martes, 4 de febrero de 2020

“No se puede liberar a un pueblo que no quiere ser liberado” (Parte II)

Si somo honestos, aunque sea una vez en la vida, podríamos asegurar que no existe un cubano, quito a los niños y a los mongos, que no sepa y conozca las condiciones depauperadas, desde todos los ángulos, tanto sociales como económicos, pasando por la política e ideología que ya no son tal cosa, con que está obligado a vivir. Fuera fácil, si la vida fuera pura matemática, llegar a la conclusión de que como 2 + 2 = 4, si las personas viven mal o pasan trabajo para vivir, protestan, se rebelan, exigen y tratan de cambiar. 

Pero, como todos también debemos saber, la vida es más que una ciencia de las llamadas exactas y de ahí lo difícil que resulta definir qué nos está pasando.

Como dije en la primera parte, muy rápido la revolución, que se convirtió en gobierno, definió sus estrategias para permanecer en el poder. Más allá del descalabro económico por todos conocido, es duro, pero tenemos que reconocer que lo han hecho bien para ellos mismos. Todavía hoy, a pesar de todos los pesares, están ahí, según ellos mismos, más fuertes que nunca y al parecer, decididos a permanecer hasta la eternidad.

Veamos la Cuba de adentro, o sea, el escenario interno, siempre desde mi óptica. Cada uno puede tener la suya propia, sólo que a mí me gusta escribir.

Desde muy rápido, los revolucionarios y sus primeros seguidores más activos señalaron el camino. Estás conmigo o estás contra mí, fue la estrategia oculta y abiertamente pública que se instauró. Eso, que se gritaba a los cuatro vientos, decía, si estás a mí lado y me apoyas sin importar lo que yo diga, podrás vivir e incluso serás beneficiado. Si no me apoyas, pues sufrirás, serás marginado, repudiado, serás encarcelado o peor, fusilado y tendrás no sólo que renunciar a tus ideas e intereses, sino tendrás que irte, dejándome el camino libre.

Muy rápido el gobierno utilizó algunas de las instituciones que existían y creo otras, bajo determinados pretextos aparentemente saludables e inofensivos, para controlar a cada cubano. La idea puede parecer exagerada, pues si, a cada cubano. Echemos un ojo de lo que al menos teóricamente se estructuró y se trató de llevar a la práctica.

Ya dije que Fidel, según él mismo, fue estudioso de personajes como Hitler y entonces utilizó muchas de sus estrategias, que frente a un pueblo que él conocía no conocía, hiso ver como propias.  

La Unión de Pioneros de Cuba, (UPC), organización para controlar, orientar, dirigir a los niños. La Federación de Estudiantes de Enseñanza Media, (FEEM), mismo objetivo para aquellos que dejaban de ser niños y comenzaban a transitar por la adolescencia. Federación de Enseñanza Universitaria, (FEU), mismo objetivo para aquellos jóvenes que ingresaban en cualquier universidad a la largo y ancho de todo el país. Todas estas organizaciones, de carácter obligatorio, trabajaban independiente y paralelamente al Ministerio de Educación. Ellas son parte del sistema político ideológico para enseñar, educar, corregir, sancionar, vigilar desde edades tan tempranas como 5 o 6 años, hasta la obtención de un título universitario o de enseñanza media. Organizaciones absolutamente ideológicas y de propaganda, lo otro es un cuento.

Nadie podrá desmentirme cuando digo que, desde pioneros, o sea, primer grado con 6 años, los niños, todos, de forma absoluta, son adoctrinados y luego utilizados a favor de la revolución. Día a día en sus escuelas reciben mensajes, muchas veces no entendidos por la complejidad de los mismos, donde se habla del imperialismo agresor, de la guerra contra los enemigos, de la necesidad de repudiar a aquellos de otras religiones o inclinaciones políticas heredadas de sus padres, se enseña a vigilar y a delatar a aquellas personas, incluyendo a familiares, que estén fuera de lo que dicta la revolución, etc. En la enseñanza media y luego la universitaria, la ideología y propaganda arrecian. El estudio es para los revolucionarios y es preferible un mal profesional siempre que cumpla con sus deberes ideológicos. En las aulas, los jóvenes se evalúan unos a otros, se vigilan y delatan. Es en esas aulas donde se reprime e incluso se excluye por problemas de malos pensamientos hoy, lo que quiere decir, pensar y llegar a manifestar cualquier idea que ponga en “riesgo” la política oficial del gobierno. ¿Podría alguien decirme que esto no ocurrió así durante muchos años y quizás ocurra hoy con más fuerza?

