Arturo Mesa y yo nos conocemos desde hace ya muchos años. Coincidimos como profesores en el, por aquellos tiempos, importantísimo, famosísimo, deseadísimo, Instituto de Comercio Exterior de Cuba.
Él profesor de inglés, uno de los mejores que existían en aquel Departamento de Idioma, dirigido por la legendaria Eva y yo profesor del área de Comercio Exterior, dirigido por otra legendaria, Alicia, por cierto, mi madre. Nuestras áreas estaban divididas por un pasillo, una especie de puente techado, por lo que más allá de departamentos, él trabaja del lado de allá del puente y yo del lado de acá. Entonces fuimos compañeros de trabajo, en realidad buenos compañeros de trabajo.
Luego Arturo debe haber sido alumno mío, cuando a la dirección del instituto se le ocurrió que los profesores de idioma conocieran un poco de comercio exterior, marketing, etc., pues, aunque no siempre se cumplía a totalidad, sus alumnos eran los trabajadores del ministerio, necesitados de salir al extranjero o negociar en Cuba en inglés. Yo fui su alumno durante todo un año seguido, completo, en aquel curso fantástico de Intensivo. Lo que aprendí allí, luego, mucho me ha servido. Entonces tuvimos una relación de alumno – profesor en las dos direcciones posibles.
Además, ya no por temas laborales, sino por empatías y coincidencias, nos hicimos amigos, por lo que comenzamos a compartir “tareas” extra-clases. Fiestas, familias, vacaciones, etc. Parte de mi familia pasó por sus manos también, como profesor obviamente y eso hizo, que no sólo fuera conocido en mi casa, sino que fuera querido. En nuestros días de playa todos los años, Arturo y su familia, siempre tuvieron un espacio y fueron bien recibido.
Es un tipo genial, le gusta el football, es buen papá, lo he visto luchar solos con sus dos hijos varones, que eran los que existían mientras compartimos, pero además practicaba el ajedrez profesionalmente, logrando méritos y rangos que ahora no puedo reproducir, esos de ELO, etc., lo que, para mí, jugador de dominó o cubilete, resulta increíble. Arturo puede echar una partida de ajedrez en una guagua, en una cola, caminando por un parque, imagino que, haciendo el amor, si su pareja femenina sabe del tema, sin tableros, sin fichas, sin apuntar nada en un papel. Eso, yo, que también me considero, modestia aparte, un tipo inteligente más o menos, que puedo hacer algunas cositas bien hechas, dispuesto a aprender siempre, no tengo idea de cómo humanamente es posible. No tengo idea de cómo se puede recordar después de 5 minutos la jugada ocho que hice, cuando nos montamos en la guagua y luego de fajarnos con las personas a nuestro alrededor, logramos llegar a la cocina, o sea, a la parte de atrás, en la jugada 25. Muchas veces, más que asombrado, deslumbrado, le preguntaba tratando de que me diera los detalles de cómo aquello era posible, él siempre sonreía.
Hoy estamos más viejos, Arturo continúa viviendo en Cuba, aunque por su trabajo ha viajado mucho, yo vivo en Lincoln, Nebraska y aunque no nos vemos todos los días, seguimos siendo amigos ahora por la magia de las redes sociales. No pensamos igual sobre muchas cosas, ¿por qué tendríamos que hacerlo? Nuestra experiencia, nuestros sueños, nuestras realidades pueden ser diferente, más allá de aquello del mejoramiento de la humanidad y la salvación de las ballenas azules o la selva amazónica, ideas comunes para todo hombre de bien.
Arturo, escribe en un blog, su blog, que me contó surgió para hablar de arte. Interesante tema. Pero, como todo mortal, también afectado para bien o mal por la sociedad, tiene otras preocupaciones e intereses. Ahora he descubierto el artículo que, a continuación, publico textualmente aquí, obvio, después de haberle pedido permiso. La amistad, la familiaridad, no significa la violación de las normas más elementales de convivencia. Me es honesto decir que, por momentos, tanto en uno de mis escritos o en uno de los suyos, nos ponemos peros, nos cuestionamos o nos decimos, siempre con respeto y amor, que no estamos totalmente de acuerdo, pero, ¿por qué tendríamos que estarlo?, ¿por qué tendríamos que ofendernos, fajarnos, dejarnos de querer, por no estarlo?
No critico a Arturo por querer quedarse a vivir en Cuba, no creo que, por la única razón de ser cubano, está demostrado que muchos cubanos podemos vivir dentro de una jaula de leones en Australia y no dejamos de ser y algo más grande, sentir y reaccionar como cubanos y, además, somos capaces de lograr que los leones renuncien a la carne, tomen café negro y hablen “nuestro” español. Arturo tendrá otras muy fuertes razones.
Para mí, que me es fácil no parar de hablar, me es interesante, además de instructivo escuchar hablar a otras personas, si las quiero, entonces mejor, creo que a muchos de ustedes le deba pasar lo mismo. Tiene valor en este caso este razonamiento, porque Arturo, tal como dije vive en Cuba, no es que el tema sea nuevísimo o que él sepa más que yo o que cualquiera que esta fuera de la isla, sobre este tema, pero tiene la ventaja, como mí colaborador sistemático “El Terrible”, de que lo está viviendo.
