Si algo escuché decir mientras crecía, en esa guerra de ideas que se desarrolló en nuestra Cuba, fueron dos cosas, que, repetidas y repetidas, casi todos llegamos a darlas por verdad. Estados Unidos es un país sin cultura y los norteamericanos son apolíticos, no les importa votar, son antipatriotas. Cualquiera de las dos más mentira, más absurda, más ridícula.
Ridícula la primera, porque incluso un hombre solo,
desarrolla su propia cultura. Todos admiramos hoy, aquellas pinturas rupestres
que aparecen en las viejas cavernas. Esas reflexiones artísticas de quizás un
hombre o mujer, que, inspirado o aburrido, pintó con tintas hechas de plantas,
en las paredes de su cueva, a los animales y humanos que lo rodeaban, una
cacería de una cabra o fenómenos que por su desarrollo no podía explicarse.
Es cierto, Estados Unidos, es un país joven si lo comparamos con Europa o Asia, pero incluso los nativos aquí antes de llegar los europeos, vikingos o británicos, ya tenían sus idiomas, ropas, sus casas, sus pinturas, sus comidas, sus músicas. ¿Qué es entonces la cultura? Europa, que se considera vieja, queda joven frente a China o India. Cuando Europa cocinaba con sal, los asiáticos eran dueños de una enorme variedad de especias que utilizaban en su diario cocinar, que provocó grandes guerras y miles de muertos por poseerlas. He leído que la más antigua muestra de alcohol para beber apareció en China y fue datada con 9 000 años de antigüedad. La “katana” japonesa, inigualable sable de combate, se supone que existe desde 700 años después de Cristo.
Al ser Estados Unidos un país multi racial, multi regional, multi religioso, es poseedor de una enorme variedad cultural, en el sentido más amplio de la palabra cultura. Diferentes comidas típicas, diferentes músicas, construcciones, diferentes formas de vestir, pinturas y esculturas, cada una de ellas representativa de regiones, grupo de personas, tendencias, etc. ¿Alguien podría negar los valores de la música country, el soul, el jazz, el rock, el R&B. el Góspel?, ¿Alguien puede negar el desarrollo del cine norteamericano?
Obsérvese esta iglesia católica que tenemos aquí en Nebraska. No es una catedral del siglo XIV, cierto, pero, ¿está ella exenta de diseño, armonía, soluciones constructivas, materiales, bellezas?
Obsérvese en esta montaña de piedra el inigualable conjunto escultórico que se logró, resultado de 14 años de trabajo continuado. ¿No existen aquí escultores?
Mírese esta obra de arte moderno con explicaciones muy coherentes, homenaje al, por muchos años considerado más antiguo conjunto escultórico humano. ¿Es o no es arte?
La segunda afirmación es evidentemente un invento de los políticos, que tratando de defenderse y a la misma vez atacar, han fabricado la idea de un pueblo insensible, bruto, apolítico, desastrosamente desinteresado, que para mí es absolutamente incierto, sólo es una intención de mostrar como salvajes a los que habitan en este país, para de esa forma, demeritar sus logros. ¿Existen logros o no?
Vivo en este país hace 8 años, en realidad vivo en un pedacito de este gran país, he leído y estudiado sobre él casi toda mi vida y ahora camino por sus calles con el cerebro en vigilia. Trato de aprender en cada paso que doy con lo que veo a mi alrededor, nada mejor para refutar o consolidar algunas ideas. Si no te mueves por Egipto, puedes conocer muy bien sus pirámides, pero jamás entenderás su verdadero significado. Si no caminas por México, podrás comer muchos tacos, pero jamás entenderás lo que significa, más allá de una comida diaria, para los mexicanos.
Es cierto, cada país tiene sus características de vida, pero ¿no estaremos los cubanos demasiados politizados y consideramos anormales a los que no lo están?, ¿No estaremos los cubanos muy metidos en esto de la política y la ideología, porque entre otras cosas no tenemos nada más en que pensar y disfrutar y entonces, tal como las peñas sobre beisbol, nuestro deporte nacional, convertimos a la política en entretenimiento, en nuestra universidad popular, en nuestra forma de destacarnos intelectualmente?
Cuando se conoce al norteamericano promedio, o sea,
ese pueblo, la gran mayoría, ese que vive entre el estatus de homeless y los
millonarios, es fácil detectar una de las primeras y más fuertes
características que poseen, el pragmatismo, esa estrategia de vida, que muchas
veces nosotros, más sentimentales, no entendemos.