La Federación de Mujeres Cubanas, (FMC), organización creada en cada cuadra, cada edificio, cada localidad por más intrincada o apartada que estuviera para dirigir, orientar y controlar a las mujeres a partir de la adolescencia hasta el último suspiro. Los Comité de Defensa de la Revolución, (CDR), organización dedicada a dirigir, controlar y vigilar a cada ciudadano cubano, cuadra por cuadra, edificio por edificio, barrio por barrio, montaña por montaña, incluso a aquellos que viven en zonas apartadas, pequeñas comunidades o de forma individual en medio de la nada. Puede ser que vivas, como decimos en Cuba, como un “habitante”, pero lo que sí está seguro es que eres un habitante controlado.

Central de Trabajadores de Cuba, (CTC), en cada centro de trabajo. Cada trabajador tenía que pertenecer al sindicato, que, desde el inicio, bajo discursos “proletarios amorosos”, con líderes extremadamente grises y manejables, dejó de ser una organización independiente, para plegarse a los designios y apoyar absolutamente las decisiones del gobierno en muchísimas ocasiones en contra de los propios trabajadores. Los trabajadores eran vigilados y peor, puestos a fajarse entre ellos, por algo tan común, aunque entendiendo muy necesitado, como un ventilador ruso. Los trabajadores fueron no sólo vigilados por la administración y el propio mal llamado sindicato, sino por los mismos otros trabajadores, dispuestos a echarlos pa´lante de forma pública o bajo acciones anónimas, a las cuales se les prestó atención y se les dio fuerza y valor. 

Durante muchos años, creo hasta hoy, se premió al chivato, a aquel que no decía las cosas de frente, pero se las arreglaba para que los jefes supieran. Pululaban en las aulas, los centros de trabajo, los pequeños grupos, etc., ese tipo de personas. Toda organización seria de la clase que sea ya sea religiosa, política, etc., está minada e intervenida por estos “voluntarios” espías, capaces de echar pa´lante hasta sus propias madres con el objetivo de escapar o sencillamente por una casa en la playa.

Unión de Jóvenes Comunista, (UJC), en cada centro de trabajo y estudio, organización abiertamente política ideológica, que reunía a la llamada vanguardia de los jóvenes, creo que hasta los 30 años, encargados de liderear y sobre todo apoyar las líneas de trabajo del gobierno. Los militantes jóvenes eran además encargados de vigilar y meter dentro del aro a aquellos que no lo eran y trataban de salirse. Eran los encargados de mantener a la juventud, dentro de la manada y evitar las ovejas descarriadas. Si al final esa oveja existía por fuerte, entonces eran los encargados de echarlos de la manada y dejarla a su suerte. 

Partido Comunista de Cuba, (PCC), organización eminentemente política e ideológica donde paraban los jóvenes mayores de 30 años, supuestamente hasta momentos antes de morir, encargada de vigilar, controlar a todos en los centros de trabajo, estudios, cuadra, CDR, FMC, incluso dentro de cada familia. Organización y organizados diseñados para repetir y repetir sin pensar lo que le orientan. Gran ventaja Fidel durante casi toda su vida fue el Primer Secretario del Comité Central Partido Comunista de Cuba y paralelamente el Presidente del Consejo de Ministros y Estado, más Comandante en Jefe, más primer médico, primer maestro, primer agricultor, primer analista, primer constructor, primer cocinero, primer jugador de ping pong y primer de cualquier cosa que existía sobre la Tierra.

