viernes, 10 de octubre de 2014

Depende de la persona que te toque.

Lograr la perfección cuesta mucho trabajo. Estoy muy feliz de estar aquí donde estoy, pero pobres de los que lleguen pensando que este es el paraíso terrenal y todo funciona a pedir de boca, tal como algunos libros dicen.


El paraíso no existe, es sólo un cuento de hadas, y de existir tendría que estar poblado sólo de plantas y animales, cuyas leyes naturales condiciona la vida sin que ellos interfieran mucho. En la mayoría de los casos, la presencia del ser humano, en la misma medida que organiza, desarrolla y mejora los procesos, también los hace imperfectos, o sea, como dice el refrán popular “todo depende de la persona que te toque”.

Hoy cumplo 2 años exactos de haber cruzado la línea fronteriza entre México y Estados Unidos. Dos años de mi nueva vida, o mi vieja vida en un lugar nuevo. En sentido general he navegado con suerte junto con haber usado mucho mi cabeza todos los días para sobrevivir.

Por mi condición de inmigrante “legal” hay muchos permisos de los que se necesitan para vivir en Estados Unidos, que sólo me lo han otorgado por un año, por lo que pasado ese tiempo hay que recurrir a la renovación. Sólo cuando recibes la famosa “Green Card” o Residencia, el papeleo disminuye o al menos aumentan los plazos de los permisos.

Tenemos suerte los cubanos, porque a partir del estatus que se nos concede, podemos transitar por permiso de trabajo, licencias para conducir, residencia y luego ciudadanía, sin que esto sea muy traumático, otros inmigrantes la pasan negra para legalizar su situación o sencillamente nunca llegan a legalizarla.

Mi licencia de conducción se venció ayer, 1 de octubre, por tal razón hace más de un mes recibí una comunicación que me anunciaba el acontecimiento. Extremadamente organizado el asunto, pensé yo, aquí no dejan nada al azar. No confían en tu memoria, ni en tu organización personal, sino que te avisan de que próximamente tu licencia se vence para que puedas hacer los tramites y tu vida no se detenga por este pequeño control.

Como recibí esa comunicación, decidí adelantarme e ir a la Oficina de Licencias para cubrir el trámite, demostrando lo buen ciudadano que soy. Entonces me cogí una tarde de trabajo y me presenté en el lugar, que para mi suerte estaba casi vacío. A los 5 minutos estaba parado frente a la persona que con una gran sonrisa, demostraba que estaba encantada en atenderme.

Para mis adentro me dije, la ligué. Casi no hay nadie aquí y ésta persona está loca por resolverme. En realidad me atendió, pero la respuesta fue complicada. No podía hacer el trámite porque mi licencia no estaba vencida aún, tenía que esperar a que se me venciera, y para asegurar lo que me estaba diciendo, ella escribió sobre uno de los documentos que presenté que mi próxima cita era el 2 de octubre, o sea, el día siguiente a la fecha de expiración de mi documento. Para mejor servicio me recomendó que ese día manejara con mucho cuidado porque si me paraba la policía, para sus efectos mi licencia estaba vencida y entonces podrían ponerme una multa.

Llegué a la casa y cuando cuento a los míos lo ocurrido, detectamos que hemos ido los tres, Martica, Jonathan y yo, para hacer el mismo trámite, o sea, renovación de la licencia de conducción, y a cada caso lo han tratado de forma diferente.

A Martica le dijeron que tenía que esperar por una verificación de la Oficina de Inmigración, Jonathan resolvió su renovación en 15 minutos y a mí me dijeron que tenía que esperar a que se me venciera para renovarla.

Jennifer desdes San Antonio con su experiencia, trató de alertarnos. Ella tuvo que esperar por dos verificaciones de dos lugares distintos en dos tiempos diferentes.

Nada, hoy, día 2 de octubre, tal como me había dicho la funcionaría, volví a echarme la tarde de trabajo y me fui a la misma Oficina. Ha estado dos días lloviendo sin parar, por lo que estaba convencido que habría poca gente. Como en efecto, llegué y las personas que allí trabajan estaban aburridas de no hacer nada.

Me acerqué. La misma sonrisa amplia y tranquilizadora. Yo muy convencido de que lo mío era puro trámite. Todos mis papeles organizados, como es común en mí.

Entregué mis papeles, y comienzo a ver medias muecas en la cara de la señora que me atendía, que era otra diferente a la que me había citado para ese día. Verificación de documentos, consulta con la que estaba al lado. Yo convencido de que saldría rápido de todo aquello. Más consultas. Al final me tiraron la foto y me hicieron la prueba de la vista. Me dije, la pegué.

