sábado, 28 de enero de 2023

475.- El Diablo está en los detalles.

El Diablo está en los detalles y en la diferencia también, diría yo.

En uno de los renglones donde los constructores del socialismo y luego de la soñada sociedad comunista, pusieron y aún ponen su mayor esfuerzo es en una propaganda enorme y masiva, que a la vuelta de poco tiempo termina por cansar. En esas sociedades, todo, las hormigas, el deporte, el estudio, la forma de vestir y comer, la música que se escucha, los arcoíris, etc., tienen que ver con el socialismo. Si es bueno, es un éxito, si es malo, obviamente, el enemigo que siempre asecha es el culpable.

Desde los padres teóricos fundadores hasta los que luego trataron de adaptar sus ideas a la práctica, más todos aquellos que apoyaron la idea, por la razón que fuera, se han desgastado en imágenes y promesas, la mayor parte de ellas irrealizables, inalcanzables, por lo que, de aquel famoso beneficio a nivel global, no queda nada.

Todavía hoy, a pesar de la destrucción que se evidencia, un gobierno como el cubano, sigue hablando de socialismo y sigue pidiendo tiempo para realizar ese sueño, a pesar de haber invertido en él más de 60 años, sin llegar a reconocer que los que nacieron a principios de que estas ideas se implantaran, hoy son personas, que, de estar vivas, viajan a la ancianidad y en sentido general, están peor que cuando empezaron. Recuerdo que, en mi juventud, frente a aquella repetida y repetida frase de “Socialismo o Muerte”, siempre decíamos que era una redundancia y ese era el sentimiento de una gran parte del pueblo, o al menos del pueblo con que yo me relacionaba. Existe otro pueblo cubano que vive en Miramar y Siboney, que anda en carros y yates y viaja al extranjero.

En el socialismo, según sus defensores, el obrero, por ejemplo, trabajaría muy contento, porque su labor, fuera cualquiera, da lo mismo un trabajador del campo, como un profesional de un laboratorio, sería muy humana y humanizada. El trabajador además de contar con todo lo necesario y moderno para realizar su actividad, recibiría un salario que le alcanzaría para resolver las necesidades de su vida. El papá Estado Socialista se encargaría de todo lo demás.

Luego, ese obrero trabajaría de Sol a Sol riendo, porque sabía que parte del resultado de su trabajo iría a beneficiar a niños, viejos e incapacitados, que también reirían todo el tiempo. Tratándose, siempre desde la teoría y los largos discursos, de vender la imagen de que todos serían felices y sonreirán despreocupadamente todo el tiempo, al tener todo resuelto. Todo crecería y crecería. Las cosechas serían más grandes, la carne y la leche sobrarían, los edificios y viviendas llegarían a causar envidias internacionales, los médicos los mejores del mundo, los deportistas los mejores del mundo, los científicos los mejores del mundo, los mejores cines, los mejores teatros, los mejores y más codiciados restaurantes y hoteles. Todos serían cultos y preparados y el gobierno quedaría tan cerca y sería tan igual, que casi podría considerarse como un buen amigo o mejor, un dulce hermano.

Históricamente las imágenes que se exportan sobre el sistema socialista son personas que sonríen, en eso los chinos son grandes expertos, propaganda que esconde los verdaderos modos de vida. No sólo se miente, sino que el discurso sirve para nublar las mentes y lograr que las personas, que no descubren tales beneficios en sus vidas reales, no piensen en sus verdaderos problemas. Es una propaganda que promete y promete, pero en realidad con el paso de cada día, puede dar menos. Es un proceso hasta complicado de entender, porque la propaganda llega a convertir a muchas personas en auto parlantes repetidores que no piensan y son capaces de anunciar y con esto defender una realidad que no tienen y no tendrán.  

Ahora vivo en San Antonio, Texas, desde hace un año. Desde que llegué aquí trabajo como obrero en una compañía que se dedica a la detección de incendios, soy, según dice mi posición, un técnico instalador. Entonces nada de oficinas, nada de ambientes lindos, menos conversaciones culturales de alto vuelo.

