miércoles, 31 de julio de 2013

El Miami de la familia y los amigos. (Primera parte)

Hablar de Miami me resulta difícil. Una cosa es soñar desde lejos y otra es vivir la realidad. La Ciudad del Sol, como le llaman los encantadores de cerebros, es una gran mezcla de muchos aspectos, lo que complica cualquier valoración, favoreciendo la aparición del subjetivismo. Creo que para definir a Miami hay que vivir allí mucho tiempo y dedicar muchas horas a su estudio, por lo que en el siguiente recuento me centraré fácil y convenientemente en el Miami de la familia y los amigos y dejaré a que cada persona que por allí pase pueda hacer su propia valoración.


El día 6 de octubre de 2012 nuevamente nos despedimos de Yordán y Jenny después de haber pasado unos lindos días junto a ellos. Salimos de San Antonio montados en Greyhound, línea de ómnibus que luego de 19 paradas, 3 cambios de guaguas y 36 horas de viaje, nos llevaría a Miami, la Ciudad del Sol. Destino donde haríamos los trámites para legalizar nuestra presencia en este país y viviríamos definitivamente. Nuestra emoción era enorme, por fin llegaríamos al lugar geográfico del que una parte grande de los cubanos hablamos y añoramos tal como si fuera nuestro, a veces más que la propia Cuba. Habíamos tenido suerte, hacía muy poco estábamos en República Dominicana y luego, sin grandes tropiezos, nos encontramos  viajando hacia una de las ciudades más famosas del mundo. La ciudad que nosotros mismos nos habíamos prometido.

Llegamos a Miami muy tarde en la noche del domingo,  la adrenalina no nos dejaba sentir el cansancio del largo viaje. La estación de guaguas muy desaliñada, no digna de la ciudad donde se encuentra. Allí ya nos estaban esperando. Mi hermano Igor determinó no ir a recibirnos y esperar a que llegáramos a su casa, pero en la estación estaban nuestros amigos, los de siempre, los de verdad, los que el tiempo transcurrido, Miami con su sol, playas y yates, y las coca colas del olvido, no los había cambiado ni un poquito.

Miguel Ángel, Ana Vilma y su hija Dina, nuestros amigos de Cuba, Varínia, mujer del primero, a la que ya conocíamos desde que nos visitó en Dominicana y el Che, marido de la segunda, con el que ya habíamos entablado amistad vía telefónica. No era un grupo muy grande, de haber avisado que viajábamos de seguro habríamos reunido a muchas más personas, pero sí lo fue en afecto, cariños, alegrías, amor, etc.  

Después de poner los pies en la tierra, los primeros fuertes abrazos, acompañados de chistes y algunas fotos, nos trasladamos a la casa de mi hermano donde viviríamos provisionalmente hasta que nos organizáramos. Casi todo el mundo que llega a Estados Unidos, salvo que lleve mucho dinero, tiene que pasar por el mismo trámite. Llegada alegre, casas de familia o amigos, oficinas para legalizar status, hasta que se consigue la primera independencia.

Ya en la casa donde vive mi hermano, de nuevo recibimientos, abrazos, llantos de alegría y fotos. A Igor y su esposa Mailyn los había visto hacía más menos 4 años cuando me visitaron en Dominicana, no obstante el encuentro siempre fue fuerte desde el punto de vista emotivo. Además para nuestra llegada, la familia de mi hermano había crecido. Descubrimos a Ramona, o como todos la llaman, Mima, la mamá de Mailyn, con poco tiempo de llegada de Cuba y a mi segundo sobrino por esa vía, Steve, pues Shania la primera hija de mi hermano Igor, a la que veríamos días después, no estaba presente en ese momento. 

 Conversaciones interminables, algo de beber, yo un fuerte café a lo cubano, pues durante todo el viaje solo se consigue ese café aguado al que llaman “café americano” imposible de beber. Más chistes, más cariños.

A Miami muy rápido nos acostumbramos los cubanos, porque es como llegar a Cuba y encontrar a las mismas personas, solo que en casas diferentes. Es nuestra forma de hablar, más allá del idioma castellano, nuestra comida, nuestro café, nuestras mismas costumbres, nuestra música y nuestra bulla. Eso hace de ese lugar un hueco seguro y acogedor para los cubanos. Eso convierte a esa ciudad casi en obligatoria. Al día siguiente de la llegada, salvando las diferencias del desarrollo económico, a uno le parece que está en Cuba.


Muy rápido comenzamos los trámites. Oficinas atestadas de personas, agencias, Children and Families, clínicas, Social Security, una y otra vez de forma ininterrumpida para tratar de garantizar los pasos para obtener las ayudas y los papeles. Oficinas donde, según mi experiencia, prima el mal servicio, el tumulto, la falta de organización y lamentablemente el más vulgar “cubaneo”.  No obstante por suerte en esto somos diferentes los cubanos, poco o casi ningún esfuerzo nos toma el legalizar nuestra situación en los Estados Unidos a diferencia del resto de los emigrados que pasan años e incluso décadas para poder lograrlo y viven con la zozobra de ser deportados en cualquier momento. Por esta vía obtuvimos ayuda que sirvió para ayudar.





miércoles, 17 de julio de 2013

San Antonio, Texas. Jennifer y Yordán. FOTOS


























San Antonio, Texas. Jennifer y Yordán.

Yordán nos recogió tres horas después de haber salido del puesto fronterizo. Para esperarlo nos dedicamos a pasear por Laredo, donde nos costó trabajo ver a un blanco rubio norteamericano. El lugar, más que ciudad, da la impresión de ser un set donde están filmando una película. Es lindo.

