Mientras espero, medio desesperado, escribo. Hoy, tal como dice un presentador de TeleMundo, es un día histórico.
Este 3 noviembre de 2020, es un día super especial para mí, primero, porque es el cumpleaños de mi hija Jennifer, 34 años, siempre su cumple es el día 3 de noviembre y segundo, hoy, por primera vez, he participado en unas elecciones presidenciales en Estados Unidos como ciudadano norteamericano.
Como papá estoy tranquilo. No sin errores, ya a mi edad he visto muy de cerca a mis hijos crecer. La vida me ha permitido la suerte de disfrutar de sus triunfos, que no son pocos y de verlos crecerse frente a sus errores. Hoy Jenny, la pionera desde pequeña, la precursora por esos deseos de adelantarse a su propio tiempo; la revolucionaria desde chica por ese sentimiento del cambio, de hacerlo todo a su forma, es una linda mujer. Ha crecido, ha matado a sus miedos y se ha parado sobre ellos, es muy buena mamá, muy buena esposa, pero además muy buena profesional, que a pesar de haber llegado a este país hace relativamente poco tiempo, tiene hoy su futuro diseñado y garantizado. Jenny, además, hoy no sólo es mi hija, sino que es mamá de mi bella nieta Mia y puedo asegurar que ha heredado las mejores cualidades de esa importantísima categoría. Algún día yo no estaré, ella estoy seguro me extrañará, pero podrá caminar sola y caminará bien. Esa es mi mejor obra.
3 de noviembre de 2020, primer martes después del 1 de noviembre, día señalado históricamente para las elecciones presidenciales en este enorme país. Evento que suma como ningún otro, no sólo el interés nacional, sino de todo el planeta Tierra. Evento que interesa a los interesados, a los que están a favor y los que están en contra, los que estudian lo que pasa e incluso a los que no les interesa nada. Estas elecciones, que tal como por tradición ocurre entre un candidato demócrata y otro republicano, tienen además la característica de que no sólo se escoge al futuro presidente de los Estados Unidos, sino que detrás de eso, se debate y se lucha entre una llamada derecha clara, abierta y demoledora, republicana y una izquierda usurpadora, parapetada dulcemente que se ha escondido detrás de la opción demócrata y la ha permeado de una imagen que, a mi entender, no les favorece.
Entonces he estudiado interesado en participar, creo que, con un gran sentimiento de agradecimiento, para poder poner mi cruz sobre un nombre de forma consciente. Como quiero creerme que mi voto es importante, entonces trato de ser responsable. He estado conectado con esto desde hace semanas, con esa mezcla de querer y la pequeña ansiedad que crea hacer algo por primera vez.
He seguido el proceso de inscripción y al recibir la confirmación
y mi lugar de votación, casualmente en mi ruta diaria para lleva a Martica al
trabajo, lo primero que me llamó la atención es que hasta el día 2 de noviembre
en la tarde, no había el menor movimiento y síntomas de proceso electoral. Me
llamó la atención, porque viendo lo que pasa en otros lugares, yo, sinceramente
esperaba banderas, carteles, música y sobre todo mucho movimiento de personas.
Nada.
El martes entonces recorriendo la misma ruta, pasé y vi una pequeña colita, entonces me dije, bueno, por lo menos hay votación. Dejé a Martica, me arreglé y me fui a votar. Me pareció enormemente aburrido. Había delante de mí 12 persona, todas con nasobucos, separadas entre sí por un metro. La cola caminaba lenta, porque luego descubrí que al entrar había que cumplir con las medidas de higiene diseñadas para los lugares que reciben personas, eso de frotarse las manos con un gel, etc. Me aburrí en la cola, nadie hablaba con nadie. Me tocó el turno, entré, descubrí que todos en la comisión electoral tenían más de 65 años, con una buena representación femenina, di mi nombre y apellidos, firmé un acta y me entregaron la boleta. Me paré frente a un pódium, puse las cruces donde ya había definido ponerlas, entregué el papel y sonreí. Ellos descubrieron que era mi primera vez y entonces me felicitaron sinceramente, cosa que me hizo sentir, no sólo bien, sino importante.
