lunes, 31 de agosto de 2020

Transformación.

He pensado mucho cómo titular este escrito, pensé que la palabra exacta debía ser evolución, porque en el discurso coloquial se puede utilizar como sinónimo de transformación, por aquello de que ambas pueden ser entendidas como un cambio gradual, entre otras cosas, en el campo de las ideas, pero la evolución indica esa misma transformación hacia delante, hacia algo positivo, hacia mejor, entonces no quiero dañar más a algunos de mis sistemáticos lectores, el tema puede desembocar en sentimientos. Jamás es mi intención hacer daño, ni tan siquiera incomodar, aunque tengo momentos que, si incomodo con mi verdad, me da igual.

Ya conté que llegué a este país cruzando la frontera entre México y Estados Unidos, venía de República Dominicana y la acción de ingresar, gracias a Fidel Castro y mi condición de cubano fue extremadamente fácil y feliz. A las pocas horas de presentarme delante del oficial de inmigración estaba libre y con documentos legales para vivir en los Estados Unidos.

Aquel momento siempre es grato recordarlo, pero para no volver a improvisar, reproduciré una parte de lo que escribí en este mismo blog el día 11 de julio de 2013, dónde describí lo que significó dicha autorización.

“(…) Pues para luego es tarde. “Vamo’ echando” antes de que se arrepientan. Recogida de bultos, despedida de los compañeros de causa, papeles en mano, caminatica hasta el oficial que se encontraba en la silla cómoda detrás del mostrador. Última revisión de papeles, fotos y caras. Autorización para pasar.

Sensación indescriptible, casi sin habla. La mejor imagen que se me ocurre es la misma de la película, “Fuimos Soldados”, cuando el protagonista, Mel Gibson se tira del helicóptero y pone un pie en el territorio vietnamita o la del video de Neil Armstrong cuando dicen que puso el pie en la Luna, incluso con cámara lenta y todo. Al poner un pie en el verdadero territorio norteamericano, estuvimos unos minutos parados como sin saber qué hacer, ni para dónde coger, como si estuviéramos medio mareados. Llamadas por teléfono a Jenny que esperaba desesperada. Mucha alegría, Yordán nos iría a recoger en tres horas. Caminata arrastrando las maletas por las calles de Laredo, que ya están acostumbradas a estas imágenes. Llegada al Burguer King más cercano para nuestro primer desayuno norteamericano, mientras yo recorría la zona en busca de un café fuerte, negro, parecido al cubano, que dé más está decir que jamás encontré.

Ya estábamos en Estados Unidos Martica, Jonathan y yo. ¿Terminamos? JAJAJA. Todo lo contrario, acabábamos de empezar”.

Pues sí, detrás de aquel primer paso por encima de la raya amarilla pintada sobre el asfalto, casi simbólico, comencé a dar pasos y no he parado hasta hoy, la idea de “acabábamos de empezar”, es la mejor definición de lo que ha pasado.

En esos pasos de aprendizaje, dónde casi se parte desde cero, porque nada de la teoría conocida sirve exactamente y hay que volver a aprender y aprender, una de las cosas que más me llamó la atención fue el tema de la política. Como ya dije venía de República Dominicana, país lindo y solidario, donde la experiencia política, con perdón de los hermanos, es desastrosa. Todo es peor, los partidos políticos, las campañas electorales, las elecciones, las votaciones de los vivos, los muertos, los que no están, los que nunca nacieron, los candidatos, los traje y las corbatas, las barrigas grandes, la mafia que los rodea, etc. No hablo de la experiencia cubana, porque, desde y por mi gusto, es peor.

Entonces Obama estrenaba su segundo mandato, después de unas elecciones ganadas en buena lid. Llegué gustándome el presidente. Era negro, bien parecido, descendiente de una familia no rica, su madre lo había criado solo y tuvo pocos vínculos con su padre, poseedor de una gran sonrisa agradable, una voz melodiosa y un discurso pausado, con muchos vínculos con niños y promotor de homenajes culturales a muchos músicos y cantantes que admiro. Era lo más parecido a un tipo normal. Es Obama un tipo inteligente, que, para su bien, está casado con una mujer también inteligente, profesional, con un expediente laboral prestigioso creado antes de conocerlo. Mujer procedente de una familia negra y pobre del sur de Chicago, tenía en aquellos momentos ideas que me motivaron a seguirla de cerca y observar sus resultados, no como un búcaro de la Casa Blanca, sino como una persona, que, independiente de su marido presidente, estaba decidida a dejar su huella.