Al llegar Yordán y yo abrazarlo, después de un año y medio sin verlo, fue para mí como abrazar a Cuba, o sea, a todos los que de una forma u otra queremos y están todavía en la isla o se han ido trasladando a diferentes lugares de este mundo.  Recuerdo haber escrito ya sobre lo que significó para nosotros la salida de Jennifer y Yordán de Santo Domingo, por lo que no repetiré las ideas. Ahora, luego de reencontrarnos con Yordán, nuestra  hija volvía a estar al alcance de nuestra mano, a sólo tres horas de camino.

La estancia de Jenny y Yordan en Miami fue relativamente corta, sólo el tiempo que demoraron en hacer el papeleo obligatorio y decidir moverse para Texas, lugar donde encontraron trabajo seguro. Si se observa un mapa, rápido se descubre que estamos hablando casi del extremo opuesto de la Ciudad del Sol, por lo que en un primer momento, la decisión me pareció apresurada, hoy después de haber tenido mi propia experiencia, entiendo que no, la decisión fue tomada en el tiempo exacto y exactamente la más correcta.

Llegamos al condominio donde ellos viven, parqueamos y cargando nuestros bultos nos encaminamos al apartamento donde Jenny esperaba ya parada en la puerta. Ella estaba igual de linda, no mostraba síntomas de envejecimiento, ni de angustia, sin embargo estaba muy diferente, diferencia que ya conocíamos, pero que no habíamos visto personalmente. Ella estaba embarazada y tenía tremada barriga.

Besos y abrazos. Primero Martica, las mamás están priorizadas, luego Jonathan, yo el tercero.  Lágrimas una vez más, ahora de mucha alegría. Si cuando abracé a Yordán, me pareció que abrazaba a todos en Cuba, cuando logré trabar a mi hija, tuve la sensación de que estaba abrazando en ella a toda la humanidad. Jenny había crecido muy rápido, ahora dentro de poco tiempo seria mamá y eso es una idea tierna, dulce, profunda, abarcadora, etc.

Me auto evaluó como un buen papá.  Creo haber tenido siempre una relación especial con mis dos hijos, lo que no quiere decir que no hayan existido momentos duros, de encontronazos, de no entendimiento, de regaños en ambas direcciones, etc. y además creo ser un tipo cariñoso, expresivo, auténtico en mi relación con los demás, sin llegar a ser un papá baboso. Sin embargo al abrazar nuevamente a Jenny ese día, puede haber sido de las cosas más grandes que he vivido en ésta ya mediana larga vida. Pienso que nuestro encuentro estuvo muy cargado de ternura, sentimiento resumen que apareció para resolver la nostalgia y la incertidumbre que vivimos en República Dominicana durante ese año y medio de separación.

Jennifer estaba embarazada y nosotros por suerte, con la ayuda de algunos amigos y el gran empuje de Martica, estábamos ya en Estados Unidos parados frente a ella. ¿Cuántas personas se han tenido que conformar con ver crecer e incluso  morir a los suyos a través de fotos, cartas, llamadas por teléfonos o correos ahora por internet?  Ya ese de seguro no sería nuestro caso, pues estábamos donde teníamos que estar.

El plan era estar allí una semana para luego irnos a Miami, donde haríamos también los trámites para legalizar nuestra situación y trataríamos de encontrar vida. Muy rápido nos arreglamos en el apartamento donde la sala fue acondicionada para dar cabida a tres personas más, que sobre camas de aire estaban dispuestas a pasar los días más felices de su  vida. Cosa para nada difícil entre cubanos, que generalmente tienen esto de albergar amigos y familiares o ser albergados como una actividad cotidiana. Entonces, con cama, comida y unos buenos guías,  nos dispusimos a disfrutar.

Yordán tuvo esos días que ir a trabajar, alguien tenía que mantener todo aquello. Jenny ya no trabajaba por lo que las jornadas comenzaban temprano en la mañana y duraban todo el día sin parar, hasta que en la noche, aun con muchas cosas sobre las que conversar, ella con cara de maldita, se despedía como diciendo: _ No podemos exagerar.

San Antonio es una ciudad grande y bonita. Texas, es un estado rico y el segundo más grande de la Unión, por lo que la concepción es de grandeza. Se respira así en todo lo que se ve. Paseamos lo que pudimos y conocimos algunos lugares de la ciudad, que como no es de ocultar está metida casi en medio del desierto por lo que a pesar de que estábamos en octubre, el calor se hacía sentir.  El downtown, el centro de la ciudad, es un lugar diferente a todo lo que habíamos visto hasta ese momento. Tiene su onda.  Creo que lo más singular es que tiene un río que lo atraviesa y a él tienen salida todos los edificios que están construidos en su margen, por lo que hoteles, restaurantes, cafeterías, etc, animan el lugar con sus servicios, además de tener unas lanchitas que pasean a la gente y las mueven de un lugar a otro, lo que le da un toque muy turístico.

Pasamos una muy buena semana. Despedidas, con menos llanto, las lágrimas ahora eran de alegría. Ya la idea no era de separación total, pues aunque no revueltos, todos volvíamos a estar juntos.  Nos quedaban 36 horas de camino hasta Miami en guagua, por lo que teníamos que atravesar gran parte del territorio norteamericano para llegar a nuestro destino. No era fácil, pero como somos jóvenes cubanos entrenados para ser cosmonautas, nos lo tomamos como parte de una experiencia a disfrutar. ¿Cuántas veces no habíamos pensado en viajar por los Estados Unidos? Pues aquí lo tuvimos, o sea, algo así como “no quieres caldo, tres tazas”.




jueves, 11 de julio de 2013

Frontier

Luego de pasar por el torno, nuestra misión era caminar recto a través de un puente para llegar a las oficinas y entregarnos. A nuestra derecha dos jóvenes mexicanos vestidos de uniforme y armas de combate, hacían guardia detrás de una larga mesa, donde evidentemente revisan las maletas a aquellas personas que les interesaba. Era 1 de octubre de 2012, aproximadamente a las 11 de la mañana.