Casi todos, a través de sus vidas han vivido de forma muy normal en 5, 6, 8 ciudades y estados de este país, se mudan en dependencia de los objetivos buscados y beneficios deseados, aspirando a conseguir mejores salarios, mejores trabajos, mejores climas, lugares más lindos, más tranquilos, etc. Nacen con esa libertad y saben que, en líneas generales, a donde quiera que se mueven encontraran a Estados Unidos. Creo que ese es uno de los grandes logros, donde quiera que te muevas, no importa la nieve o el calor, los pantanos o montañas, los pueblos pequeños o las grandes ciudades, siempre encontrarás a los Estados Unidos.
Los trabajadores se contratan en lugares que pagan mejor, los estudiantes universitarios seleccionan o ganan universidades lejos de sus padres y se van a estudiar allí. Muchos trabajadores luego regresan a sus pueblos originales un día, otros, no. Muchos estudiantes terminan sus carreras y regresan junto a su familia, pero otros quedan en las ciudades donde estudiaron y otros se contratan en terceras ciudades, todos en busca de mejores oportunidades. Nadie traiciona a nada, nadie se va sentimentalmente, nadie vive con miedo o ese sentimiento de haber dejado atrás a los suyos. Se mueven, van y vienen, viven.
Muchos retirados se compran casas en otras ciudades, o sea, viven 6 meses en un lugar y los 6 meses restantes en otro. Son felices, en la primera ciudad pasan el verano, en la segunda pasan el invierno. Recogen sus cosas las montan en un carro y se mudan, años tras años, entre esos dos puntos. Los conozco. No se fajan con alguien, nadie los rechaza, los familiares viven contentos. Otros, con sus ahorros de más de 40 años de trabajo fuerte, se van a algún punto de la geografía mundial, compran pedazos de tierra, hacen o compran sus casitas y viven felices a la orilla de un río o en la playa. Nadie los acusa de traidores, nadie los llama “los que se fueron”, nadie los mira de reojo. Ellos regresan cuando quieren, vienen a disfrutar a sus familias, disfrutar a su país y se regresan a donde han escogido vivir. No tienen que pedir permiso a nadie para salir, menos para entrar. Nada tiene que ver con el gobierno, ellos nacieron en algún lugar de esta tierra y por tanto son dueños, ningún gobierno, ningún presidente, ningún partido político, ningún grupo de buenos o malos, les puede quitar ese “sagrado” derecho.
Eso crea determinado pragmatismo, es importante trabajar mucho para luego poder vivir bien. ¿Pretender vivir bien es un delito? Las ideas, las teorías, las filosofías son para grupos interesados a los que les pagan por ellas o las seleccionan como hobbies, tal como tocar una guitarra o participar en maratones. Cada pueblo tiene sus características, por lo que resulta difícil meter a todos en el mismo saco. Veamos ejemplos antes de continuar con lo político.
También muchos catalogan a los norteamericanos como un pueblo mal vestido. Sobre todo, las corrientes venidas de Europa, con más estilo hasta para dormir, catalogan a los norteamericanos como falta de diseño a la hora de cubrirse el cuerpo.
Es cierto, el norteamericano promedio es un tipo que viste ligero, anda en tenis, shorts, jeans, que es precisamente uno de los mayores símbolos de este país. Les da lo mismo lo que tu pienses de ellos, le da igual si le va bien el color del pullover con el del cabello. OJO, no equivocarse, los he visto vestir para salir y también se tiran las pieles arriba.
Vivo e Nebraska hace 8 años. A partir de octubre, comenzamos a usar abrigos, que con el paso de los días se convierte en más abrigos, gorros, guantes, pantalones forrados, botas o zapatos especiales, lo que suma varias libras a las que ya tenemos en nuestra biología, entonces cuando llega la primavera, todos tenemos una sola idea, desnudarnos. Las personas vuelven a lo cómodo, a lo ligero, short, pullover, camisetas. Es muy típico ver a jóvenes caminar sin camisas, es muy común y además simpático, ver a familias enteras, con casi bebitos, caminar descalzas por las aceras, disfrutando del contacto con el concreto y las hierbas. Es muy normal ver a personas de todas las edades, incluyendo a viejas que algún día fueron jóvenes, con tatuajes, con los pelos azules, con peinados extraños e incluso no peinados.
