Estamos a 25 de noviembre y aún, a pesar de todos los pesares, Estados Unidos de América, no tiene un presidente oficialmente declarado y firmado. Lo que estamos teniendo, al menos para los que queremos mirar objetivamente, es que el resultado de las elecciones presidenciales está detenido porque existen varias demandas de uno de los candidatos contra varios estados del país. Muchos actores de gobierno, responsables, se desgastan repitiendo que no hay aún presidente electo. Hasta que este proceso no termine, con la certificación de todos y cada uno de los estados, gústele a quien le guste y pésele a quien le pese, no hay oficial inquilino de la Casa Blanca. La prensa, los expertos, los brujos, los amigos e incluso los que votaron, no nombran oficialmente al presidente. No es una cuestión de gusto, aunque las posibles apariencias señalen el camino, es una cuestión de la ley.
Si uno sigue las declaraciones de la parte que se reconoce afectada y de algunos funcionarios de investigación y gobierno, estamos en presencia, sino del mayor fraude de la historia electoral de este país, por lo menos frente a la mayor cantidad de irregularidades, errores, problemas, inconformidades que los expertos y muchos ciudadanos pueden recordar.
Esto es un gran problema, porque el asunto ha pasado de una elección entre dos candidatos, cuál ganó y cuál perdió, a convertirse en un momento donde se está cuestionando, por tanto, poniendo en juego, al sistema electoral y político del país, cosa evidentemente más importante que todo lo anterior. Una cosa es que un muerto votó, que una persona puede haber votado en varios lugares a la misma vez y otra es afirmar que uno de los partidos competidores, en alianza con agentes externos han manipulado todas las elecciones con el propuesto resultado de la violación de millones de boletas de forma planificada. Una cosa es que una máquina de conteo se paró, se bloqueó o rompió y la otra es asegurar que las máquinas y los programas fueron preparados para poderlos manejar a conveniencia y que los votos de los ciudadanos estadounidenses, o parte de ellos, fueron a parar a otros países, se menciona Alemania y España, por ejemplo, para allí ser contabilizados.
La información que circula, yo, desconocedor, la puedo dividir en tres grandes partes evidentes, pueden existir otras más.
- La que genera el equipo de reclamo del actual presidente Trump, que, de seguirla a pie de la letra, no quedan dudas del gran fraude. Me parece irresponsable a nivel de delito, asegurar lo que ellos aseguran y dicen tener pruebas irrefutables y absolutamente irrebatibles.
- La que generan los medios de comunicación, en un por ciento muy alto, no de ahora, sino desde hace mucho, en contra abiertamente de Trump y su gestión, que están dando a Biden no sólo como ganador de los votos, sino ya como presidente electo y siguiendo cada paso para sembrar esa idea en la ciudadanía, sin el menor pudor, sin la menor alerta, sin el menor apego a la realidad.
- Una tercera, que es la del partido demócrata aparente ganador, que es muy poca al respecto y que, por el contrario, se ha dedicado a celebrar y organizar desde ahora su ascenso al poder para los próximos cuatro años, lo que me parece absurdo, porque frente a las acusaciones de fraude gigantesco y las implicaciones de las principales figuras del partido demócrata en determinados estados, acusaciones que van dirigidas a la estabilidad del sistema político norteamericano, no sólo de elecciones, sino de gobierno, a mi entender, deberían estar declarando su inocencia y apoyando fuertemente la revisión de los problemas que se plantean existen, para dejar claro, que un muerto que votó es un error, pero que la constitución, la división de poderes, la cámara, el senado, los gobiernos locales y todas las leyes norteamericanas funcionan. Esto es complicado, a lo mejor no se ve a simple vista o en los primeros análisis apasionados, una cosa puede ser ganar una elección y otra es presidir sin que los ciudadanos crean y apoyen.
Si se sigue la información, no de la prensa que está, como dije, en un elevado número comprada, al menos eso es lo que demuestran sus propuestas, sino de los propios protagonistas que desde el primer momento y hasta hoy están hablando, declarando, dejando claras determinadas posiciones, sobre todo Trump, su equipo de abogados, más algunas otras figuras de prestigio en la política norteamericana y en el gobierno, que han mostrado pruebas y han asegurado que tienen miles de pruebas más para presentar a las cortes, es duro, pero factible decir que si, existen muchas posibilidades de un fraude, es más, existe un enorme y gigantesco fraude, aunque yo, no lo pueda demostrar hoy en este escrito.
El sistema norteamericano de gobierno es extremadamente complicado, son leyes y más leyes, regulaciones y diferencias a tal punto que cada estado, somos 50, puede y de hecho tiene autoridad para la actuación. Es extremadamente complejo, lo que me hace pensar en aquellas personas que dan definiciones a la ligera, aseguran cosas, concluyen, dan soluciones absolutas, sin tener muchas ideas de lo que aquí funciona.