No debíamos mirarlos, salvo que ellos nos llamaran. Sin embargo, Martica, pensando todavía no sé en qué, les fue para arriba, tal como si tuviera que reportarse ante ellos y dale un parte. Por suerte uno de esos jóvenes, le hizo seña para que continuara, imagino que pensando, sé que eres cubana y no me interesa ahora atenderte, sigue tu camino a USA. Fue regañada por el resto del equipo, que a esa altura no entendía como se le había ocurrido irse a entregar voluntariamente a esos guardias, lo que podía haber complicado nuestra misión.

Entramos en el puente, donde tuvimos que hacer una gran cola. El avance fue muy lento, o al menos eso nos pareció en aquel momento. El puente está todo el tiempo lleno de personas, mexicanos en su mayoría, que cruzan a los Estados Unidos por diferentes causas, por lo que la idea de llegar a las oficinas tuvo su proceso, que para aquel momento transitó en cámara muy lenta. Aprovechamos el puente para fumar, pues no sabíamos lo que nos depararía el futuro y para repasar una vez más el cuento que teníamos que hacer.

Casi al llegar a la primera escalera de acceso a las oficinas, descubrimos a una joven pareja, que a todas luces eran cubanos. El joven estaba luchando con una cantidad de bultos enorme, incluyendo un coche de niños, lo que nos hizo entender que estábamos en buen camino. El joven resultó ser un cubano que venía con su esposa y una niña de menos de dos años desde Españaaaaaaaaaaa.

Primer contacto con oficial americano, una mujer de origen latino, de esas que no quieres ver nunca más en tu vida. Yo con los tres pasaportes en la mano. La mujer ni me miró, nada de risas, nada de bienvenido, sólo me dijo, continúe la fila hacia otro oficial que se encontraban metros más adelante sentado detrás de un mostrador. Ya estábamos en el lugar. Fila hasta el oficial, ahora un americano, el que sentado en su cómoda silla, decidía quiénes pasaban y quiénes no. Yo con los tres pasaportes en la mano.

Nuestro turno. Somos ciudadanos cubanos y venimos a … Sin levantar la cabeza, el tipo nos dijo:
 _ Vayan a la oficina y pidan que les entreguen unas planillas que tienes que llenar.

Todo lo que habíamos ensayado quedó a medias, el joven oficial no nos miró. Hoy comprendo que para nosotros era extremadamente nuevo y stresante el asunto, pero para él no era más que parte de su día de trabajo y de cubanos que quieren pasar a los Estados Unidos estaría hasta la coronilla.

Oficina, que en  realidad no es tal cosa, sino un local con unas cuantas sillas parecidas a las de las guaguas que llamábamos aspirinas en Cuba y una mesa arrimada a una de las paredes. Tan pronto entramos, nuestras preocupaciones y el posible stress que en realidad no era mucho, desaparecieron. Estábamos en Cuba. Aquel local estaba lleno de cubanos, que inmediatamente nos enfocaron y nos orientaron hacia cuál de las ventanillas debíamos ir. Yo con los tres pasaportes en la mano.

En la ventanilla número …, nos atendió un oficial americano, de unos pasados cincuenta años, calvo y con cara de buena gente, que hacía el intento por hablar español. Yo, con los tres pasaportes en la mano y con voz segura, le dije:
_ Somos ciudadanos cubanos
Y el tipo con una sonrisa de oreja a oreja, lo que hizo el momento menos tenso, me respondió:
_ Y qué, yo soy ciudadano americano. Y esperó con cara de maldito unos segundos por mi reacción.
_ Si, pero nosotros venimos a pedir asilo político, dije yo.
El tipo muerto de la risa, tal como si estuviera divirtiéndose con una muy buena comedia me dijo:
_ Ahora sí, esas son las palabras. Me recogió los dichosos pasaportes y me entregó tres planillas de esas de cuéntame tu vida que teníamos que llenar y devolverle

Nos viramos tratando de ubicarnos e inmediatamente la solidaridad cubana. ¿De dónde vienen?, ¿Cómo les fue el viaje?, ¿Tuvieron algún problema?, Cojan un bolígrafo para que llenen las planillas, etc.

Planillas llenas, de nuevo a la ventanilla número …. El mismo oficial, con la misma cara de risa, me preguntó: _ ¿Tienen algún documento cubano? y entonces nada más y nada menos que entregamos nuestros simbólicos carnet de identidad y nuestras licencias de conducción, que habían sido sacados de Cuba para cuando hicieran falta.

A partir de ahí es que comenzó a correr el reloj. Acomodémonos que el viaje es largo. Bultos en el piso. Jonathan rápidamente descubrió que debajo de la mesa se podía estar bien y allí con mochila y laptop fue a instalarse, convirtiendo aquel lugar en su guarida fronteriza.

Cubanos de todos lados. Unos venían de España como ya dije, otros venían de México, Ecuador, El Salvador. Nosotros, que muy rápido nos integramos al grupo, pues casi de inmediato dejamos de ser los últimos que habíamos llegado, veníamos de República Dominicana y un cubano, el que tuvo el record ese día, había viajado solito desde Bulgaria.

