viernes, 21 de agosto de 2020

"La caída libre final". (Primera Parte)

Mi infancia son recuerdos,

de un patio de Sevilla,…

Recuerdo mi viaje a Cuba en el 2018. Me fue muy bien. Como desde hace muchos años no me interesan los hoteles, las playas, la restauración de La Habana, etc., me dediqué los 15 días que estuve allí, de forma ininterrumpida, a reparar las cosas que en mi casa y en la de mi madre, estaban pendientes de reparar, ahora por razones no importantes de mencionar.

La pasé bien, porque estaba en mi Cuba, o sea, Víbora Park, lugar que conozco bien y me conoce, por lo que, entre trabajos, cafés y cigarros, conversé mucho con todo el que me pasó por al lado. Poca comida y poco dormir, madrugadas enteras de conversación agradable con familiares y amigos.

Recuerdo, que uno de aquellos días, donde, sentados en el portal de Villoldo 112, un grupo de familiares y amigos conversábamos sobre Cuba, ocurrió un incidente que hoy, al recordarlo, río y me da ganas de echarme a llorar. La actividad era presidida por mi madre, Alicia Grillo González, que, tratando de participar, en la misma medida que trataba de que la conversación no se le fuera de las manos y se convirtiera en algo peligroso en el portal de la casa con un tipo que venía de Estados Unidos, repetía, tratando de demostrar algo positivo, la palabra “proyecto”. Creo firmemente que al no poder ya definir mejor lo que ocurre, se ha buscado una palabra, sin saber mucho o pensando que los de su alrededor no conocen su verdadero significado, quizás para tratar de impresionar y mantener el orden.

Proyecto, según Wikipedia, fácil, “significa una planificación de un conjunto de acciones que se van a llevar a cabo para conseguir un fin determinado, unos objetivos concretos”.

Animada conversación, dividida en dos grupos, de un lado mi madre, del otro todos los demás presentes.

Mi madre es de esas cubanas que merecen un reconocimiento, al menos mío, su, por muchos años, “contrincante” ideológico. Joven santiaguera procedente de una familia revolucionaria y con muchas acciones en la clandestinidad, se incorporó y enamoró, al proyecto de Fidel con 17 años. Desde ese día lo único que hizo fue estudiar y trabajar para aquella revolución, imagino que de vez en cuando hizo el amor con mi padre, pues somos tres hermanos varones que nos parecemos. Con el paso del tiempo militó primero en las filas de la juventud comunista y luego en sus ligas mayores, el Partido Comunista de Cuba. Fue presidenta del CDR de mi cuadra y tuvo en nuestra casa una casa estudio para ayudar a los niños – jóvenes con sus tareas. Poseedora de tres estudios universitarios diferentes dentro de las ciencias sociales y decenas de estudios de postgrados, fue profesora toda su vida, especialidad que escogió, cuando incluso podía haber escogido ser astronauta.

Como estuvo siempre vinculada al magisterio, tiene un enorme acumulado de escuelas al campo, aquellas misiones que ayudarían a construir un futuro económico, sobre todo agrícola, sólido. Para colmo de méritos revolucionarios, fue internacionalista, por aquellos años que el ir a otro país era una tarea de solo los más dignos, los gigantes y destacados patriotas cubanos, momentos donde el internacionalismo no era un negocio, sino una de las muestras más nobles de un ser humano. Todavía hoy, muy cerca de los 80 años, estudia, trabaja, asiste a reuniones e imparte clases, a veces incluso en el portal de su casa, cuando las aulas que deberían existir están complicadas. Entonces, hablo de cualquier cosa, menos de una persona desconocedora, descalificada, anormal. Cierro los ojos y siempre veo a mi madre con un libro en las manos. No tengo información de que se dedicó a joder a alguien, si la tuviera lo dijera, incluso cuando, por muchos años fuimos compañeros de trabajo.

En aquella reunión en el portal, se encontraba mi hermano Roly, hijo de mi padre con otra mujer, al que mi padre tuvo la genial idea o aceptó la genial idea de que le pusieran su hombre, que, entre otras cosas, es el mismo mío, que, quizás no acostumbrado a los fuertes debates a ese nivel, miraba de un lado a otro, medio asombrado.

En un momento determinado Roly, más joven, quizás menos instruido en temas como los que se estaban debatiendo, muy respetuoso y visiblemente nervioso, se arriesgó a participar activamente. Miró a mi madre y le preguntó:

_ ¿Alicia, pero para cuándo es el proyecto?