Esto se contrapone a las normas que algunos han seleccionado del buen vivir. Recuerdo que, en mi experiencia en República Dominicana sufrí mucho de esto, porque en ese país, la forma externa es imprescindible para estar vivo. Las personas van al trabajo como si fueran a un cabaret, zapatos de tacón alto, vestidos caros, pelos estirados. Si vas a buscar un trabajo para limpiar pisos en una empresa, tienes que ir de juego de chaqueta, zapatos altos, etc. Los hombres van todas las semanas a la barbería, una a pelarse, otras a arreglarse el cerquillo. Las mujeres pagan enormes cifras de dinero, que muchas veces no ganan, por tener el pelo al estilo japonés. Si quieres penetrar, tienes que conocer a alguien importante, tener un buen celular a exhibir, estar monta´o, o sea, poseer un carro bueno y caro y ser elegante al vestir. Si no tienes cerebro, no te preocupes, tampoco es tan importante tener uno.
Esto no sólo lo vi allí. Pasé por Miami, es Estados
Unidos, y nunca vi tanta gente “chea”. Las personas visten de salir para ir a
un “mall”, o sea una tienda, a veces solo a pasear, mirar tiendas, para no
comprar nada. Volví a ver allí aquellas maxifaldas que se usaban en Cuba para
ir a una fiesta de 15 en un cabaret cuando yo fui joven. Mujeres lindas de
buenos cuerpos y mujeres horribles de cuerpos incómodos, metidas en esas fundas
con costuras, de colores y flores, a veces más parecidas a las cortinas de
baño. Hombres ya barrigones vestidos de trajes y corbatas, zapatos brillantes.
Niños gorditos, metidos también dentro de aquellos trajes y corbatas que les da
más el tipo de un spam dentro de una lata, camisas de mangas largas con el gran
calor que hace, pantalones largos, que sudan y sudan y que por supuesto siempre
tienen caras de bravos y estar desesperados por regresarse a sus casas. Para
muchos la belleza y la importancia, comienza por la ropa.
No todo el mundo es igual, obvio, todo es un tema de estilo colectivo y pienso, un poquito, sólo un poquito de cerebros. Tengo allí amigos, ellos saben a quién me refiero, que nunca se han metido en el tema de vestirse con las cortinas de baño.
Sólo dos anécdotas. Mi amigo Ruso, después de vivir muchos años en Nebraska, se fue a incursionar en Miami en busca de trabajo. Consiguió una entrevista para trabajar en una fábrica, esa es su experiencia de trabajo aquí y entonces, acostumbrado a lo que pasa en esta parte del país, se fue en short. Estabaaaaa buscandoooooo un puestoooooooo para trabajarrrrrrrrrrr en una fábricaaaaaaaaaaaa. A los pocos minutos, su entrevistador, asombrado, le preguntó si no le habían informado sobre el estilo de la ropa, o sea, el protocolo a seguir para pedir trabajo. Ruso asombrado, acostumbrado a sus shorts y chancletas aquí, le pareció ridículo. Para el empleador, la forma de vestir era un requisito indispensable para aspirar a trabajar a una fábrica de mierda.
Yo tuve esa experiencia, pero al revés. Me fui a una
entrevista de trabajo. El lugar es bueno, la compañía prestigiosa y el trabajo
era en oficinas procesando información acerca de los préstamos estudiantiles
universitarios. Llegué, fui llamado, entré en una oficina y frente a mí
encontré a dos personas, mis entrevistadores, luego descubrí que eran dos jefes
de diferentes áreas de trabajo. Intercambio de ideas, contrato. El joven, en
tenis, pullover bastante usado y tatuajes visibles. La joven, más jefa, cuando
se paró para darme la mano y despedirme, vestía con un jean roto y unas
chancletassssssss de playa o piscina. Luego trabajé allí, todo el mundo andaba
en chancletas, short, incluso de playas, y vestidos, peinados o no peinados, de
las formas más estrafalarias que existen y se puedan ver. A nadie le importa
cómo te vistes, ni cómo la pasas en tu escritorio, puedo jurar que vi a hombres
calzando chancletas “mete dedo”, como la llamamos los cubanos, de color rosado,
lo que para, mi gusto, medio machista, es mucho. De los peinados y colores de
pelo, más los tatuajes, me es imposible hablar. La variedad es inimaginable, es
infinita, entonces a nadie le importa.