Al poco rato de estar en aquel lugar, donde ya estábamos como en casa, Jonathan se vira y nos pregunta:
_ ¿Ese que está ahí no es sagitario?
_ ¿Sagitario? Pregunté yo sin mirar, no sabía de qué me estaba hablando.
_ Si sagitario, me respondió. En efecto, cuando logré enfocar para donde Jonathan me señalaba, descubrí al mismísimo Alfredito Rodríguez, que cansado de vivir en México estaba en el mismo trámite nuestro, un poquito más adelantado en la fila. ¿Qué decir? Recuerdo que en un momento el oficial calvo que nos recibió me preguntó si era verdad que había allí entre nosotros un cantante de fama internacional. Bueno, tanto como famoso internacionalmente no creo, pero lo cierto es que Alfredito, al que yo en lo personal no soporto y del que no escucharía una canción, se la buscaba en Cuba desde que yo era un niño. Famoso a lo mejor no era, pero sí que había vivido bien con sus cancioncitas.

El mismo calvo en un momento de nuestra estancia, a través de la ventanilla me entregó unas páginas donde venía impreso un menú de restaurant y me dijo que podíamos llamar para que nos trajeran comida. ¿Llamar por comida? Aquello era demasiado, estaba bueno para quedarse a vivir allí. JAJAJAJAJAJA. Claro que llamamos y nos trajeron la comida. Cara, nada del otro mundo, pero comida caliente.

¿Qué se hace allí adentro? Nada. Conversar, comer, hacer y escuchar historias de los viajes, mirar a los que van llegando, tratar de orientar a algún cubano de esos que llega totalmente perdido y que ni una planilla puede llenar, salir, bajar las escaleritas y caminar hasta el puente para fumar, ir al baño y sobre todo esperar. Esperar pacientemente a que te llegue tu turno. En nuestro caso, no fue tenso para nada. Fue como estar en Cuba en un policlínico, las oficinas de la vivienda, emigración, la OFICODA, o sea, los mismos cubanos, los mismos cuentos, la misma demora.

A cada rato, entraba un oficial con ganas de jugar y preguntaba en alta voz: ¿Dónde están los cubanos?  Y todos, a coro, respondíamos levantando las manos: Aquííííííí

Entrevista. Martica y Jonathan fueron llamados a las 9:00 pm del mismo día en que llegamos para ser entrevistados juntos pero no revueltos, o sea, cada uno con un oficial diferente. Jonathan tuvo que desprenderse de todas las gangarrias que llevaba puesta, pues un oficial joven con mucha paciencia le exigió y esperó a que se despojara hasta del último arete. A Martica la presionaron un poco, le tocó un tipo que estaba o tenía mal carácter. Jonathan divertidísimo. Cuando ellos salieron pasada las 12 de la noche, fue que me llamaron a mí. Primero varios oficiales muy profesionales me llevaron a un cuarto para revisarme tal como en las películas, o sea, sube los brazos, abre las piernas, pégate a la pared, etc. Y me dijeron: _No te pongas tenso, te tenemos que registrar, es parte del proceso. Yo, cuando la violación es inminente, relájate y goza.

Mi oficial, un hombre bajito, joven, con la cara mala por un fuerte acné juvenil, de apellido González, por sus ancestros mexicanos, pero que hablaba mal el español, me preguntó si entendía el inglés. Al responderle que sí, se puso muy contento, pues podía hacerme la entrevista en ese idioma lo que le facilitaría las cosas.

_ Negativo, le dije yo. Prefiero hablar en español pues necesito entender bien lo que me pregunta y sobre todo saber bien lo que voy a responder. Aceptación, pues no era requisito indispensable hablar en inglés. Así empezó la entrevista que duró hasta pasadas las 4:00 am del 2 de octubre.

El proceso es engorroso. El oficial tiene que leer lo que está en la computadora en inglés, luego tiene que traducirlo al español para decírtelo o preguntarte. Uno responde en el español que puede y entonces él tiene que traducirlo al inglés para teclearlo en el sistema. Todo un infierno. Luego miles de preguntas, o las mismas preguntas  hechas miles de veces. Pero además se demoran porque para ellos ese es su trabajo y evidentemente no le pagan por sobrecumplimiento, así que como en todas las oficinas, los tipos se viran, hablan de pelota, ven las fotos del niño de la oficial de al lado, hablan con el que acaba de entrar. Cogen el teléfono y meten una muela de media hora con una chica, etc, etc, etc., y uno ahí, esperando.
Yo entré a la frontera con un pullover de Journey, ya me conocen todo muy simbólico. En un momento de la entrevista mi oficial me preguntó si tenía algún tatuaje, al decirle que sí,  tuve que mostrárselos porque tienen que describirlo en el sistema. Al descubrir que tengo tatuada la misma imagen del pullover y el tipo ser fanático a Journey y Steve Perry, estuvimos casi 45 minutos hablando de música americana, conversación a la que se incorporó muy agradablemente el jefe de la oficina. Ese tiempo, para los que están afuera, es un largo tiempo de espera.

Casi a las 5 de la mañana salí de la oficina, después de haber respondido las mismas preguntas muchas veces. Alfredito Rodríguez fue entrevistado a mi lado. El tipo es muy malo como cantante, pero es buena gente en realidad. Al preguntarle el oficial si había viajado anteriormente respondió que sí y estuvo 15 minutos mencionando países, Polonia, Hungría, Bulgaria, Alemania Democrática, URSS, etc., a lo que el oficial no dejó de ponerle cara de risa como diciéndole, pillo no la pasaste mal del todo en Cuba.

Espera. A las 8:00 am del día 2 de octubre de 2012 una oficial nueva para nosotros, rubia de casi unas 200 libras, me llamó y a través de la ventanilla me entregó un bulto de papeles, acompañados de la frase de:
_Estos son sus papeles.
Yo estiré la mano y cogí aquello sin mucho tiempo para revisar, y tratando de darle al momento cierta importancia, le pregunté:
_ Con estos documentos podemos entrar ya al territorio norteamericano sin problemas.
Ella, caminando y de muy mala gana, me respondió categóricamente:
_Ya no pueden estar aquí.