Mi labor transita todos los días en obras que están en construcción, por lo tanto, rodeado de carpinteros, constructores, electricistas, pintores, polvo, acero, cemento, etc., dentro de los cuales, mi misión es tirar cables de un lugar otro, siempre encaramado en escaleras, para luego instalar los dispositivos que detectan y anuncian el fuego.

También, a veces, tengo que trabajar en escenarios terminados, círculos infantiles, escuelas, bancos, iglesias, pero como mi labor sigue siendo allí, los cables y los dispositivos, generalmente instalados lo más alto posible dentro de los comunes falsos techos, no me salvo del polvo, los pinchazos, las cortadas, etc. No es nada extremadamente complicado de hacer, he hecho aquí en Estados Unidos trabajos más fuertes, pero, repito, nada de oficinas, chicas lindas y conversaciones culturales. Soy, parafraseando a Antonio Machado, “en el buen sentido de la palabra”, un obrero.

El Diablo y la diferencia está en los detalles. Desde que llegué a este trabajo, algo que se repite y repite, siempre me ha llamado la atención y claro, como soy cubano, siento cierta admiración, quizás para los norteamericanos de hoy esto es tan normal como tomar agua o respirar.

En cada obra donde he trabajado, sin que exista un fallo, el contratista, o sea, la compañía que dirige la construcción y es responsable de subcontratar y organizar todos los trabajos, está obligada a poner cabinas para que los obreros hagan sus necesidades fisiológicas

Es una regulación que actúa como una ley. Antes de que se comience el primer movimiento de tierra, antes de que llegue el primer equipo y obrero, se instalan esas cabinas plásticas, generalmente azules, grises o naranjas.

Esas cabinas, a las que los cubanos llamaríamos letrinas, significan la verdadera atención al recurso humano, que tanto y tanto escuché mientras viví en Cuba. Esas cabinas dignifican verdaderamente el trabajo, a pesar de que no recuerdo que Marx las mencionara.

¿Cómo funciona? 

Pues todos los días aparece una pipa de agua, cuyo obrero, a pesar de que trabaja con excrementos y orines, por lo que pudiera parecer que está todo el tiempo sucio y apestoso, pero, sin embargo, viene más limpio que yo, que paso los días lleno de polvo y churre, conecta una manguera y vacía cada cabina. Luego con otra manguera de agua a presión limpia por dentro el lugar y deja en el fondo de la letrina un agua de color azul intenso, que imagino que contenga algún componente químico que ayuda a destruir los desechos y eliminar olores desagradables.

Cuando termina su tarea de higienización, repito, diaria, esparce en el interior un spray como los que se usan en los baños de cualquier otro lugar y deja, siempre, inevitablemente, sin equivocación, cuatro, cinco, seis rollos de papel sanitario.

En dependencia de la obra que sea, se instalan cuatro, cinco, seis de esas lindas cabinas, porque cualquier construcción puede tener 100, 150 hombres y mujeres trabajando como mínimo 8 horas diarias.

Pero para colmo de lo inexplicable para mí que vengo del socialismo y sólo lo que he escuchado es sobre la explotación del hombre por el hombre en los sistemas capitalistas, donde el obrero trabaja triste, apabullado, por lo que su andar es lento, cansado y, sobre todo, nada de risas, junto a esas cabinas, se colocan fuentes de agua limpia para el lavado de manos y caras, a las que además se les deja papel para secarse. Entonces no sólo se puede ir al baño, casi como en casa, sino que alguien ha pensado en que los obreros necesitan lavarse las manos y secárselas con papel.

A veces mi amigo y compañero de trabajo, joven norteamericano, que no sabe lo que es pasar trabajos, piensa que yo estoy loco, porque, sobre todo al principio, cuando me lavaba las manos, me las secaba en el pantalón, que puesto limpio el lunes, a partir del martes y hasta el viernes está sucio, por lo que mis manos limpias se volverían a ensuciar inmediatamente con mi acción de secado. Claro, fue fácil para mí de explicar, soy cubano le dije, cosa que él entendió sin tenerle que explicar mucho.