Por encima de esto, en cada cuadra, además de las organizaciones públicas que he mencionado, existen personas de confianza, llamadas PC, que están diseñadas para evaluar, criticar, vigilar y dar información sobre cada uno de los habitantes que tiene bajo su control. PC pueden ser tus padres, tus parejas, el mejor y aparentemente inocente e inofensivo vecino. Todos ellos encargados de, bajo el más discreto anonimato, dar opiniones de todos y de todo lo que pasa en su entorno. La revolución ha utilizado a su favor a los anónimos, o sea, cartas, papeles, llamadas, sin nombre, a su conveniencia y de más está decir que ha premiado a los que antes, ellos mismos, llamaron “chivatos”, personas que ocultas, detrás de fachadas nobles, desarrollaron misiones de, en buen cubano, “echar pa´lante” a sus semejantes. Los chivatos, a veces por convicción y amor a la revolución, otras por envidia, odio, revancha, oportunismo, han hecho mucho más daño que las propias instituciones públicas. Los PC y chivatos, más los documentos o llamadas anónimas, llevan trabajando de forma sólida, los mismos 60 años que el gobierno tiene en el poder.

Luego, dentro de los ministerios que se crearon en Cuba, debió y debe ser el del Interior, el más grande y el que más recursos tenía y tiene. El MININT y su Seguridad del Estado, bajo el pretexto de defender a la revolución, se ha dedicado a reprimir toda propuesta diferente, verificando cuadra a cuadra, centro de trabajo por centro de trabajo a todo el mundo, sobre todo a aquellos que puedan representar cierta “peligrosidad”, palabra que es utilizada de derecha e izquierda, sin que se explique mucho qué quiere decir, más allá de que queda claro que quiere decir todo lo que le dé la gana a los del poder. Por peligrosidad se ponen multas, se encierra en calabozos, se prohíbe salir de las casas, se hacen registros, se chantajea a los objetivos que se quiere. Peligrosidad puede apelar a un tema económico y también a asuntos ideológicos. Ser peligroso es estar en una lista, bajo los ojos siempre vigilantes del poder y sus aliados, para joderte la vida.

Como último ingrediente de este ajiaco, no menos importante, Cuba tuvo durante muchos años a un tipo inteligente como yo, como tú, pero que además era egocéntrico, prepotente, vengativo, demagogo, psicópata, psiquiátrico, que se las arregló para estar presente todos los días en todas las cosas, en todos los periódicos, en todos los canales de televisión. Para el amigo daba igual que se tratará de sembrar una vaca o fabricar o criar mangos. No importaba que se hablara de construir asteroide o utilizar un hueco en la tierra para hacer una presa. Era fanático a enseñar a los médicos a curar el cáncer o a dirigir guerras desde su escritorio tal como si jugara a los soldaditos de plomo.

Esa persona se dedicó a hablar, como mínimo 5 días de la semana, teniendo en Cuba la semana 7 días como en cualquier otro lugar y en cada ocasión invirtió de 5 a 8 horas continuas. Creo que no debe existir otra persona en el mundo que tenga las horas de discursos continuados, día a día, semana o semana, mes a mes que tuvo Fidel Castro. 
Conversaciones con su público donde rediseñó a su conveniencia la historia de nuestro país, historia que luego fue contada en los libros, donde puso a personas donde no estuvieron, quito a personas que estuvieron, valoró procesos y hechos, maximizó ideas, etc. 8 horas de discurso el lunes, luego el miércoles y el jueves, otras 8 horas el sábado seguidas de una marcha frente a la embajada de los Estados Unidos. Ese fue el ritmo años tras años. Fidel estructuraba sus pensamientos frente a un micrófono, señalaba el camino, hablaba interminablemente de números que ni él mismo entendía, convencía a sus seguidores de que el equivocado era otro, enseñaba el proceso de la fotosíntesis, describía las batallas griegas, hablaba de la Biblia, buscaba apoyo para fusilamientos “justificados por él”, sancionaba a subordinados, declaraba inocentes y culpables a su conveniencia. Se enfurecía, se deprimía, se reía y burlaba, se equivocaba, trataba de hacer un chiste, le daba de alante pa´tra y viceversa, a cualquier cosa. Mandaba a hablar a los que incluso no estaban preparados y mandaba a callar a cualquiera cuando él quería.