Claro, repito, la información que circula en una gran parte de los medios, dicen “Biden, el presidente electo”, en vez de decir Biden el candidato pronosticado a ser electo o Biden el candidato que probablemente gane las elecciones. Existen miles de formas de proclamar a Biden como posible, potencial, pronóstico para presidente y otra es definirlo como presidente electo. La palabra electo da una definición que confunde y eso aún no ha pasado.
Es parte de un gran juego, es parte de lo que aquí se permite y es entonces cuando la democracia se me complica. Si esto es parte de la democracia, habría entonces que explicar y explicar, porque yo, como simple ciudadano, lo que veo y me llega es un gran reguero, organizado a exprofeso y permitido, ya sea por la tradición, las regulaciones que yo no conozco, los rejuegos de la ley o aquellos espacios, que, como todo, la propia ley no contempla, no por mala, sino porque son millones de posibilidades a estudiar.
A mí modo primitivo de analizar, debería haber una autoridad máxima, que organizara el asunto, lo que no tiene nada que ver con un atentado a la tan llevada democracia y libertad. Debería existir una autoridad que aclarar para los más de 300 millones que aquí somos, más para los otros muchos millones que observan desde afuera, que no puede mencionarse la palabra electo, porque eso no es verdad, que no se puede presuponer tener a un presidente que no se tiene, que puede ser el supuesto o pronostico ganador, pero que está enfrentando un tema de demandas frente a las cortes, entonces tiene que esperar para celebrar públicamente. Una cosa es reunirse con amigos que lo consideren ganador, incluso que lo puedan nombrar emperador y otra es hacer actividades públicas para todo el país, celebrando el nombramiento de presidente que aún no se tiene y se puede tener o no en las próximas semanas. Yo puedo aspirar a ganar la lotería, incluso cuando no la juego, pero para ganarla en realidad tienen que coincidir todos mis números inequívocamente. Yo puedo nombrarme millonario por tener un millón de amigos, para el banco la explicación es más sencilla, mi cuenta de dinero.
Cada elección es diferente. Dado el caso de que cada colegio y cada estado certifique a un ganador, que la diferencia de votos sea abrumadora, que el ganador sea matemáticamente ganador y el perdedor, frente a los datos, reconozca su derrota y no se haga más nada, donde aún se tiene que esperar al nombramiento oficial, se pueda hablar de un presidente pronostico indiscutible y otra es el proceso turbio, empañado, sucio, pantanoso por la definición de algunos, que estamos viviendo, donde varios estados no han terminado aún de contar, donde otros están recontando y sobre todo, donde existen fuertes demandas de una parte acusando a la otra de gran fraude, con por lo menos, evidencias de manejos extraños, boletas cambiadas, votos quitados a uno y puestos a otro, declaraciones de testigos, implicados, investigaciones federales abiertas, etc.
Nombrar a uno de los dos como presidente electo, a mi modo primitivo de ver, es irresponsable e irrespetuoso, es estarse defecando en todo lo que está pasando, es decirles a las cortes que no hacen falta, que no es necesario, que lo que se está diciendo no tiene ningún valor y entonces yo me pregunto, ¿Y las cortes qué? Se dice que el camino está hacia el gran jurado, único en su tipo, único en su responsabilidad y que luego la decisión final, final, final, que nadie podrá cambiar, está en el Congreso y entonces yo me pregunto, ¿Qué hay de ese gran jurado y de ese Congreso?
La democracia vista así es confusa y eso es lo único que no debería ser. A mi modo primitivo de ver, debería existir una máxima autoridad, que está obviamente por encima de los dos candidatos que compiten, que salga a decir con autoridad absoluta, oigan, no tenemos un presidente; escuchen, estamos aún sin presidente; entiendan, no podemos certificar a un presidente, cosa que es mucho más importante que ganar o perder unas elecciones.
La democracia o está mal interpretada y cada cual tiene su propia definición de lo que ella significa, imaginen más de 300 millones de definiciones, no fue capaz de prever lo que pudiera suceder o no está organizada para eventos como estos. Es máxima autoridad debería decir, estamos enfrentando una reclamación por fraude electoral, lo que significa un evento extremadamente importante para la vida de este país, o sea, la confianza o no en nuestras instituciones, por lo que usted, Sr. Biden, puede hacer sus reuniones, puede ir seleccionando a el grupo de personas que quiere que trabajen con usted en un posible escenario futuro, puede invitarlos a comer todos los días, puede incluso dormir con ellos, pero no puede, bajo ley, hacer nada de esto público, no puede nombrarse, ni dejar que lo nombren presidente electo, porque entonces eso, a los datos de hoy, es un fraude. Debería haber una autoridad superior, que llamara a un periódico o a un canal de TV y le dijera, no pueden por el bien del país, mencionar la palabra electo, búsquense otra. Cuando esas autoridades quieren lo hacen, por qué no ahora.