Creo que un buen sentimiento humano, no sé la ubicación real que tiene, es el compartir. La idea de que otras personas posean, conozcan, experimenten o vivan, lo que uno tiene, es además de amoroso, reconfortante. Existen personas, donde orgullosamente me incluso, que disfrutan y sienten satisfacción con pensar en otros siempre, con siempre tener ideas de grupo y, sobre todo, siempre querer repartir o entregar lo que poseen, sin pensar en que, repartiendo, siempre se tiene menos. Soy regañado con frecuencia, por ese, reconozco, sentimiento mío desmedido, tal que me dicen que parezco no tener instinto de conservación, pero …
Aquí les dejo lo que mi amigo escribió hace muy pocas horas, con esa peculiar forma que tiene de hablar.
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Por:
Arturo Mesa, agosto 10, 2020
“Yo tengo por costumbre buscarle siempre
la parte buena a la película. Hace poco un buen amigo me dijo que al decidir
permanecer aquí es lícito que trate de entender y buscarle la parte buena. Vaya
no me gustó mucho, pero ta’ bien lo acepto... entonces seguiré en mi búsqueda.
Y allá voy:
Ok, el turismo se esfumó por ende no hay dinero fácil. Las importaciones por el
estilo y seguimos teniendo un potencial de producción muuuy grande, (NO SE ME
VAYAN QUE ESTO NO ES DE ESTO), entonces quizás alguien piense: “Bue.., no queda
de otra hay que trabajar y trabajar pa’ adentro, no pa’ vender café, ni pescado,
ni tilapias a Bratislava.
Lo cierto es que hay un mercado adentro y un mercado necesitado de mercancías,
sea para consumo o para transformarlas en otras mercancías y este mercado
quizás sea de bajo poder adquisitivo, pero es un mercado al fin, y ahora mismo
no hay de otra porque el turismo demora; “el que no se menciona” sigue ahí,
como el dinosaurio; y el bloqueo (causa de tantos sufrimientos y/o ─ o/y más
justificaciones...pues también.
Entonces no queda de otra, hay que
producir. Es decir, producir pa’los que estamos y estaremos por un tiempo y
generar producción e ingresos. Pero para producir o motivar a producir, ¿qué
hay que hacer?, ¿Por qué no habrá producción abundante hoy y todo se importa?
La pregunta del millón: ¿salario primero y producción después? o ¿riquezas
primero para poder pagar? (Y AHORA SI VIENE LA PARTE BUENA).
Para responder a tan inquietante pregunta me remití a mi amigo Carlitos (Marx)
yo le digo Charly, - pude haber leído a otros pero na’, fiel a mi esencia me
voy por el germano a quien respeto tanto que antes de quitarme el polvo del
camino en Berlín (AC o antes del Coronavirus) fui a verlo – y me dijo el genio:
Arturito, “el dinero constituye el punto de arranque y el punto final de todo
proceso de valorización (el libro es digital y no sale la página así que no me
pidan mucho, de todas maneras dice 6% de un título algo así como Das Kapital
¿no sé si habrán oído de eso? y escribe esta fórmula D-M-D para la formación
del Capital y luego dice: “nadie por muy materialista que sea puede vivir de
los productos del porvenir, ni por tanto, de valores de uso aun no producidos
por completo y desde el día que pisa la escena de la tierra el hombre consume
antes de poder producir y mientras consume. Fin de la cita – mejor fin de la
frase porque yo no tuve una cita con él. ¡Dime algo! ¿La partió verdad? ¿No es
un genio el tipo? ¿Eh...? ¿No valió la pena mi viaje? LQQD:
La esencia está en motivar el trabajo y
no con consignas con las que no vamos al mercado. Incentivar la producción
incentiva la producción (ñoo esa me quedó linda, ¿o es una redundancia? Bueno
no sé). El trabajador aporta porque desde el día que llegó a la empresa trabaja
por un salario correcto y aquí se puede discutir ese “correcto”, pero no debe
estar muy lejos de un salario con el que satisfaga las necesidades básicas a
precios corrientes de hoy, y no con una escala diseñada cuando el
australopiteco se aburrió de mirar pal techo de la cueva; y hasta un estudio se
puede hacer de con cuánto dinero yo satisfago hoy esas necesidades. «Ojo, si
alguien va a hacer el estudio que especifique en qué moneda que me fundo».
El hombre se siente motivado,
comprometido porque de una manera honesta satisface sus necesidades y sabe que
en el aumento de esa producción está el aumento de la satisfacción de las
necesidades. De ahí sale la innovación y el progreso y la honestidad y el
respeto social y el respeto al mismo trabajo y no a la “búsqueda” que es lo que
más se respeta hoy y con la cual jamás saldremos del atolladero. Creo que se le
puede denominar algo así como “el papel dignificador del salario”. No lo dije
yo eh, bueno tampoco lo dijo Charly pero me inspiró a decirlo, da igual.
¿Entonces?
¿Por dónde empezamos?”
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