sábado, 15 de agosto de 2020

La historia se repite. ¡Cuidado!!!!!!!!!!!!!! (Segunda Parte)

Enero 1959 – agosto 2020. Cuba.

Bueno, confío en que mis lectores conozcan la historia o al menos la parte de ella que se ha contado oficialmente. No creo necesario entonces contar a profundidad cómo se hizo la revolución que triunfó en 1959, cuáles fueron las primeras medidas, qué apoyo popular tuvo, cuáles fueron aquellas conquistas que se lograron, sobre todo en los primeros años de la década del 60. Tampoco es necesario ahora nombrar las maniobras medias sucias, los enroques, las acciones que terminaron por perjudicar a muchos, en la búsqueda de permanecer el grupo de revolucionarios en el poder hasta hoy, para “salvar” a esa categoría tan llevada y traída que es pueblo. No es necesario describir o enumerar las malas decisiones económicas, los experimentos, los caprichos, el olvido de lo interno en estos años, que ha llevado a lo que ese país tiene y puede exhibir hoy. No es necesario repetir lo del partido comunista, asesorado por muchos años directamente por la propia URSS y la existencia de esa única ideología en el poder por todos estos años, con casi las mismas caras.

Al mismo tiempo que se benefició a muchos, se creó un disgusto en otros muchos, tanto fuera de Cuba como dentro de ella, cosa de la cual Marx no dijo nada. Los que apoyaron destacadamente, recibieron los beneficios extras, aquellos que no estaban de acuerdo y se identificaban, fueron progresivamente reprimidos, enjuiciados, encarcelados, fusilados. El gobierno revolucionario necesitaba el camino limpio y fue implacable, pero además fue implacable públicamente con discursos que hoy se pueden revisar y que lo demuestran. Se repitió años tras años la represión y la represión ejemplarizante. La primera se encargaba de limpiar, la segunda emitía un mensaje de advertencia, “mira lo que le pasa a los que se oponen”. Entonces, se creó o consolidó la doble moral, el doble pensar, a través del cual muchos, para sobrevivir, mintieron, muchos aún mienten.

Para ser sincero y a diferencia de los ejemplos anteriores europeos y chinos, las personas que vivimos en Cuba, no podemos recordar manifestaciones masivas en contra del gobierno y represiones masivas por parte de éste.  

Creo yo, que, de los pocos eventos masivos de protestas en las calles, están, los hechos de la Embajada de Perú, que terminaron con cientos de cubanos que penetraron a la fuerza en la sede diplomática y luego de la crisis se fueron del país; las marchas organizadas por la sociedad civil religiosa en apoyo a la visita del Papa Juan Pablo II, que muy discretamente tenían cierto reclamo de inconformidad, pero muy disfrazado, muy discreto y lo que reconocemos hoy como “el maleconazo”, donde parte del pueblo de La Habana se lanzó a las calles, donde se mezclaron los reales pensantes con los delincuentes y que, luego de varias horas, fue sofocada, sin necesidad del ejercito uniformado, aunque si con la presencia de ese otro ejército no uniformado, que todos los cubanos sabemos que existe y trabaja. El resto de las movilizaciones públicas del pueblo, que a lo largo de estos años suman miles, creo que como no deben haber existido en otros países del mundo, fueron organizadas por el gobierno, solicitadas por el gobierno y dirigidas incluso muchas de ellas, por el propio Fidel Castro, todas en apoyo de la revolución.


El gobierno cubano ha sido muy inteligente. Primero ha creado el miedo, la advertencia y el castigo ejemplarizante a algunos. Luego ha desplegado una enorme propaganda masiva, a nivel de casa, trabajo, familia, de donde muchos intentos en contra fueron sofocados antes de crearse. Ha logrado mantener en funcionamiento, muy profesional, quizá lo más profesional de toda la historia de la revolución, una inteligencia, contra inteligencia, grupos anexos, personal de confianza, colaboradores, chivatos, no sólo para infiltrar en el exterior y en todas las llamadas organizaciones de oposición, más las religiones a todos los niveles y de todos tipos, sino para infiltrar a cada ser humano, que termina, a veces con razón, otras sin ellas, sintiéndose vigilado y controlado. Es suficiente decir que Cuba, la Cuba mala, con un poco más de 6 millones de habitantes antes del 59, tenía 14 cárceles, hoy, la Cuba buena, con un poco más de 11 millones, el número de recintos carcelarios se ha multiplicado por más de 17 veces, sólo en los adultos, sin contar los miles de calabozos transitorios y de investigación existentes en todo el territorio nacional. ¿Si tantos están conformes y beneficiados, cómo se justifica la enorme población carcelaria que se exhibe?