Pues para luego es tarde. “Vamo’ echando” antes de que se arrepientan. Recogida de bultos, despedida de los compañeros de causa, papeles en mano, caminatica hasta el oficial que se encontraba en la silla cómoda detrás del mostrador. Última revisión de papeles, fotos y caras. Autorización para pasar.

Sensación indescriptible, casi sin habla. La mejor imagen que se me ocurre es la misma de la película, Fuimos Soldados, cuando el protagonista, Mel Gibson se tira del helicóptero y pone un pie en el territorio vietnamita, o la del video de Neil Armstrong cuando dicen que puso el pie en la Luna, incluso con cámara lenta y todo. Al poner un pie en el verdadero territorio norteamericano, estuvimos unos minutos parados como sin saber qué hacer, ni para dónde coger, como si estuviéramos medio mareados. Llamadas por teléfono a Jenny que esperaba desesperada. Mucha alegría, Yordán nos iría a recoger en tres horas. Caminata arrastrando las maletas por las calles de Laredo, que ya están acostumbradas a estas imágenes. Llegada al Burguer King más cercano para nuestro primer desayuno norteamericano, mientras yo recorría la zona en busca de un café fuerte, negro, parecido al cubano, que dé más está decir que jamás encontré.

Ya estábamos en Estados Unidos, Martica, Jonathan y yo. ¿Terminamos? JAJAJAJAJA. Todo lo contrario, acabábamos de empezar.





miércoles, 10 de julio de 2013

Donde quiera se cuecen habas




Hace ya muchos meses, cuando vivía en República Dominicana y escribía en mi blog Dominicaneando publiqué un artículo sobre las faltas de ortografía, inspirado por la cantidad de errores que descubría todos los días en los periódicos, la televisión, los libros, mis alumnos y en los anuncios comerciales y nombres de empresas.

Aquello no le gusto a más de un amigo dominicano, que aunque de acuerdo conmigo, me dijeron que había sido muy agudo en el tema. Y paralelamente desató una gran búsqueda de otros amigos cubanos, los que comenzaron a coleccionar los errores que encontraban a su paso por la ciudad.

Recuerdo dentro de las más famosas, estuvo aquella descubierta por Jaqueline en la súper tienda Jumbo acabada de inaugurar en la Avenida Luperón que decía textualmente “No se envuelven escolares”  Difícil de entender por lo de envolver a un niño o niña que va a la escuela.

Entonces he seguido caminando. En República Dominicana, además de hobbie era parte de mi vida diaria, no llegué nunca a tener un automóvil. Aquí en  Estados Unidos, como no me gustan los gimnasios, camino todos los días por las calles como deporte,  lo        que quiere decir que he mejorado. JAJAJAJAJA.

Sigo mirando constantemente para conocer y aprender y en mis caminatas descubro cosas interesantes, arquitectura, costumbres, negocios, parques, normas de convivencia, etc., sobre las que un día escribiré algo.

Descubro aquí también lo de las faltas de ortografía y eso me pareció raro, porque no es lo que dicen los libros. Sin embargo, como dice el viejo refrán popular, me doy cuenta que donde quiera se cuecen habas. Uno no lo puede creer definitivamente porque siempre que se habla de analfabetismo se habla de los países pobres, y lo de imaginar este problema en la potencia más rica del mundo es casi increíble.



Como diría Normita en mexicano, pues sí,  en este país existen millones de analfabetos norteamericanos  y otros millones de los agregados, o sea, los ciudadanos de todas las partes de este  mundo que vienen a parar aquí. Estudios  recientes aseguran que son 7 millones los norteamericanos  totalmente iletrados,  27 millones que no pueden leer un texto medianamente complejo y 30 millones los que no pueden completar una oración simple. Claro todo esto dentro de una gran diversidad que significa más de 316 millones de habitantes.




Algo más, pues me parece que habría que agregar algo de descontrol o un pequeñito reguero, pues lo que descubrí es un cartel comercial que da para la calle en la entrada de un negocio. La lógica indica que aunque el cartel este en español, se debe controlar. El dueño puede ser analfabeto, al tipo le puede importar un bledo, pero yo, la Ciudad, yo el Estado, no lo permitiría, porque: 




  • ·         afea mi ciudad,
  • ·         crea malos hábitos en la población que lee y mira
  • ·         y habla mal de mi gestión.



Fin del cuento, para los amigos dominicanos, no solo en la República se ven estas cosas, pueden estar tranquilos, también pasa en la unión.


¿Dónde ha estado Raúl Castro en estos últimos 50 años?

Como muchas otras veces he comentado, no pretendo convertir mis blogs en espacios para valorar la ideología y la política en Cuba, existen hoy infinidad de lugares donde se puede leer sobre estos temas. Creo firmemente que para hacer estas valoraciones es mejor vivir dentro de la Isla como cubano de a pie, porque con el refrigerador lleno de comida, aire acondicionado central y gasolina para el carro, se puede correr el riesgo de ser injusto y entonces llevado por la pasión juvenil, caer en el juego de valoraciones a media.

Mientras viví en Cuba, mucho defendí mi derecho a hablar, criticar, valorar todo y a todos los que me rodeaban, sin importarme su apellido o jerarquía, lo que me trajo no pocos problemas. Para saber del tema cubano y tener derechos sobre él, hay que vivirlo todos los días. Lo otro, las variantes que sean, desde Estados Unidos o Australia, parecen ser puro cuento. Sin embargo, como aún estoy vivo, hay cosas a las que no puedo renunciar y dejar pasar por alto, y entonces apelando a ese derecho que yo mismo me abrogo por ser sencillamente cubano, escribiré hoy sobre la reciente intervención del presidente cubano Raúl Castro. Mama Ali, no te preocupes, es sólo un poquito.

