Aunque nos parezca que sí, emigrar no es un invento de
los cubanos. Sería imposible mencionar el nombre del primer emigrante que salió
de África, según dicen la cuna de la humanidad, porque entre otras cosas el
tipo, que salió a caminar y caminar organizadamente o quizás se perdió caminando
y prefirió seguir hacia delante, no sabía que emigraba. No dejó registro, ni se
tiró una selfie o auto foto para inmortalizar su salida.
Gracias a la migración del hombre, hoy el planeta Tierra
está poblado, existen los países, los idiomas, las diferentes culturas, tradiciones
y costumbres. Gracias a eso los chinos toman agua y té caliente y comen bichos
y nosotros los cubanos, disfrutamos de la piña, el mango, la carne de puerco y
la yuca. El movimiento por aventura, amor, guerras de conquistas, salvación,
trabajos, etc., siempre ha estado presente y ha sido contemplado dentro de las
posibilidades del hombre que generalmente quiere mejorar, conocer, investigar,
etc.
No existe, o al menos no puedo definir, un antes y un
después de la migración. Desde aquel tipo que ya dije salió de África hasta hoy,
a veces más a veces menos, por momentos de forma individual y otras por grandes
movimientos y oleadas, el hombre migra, de forma general en busca de vida.
Cuba no ha sido una excepción. Su poblamiento temprano
es origen de la llegada de indios en canoas, imagino que comiendo cocos, que se
trasladaron, todo parece indicar, a través de las pequeñas islas del Caribe
sur. Luego, los españoles vestidos de conquistadores, navegantes, hombres
modernos para su época. Cuba, rica y linda, asumió luego a franceses, ingleses,
chinos, más españoles y recibió con brazos abiertos y algunos latigazos a los
negros africanos, migrantes involuntarios, pero que, como recurso de no poder
volverse, se aplatanaron y crecieron, hasta formar parte importante de la población
de la isla.
Durante años y por qué no siglos, Cuba fue un país que
recibió migrantes, que venían a buscar vida donde la había. Todos ellos
ayudaron a conformar lo que hoy somos. De ahí que todos tengamos un bisabuelo
español, o africano, o haitiano, o venido de alguno de los países latinoamericanos.
De ahí que tuvo Cuba una población china, amarilla, silenciosa, por años ilegal
e incluso algo menos común, una pequeña, pero original, colonia japonesa, con
sables y sake incluidos.
Según cuentan nuestros abuelos, al cubano promedio no
le gustaba emigrar, lo que no quiere decir que no existan ejemplos y momentos
diferentes. Cuba era lo suficientemente atractiva como para quedarse a luchar
en ella. Al cubano no le gusta el frío, la nieve, no le gusta tener que hablar
otros idiomas, no le gusta el modo de vida de otras culturas. El cubano gusta
de su ron, de su carne, de sus viandas y frutas, que no encuentra exactamente
en ningún otro lugar del mundo, tal como si todo lo que mencioné anteriormente
fuera creación exclusiva de la isla caribeña. El cubano es un isleño, cosa que
dificulta el caminar infinitamente y se adaptó a recibir y dar. El cubano común,
todo esto según cuentan nuestros abuelos, salía, trabajaba duro, ayudaba a su
familia desde afuera, pero regresaba con unos centavitos para montar un pequeño
negocito familiar y así vivir. Los ricos viajaban, sobre todo a “USA”,
compraban su pacotilla, comían en los buenos restaurantes de moda, se
fotografiaban en la Estatua de la Libertad o el Empire State, visitaban los cines,
pero al final se regresaban. Los “gringos” eran demasiado fríos, incluso para
los más cultos y adinerados hijos del Caribe.
Existen registros del dolor de lo que significaba
emigrar, apartarse de la tierra, dejar todo atrás, nada más hay que leer a
Martí, quien, como sabemos, vivió más tiempo fuera de Cuba que adentro y que
como es de suponer, debe haber vivido bien, vacilado, disfrutado, conocido,
comido, amado, etc., pero siempre dejó un registro de lo que para él significó
perderse a “su Cuba”. Antes de Martí, Félix Varela puede ser otro buen ejemplo
de no querer vivir fuera de Cuba y de lo que se sufría al verla desde lejos. Félix
Varela, el primer cubano que nos enseñó a pensar.