Entonces, cabinas limpias que alguien limpia diariamente para necesidades que siempre son instaladas, con papel sanitario y aromatizantes, agua limpia con jabón líquido y papel para secarse las manos, que obviamente en Estados Unidos es diferente al papel se usa para limpiarse las partes íntimas y todo esto en obras que están en construcción en medio, muchas veces, de la nada.

Que jodido estaban los padres teóricos y sus seguidores que diseñaron en papel la famosa “sociedad del futuro”, que no pensaron que ese obrero que ellos imaginaron reiría, necesitaba defecar y orinar. Que mentirosos fueron prometiendo “villas y castillos”, cuando se les olvidó algo tan elemental como lavarse las manos, tantas veces como uno quiera.

Estar en contra del socialismo, comunismo, chinismo, fidelismo y todas las variantes que se traten de los mismo, es fácil de justificar. No hacen falta tantos conocimientos para demostrar el fracaso, porque en realidad los pueblos no son expertos en filosofía.

Las fotos que he expuesto, tomadas un día cualquiera, a cualquier hora, no son de un hotel 5 estrellas, no son de un centro científico, ni de la NASA, no están en un parque exclusivo para turistas, menos son objetos museables puestos en una exposición de arte moderno, son sencillamente las cabinas que yo, obrero, uso todos los días, a veces varias veces en el mismo día y se encuentran en todas y cada una de las construcciones donde trabajo. Puedo asegurar que así estaban ayer viernes antes de terminar mí jornada laboral.

¿Dónde orina y defeca el obrero, el constructor, cubano?, ¿Dónde y cómo se lava las manos?

El Diablo sigue estando en los detalles y en las diferencias también, pienso yo. A lo mejor es que el capitalismo se lee y estudia los libros de Marx y sigue al pie de la letra cada discurso de Fidel.

viernes, 6 de enero de 2023

474.- Dos poemas imprescindibles para el 2023

Lo bueno de tener ideas y correr el riesgo de compartirlas con personas interesadas, es, primero, no se está solo, por lo que al compartirlas se habla, se toca; segundo, esas ideas llegan a personas que también tienen ganas de compartir sus ideas y experiencias y se animan a hacerlo y tercero, esas opiniones compartidas, regresan como rebote, a veces a favor, a veces en contra y casi siempre terminan por enriquecer la idea que fue compartida inicialmente y entonces, se aprende.

Mi amigo Ruso sigue siendo uno de mis más entusiastas lectores y no sólo eso, sino que el gusto de escribir para otros, ha renacido en él a traves de sus poemas. Ahora a partir de mi último artículo sobre los hombres y el llanto, me ha enviado dos poemas que quiero compartir para comenzar el año 2023 y así llegan a más personas.

El primero, “Te deseo” es un poema de Víctor Hugo, escritor francés, considerado uno de los grandes novelistas del siglo XIX, cuya obra cumbre, con la que todos lo identificamos es “Los Miserables”, todo un himno contra la miseria y en favor de los más desposeídos. Decir Víctor Hugo es pensar inevitablemente en sus personajes Jean Valjean, Javert, Cosette, tal como se piensa en el cátsup para la hamburguesa o el perro caliente. 

El segundo, “Valgo”, es de la autoría de Jorge Luis Borges, poeta, filósofo, ensayista y escritor argentino, cuyo alcance es ser uno de los mayores soportes y pilares para la literatura latinoamericana del siglo XX.

Es bueno decir que no conocía estos poemas y al leerlos, me parece que bien vale la pena publicarlos aquí.


"La libertad es el aire respirable del alma humana" Víctor Hugo.

TE DESEO

“Te deseo primero que ames,
y que, amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que, si es,
sepas ser sin desesperar.
 
Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.
 
Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que, entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.
 
Te deseo además que seas útil,
más no insustituible.
Y que, en los momentos malos,
cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.
 
Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que, haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.
 
Te deseo que siendo joven no
madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.
 
Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.
 
Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.
 