Debo reconocer que me gustaban los Obama, pero como nada es eterno, muchas veces ni el amor de pareja, en la misma medida que fueron actuando los Obama, sobre todo al final de su último período, la visita a Cuba y la fiesta con el gobierno, la suspensión en secreto y sorpresivamente del privilegio que tuvimos los cubanos durante décadas para llegar y vivir en Estados Unidos, lo que todavía hoy tiene embarcados a miles de personas, me fueron diciendo que algo no estaba bien. Les quité un poco de almíbar y entonces …

Fui testigo, como observador, de las elecciones del 2016, donde los demócratas sacaron a Hillary y los republicanos aparecieron con Trump. Hillary, proveniente de la vida política de muchos años, con experiencia dentro del gobierno y dentro de su casa, su marido Clinton había sido un buen presidente según la Lewinski. Trump, proveniente del mundo empresarial, de los negocios, de éxito económico, pero con muy pocos vínculos con la política como carrera. Hillary, linda en su juventud, mujer, de forma general políticamente correcta. Trump, exactamente todo lo contrario.


Debo reconocer que si algo me llamó la atención fue la enorme cantidad de cubanos que apoyaron al segundo. Conocía a muchos, eran mis excompañeros de secundaria, preuniversitario, muchos de los que, casi “furiosamente”, dejaban sus ideas de apoyo abierto en las redes sociales, en sus mensajes, en sus intervenciones.

En aquellos momentos, en una primera parte de un artículo que publiqué en este blog, el 12 de noviembre, “Elecciones presidenciales en USA 2016. Make America Great Again!”. Me arriesgué a escribir:

 Frente a las elecciones y sobre todo a su resultado, a mí lo primero que se me ocurre es una pregunta más que elemental. ¿Cómo puede haber salido presidente de un país como este, nada más y nada menos que Estados Unidos, una persona cuyo discurso por momento fue racista, discriminatorio, agresivo, bufonesco, vulgar, etc., con un pasado medio oscuro como empresario y persona, cuya actuación ha sido criticada hasta por los animales y que no tiene ni la más mínima idea de lo que significa la política, el gobierno, la diplomacia, la toma de decisiones de gobierno, etc., frente a una mujer que primero tiene en su aval haber sido la Primera Dama de esta país, que es elegante e incluso, por qué no linda, que representa a la democracia, a la tolerancia y que además tiene una enorme experiencia como político y como trabajadora dentro de un gobierno?”

(…) Amigos, no seamos ingenuos, Hillary Clinton y Donald Trump forman parte del mismo juego. Hillary y Donald son dos actores que participan en un espectáculo que ahora se llamó elecciones presidenciales, que tenían que representar un guion que les pusieron en las manos. Ella y él, que no están solos, pues tienen detrás a 200 ó 2000 personas que les dijeron como vestir, como comer, como llorar, qué decir en cada momento, etc., estaban actuando. Donald actuó mejor y se llevó este año el Oscar”.

 Más adelante en ese mismo artículo aseguré:

“Donald ganó y el que está jodido no es él, para nada y lo demuestra el que he escuchado ayer que acaba de renunciar a su salario como presidente. El tipo va a trabajar de gratis o por lo menos sin cobrar. Fidel, nuestro líder, cobraba su salario. Dicho por él mismo frente a la TV, no sabía mucho lo que se hacía con él, pero lo cobraba. Lo que está jodido, y es mucho más preocupante, es una gran parte de las personas de este país, aunque nos cueste trabajo creerlo y para nada tiene que ver con la doctrina marxista leninista”.

(…) “Es cierto, Donald pronunció un discurso racista. Difícil de entender en el 2016, pero la realidad es que una parte de este pueblo es racista, aunque quieran taparlo. Hay muchas, pero muchas personas que no le gustan los negros americanos ni los de ningún lugar y menos los latinos, para qué hablar de los asiáticos. Se tragan a estas personas porque ya están aquí y no les queda más remedio. Donald habló del poder blanco, del poder de los rubios de ojos claros y ese mensaje llegó porque era el mensaje que muchos querían escuchar”.

Luego no conforme conmigo mismo, le metí a una segunda parte sobre el mismo tema, para mostrar mi asombro, mi desconocimiento, mi descontento y quizás mis muy modestas ideas muy al principio sobre lo que estaba viviendo.