Bonifacio Byrne, poeta cubano de finales del siglo
XIX, independentista que tuvo que vivir exiliado en Estados Unidos y logró regresar
a Cuba en el año 1899 finalizada la Guerra de Independencia, dejó escrito uno
de los poemas más emotivos sobre lo que significa tener que vivir fuera de tu país
y las emociones que se sienten al regresar. El poema, Mi Bandera, más que
utilizado luego y repetido en oportunos fragmentos, dice en una de sus partes:
¿No la veis? Mi
bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella,
con más luz cuanto más solitaria.
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella,
con más luz cuanto más solitaria.
Del destierro en el
alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
Y entonces ocurrió. La revolución cubana y su gobierno
luego comunista, a decir de la propaganda y los libros de historia editados en
Cuba, fue y es el proceso liberador más grande la de la vida de esa isla desde
la llegada del primer indio en canoa hasta hoy. La revolución ese proceso
liberador, como una enorme contradicción, inmediatamente trancó las posibilidades
humanas de viajar libremente, enjaulando a los cubanos tal como a ratones. Esa
revolución que nombró libre a Cuba desencadenó tan rápido como el propio día 1
de enero de 1959, una intensión de salirse para cualquier lugar.
Los primeros emigrantes fueron los más perjudicados, grandes
y medianos propietarios a los que se les
intervino grandes y medianos negocios; convencidos católicos para los que el
comunismo no se mencionaba en la Biblia, famosos artistas e intelectuales que
vieron limitadas sus capacidades y deseos de crear, militares del régimen anterior
asesinos y no, huyéndole a tener que pagar lo que debían y no debían, niños
enviados “para afuera” por miedo de los padres, etc., y así entonces, se creó
lo que yo analizo como la otra Cuba fuera de Cuba de nuestros años. Esa Cuba de
la que somos testigos y actores y entonces nos duele.
Desde esos momentos hasta hoy, de forma silenciosa, individual,
engañosa, con argumentos reales e inventados o haciendo enormes ruidos, en
masas, de forma pacífica y bajo palos y piedras + huevasos, los cubanos han
salido de Cuba. Entendible hasta cierto punto lo de la burguesía, los católicos,
los exmilitares, pero cómo entender que los que fueron liberados, para los que
se hiso la revolución, los que han sido beneficiados, los negros, las mujeres,
los antes pobres, los jóvenessssssss sean hoy los que integran las filas de los
que se van.
Nadie sabe exactamente cuántos cubanos nos hemos ido.
Las estadísticas son muy parcas y confusas. Los números, que, desde la óptica del
gobierno, tratan de minimizar el fenómeno, son imposibles de encontrar y recopilar.
¿Seremos 3 o 4 millones los que estamos vivos hoy fuera de Cuba? No somos
muchos si nos comparamos con los chinos regados por el mundo, pero si somos
muchos si tenemos en cuenta que Cuba entera tiene poco más de 11 millones
dentro de sus costas. La otra Cuba que está en Europa, África, América Latina y
el Caribe, Asia, Australia y América del Norte. La otra Cuba que tiene su mayor
población en Estados Unidos, en el estado de La Florida y cuya capital es la
linda, moderna y famosa ciudad de Miami, a muy pocas millas de la isla grande. La
otra Cuba que está donde quiera que esté un cubano.
La otra Cuba, tema complicado y sensible, sobre el
cual yo no estoy seguro de que tenga los elementos para definir o evaluar, pero
que, desde mi más sencilla, modesta y honesta posición, veo tan dividida, tan
endrogada, tan perdida y zombizada como la Cuba de adentro. La otra Cuba que va
desde Australia donde conozco a cubanos, hasta Alaska donde conozco también a
cubanos, puntos tan diametralmente opuestos en un planisferio que muestra a
nuestro planeta Tierra, donde siempre se encuentra una bandera o artesanía cubanas,
un recuerdo de la abuela, un juego de Dominó, una botella de ron.