Te deseo que acaricies un perro,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
sentirás bien por nada.
 
Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuantas vidas
está hecho un árbol.
 
Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez
por año pongas algo de ese dinero
frente a ti y digas: "Esto es mío".
sólo para que quede claro
quién es el dueño de quién.
 
Te deseo también que ninguno
de tus afectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar
sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.
 
Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.
 
Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte”.                                                                


"La duda es uno de los nombres de la inteligencia" Jorge Luis Borges

VALGO

"De tanto perder aprendí a ganar; de tanto llorar se me dibujó la sonrisa que tengo.
Conozco tanto el piso que solo miro el cielo. Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré.

Me asombro tanto como es el ser humano, que aprendí a ser yo mismo. Tuve que sentir la soledad para aprender a estar conmigo mismo y saber que soy buena compañía.
Intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a que me pidieran ayuda.

Traté siempre que todo fuese perfecto y comprendí que realmente todo es tan imperfecto como debe ser (incluyéndome).

Hago sólo lo que debo, de la mejor forma que puedo y los demás que hagan lo que quieran.

Vi tantos perros correr sin sentido, que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorrido.
Aprendí que en esta vida nada es seguro, solo la muerte … por eso disfruto el momento y lo que tengo.

Aprendí que nadie me pertenece, y aprendí que estarán conmigo el tiempo que quieran y deban estar, y quien realmente está interesado en mí me lo hará saber a cada momento y contra lo que sea.

Que la verdadera amistad si existe, pero no es fácil encontrarla.
Que quien te ama te lo demostrará siempre sin necesidad de que se lo pidas.
Que ser fiel no es una obligación sino un verdadero placer cuando el amor es el dueño de ti.

Eso es vivir. ... La vida es bella con su ir y venir, con sus sabores y sinsabores… aprendí a vivir y disfrutar cada detalle, aprendí de los errores, pero no vivo pensando en ellos, pues siempre suelen ser un recuerdo amargo que te impide seguir adelante, pues, hay errores irremediables.

Las heridas fuertes nunca se borran de tu corazón, pero siempre hay alguien realmente dispuesto a sanarlas.

Toda mejora siempre. Y no te esfuerces demasiado que las mejores cosas de la vida suceden cuando menos te las esperas. No las busques, ellas te buscan.

Lo mejor está por venir”.


 


domingo, 1 de enero de 2023

473.- ¿A qué edad es que los hombres podemos llorar?

¿A qué edad es que los hombres podemos llorar o al menos a que edad podemos llorar libremente, sin causar asombro?

Estoy muy cerca de los 60 años y debo reconocer que, con frecuencia, sobre todo cuando estoy sólo en mis reflexiones, cosa que ocurre por suerte poco, no me gusta la soledad, me descubro emocionado al borde de las lágrimas e incluso con algunas lágrimas derramadas.

Me emociona una canción, hay algunas que de seguro me emocionan muchísimo, una película, observar detenidamente a mis nietas o temas relacionado con niños, o, sencillamente, recordar alguna parte de mi vida. Sacando cuentas, casi todos los días hablo de mis abuelas, de mi barrio, de algunos amigos, sobre todos de aquellos de los buenos y juveniles años con los que pasé buenos y malos momentos. Para muchos de los que me rodean, repito y repito los cuentos.

Durante muchos años de mi vida, infancia, adolescencia, primera juventud, crecí con un patrón masculino muy fuerte, mi padre, el que luego en mi segunda juventud, se convirtió en uno de mis mejores amigos hasta que falleció.

Mi padre, creo haber escrito sobre él anteriormente, era de esa especie de hombre jocoso, jodedor diríamos en cubano, agradable, atrayente, muy extrovertido y conversador, de buen carácter y al mismo tiempo era de esa clase de hombre machista orgulloso que se desbordaba y poseía una energía descomunal. Baste decir que era santiaguero, de la época en que Santiago de Cuba era un lugar extremadamente orgulloso. Los santiagueros, a los que conozco bien, primero que todo son santiagueros, categoría por ellos mismos dada, que los diferencia, al menos para ellos, del resto de los cubanos.