Ella, muy sólida, muy seria, con esa verdad aplastante que tienen alguno de los Grillos, lo miró fijo y simbólicamente, tan simbólica como si estuviera haciendo un juramente para pertenecer a los “Hermanos Templarios”, le respondió:

_ Para tus nietos.

Mi hermano Roly, apenas con veinte y tantos años, aún no había parido ni a su primer hijo. El plazo dado se escapaba de sus planes juveniles, pero más, el plazo dado, obviamente dejaba de ser el proyecto que mi madre mencionaba, para convertirse en algo más parecido que una ficción inalcanzable. Proyecto para dentro de 60 años más. Mi madre, desde una posición, la cual considero sigue siendo honesta, le dio su mejor respuesta más pública, quizás para no decirle, no existe el proyecto o peor, para nunca. Hoy, sigue siendo honesta y entonces vive en silencio, no va a morder la mano que le dio de comer, pero agradecida de tener dos hijos radicados en Estados Unidos.

Creo que los cubanos, de todas las edades, vivos, estamos jodidos. Todos, dentro de los que me incluyo, tratamos de resolver los problemas con una muela. Recorra las opiniones dentro de Cuba y fuera de ella, lo que abundan son los mensajes llenos de palabras, que nunca dicen, tal como proyecto, el paso uno, el dos, el tres, la fecha de cumplimento, lo que va a costar y lo que se va a ganar. Desde adentro, todos son discursos victoriosos, precedidos de exceso de cubanismo, de patriotismo, de que se está trabajando, de que se está haciendo un esfuerzo, de que ahora si lo lograran. La discusión es sobre las papas y las respuestas son sobre los médicos en Venezuela, la campaña de alfabetización, el colibrí. Desde fuera, donde me incluyo, todos son discursos apocalípticos, sobre la necesidad del cambio, la libertad, la democracia, la eliminación del comunismo, del partido único y el desarrollo de la noche a la mañana. Se habla de las papas y en muchas ocasiones se cuenta sobre los crímenes de La Cabaña, los muertos en el mar, el abuso con las remesas, etc. En muy pocas de todas estas intervenciones aparece el plan.

Y es lógico que nos pase, somos herederos de las grandes muelas, de los grandes escritos, de los grandes discursos, que no decían nada, pero nos llenaban la cabeza de palabras, de ideas, que inmediatamente después de terminados de escuchar o leer, no sabíamos qué teníamos que hacer y entonces la estrategia más recomendada era esperar. ¿A qué? Bueno, al próximo discurso o escrito.

Somos herederos, unos voluntarios y otros obligados de Martí y Fidel. A mi entender, ninguno de los dos fueron conocedores exactos de cómo había que echar un país para adelante, más allá de la democracia, el poder del pueblo, lo de todos y para el bien de todos, etc.

Martí, espero que no consideren esto una falta de respeto al Apóstol, nada más lejos de mi interés, no conocía la diferencia real entre un martillo y un arado, entre una mata de papa y una palma. Su vida lo llevó a estudiar, escribir. Vivió entre la belleza y la añoranza, entre el poema y la prosa. En su joven madurez, se dedicó a dar discursos, a organizar una guerra teórica e ideológica, sin conocer mucho de una batalla, de tiros, de escopetas, de machetes, de heridas y muertes, de hambre. Su intención, meritoria, fue impulsar, organizar, mover contra el colonialismo español, no fue el primero ni el inventor, pero lo de cómo organizar a una sociedad entera para que produjera la riqueza necesaria en la independencia, lo de seguir produciendo azúcar sin esclavitud, lo de desarrollar la industria, lo dejó para luego, a lo mejor modesto, para otros.

Fidel, espero me consideren como quieran, poco la cogió con las manos y entre sus virtudes no estuvo la de trabajar para mantenerse y mantener a su familia. Creció en un hogar multimillonario y aunque fue reconocido legalmente en su adolescencia, disfrutó de los mejores colegios, las mejores ropas y comidas. Luego estudió en la universidad, no con sus ahorros, no con un salario, sino pagado por su padre, donde se dedicó no a trabajar por lo menos en un “part time” para mantenerse, sino a la politiquería primero, con vínculos con la mafia y los pandilleros y a la política después. Reconocido y nombrado líder de un movimiento diferente para lo que había en aquellos años, vivió, reconocido por él mismo, de sus compañeros, que con sus trabajos y colectas pagaban su alquiler, su carro, su comida, sus tabacos, lo que le permitió dedicarse a pensar y meter muelas. Paradójico por su defensa e inclinación teórica hacia los humildes, se casó con una hija multimillonaria de una familia importante en Cuba, amiga íntima del dictador Batista y después que triunfó, mérito indiscutible, aunque aún necesitado de aclaraciones, mantenido desde los inicios de la revolución, se “adueñó” de un país, se dedicó a tener novias e hijos, a dar muelas y experimentar con todo y todos. Cada experimento social, político y sobre todo económico, más desastroso que el anterior, cada experimento más comprometedor, que dejó a Cuba en los brazos de su hermano, que a todas luces es más incapaz que él, en el camino hacia, como me recomendó mi amigo Félix desde España, comentando uno de mis escritos, la caída libre final.