El reconocer a Biden como presidente electo o al menos dejarlo correr como tal, tiene muchas implicaciones, las primeras de confusión. Los demócratas, digo ellos, porque este es el caso, fuera igual al revés, celebran. Muchos otros, incluso gobiernos extranjeros, lo han felicitado. No pocos, digamos evidentemente interesados en el presidente que gane aquí, aunque viven en Thailandia, hablan del ganador y como era de esperar, desde Cuba, yo personalmente, recibo mensajes de alegría por la victoria de los demócratas con Biden a la cabeza. No es de ocultar, porque es público, que el gobierno cubano, está dando seminarios a sus funcionarios para definir la política del gobierno con Biden como presidente. Pero, ¿cómo se va a felicitar a una persona que está acusada de fraude? Es lo mismo que saber que un tipo violó y mató a una niña, pero felicitarlo porque el tribunal todavía no ha dictado sentencia. No es lo mismo defender, aportar información, analizar, que decir todo lo que se dice es mentira y que vamos a felicitar, peor, empoderarlo como presidente, tal como si esto fuera un juego de niños.
Este desliz de la democracia, a mi entender, crea más problemas. Los grupos, ya históricos, anti-Trump, ahora arremeten con que él está dando una pataleta, que no quiere abandonar la Casa Blanca porque le cogió cariño y no tiene a dónde regresar, que es un acto preparado, que el tipo está formando líos sin razón, que su equipo lo está abandonando, que está solo en esto, que nadie lo quiere más, etc. Trump, sea él o cualquiera en su lugar, aparece como un loco, antidemocrático, dictador, egocéntrico, machista, antipolítico y no aparece nadie con autoridad que diga para los 300 millones que somos, que el tipo está reclamando con todo su derecho y que hasta que esto no termine, no existe presidente. Ni él continua, ni otro puede asumir.
¿Qué podría pasar si el fallo final es que Trump tiene razón, se comprueban sus argumentos, se suspenden las elecciones, al menos en su parte complicada, y se le otorgan otros 4 años en la presidencia?, ¿Cómo los demócratas, que ya llevan varias semanas celebrando a su presidente “electo” y viendo a su ganador formar e informar el próximo gobierno, podrán entender la decisión?
Creo que la idea ahora, encurtida en vinagre, es salvar al país, es salvar a la forma de gobierno, más allá de darle los votos a uno u otro. La gran idea ahora es aclarar lo que ha pasado con el sistema electoral norteamericano y si existen o no implicados en el fraude. La idea sería declarar sin objeción o sin dejar dudas, lo que realmente ocurrió y la solución para ahora y para el futuro, para lo cual habría que haber salvado esta democracia, aclarando que ella, no Trump, ni Biden, es lo más importante.
La idea es haber tenido testículos, dentro de la democracia, para hacer una declaración oficial y decir, Trump está reclamando, tiene su derecho, no por ser Trump, sino porque así lo establece la ley y Biden tiene que esperar tranquilamente en silencio, lo que no quiere decir inactivo, pero en silencio, hasta que el día X, el señor Y, en nombre del estado de las Estados Unidos asegure lo que pasó y otorgue el resultado ganador.
Entonces, ¿en qué estamos?
Hoy, no tenemos un presidente legalmente aprobado. Lean, no lo tenemos. Trump y su equipo de abogados y asesores, están reclamando frente a las cortes norteamericanas estatales, si esto no se resuelve, se tendrá que llegar al gran jurado, que luego dará indicaciones al Congreso. Existen estados que no han terminado de contar o están contando de nuevo. Existen y siguen apareciendo, según los demandantes, muchísimas evidencias de irregularidades y posibles fraudes que se están presentando y evaluando. Biden, por la tradición norteamericana, que puedo yo entender o no, estar de acuerdo o no, está formando su equipo de gobierno, tal como se escogen a los peloteros o futbolistas para integrar un equipo meses antes de la competencia, pero eso aún no es oficial para nada. Biden y su equipo tendrán que esperar.
Su fuéramos responsables, la prensa, la TV, los amigos y enemigos, deberíamos parar, lo que no quiere decir no desear, no explicar, no rezar, no poner velas o darle de comer a los santos. Toda afirmación hoy es mentira, toda afirmación hoy es peligrosa, toda afirmación hoy puede mañana crear problemas. No existe el fraude hasta que no se pruebe, por mucho que yo voté por Trump, no hay presidente nuevo para los próximos cuatro años, hasta que este dilema no se resuelva y quede todo claro, transparente.
A veces, como dice una amiga, hasta la famosísima democracia como teoría, incluso hasta la famosísima democracia norteamericana, para muchos única, para muchos inigualable, tiene sus grietas.
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