“Trump habló de reducir la ayuda a los pobres. Eso es una locura individualista, que representa el más despiadado pensamiento capitalista. Eso es verdad, pero también es verdad que muchos, muchísimos americanos están jodidos con lo de la ayuda y no quieren saber de ella. Muchos se quejan de que trabajan y pagan impuestos para mantener a personas que no trabajan ni pagan nada. ¿Difícil de entender la falta de solidaridad? Si es cierto, pero lo que pasa también es que hay millones de personas que necesitan ser ayudadas y otros millones de personas que viven descaradamente del gobierno y eso para ellos no está bien”

(…) “Esto de la solidaridad es lindo, pero para muchos norteamericanos es un problema y se quejan constantemente de tener que pagar trabajando, para que otros disfruten sin trabajar, pudiendo hacerlo. Entonces esa idea, pues gustó en muchas personas que declaran, pues a quién le van a quitar la ayuda, a los vagos y muchas veces a los delincuentes, pues que se la quiten, que salgan a trabajar.”

(…) “Trump hizo el ridículo y en su discurso se burló y ridiculizó a otras personas, las agredió verbalmente. Eso es increíble para una persona que aspira a ser presidente, no importa de Estados Unidos o de Burundi. Sin embargo, ese comportamiento gustó a muchos, los entretuvo, los hizo reír, los hizo sentir superiores.

Donald puede que no sea tan malo como lo representó en su papel protagónico, ni Hillary sea tan buena como la han querido pintar los que defienden la democracia a través de ella.

Lo cierto es que muchas personas votaron a favor de Donald por vengarse de los 8 años seguidos que estuvieron los demócratas en el poder y sobre todo para vengarse de haber tenido que soportar a un presidente negro, hijo de una mujer blanca americana con un nada más y nada menos inmigrante negro africano. Si es cierto, instruido, buena persona, quizás buen padre, pero negro. Fatal para muchísimas personas de este pueblo. En realidad, cada candidato llevó un programa o pedazo de programa como propuesta, pero eso a mi entender no fue el fuerte de las elecciones, a tal punto que tanto los que defienden a una parte y le echan a la otra y viceversa no apoyan sus criterios con elementos serios comparativos, sencillamente ha primado el espectáculo, las agresiones incluso físicas, las faltas de respecto, las pasiones elevadísimas a niveles extraordinarios, la burla, etc.”

(…) "Make America Great Again!”, o sea, Hacer a Norteamérica Grande de Nuevo, el famoso slogan repetido por Donald para nada es una casualidad. De casualidad aquí no hay nada. Es un tremendo slogan para una campaña presidencial en este justo momento frente a sentimientos nacionalistas y quizás medio chovinistas que existen, que se habían debilitado, pero existen. Puede parecer prepotente, arrogante e insultante, pero esa idea es la que muchos tienen en sus cabezas. Norteamérica es grande, estuvo sufriendo y tenemos que hacerla grande nuevamente. Norteamérica es para los blancos norteamericanos que vamos a hacer un esfuerzo por soportar a los que no lo son. Norteamérica es el mejor país del mundo, incluso para muchos es el único país en el planeta, los otros países deberían desaparecer. (…) Hacer Norteamérica grande otra vez, no está malo, sólo que se puede estar refiriendo exclusivamente a la parte económica, porque esa es la parte que interesa a la mayoría, lo otro, lo de la democracia, la igualdad, la solidaridad, viene luego. Trump y Hillary, que forman parte del mismo modo de vida, hoy son privadamente multimillonarios precisamente por no repartir lo que tienen. Lo de repartir es un cuento. Entonces tenemos un nuevo presidente, el cual estoy convencido que irá cambiando su discurso por otro más moderado que le sugieran los que trabajan para él. Una cosa es ganar una campaña presidencial y otra es ser presidente. Tendrá que consultar, como todos, cada una de sus decisiones y entonces para nuestra tranquilidad en ese momento se deberá imponer la experiencia, la cordura, lo sensato y “políticamente correcto”. Ya hemos pasado por presidentes malos, recordar a Bush y nada, en la base, la vida siguió igual”.

