A veces uno lee sin leer, por eso hay libros, escritos, textos, poemas, que hay que releer en diferentes etapas de la vida y entonces encontraremos lo que nuestra rapidez, nuestra madurez y nuestros desconocimientos, no nos dejaron ver con la primera lectura.
Casi todos los hispanos parlantes y muchos parlantes
de otras lenguas, incluso sin haberlo leído, repetimos, Cervantes es el más
importante padre, dando la posibilidad de que existan otros padres, de nuestra
lengua y nuestra literatura. Su obra cumbre, cumbre también para nuestra
cultura e idioma, Don Quijote de la Mancha, escrita entre 1605 y 1615, se
reconoce como la catedra. Sólo perdedora frente a la Biblia, la novela de
caballería, que, basada en la ficción, tiene la virtud de llegar a confundirse
con la verdad, es el libro más editado y reproducido de la historia.
Entonces he encontrado y recolectado esta pequeña parte de la extensísima obra, pues me parece buena para ilustrar lo que está pasando en pleno siglo XXI donde vivimos y la genialidad del autor. Por favor, las reclamaciones no a mí, pueden dirigirlas a Miguel, dicen está enterrado en el Convento de las Trinitarias Descalzas, cerca, en Madrid. Las reclamaciones son personales, no se admiten por correo, miren lo que está pasando en Estados Unidos con los dichosos votos por correo orientado por los demócratas.
Luego, me encontrado con este artículo, “Fraude por el bien del mundo”, advierto no conozco de antes al autor, pero con sólo leer la síntesis de su curriculum, puedo detectar que ha trabajado mucho como periodista y como escritor de libros políticos y novelas. Me atrevo entonces a publicarlo en mi blog, porque no me lo robé, no estoy plagiándolo, es un artículo público.
A veces, incluso para los expertos, que no es tan siquiera mi caso, es bueno leer a otras personas. Esto nos permite, aprender, darnos cuenta de si estamos cerca de la razón o, por el contrario, estamos equivocados. Leer a otros, siempre nos enseña, corrige, incluso cuando ese otro comparta nuestras mismas ideas.
Para terceros, o sea, para este caso, aquellos amigos míos que me leen, es bueno, porque tanto se acostumbra uno a leer al mismo autor, con las mismas ideas y palabras y más o menos el mismo formato o estilo, que pueden no darse cuenta de los errores o desaciertos. A veces se ama a alguien sin pensar mucho críticamente en él.
Aquí les dejo, las ideas de un periodista prestigioso, especializado en política, obvio, defensor de una determinada variante, que es lo mejor que puede tener, no la variante que defiende, sino la defensa abierta, libre y clara.
Como siempre digo y está demostrado que he hecho, si tú tienes algo que compartir, algo escrito que quieras enseñar, me lo puedes mandar y yo lo publico, tal como he publicado muchos otros escritos, no importa del tema que sea. Creo que al final, todos ganamos.
Hermann Tertsch
Fraude por el bien del mundo
“Me van a perdonar, pero sí, soy de los que creen que
le han robado las elecciones a Donald Trump.
Creo sinceramente que desde hace mucho tiempo se había
tomado la decisión de que no se podía dejar al buen albur, es decir, al
electorado, el resultado de 2020 por miedo a que Trump, pese al mucho humo y
ruido generado, repitiera la victoria de 2016.
Creo que cuando Florida y Texas cayeron en manos del
presidente quedó claro que no habría un tsunami azul. Se disparaba el peligro
de que los estados del norte, del Rust Belt, inclinaran otra vez la balanza a
favor del odiado personaje.
Sospecho que fue entonces cuando saltó la alarma
y entró en funcionamiento un plan preparado ya meses cuando no años antes.
Y que son la causa de los masivos llamamientos al voto por correo cuyo aumento
cubriría bien, con su absurda y siempre distinta regulación, las alegrías
operativas preparadas en los puntos de recuento en estos estados frágiles. Las
leyes electorales tienen todas, el denominador común de invitar literalmente al
fraude.