Se burlaba del mundo, todos estaban mal, todos eran enemigos. Lo de hermanos podía cambiar de un día a otro. Daba golpes en la mesa, señalaba acusadoramente con el dedo, dicen los que lo conocen que tiraba patadas a muebles y decía malas palabras y sobre todo le hiso creer a sus seguidores que eran los mejores, que eran los más grandes, que el mundo se paralizaba frente a Cuba y que todos esperaban por las decisiones de esa pequeña nación.

Este componente, no menos importante, dentro del gran ajiaco cubano, creó esa mentalidad que hoy muchos disfrutan. Los cubanos somos mejores, somos más inteligentes, el mejor restaurante del mundo, la mejor playa del mundo, el mejor ron y tabaco. El mejor país del mundo. Ese pensamiento, estudiado, proveniente del conocimiento del manejo de las masas populares, quizás una parte sacada de la lectura y estudio de personajes como Hitler, reforzó, día a día lo que hoy somos. No había enemigo grande, no había objetivo inalcanzable, no había guerra, ni obra, ni mal que el cubano no pudiera vencer.

Luego, imagino que los cubanos recordemos que, no contento con lo anterior, cada uno de estos discursos de 8 horas, intervenciones en la TV o visita a algún lugar para inaugurar una planta procesadora de estiércol, eran impresos y se repartían por cada núcleo del partido, cada comité de base de la UJC, en cada aula de la FEEM y de la FEU y por cada CDR y FMC, para que leído párrafo a párrafo, fuera interpretado y sobre todo acordado de forma unánime. Día a día, noche a noche, los discursos del Comandante tenían que ser leídos y sobre todo, para demostrar participación, opinados siempre para ratificar y apoyar las “sabias” palabras.

Esto, a mi entender, fue lo que creo lo que hoy tenemos y es sencillamente que el cubano, en sentido general, descubrió la mentira como forma de vida. Mentiras en todos los sentidos de la vida.

Muy rápido las personas viendo la represión sobre artistas y poeta, homosexuales y religiosos, etc., escondieron sus verdaderas intenciones. Se guardaron las fotos de los santos, por supuesto la de Jesús primero que todas, se dejó de visitar las iglesias, se vistió de uniformes verde olivo o de milicianos, se valoraba al que andaba en botas cañeras. Los homosexuales, los afeminados e incluso los de conducta poco viril y masculina, se obligaron a hablar fuerte y a casarse con personas del sexo opuesto. Se escuchaba música bajita y se leía libros a escondidas. Se participaba en aquellas reuniones interminables dejando el cerebro afuera y se levantaba la mano para votar, sin saber apenas qué o a quién se estaba seleccionando. Las manos levantadas que al final sumaban unanimidad eran resortes que se disparaban incluso antes de que se propusiera la votación. Durante muchos años, jamás se preguntaba por los que se oponían o se abstenían a votar. Esas dos acciones no existían; de existir, ellas misma condenaban.

Las familias se dividieron porque, como es lógico, jamás se puede pretender que todo piensen iguales. La lucha ideológica se llevó a la mesa de comer, donde la ideología era más importante que la propia comida. Los padres, unos por convencimiento, otros por miedo, comenzaron a pedir a sus hijos cordura, que no actuaran, que no pensaran o por lo menos no se manifestara en contra. Los hijos comenzaron a discutir con los padres, acusándolos de ciegos, porque la realidad en la calle era diferente a lo que se trataba de decir. Al final el acuerdo familiar: “OK, te entiendo, sólo te pido que digas una pequeña mentira”. Esa pequeña se sumaría luego a otra y a otra y así se hiso el cubano mentiroso, algunos como negociantes desarrollaron la mejor de sus carreras, la demagogia y otros, por pura defensa e instinto de conservación, trataron de escapar.