Bueno, así pensaba yo, acabado de llegar, por primera vez siendo testigo, aún pasivo, de unas elecciones en Estados Unidos. La experiencia fue fuerte, Hillary y Trump. El viejo esquema, el viejo discurso, más de lo mismo, la dulce sonrisa frente a lo nuevo, lo chocante, lo visiblemente agresivo, lo discordante. La lucha dentro de partidos políticos fuertes, como partidos políticos que luchan fuertemente.

Hoy, después de aquellas arriesgadas declaraciones, con el paso de cuatro años, mi experiencia ha cambiado, mi forma de ver las cosas tiene mayor basamento, hoy conozco de cerca mejor a los norteamericanos. Estados Unidos es un país grande con muchos partidos políticos, muchos de ellos apenas son mencionados.

Como muchos otros países del mundo, existen dos partidos importantes, los principales, o sea, los que tiene mayor representación en el territorio, casi en el 95%, el Partido Republicano y el Partido Demócrata. Luego aparecen los llamados terceros, de menor importancia, por ejemplo: el Partido Verde, el Partido Libertario, el Partido Comunista y el Partido de la Constitución. Pero además, para hacer más complejo el panorama, existen otros partidos mucho menores, mucho más regionales que son, el Partido Paz y Libertad, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Partido de la Opción Personal, el Partido Write-Ins, el Partido Socialista, el Partido de la Prohibición, el Partido Comunista Revolucionario y el Partido Centrista. De una forma u otra, por el empuje y la filiación ciudadana, la sociedad y el sistema político para las elecciones se debaten, según muchos, en lo que se conoce como un sistema democrático bipartidista, donde concurren los dos primeros grandes partidos que mencioné al principio, Demócrata y Republicano. Ese es el mismo escenario y escenografía que se repite cada cuatro años y por los cálculos se repetirá.

Ahora, demócratas, impulsados por la figura de Biden, quien fuera vicepresidente de Obama, y que como vicepresidente hizo poco, a mi modo de recordarlo, aunque es honesto decir que he visto videos suyos corriendo por los portales y jardines de la Casa Blanca junto a Barack y republicano lidereado por Trump, después de sus cuatro primeros años como presidente, el mismo Trump políticamente no correcto, pero más maduro, más calmado, más aceptable, tal como pronostiqué, cuyos números de resultado de trabajo, creo y así dejo 1% de espacio al beneficio de la duda, lo favorecen.

Ni idea tengo de quién va a ganar las elecciones el próximo noviembre, ese resultado es siempre impredecible, porque lo mismo los que votan siempre no van a votar, que los que nunca votan salen ese día embullados, que los que antes votaron por un color, ahora votan por otro. El sistema de elecciones en Estados Unidos, diferente, hace posible que se obtenga mayoría en el voto popular directo, o sea, más personas que votan por un nombre, pero ese no es el que se lleva el trofeo. Entonces lo recomendable es trabajar a favor de un candidato y esperar.

Yo soy cubano de origen, pero ahora soy ciudadano norteamericano, vivo felizmente en Estados Unidos, estoy dispuesto a morirme aquí, lo que significa que no tengo planes de regresar a invertir en Cuba. Hoy, para no enloquecer, he pactado conmigo mismo, tengo un origen y una patria, que, por desgracia a lo mejor, son diferentes. Mi primera misión en camino, ya no a la felicidad, sino a la estabilidad emocional es pensar en el lugar donde estoy, no se puede vivir en un lugar sufriendo porque se desea vivir en otro, al menos cuando tenemos la opción de escoger. Conozco y tengo familia y amigos Cuba, pero ni Trump, ni Biden trabajan para y por la isla, ni las opiniones y votos cubanos desde allí significan nada. Los candidatos tienen o deben tener una oferta para mí como ciudadano, deben ser capaces de, por lo menos, imaginar mi futuro para los cuatro próximos años. Eso es real, más que sentimientos.

Por el momento, sólo miro, leo, pienso y tomo mis notas. Estoy embullado con mi opción de votar por primera vez aquí. No quiero que me lo sigan contando. Lo cierto es que hoy entiendo más a mis compañeros de primaria y secundaria, entiendo más a mis vecinos “trumpistas”. Me llama menos la atención la enorme cantidad de latinos, además de los cubanos, que apoyan al candidato republicano y no me asombra la cantidad de “afroamericanos”, o sea, negros, que ha salido a no sólo apoyar, sino a defender al políticamente no correcto presidente. Entiendo, porque escucho, a muchos demócratas de toda la vida, incluso negros demócratas que hoy sin miedo apoyan a Trump, incluyendo a los descendientes del Dr. King.