Para mí, somos los cubanos unos mueleros, donde me incluyo, desconocedores en realidad de aquellos aspectos que determinan una economía, aquellas técnicas y definiciones que se utilizan para andar y que se miden para el cálculo del desarrollo. Repito, muchos, donde me incluyo, hablamos de cambios, tal como si se hablara de teñirnos o cortarnos los cabellos, pintarnos las uñas, decidir si escogemos el short azul o el negro o incluso si comenzamos a hacer ejercicios y dietas para bajar de peso. ¿Cambios? Tal parece que es como tirar los dados y sumar números, machacar ajos para un potaje, exprimir una naranja o pelar un plátano. ¿Cambios? La intención es muy buena, pero los cambios son otra cosa más complicada.

Todos hablamos de cambios, incluyéndome a mí. Queremos quitar la constitución actual y poner una nueva o traer la del 40, pero, ¿qué sabemos de constituciones? Queremos que el desarrollo económico llegué, pero, seamos reales, ¿qué sabemos de economía, si nuestra especialidad es la muela? Queremos construir un gobierno moderno, quizás por ser cubanos, el más moderno del mundo, pero, en realidad, ¿qué sabemos de senadores, representantes, alcaldes, diputados, leyes, presupuestos, cuando hemos vivido en un país que hoy tiene 500 000 cuadros oficiales de dirección, que consumen cada uno de ellos por tres y no producen nada? Queremos, incluyéndome a mí, que cada cubano tenga las mínimas posibilidades, esas de cambiar el cepillo de diente por otro nuevo del mismo color y modelo, esas de comer tres comidas diferentes al día sin tener que hacernos una sopa con las cenizas de nuestras abuelas, queremos poder acceder a casas lindas, carros lindos, vacaciones, playas y hoteles, pero, ¿qué sabemos de organizar el trabajo, organizar un ministerio, un sector, una economía de un país entero? Creo, a lo mejor donde me incluyo, por la propia necesidad y ansiedad creada en estas últimas décadas, que estamos viendo la idea como el cuento de Cenicientas, chica pobre, maltratada, a la que un día, mientras lloraba por no poder ir a una fiesta, se le apareció un hada madrina con una increíble vara mágica y le resolvió todo en segundos, ropa, maquillaje, carruaje con chofer, criados que la acompañarían e imagino que un celular para poder tirarse fotos dentro de la fiesta y algún dinero de bolsillo por si acaso tenía que pagar de regreso un taxi. Así, con sólo dar tres pases mágicos a su vara.

Todos repetimos como una ley, incluyéndome a mí, “ya lo dijo el Apóstol”, pero, en realidad, ¿qué dijo Martí de la cosecha del café en las montañas o de la cría de cerdos y gallinas en granjas? Nada, que yo recuerde, no porque fuera un desconocedor de la importancia de esto, sino porque no pudo llegar a imaginar el “genio”, que desaparecería de Cuba el buen café y la caña de azúcar, productos milenarios en nuestra economía, jamás pudo imaginar que desaparecerían las vacas criollas, los cerdos y las gallinas. Si el Apóstol se levanta y le dan un café mezclado con chicharos, si se entera de que no se produce azúcar y se importa para distribuir por la libreta de abastecimiento, si descubre que los cerdos han pasado a ser una comida de lujo y las gallinas ya no caminan sueltas por los patios de las fincas, se hubiera quedado a vivir de sus poemas en Tampa o hubiera dejado a Cuba bajo el yugo español.

El Apóstol no enseñó a sembrar o a matar una vaca o cerdo, no lo sabía, pero creo que confió en que esas actividades, bajo su “república” no desaparecerían, sino que, por el contrario, continuarían su ritmo ascendente. La idea de Martí era republicana democrática, no anticubano o antieconómica. Si alguien le hubiera dicho a Martí que tendría que andar con una calculadora, calculando precios en tres monedas, cambiando de una para otra en dependencia del lugar a comprar, y, sobre todo, si le hubieran dicho que después de tanto intento por independizar a Cuba, tuviera que poseer la moneda del monstruo que el tanto criticó como expansor de sus tentáculos sobre “Nuestra América”, se hubiera dedicado a la ingeniería naval o a la cardiología.