La otra Cuba que va desde las posiciones más
intransigentes del llamado “Exilio Viejo” y su sufrida descendencia, que tanto
ha aportado a la causa del exterminio del comunismo en Cuba y que tanto también
ha ganado con esa causa, hasta la otra Cuba de los que dicen salieron por intereses
económicos, familiares y amorosos, no políticos y hoy, más interesados que en
otras cosas, regresan a Cuba, con los ojos tapados y la boca amordazada, a
disfrutar de las “bondades cubanas”, hoteles, autos, paseos, fiestas, comidas,
cervezas, muchachitas, etc., de las que antes, mientras vivían allí, no pudieron
disfrutar y dentro de esos dos extremos las miles de variantes que nosotros
mismos, cada uno de nosotros, nos hemos inventado.
Quisiera decir que entiendo más a los primeros, que, sin
formar parte de ellos, los puedo reconocer quizás como extremistas, pero me
parecen más coherentes, que, a los segundos, a los que puedo nombrar como
oportunistas. Los primeros están dolidos, están dañados, sienten odio y rencor
y no han sido capaces de olvidar y perdonar, los segundos, desprovistos de todo
dolor y hasta de honor, sin importarles más nada que ellos ya escaparon, son
capaces hasta de reconocer las ventajas y beneficios del comunismo, que ahora
mismo está peor que cuando ellos lo dejaron atrás. Ventajas del comunismo para
otros, ventajas del comunismo con dólares, ventajas del comunismo desde cómodos
apartamentos y un enorme confort de vida en Italia, España, Estados Unidos,
Argentina, México, etc.
La emigración cubana, humana, ha arrastrado los males
con que nos hemos criado hacia sus lugares de destinos y para mí entender, no
hemos sido capaces de definir un solo punto que nos una. Cada uno de nosotros
tiene sus propios puntos, por supuesto, siempre mejores y más claros que los
puntos del otro cubano. Cada uno de nosotros quiere salvar a Cuba desde su
posición. Unos defendemos la Constitución del 40, la que el pueblo de Cuba hoy
no conoce y probablemente no le interese para nada, otros queremos sacar a los
comunistas, focalizando los problemas en un grupo de personas y no en todas las
personas, otros queremos destruirlo todo y comenzar desde cero, tal como cuando
llegaron los indios en canoas y otros queremos destruir todo lo malo y dejar lo
bueno, tal como si se tratara de la selección de las papas podridas dentro de
un saco.
Los más conocedores, filósofos, intelectuales, desde
posiciones sanas, hablan de libertad de expresión, de derechos constitucionales,
de prensa libre, frente a un país que se debate en tener agua o no tener, un
país que se está cayendo a pedazos, donde no hay transporte, no hay ropas y no
hay comida, conseguido todo esto dentro de los salarios que ese pueblo gana por
trabajar. Otros, desde posiciones también sanas, piensan que, quitando mañana
al gobierno viejo comunista, todo se resuelve y las cosas, todas, fluirán hasta
convertir a Cuba en una súper potencia parecida a los Estados Unidos, frente a
cubanos pueblo que, a pesar del trabajo que pasan para vivir, lo que puede resultar
incomprensible, pero es cierto, también son revolucionarios y comunistas, al
menos teóricamente, que han vivido toda o la mayor parte de su vida
considerando que esa variante es la mejor que existe para vivir. Todas, desde
el exterior, pero, fajados con las variantes que en el interior también quieren
cambios, sin contactos, sin apoyo, sin definir una plataforma y sobre todo sin
ser conocidos y respetados por los de la Cuba de adentro, quieren de la noche a
la mañana, tal como en los cuentos de hadas, a través de un toque de varita
mágica, de esos que convierte las calabazas en bellos carruajes, todo se
solucione y Cuba integre las listas de los países más desarrollados del mundo
en un abrir y cerrar de ojos.
