menos como estar cerca de Dios, usted fue beneficiado. Si usted era minusválido o ciego y le resolvieron una silla de rueda y una operación en Alemania, gracias a la cual logró ver, si usted era una prostituta, que “gracias” a la defensa de la mujer, salió del prostíbulo, estudio, fue a la universidad, se graduó de maestra y no tuvo que acostarse más nunca con un baboso por dinero, usted fue beneficiada.

Paralelamente a estas acciones, que muchas veces controlaba el propio “invicto”, como buen protagónico, esas de poner una escuela con computadoras y paneles solares incluidos en una montaña donde sólo vivía un niño, el amigo desarrolló su verdadera estrategia. Él mismo declaró que uno de sus libros de cabecera era nada más y nada menos que “Mein Kampf” del mismísimo Adolfo Hitler. En “Mi lucha”, recomiendo leerlo para entender, Adolfito describió sus ideas propias sobre la ideología política nacionalista, o mejor super nacionalista, que lo llevó a convencer a una gran parte del pueblo alemán y avaló gran parte de sus acciones diarias, de ellas las más desastrosas la II Guerra Mundial y la idea de exterminio de los judíos y todo el que no fuera 100% blanco puro. Hábil Hitler, porque él, ni era alemán, ni era puro, no tenía los ojos azules y el pelo rubio, ni medía 6 pies de alto, a pesar de lo cual, con su baja estatura, su cara fea y sus discursos sobreactuados, se metió a muchos en el bolsillo y a los que no, los metió en cajas de muertos, fosas comunes o los dejó tirados muertos en cualquier esquina.

En ambas Cuba, los cubanos de antes, los viejos, han muerto o están muriendo, el propio Fidel decidió morirse un día y librarnos de su, por lo menos, presencia física. Nuestros abuelos y padres, si aún existen, están viejos. La mayor parte de nosotros vivos hoy, nacimos después del triunfo de la revolución y todos, exactamente todos, crecimos debajo de su influencia, todos bebimos de esa copa de vino, todos, unos víctimas y otros victimarios, participamos en los escenarios diseñados como laberintos para que nos perdiéramos. A veces la participación determinada, lejos de beneficiar al análisis, lo limita. El haber estado dentro de un proceso, en vez de dar claridad, muchas veces la limita. Existe dolor, rencor, complicidad, pena, arrepentimiento sincero y mentiroso, oportunismo, delincuencia política y administrativa, etc., que todos vivimos o padecimos.

Trataré de describir cómo veo los escenarios desde mi óptica, o sea, las dos Cuba. No creo que el tema sea económico, la economía va y viene, crece y decrece, mejora y crea sus propias crisis. Tal como dice Jenny, el asunto que define la pregunta, qué nos pasa, visto como causa, puede ser otro.



Mi colaborador El Terrible, me envía por adelantado sus comentarios.


"¿Qué nos pasó a los cubanos nacidos después del 59?, ¿Por qué somos así?, ¿Cómo somos en realidad los cubanos nacidos después del 59? Se supone que este tipo de sociedad genera hombres superiores diferentes a todo lo anterior. Una sociedad que teóricamente vela por el crecimiento y mejoramiento del hombre desde el momento de su nacimiento, entonces por qué 
los cubanos nacidos después de la revolución triunfante somos así. Dicen que Martí y su familia vivían en la parte trasera de la planta superior de lo que hoy conocemos como la Casita del Apóstol, que en la cocina sólo cabía una persona y se sabe que Martí, con mucho esfuerzo, llevó a su padre a Nueva York enfermo mientras estuvo en el exilio. Hombres como Gómez vieron morir a sus hijos en la manigua. ¿En qué nos hemos convertido los cubanos y por qué nadie sabe esa respuesta? Como diría Lezama refiriéndose a José Martí, "El misterio que nos acompaña". Estamos pagando y tendrán que pagar las futuras generaciones un alto precio. Tendrán que pasar muchos años para que se borren esas huellas y sean en realidad los cubanos gentes mejores. Los cubanos de ahora no tenemos derechos al bienestar porque no nos lo hemos ganado y no lo merecemos". 

En otro momento, con la agudeza que lo caracteriza, me cuenta:

"Frente a este lugar llegó la invasión a las cuatro de la tarde del día 6 de enero de 1896. Rendida la guarnición de voluntarios españoles, su jefe el coronel D. Félix Quevedo, entregó su espada al Generalísimo Máximo Gómez, quien en rasgo digno de su genio y la generosidad de la causa que defendía se la devolvió, dirigiendo a los españoles, aquí reunidos, las siguientes frases: ""Nosotros no le hacemos la guerra a España ni a los españoles, sino para obtener la independencia de nuestra patria de Cuba. Logrado este fin, españoles y cubanos seremos hermanos, ni los unos ni los otros de la sangre que corre por nuestras venas"". 
Este es el texto de la placa en la foto. Esta placa está en la entrada del policlínico de ..., estoy seguro ninguno de sus habitantes la leyó nunca, pero yo la descubrí ayer por la noche. Por cierto, varias personas incluyendo varios niños con neumonía, pero no había placas (Rayos X), ni jeringuillas, las personas tenían que traerlas de sus casas para inyectarse el antibiótico. No sé qué hubiera pensado Gómez si estuviera allí en ese momento. Esa acción de Gómez pone a relieve la inmensa dimensión de su carácter como jefe y lo intachable de sus valores y principios." 







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