Fidel fue el mago de “divide y vencerás”, lo que le evitó tener que sacar al ejército uniformado a la calle, por otro lado, encontró o se fabricó una población que lo perdonó y perdonó en infinidades de ocasiones, portándose generalmente bien. A pesar de los problemas, es cierto, repito, no han existido tanques en la calle, carros con chorros de agua, tiroteos contra civiles, grandes números de heridos y muertos, más desaparecidos, pero Fidel en persona, luego sus sustitutos, han definido, declarado, a veces gritado, que no se dejarán quitar el poder, que no van a ceder, que nadie los va a joder y que si para eso, o sea, lo que ellos aún llaman mantener la revolución, tienen que pasarle por arriba a los enemigos, lo harían. Si se hablara de enemigos externos, de invasión, tendrían cierta logia, pero los enemigos hoy son nada más y nada menos que el pueblo, o una parte, cada día más importante, de él. ¿Pasarle por arriba al pueblo?

La emigración aumentó día por día, desde que comenzó no ha parado hasta hoy, los que no han podido emigrar, también aumentan día a día, los disgustados de antes, ahora más disgustados, los que antes confiaban han ido perdiendo la confianza, los eventos hoy, 2020, que se exhiben son catastróficos y pienso irreversibles, el futuro que nunca llegó, ahora se hace más lejano, más inalcanzable, Fidel descansa dentro de una piedra, a Raúl nadie lo soporta y el nuevo gobierno, con su nueva estructura aparentemente contemporánea y moderna, nadie lo conoce, nadie lo respeta, nadie se siente convencido, entonces, ¿qué queda? Para mí, por una parte, entretener y ganar tiempo y por la otra, reprimir.

Hace unos meses, me llamó la atención, lo comenté con los míos, la noticia de que el gobierno de Cuba importó autos para la policía, lo que incluía carros antimotines. Me llamó la atención porque esos carros fueron comprados en dólares, en un momento donde el gobierno está desesperado por poder resolver temas tan importantes como la comida y la atención al COVID-19. Ninguno de los dos fáciles, ninguno de los dos resueltos. Dinero justamente ahora invertido en temas que nadie puede imaginar. Uno de los compromisos cubanos entre gobierno-pueblo, es que el segundo nunca se entera de lo que hace el primero, en temas referidos a presupuestos, inversiones, etc. La idea en Cuba se resuelve con muchas palabras y pocos números.

Recuerdo cuando fui joven, un día sustituyendo a Leal, fui a parar a una unidad del MININT, que está ubicada frente al Parque Lenin, entrando por Bejucal, detrás de un reparto conocido por “Las cañas”. El cuento es largo, mi conferencia allí creo muchos ruidos, porque el tema era Antonio Maceo, la unidad llevaba ese nombre, pero es muy largo para hacer ahora. Lo importante de aquello para mí fue que visité, algo que no conocía que existía, una fábrica cubana de técnica antimotines, o sea, escudos, caretas, armas, sprays paralizantes, etc. ¿Desde ese momento me pregunté, aparatos antimotines, para qué?

Todos estos aparatos, los fabricados o ensamblados en Cuba y los importados, tiene sólo un objetivo, sacarlos a la calle, si es que los motines aparecen. No son objetos que se coleccionan como piezas museables, no son inversiones para la industria, para eso se hubieran importado o fabricado camiones para recoger basura, tractores para la agricultura, guaguas, concreteras, trenes, etc. Las técnicas antimotines delatan el miedo de que esos eventos puedan aparecer y la intención de sofocarlos a cualquier precio, incluso pasándole por encima a los inconformes, a los que luego, como muchas tantas veces, en otros tantos países, se les podrá acusar de enemigos entreguistas comprados por el enemigo externo.

Ahora, hace pocos días, el gobierno, en su fase de ganar tiempo, declara la guerra a los llamados “coleros”, esos que compran para revender y viven de vender sus turnos en las grandes y largas colas, a los que se culpa de parte de los males, por esa ya tradición de echarle la culpa a otros de las incapacidades mantenidas por décadas. Los coleros son ese nuevo enemigo para combatir, a los que se les está echando, con una propaganda muy bien diseñada y diaria, al pueblo para arriba, o sea, pueblo no colero contra pueblo colero, tratando de dar la imagen de que, si se resuelve el tema colero, todo lo demás se resolverá en 24 horas y la comida llegará a las mesas cubanas en abundancia, por obra y gracia de acabar con ese nuevo enemigo en cada cuadra o barrio.

Para esto el gobierno ha creado batallones, o sea, grupos de personas, a lo largo de toda la isla, cuyo objetivo público y declarado oficialmente, es cuidar, organizar, dirigir las colas y luchar contra la presencia de esa figura, que ahora se le da el nuevo nombre de colero, pero que ha existido desde siempre en la sociedad cubana después de 1959.

