lunes, 9 de noviembre de 2020

Reflexiones, no llanto. “No vale la pena llorar por la leche derramada”.

Escribir es una buena forma de pensar, aunque en realidad para hacerlo se piensa. En la misma medida que se escribe se tienen que hilvanar ideas, hacerse y responderse preguntas cuando se conocen las respuestas, incluso reflejar dudas o incógnitas de las que no se sabe nada.

No vale la pena llorar por lo que ya pasó y no podemos cambiar, porque atrás no podemos volver. Lo que si nos toca es evaluar y para la próxima ocasión, poner mejor el balde o cubo, aguantar mejor o alejarlo de las patas de la vaca que se ordeña, cargar bien el cubo lleno de leche o no llenarlo tanto, quitar las piedras del camino, mirar por donde caminamos, no mirar el celular mientras trasladamos el líquido y lo depositamos en otro recipiente más grande, etc. La leche que se derrama, ya no se puede recoger, generalmente se llama a los perros o gatos para que se la tomen.

Gane quien gane este 2020, el sistema ha sufrido y eso se ve en las personas. El sólo hecho de terminar el día de las votaciones y todavía 72 horas después estar contando votos, por las razones que sean, denota una debilidad en el sistema. La idea de que uno de los candidatos esté reclamando frente a la justicia por supuestos fraudes de los que dicen tener pruebas y que el otro, a pesar de la incertidumbre, salga a proclamarse vencedor, lo único que promueve es el espectáculo, la inseguridad, la lamentable comparación de este, uno de los países más importante y moderno del mundo, ejemplo para muchos otros, con aquellos lugares donde la no democracia como sistema tradicional impera.

Votos. Bueno, muy al principio la única forma de votar era personarse en un lugar predeterminado, enseñar una identificación, que asegura que no eres otra persona, que no estás muerto, etc., y ejercer directamente el voto, un día, en un lugar o reunidos en un lugar, levantar la mano, una tarjetica, una banderita o en la modernidad, apretar un botón, siempre bajo la condición de que el votante sea el elegido para votar y esté vivo. El voto puede ser comprado, nadie sabe lo que se puede manejar antes, nadie sabe lo que cada uno tiene en su cerebro, pero por lo menos la acción de levantar la mano, apretar un botón, poner una cruz, firmar un acta, sigue siendo un acto estrictamente personal. A raíz de lo ocurrido aquí, he escuchado a expertos en elecciones decir que siempre, en todas las elecciones, en todos los países del mundo existen pequeños errores y pequeños fraudes.

Sin embargo, la modernidad no es sólo para los teléfonos, los carros, etc., sino que llega a todos los aspectos de la vida, por lo que afecta también a las elecciones. En Estados Unidos hoy, lo que viene funcionando desde hace muchos años, existen tres formas diferentes de ejercer el voto, que han venido funcionando, digamos relativamente bien, de forma paralela en cada una de las elecciones. La boleta ausente, el voto por correo y el tradicional voto presencial.

Algunas de ellas pudieran parecer lo mismo, más no lo son. La boleta ausente generalmente existe para personas que se encuentran fuera del domicilio en que les toca votar, por ejemplo, militares, diplomáticos, personas que están trabajado fuera del país y no pueden viajar para el día de las elecciones. El voto por correo, generalmente se utiliza para personas muy ancianas o con determinadas incapacidades, que no pueden trasladarse solas a los colegios de votación, pero quieren votar. El voto presencial, que puede ser adelantado, en lugares específicos para votar días antes, o sea, en lugares, colegios, que cada estado definen para que los ciudadanos voten presencialmente y así disminuir las complejidades del voto en un solo día y luego existe el día escogido, que es el primer martes después del 1 de noviembre del año de las elecciones presidenciales, que es el día de votación nacional.

Según la tradición, el voto por correo y la boleta ausente, siempre fue pequeño, alrededor del 15% de las votaciones, por lo que, según expertos, dicen incluso que su resultado no cambiaba sustancialmente el resultado de votación en cada uno de los estados. El gran peso, como la tradición también lo señala, lo tenía el voto presencial.