Somos unos mueleros, donde me incluyo. Hoy todavía, cuando trato de entender, me veo botado frente a los criterios y conceptos que mueve a una economía, financiamientos, bolsa de valores, inversiones en acciones a futuro, deudas, crecimiento de mercados, intereses, inversiones en sectores claves, regulaciones internacionales para la importación y la exportación, sectores sensibles de las economías, seguridad social, sectores más sensibles a proteger, actividades económicas estrategias, etc. Cada vez que me enfrento a estos temas de la macroeconomía, que son los que definen luego, me siento que no sé nada. Veo explicar o hablar a los expertos, a los economistas serios, veo como sacan sus estadísticas, sus tablas, los datos de un determinado gobierno y no tengo la menor idea de cómo funciona. Me resulta relativamente fácil coger una semilla, meterla en la tierra, echarle agua y esperar a que crezca una calabaza, pero la idea de valorar a un país en una bolsa, declarar a un país en bancarrota o ver qué acciones son mejores que otras y de ahí poner el dinero, me es extremadamente desconocido, por tanto, difícil y puedo asegurar que leo y leo, hablo y hablo. Cuando la cosa pasa de calcular 2 + 2, paso y me declaro muelero.

Claro, soy el resultado de una relación unidireccional del individuo con el gobierno de un estado determinado. Nunca se me pidió o exigió que entendiera sobre estos temas, además no podía hacer nada luego de entenderlos, ahí están los graduados universitarios en Cuba y qué. Nadie pudo hacer nada desde la base del conocimiento técnico, porque la historia nunca fue de técnicas. Soy el resultado no de una relación libre en dos sentidos, sino de una total dependencia y subordinación deformada y deformadora dentro de ella.

1 comentario:

  1. “Si esa es la primera parte de "La caída libre final", no me imagino la segunda. Si es así los cubanos somos como tú dices "unos mueleros”, sobran los pueblos sin importar su filiación política, que han escrito páginas de verdadera grandeza a golpe de esfuerzo y sin tanta bulla pudieron salir de la miseria que los oprimía y hoy son independientes sin tantas lamentaciones, ni justificaciones. Los cubanos en estos 60 años nos hemos degradado y la lucha por la sobrevivencia individual terminó por desnaturalizarnos hasta el punto de que ni nosotros mismos sabemos qué somos. El siglo XIX, por poner un ejemplo, estuvo lleno de grandes cubanos, pensadores, artistas, intelectuales, científicos, etc., que fueron respetados y reconocidos dentro y fuera del país. Si habláramos de los arquitectos tendríamos que hacer un aparte. Muchos de ellos estudiaron en el exterior y desde épocas tan tempranas dejaron su huella inconfundible y reconocible por todos hasta el día de hoy. Fueron fundadores de una escuela cubana de arquitectura. Con la música pasó algo parecido, en ese siglo aparecen las más cimeras figuras con grandes y muy destacados compositores verdaderamente auténticos, creadores de la nueva escuela y de una "manera cubana" de hacer la música. Todos sabemos que varios de los grandes jefes de nuestras guerras de liberación fueron compositores y virtuosos intérpretes de varios instrumentos musicales. Eran gente digna, integra y llena de valores heredados y profundamente inculcados por sus antecesores. La lucha por la subsistencia que nos privó de lo más elemental, no nos dejó conservar y enriquecer ese legado y terminamos convirtiéndonos en unos mediocres que no dejamos de justificarnos y echarnos la culpa los unos a los otros. Ahora estamos trabados porque Mariana y sus hijos, los Maceo, ya no están por aquí, ni nuestro querido Apóstol y su sueño de Cuba libre tampoco. ¿Cómo vamos a salir del atolladero en que estamos metidos?, ¿Resistiendo más? Este es un modelo fallido destinado al fracaso y sin posibilidad alguna de enmienda y rectificación. Hay que romper con todo y empezar desde cero como otros han hecho, aunque algunos pierdan sus privilegios. Es la única manera en que podremos volver a ser como aquellos cubanos del XIX y solo entonces podremos pensar en una Cuba nueva de verdad. El experimento por desgracia no funcionó y mientras más nos demoremos en aceptarlo será mucho peor. Este país se hunde por días lo que aleja la posibilidad de recuperarse. Pasando hambre, con consignas, planes absurdos e irrealizables y sin auténticos lideres ninguna nación puede ser VERDADERAMENTE LIBRE

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