Los cubanos no somos fáciles. No sé si esto ocurre con
otras nacionalidades y culturas. La idea de unión no nos es muy sencilla de
conseguir. Tal como fuimos y somos un pueblo desunido en la Cuba interior, lo
somos, es mi muy modesta opinión, en la otra Cuba, la del exterior. Somos muy
capaces de defender a los cubanos frente a otros no cubanos, pero a la hora de
cubanos y cubanos, la historia se complica.
Pero eso no es nuevo. Cuba y los cubanos, somos
regionalistas, somos caudillistas, seguimos no ideas sino a personas, nos
identificamos con un líder, nuestro líder y hemos desarrollado una enorme
capacidad de liderazgo. Todos queremos ser líderes, por lo que nos cuesta
trabajo aceptar ser seguidores. Todos somos líderes de nosotros mismos y
estamos fajados con otros líderes.
Revisemos nuestra historia y podremos comprobar esto
que digo. Durante muchos años investigué y estudié sobre la Guerra de Independencia
de 1895, esa que organizó Martí y puedo asegurar que leí muchísimas cartas entre
mambises y de mambises a sus jefes, donde no sólo desconocían a Martí, sino que
lo único que hacían era hablar mal de él, demeritándolo. ¿Quién conocía a Martí
y se identificaba con él dentro de la Cuba mambisa? Muy pocos. Muchos
generales, no sólo Maceo, se cuestionaban a aquel hombre bajito, endeble, de
manos finas producto del uso del papel y la pluma, de una verborrea jamás
entendida por el cubano de pueblo y muchos mambises sólo seguían a sus
generales. No importaba lo que decía Martí sobre la independencia y la libertad,
menos sus poemas, lo importante era estar listo frente al llamado de Gómez, Antonio,
Calixto, Bartolomé, Quintín, etc.
José Martí, conocedor de nuestra historia, descubrió
algo, no se podía hacer una revolución desde afuera, de ahí su desespero por
tirarse al mar en un bote dentro de un mal tiempo y luego encaramarse en un
caballo, de lo cual debía saber poco, para tener su bautizo de fuego, ceremonia
que le costó la vida a muy pocos días de pisar tierra cubana. No imagino a
Martí remando dentro de una tormenta, a lo mejor era la primera vez que veía un
remo de cerca, menos lo imagino encaramado en un gran alazán con una mano en
las riendas y la otra empuñando una pistola dentro de un gran tiroteo. Pepe,
con esas acciones que los libros recogen como grandiosas, estaba pagando la
incomprensión de la mayoría de los que lo rodearon. El gran Gómez lo quiso, lo
respetó y entregó su inigualable prestigio como respaldo. Maceo, el típico
mulato libre cubano por excelencia, santiaguero, se convirtió en una espina en
la garganta de aquel hombre que fue nombrado a dedo, Mayor General, grado militar
que al primero le había costado 30 años de guerra y unas cuentas heridas.
Veamos otro ejemplo. Fidel convenció a un grupo de
personas para desembarcar en las costas cubanas en un yate. Desastroso intento,
se perdieron, desembarcaron dónde y cuándo nadie los esperaban, se dividieron
cogiendo unos a la izquierda y otros a la derecha bajo los tiros batistianos
que los estaban esperando, sufrieron bajas, quedaron unos poquitos. ¿Era Fidel conocido
y apoyado dentro de Cuba, en Oriente? No, para nada. Las fuerzas clandestinas
orientales estaban estructuradas y seguían a otros hombres y mujeres. Ni el
propio Partido Comunista Cubano, la fuerza más progresista de la democracia
cubana republicana, lo apoyó, por el contrario, desde muy rápido, los comunistas
se quitaron de arriba aquella imagen y declararon que no lo conocían y no
estaban de acuerdo con aquella variante, cosa que luego, Fidel en el poder,
obviamente, les cobro uno a uno. A diferencia de Martí, que se sintió obligado
a salir a la batalla, creo que debe haber sido un blanco fácil, desorientado, trabado
en cómo conducir un caballo en medio de tiros, reguero, hombres por todos
lados, humo, etc., Fidel, siguiendo recomendaciones dicen que, de Celia, se
alejó de los tiros y después de aquello, sólo uso un arma para las fotografías.