Para este año, 2020, las elecciones tuvieron una nueva receta, al existir un nuevo elemento, el COVID-19. Entonces los partidos se polarizaron también en el método, los republicanos, incluyendo al candidato Trump, insistieron en el voto presencial y los demócratas, apoyados en la existencia desde hace mucho y los peligros que este año garantiza el virus, apoyaron y estimularon la votación por correo, más cómoda, menos riesgosa desde el punto de vista de salud, menos comprometida porque nadie me ve y nadie sabe cuándo y por quién voté, incluso nadie sabe si voté o no voté. Una de las cosas que observé, a partir de la gran contradicción que existía entre Trump y Biden, ya no como políticos, sino como personas, muchos norteamericanos no gustaban decir a quién le pondrían la cruz encima. Lo de secreto, para mí absurdo, se hizo más secreto.

Este año tuvo además la característica de que muchos republicanos tradicionales, pensaban, imagino que lo hayan hecho, no votar por el representante de su partido, por no estar de acuerdo con su conducta personal o no gustarle su peinado o color de su corbata. Trump en vez de ser evaluado como programa político y resultados de cuatro años de presidente, con problemas, pero muchos logros, pasó a ser querido o no, por imágenes creadas a todas luces por los contrarios, lo que hace que las personas repitan que es racista, anti emigrante, prepotente, asesino por el COVID-19, etc., sin poder luego probar o mantener nada de lo anterior, frente a un oponente que participó en la separación de las familias en la frontera con México, dejó a miles de cubanos tirados en selvas y mares e increíblemente, posee una historia política junto al partido que creó y defendió por años al Klan, la segregación en las escuelas y la promulgación de la ley del crimen en 1994 por la cual se enjuició a una gran mayoría de negros y latinos, pero que aparece como un viejito lindo, de ojos azules, cariñoso, sobre todo con las niñas y jovencitas, que perdió a su primera esposa e hija en un accidente de automóvil, que luego perdió a uno de sus hijos por el cáncer y que es amigo íntimo del ex presidente Obama.

El candidato Trump muchas veces, desde semanas antes y como parte de su campaña, estuvo tratando de alertar sobre las posibilidades de problemas que este método podría traer, y sus contrincantes, entonces también como parte de campaña, estimularon el método y metieron miedo con la contaminación por el virus. A todas luces, para mí, justificación amañada.

Para nada el virus tiene que ver con las votaciones, sólo el miedo que sobre él se sembró. Las personas aquí salen a trabajar todos los días, salen de compras a tiendas y supermercados, se van a los parques y lagos a pasar los fines de semanas, se reúnen en fiestas en casas de amigos, visitan bares y restaurantes. Entonces la idea de que no se debía votar de forma presencial por el virus, para mí, es una estrategia muy bien pensada y llevada adelante por uno de los partidos competidores, que casualmente es el que está acusado hoy de fraude, cosa que aún no se ha comprobado, pero de ya, la sola existencia de la duda crea problemas.

¿Cómo funciona el tema de las elecciones cada cuatro años?

Desde hace muchos meses antes, las personas interesadas en votar debían llenar un formulario. Como todos sabemos, desde las últimas elecciones hasta hoy, las personas mueren, adquieren la edad para votar, se mueven, se cambian de estado, se mudan de casas, por lo que no hay una garantía de los que existen y están y como además el voto es voluntario y puede, de hecho, cambia, de nada sirve lo que ocurrió en las últimas elecciones pasadas.

Entonces yo, recogí y llené y luego envié mi formulario de interés en participar en estas votaciones. Nombre, apellidos, dirección, número de seguro social, teléfono, dirección de Email, filiación política en caso de tenerla. A los pocos días recibí por correo una tarjeta donde venían mis datos y yo debía comprobarlos. Si existía algún error, debía informarlo y si todo estaba bien, debía informarlo también y entonces con esa confirmación se elaboran los listados oficiales por ciudades, condados y estados, de todos aquellos que declaran querer participar en las elecciones. Esto es perfecto, con esa confirmación se elaboran sin equivocación, o sea, con 100% de seguridad, las listas por estados de todos aquellos que pretenden declaradamente votar. Luego la realidad podrá ser otra entre los que se registraron y los que votaron, pero las listas de los potenciales votantes quedaban organizadas.