La noticia me llegó desde República Dominicana. Tal como el propio Raúl vaticinó, los periódicos de ese país e imagino que otros muchos alrededor del mundo, se han hecho eco de sus palabras, a través de las cuales, de una forma muy directa, descarada y sínica, culpa a una parte del pueblo cubano de los pocos resultados que ha obtenido el gobierno es su gestión, debido según él, al ambiente de indisciplina que se ha arraigado en nuestra sociedad” lo que ocasiona “daños morales y materiales nada despreciables”.

Luego declara fácilmente que “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años  de periodo especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás”.

Y de ahí en lo adelante en los siguientes ocho párrafos, Raúl se dedica a “hacer un recuento de los fenómenos negativos más representativos, sin el ánimo de relacionarlos uno por uno”, donde define claramente que una parte del pueblo cubano es hoy salvaje, deshonesta, vulgar, vaga, ladrona, agresiva, etc. De madre, ocho párrafos dedicados a este tema, acompañados de la palabra dolor, lo que además de descarada hace su intervención ridícula. ¿Dolor? La persona que le redactó el discurso debe ser la misma que le redactó el discurso a raíz del incidente que llevó a la Causa 1, y evidentemente la palabra dolor le gusta. En aquella ocasión Raúl dijo que al irse al baño de su oficina a lavarse la boca con pasta de dientes, mirándose al espejo descubrió lágrimas en sus mejillas, sentía dolor por  los hijos de Ochoa. Ahora Raúl ha observado con dolor el deterioro de la sociedad cubana.  İQué descaro!!!!!!!!!!! Raúl no debe sentir dolor ni golpeándose un testículo.

Raúl menciona los problemas y las causas que le conviene, como buen alumno de su hermano mayor. Sí, es cierto, una gran parte de los cubanos nos hemos convertido en vulgares, ladrones o luchadores, jugadores de juegos prohibidos, alcohólicos, viciosos, suicidas, locos, etc., esa gran parte de los cubanos hemos nacido después de 1959 y eso es lo que tenemos como gran logro de estos 50 años de un “profundo proceso revolucionario”.

¿Ahora Raúl habla en Cuba de cívica? Lo de cívico casi que se abolió y quedó solo para los viejos nostálgicos. Las cosas en Cuba no eran cívicas, eran revolucionarias, o ya se le olvidó a Raúl que la palabra señor y señora se desterraron después de 1959 o peor se utilizaron para señalar a aquellas personas desviadas o débiles ideológicamente. ¿Moral y Cívica no era una materia de escuela obligatoria en la época de nuestros padres, que se quitó de los planes de estudios revolucionarios a todos los niveles? ¿No recuerda Raúl que durante estas últimas cinco décadas la palabra ciudadano se utiliza rudamente para denigrar, marcar y maltratar a muchos cubano? Eres ladrón, medio borrachín, mentiroso, etc., pero eres formalmente militante del Partido, eres compañero. Eres educado, correcto, de alto nivel académico, pero haces críticas al gobierno y no estás de acuerdo, eres un ciudadano.

Raúl habla de “amarga sensación”, pienso que debido al consumo de alcohol que dicen mantiene desde hace muchos años, de que hoy los cubanos somos “una sociedad cada vez más instruida, pero no necesariamente más culta” y no menciona a Martí, ni a Rubén Martínez Villena, menos al Che, sino al escritor español Miguel de Unamuno, como para dar la  imagen de un presidente culto en un país de salvajes. Apretó la persona que le escribió el discurso.
Mi única pregunta es: ¿Dónde ha estado Raúl en estos últimos 50 años?

Cualquiera que lo lee sin conocer los vericuetos de la Cuba revolucionaria, puede pensar que es una figura nueva, fresca, acaba de llegar, portador de nuevas ideas y sobre todo nuevas soluciones. Nadie podría pensar que es el mismo Raúl de siempre, el segundo en todo, el único de los partenaires de Fidel que ha sobrevivido y que siempre se dedicó a aprobar todo lo que a éste se le ocurrió. El tipo que, queriendo dar la imagen de honestidad y justificar su ningún logro, se da el lujo de hacer un inventario de nuestros defectos y deformaciones, pero jamás, ni por esbozo, menciona las verdaderas causas. La figura una vez más retoma el discurso retórico de siempre y plantea, tal como su hermano acostumbraba a hacer, que todos han sido culpables, menos él mismo.

Es real, los cubanos, somos muchas de esas cosas que Raúl menciona, quizás otras más y no es de ahora que se ve el deterioro, esto como un cáncer viene caminando a pasos sólidos desde hace muchos años. Habría que preguntarse cuántas personas dijeron esto mismo desde siempre y nunca se les escuchó o peor se les separó por tener ideas no acorde con el proceso.

El deterioro comenzó a partir de que muchas personas escogieron hacer lo que no sentían, de que siempre se levantó la mano para aprobar por unanimidad algo con lo que no se estaba de acuerdo, no se entendía o sencillamente para terminar con el asunto e ir a mirar la novela. Deterioro a partir de que para muchos lo importante era ser militante del PCC como pasaporte para los privilegios a partir de la supuesta confiabilidad. Deterioro a partir de que en vez de verdaderos militantes, la Revolución se fue cargando de simuladores, actores, payasos, a los que utilizó a su conveniencia.

Si es verdad, hoy después de cinco décadas de socialismo somos un pueblo mal educado, gritamos, somos irreverentes, decimos malas palabras, hablamos desmedidamente alto, porque eso en un momento significó ser proletario, ser compañero, en enfrentamiento a las manifestaciones burguesas que podrían sobrevivir.