Para los códigos de muchos de nosotros, esto puede ser complicado, pero aquí, claro en dependencia del tipo de trabajo, nunca he visto en un banco o en un hospital a personas vistiendo trajes de baños, ropa tradicional típica de los hawaianos, etc., los americanos son bien pragmáticos. Hace dos días acabo de ver a la que fue mi mánager regional, o sea, la cacique de todos los caciques en Nebraska, una mujer que pasa los 50 años, trabajado en short de mezclilla bien corto y en tenis. Estaba trabajado en el exterior, ayudando con un tema de aire acondicionado, para qué necesitaba una maxifalda y zapatos de tiritas y tacón alto. OJO, mi manager regional tiene un auto Lincoln que echa humo, vive en el sur de la ciudad donde yo no puedo vivir y se debe mandar un salario de sueños, sólo que su capacidad de trabajo y su responsabilidad nada tiene que ver con la ropa que usa. En short y tenis, cosa que usa con mucha frecuencia, es la “jefa”.
Amo en eso a los norteamericanos. No les importa, no se comparan, las parejas no se compran ropas juntos para salir uniformados. He visto a mujeres bien vestidas y sus parejas en short y chancletas y así se quieren. Amo ver a las personas mayores, bien mayores en short y tenis, no les importa las celulitis, no les importa las arrugas o las marcas. La celulitis forma parte de la vida. Amo ver a los niños caminando descalzos, sin camisas cogiendo Sol. Me llaman la atención los tatuajes, los admiro, si es en personas mayores, más. Esta foto, donde se mezclan la sencillez y el entorno, es Nebraska.
Volvamos a la política. Pues sí, a los que hemos
vivido en Cuba, donde la política e ideología es la sazón diaria de cada comida
o a veces lo único que hay para comer, de cada conversación, de cada sueño e
incluso de cada acto sexual, es probable que no podamos entender de más nada.
Si nos guiamos por, ejemplo, las votaciones, con la asistencia de casi el 100%
de los votantes, cosa que no pasa en ningún otro lugar del mundo, o a lo mejor
en Corea del Norte, si es que hacen votaciones, no podamos entender cómo en
otros lugares esto no sucede así.
Pero claro, cada cual tiene su experiencia. Yo recuerdo que desde que tuve el deber de ir a votar, siempre anulé mis boletas, las pintaba, las rayaba, le hacía muñequitos, etc., tengo problemas ideológicos desde antes de la edad para votar. Un día, cansado de simular, me levanté y dije que no votaría. A los pocos minutos, mi suegra y mi madre me dieron el primer mitin de repudio “cariñoso” de mi vida. Lloraron, me pidieron por favor, casi imploraron, que fuera a votar. Mi madre, ya yo un hombre hecho y derecho y dispuesto a cargar con las consecuencias, se apostó en mi casa y hasta que no me acompañó a votar, no estuvo quieta. Lloraba. Ella sabía que yo echaría a perder mi voto, pero no importaba, lo importante para aquel momento era que fuera a darme de baja de la lista de los conflictivos. Entonces, para no tener dos muertes por infarto sobre mis hombros, la de mis dos madres, cedí una vez más, me levanté, cogí mi boleta, la anulé nuevamente y miré con cara de cariño y dolor a aquellos dos pioneritos que levantando su mano muy simbólicamente, dijeron al unísono: _ “votó”. Mis dos viejas contentas, en realidad lo de anular la boleta no era tan importante, lo importante era no aparecer en una lista de los que no votaron. Ellas, tanto como yo, conocían las posibles consecuencias.
Luego, eso del voto del casi 100% tiene sus arreglos. He visto, fui testigo de que a personas que no podían votar, porque habían perdido la cabeza, o sea, ya no tan sólo no conocían a los que los rodeaban, sino que no se conocían a ellos mismos, a lo que llamo lamentable muerte en espera del certificado médico, esos dos pioneritos, acompañados de un delegado, llevaban la boleta a la casa y un familiar conocedor, cogía la mano del querido viejo y marcaba una cruz sobre un nombre. Los niños pioneros repetían la frase ensayada. No puedo decir que en la Cuba revolucionaria los muertos votaron, pero si puedo asegurar que los que esperaban el certificado de defunción, sin saber si estaban en la tierra o ya habían ingresado en el Paraíso, si lo hicieron.