Obviamente no tengo ninguna prueba y si Donald Trump y
su equipo legal no las tienen y no las consiguen, no servirá de nada que él y
40, 50 o 70 millones de norteamericanos compartan mi opinión. Entonces será
presidente Joe Biden, un manso, corrupto y rijoso personaje que ha flotado
confortablemente durante casi medio siglo en “la pomada política” de
Washington, incluida la vicepresidencia con el gran falsario Barack Obama,
que participó desde el primer momento en la conspiración permanente del equipo
de Obama y Clinton para acabar con Donald Trump.
Las conjuras para acabar con el mal sueño que era la
presidencia de Trump para “el establishment” habían comenzado nada más
superarse la conmoción de la derrota en noviembre de 2016. Para la fecha de la
toma de posesión ya planeaban acciones para acabar con el mandato aun no
comenzado. Para la historia quedan todas las tramas, escándalos, leyendas y
fabricaciones producidas por la administración contra el presidente al que
debían lealtad y servicio.
Lo importante, más allá de la larga lista de felonías
y falsedades inventadas para las diferentes y siempre fracasadas operaciones
con el fin de que Donald Trump no terminara su primer mandato, es entender la
diferencia esencial de este choque de trenes con las pugnas
políticas del pasado en Washington, en esa capital de la primera potencia
mundial, en la que se dirimía el control del sistema por distintas familias del
sistema. Ha habido hijos más o menos díscolos del sistema. Y alguno pagó con la
vida por intentar estafar al sistema. Pero nunca nadie ha dirigido el
sistema siendo tan ajeno al mismo como Donald Trump.
Y ha sido precisamente este intruso el que ha
desenmascarado la profunda transformación del sistema que ya está prácticamente
conquistado por una Nueva Clase, parafraseando a Milovan Djilas en
su denuncia de 1957 sobre la Nomenklatura comunista. El sistema de
poder en Washington, es decir ese “lodazal” o “pantano” que Trump prometió
drenar y que es el que intenta destruirle a él desde 2016, está ya en poder de
las elites surgidas de las universidades neomarxistas que son ya casi todas
también en EEUU.
Es la realización del sueño de Gramsci, aquel
comunista italiano que marcó el camino de la penetración cultural de las
sociedades capitalistas desarrolladas como la forma más eficaz y consistente de
la toma de poder comunista. Es la fértil y ya triunfante siembra de aquellos
profesores alemanes que desarrollaron los nuevos talleres del pensamiento
comunista y que llegaron a EEUU huyendo del nazismo. Con nombres como Horckheimer,
Adorno, Marcuse, Fromm o Pollock, fueron los que impusieron esa mezcla de
filosofía marxista y freudiana que conquistó todos los campus. Celebrada,
décadas más tarde, como Escuela de Frankfurt, volvió a Europa después de 1945 y
también conquistó las universidades europeas.
Medio siglo después de lo que algunos creen su fracaso
con el mayo francés del 1968 han llegado a su mayor éxito con la penetración
total del sistema capitalista norteamericano y europeo. En EEUU son sus
discípulos prácticamente todas las personalidades que desde los 70 salen de las
universidades de elite. Obama fue su primer presidente, James Comey su
primer jefe del FBI y Kamala Harris será su primera presidenta.
Hoy, toda unidad de la administración norteamericana,
como todas las grandes compañías, los grandes medios, las redes, las
multinacionales tecnológicas, el mundo cultural, tienen sus cuadros dirigentes
licenciados de las universidades de elite. Son marxistas, aunque no
se proclamen como tales y comunistas porque asumen que se ha de utilizar el
poder para imponer un sistema igualitarista. Creen en un final de la historia,
desprecian el hecho religioso, consideran al hombre un animal receptivo y
transformable, en el que todo es producto de acción química o exterior y por
tanto modificable.