Entonces llegado el día 3 de noviembre, la idea era hacer una cola, identificarse, ser localizado en una lista, recibir una boleta y votar de forma secreta. Yo llegué, hice mi colita y entré en el colegio. Bienvenida y lavada de manos con gel. Me preguntaron mi nombre, respondí despacio, pero como mi apellido en español es Torres, a pesar de habérselo deletreado, descubrí que la persona pasaba trabajo para localizarme y entonces voluntariamente le entregué mi ID, o sea, documento con foto donde ella podía leer exactamente. Pero en realidad nunca ellos me pidieron una identificación, solo tuve que dictarles mi nombre y confirmar que seguía viviendo en la dirección que había declarado cuando llené la planilla de inscripción. Puse mi nombre, dirección y mi firma en una libreta rayada y me fui a votar.

Martica, el miércoles, regresó a la casa diciéndome que en su trabajo muchos compañeros se quejaban asombrados de que no les habían pedido el ID para votar, que sólo, a diferencia de votaciones anteriores, tuvieron que dar el nombre. Y entonces recordé que en el documento que había revisado para mis datos antes de la votación, decía que las personas que ya habían votado en Nebraska en momentos anteriores no necesitaban presentar ID, la exigencia de ese documento era sólo para las personas que votaban por primera vez en el estado, lo que me incluía a mí, pero que como ya conté, nunca me lo exigieron.

Se confía en la honestidad. Si claro, pero creo entonces que se puede, como mínimo, haber sido ingenuos, para no definir sin elementos reales, cabrones. Pero el sistema desde aquí mismo es débil y permite las posibles complicaciones. Al no exigirse en muchos lugares un ID con foto, cosa que ahora me parece extraña, puede permitir que yo vote por una persona que murió dos días antes del día de la votación personal, o sea, mi abuelo Adam Smith. Pero además pueda ir a votar por Adam Smith, que conozco que se apuntó, pero luego me dijo que no votaría. También puedo ir a votar por Adam Smith, que sé que está ingresado de gravedad en un hospital. En todos los casos, por lo que viví, se corría el riesgo de que te preguntaran el nombre y la dirección, nada más, si alguien te pide el ID, con responder que no lo tenías arriba, que se te había olvidado, que lo buscarías y regresarías, tenías. En ningún colegio había policías, ni militares, ni detectores de mentiras.

Entonces, un sistema con estos problemas, donde, existen ejemplos probados de personas muertas tiempos antes, que aparecen como votantes, incluso un tipo muerto en la segunda década del siglo XIX, donde, por mi experiencia, sumada a la de los compañeros de Martica, no se hizo, al parecer mucho énfasis en la exigencia de un documento de identificación, el mismo que piden cuando compras alguna botella con alcohol en un supermercado, incluyendo los vinos o en algunos lugares cuando compras cigarros, el sistema permite el fallo e incluso la trampa.

Por la cantidad de votos este año que se movieron por correo, dicen que un poco más de 100 millones, el sistema súper profesional y seguro de correo de los Estados Unidos se declaró colapsado, al no poder entregar todas las boletas recibidas en cada uno de los estados, lo que quiere decir en cada uno de los colegios electorales, a tiempo para ser contados, lo que provocó que 72 horas después de cerrados oficialmente esos colegios, no se pudiera precisar hacía cuál lado se inclinaban los votos. Entonces al demorarse la entrega, cabe la posibilidad de boletas que fueron llenadas y entregadas fuera del plazo, entraran en el juego, para no pensar mal y pensar en boletas llenadas a última hora para equilibrar votos.

Horas donde las quejas de fraude comenzaron a aparecer y no sólo a aparecer sino se hicieron más sólidas. Parece que varios de los observadores republicanos, que son oficializados y estaba acreditados por cada partido, no pudieron observar nada en varios lugares, fueron sacados de los salones sin explicación o las mesas de conteos les quedaban a más de 20 metros de distancia. Algunos colegios tapiaron con cortinas y cartones los cristales de las ventanas y puertas que dan al exterior, ejemplo, videos se pueden ver en los colegios de Detroit, casualmente controlados por los demócratas, como ya dije, aparecen probados, varios muertos que votaron, personas registradas para votar en diferentes colegios a la misma vez.

Lo cierto es que yo, sin pensar en más nada, tratando de no prejuiciarme, estuve despierto frente a una pantalla hasta el día 4 a las 2:30 am, justo hasta que Trump salió e hizo unas declaraciones. En ese momento, el presidente, candidato del partido republicano, declaró que las elecciones las había ganado y aseguró, por mucho. El mapa de Estados Unidos se pintaba de color rojo. Faltaban por cerrar varios estados, tres de ellos de fuerte tradición republicana, Pensilvania, (20 votos), Georgia, (16 votos) y Carolina del Norte, (15 votos).