¿Todos están equivocados? No creo, sería infantil pensar así. Ellos y quizás yo, estamos pensando en defender a los Estados Unidos, a hacerlo más grande de lo que ya es. Estamos pensando en que los cuatro próximos años, nuestra realidad aquí, la de nuestros hijos, sea mejor.

Biden es un político, con más de 40 años de experiencia en ese tipo de vida. Trump es un empresario, con derrotas y triunfos en ese sector como siempre pasa. Biden, quiere repartir, no deja muy claro de dónde lo va a sacar. Trump quiere crecer, quiere regresar las empresas, quiere producir puestos de trabajo, quiere mantener el país salvo de emigración ilegal, muchas veces proveedora de drogas y delincuencia, quiere no regalar, sino que las personas puedan ganarlo.

Es difícil, siempre aparece el fantasma Cuba, pero, ¿en la concreta, en la objetividad, de qué sirvió al pueblo, el acercamiento de Obama al gobierno cubano? Creo, mirando hoy las noticias, que de nada. ¿El gobierno de Trump ha bloqueado por mar y tierra al pueblo cubano?, ¿Ha parado la inmigración legal de cubanos hacia los Estados Unidos?, ¿Le ha quitado a algún cubano un pescado que cogió en una presa, un jabón que tenía guardado para usar o vender a otro cubano, una libra de carne de cerdo de la cual era dueño desde que crio a su puerquito recién nacido? No, estoy convencido de que no.

¿El gobierno de Trump ha prohibido que yo envíe dinero norteamericano a mi familia? No, lo que está establecido es que se puede enviar hasta 3 000 dólares cada tres meses, pero, no seamos tan artistas, ¿conocemos aquí a alguien que trabaje y como resultado de su trabajo, le sobren y pueda enviarle a su familia 1 000 dólares mensuales? Yo, aquí, no los conozco. El gobierno cubano acaba de comprar 82 000 000 de dólares en comida, equipos, medicinas, sólo en el primer semestre de este 2020 con Trump en la Casa Blanca. Sólo 82 000 000 porque es lo que el gobierno cubano ha podido pagar. Es cierto, mi familia está pasando un mal momento, pero, ¿qué tiene que ver el gobierno americano de Trump o de otro cualquiera con que en estos momentos, en Cuba no exista el plátano, el boniato, la yuca, para repartir? Que yo sepa nada.

Oh, el gobierno norteamericano está tratando de apretar el gobierno cubano, a esos come vacas por más de 60 años, a esos demagogos, que no viven donde vive el pueblo, que no van a los hospitales que visita el pueblo, que no cogen guaguas, camellos o pagan extremadamente caro el mal transporte, que hoy, con tal de no perder el poder, están reprimiendo, como nunca antes, con perros amaestrados incluidos, a todo el que se le ocurra manifestarse en contra, no de la idea teórica del marxismo, sino en contra de tener que hacer 8, 10 horas de cola para comprar un poquito de detergente, eso, porque trato de ser coherente, me parece bien. El gobierno norteamericano no está en las calles de Cuba metiendo miedo y vigilando. La Habana tenía 136 cines en 1959, como ninguna otra ciudad en el mundo, más cines que New York, hoy sólo quedan 19. ¿El gobierno norteamericano los ha ido cerrando durante todos estos años o Trump trabajó en el Ministerio de Cultura? No, creo que no.

Tal como dije sobre Trump y Hillary en las elecciones del 2016, que ambos “forman parte del mismo modo de vida, hoy son privadamente multimillonarios precisamente por no repartir lo que tienen”, ahora digo lo mismo para Trump y Biden, ambos son actores de una obra, ambos tienen que hacer rating, ambos, desde una opción capitalista, no existe otra, están tratando de llevarse las palmas, pero ahora, sin ánimos triunfalistas, me parece que el primero es mejor actor  y caballo en la carrera dentro del hipódromo “America”, sería entonces anormal apostar por un caballo viejo, cansado, que no ha corrido y no sabe correr.


Volveré sobre este tema, quizás para hablar un poquito más exacto de los partidos, de los programas, de los protagonistas, desde mi óptica norteamericana. No estoy preocupado ahora mismo, no lo puedo estar, por los cangrejos de carapachos azules, que están bajando de peso en una de las islas de la Polinesia, al este de Australia. No se lo pueden perder. JAJAJA.

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