Desconozco si todos los amigos y familiares que me leen están al tanto de lo que está pasando en San Isidro, un proyecto cultural cubano en La Habana y un grupo de jóvenes de diferentes edades, sexos, quizás formación académica y cultura, que su última acción, la de ahora mismo, ha sido encerrarse dentro de una casa, sede del proyecto y de diferentes modos protestar, entre otras cosas, por la liberación de un joven, acusado de desacato, procesado en tres días y condenado a prisión por 8 meses.
Dentro del grupo algunos están en huelga de hambre, otros en huelga de hambre y sed y el resto está apoyándolos. Como es común ya, la policía uniformada y la no uniformada, que por momentos es mayor en número, no los deja salir, no deja que se les visite, las personas que han logrado entrar lo ha tenido que hacer burlando la vigilancia, tal como si estuvieran tratando de entrar a robar en un banco o poner una bomba en la sede del gobierno.
La prensa internacional, muy poquita y de forma muy ligera se ha hecho eco del problema y por supuesto, una vez más, como siempre y como es tradicional, la información oficial, lo único que hace es demeritar a esos jóvenes, acusándolos de delincuentes y de no artistas. Las esquinas de la casa se mantienen controladas para evitar el paso de personas y con eso impedir el suministro de alimentos y claro, como siempre también, se encuentras apostados esa parte del llamado pueblo indignado, esperando la orden para mostrar su indignación organizada con aquellos gritos de mercenarios, escorias, gusanos, vende patrias y viva Fidel, a pesar de que saben que el amigo ya murió.
Podría hablar más del proyecto cultural San Isidro y de algunos de sus integrantes que hoy están en huelga dentro de una casa, conozco sus historias, pero leyendo y leyendo, me acabo de encontrar unas palabras escritas por el gran, si, el gran Carlos Varela, del cual me parece que no puedan decir que no es un compositor y cantante de muchas décadas, no creo que nadie pueda acusarlo de mercenario, menos de alguien que desde su cómoda butaca en el exilio opina sobre Cuba y las reproduzco textualmente. No creo poder decir nada mejor.
Bravo Carlos. Bravoooooooo jóvenes de San Isidro.
"Si no escribo estas palabras estaría negándome a mí mismo y a mi historia. No conozco personalmente a ninguno de los muchachos de San Isidro, pero eso no es lo que importa hoy. Cualquier ser humano que esté dispuesto a morir por una causa, sea cual sea, merece ser escuchado con respeto.
Soy humano, no me pidas entonces que mire hacia otro lado. No seré cómplice del silencio del coro. Veo con mucha tristeza y vergüenza a donde hemos llegado. ¿Qué nos ha pasado?
Sobre las líneas de mis canciones viajan
muchas heridas invisibles. Hace varias décadas atrás, cuando esos muchachos de
San Isidro eran solo unos niños o no habían nacido, mis canciones y yo ya
estábamos pasando por algo parecido. También quisieron apagarme, borrarme,
marginarme, censurarme y, como a una gran parte de mi generación que no aguantó
la presión, invitarme a irme de Cuba. Lo increíble es que muchos de los que
desde el mismo poder me acusaron y persiguieron, finalmente terminaron
largándose de aquí. ¿Y entonces? Yo jamás acusé a ninguno de mercenario por
irse, por traicionar lo que ellos supuestamente defendían. Simplemente seguí
siendo yo, “sentado en el contén del barrio”, haciendo mi obra.
No se puede ir por ahí pregonando que los cubanos somos los más valientes, “el hombre nuevo y solidario”, el ser humano modelo que sueña y desea un mundo mejor, si primero no soñamos y peleamos para tener un país mejor. Un país que verdaderamente nos incluya a todos, estén donde estén, piensen como piensen. Ya es hora de sentarse a dialogar y a escucharse, porque todos, vivamos donde vivamos, pensemos como pensemos, seguimos siendo parte de esta nación. Los de San Isidro también forman parte de este país. Tener diferencias ideológicas, generar cambios, pensar caminos distintos para construir la polifonía de voces de un país, es legítimo y sano. Eso no debería decidirlo, ni limitarlo, mucho menos regularlo un gobierno en nombre de una u otra ideología. ¿Con qué derecho alguien puede decidir quién es artista y quién no? ¿Quién es cubano y quién no?
Ser crítico en la sociedad en la que uno vive tiene que ser un derecho intocable. Si a todos los que tengan ideas críticas, opuestas y diferentes los amenazan, agreden, censuran, regulan y encierran, entonces terminaremos presos de conciencia muchos millones de habitantes.
Que un pueblo haga silencio no significa
que no piense.
No se puede seguir cortándole las alas a la libertad de expresión, a la libertad de pensamiento y a la libertad individual que es en el siglo XXI, un derecho fundamental de todo ser humano.
Esa no es la Cuba que yo soñé. Todo lo que está sucediendo puede llegar a ser contradictorio con el cartel y el eslogan de “Cuba Salva”.
Los actos de repudio entre cubanos, hombres y mujeres insultando, golpeando e injuriando nunca debieron ocurrir. Estos gestos infames seguirán siendo una vergüenza nacional. Los actos de repudio deben parar de una vez y por todas. Esa intolerancia hacia lo diferente, ese miedo al debate, a lo alternativo y opuesto la llevamos inoculada en la sangre y resulta una verdadera mancha a nuestra identidad. Miles de cubanos que participaron en los actos de repudio de los ochenta y noventa ahora viven lejos de esta isla. Algunos enmudecen de vergüenza, muchos hoy piensan diferente, pero saben que solo hay un culpable: el miedo. El miedo puede mover masas, basta con seguir atentamente la historia de la humanidad.
Lo que pase en Cuba y a los cubanos
estén donde estén me lastima, me hiere y me duele.
Como he dicho antes, no conozco a los muchachos de San Isidro, pero eso no es lo que importa hoy. Ellos son también jóvenes y rebeldes a su manera y si ahora están haciendo una huelga de hambre para defender su derecho a pensar diferente y a expresarlo libremente hay que escucharlos.
Ya es hora de sentarse a dialogar.
¿Es tan difícil eso? ¿Tan largos fueron los monólogos que olvidamos escuchar?
Ellos están defendiendo sus derechos que
son también los de muchos que hoy se esconden detrás del silencio. Los mismos
derechos por los que yo he luchado durante 35 años escribiendo canciones; el
derecho a pensar y expresarse libremente.
¿Eso es acaso un delito?
¿Será que tendremos que borrar de una
vez la palabra DIALOGO del diccionario de cubanismos?
Si yo no escribo estas palabras estaría negando mi necesidad de defender y apostar por el diálogo como el mejor camino para luchar contra la violencia.
Rodeado de amenazas y conjeturas,
nacieron buena parte de mis canciones, al calor de la censura y el silencio de
los otros.
¿Cuándo serán escuchados los nietos de
Guillermo Tell?
Ahora ellos tienen la palabra".
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