Hasta aquel momento, puede que Trump esté loco de verdad y todos lo que lo apoyan también estén locos, o sea, el gobierno no era nada serio, sino un manicomio clásico, los republicanos, a pesar de no estar de acuerdo con la parálisis sin justificación del conteo de los votos, ganaba. Sin embargo, en la mañana siguiente, todo había cambiado, incluyendo en aquellos estados de fuerte tradición roja, los demócratas estaban ganado o habían disminuido sustancialmente la ventaja que el candidato republicano tenía. No sólo Trump era el asombrado, también yo. No logré entender de “primera y pata” qué había ocurrido, hasta que se comenzó a decir que el cambio a favor de los demócratas estaba basado en los maravillosos votos por correo.


Asi estaba el mapa a las 2:30 am del 4 de noviembre. Tres de los estados no terminados de contar, PA, NC y GA, son tradicionalmente republicanos, donde había ventaja. Trump y yo nos fuimos a dormir tranquilos.

Cosa curiosa, los votos por correo favorecían a Biden de forma exagerada a decir de los especialistas en votaciones, pero además en estadística y matemática, los que declaran que es imposible por probabilidades científicamente que de una cantidad X de boletas un por ciento abrumador sea sólo para un candidato, no apareciendo incluso votos asignados al contrario, tal como si todos los votantes se hubieran puesto de acuerdo o sólo existiera un nombre por el cual votar, o sea, para presidente, Fidel Castro, oh perdón, Joe Biden.

¿Hubo traición dentro de los republicanos, que estuvieron hasta última hora diciendo que votarían por Trump y a la hora cero cambiaron su voto?, ¿Los demócratas, más malditos, estimularon el voto por correo y en ellos metieron las manos?, ¿Es cierto que el voto negro y el latino favoreció a conciencia a Biden como poseedor de un programa real para beneficiarlos, desconociendo u olvidando su verdadera actuación durante todos sus años como político profesional?, ¿Nadie, sólo yo, vio la destrucción, el vandalismo, los golpes, la desobediencia ciudadana incluso con agresión a las fuerzas del orden de movimientos de personas encapuchadas, que dicen apoyar y ser la base de los demócratas o es que se vio pero a muchos no les importa?, ¿De qué democracia estamos hablando o a dónde ha ido a parar esa forma de vida que hoy se basa en la fuerza y en el abochornamiento personal de todos contra todos?, ¿Sería tan difícil demostrar con todo el desarrollo tecnológico existente, que una boleta no es válida, que existen dos boletas o votos repetidos, que un hombre que murió en 1829 votó en el 2020 o que existen muchas boletas en un estado que proviene de otro estado? Y, por último, ¿Podrán gobernar los demócratas, sin ser devorados por la propia ola que ellos mismos han creado y sobre todo con la imagen del fantasma Trump y peor, lo que ya se llama “trompismo”?

Ahora estamos peor que si el partido republicano hubiera perdido rotundamente. La campaña y abogados de este están hoy lunes reclamando frente a la justicia norteamericana, única a esta hora de dar soluciones y los demócratas, Biden y Harris celebraron la victoria. Los votantes republicanos, disciplinadamente están de forma general tranquilos, esperando la decisión, como quizás no hubieran estado los demócratas de haberse sentido agredidos.

Siendo yo un desconocedor, he aprendido que el sistema electoral norteamericano es muy complicado, porque cada estado, somos 50, tienen una gran diferencia poblacional, lo que significa de votantes, pero además tienen sus propias leyes electorales que los hacen únicos y diferentes, por lo que no existe la posibilidad de comparaciones exactas, por lo que se supone que la justicia puede mandar a detener los conteos, reconocer la existencia de un fraude en determinados lugares y declarar la necesidad de un nuevo conteo en aquellos estados y colegios donde se probó alguna irregularidad.

Cada elección aquí es multimillonaria, el dinero invertido, ya no para campañas, sino para el tema organización, procesamiento y conteo de votos, exige una enorme cantidad de dinero, pero en realidad merecería hacerse un conteo nuevo a nivel de todo el país. Se gastaría mucho dinero, es real, pero se salvaría para la historia, la historia.

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