Entonces al no haber hermanas hembras en mi casa, nos criamos como varones de la época de mi padre, por lo que una de las primeras ideas, lo mismo frente a un golpe, una herida, un problema, etc., era, los hombres no lloran, así que, sin ser religiosos, nos decían, levántense y anden.

Miles de cuentos tengo junto a mi padre, quizás por yo ser el hijo mayor, su primer hijo, dedicó a mi más fuerza, la fuerza que da la juventud. Recuerdo mucho trabajar junto a él en “trabajos de hombres”, o sea, albañilería, plomería, electricidad, carpintería, etc., y por otro lado recuerdo haber compartido con él muchos de sus cuentos y vivencias. Ël era un gran conversador y yo, entre las cosas que de él heredé, fue la capacidad de conversar, discutir y analizar por muchas horas seguidas, tantas que, por momentos, rindo a mis interlocutores y me quedo solo.

Con la idea de que los hombres no lloran, entonces crie a mi hijo varón Jonathan, con los mismos consejos y acciones de mi padre. Jonathan creció en una casa, mal o bien, lidereada por mí, donde por aquella época, mi inmadurez y tradición, me hizo no confiar, por tanto, no utilizar, la ayuda de psicólogos y pastillas. Jonathan creció, también ayudándome a trabajar, todavía hoy lo hacemos juntos, donde no había cómo escaparle al trabajo gracias a un pequeño arañazo, un golpecito, una caída. Él como yo, estuvimos obligados a levantarnos y andar, daba igual lo que fuera.

Entonces hoy, Jonathan, quizás yo lo fui también con mi padre, es mi principal y primer tribunal como hijo varón, cuando de debilidades aparentes se trata, por lo que cuando me ve medio lloroso es inevitable escuchar de él algo así como: “o tú te estás poniendo viejo o te has convertido en un llorón”. Debo decir que tengo otro tribunal abierto constantemente que está presidido por mi hija Jennifer, tan cruda y exigente como lo fui yo, pero Jenny es mi hija hembra, por lo que es otra cosa. Jennifer además de mi hija primera, se precia hoy de ser mi jefa y haber domado a la “fiera” y hasta cierto punto es cierto, salvo en ocasiones muy extremas, me he vuelto débil frente a sus orientaciones, que más que eso, casi siempre son órdenes. Jenny tiene una frase que la acompaña siempre: “tú no has entendido nada, ahora tienes que hacer … y yo, muy disciplinadamente, hago.

Llorar en una sociedad machista como la cubana, donde los varones somos machistas y las hembras son más machistas que los varones, es mal visto. Debe ser porque se asocia a una potencial debilidad o porque cada vez que se tiene un problema, las personas normales e incluso las no muy normales, terminan llorando. Para mí, debo reconocer fue así durante muchos años, sobre todo, cuando descubría que mediante el llanto se trataba de escapar, o peor, mediante el llanto se trataba de no explicar determinada actuación.

Yo no creo en la vida después de la muerte, menos sé a dónde va a parar lo que llaman espíritu o alma y todavía no me he encontrado con nadie que después de morir, haya regresado. Aún estoy esperando poder ver a Jesús y como es de suponer, a mi edad, aunque todavía yo joven, he visto morir, incluso frente a mí, a varias personas cercanas y en esos momentos, no es el llanto lo que me ha caracterizado. Crecí en un lugar donde a los muertos se les velaba y enterraban y cada cual se retiraba a celebrar, homenajear, recordar, etc., la vida del fallecido. No recuerdo en mi familia imágenes de personas agarradas a un ataúd anegadas en llanto, dando gritos de por qué te fuiste y me dejaste, etc.