Aquí veo otra cosa, hay muchas personas interesadas en la política, en participar, entonces un vecino pone en su jardín una pancarta que dice: “vote por Biden” y su vecino, en su jardín tiene puesto un cartel que dice: “vote por Trump”. Se saludan todas las mañanas y los viernes o sábados unos a otros se invitan a la parrillada o BBQ que están haciendo. Nadie les da un mitin de repudio, nadie les tira piedras, nadie se para frente a la casa de uno o el otro a cantar el himno nacional. El día de la votación, salen con sus short y pullovers, se saludan, votan y regresan a sus casas, probablemente a comer y compartir con amigos. La política no es una guerra, no es una batalla, el norteamericano de al lado no es el enemigo, tiene sólo otra forma de pensar. Y eso me parece bueno.
Me parece bueno porque crecí y desarrollé en otro contexto. Es lamentable, pero esa es la realidad por mucho que muchos no lo quieran reconocer y sigan apoyando la idea de que todo el pueblo, o sea, los más de 11 millones allí presentes aun, piensan igual y tienen las mismas soluciones, sobre todo de apoyo total a lo que incluso no entienden o no ven, lo que resulta absurdo, no sólo de creer, sino, tan siquiera de pensar. Todo, las marchas, las reuniones, los que están de acuerdo con tal cosa que levanten la mano, las votaciones, las opiniones públicas, los escritos, la radio y la televisión, tienen sus arreglitos, sus cosméticos, sus cirugías plásticas.
Cuba, no se puede mentir, pueblo agredido por momentos desde el exterior, pero también pueblo agredido desde el interior ha creado sus mecanismos de sobrevivencia. Aquí el vecino sabe, que, a no ser que trabaje en la Casa Blanca, su opinión política no puede superar a los derechos que tiene como ciudadano libre, libertad que no quiere decir anarquía obviamente. Aquí el ciudadano promedio, sabe que si vota cumple con un deber, pero si no vota por las razones que sea, no le gusta, no está de acuerdo, no confía, está cansado y no quiere levantarse o se le olvidó, nadie lo va a acusar, menos a sancionar por traidor y mal norteamericano. La votación es un deber ciudadano, que ojalá todos lo tuvieran, pero los derechos declarados en la constitución norteamericana no dicen que Estados Unidos es sólo para los que votan. Las calles norteamericanas son, al menos teóricamente, para todos, incluyendo a los homeless o sin hogar, que pueden escoger dormir en ellas.
Es difícil de entender por un pueblo tan politizado
como el nuestro, incluso para las personas que ya no estamos presentes allí. He
trabajado en varios lugares aquí, nadie habla de política todo el día. Las
personas hacen un comentario político, igual que cuando dicen que no les gusta
el invierno y siguen su vida.
Los norteamericanos, en sentido general, tienen sus ideas claras. Son un pueblo que trabaja fuerte. Ningún trabajo es demeritado, pues para ellos, siempre y cuando les sirva para pagar los servicios que necesitan, es bueno. Ellos trabajan mucho de lunes a viernes, pero los fines de semana se levantan a disfrutar, pasean, van a restaurantes, parques, lagos, baresssssss. Se planifican y en sus vacaciones, se mueven dentro del país, en avión, en sus carros o en carros rentados, se hospedan en hoteles, visitan otras ciudades. Comennn y toman cervezassssss.
Los estudiantes a partir de la edad de preuniversitario, se contratan oficialmente como “part time”, hasta 4 horas diarias, muchos no porque sus padres no puedan pagarles las carreras, no porque tengan que pagar mucho, pues incluso tienen becas que lo pagan todo, sino sencillamente porque tratan de ser independientes, tratan de tener su dinero para sus gastos y no tener que pedir más a los padres. Los conozco. Ruso, me dice con frecuencia que las hijas de Obama trabajaron en un restaurante de comida rápida. ¿A las chicas le hacía falta el dinero?, ¿Sus padres no podían pagar todos sus gastos? Muchos trabajan como un sentimiento de independencia, trabajan para aprender, para conectarse. Hay de todo, claro, los hay que tienen que trabajar para ayudar y ayudarse, pero, así y todo, es válido, los jóvenes quieren trabajar para poder luego hacer lo que les da la gana en un mercado de tanta oferta como el norteamericano.