Me regalaron el bolígrafo con que firme, un bolígrafo chino, de esos desechables, no porque fuera importante, sino que se lo daban a todos los que votaban, para evitar posibles contagios por el COVID-19. Salí me fume un cigarro y me sentí muy bien, de ese orgullo que no sirve para nada, nada más para uno mismo, pero que por un momento aporta una energía, quizás por la adrenalina, que se siente en todo el cuerpo.
Voté muchas veces en Cuba, en aquel sistema de votación con el que no estuve nunca de acuerdo y puedo recordar que ni el estudio anterior, ni la ansiedad en espera del día, ni ese orgullo por poner la cruz sobre un determinado nombre, ni la alegría de sentirse importante, nunca me acompañaron. Votaba obligado, votaba por no buscarme problemas, votaba para quedar bien y mantener tranquila a mi familia, votaba para anular mi voto, votaba por cualquier cosa menos por mi necesidad de votar.
Aquí no tuve quien me levantara de la cama para ir a votar, no tuve a esas personas paradas en las puertas de los colegios que sabía que me vigilaban, no tuve a esos pioneros utilizados por el gobierno que repiten “votó”, sin saber exactamente de qué se está tratando, no tuve que mirar la foto de nadie puesta en las paredes de los colegios como recuerdo de que te vigilan, no tuve el seguro comentario de los llamados revolucionarios cuando daba la espalda y salía del lugar, pero ayer, a pesar de la apatía de muchos que me rodean, a los que no les interesa y se refugian en que no conocen o no son políticos, fui libre y feliz y para colmo me felicitaron muy dulcemente y me regalaron un bolígrafo chino.
Los emigrados generalmente vivimos con una doble condición de vida, por un lado, sentimos, o debemos sentir el compromiso con el país donde vivimos y esto, entre otras cosas, frente a una elección presidencial, hace pensar en lo que pasará con nuestras vidas futuras y paralelamente seguimos viviendo conectados con el país que dejamos atrás, donde probablemente dejamos familia y amigos. Entonces cualquier proceso se hace más difícil.
Los norteamericanos, digamos, en estos eventos, tienen un solo problema, pensar como norteamericanos, yo, entonces norteamericano a gusto, debo pensar como tal y luego dejar o preservar una parte de ese pensamiento a los que están en Cuba y tratar no sólo de pensar en ellos, sino de llegar a acciones que los puedan beneficiar. En momentos como estos, es muy difícil porque la propaganda política de ambos lados del Estrecho de la Florida, una vez más, apela a sentimientos familiares con el objetivo de alar para lados opuestos cualquier decisión cubano-norteamericana.
Yo, es bueno decirlo, voté por Donald Trump y sé que mi madre quizás me regañará una vez más, pero a esos regaños estoy acostumbrado. Voté por Trump porque voté por mí, por Estados Unidos y por Cuba, por una Cuba libre, próspera, que logre caminar por ella misma, que logre, incluso con la ayuda y el compromiso de otros países, definir un futuro propio, real, alcanzable.
Trump es acusado de ser un tipo, a veces, políticamente no correcto y yo también y seamos honestos, casi todos somos en algún momento políticamente no correctos o buenos hipócritas. Viene del mundo empresarial, es un hombre de éxito en el mundo de los negocios, por lo que no necesita del dinero de la política para salir de la Casa Blanca con una cuenta millonaria, lo que hace que sea muy difícil de comprar, al menos con dinero. Puede tener algunos crímenes detrás, como casi todos los hombres exitosos de negocios, a lo mejor, pero no se le han podido probar, ni con el espectáculo de juicio político orquestado por los demócratas, que al parecer le tiraron con todos los cañones para hacerlo añicos. Juicio político, vale la pena señalar que sólo a dos presidentes de la historia de este país se le ha sometido a un proceso tal, del cual no sólo salió limpio, sino que salió fortalecido. Junto a esto, debe ser el presidente más criticado y bloqueado de la historia, críticas y bloqueos que comenzaron muchos antes de que lograra pisar el Salón Oval. A lo mejor, de haberlo dejado trabajar en paz, sus resultados, que muchos son buenos, hubieran sido mejores, pero los demócratas nunca se repusieron de la pérdida de su última candidata Hillary Clinton y se dedicaron estos últimos cuatro años a hacerle la vida imposible. Trump debe acumular la mayor cantidad de noticias falsas de la historia de las noticias en este país.