Entonces crecí por lo menos haciéndome el duro. Recuerdo que mi abuelo materno murió 15 días antes de mi día planificado para casarme con Martica. Mi abuelo fue un gran tipo, otro día haré la historia, por lo que comenté con mi madre la idea de cambiar la fecha de mi boda. Aunque no muy convencido de la medida, me parecía fuerte meter una fiesta a pocos días de un gran velorio y mi madre, sólida como un roble o el mejor acero, me dijo: _ nada de eso, tú te vas a casar como está planificado, si el muerto hubieras sido tú, tu abuelo no habría renunciado a sus responsabilidades, tómatelo como un buen homenaje a lo que fue su vida. Y entonces, sin acordarme mucho de él el día de mi boda, me casé, sonreí, bailé, comí, tomé algo de alcohol y me fui a disfrutar más a mí antigua novia en lo que llaman “Luna de Miel”, autorizado públicamente luego de haber firmado un papel.

Pienso que me estoy poniendo viejo o me he convertido en un llorón, como dice mi Jonathan, porque, a veces, sorprendido y sin poder evitarlo, me encuentro emocionado y llorando con cosas tan sencillas como una canción que he escuchado, por mi costumbre de repetir, miles de cientos de veces. A lo mejor tengo problemas glandulares y no lo sé o es que a lo mejor, en estos momentos he perdido la presión y me da igual lo que se piense.

Los hombres si lloramos y en realidad deberíamos aprender a hacerlo desde siempre. Llorar, siempre que sea controlado y no como resultado de una enfermedad nerviosa o de la histeria, por ejemplo, es bueno. Libera. Estoy probando que no adelgaza, ojalá adelgazara.

Los hombres, al menos los que crecimos en una sociedad machista, lo que nos resulta de inevitable influencia, porque no somos suecos o suizos, deberíamos aprender que llorar no nos demerita y muchas veces es la mejor expresión de lo que sentimos, cuando el llanto es verdadero. 

Mi último cuento fue hace muy pocos días, nos encontrábamos recibiendo los regalos por Navidad. Alegría. Entre los regalos que me tocaron, estaba una botella de ron “Flor de Caña”, que Naty, la esposa de Jonathan, me había traído de su último viaje a su país de origen, Costa Rica. Ese ron lo conocí y tomé, gracias a mi padre, como resultado de sus viajes por trabajos a Nicaragua. Mi viejo, entre otras cosas, era amante del buen ron y disfrutaba jugar al “cubilete” sentado en el portal de mi casa junto a todos nosotros. Y entonces, de pronto, al abrir el regalo sorpresa, para sombro de todos los presentes que reían y agradecían, sobre todo para mi nieta Mia, chica, por tanto, desconocedora de la vida laberíntica, me fue inevitable llorar más de lo acostumbrado al recordar a mi viejo, a pesar de haber escuchado entre risas la voz de Jonathan de: o te estas poniendo viejo o es que te has convertido en un llorón. Mi fiel Martica me defendió y explicó lo que yo, por no poder hablar, no pude explicar.

Entonces, ahora, quizás porque me conviene, entiendo a todas las personas que he visto llorar durante su vejez, cuando no le encontraba mucha justificación. Ahora las entiendo más el por qué lloraban.

Bueno, quizás se estaban liberando, quizás ya no les importaba que los vieran, quizás los recuerdos eran muy grandes y en medio de la alegría de vivir, pesaban mucho. Mi bisabuela Alicia lloraba mucho cuando fue viejita, recordando a su Asturias natal, a donde nunca regresó y a cada uno de sus familiares a los que más nunca volvió a ver. Mi abuela Tomasa, viviendo en el hogar de ancianos que le permitió vivir más, lloraba desconsoladamente cada vez que la visitamos. Estaba bien, no le faltaba nada, pero en realidad lloraba porque le faltaba todo. Yo, me estoy poniendo viejo, no puedo hablar por teléfono con mi suegra Marta en Cuba, se me hace un nudo en la garganta, se me traban las palabras, tengo que soltar el teléfono, tomarme unos minutos para luego regresar.

Mi amigo Ruso me ha dicho que la entrada oficial a la vejez es a los 65 años, por lo que todavía no tengo el carnet. No sé si es oficial por estudios científicos o sencillamente se apela a la posible y legal fecha del retiro laboral como frontera; pero todavía nadie me ha dicho a qué edad se puede llorar sin parecer un extraño.