Se le perdió el respeto a la ancianidad, a las canas como decimos popularmente. Todos éramos iguales, abuelos, padres, hijos. Se estimuló la confrontación dentro de la familia. Los padres comenzaron a fajarse con los hijos, los hijos con los abuelos. Los hermanos empezaron a dividirse por la política, unos a favor y otros en contra con posiciones bien enconadas. Nos fajamos a muerte con los que se fueron o comenzamos a esconder las relaciones con ellos.

Se marginó a la fe, muchos decidieron creer a escondidas, que es peor que no creer. Se limitó a los religiosos de pueblo, mientras muchos en el gobierno mantuvieron sus padrinos de religión y de pronto se cambió para un status laico, arremetiéndose equivocadamente con lo que la religión pudiera tener de positivo en cuanto a la familia, amistad, valores, ética, honestidad, solidaridad, etc.

Todos somos iguales rezaba el lema, con una igualdad inventada e irreal, pues algunos se apoderaron muy rápido de las mansiones de Miramar, Nuevo Vedado, Siboney, símbolo de la burguesía explotadora. Entonces, era igual el director y el subordinado, el médico y la enfermera, el alumno y el profesor, el arquitecto y el constructor. El ama de casa y el científico. El que trabajaba todo el día y el que declaraba a voz populi que al gobierno no le trabajaba.

Para colmo de males y de bienes a la misma vez, aparecieron los extranjeros. Los “gusanos” que un día violentamente echamos del país, regresaron convertidos en “mariposas” y casi se nos pidió que los recibiéramos con honores. Aparecieron los hoteles, bares, cafeterías, tiendas, en moneda convertible, los artistas, deportistas y técnicos autorizados en dólares. Como consecuencia, los que pueden acceder a la vida y los que no. Se impusieron los trabajos cómicos, las firmas extranjeras, las corporaciones, el turismo, las salas de hospitales y escuelas para extranjeros. Apareció a mayor escala la droga y la prostitución. Ser “jinetera” es malo, pero si ella pone la comida para la fiesta del CDR, entonces …


Seamos honestos, la Revolución no inventó la vulgaridad, pero si le dio cabida dentro de lo que se quiso ver como manifestaciones populares. La Revolución no inventó el robo, solo que en un lugar donde el que dirige, el que controla y el que trabaja roban, es más fácil de que esto se haga familiar.

Los militantes roban, los que no también. Roban los católicos, los santeros; los jefes y los subordinados, los del campo y la ciudad, los policías y por supuesto los delincuentes. Roba el trabajador y también el administrador, roban muchas personas.

La Revolución no inventó la mentira, pero se conformó con ella con tal de ganar aparentemente adeptos. La Revolución no inventó la desigualdad, pero ellos, los jefes, sus hijos, sus esposas y sus queridas, fueron los precursores de lo que significa vivir diferente a un pueblo. La Revolución no inventó el tráfico de drogas, el de armas, el de seres humanos, pero de vez en cuando jugó con estas acciones peligrosas. La Revolución no inventó las guerras, pero a su antojo, participó en muchas de ellas, bajo el noble lema de internacionalismos proletario, donde los integrantes del gobierno, no tienen un familiar muerto.

Se le olvidó a Raúl, pienso que porque no le convenía mucho hablar del tema en ese momento, que una gran parte de los cubanos sólo quiere una cosa, emigrar. Paradójicamente los jóvenes, los que no conocieron el capitalismo, los que son el resultado de la educación y la medicina gratis, los que tienen el derecho a practicar deportes, los negros que crecieron en un país sin discriminación racial oficial, los campesinos a los que la Revolución beneficio en primer lugar, en fin, muchos cubanos, tenemos una idea fija, irnos de la tierra que nos vio nacer. Irnos para cualquier lugar, cualquier clima, cualquier idioma, sin apenas garantías. Sólo una idea, emigrar


Entonces Raúl, amigo, bastante bien estamos. Somos un pueblo que en medio de tantas dificultades, no te roba, sino que lucha para sobrevivir y de vez en cuando tomarse una cervecita pues también es humano. No es que no trabajemos, sino que somos así de entretenidos y suaves, en el trópico hace mucho calor. No gritamos ni somos vulgares, sino que somos divertidos, alegres. Ya no tenemos mucho contra ti, ya no nos importa mucho quién dirige Cuba, pero evidentemente no tenemos nada en contra de nosotros mismo. Eso es lo que nos ha permitido sobrevivir al desastre llamado Socialismo Cubano. Si lo fuéramos a tomar en serio hace años que nos hubiéramos autodestruido.

martes, 2 de julio de 2013

Monterrey. Camino a la frontera.

Esta historia es real, sin embargo alguno de los nombres originales y detalles 
han sido omitidos o cambiados por cuestión de seguridad. JAJAJAJAAJ

Para pasar a los Estados Unidos tuvimos que activar un dispositivo que nos garantizara el viaje. La idea de estar en República Dominicana un día y al día siguiente aparecer en “la Yuma” es linda, pero necesita de una coordinación que lograra el éxito. Para eso están los expertos.

Yordán y Jennifer había hecho el viaje un año antes por esa vía, por lo que los contactos existían con una relativa cercanía en el tiempo, solo había que activarlos. Para eso contábamos con el apoyo de familia y amigos en Miami, los que se encargaron, primero, de darnos ánimo y seguridad, y luego, de restablecer la comunicación con uno de los expertos, un profesional con más de 20 años de experiencia en el giro de organizar este tipo de viaje.