Trump es un tipo concreto, si se analiza bien, de pocas palabras. Parece que lo que promete lo cumple o trata de cumplir. No se le puede evaluar por lo que no hizo, porque muchas veces no lo logró por barreras de sus oponentes, habría que avaluarlo entonces por lo que él personalmente no se propuso, ni quizo hacer. Según las estadísticas, bajo su mandato en el mes de febrero del 2020, justo antes de la expansión del COVID-19, la economía norteamericana exhibía números como no se habían visto desde 50 años antes, al igual que la creación de empleos para todos los colores, blancos, norteamericanos, latinos, etc. Tiene logros desde el punto de vista internacional, que me quedan más lejos, pero logró acuerdos nucleares con el temido líder de Corea del Norte, al que mantiene tranquilo, logró poner freno al gobierno y empresarios chinos, con el asunto de impuestos de productos que se venden aquí y la idea de que muchas compañías norteamericanas instaladas en ese país asiático regresaran a “casa”, ha logrado regresar a muchos militares vivos y durante sus cuatro años difíciles de gobierno, se han reducido considerablemente los militares muertos en el exterior. Puso en su lugar a la OTAN y a la OMS y logró reconocer a Jerusalén como capital oficial del estado de Israel y trasladó para allí la Embajada de los Estados Unidos y restructuró el tratado comercial entre Estados Unidos, Canadá y México, a todas luces desbalanceado antes de su intervención.
Trump, además, propone subsanar la hipócrita actuación del gobierno de Obama con relación a Cuba, de dónde, por cierto, su actual oponente Biden, formó parte muy activa, ya que fue vicepresidente durante aquellos 8 años demócratas. Trump ha prometido ayudar a los cubanos que queremos terminar con el gobierno que existe en la isla. Sabemos que no lo puede quitar, nadie aspira al uso de la fuerza, pero si, para aquellos que queremos, por coherencia, una Cuba finalmente sin comunismo, el que el presidente de Estados Unidos se comprometa a ayudarnos, es una buenísima idea. Nadie quiere ofender más a los cubanos de Cuba, nadie aspira a maltratar, humillar y dividir más a la familia cubana, nadie, ni los más retrógrados en estos temas, quiere colgar de los palos de la luz al pueblo cubano. Esa mentira es soportada por aquellos que quieren o aspiran a mantener todo como está, a que el gobierno acceda al dinero y sólo dé, como desde hace décadas, migajas al pueblo. Yo no apoyo a Trump para que intervenga, para que ataque, para que destruya más de lo que está a Cuba, apoyo a Trump porque estoy en contra del comunismo, socialismo, fidelismo, raulismo, canelismo u otro cualquier nombre que se le quiera dar a lo que ocurre en Cuba.
Apoyo a Trump, porque los demócratas en el último periodo, el dúo Obama y Biden, agredieron, ofendieron y perjudicaron realmente al cubano escondidos detrás de discursos melosos que aparentaban cariño. Apoyo a Trump, porque creo que el dúo Obama y Biden, por detrás de lindas sonrisas, sabían que joderían a los cubanos y no les importó, cedieron frente al gobierno de La Habana, que desde hace muchas décadas es el culpable de lo que hoy ese país tiene y ni esperaron las gracias. Nunca se las dieron.
Ahora, mientras escribo, todo se ha complicado. El
resultado de las elecciones está parado. Aún no tenemos un presidente para el
2020. Trump ha anunciado que se ha hecho fraude y han pedido conteo y revisión
de los votos en determinados estados y se ha paralizado al parecer el conteo en
los que van quedando sin informar, o sea, cinco, de los cuales depende la
victoria de uno u otro candidato. Biden tiene ventaja hasta ahora mismo, sin
embargo, nada está definido, los estados que quedan pueden virar el triunfo hacia
Trump.
Tendremos que esperar horas o días más. No vale la pena ahora, sin elementos, comenzar a hablar de malos manejos, fraudes, etc., menos sufrir. Ellos decidirán lo que es mejor y el que gane, pues ganó.
Me sigue gustando que Trump salga victorioso, por eso voté por él y quiero pensar que mi voto fue importante. Si no gana, pues nada, la historia demuestra que no es el fin del mundo. De seguro no saldré a la calle a cazar demócratas, porque por encima de todo, voté y voté en libertad.
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