El norteamericano promedio, o sea, ese llamado pueblo,
trabaja para pagar sus casas, carros, los estudios de sus hijos y para comprar
toda la comida del mundo, a veces realmente, más de las que necesitan y todos
los tarecos que se venden en las tiendas. En las casas nadie discute de
política, a mí me gusta Biden, voy y voto por él, a ti te gusta Trump, vas y
votas por él, nadie deja de ser padre o madre o hijos por causa de la política.
Hay familias enteras que defienden a un partido, pero hay otras donde los
padres son republicanos y los hijos son demócratas, pero no dejan de celebrar
Navidad juntos, de celebrar cumpleaños o de enterrar a sus muertos con
sentimientos.
¿Por qué entonces la totalidad de los norteamericanos no votan? No lo sé exactamente, así que creo que los que no están aquí, tampoco lo puedan asegurar. El hecho puede tener dos mil respuestas, de todas formas, al final, final, no votan porque sus vidas no cambian, su real vida no depende del presidente de turno, porque todos saben que es eso, sólo un turno. Si, la vida del norteamericano no cambia, las personas trabajan, ganan y pagan. ¿Trump lleva cuatros años en la presidencia, yo, en el plano personal, en el íntimo, en mi forma de vivir, comer, desplazarme, comprar, he tenido algún cambio? No. Las papas no dependen de Trump, las carnes no dependen de Trump, la gasolina, un poco más barata hoy, un poco más cara mañana, no depende de Trump. La electricidad que llega a mi casa no depende de Trump, salvo que entremos en una guerra, que no hemos entrado.
He visto, ahora en momento de ánimos caldeados, a muchas personas que acusan a los que apoyan a los republicanos y a los que llaman trumpista, de ser anormales, poco cultos, poco conocedores, locos, incapaces, hijos de putas, etc. Creo que, tratando de demeritar, se demeritan, pues demuestran que no conocen cómo se mueven los Estados Unidos. Puedes entonces contar de memoria las piedras de las pirámides o comer tacos al pastor todos los días, ninguna de las dos cosas te hace egipcio o mexicano. Debo reconocer que llegué aquí y no entendía cómo tantos amigos de mi juventud eran pro-Trump, algunos me parecían furiosos. Pagué 25 dólares por el libro de Michelle Obama, para leerlo en mi idioma natal, me pareció bien escrito y luego pagué otros 25 dólares para regalarle el libro a una amiga. He dicho en diferentes ocasiones, que me gustó Obama, su estilo sencillo, su voz pausada, su discurso inteligente. Hoy, después de algunos años de caminar, entiendo mucho más a mis amigos de la juventud. Furia aparte.
Para la vida norteamericana, Trump se encarga de la macro política, de aquellas cosas de las cuales depende la seguridad nacional, para temas muy específicos vinculados a la emigración, sobre todo la ilegal, sobre determinadas posiciones internacionales, como tratados comerciales, impuestos, quizás participación en una guerra o conflicto internacional, etc., pero en realidad, para la vida diaria no interviene. Las casas bajan y suben de precio como todo mercado, los bancos bajan y suben sus intereses como todo mercado, los carros son más caros o baratos en dependencia de miles de factores diarios, la comida, siempre está. Trump no reparte en el televisor el picadillo o los perros calientes, Trump no es el responsable de la programación de la televisión, menos el que organiza la música que se pone en la radio. Trump tiene sus medios de comunicación, los que les toca por ser presidente, pero yo, puedo verlo o no, porque tengo otros cientos de medios de comunicación donde informarme.
Luego la filiación política, es incluso relativa, porque salvo los auto comprometidos absolutamente a voluntad, hoy las personas pueden votar por una tendencia política, porque les acomoda, les gusta el plan, las propuestas, las personas que la traen y mañana pueden votar por otra tendencia, porque presenta mejores planes e ideas para el futuro corto, repito futuro corto. Al norteamericano promedio, no se le puede hablar de que el futuro prometido es para dentro de 25 años. No les interesa. Por lo que no es nada alocado que los que un día votaron por los demócratas y luego voten por los republicanos o viceversa. La política en lugares como este no es un grillete que se lleva en un pie de por vida.
Entonces, ¿es el pueblo norteamericano un pueblo
politizado? No, antes cuando fui joven, me parecía que tenía que serlo, hoy que
vivo aquí, puedo decir que el pueblo norteamericano es más pragmático, más
real, más feliz.
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