Esos grupos están compuestos por miembros del ejército uniformados, o sea, militares en activo, policías en activos y civiles, que deben ser de confianza del gobierno, imagino militantes y obreros destacados. Lo que primero da la impresión de que poco se puede o tiene que hacer en o con el trabajo, porque todas esas personas podrían estar tratando de producir algo, por lo menos sembrando piñas dentro de las masetas de los portales o jardines. Si las tiendas estuvieran en todas partes, llenas de comida y las personas pudieran acceder fácilmente a ellas, no existirían las largas colas, menos los coleros.

Entonces, en realidad, según los expertos cubanos observadores y la gran memoria popular avala, lo que se ha hecho es activar nuevamente aquellos grupos llamados “de respuesta rápida”, o sea, personas cuyo primer objetivo es tratar de detener, luego reprimir, cualquier manifestación de descontento, que pudiera convertirse en la pequeña chispa o llama, que luego explote todo el polvorín. Las tiendas de comida se han convertido en lugares de concentración de muchas personas, cientos, que permanecen muchas horas, 6, 8, reunidas para lograr comprar algo. Son lugares donde el descontento se reúne, donde se contagia de una persona a otra, por lo que no son pocos los problemas ya con las autoridades “del orden” ocurridas, lo que se prevé que vaya en aumento.

Los cubanos conocemos de la existencia de esos grupos de respuesta rápida. Son militares entrenados, vestidos de civil, muchas veces con el mismo pullover para identificarse, que saben de judo, de karate, que muchas veces hemos visto golpear a disidentes, Damas de Blanco, a aquellos que intentaban irse del país, a aquellos que hacían colas para entrar en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, a aquellos miembros de la Comunidad LGTB que marchaban pacíficamente por Prado con objetivo a Malecón. Personas vestidas de civil con 220 libras de músculos formados y entrenados, expertos en defensa personal y artes marciales, que luego son presentados como pueblo, como respuesta espontánea de un pueblo ofendido que se defiende. Grupos de respuesta rápida en pullover civiles, que cuando se viran o se agachan, exhiben sus pistolas en la cintura en un país donde las armas fueron todas recogidas a principios del triunfo de la revolución.


Grupos de respuesta rápida, conformados por pueblo, que su misión es vigilar y reprimir si fuera necesario al pueblo. Gran mérito de Fidel Castro.

Para completar el panorama, hace dos días el noticiero estelar de la televisión, le dedicó un espacio a promocionar el Batallón de Tropas Especiales, todos hombres y mujeres vestidos de negro, que frente a las cámaras hace públicas sus destrezas en artes marciales, en defensa personal, en manejo de perros entrenados para atacar y combates cuerpo a cuerpo y por supuesto la técnica, camiones y carros blindados, repletos de esos “misioneros” del orden.

¿Por qué ahora las imágenes de esos grupos de boinas negras en sus entrenamientos? Si Cuba, como todo país del mundo tiene a una policía, encargada, como en todos los países del mundo, de mantener el orden público, el tráfico, las normas y leyes ciudadanas, ¿por qué ahora esa propaganda de fuerza?

Ohhhh, la represión precisa, en aquella función de alertar, de asustar, de decir, no se te ocurra, mira lo que tenemos para ti, si es que se te ocurre formar líos.

Si el problema único que tiene Cuba hoy es el tema de la comida, entonces es más fácil producirla. No las manzanas, ni las peras, es entendible que no se den bien en nuestro clima, pero las viandas, las verduras, las frutas tropicales, algo de carne tradicional, digamos pollo y gallinas con sus derivados, los huevos. Sería mejor acabar de producir los alimentos que se vienen produciendo sin resultados sólidos y estables en estos últimos 60 años. Sería mejor dedicar esfuerzos a producir sal, ya que el agua de mar es gratis y Estados Unidos no la ha podido bloquear, con lo cual se dejaría de importar. Sería mejor empezar por la yuca, la calabaza, que con poca agua y pocos fertilizantes se dan bien en esa tierra y de esa forma el cubano podría tener casabe, yuca hervida con algo de mojo, fritura de yuca, pan de yuca, yuca rellena para sustituir a aquellas papas rellenas tan ricas y como si fuera poco, el cubano tendría calabaza hervida, flan de calabaza, frituras de calabaza e incluso con poco esfuerzo, si se mezcla la yuca y la calabaza, el cubano tendría un simple ajiaco, o una caldosa, o una sopa. Agua, sal, calabaza y yuca. Puedo asegurar que muchos haitianos, trabajando como bestias, comen menos que eso en República Dominicana. A veces sólo tienen agua y uno de esos calditos deshidratados que venden saborizados. La foto muestra una mata de calabaza que crece hoy en Cuba, agosto 2020, sobre un caliente techo de tejas de asbesto cemento en una casa de familia cubana. Obsérvese la vitalidad, obsérvese el verde. Probablemente esa familia comerá muchas calabazas de esa planta que ha crecido donde no hay tierra.