Martí murió aquel fatídico día, Fidel permaneció 3 años en la Sierra y no se
clavó ni una espina en su cuerpo.
Los cubanos todos, no hemos identificado al enemigo y
hacia dónde debemos dirigir nuestras acciones. No hemos logrado, pienso que,
por falso liderazgo, sentarnos a la mesa y organizar una línea, una acción, que
nos una a todos, que dé resultados. Cada cual, con esfuerzos que son válidos,
no los critico, estamos haciendo y tirando para lados diferentes. La llamada
disidencia interna, además de minada por el gobierno, está dividida. Lo que veo
es que cada uno de ellos está centrado en criticar lo que hace el otro. Cada
uno de los grupos está entretenido y encerrado, tratando de ser ellos los que
de forma exclusiva tumben al gobierno. Los grupos externos están también divididos,
los viejos, los jóvenes, los de Europa, los de Estados Unidos, se trabaja
mucho, pero las fuerzas se diluyen, se dilatan, los seguidores se desilusionan,
se cansan y si soy sincero, viendo el espectro tan amplio que existe, cuesta
trabajo decidir a quién seguir. Fácil la tiene el gobierno.
Los cubanos de afuera, estamos comprometidos con
nosotros mismos. Queremos que el comunismo se caiga en Cuba, pero ayudamos a
nuestra familia y amigos a sobrevivir con envíos de dinero, comida, medicinas, viajes
a Cuba, etc., porque sencillamente no queremos que pasen lo que pasamos o
porque queremos que vivan un poquito mejor. Los cubanos de afuera queremos
sacar a los nuestros y traerlos a vivir con nosotros, lo que resulta
perfectamente entendible, estas acciones sirven todas de válvulas de escape
para el gobierno que, frente a el desastre que tiene armado, todavía hoy
guapea, se burla, porfía y habla bien de la emigración que lo apoya y sigue
nombrando gusanos y traidores a la emigración que no lo apoya.
Los cubanos estamos al tanto de lo que pasa en el
mundo, para eso somos cubanos. Nos molesta que suban los impuestos en España,
nos solidarizamos con las causas de los indios norteamericanos, criticamos fuertemente
la violación de derechos humanos en el Congo y por supuesto, hacemos campaña en
contra de lo que pasa en Siria. Acusamos a Trump de payaso, racista, loco,
criticamos a los de Miami por materialistas vulgares, chusmas, los llamamos
emigrantes del “pan con bistec”, más por supuesto las causas para defender a los
pingüinos, pero masivamente mantenemos silencio sobre lo que pasa en Cuba y
más, somos capaces de reunirnos con el presidente de ese país, tirarnos fotos,
compartir tragos y sonrisas y prometer amoroso apoyo. Aceptamos un plan para abril
donde el gobierno cubano quiere reunirse con representantes de la emigración
que, como todos sabemos, ya ellos tienen escogidos y luego enunciaremos como
una gran victoria la posible rebaja del precio del pasaporte. ¿Qué nos pasa?, pregunta
Jennifer
Cuba tiene listado de regulados, tanto los que pueden
entrar como salir del país. El gobierno sigue llamando traidores a los que no
colaboran. Siguen aquellos técnicos, médicos, deportistas y funcionarios que no
regresaron prohibidos a entrar con sanciones de 5, 8 años o por tiempo
ilimitado. Los pasaportes, los pasajes, los trámites migratorios son
extremadamente caros, incluyendo la estafa y el engaño de los funcionarios de
estas actividades, en lo que incluyo, por experiencia personal, robo de dinero.