El primer contacto telefónico con el experto, al que llamaré Señor X, fue duro y desalentador, lo que me tomó de sorpresa. El tipo aunque dispuesto para la gestión, no quería saber mucho de una de las personas que me recomendaba y que para mí era mi mejor carta de presentación, lo que me creó cierto ruido en el sistema. Por suerte vencimos el asunto con una buena negociación y nos pusimos de acuerdo. Él enunció sus condiciones y yo mal las entendí al principio, pero las acepté sin reparar mucho. Después de las aclaraciones necesarias, al final, nuestra misión era llegar a Monterrey, de ahí en adelante la “empresa” se encargaría de todo hasta la puerta de la frontera.

Al amanecer del lunes 31 de septiembre,  salimos de la casa para el aeropuerto acompañados por Normita que tenía que viajar para el interior del país.  A esa hora en la mañana había poca gente en la terminal aérea por lo que los trámites fueron bien sencillos. Despedidas.




Abordamos un pequeño avión con destino a Monterrey, el viaje lo dedicamos a repasar y aprendernos la historia que haríamos si a alguien se le ocurría pararnos cuando pusiéramos los pies en la tierra. Somos cubanos y el cuento de que estábamos de visita en Monterrey, donde además para colmo no hay pirámides, es ya bien difícil de creer. Al no poder cambiar el cuento, el triunfo está en la seguridad con que se dice la historia, eso la hará creíble en caso de que se necesite, por lo que mientras más se la crea uno mismo, mejor es.

El viaje perfecto, todo a tiempo. Aterrizamos y nos dirigimos a recoger nuestros bultos, que para ser turistas, eran muchos y muy pesados, gracias a que Martica trató de meter a República Dominicana en ellos. Mientras esperábamos por nuestros equipajes, observábamos el lugar tal como en las películas, tratando de descubrir el potencial peligro y adivinar cuáles de las personas que allí estaban eran simples trabajadores y cuáles era los posibles agentes o policías encargados de descubrir ese día a tres cubanos que viajaban a la frontera.

En efecto, en la puerta de salida, parado justo debajo del marco, estaba un tipo barrigón con tremenda cara de esbirro, a no ser que el pobre fuera muy feo, que miraba atenta y abiertamente a todo el que pasaba por delante de él, o sea, discreción cero. Después de estudiar el lugar, otra vez tal como en las películas, concluimos que no lo podíamos evadir pues era la única puerta de salida y el tipo estaba bien parado en el medio, su barriga ocupaba la mitad del espacio destinado para el paso.

Nosotros éramos tres personas muy difíciles de no llamar la atención. Jonathan y yo pesamos más de 200 libras, yo soy el más bajito de los dos y mido 5 pies y 11 pulgadas y llevábamos una cantidad de bultos como para estar 5 años en Monterrey, incluyendo nuestras cuatro raquetas, dos de tenis y dos de racquetball.

A cualquiera de los tres que detuvieran y llevaran a una oficina para interrogarlo resultaría igual de embarazoso. Entonces, último repaso de la historia, no estábamos tan nerviosos como para que se nos viera en la cara o no pudiéramos caminar, por lo que bultos en mano, echamos hacia fuera.

Increíbleeeeeeeeeee, el tipo barrigón con cara de esbirro, ni nos miró. Ahora no sé si en realidad era una persona o un muñeco, pues tampoco lo miré mucho cuando le pasé por el lado. A lo mejor era un muñeco, ya saben, para el invento, el capitalismo tiene el número uno.
Pasamos por la puerta e inmediatamente nuestro contacto, el “Taxista”, al cual no conocíamos, solo sabíamos que nos esperaría, nos interceptó y tomando una de nuestras maletas para hacer el trámite más familiar, nos dijo: _ Síganme. Y nos condujo hasta el parqueo, donde metimos los bultos en el maletero de un taxi y rápidamente salimos a la carretera. Así de sencillo.

Por el camino, Martica previsora, dio órdenes de parar en una estación de gasolina para comprar agua y comida por si en la frontera no había, lo que aumentó considerablemente los bultos que poseíamos. Galletas, chocolates, agua, refrescos, bocaditos, etc., tal como si fuéramos al Everest. El camino tranquilo por una carretera que atravesaba el desierto. Nuestro Taxista de lo más animado, de buen carácter, tal como si nos conociéramos desde siempre, nos fue haciendo los cuentos de todos los cubanos que había conocido en su trabajo. Que por lo que pudimos comprobar no habían sido pocos.

Casi al final del recorrido teníamos que pasar por un control, el famoso punto de control donde paran a la gente, donde muchos cubanos han sido retenidos, interrogados, incluso donde han tenido que pagar para poder continuar. Instrucciones de qué hacer y decir si nos paraban. Documentos dominicanos escondidos.

Mientras nos fuimos acercando detectamos que la garita estaba llena de militares con armas largas. La impresión no fue buena, estaban parando a algunos carros. El ambiente afuera parecía tenso. Sin embargo al entrar en la zona de control, un  joven soldado que se encontraba allí, nos hizo señas para que, sin detenernos, continuáramos nuestro camino. Tremenda suerte.

Llegamos a la frontera de Mexico y Estados Unidos por el punto de Nuevo Laredo, dos horas y media después de haber salido del aeropuerto sin el más mínimo tropiezo. Nuestro Taxista, para ese momento ya casi nuestro amigo, se bajó del carro y cargando una de nuestras maletas nos acompañó hasta el inicio del puente que lleva a las oficinas de control fronterizo. Él mismo depositó el dinero en el trompo, [i] unos muy simbólicos 3.00 pesos mexicanos por persona, lo que resulta extremadamente barato por acceder a la libertad, nos dio las últimas orientaciones, entró al baño que allí existe, salió, se despidió y sonriendo como lo había hecho durante todo el viaje, desapareció sin mirar atrás.

Sólo nos quedaba caminar en línea recta y entregarnos.






[i] Dispositivo que se utiliza para permitir que las personas entren de una en una a un determinado lugar.