Estamos ante la confirmación del éxito de ese proyecto
filosófico, político y social que fracasó en sus formas más violentas
bolcheviques. Pero que se va imponiendo en todo el mundo, medio siglo después
del abandono de las vías revolucionarias y del comienzo de la conquista de la
supremacía cultural marxista y el poder político en Occidente. Ahora ya
con la violencia muy medida para las necesidades de la coacción e
intimidación y de forma en general pacífica, subrepticia y paulatina, ganando
para su supuesta moderación a fuerzas supuestamente defensoras de la libertad,
de las naciones y de la verdad.
Solo un fenómeno tan extraordinario como Donald Trump
podía sorprender a este movimiento que avanza sin fisuras y sin
pausa por las escuelas, universidades, medios, publicaciones, películas,
teatro. Carente de miedo y pudor y con una voluntad personal colosal, Trump
puso patas arriba la cacharrería del sistema cuando se está concluyendo el
traspaso de poderes de las elites tradicionales a las izquierdistas en el
corazón del poder de los EEUU. Nada simboliza mejor esa transición en el
sistema que el tándem Biden-Harris.
Sea presidente o no, Biden está con un pie en el
asilo. Kamala, la brillante representante de esas elites marxistas, tiene ya el
mando.
Lo cierto es que la gran operación canónica globalista
contra el hereje Trump no ha respetado nada. Hasta el 14 de diciembre,
impugnados al menos siete recuentos, Biden no es más que el elegido de los
medios que han sido en todo momento la vanguardia de la agresión a los
resultados de 2016. Imaginen si Trump se hubiera declarado vencedor en unas
elecciones con siete estados aún en disputa. Habrían ardido todas las ciudades
norteamericanas arrasadas por las masas incendiarias y saqueadoras.
Los medios, que han mentido sobre Trump durante cuatro
años sin pausa, son quienes han proclamado a Biden y Harris, y el poder
socialdemócrata globalista lo ha aceptado sin más con total desprecio al
Derecho, a los procedimientos y al sentido común. Nadie excluya una
sorpresa catastrófica para todos los precipitados.
Trump los ha sacado de quicio porque ha logrado
movilizar a la nación, la identidad, la religión y la tradición, los elementos
que hacen único al individuo y por ello celoso de su libertad. No contaban con
ello en 2016. Pero ahora no les ha pillado ya por sorpresa y estaban preparados
por si Trump lograba la gesta. Y la logró, vaya si la logró. Cuatro años con
todos en contra, el presidente Trump ha mejorado significativamente no solo la
vida de los norteamericanos sino del mundo. Y ha mostrado claramente dónde
están las amenazas para la libertad, en China y en Washington.
Europa está en las mismas manos de los discípulos de
la Escuela de Frankfurt que mandan en Bruselas. Decididos a aplastar la
reacción nacional que surge en todos los países europeos. Que sienten la
amenaza de esta deriva que ha vaciado las democracias, asfixia toda
discrepancia e impone desde un centro formas de vida e ideología que nadie ha
votado ni elegido. En EEUU está ahora el gran pulso para esas fuerzas que
quieren cambiar no solo el mundo, sino al hombre mismo.
Confieso por tanto que yo estoy convencido de que
estas fuerzas que quieren imponernos un mundo feliz, como siempre han querido
los comunistas y el marxismo en general, han perpetrado fraudes
electorales en diversos Estados. Para que no triunfara el mal que encarna
Donald Trump. No lo puedo demostrar.
Tampoco puedo demostrar con pruebas que fueron esas
mismas fuerzas en su versión más primitiva las que trajeron a España a su
actual situación de deriva totalitaria al colocar en 2004 a la cabeza del
gobierno a Rodríguez Zapatero. Y que lo hicieron por medio de unas
cabezas de turco moras, muchas bombas en unos trenes, 192 muertos y dos mil
heridos.
¿Quién ganará el pulso mundial entre la civilización y
la utopía/distopía marxista? Eso es algo tan incierto como lo es hasta el día
14 de diciembre el pulso que van a librar quienes pretenden imponer hechos
consumados y quienes quieren contar los votos, todos los legales, hasta el
final”.
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