En las aduanas cubanas, el robo y el decomiso absurdo e injustificado forman
parte del contenido de trabajo de las autoridades. Cuba se está destruyendo sola,
sin ciclones, ni huracanes, sin virus, sin guerras. Cada día hay menos
servicios, cada día hay menos comida. Cada día hay menos seguridad. Se ven imágenes
de la policía, los militares e incluso personas “disfrazadas” de civil,
reprimiendo, tal como lo hacía la dictadura de Batista, a las personas en la
calle, personas que pueden ser hoy, jóvenes, viejos, mujeres, homosexuales,
disidentes, intelectuales, cuentapropista, etc., pero pueden ser también
nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros vecinos y amigos. La censura, está
llegando a niveles inimaginables y la represión además de la física, se ha
desarrollado a niveles inmensos, con amenazas, chantajes, ofensas, abuso de la
fuerza, etc. y nosotros, la otra Cuba, la del exterior, estamos entretenidos en
que debemos defender y establecer cuando triunfemos la Constitución del 40.
Baste media vez que alguien haga algo para que
salgamos a criticarlo y entonces aparecen los que critican a los que critican y
los otros que critican a los primeros y los segundos. No haciendo falta que
nadie nos gane, porque nosotros mismos perdemos al empezar.
Digamos, Clandestinos, personas que han pintado de
rojo algunos bustos de Martí y algunos carteles con fotos de Fidel y sus frases
célebres, se han ganado la repulsa de muchísimas personas. Es entendible que el
gobierno se oponga, que llame a esos actos vandálicos y a esas personas terroristas,
que los busque, los procese y pretenda sancionarlos de forma ejemplarizante, pero,
lo que es poco entendible es que los emigrados, los de la otra Cuba, rápidamente
comencemos a hacer toda una disquisición teórica sobre la importancia del Apóstol
y lo poco estético, ético y correcto de las acciones. Comenzamos los teóricos,
incluso muchos dentro de la llamada extrema derecha, a padecer y sentirnos mal
porque a un busto de yeso se le ha echado un poco de pintura. Queremos matar a Díaz
Canel y a Raúl, pero nos duele, nos afecta, que se pinte de rojo una imagen de
yeso que muchas veces estaba olvidada en una esquina o casi tapada por la
hierba en un solar, sin recordar que, de verdad, verdad, Martí es sólo una
herramienta a utilizar para y por conveniencia.
Para los que vivimos en Cuba deber ser fácil imaginar
el riesgo que corren y los años de cárcel que se están buscando personas que
hace acciones contra el gobierno. Puede gustarme o no lo del rojo en los bustos
de Martí, a lo mejor hubiera escogido otro color, pero coño, son cubanos dentro
de Cuba, son personas que están tratando de llamar la atención sobre el
descontento, son personas con valor porque se están enfrentando a un gobierno con
todos los hierros y tecnologías, para eso no existe crisis, ni “Periodo
Especial”, sin recursos, sin apoyo, son cubanos que no están amparados y protegidos
por la CIA, ni las Naciones Unidas, ni tienen como coger un avión o una lancha
para salirse y entonces nosotros nos desgastamos en deliberar, siempre desde el
confort, si desde el punto de vista teórico y ético es bueno. Queremos ahora que
se respeten los bustos de yeso, porque Martí no merece eso. Nos criticamos unos
a otros por apoyar o no apoyar determinados actos. Tal como decía una de mis abuelas,
“nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”
El gobierno cubano nos sabe divididos. Dicen que Estados
Unidos está lleno de personas que trabajan para el gobierno, no lo sé, pero no
lo dudo. La red Avispa entregada a las autoridades norteamericanas, puede ser
solo un ejemplo de lo que pasa, pero más allá de las redes avispas, nosotros
los cubanos, estamos divididos en una encrucijada que no tiene fin. En un
laberinto enorme que no lleva a ninguna salida, por lo menos en corto tiempo.
Trump, como representante del gobierno norteamericano,
aprieta, entonces criticamos a Trump, porque queremos seguir visitando los
hoteles en Cuba. Queremos que Cuba cambie, pero nos reunimos con su presidente,
supuestamente para negociar, cuando el presidente está diciendo que no hay nada
que negociar que cambie la realidad del gobierno, realidad que es la causa de
todos los males. Cuba le echa la culpa de la carencia de papas al “bloqueo”,
entonces nosotros repetimos que el embargo es malo y que se debería quitar,
porque es el causante de todos los males que Cuba exhibe. Cuba tiene “algunos”
problemas económicos, pero somos inamovibles frente a la compra recién hecha por
el gobierno cubano de lotes de carros para la policía y carros antimotines y la
construcción de más hoteles 5 estrellas para turismo internacional en las propias
ciudades que se están sistemáticamente derrumbando.