Los papás simularon enfermedades en sus hijos para que no se los llevara el Servicio Militar Obligatorio o para que les dieran una dieta de pollo y leche en polvo. Los papás escribían cartas a escondidas a sus hermanos y primos en Estados Unidos, en el mismo momento que se declaraban en contra del imperialismo yanqui y nombraban gusanos a los que se querían ir. Los papas obligaban a sus hijos a salir a votar, sabiendo que ellos no querían ir o irían a anular sus boletas intencionalmente. No importaba lo que hicieras dentro de las casillas, lo importante era que te vieran y te registraran como que fuiste a votar.

Los papás, a escondidas robaban en sus centros de trabajo para poder mantener a sus hijos o tomarse unas cervecitas, en el mismo momento que criticaban y apoyaban la sanción a los que robaban. Los papás enviaban a sus hijos con refrescos dentro de pomos plásticos no transparentes a las escuelas, les decían que estaban comiendo pescado, para ocultar la cena con langosta, echaban la basura a lejos de sus casas para evitar la revisión de los vecinos y publicaban que tenían un primo marino mercante para justificar los tennis o pantalones pocos comunes dentro de la sociedad socialista cubana.

Los niños crecieron, ya no quieren estudiar en la Universidad, no ser profesores como sus padres, menos trabajar la tierra. Quieren ser taxistas, maleteros, trabajar en un servicentro, ser tenderos. Les han quedado muy lejos los mambises y la lucha en la Sierra Maestra, a nadie le importa Frank País, o si el indio Hatuey fue quemado vivo o se suicidó por problemas personales. Los niños, continuando a sus papás, para trabajar vendiendo comida en una tienda, o trabajar en un hotel, saben que tienen que mentir. Aparecieron los enamorados, que se fueron de Cuba, porque el amor los llamaba desde Italia o España, mientras sus mamás se dedicaban a hablar de lo bueno y enamorado que estaba el español que su hija, por casualidad, caminando un día por el Vedado, se había encontrado.

Los hijos grande y luchadores, comenzaron a proveer, pintar las casas, arreglar los muebles, comprarse carros y poner sobre la mesa carne de res, entonces los papás que acababan de levantar las manos para apoyar que se sancione a los vendedores del mercado negro, comían en silencio, sin preguntar cuándo había venido la carne a la bodega. La familia toda, comenzó a recibir a Miami, manteniendo la postura de Viva la Revolución, Abajo Estados Unidos, Viva Fidel, incluso cuando dicen que sus cenizas reposan dentro de una piedra. Se sigue asistiendo a las reuniones del CDR para apoyar el esfuerzo decisivo número 1765 que se tiene que hacer y al día siguiente se coge un avión para Estados Unidos, porque además de revolucionarios son ciudadanos españoles. Se regresa lleno de pacotilla, pero al día siguiente se va a la bodega a exigir el paquetico de café mezclado. En Cuba se es “revolucionario”, en Miami se es “gusano”. Todo depende del escenario donde tengamos que dormir.

Entonces eso es Cuba hoy. Ya no es un problema ideológico, menos un asunto partidista. No importa el nombre que se le dé. Una gran parte de los cubanos viven como zombies.

He visto ahora imágenes que nuca antes vi en Cuba. He visto a un policía caerle a tonfazos a una mujer que está tirada en el suelo. He visto a policías y personas vestidas de civil caerle a golpes por la cara a un joven esposado. He visto tirarle los perros entrenados a jóvenes que caminan o bailan. He visto a policías arrastrar por el piso a mujeres, incluso no jóvenes. He visto a policías hacer registros brutales en casas donde viven sólo mujeres y niños. He visto a policías y civiles golpear a vendedores de viandas, todo esto en presencia de decenas de cubanos, que celulares en mano se dedican a filmar. Nadie se ha metido, no por política, sino por humanidad, a aguantar a ese policía flaco, que está golpeando brutalmente, con odio y saña, a una mujer. He visto a personas que filman y se ríen o burlan frente a un joven que está recibiendo una golpiza por vender aguacates o manejar un bicitaxi. He visto caer un balcón y matar a tres niñas, porque el edificio que se estaba cayendo, no estaba ni medianamente protegido y el pueblo cercano, los vecinos, los amigos, los mismos cubanos que viven en otros edificios que se están cayendo, dormir en paz. Me alegro no vivir en Cuba hoy.