A Cuba hay que leerla entre líneas, para ver si podemos entender, sus mensajes son siempre a medias o esconden detrás ideas no expuestas. Hace también pocas horas, he visto al presidente Díaz Canel, visiblemente disgustado asegurar que, “la calle era para los revolucionaros”.

La afirmación en momentos como este, para mi tiene dos objetivos. El primero es excluyente, es segregacionista, en la misma medida que declara que sólo una parte de los cubanos tienen derecho, sólo los que apoyan tendrán tranquilidad y podrán sobrevivir al poder. El segundo es amenazante, violento en sí mismo, porque anuncia lo que pasará, si el pueblo, en post de resolver los problemas que tiene sin solución, se lanza a buscar la disolución, la desaparición, la renuncia del actual gobierno.

La calle es para los revolucionarios, ya no sólo las universidades como se definió hace algunos años, significa que, “estás conmigo o estas contra mi” y si estás contra mí no tienes espacio. La calle es para los revolucionarios no deja opción e impone la violencia como única solución. Hay que ser revolucionario, no cubano. Hay que ser un pueblo que apoye, a pesar de los miles de problemas reales, no un pueblo que reclama sus derechos a vivir mejor, a tener comida, a tener agua, etc. Los cubanos entonces están o serán divididos dentro de su propio país, ahora ya no por tener o no dólares, ya no por ser blancos o negros, sino por su definición ideológica. Eso trata de confundirnos a todos, para tener una patria hay que ser revolucionario ortodoxo, para ser cubano hay que amar a un gobierno.

La idea anuncia la amenaza de un gobierno que se sabe en peligro e incapaz de resolver los problemas graves que vive su población en un corto plazo, en ningún plazo. Entonces se amenaza, se exhibe la fuerza del gobierno, sus armas, sus represores, para que se sepa hasta lo que se está dispuesto a hacer. Las fuerzas del gobierno están entrenadas y dispuestas para liquidar a los que protestan, pero ¿el que está protestando no es el pueblo?

En los momentos llamados de “vacas gordas” la relación entre el gobierno y el pueblo se desarrollan en armonía. A los pocos disgustados, porque siempre los hay, son fáciles de controlar; pero, en los años de “vacas flacas” esa armonía se rompe, cuando los males se prolongan por mucho tiempo, los disgustados son más, pierden el miedo, se unen y entonces el control se dificulta.

Hoy veo, como nunca manifestaciones de disgusto, personas en la calle todo el día en busca de comida, agua, personas durmiendo en los portales e incluso en las calles, por haberse quedado sin casas o por miedo a que las casas de derrumben. Más que nunca veo las manifestaciones de la llamada disidencia y de otros cubanos sumados a protestar públicamente, a criticar ya no “constructivamente”, a ponerle caras, nombres y apellidos sin reparos a lo que antes llamábamos “los de arriba”. Al presidente se le ha puesto el sobre nombre de “puesto a dedo”, lo que refleja el sentimiento de que las personas consideran que no sabe nada y que nada resuelve.

Paralelamente, más que nunca, además de la “profilaxis” que siempre se ha llevado a cabo durante estos largos 60 años, más que nunca ahora el gobierno le tiene puesto el dedo a aquellos conocidos disgustados, pero al aumentas los inconformes, han aumentado los policías, los uniformados y no, los perros pastores alemanes entrenados y los choques entre pueblo, el cubano de a pie que nada tiene que ver con la CIA, el imperialismo yanqui, la venta de cerebros y las autoridades, que hasta hoy son espontáneos, localizados, uno en Santiago de Cuba un día, otro en Camagüey otro día, otros en la capital.

Fidel, el más malo de todos los malos, fue un político hábil. Siempre nos penetró analmente, pero usó siempre vaselina. Luego, mientras nos penetraba profundamente, nos habló y habló y nos llegó a convencer de que no nos dolería. Nos explicó tanto, que muchos desarrollaron un gusto grande por la penetración, porque llegaron a amar la vaselina. Los de ahora, la cúpula, son militares, ansiosos de poder y emborrachados de poder, que se sienten culpables de haberse repartido el país, de haber hecho daño y defenderán a cualquier costo sus intereses, que para nada tiene que ver con los del pueblo, porque el pueblo cubano no vive en Miramar, no anda en carros con los tanques llenos de combustible, no recibe cuotas de comida extra en las puertas de sus casas, no va a Varadero de vacaciones. Esos militares furiosos, podrán perfectamente, en nombre de la “defensa de los humildes”, sacar los tanques a la calle.

Ojalá nunca pase, ojalá nunca veamos esas imágenes, ojalá yo esté viendo demasiado, pero: ¡Cuidado!!!!!!!!!!!!!! La historia puede repetirse.

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