Los cubanos estamos cansados, la emigración y los
problemas de Cuba, en esta última etapa tiene más de 60 años continuados, sin
tregua, sin recesos. Invertimos y enviamos dinero, no hay mejoría. Los grupos
internos están fajados entre ellos. Las personas permanecen impávidas frente a
las públicas represiones. Muchos de los que están dentro, ni les importa Martí,
menos la historia de Cuba, están tan saturados de política e ideología, cosa
entendible, que han hecho un rechazo y han ido a parar al extremo opuesto, la
ignorancia y peor, la apatía, que sólo se resuelve con fiestas y sueños
dorados.
Los de afuera, estamos, aunque más cómodos, peor, la impotencia
se ha apoderado de nosotros. Estamos entretenidos en aspectos teóricos para
cuando la Cuba sea libre. Tenemos diseños económicos, políticos, para cuando
lleguemos al poder. Estamos desde aquí evaluando a Ferrer, los Clandestinos u
Orishas. Cada uno de nosotros queremos a una Cuba libre para nosotros, a una Cuba
diferente de la otra que quieren los otros. Somos libres por vivir en Estados
Unidos, Europa, etc., pero seguimos siendo esclavos del miedo, miedo de no
poder entrar más nunca, miedo de lo que les pueda pasar a los nuestros que están
allí adentro. Muchos hicimos silencio dentro y seguimos haciendo silencio
afuera, por temor, conociendo las consecuencias, a las acciones de un gobierno,
dueño de un país, de las leyes, los tribunales, las regulaciones, la propaganda
y muchos de los cerebros de sus ciudadanos.
Nos motivamos a impulsar, desde afuera, cosa que me
parece loca, una ley en defensa de los animales en Cuba, estamos preocupados
por los perritos de la calle y los gatos que han desaparecido de los barrios
porque han sido comidos, sé lo que digo porque comí gato, pero somos incapaces
de levantar una protesta, alrededor del mundo para apoyar a una Dama de Blanco,
que no se si son buenas o malas, no sé si tienen razón o no, no conozco si es
un negocio o un tema de principios, lo que sí sé, porque lo he visto, es que
son brutalmente golpeadas en plena calle. Nos quejamos de los pasaportes caros,
pero no nos negamos todos a pagarlos, porque tenemos que entrar a Cuba, sabiendo
que el gobierno dirá, bueno mientras que lo paguen, déjalos que protesten.
Además de revolucionarios, políticamente correctos,
decididos, interesados en la libertad de Cuba, Martí y Fidel, tuvieron algo en
común, quizás el segundo imitando al primero. Ambos tuvieron que ser personas
obstinadas, persistentes y un poquito locas. Esos, parecen que al final de la
película, son los que triunfan en sus objetivos. Son personas a los que no les
interesa la comida, las riquezas personales, la comodidad, sus intereses van
más allá de las cosas mundanas. Triunfó Martí en organizar una revolución que
terminó de liberar a Cuba del colonialismo español, aunque le costó la vida y
triunfó Fidel, el cual después de muchos años de ejercer el poder murió tranquilamente
el día que le dio la gana. Ambos, lideres fuertes de carácter, soportaron las
burlas, las presiones políticas de enemigos, la incomprensión de sus seguidores,
ambos se quitaron personas de arriba y sobre todo y ante todos, hicieron lo que
en sus cabezas tenían diseñado. Ambos hicieron, contra golpe y marea, lo que
les dio la gana, sin tener mucho en cuenta lo que el otro opinaba y sin
pretender que todos los entendieran. ¿Tenemos esto en la otra Cuba, o sea, la
Cuba de afuera?
Jennifer, no sé si respondí tu pregunta. Seguiré pensando.
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