JAJAJA. Pobre de mí. El trámite quedaba inconcluso. No podían darme la renovación porque necesitaban verificarme con Migración, tal como lo pronosticó Jennifer y Martica. No puede ser, les dije yo, porque la funcionaria que me atendió me dijo que tenia que venir hoy a renovarla y escribió de su puño y letra la fecha de la cita.

Lo sentimos, lo sentimos, lo sentimos. Fue la respuesta que obtuve.

Pero yo necesito trabajar, nada más y nada menos que la próxima semana estoy de guardia las 24 horas del día, lo que me obliga a moverme de un lado a otro de la ciudad, les dije.

Lo sentimos, lo sentimos, lo sentimos. Fue la otra respuesta que obtuve, junto con la recomendación de que manejara con cuidado porque si me paraba la policía, para sus efectos, mi licencia estaba vencida y la multa podría venir como Juan que se desboca.

Pues es así. La idea de que todo está escrito y los trabajadores son fieles cumplidores de los procedimientos, no esta seguro del todo. Parece que como en muchos otros lugares, cada persona interpreta los procedimientos a su forma, por lo que tu problema se resolverá siempre en dependencia de la persona que te toque.


Ahora tengo la licencia vencida. Estoy esperando a que me llegué una carta con la verificación y lo más jodido es que estoy manejando todo el día. No puedo parar. Espero a que me pare la policía, para ver si con la respuesta, lo siento, lo siento, lo siento, puedo quitarme la multa inmensa que me van a meter.

jueves, 2 de octubre de 2014

¿Antigüedad o Arte? (Otra parte)


En enero de este año, escribí un artículo sobre un tema parecido al que voy a escribir hoy, pero, sobre todo, la genial idea y las imágenes, hacen que valga la pena volver sobre lo escrito.  Ver algo nuevo, fresco, autóctono, en medio de tanta repetición, resulta siempre agradable.

Lincoln, como ciudad capital del Estado de Nebraska, tiene una vida cultural amplia, a la que no hemos accedido del todo, por falta de tiempo o por no dedicar el tiempo libre a ese objetivo. Seguimos prefiriendo las reuniones entre amigos para conversar y compartir. No obstante hemos tenido la posibilidad de pasear un poquito por algunas galerías de pinturas y fotografías con nuestros amigos Joaquín y Jill, pero en realidad ha sido sólo un poquito.

Como en todas las grandes ciudades de la Unión, aquí existen museos, galerías de artes, teatros, cines, y lugares para conciertos de todos los géneros y estilos musicales, lo que le da a la ciudad cierto toque “culturoso”. 

Cuando regreso de mi trabajo, paso todos los días por una esquina donde hay una galería de arte. Nunca he entrado, pero me parece desde afuera un lugar moderno. En ese lugar fue donde descubrí el camión que fotografié y sobre el que escribí la vez anterior.

Desde hace varias semanas apareció otro camión, ahora muy pintado de rojo, lo que lo hace extremadamente llamativo. El tema escogido es el agrícola, o al menos es lo que a mí me parece, sin haber conversado, ni saber nada del autor, a diferencia del primero, pues la chatarra que tenía arriba orientaba la obra más hacia el sector industrial, 

El artista, imagino que debe ser el mismo en los dos camiones, ha escogido ahora pedazos de maquinarias, utensilios y herramientas de trabajo de la agricultura para realizar su obra, me da o quisiera pensar que como homenaje a esta tierra del centro del país, eminentemente agrícola y ganadera.

El trabajo, después que uno lo ve, puede parecer sencillo, claro está. Cualquier soldador con un camión viejo, un poco de hierros y un equipo de soldadura, lo puede hacer. Yo mismo me atrevería a intentarlo. Lo genial está en la idea, en la autenticidad.

No soy amante del color rojo, porque me recuerda al comunismo. Sin embargo, el camión es tan rojo que resulta imposible pasar por ese lugar y no mirar hacia él con amor. Llega uno a acostumbrarse a su presencia. Por cierto, para mi tortura, el color emblemático de Nebraska es el mismo rojo del camión.

No se si esto se repetirá, con otros motivos. En realidad cuando paso por esa esquina vengo tan cansado que no he tenido muchas ganas de bajarme a averiguar más. Pero al menos la posibilidad del camión parqueado afuera, a la intemperie, me permite participar. 

Aquí les pongo las fotos.