En mi época de joven cuando se veía a un hombre caerle a piñazos a una mujer, las personas se metían. Cuando montaba una embarazada en la guagua los hombres se fajaban por darle el asiento y si se hacían los locos, las mismas personas se encargaban de hacerles saber que una mujer embarazada esperaba para sentarse. Cuando fui joven, las injusticias, al menos para un grupo cercano a mí, se llamaban injusticias. No en defensa de la revolución o la política, sino en defensa de la decencia. He visto, a plena luz del día,  a una joven mulata, en un portal de una tienda de Habana Vieja, encaramarse arriba de otro joven que estaba acostado boca arriba con el pene erecto y vulgarmente “templárselo”, dentro de un círculo de otros jóvenes que filmaban con un celular, se reían y burlaban, frente a las caras impávidas e incrédulas de las personas que por allí caminaban y la ausencia total de una autoridad que detuviera el desagradable hecho, Me alegro de no vivir en Cuba hoy.

Los viejos se han puesto más viejos tratando de sobrevivir. Los jóvenes están tratando de salir o entretenidos con sus celulares, muchos de ellos sin poder mantenerlos y viven preocupados por tener el último reloj o tenis de marca y moda sin levantarse a trabajar. 

Todos, jóvenes y viejos, quieren que Cuba amanezca rica, que se acabe la escasez, que se arreglen las casas, que todos puedan manejar carros de últimos modelos, y por supuesto, que se escuche la música y ruede la cerveza. Y todo esto se quiere que pase de hoy para mañana y mejor, que los cambios vengan dentro de envases desde afuera. La Cuba de adentro, sueña con ser la Cuba de afuera y espera.

La Cuba de adentro está drogada, inmóvil, nadie quiere sacrificarse. La Cuba de adentro, sigue teniendo revolucionarios que dicen estar bien, pero paralelamente hacen gestiones para irse a disfrutar del brutal capitalismo y así escapar unos meses de los apagones, falta de agua, etc. La Cuba de hoy, quiere mantener la educación gratis y los servicios médicos sin pagar y paralelamente quiere llenarse los cuellos de cadenas de oro, vestir y calzar zapatos de marca. La Cuba de hoy, es inamovible, es incrédula, es ignorante y sobre todo es apática e indiferente.

Martí, el tan mencionado Apóstol por estos días, sólo ha quedado para los bustos de yeso, las flores organizadas el día de su natalicio y para lecturas de algunos intelectuales y estudiantes de letras. Seamos honestos, ¿El cubano de hoy lee a Martí?, ¿Conocemos a algún joven que paralelamente a mover el cuerpo a golpe de reguetón, tenga a Martí como lectura de cabecera?, ¿Dónde se compran hoy, a precio módico, en moneda nacional, los libros que reproducen lo que escribió el Apóstol? No nos engañemos. Martí es el primer desconocido del proceso. Hace muchos años que el pueblo de Cuba no es martiano.

Claro, pensaran que siempre existen excepciones, yo también lo pienso. Siempre han existido personas inconformes con la realidad, siempre han existido personas e incluso grupos que protestan. Existen aún presos llamados de conciencia, a los que se le han inventado y sancionado por causas comunes. Existen, aunque a mi consideración muy minadas y limitadas, algunas organizaciones que están públicamente en contra, con muy poca fuerza y representación dentro del pueblo. Existieron, existen y existirán personas honestas, jóvenes que quieren estudiar en la universidad, aunque no puedan demostrar para qué, personas que trabajan fuertemente para vivir. Existen, pienso que comienzan a existir, protestas colectivas, puntuales, personas o grupos que ven perdiendo el miedo a hablar y cuestionar, incluso a denunciar lo que está pasando, pero como todos sabemos, está demostrado que un palo no hace monte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario